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domingo, 23 de noviembre de 2014

CAPITULO 23



Gerard no sabe si regresar a casa o pasar nuevamente la noche en la casa de Petra. No se arrepiente del  fuerte golpe que le propino a Cedric, pero sabe que este probablemente se encuentre aun muy enfadado. No esta dispuesto a dar una disculpa por algo que propino con justicia así que  inicia su camino a la casa de Petra. Sabe que en algún momento debe resolver el problema con su gran amigo, pero por el momento su mente se encuentra demasiado confundida con el nacimiento de un amor y la resurrección de uno que creía muerto.

Cual seria su sorpresa cuando al llegar a la casa de Petra encuentra a Cedric que lo espera parado en el umbral. Se observan mientras se cierra  la distancia que los separa con cada uno de los indecisos pasos de Gerard hasta que finalmente están uno frente al otro pero ninguno dice nada. Finalmente Cedric rompe el silencio mientras se rasca incomodo la cicatriz de su cuello.

-¿Estas aun muy enojado conmigo?-

Gerard levanta las cejas sorprendido por aquella pregunta, debía ser él el que estuviera furioso por el golpe, pero Cedric nuevamente le daba una muestra de su nobleza.

-¿Y tu?-

-supongo que me lo merecía. Fui muy tosco con mis palabras-

-Así es-

-¿Entonces te quedaras aquí nuevamente o iras a casa?- Pregunta con una tenue sonrisa y la incomodidad a flor de piel. Es lo mejor que puede hacer para pedir disculpas, pues las palabras no son su fuerte. Gerard permanece observándolo mientras llena  su corazón con gratitud por tan leal e incondicional amigo.

-Martina ya se instalo y preparo una deliciosa cena- Agrega  temeroso.

Gerard  finalmente sonríe y  pasa su mano por el hombro de Cedric para iniciar el camino a casa.

-Vamos imbécil. Tengo hambre-


                                                            
                                  

Cuando  terminan la cena Cedric trata de saber cual es el estado de confusión de su abatido amigo. Gerard le cuenta todo con mayor detenimiento incluyendo lo sucedido pocas horas antes en la casa Lemaitre. Cedric lo escucha sin atreverse a dar su punto de vista aunque se muere de ganas de decirle unas cuantas verdades para hacerlo entrar en razón, pero tan solo se limita a preguntarle por lo que realmente le preocupa. La bella Luciana.

-¿Y que pasara con  Luciana?¿Cuando regresa?-

Gerard finalmente cae en cuenta de algo que había ignorado. No tiene noticias de Luciana. Ella no telegrafió su llegada a  Honda y no sabe nada de su camino por tierra. Se supone que informaría su recorrido para tranquilizarlo.

-No antes de doce días. Debe ir por el camino real rumbo a la capital. Aunque la verdad no he tenido noticias de su desembarco en Honda-

-¿Cuando llegarían a puerto?-

-Ayer en la mañana. Fueron siete días de viaje por rio. Luego viajarían por cuatro días hasta la capital-

-ósea que debe ir a mitad de camino. Pronto encontrara un  pueblo donde pueda telegrafiar su ubicación-

-¿Le habrá pasado algo?- finalmente los temores por la seguridad de Luciana desplazan los de confusión por Scarlet. Una angustia comienza a cerrarle el pecho y no le permite respirar con la misma comodidad.

-Tranquilo  hombre. Las malas noticias son las primeras en saberse. La  bandera negra no esta izada en el puerto. Eso significa que sus  barcos se encuentran bien-

-¿Y si le paso algo en el camino? -

-Mejor ve mañana al telegrafista y pregúntale  por la ruta. Probablemente tendrá una explicación o mensaje que no hayas pasado a recoger-

Gerard asiente y se va a su cuarto para seguir perdiéndose en angustia y confusión causada por las hermanas Lemaitre, hasta que por fin  el cansancio de una noche en vela y un largo día de trabajo le pasan cuenta dejándolo casi inerte en su cama.

Al día siguiente antes de llegar al hospital pasa por el puerto para obtener noticias de Luciana, pero su desilusión al no tener ningún mensaje de su amada  es aliviado por la confirmación de un desembarco seguro en Honda. El telegrafista le asegura que de haber tenido un viaje seguro por tierra al día siguiente debería estar en el municipio de Albán donde encontraría un telégrafo y podría enviar un mensaje. Gerard se va solo un poco más tranquilo cuando el joven telegrafista le asegura que le avisara inmediatamente cuando llegue un mensaje de Luciana.



