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domingo, 11 de mayo de 2014

CAPITULO 16


  


Al verle la sonrisa en los labios de Luciana, Gerard se da cuenta que ha iniciado la batalla ganando,  y que su bella oponente está cediendo.  Debe ser cuidadoso para poder dar la estocada final que le permita ganar y tomar la rendición de amor de Luciana. Le toma la mano que se encuentra pálida y fría a diferencia de su rostro que delata un rubor abrazador y le da un suave beso en el dorso de la mano.

-Buenos días Luciana. ¡Ansiaba verte!- Agrega aun sosteniendo la mano cerca de sus labios y arremetiendo con su sonrisa  endiablamente  sexy que hace que Luciana se sonroje aún más.

-Buenos días doctor Decout-  Responde ella con voz entrecortada y luego dirige la mirada nerviosamente a Cedric que los observa con una estúpida sonrisa en la cara. Para él está más claro que el agua que Luciana es la mujer que puede sacar a su amigo de la absurda tristeza en que vive, haciéndolo feliz como debería serlo un hombre con el corazón como el de Gerard.

-Por favor llámame simplemente Gerard-

-Está bien- Responde ella regresándole la mirada y luego le retira suavemente la mano. – Pero solo lo hare en la calle. En el hospital siempre lo llamare doctor Decout-

-No es necesario-

-No me sentiría cómoda. Además, no creo que la superiora lo permita-

-Está bien- Acepta él a regañadientes ya que realmente le gustaría escuchar su nombre en la dulce voz de Luciana.- ¿Me permite invitarla a tomarnos algo para conversar?- Pregunta esperanzado deseando que por primera vez desde que se conocen puedan hablar tranquilamente, pero Luciana no le allana el camino para la ansiada conversación.

-Lo lamento mucho, pero debo entregar estas flores al señor Fouguet y luego debo hacer el mercado- Responde  resignada pero decidida. Le encantaría poder aceptar la invitación pero su sentido de la responsabilidad es  demasiado grande, más aun sabiendo que debe comprar los ingredientes para  la medicina de Scarlet.

-Yo me encargo de las flores- Responde apresuradamente Cedric tomando uno de los arreglos de la carreta.- ¡ustedes vayan a tomar algo que este calor puede derretir hasta el acero!- Agrega  con una sonrisa asumiendo que se encargó del problema y lo ha resuelto satisfactoriamente.

-Pero…… aun debo hacer el mercado- Responde confundida mientras Cedric comienza a tomar los demás arreglos de la carreta, depositándolos en una diferente  que está a pocos metros. Tiberio Observa con suspicacia y se rasca la cabeza  en silencio.

-Yo te acompaño a hacer el mercado. Podremos conversar mientras lo hacemos- insiste Gerard resuelto a no dejar pasar una oportunidad tan preciosa como esa. Cuando ve como Luciana mira indecisa a Tiberio cree que esta cometiendo un terrible error al obviar al hombre. Se apresura hacia él y le extiende la mano nervioso.

-Discúlpeme señor Lemaitre por mi osadía y haberlo ignorado. Mis intenciones con Luciana son honestas  y tan solo quería invitarla a tomar algo para conocernos mejor; claro está, si usted me lo permite-  Las palabras de Gerard salen nerviosas y apresuradas. No puede creer que haya cometido el garrafal error de ignorar al padre. Sabe que sin la simpatía de los progenitores sería casi imposible dar un buen inicio a una relación con Luciana y su anhelado futuro con ella.

Tiberio observa confundido y con el ceño fruncido la mano que Gerard le extiende, haciéndole trizas los nervios al no tomarla. Luciana se acerca a ellos con una triste sonrisa por la confusión que le hace extrañar a su padre y presenta a Tiberio  para sacar a Gerard de su miseria.

-Él es Tiberio Montes, y no es mi padre. Trabaja en nuestra casa desde antes de que yo naciera-

Gerard suelta un suspiro de alivio pero continua con la mano extendida.