                                                         

Cuando llega al hospital, el doctor Almenares lo espera en el umbral con cara de pocos amigos. Gerard supone que es debido a su huida la noche anterior para ver a Scarlet, pero cuando su tutor le pregunta a donde fue, le miente diciéndole que fue a buscar noticias de Luciana ya que no informo su arribo a Honda. El doctor un poco más tranquilo  y complacido por la angustia de Gerard se complace con aquella mentira y le asegura que todo estaría bien. Supone que Gerard ya se  había olvidado de Scarlet y su prioridad nuevamente seria Luciana, pero nada estaba mas lejano de la realidad. En las doce horas de turno que realizo Gerard, seis de ellas en su mente estaba Luciana y las otra seis Scarlet.

Cuando salió del hospital se dirigió a la casa Lemaitre. Trataba de convencerse a si mismo  de que aquella era una visita para excusarse por no haber llegado mas temprano para aceptarle a Scarlet la invitación a su jardín, cuando la realidad era que se moría  por ver de nuevo aquellos ojos verdes que tanto amo.

Su visita fue igual de corta y misteriosa para Scarlet que no lograba entender el extraño comportamiento de Gerard. Tan solo se disculpo por no llegar temprano y la miro por largo rato antes de despedirse sin decir mas ni mirar atrás.  Scarlet Trataba de atribuirle  a la timidez del amor y a la  ausencia de la figura autoritaria de la casa aquel comportamiento tan frio de Gerard, que contrastaba con el fuego abrazador de su mirada. Una mirada que la acompañaba día y noche desde que lo conoció y que la consumía lentamente en la cocción de un amor.


                                                        

Al tercer día en el que el amor y la muerte iniciaron su juego, sus fichas continuaban separados en cuerpo pero unidos en pensamiento. Luciana había logrado reponerse un poco ayudada por los caldos que la mucama le hacia tomar.  Logro salir de su camarote para tomar un poco de aire fresco mientras permanecía sentada en una silla de la proa, donde su mente  se llenaba con recuerdos dulces de los momentos con Gerard y con angustias por la salud de Scarlet. Muy ajena a la realidad y deseando que pasaron pronto los siguientes cuatro días.

Al anochecer Scarlet se  fue a la cama  desilusionada por no haber tenido esa tarde la visita de Gerard. Deseaba verlo aunque fuera tan solo por algunos instantes como las veces anteriores. Había decidido ser mas abierta y dejarle saber su interés por él para que se animara y fuera mas locuaz en su visita, pero el no apareció. No sabia que pensar sobre aquel extraño comportamiento pero tercamente se lo quería atribuir al amor tímido, sin saber que Gerard no fue a visitarla debido a un astuto plan de Cedric   que fue ayudado por Martina.

Cedric sospechó que esa noche también se escabulliría para visitar a Scarlet, entonces lo  espero a la salida del hospital y lo llevo a casa con la excusa de que las hijas de Martina se encontraban enfermas, luego de una revisión de las pequeñas donde obviamente todo se encontraba normal se tuvo que ir a la cama ya que el té con que lo recibió Martina contenía un alto grado de manzanilla, lavanda, naranjo y nuez moscada que lo dejaron noqueado hasta el día siguiente.

Gerard no quiso indagar ni adentrarse más sobre lo ocurrido la noche anterior, estaba seguro que Cedric se las había ingeniado para abatirlo e impedirle aquella visita, pero nada le impediría que esa noche fuera a visitar a Scarlet. Necesitaba aclarar sus pensamientos y el estar lejos de ella no le ayudaba.

El día paso lento para todos. Scarlet limpiaba con aceite de coco sus flores para tenerlas mas brillantes que nunca con la esperanza de que Gerard fuera y poder mostrárselas, Mientras que él  examinaba y recetaba a los enfermos lo mas rápido que podía para poder terminar su turno antes de que el sol cayera para ver a Scarlet y su jardín. Mientras tanto Luciana peleaba con el capitán quien decidió acortar el tiempo de viaje al no parar en un puerto cercano. Ella quería descansar en tierra firme y enviar un telégrafo anunciando su llegada, pero su ira fue  amansada  cuando el capitán aseguro que llegarían un día  antes de lo previsto aprovechando la creciente del agua de esa noche y las rápidas  corrientes del rio.

Cuando  Gerard finalmente pudo recetar y despachar su ultimo paciente tomo su chaqueta y salió sin despedirse de nadie. Un frio congelante en las entrañas le delataba el miedo y la emoción que le generaba el encuentro, pero estaba decidido a darle a la razón y a su corazón una respuesta. Cuando sale no encuentra a Cedric en el umbral esperándolo, ya que el reloj apenas marca las cinco de la tarde, pero suponía que el vendría a buscarlo al igual que la noche anterior para desviarlo de su rumbo. El camino a la casa de Luciana y Scarlet.




Scarlet se encuentra en la cocina preparando su medicina mientras que Maya amarra a la pata de la mesa la gallina que serviría para el almuerzo y la cena. Cuando Scarlet siente el llamado de la puerta su corazón se agita y sale disparada adelantándose al paso pausado de Tiberio que se toma  tiempo en su camino al portón.  Atita observa desde el patio orando para que no sea Gerard, mientras que Maya vuelve a tener la visión de una lluvia de sangre. Cuando la puerta se abre Gerard queda aun más cautivado al observar a Scarlet bajo la luz del día. Sus ojos verdes esmeraldas son mas intensos y su cabello rojo mas brillante.  Las palabras se le  enredan en su  garganta  y no es capaz  de pronunciar palabra. Scarlet se sonroja enfurecidamente y con una sonrisa y un suave ademan lo invita a pasar.

-Bienvenido doctor Decout-

Gerard se recompone solo lo suficiente para asentir y entrar en la casa.  

-Lo esperaba ayer, pero me alegra que pudiera venir hoy.  Es un día hermoso- Agrega ella con una dulzura tan grande que le derrite a Gerard el frio de las entrañas.

- Gracias Señorita Lemaitre. ¿Como se encuentra hoy?- Susurra  y ambos inician su camino hacia el patio.

-Muy bien. Si tomo mi medicina mi vida es igual a la de cualquier cristiano-

-¿Su medicina?- La curiosidad profesional de Gerard aparece advirtiéndole  que no existe medicamento conocido para tratar la hemofilia, y menos aun en un  caso tan inverosímil como el de ella.- Me gustaría saber de que se trata- Agrega.

-Así es. Un conjunto de plantas  que me mantienen estable- Responde Scarlet incomoda por el rumbo que toma la conversación. No quiere hablar de su enfermedad, tan solo quiere propiciar un ambiente mas romántico para hablar. Como en las novelas que lee, donde el amor es declarado en un hermoso lugar y su jardín es un sitio perfecto para crear ese ambiente de enamoramiento. – Pero no hablemos de eso y mas bien acompáñeme- Murmura tomándolo de la mano y arrastrándolo hacia el jardín.

Gerard la sigue conmocionado por la extraña sensación de tener su mano en la de Scarlet. La siente tibia y pequeña. Muy diferente a la fría y huesuda de Abigail en sus últimos momentos y solo sale  de aquel estado de conmoción para  caer en uno de esplendor cuando se encuentra en la mitad de aquel hermoso jardín.  Las flores son de colores intensos y los follajes que las enmarcan de un verde avivado. Pequeños colibrís  brincan de flor en flor mientras que el olor a coco magnifica en  el paladar el deleite de los ojos ante tanta belleza.

-¡Es hermoso!- susurra girando sobre si mismo para admirar todo a su alrededor. Scarlet se complace y lo toma nuevamente llevándolo a una esquina del jardín donde se encuentra una caseta de madera  con una bellas y extrañas flores un su interior.

-Estas son las más hermosas- Murmura.

-Nunca antes las había visto. ¿Como se llaman?- Pregunta Gerard acercándose a ellas  con curiosidad.

-Corazones sangrantes. Por su forma, su color y por que de ellas parece que saliera una gota de sangre-

Gerard analiza la flor y reconoce que es un nombre muy adecuado  para aquella extrañeza.

-fascinante y muy poco común supongo- Murmura sin dejar de consentirlas.

-Así es- Contesta Scarlet orgullosa - Son de Asia y no crecen en esta parte del mundo- Agrega tomando suavemente una de ellas entre sus dedos.

-Entonces como….- Gerard no termina de formular su pregunta cuando Scarlet responde con la  voz firme y un brillo triunfal en su mirada.

-¡Tengo un don natural!-

Gerard sonríe al verle aquella falta de humildad que dista mucho de la prepotencia, acercándose más bien a la dulce inocencia de una niña.

-Ya lo creo-

-Son esenciales en los arreglos florales. A mis clientes les gustan mucho.