-Mucho gusto Tiberio, mi nombre es Gerard Decout y lo que dije antes es cierto- gira la cabeza y observa a Luciana  con dulzura haciéndola sonrojar  y sonreír. –Mis intenciones  son honestas-

Tiberio toma la mano y la aprieta fuertemente poniendo en evidencia los años de trabajo duro y con una voz desgarrada por el tiempo lanza una clara advertencia. – Eso espero caballero. Aunque soy un simple empleado no dudaría en defender el honor de esta jovencita que considero una hija-

-Entiendo el mensaje señor Montes, alto y claro- Asiente Gerard con una sonrisa.  Pero aún se encuentra nervioso al pensar que está haciendo las cosas de la manera incorrecta. Como las buenas costumbres exigen, él debe pedir permiso a los padres de Luciana para iniciar el cortejo y en su afán de encontrarla ha olvidado ese detalle tan importante. Cedric los distrae un segundo cuando desde la carreta les grita. – ¡Buena suerte tortolitos!-  Y sale disparado con la sonrisa del deber cumplido.  Gerard suelta un bufido por la poca elegancia de su amigo y de nuevo se dirige a Luciana.

- Me gustaría conocer a tus padres- Le expresa  observando alrededor si saber a quién busca. –Debo pedirle permiso a tu padre para visitarte y para que salgamos de paseo todas las tardes- Agrega decidido y con una postura de caballero que hace sonreír a Luciana.

-No es necesario, además en las tardes aún estamos en el hospital-

-Claro que es necesario. Necesito su consentimiento. Desea hacer bien las cosas para que no quede dudas de mis intenciones contigo. Además, yo podría llevarte a casa luego de nuestro turno-

-Mi padre murió hace muchos años- Susurra.

-Lo  lamento mucha Luciana- Responde contrito. –No lo sabía y no era mi intención hacerte recordarlo- Agrega concentrado toda su atención en el rostro de su bella diosa de agua.

-No importa, estoy bien. Cicatrizo rápido- Responde ella con nostalgia al recordar el gran cariño que sentía por su padre. Él le había enseñado que la fortaleza era la mejor arma contra los problemas y los constantes ataques que la vida le presentaría en el camino, como si de algún modo él  supiera que debía prepararla para enfrentarse  a las peores jugadas del destino.

-De acuerdo, entonces debo presentarme ante tu madre- Susurra.

-Ella murió hace pocos días- Responde con voz apagada; mas por el enojo que aún le causa conocer el amor escondido de su madre que por su condición de muerta.

-¡Dios Luciana!- Exclama Gerard pasándose ambas manos por la cabeza. Desea inmensamente abrazarla y consolarla creyendo que aquella voz es la de una hija desconsolada, pero se contiene ya que están en la calle y probablemente bajo la mirada de los curiosos. –Realmente lo lamento mucho, no sabía que estabas sola en la vida- Agrega con el ferviente deseo de convertirse en parte de su mundo para llenar el vacío y alejarla de la soledad. Soledad que aunque él había escogido no consideraba como una buena compañía.

-No estoy sola- Responde ella apresurada para salir de la incómoda y triste conversación. - Vivo con mi hermana menor- Agrega con una sonrisa tan solo por recordar a Scarlet. Gerard se siente aliviado al saber que ella tiene consuelo en alguien más.

-Me alegro, entonces debo pedirle mi permiso a ella-

Luciana se ríe y toma la cesta del mercado de la carreta e inicia su camino hacia los puestos del mercado. – ¡Créame si le digo que ya tiene su consentimiento!- Responde al recordar la emoción de Scarlet cada vez que hablan de Gerard.  Él la sigue y se siente enormemente satisfecho con el comentario. Significa  que Luciana le ha hablado a su hermana de él y probablemente bien para que su ella lo acepte sin conocerlo.

-Me alegro- Contesta con una enorme sonrisa. Toma la cesta de las manos de Luciana e inician su camino bajo la mirada atónita de las personas que no pueden creer que Luciana acepte la compañía de un hombre.






- Así que el señor Fouguet- Murmura Luciana sin atreverse a preguntar cual es la relación de Gerard y Cedric. Saber que él visitaba un lugar tan vulgar como un burdel ha sido un pensamiento constate y una decepción para ella.