-Me lo imagino. Son realmente hermosas-


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Scarlet asiente y ambos permanecen en silencio mientras se observan. Ella lo hace empapándose cada vez más de amor mientras que él la contempla tratando de descifrar sus distorsionados sentimientos, pero  la simpleza del momento no le permite interpretar lo que su corazón trata de decirle. Se acerca a ella y le envuelve la pequeña cintura con el brazo atrayéndola hacia el, y con la otra mano le toma delicadamente el cabello antes de posar sus labios en los  de ella.

Scarlet  se rinde  ante el deseo y le posa tímidamente sus manos en el pecho mientras en su mente viaja por un universo lleno de colores donde cada estrella se asemeja a una flor.  Esta más allá de la felicidad sin saber que en su viaje no esta acompañada por el hombre que la eleva a tanta grandeza. Gerard  siente aquel beso  suave y tierno pero muy ajeno a la pasión que le despertó Abigail y a millones de años de distancia de la sensación que obtenía en los labios de Luciana. Su corazón por fin le traducía quien era su amor y quien era solo un tierno recuerdo de un pasado feliz, pero antes de separar sus labios con la certeza de un amor identificado el alboroto de Atita y el cacareo de una gallina hacen el trabajo por el.

Atita había  tomado la gallina de la cocina para soltarla en el jardín y poder disimular su presencia, pero al darse cuenta que ellos no la  notaban y  se terminaron fundiendo en un beso, comenzó a gritar y corretear a la gallina para interrumpir aquella falta de lealtad tan aberrante en la que Gerard estaba  incurriendo y el engaño inocente en el que Scarlet había caído.  Cuando finalmente alcanzo a la gallina se levanto y cruzo miradas con Scarlet que  llevaba las manos en el pecho tratando de llevar aire a sus pulmones luego de la fuerte emoción.  Después reprendió a Gerard con la mirada mientras que él permanecía con el ceño fruncido y una mano en la cabeza con el arrepentimiento a flor de piel, pero antes de irse se disculpo al mismo tiempo que sus  callosas manos le quebraban el cuello a la gallina.




-¡Lo lamento eso fue inapropiado!- Se queja Gerard. Esta enormemente arrepentido de su conducta, aunque su conciencia trata de explicarle que era necesario para entender sus sentimientos.

-No es inapropiado. ¡Es amor!- Exclama Scarlet creyendo que la vergüenza por un beso robado lo acusaba, sin saber que en realidad lo alejaba del sentimiento tan puro que ella alimentaba.

-Debo irme- Exclama Gerard huyendo sin corazón para quebrar el de Scarlet en mil pedazos con la verdad de un sentimiento no correspondido.

Ella se queda parada en el jardín viendo como el se pierde por la puerta tratando de entender lo sucedido pero la euforia del momento aun la tiene en las nubes para asimilar correctamente lo que aquel beso descubrió.

Gerard sale casi corriendo agilizando su caminar para llegar lo más pronto posible a casa y  tomarse un trago de whisky. Aunque sabe que posiblemente necesitara toda la botella para apaciguar la sensación de culpa. Camina por las calles empedradas mientras la oscuridad de la noche se cierne sobre la ciudad y la claridad de sus sentimientos le despeja el panorama. Cuando llega, encuentra a Cedric  cenando probablemente antes de salir a buscarlo al hospital.

-¡Es  Luciana, solo Luciana!- exclama  agitado una y otra vez mientras camina de un lado al otro junto al comedor. Cedric se levanta y se retira la servilleta del cuello para unirse a su perturbado amigo  y detenerlo en su delirio.

-Tranquilo Gerard- Le dice mientras trata de ubicarlo en una de las sillas. – ¿Ahora que paso?-

-¡Amo a Luciana!- vuelve a exclamar con fuerza.

-Eso es noticia vieja. ¿Que es lo que te tiene tan alterado?-

-La bese-  susurra  ahora sin fuerza en la voz.

- ¿A Luciana? ¿Regreso ya?- Pregunta Cedric confundido.

-A Scarlet- Responde con vergüenza y listo para aguantar la diatriba de Cedric, pero este tan solo respira profundo y se sienta en una silla junto a el.

-¿Cuándo besaste a Scarlet te diste cuenta que amabas a Luciana?-

-Así es. Fue tierno pero insípido- Responde recordando la ausencia de emoción en aquella unión.

Cedric  asiente con un suspiro de complacencia y tranquilidad. Luego le da palmaditas en la espalda y le acerca la canasta con panes.