-Es mi hermano- Se apresura a contestar reconociendo la duda que tiene. Ya está claro que hacia ella en el burdel esa noche pero ella puede estar pensando lo peor. – Además también soy dueño del burdel- Agrega para justificar la visita de esa noche. No sería decente admitir que en realidad  iba a buscar una mujer para satisfacer su deseo por Luciana.

-Ya veo-  Murmura aliviada, pero aun con dudas.  –Pero sus apellidos son diferentes-

-Así es. Somos hermanos de padres diferentes.- Miente esperando que Luciana no haga más preguntas al respecto. Fue lo que acordó con Cedric para justificar su relación y no se siente cómodo mintiéndole a ella.

-¿Y de dónde son?-  Luciana aun no identifica el extraño acento de Gerard y de Cedric y desea salir de dudas.

-De Francia. De una ciudad llamada Marsella-

-¡Francia!- casi grita de la emoción. No puede creer que el hombre que la conquisto provenga del país de sus sueños.

-Así es- Contesta sorprendido por la reacción de Luciana.  – ¿La conoces? ¿Has visitado Francia?- Pregunta intentando comprender la emoción que la acompaña.  Sabe que Francia es el país de moda y de visita obligada para la clase alta del nuevo mundo.

-Ojala así fuera- Responde ella  con un bufido de anhelo.

-¿Te gustaría ir?-

-Es mi sueño. Asistir a la escuela de enfermería de Marsella o de París-

-Es una gran escuela. Aunque tú ya eres una gran enfermera-

-He aprendido mucho en el hospital pero aún me falta mucho por conocer y sería más que feliz al obtener un título-

-Lo entiendo- Murmura Gerard recordando su anhelo de ser médico cuando era solo un niño. 















Llegan a un puesto donde se vende frutas de vistosos colores y deliciosos aromas que captan la atención de Gerard.  Él no reconoce algunas y le produce gran fascinación ver como Luciana escoge las mejores analizándolas detalladamente y luego llevándolas cerca de su nariz para capturar el aroma fresco de una fruta que está dispuesta a ser un manjar. Ella pacientemente le explica alguna de ellas y luego le ofrece una fruta del tamaño de una naranja, de color purpura con un extraño patrón de estrella de mar en su interior. Pero luego de la desconfianza inicial, él la saborea y su paladar se  hipnotiza con el exquisito sabor dulce que se le difunde en la boca.

-Caimito- Explica Luciana satisfecha al ver el gozo de Gerard.

-Manjar de dioses también podría ser su nombre- Susurra aun saboreando las ultimas gotas de dulzura que le quedan en la boca.  – ¿Y esta como se llama?- pregunta señalando una extraña fruta de color marrón que pareciera estar descomponiéndose.

-Es Borojó- Responde sin dar mayor explicación y rápidamente toma unas manzanas y las deposita en la cesta. Gerard no comprende la actitud de Luciana respecto a la fruta cuando estaba tan emocionada explicándole todo sobre ellas.

-¿No piensa llevar una?- Pregunta tratando de  descubrir algo más de aquella extraña fruta y poco apetecible a la vista.

-No-  Se limita a responder sonrojada y le paga al vendedor para retirarse rápidamente. Gerard queda aún más confundido y pide una explicación.  – ¿Qué pasa con ella?¿Es nociva?- Insiste.

-No. Claro que no, a decir verdad  es muy nutritiva-

-¿Entonces por qué no la lleva?-  Justo cuando termina su pregunta  entiende que debe ser muy costosa y es la causa de que ella se ruborice. No tiene dinero para comprarla y le da vergüenza que él lo descubra. Se dispone a sacar algo de dinero del bolsillo pero ella lo detiene y se le acerca para susurrarle al oído; esta tan cerca, que puede sentirle aquel delicioso olor de mango y canela que solo ella posee.

-Es una fruta especial. La llaman la fruta del amor-  Cuando Luciana se aleja está más que ruborizada.  La cercanía de Gerard hace que su temperatura suba abruptamente, casi confundiéndose con la de  una fiebre delirante. Él está fascinado al verle aquella reacción y su deseo de comprarla aumenta.

-Debe tener un sabor sublime para considerarla la fruta del amor- Susurra.

-En realidad no lo tiene-

-¿Entonces  por qué es tan especial?-

-Porque si un hombre bebe de su jugo podría ocuparse de tres o más mujeres en una sola noche- contesta en un susurro apenas audible y con la vergüenza difuminada en todo el rostro y gran parte de su cuerpo por el tema de conversación.  Gerard suelta una carcajada traviesa.

-Conozco a alguien que podría acabar con toda la cosecha- Murmura entre risas, pero cuando le ve la suspicacia a Luciana en la mirada le aclara el comentario para que ella no tenga ninguna duda de su virilidad. – Para Cedric. Él es muy generoso cuando de juegos de amor se trata- 

Luciana suelta un suspiro e inmediatamente cambia la conversación por un tema más cómodo y preferido por ella.

-¿Piensa volver a Francia?-

-No-

- ¿Que hace aquí? ¿Por qué no se quedó en Marsella?-

-No tenía nada que me atara a ese lugar- Responde secamente recordando el dia que subió al barco luego de que Abigail muriera. Luciana logra verle en los ojos una mirada turbia, casi adolorida que le genera curiosidad.

- ¿Y sus padres?-

-Mi madre murió dando a luz cuando yo estaba pequeño al igual que él bebe en su vientre. Mi padre murió de tuberculosis cuando yo estaba estudiando medicina-

-Lo lamento, tampoco era mi intensión recordárselo-

-No importa, fue hace muchos años-

-¿Entonces  solo son Cedric y usted? ¿Nadie los espera en Francia?-  Luciana insiste no muy convencida de que aquella mirada triste sea por el fallecimiento de sus padres. Como él lo dijo, fue hace muchos años y la herida en su mirada parece más reciente.

-Sí, solo  nosotros. Nadie nos espera.  Una epidemia de cólera termino con el resto de la familia-  Responde mirado el piso y frunciendo el ceño incomodo por las preguntas y la peligrosa cercanía de Luciana a la verdad. No desea que ella ni nadie más sepa del sufrimiento de amor que lo atormento por años con la muerte de Abigail. Esta dispuesto a iniciar una nueva vida, pero no está seguro de querer olvidar su pasado con su gran amor. Cree que sacar a la luz la verdad implicaría tener que desechar su recuerdo. Algo para lo que aún no está preparado.


Luciana ve como la mirada triste se le recrudece con cada una de sus palabras y se siente enormemente culpable por sacar a flote el dolor y el triste recuerdo del corazón de Gerard.  Le coloca una mano en el pecho y lo mira fijamente a los ojos.

-Aquí puede empezar de nuevo- Murmura como si adivinara el deseo de Gerard. El levanta la mirada y le regala una sonrisa.

-Eso espero- Exclama con dulzura remplazando la tormenta de duelo en sus ojos, por la claridad inequívoca de un amor naciente.

Continúan su recorrido por diferentes puestos del mercado, tomando extrañas hierbas que Gerard no conoce, pero no pregunta para que las necesita asumiendo que son  ingredientes propios de menjurjes para belleza de mujeres. Él le pregunta sobre su trabajo en el hospital y ella le cuenta sobre su deseo de ser enfermera desde pequeña, pero  no se siente cómoda contándole sobre la enfermedad de Scarlet.  Él le cuenta sobre sus años en Cuba donde aprendió el español, pero tampoco le cuenta su trabajo en los cañaduzales ni su odio por la vida mientras estuvo allí.




Cuando llegan a un puesto donde atiende un hombre de avanzada edad, Luciana lo saluda con cariño mientras toma toda la existencia de unas extrañas plantas. Luego le pide un frasco de aceite de coco y lo deposita en la cesta, pero cuando le paga, el hombre le da una noticia  que la saca de la felicidad que comparte con su compañero de mercado.

-Mi querida niña, es la última vez que venderé bolsas de pastor. Ya los años no me dejan viajar con la misma facilidad que antes y el camino a la capital es extremadamente desgastante-

-Pero señor Aurelio, usted sabe de la importancia de esas plantas. ¡Mi hermana las necesita!-  Exclama con terror tomando al hombre por el brazo.

-Lo entiendo niña, pero no es falta de deseo en ayudarla. Es falta de fuerzas para seguir viajando- exclama dándole pequeñas palmaditas en  el hombro para tranquilizarla. –Solo seguiré vendiendo productos locales- añade.

-¿Sabe quién más puede venderlas en esta ciudad?-

-Que yo sepa nadie más, en realidad usted es la única que las compra. Como  bien sabe solo las traigo porque mi hermana las cosecha en la capital, pero a ella también la están desgastando los años-

-¿Conoce algún otro comerciante que pueda traerlas? Pagare bien por ellas-

-No lo dudo, pero como ya le dije es un producto escaso y dudo que viajen solo para traérlas y para un solo cliente, sin embargo hablare con algunos conocidos para ver quién puede hacerlo-

Luciana asiente resignada y con gran preocupación reflejada en el rostro. Gerard la observa confundido mientras ella inicia su camino.

-¿Que pasa Luciana? ¿Por qué es tan importante para ti?-

-Lo es para mi hermana- Murmura distraída por la angustia de no tener al alcance el principal ingrediente para la medicina que mantiene con vida a Scarlet.

-¿Para qué lo necesita?- Pregunta tomando el frasco con aceite de coco imaginando alguna utilidad de un producto tan básico y sin atreverse a tomar las ramas que ella deposito tan cuidadosamente en la cesta. Luciana lo mira y al verle el frasco de coco le regala una verdad a medias.

-Para sus flores. Es uno de sus secretos para que  crezcan hermosas y  brillen- exclama sin aclarar la importancia de las bolsas de pastor para la medicina. No quiere alarmarlo y menos admitirle a un médico con conocimientos de tratamientos modernos que utiliza medicina tan tradicional para mantener a su hermana con vida.

-No te preocupes,  todo saldrá bien. Probablemente alguien más pueda traerlas-

-Eso espero-  Responde preocupada y toma la cesta de las manos de Gerard para entregársela a Tiberio que los sigue a una distancia prudente. –Debo irme- Añade sin poder deshacerse de la angustia.

- ¿Tienes que irte ya?-

-Si- Contesta decidida encaminándose de nuevo  hacia la carreta.

-¿Puedo acompañarte hasta tu casa?- Intenta pasar más tiempo con ella porque su actitud le deja claro que no piensa cambiar de opinión.

-Tengo prisa y no hay espacio en la carreta- Murmura colocando la cesta en la parte posterior.

-¿Te veré mañana en el hospital?-  Implora al verla de nuevo escurriéndosele  de entre los dedos. Ella se detiene al escuchar esas palabras tan cargadas de anhelos y le regala una sonrisa.

-Allí estaré a las siete de la mañana- Murmura con dulzura convirtiendo sus palabras en una promesa. Gerard no puede evitarlo y la acerca a él rodeándole la cintura con el brazo y en un segundo de lucidez logra desviar el beso que tan decididamente intentaba plasmarle en la boca, hacia su mejilla. No permitiría que su imprudencia de amor perjudique a su hermosa Luciana, exponiéndola a la crítica de los curiosos que la observan. Sin embargo las comisuras de sus bocas logran rozarse aumentando el deseo de otro suave y húmedo beso.   Luciana suspira mientras Gerard le susurra al oído.

-¡Esperare con ansias por ti hermosa Luciana!-




Ella se sube en la carreta ayudada de Tiberio  y desaparece en el tumulto de la calle mientras la alegría se le siembra en el corazón de Gerard. La certidumbre del amor  le estremece los cimientos de su tristeza y desmorona lentamente los muros de la agonía en la que por años permaneció encarcelado.   

Luciana viaja e la carreta con una enorme sonrisa de jovencita enamorada provocada por la conmoción del deseo, ajena a la desgracia que la  acecha, como una espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza.




NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.