-Es mejor que comas algo antes de que miremos como vas a arreglar esta mierda amigo-

Gerard suelta un bufido y  llama a  Martina para que le lleve una copa de Whisky que finalmente terminaría en una botella vacía cuando luego de horas de charla  ambos encuentran una manera para aclarar la confusión y la difícil situación en la que se encontrarían las hermanas. Una solución que debería llevarse a cabo antes de que Luciana regresara.



Al amanecer, en el quinto día de su camino de regreso  a casa, Luciana logra sentirse un poco mejor. En el atardecer del día anterior le había vuelto a subir la fiebre luego de otro dolor insufrible en el pecho, justo cuando Gerard besaba a Scarlet. Estaba ansiosa porque el viaje terminara y poder descansar en su casa sin saber que la esperaba una amarga noticia de amor.

Gerard redacta la carta que acordó con Cedric  en la cena y la envía con Martina a casa de Scarlet. Cuando ella la recibe su emoción es opacada al  leer las simples frases que aquella misiva llevaba. Esperaba una carta de amor que reflejara hermosos sentimientos pero se conformaba con una solicitud para aclarárselos. Tal vez él no era un hombre romántico y de fluidez en letras

Señorita Scarlet

Le pido disculpas por mi  imprudente acto. Una mujer como usted merece todo el respeto del mundo y mi proceder no fue el mas correcto.  Me deje llevar por la confusión y le pido me brinde un poco de su tiempo para aclarar la situación. Si no responde a esta carta  entenderé que no desea regalarme su indulgencia, pero si desea que le aclare realmente mis sentimientos estaré esperando su respuesta para discutirlo mañana en su casa.

Gerard Decout

Scarlet corre al despacho y redacta una respuesta con palabras simples pero con una nota de anhelo colgada de ellas.

Querido doctor Decout

Lo espero mañana para que me aclare sus sentimientos y espero que estos estén tan dulcemente confundidos como los míos.

Cuando Martina le entrega la respuesta  a Gerard, su corazón se arruga al leer aquellas palabras tan cargadas de ilusión. Sabe que ha abonado la planta del amor para luego arrancarla de raíz con la verdad. Pensaba decirle a Scarlet sobre su parecido con Abigail y la confusión que eso le generaba, pero lo que más le inquietaba, era decirle que la real dueña de su corazón era su hermana Luciana.  Esa noche luego de su turno en el hospital, ensayo con Cedric todas las maneras en las que podría decirle la verdad a Scarlet, pero no encontró la fórmula perfecta para entregar la noticia sin que el dolor la alcanzara.

Luciana pasaba su ultima noche en la  cama  de aquel camarote, aun con algo de malestar pero con la ilusión que le daba saber que llegaría al atardecer  del siguiente día y luego  estaría durmiendo en su propia cama. Scarlet  se fue a dormir imaginado miles de escenas donde Gerard le declaraba fervientemente su amor ajena a verdad y a la llegada de su hermana con la que compartiría la felicidad de encontrar el amor.


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El sexto día finalmente llego y el amor había tomada la verdad como la carta para ganarle el juego a la muerte. Solo la verdad era necesaria, ya que el sentimiento diáfano  de un par de enamorados era suficiente para dejar a la muerte fuera del juego, pero lo que no sabia el amor,  era que la muerte siempre se guardaba un As bajo la manga.

El barco por fin llegaba a puerto y Luciana  espera bajo el inclemente sol de las tres de la tarde a que los coteros bajen su equipaje. Su concentración  al  observar a los mulatos que descienden del barco con los baúles es interrumpida por una voz familiar.

-Que alegría verla Luciana- 

Ella se gira con el estremecimiento y pavor que aquella voz le genera, pero nuevamente hace uso de sus modales.

-Buenas tardes señor Barón- Murmura con desgano.

-Me complace saber que me recuerda-  exclama Amaury con una sonrisa mientras se acaricia el bigote.

-En realidad quisiera olvidar que lo conozco- Responde alejándose de Amaury cuando ve a un mulato que desciende con su baúl, pero se detiene en seco con la exclamación de Amaury.

- Eso seria muy desafortunado para usted y para su hermana-

-¿A que se refiere?- Pregunta con una punzada de angustia.


- Bueno….- dice acercándose a ella  mientras mece de un lado a otro su bastón preparándose para darle la estocada – No debe olvidar al hombre que se convertirá en su esposo-


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NOTA DEL AUTOR


Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación