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martes, 25 de febrero de 2014

CAPITULO 8



Son casi las seis de la mañana y Luciana guarda en el estuche de terciopelo el último instrumento que sus lágrimas ayudaron a enjuagar. Es un extraño escalpelo con empuñadura de oro y una fina hoja que se asemeja a un cuchillo, el cual es muy apreciado por el doctor Almenares para realizar sus procedimientos.  Es un instrumento pequeño pero con un poder inmenso para abrir y desangrar, como las palabras de Gerard, que desangraron en el transcurso de la madrugada el corazón de Luciana. Ella toma el estuche y lo lleva a la vitrina, lo ubica en el estante superior, cierra la puerta con llave y la ubica sobre la mesa contigua donde se encuentran las hilachas hemostáticas. Luego sale del  lugar para dirigirse al pequeño cuarto de enfermeras que comparte con Abril. Encuentra el vestido de su compañera en un gancho que  cuelga de un clavo en la pared, entonces se  retira su uniforme rápidamente y se coloca su vestido de calle. No quiere encontrarse con ella, ya que sabe que la sermoneara por dejarla sola y cuidando de los pacientes en el pabellón, pero su animo no le permitía ser una buena enfermera. Todos sus movimientos son eficientes y coordinados, pero en su cabeza reina el caos y la tristeza.

Esta muy  enojada por el comportamiento del hombre misterioso y sus palabras despectivas, pero esta mas que furiosa con ella misma por dejar que esas palabras le afecten al punto de quebrar su coraza.  Jamás le importo lo que cualquier persona pensara, aunque nadie podría hablar mal de ella porque nunca dio motivos para  que su nombre estuviera en boca de todos.  Su recelo al matrimonio y el continuo rechazo a los hombres que trataban de cortejarla es lo mas cercano a un escandalo, pero era perdonada por la sociedad al verle su entrega y compromiso con los enfermos, y la  devoción a su familia.  Pero ahora un completo extraño se atrevía a cuestionar su virtud y su mundo se desmorona. 

Hace su camino a casa con pasos lentos y con la mente perdida en los pocos minutos que compartió con él. Sin darse cuenta constantemente sus labios dejan escapar en un susurro su nombre como si estuviera probando el sabor que le deja en la boca al pronunciarlo.- ¡Gerard!-. Los dedos de su mano se flexionan suavemente como tratando de encontrar en el aire el apretón de aquella mano mientras corrían y un leve hormigueo en su palma le recuerda la extraña pero fascinante sensación que le producía ser abrigada por la de él. De repente una sombra oscura pasa frente a sus ojos y el viento le corta el aire que inhalaba.  Es halada hacia atrás cuando un brazo la toma por la cintura bordeándola de lado a lado sacándole el poco aire que se encuentra en sus pulmones. Siente en su espalda  los botones de una chaqueta y cerca a su oído la respiración acelerada de un hombre.

-¡Debería tener más cuidado!- Solo en ese momento el cerebro de Luciana registra lo que sucedió. Unos metros mas adelante logra observar una carreta halada por un caballo negro  que por poco la atropella. Baja la mirada hacia su estomago y ve un brazo en una chaqueta café y un guante negro que cubre la mano que aun la sostiene. Ella da un paso hacia delante para liberarse y luego se gira aun consternada hacia su salvador.

Cuando sus caras se encuentran  Luciana siente un sabor amargo en la boca.  Los ojos penetrantes que mas que evaluarla la devoran hacen que quiera salir corriendo sin entregar su agradecimiento por salvarle la vida. Una sonrisa lasciva enmarcada por un bigote de  puntas delgadas y ligeramente curvadas hacia arriba le generan el la boca del estomago una punzada de desconfianza, pero coloca a un lado sus sensaciones y se dirige al extraño hombre.


-Muchas gracias señor, fue una imprudencia de mi  parte- asiente hacia él y se dispone a seguir su camino, pero el hombre no esta dispuesto a dejar que su heroísmo termine con un simple gracias.

-Tal vez debería acompañarla hasta su casa. No creo que  baje aun de la nube en que se encuentra-  El hombre se posiciona al lado de Luciana y le ofrece su brazo en un gancho. Con la otra mano, sostiene un bastón negro y lo levanta ligeramente hacia adelante como indicando el camino. Tiene un aire de grandeza y superioridad como si fuera un privilegio ofrecerle su compañía. Su mirada es altiva y sus gestos desdeñosos cuando observa una mulata que pasa junto a ellos. Esa actitud  le repugna a Luciana hasta el punto de acabar con la cortesía para darle las riendas a su rebeldía.

-Mis pies nunca han abandonado esta humilde tierra, pero no creo que pueda decir lo mismo de usted- Responde cruzando sus brazos en el pecho haciéndole saber que no esta dispuesta a tomarlo de gancho.  El hombre la observa con ambas cejas levantadas y luego la recorre de arriba abajo con la mirada. Un escalofrió recorre a Luciana con aquella evaluación y su corazón le grita que debe salir de allí.

-Si con humilde tierra hace alusión a esta ciudad, tiene razón, acabo de llegar en el barco de la mañana y nunca antes la había pisado- Contesta con mayor altivez que Luciana y organizándose la chaqueta para disimular el rechazo a su compañía. – Soy un  ilustre arquitecto  español que viene a salvar a esta pobre ciudad de las ruinas- Agrega señalando con su bastón algunas de las casas y edificios alrededor. Luciana se envenena con la arrogancia del hombre al no poder ignorar esas palabras despectivas con las que se refiere a su tierra.

- Si, últimamente esta ciudad se esta llenando de alimañas que dañan lo poco que queda- Contesta fulminándolo con la mirada.

- Creo percibir algo de fastidio en sus palabras señorita- Murmura incrédulo. No puede creer que una mujer este siendo grosera con él. Generalmente caen a sus pies por su poder que refleja.

-Olvídelo. Que tenga buen día señor- Ella no esta dispuesta a seguir en una conversación que lo único que le provoca es irritación. Se gira para continuar su camino y se cerciora que ningún caballo o carreta venga por la calle y la lastime. Pero mientras observa en ambas direcciones el hombre le hace saber que aun no ha terminado. Las palabras a sus espaldas son como azotes para ella.

-Tal parece que esta cuidad esta llena de mujeres hermosas pero desagradecidas- El hombre escupe sus palabras indignado, pero con un propósito claro. Obtener de nuevo la atención de la hermosa Luciana. Ella se gira sin poder evitar caer en la trampa.

-Se equivoca. Esta ciudad esta llena de mujeres hermosas y agradecidas. ¡Pero no aduladoras!- Sus palabras van en creciente hasta casi convertirse en un grito. El hombre suelta una pequeña carcajada al lograr su objetivo. De nuevo tiene esos ojos salvajes posados sobre él.

-Me complace que diga lo que piensa. Es una mujer interesante y arrogante. Se ajusta a mí y a mis gustos-  Murmura.

-¡Entonces me callare!- Luciana no soporta la idea de darle gusto a un hombre tan  molesto.

-¿Quiere cortarme cualquier placer proveniente de usted?- Pregunta llevándose  el bastón bajo el brazo para sostenerlo mientras se quita los guantes de las manos.

-¡Ni en sus sueños intentaría complacerlo!-  Responde con furia y una mirada helada que bien podría congelarlo. Nunca nadie en su vida le había producido más animadversión que aquel hombre. Se gira y sale con pasos alargados por la misma calle que horas antes había recorrido de la mamo con Gerard.





Cuando finalmente llega a la casa da un suspiro de alivio. Por un segundo  envidia a su hermana que puede permanecer en la tranquilidad del hogar sin que nada la perturbe, mientras que ella se tiene que enfrentara a los peligros de la calle y los asedios de hombres.  Uno que aborrece y otro que le gustaría poder aborrecer.

En la casa como de costumbre se encuentra Atita que la espera con la puerta abierta. Desde que  Gerard la descubrió en la playa ha tenido que recurrir al baño en un enorme barreño de madera antes de encontrarse con  Scarlet por temor de llevarle algún peligro infeccioso desde  el hospital y Atita es la que se encarga de tenerlo preparado para cuando ella regrese.

-Buenos días Niña Lu. Su baño esta listo-

-Gracias Atita. ¿Y Scarlet?-

-Se encuentra aun en la cocina terminando de guardar los ingredientes de sus remedios-

-Esta bien, dile que terminare mi baño y la veré en la habitación-

Ambas entran a la casa y cada una toma su camino. Cuando llega al cuarto de baño Luciana se retira toda su ropa dejando solamente sobre su cuerpo el  collar con la esmeralda que le dio Scarlet.  Luego se introduce en el barreño para sentir el agua fresca que le baña sus pies y lentamente se sienta hasta quedar sumergida hasta la altura de sus pechos. Pasados algunos minutos Scarlet entra  en el cuarto llevando dos tazas de Te, lo que interpreta  Luciana como una invitación a conversar.

-Buenos días Luciana. ¿Qué tal tu noche?-

-Intensa- Se limita  contestar mientras arrastra un estropajo por el  hombro y sin mirarla. Sabe que tienen una conversación pendiente y su hermana no quedara tranquila hasta tenerla.

-¿Lo viste anoche también?- pregunta Scarlet colocando una taza junto a una pequeña mesa en la que se encuentran las toallas y jabones. Tiene los ojos  clavados en Luciana que al oírla levanta la cabeza para encontrar su mirada inquisitiva. – Al perro rabioso- agrega  después burlona y da un trago a su te.

-No sé de qué hablas-

-Por favor Luciana. No eres la mima desde que unos supuestos perros rabiosos casi te alcanzan. Quiero saber quién es el que  te tiene tan alterada.

-No es nadie. Ya te lo dije estaba preocupada por nuestra situación económica, pero anoche logre un buen acuerdo para nosotras- Con aquellas palabras logra desviar la atención de Scarlet.

-Fuiste al burdel?-

-Si, logre mejorar el precio y un nuevo sitio de entrega-

-No debiste ir tú, pudiste haber mandado a Tiberio-

- Por favor Scarlet, él no sabe negociar. Difícilmente escribe su nombre-

-Aun así, fue muy imprudente de tu parte-

-Basta ya de sermones. Suficiente tuve con el de Abril. Necesito relajarme-

Scarlet  se da por vencida. No quiere mortificar a su hermana y menos por intentar sacarlas de una situación difícil. Coloca su te sobre la mesa e trata de  recompensar a su hermana por su valentía. – Iré por romero para que tengas un baño relajante- Sale del cuarto de baño dejando sola a Luciana que comienza a recordar la última vez que disfruto de esa especia.


Sin querer vuelve a su mente la imagen de Gerard en el cuarto de baño de Petra. El aroma  que emanaba la habitación donde él estaba desnudo hace que su cuerpo vuelva a llenarse de una sensación desconocida que se concentra entre sus piernas.  La imagen de aquella gota recorriendo lentamente su cuerpo la arrastra con deseo. Cierra los ojos con el recuerdo de aquella  hermosa sonrisa endiablada  con unos dientes perfectos y labios perfilados que  hace que se lleve la mano a su boca delineando sus labios con los dedos. Deseando que ellos fueran esos labios. Su ensoñación es interrumpida por Scarlet solo cuando le toca a modo de caricia,  y se da cuenta de que está hirviendo.

-¡Por Dios Luciana, estas quemando!-  exclama con preocupación. Luciana se sonroja con el conocimiento de la causa de su ardor y trata de alejar de su frente la mano de Scarlet que  alcanza a detectar la baja de temperatura  cuando se recompone.

-Tal vez me enfermé. Aléjate, puede ser contagioso-  murmura avergonzada alejándose de la mano de su hermana.

-¡Eso espero!- exclama Scarlet con ilusión. Luciana la mira con el ceño fruncido sin atender  sus palabras pero antes de poder pedir una explicación Scarlet se lo aclara para dejarla en total evidencia. - ¡Porque tu estas enferma pero de amor y te está consumiendo hasta los huesos!-

Luciana abre los ojos como platos con la afirmación categórica de Scarlet. Se levanta y se estira hacia la mesa donde se encuentran las toallas, pero Scarlet las toma primero y las esconde a sus espaldas.

-Esta vez no podrás escapar de esta conversación. Así que hablas o te quedas desnuda hasta que decidas hablar-  La sonrisa traviesa de Scarlet casi parte su cara en dos. Esta emocionada como una niña  y no puede ocultarlo.

-¡Estás loca!- Luciana se estira para tratar de tomar las toallas pero Scarlet se aleja más y comienza a bailar abrazada a ellas con su sonrisa gigante. Con la felicidad de que su hermana por fin dejara a un príncipe atravesar sus altas murallas.

-¡Y tu loca de amor! ¿Quién es? ¡Dime por favor! ¿También te ama? ¿Lo haz besado? ¿Qué hace? ¡Dime, dime dime!- Pregunta sin dejar de bailar alrededor del barreño pero suficientemente lejos del alcance de Luciana que finalmente pierde el control.

- ¡Basta ya. No lo sé!-  Contesta exasperada levantando las manos para detener la fiesta que Scarlet hace a su alrededor. –Lo he visto muy pocas veces- Agrega en u susurro resignada.

-¡Si, sí, sí, lo sabía!-  Chilla Scarlet triúnfate y dando saltos de felicidad. Se acerca a Luciana y la cubre con una toalla envolviéndola por su espalda como si fuera una capa.

-¿Por qué estás tan feliz Scarlet?- Luciana no entiende aquella reacción. Cree que en realidad debería estar angustiada.

-¿Como que por qué? ¿Acaso no estas feliz de encontrar el amor?- Ahora es Scarlet la que no entiende el miedo que se le refleja  a su hermana en la mirada. Debería estar por las nubes  y con una sonrisa.

-¡Claro que no, además no estoy enamorada!- Luciana termina de envolver su cuerpo en la tolla y sale del barreño dirigiéndose hacia la puerta de donde cuelga su camisón de dormir en un clavo. Lucha con ella misma por creerse aquella afirmación pero Scarlet la sigue para tomarla de los hombros y girarla hacia ella buscando que reaccione.

-Luciana por favor. No te puedes negar a disfrutar uno de los sentimientos más placenteros que puede experimentar una persona-

-No estoy interesada en experimentar nada-

-¿Pero por qué  no?-

-¿Acaso no lo entiendes? Dejar que el amor entre en mi vida implicaría dejarte a un lado. No podría cuidarte como debería ya que un esposo demandaría más de mi atención. Sin mencionar a los hijos que seguramente este desearía tener-  La frialdad de las palabras de Luciana le congela el corazón y mente a Scarlet. Ella y su enfermedad han amputado los sueños de su hermana para formar un hogar. Es una realidad demasiado difícil de asimilar, ya que ella aún no pierde las esperanzas de encontrar el amor y un milagro para su cuerpo traicionero. Finalmente retira sus manos de los hombros de Luciana y se encoje como si hubiera sido golpeada en el estómago. Golpeada por la errónea verdad de su hermana.

-¿Scarlet estas bien?-

-No-

-¿Que tienes?- Pregunta Luciana aterrada tratado de sostenerla, pero Scarlet se sacude para que no pueda tocarla.

-Solo que tu estupidez me desgarra el alma-  Se limita a responder y sale hacia su habitación dejando a Luciana confundida en el cuarto de baño.



Cuando llega a la cama se retira su  vestido y se queda con el camisón de dormir. Levanta las sabanas y se mete debajo de ellas adoptando una posición fetal dándole la espalda a la cama de su hermana. Luego de algunos minutos siente la puerta que se abre y los pasos de Luciana. Cuando escucha el rechinar de la cama  se decepciona creyendo que  ella nuevamente evadirá la situación y desechara la oportunidad de amar. Piensa que tal vez, deberá internarse en el convento para que Luciana pueda ser feliz como ella misma desearía, pero la esperanza renace cuando Luciana suspira y le regala una respuesta.

-Creo que es un marinero o comerciante porque tiene un extraño acento. Solo lo he visto tres veces y no nos hemos besado, pero tiene una hermosa sonrisa. Ahora duerme-

Scarlet desplaza la tristeza y con una sonrisa inocente se hunde en un sueño feliz,  mientras que Luciana planta la melancolía en su corazón.

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En la cama el calor sofocante de las dos de la tarde abraza con fuerza a Gerard. Aun lleva  la ropa puesta y la botella de bourbon vacía en la mano. Un pequeño rayo de sol se cuela por la ventana entreabierta posándose directamente sobre su rostro,  y hace que su conciencia aterrice nuevamente en su cuerpo, luego de dejarla volar cuando bebió hasta el amanecer.  Paso la noche entera pensando en la diosa que vende caricias. Una mujer hermosa que ha logrado sacarlo de un estado metal catatónico para llevarlo al borde de la locura y  de los celos.

El corazón lo siente en la cabeza  con un ritmo palpitante que le recuerda el precio que se debe pagar por el placer de olvidar las penas con bourbon. No encuentra sabor en la boca, tan solo la sensación de tenerla llena de arena. Se sienta en el borde de la cama y se sostiene entre las manos la cabeza. Cuando se asegura que sus piernas le respondan, se levanta y sale de la habitación. Baja las escalas lamentado cada paso que da y que la le retumba en el cráneo. Cuando llega a la planta baja  busca el comedor. Se desparrama en una de las sillas. 


Cierra los ojos y respira profundamente para desplazar la sensación de nauseas que se le comienza a formar en la boca y estómago.  Un olor a pollo le hace abrir los ojos para encontrarse con Martina que le tiende un plato humeante frente a él.

-Es consomé de menudencias. Lo ayudara a sentirse mejor-

-Gracias-

-A usted doctor. No estaría en este mundo sin su ayuda- Gerard se estremece al escuchar cómo se dirige a él. No lo había escuchado en casi cuatro años. Y tampoco el agradecimiento de alguien por salvarle la vida.

-Pues me alegro porque soy yo el que no sabría que hacer ahora sin la suya.- Ella le regala una sonrisa compasiva y agradecida mientras el comienza a devorar la sopa. Luego se gira pero es detenida por Gerard.

-Martina.....-

-¿Si señor?-

Gerard se queda con la cuchara a medio camino a su boca, indeciso y sin saber cómo preguntarle por su diosa.  Creé haber descubierto el misterio que la rodeada y probablemente Martina sea una más de las personas engañadas por la astucia de la zorra disfrazada de mensajera de flores. Así que desiste y hace la pregunta que menos le interesa.

-¿Esta Cedric en su cuarto?-

-No señor, no vino a dormir anoche-

-Gracias Martina- Ella asiente y se retira dejando  a Gerard con el sabor en la boca de pollo y amargura.

Cuando acaba vuelve a su cuarto y se da un baño rápido. Al salir encuentra un vaso con jugo de naranja recién exprimido que probablemente Martina había dejado para él.  Al terminarlo toma uno de los tabacos de Cedric y  se acuesta en la cama.  Su mente vuelve a  recordar los instantes de la noche anterior, pero esta vez , es la hiel la que le invade el pecho cuando piensa en su diosa. Desea esperar pacientemente a que la noche llegue para ir al burdel y buscarla antes de que salga a ofrecer  sus caricias.  Su mente ya está planificando la escena donde la utilizara para su placer, con la sensación agridulce de poseerla pero sin ser exclusiva para él.

La puerta de la habitación se abre y Cedric entra silbando con la alegría que lo caracteriza cuando ha tenido una noche de amores desenfrenados. Le regala una venía a Gerard  y comienza a retirarse la chaqueta.

-¿Cuántas fueron en esta ocasión Cedric?-  Pregunta con ironía.  No le interesa realmente saberlo, pero sabe que él no podrá evitar hacer alarde de sus hazañas como amante.

-¡Todas ellas!- Responde triunfante. Solo le falta golpearse en el pecho como un  orangután cuando ha marcado su territorio.

-¡¿Todas?!-  Gerard se sienta con el rostro transformado por la furia y con los puños fuertemente cerrados sobre sus piernas.

-Ya te lo dije. Tenía que hacerles prueba de calidad- La voz de Cedric es cautelosa al ver la extraña reacción de su amigo.

-¿También con la niña Lu?-  Pregunta en un gruñido e hiperventilando. Conteniendo difícilmente la furia y deseos de abalanzarse sobre un profanador más de  su maldita diosa de agua.

-¡¿Y quién demonios es esa?!-



NOTA DEL AUTOR 

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.


                                                       

domingo, 16 de febrero de 2014

CAPITULO 7




Luciana le extiende la mano a Cedric como despedida. Esta agradecida con él por permitirle haber llegado a un acuerdo más que justo para ella. Logro hacer que él le pagara el doble por sus arreglos y también logro que fijaran un punto intermedio para la entrega. Ella los llevaría hasta el mercado de domingo y uno de los empleados del burdel los recogería allí en otra carreta, y el pago seria enviado por correo. Ella sabe que él es un hombre de vida alegre y también un hombre peligroso por la cicatriz que sale en su cuello, pero extrañamente se siente cómoda cerca a él. Lo siente como un viejo amigo o el hermano mayor que nunca tubo, como si fuera un aliado para ella en una lucha que aun no vive y esa sensación la desconcierta.

-Buenas noches señor Fouguet, y gracias por todo-

-Buenas noches señorita Lemaitre- Responde  Cedric aprontándole la mano. – ¿Desea que alguien la acompañe hasta su casa?-

- Se lo agradezco pero no creo que sea una buena idea-  Replica Luciana  girándose hacia la puerta.

- Lo entiendo, pero tenga cuidado, la noche conlleva muchos peligros para una mujer sola-  Cedric corre hacia la  puerta de su despacho para que ella pueda salir.

-Créame que he sabido sortearlos-  en ese momento ella vuelve a recordar las dos ocasiones en las que se encontró con aquel enigmático hombre que la persigue hasta en los sueños.

-Me complace saberlo. Las mujeres a veces se subestiman-  Cedric toma la manija  de la puerta pero aun no la abre.

-¿Nos subestimamos nosotras mismas o son ustedes los hombres quienes los que lo hacen?-

-Me temo que ambos, aunque con usted podría decirse que es difícil. No conozco chicas tan arriesgadas, inteligentes y buenas para negociar como usted- Cedric nuevamente le regala una sonrisa amplia y fresca y abre la puerta.

-Lo tomare como un cumplido, aunque la mayoría de hombres de esta época encuentran esas características intimidantes en una mujer- Responde Luciana tapándose la cabeza con la túnica lista para salir del lugar.

-Lamentablemente es así. Pero no cambie señorita. Ningún hombre  la merece si espera de usted lo contrario-Las palabras de Cedric son sinceras y ella lo ve en sus ojos. Le devuelve una sonrisa agradecida y empieza su camino escalas abajo. Al tercer escalón siente como la puerta se cierra tras ella y la incomodidad de volver a ver al guardián de la puerta  al final de la escalera le recuerda el desagradable lugar en donde se encuentra, y mas aun al verle al hombre una sonrisa maliciosa.

-¿Logro un buen precio? Pregunta finalmente el hombre cuando Luciana llega a la planta baja. Ella desea salir lo mas pronto posible pero sabe que el no le abrirá la puerta sin obtener una respuesta.

- Claro que si- Responde con voz tímida y concentra su mirada en la puerta para evitar dar lugar a una conversación. El hombre interpreta su comportamiento y para alivio de ella abre sin decir una palabra más.

Cuando la puerta se abre la  brisa de la noche entra en la casa  acariciando el rostro de Luciana y desplazando el olor de tabaco y alcohol del lugar. Ella cierra por un segundo los ojos  absorbiendo la frescura de la noche y dando dos pasos atraviesa el umbral de la puerta, pero cuando los abre tiene que llevarse las manos al pecho para evitar que su corazón se le salga. Una vez mas y  sin viso previo él esta frente a ella.



Como cada vez que se encuentran la incredulidad se cierne sobre ellos. Se observan fijamente perdiéndose cada uno en la mirada del otro.  Sus corazones se agitan en sincronía y con tanta fuerza que es casi audible.  Gerard comienza una lucha en su interior. Esta feliz de encontrarla pero no del lugar en donde lo hace. Esa guerra se refleja en sus ojos  y ella no puede soportar la intensidad de aquella mirada por lo que sale corriendo del lugar. Gerard aprieta sus puños y arruga el rostro mientras que la lucha en su interior continua, hasta que  el deseo finalmente vence al asco y sale corriendo tras ella.

-¡Espere!- Grita, pero ella continua corriendo por la calle atravesando la espesura de la noche. Luciana corre con toda su fuerza haciendo que el viento le descubra el rostro a tirar la túnica hacia atrás y dejando que su cabello flote en el aire. Pero su vestido no le permiten hacerlo con mucha agilidad por lo que cada vez siente los pasos de él más cerca. Finalmente Gerard la alcanza y la sostiene por un brazo. – ¡Espere!- Logra decir con voz agitada. Ambos se detienen y tienen que tomarse unos segundos para volver a llevar el aire a sus pulmones. Luciana  da tres pasos hacia su derecha y recuesta su espalda en un muro de una casa cerca a una ventana. Cierra sus ojos y se concentra en respirar mientras que Gerard avanza cerca a ella y coloca una mano sobre la reja de la ventana  para evitar que comience de nuevo a correr. Luego de algunos segundos ambos están más estables y Luciana abre de nuevo sus ojos para encontrarse con la mirada penetrante e inquisidora de Gerard.

- ¡¿Qué quiere?! Pregunta desafiante.

 Él se sorprende de nuevo con la dulzura de esa voz, que aunque desafiante  le recorre el cuerpo como miel. Sin embargo mantiene su rostro inexpresivo aunque continua con la mirada acusatoria. Aun no esta contento por encontrársela en el burdel de Cedric. ¡A decir verdad de su burdel!

-¿Si no tiene nada que decir para que me detiene?- Le gruñe Luciana. No soporta tenerlo tan cerca y sentir su aroma, que hace que las piernas le tiemblen y el estomago se le sacuda como si tuviera miles de mariposas en el. Tampoco entiende las extrañas cosquillas que le recorren el bajo vientre, pero principalmente no soporta verle esa mirada desaprobatoria.

Gerard se endereza y suelta la reja.  Se acaricia la barbilla y continúa mirándola intensamente tratando de poner sus ideas en orden.

-Tal parece que la juzgué mal. Si eres mujer de la mala vida – Finalmente responde sin evitar que  un poco de desprecio se cuelgue en sus palabras.  Esta furioso al imaginar que la diosa de agua es efectivamente una prostituta. Cuando ella se lo insinuó en la playa el no le creyó. Pero dada las circunstancias no quedaba duda de ello. No es una mujer de la cual deba enamorarse.

Luciana logra sentir el desprecio en aquellas palabras y las extrañas sensaciones son remplazadas por el enojo. Se siente ofendida de que él piense que es una prostituta. Sabe que el lugar de donde sale podría hacérselo creer, pero también sabe que ella no tiene un estilo tan vulgar como la de las mujeres que habitan el burdel. Además, le enfurece que ni siquiera indague un poco más antes de hacer una afirmación tan insultante.

-Creo que tiene razón. ¡No es muy bueno juzgando a las personas!- Replica resentida.

-¿Acaso la he ofendido?- Pregunta Gerard Incrédulo. No entiende como puede estar tan alterada cuando es ella la que se dedica a un oficio tan bajo.

-La patada se recibe dependiendo del asno del que provenga, y usted para mi no es nadie como para que me sienta ofendida – Responde Luciana separándose de la pared y adoptando una postura mas erguida frente a él.  Aunque Gerard no esta muy seguro de lo que ella intenta decir con aquellas palabras, supone que es una expresión local para referirse  a la importancia que se le puede dar a algo teniendo en cuenta la fuente de donde proviene. Y ella tiene razón, aun no se conocen como para que sus palabras le importen.

- Entonces creo que es momento de conocernos- Le extiende la mano. - Mi nombre es Gerard Decout-

Luciana observa aquella mano frente a ella si saber que hacer. Su educación no le permite dejar a alguien con la mano estirada, pero tampoco quiere que aquel hombre conozca más de ella. No quiere darle su nombre pero tampoco se siente capaz para darle un nombre falso. Finalmente una genial idea llega a ella y extiende la mano para entregarle una verdad a medias.

-Soy la niña Lu-

Sus manos se unen y un extraño hormigueo les sube por las manos hasta alojárseles en el pecho. El vuelve a sentir la sensación de tibieza esparciéndosele como miel por todo el cuerpo, pero Luciana retira rápidamente su mano sorprendida de que aquella corriente le alborotara nuevamente las mariposas en el vientre. Solo en ese momento Gerard se recompone de la sensación y su razón vuelve al juego.

-¿Niña Lu? ¿Que clase de nombre es ese?-  Pregunta.  Pero justo en ese instante una luz que sale de la ventana  y una voz chillona proveniente del otro lado los interrumpe.

-¡¿Quien demonios esta afuera y por que no dejan dormir?! –

Luciana mira a Gerard alarmada. No puede ser vista en la calle a altas horas de la noche y en compañía de un hombre. Él se da cuenta que ella no se quedara allí, entonces  la toma de la mano y ambos salen corriendo por la calle. Al llegar a la esquina él intenta seguir en línea recta pero ella gira y  tira hacia la derecha.


-¿Que pasa?- Pregunta Gerard deteniéndose y agarrándola mas fuerte de la mano. No quiere romper ese pequeño vínculo. Le encanta tener la delicada mano de ella abrazada por la de él.

-Por aquí es el camino- Responde Luciana en un susurro sin dejar de observar a su alrededor. Quiere cerciorarse de que nadie la vea.

-¿A donde?-

-¡Al hospital!- Responde ella exasperada de seguir en el mismo lugar y no huir.

-¿El hospital?- Pregunta confundido. El creía que ella se dirigía a las troneras donde atendía a sus clientes. – ¿Para que quieres ir al hospital?-

Solo en ese momento Luciana recobra la cordura y se da cuenta que ha entregado  demasiada información. Su nombre había sido una buena jugada evasiva pero decirle que trabaja en el hospital le daría un lugar en el cual buscarla.  Entonces nuevamente respondió con una verdad inconclusa.

-Debo llegar allí para cuidar a alguien- Susurra.

Gerard la observa tratando de encontrar algo mas de información en aquel hermoso rostro, pero solo logra ver la angustia en el. Decide entonces correr con ella en la nueva dirección y dejar para mas tarde las preguntas.

Dos cuadras mas adelanta Luciana se detiene agotada y se  lleva la mano libre a la cintura y la cabeza hacia atrás tratando de respirar profundamente. Gerard se detiene pero no la suelta. Le encanta tener ese pequeño vínculo con ella. Comienzan a caminar lentamente y con la respiración agitada sin decirse una sola palabra. Tan solo la brisa y el sonido distante de las olas del mar los acompañan en su caminata. El desea bombardearla con mil preguntas pero no quiere acabar con el encanto del momento. Ella desea salir corriendo y alejarse de la inquisición de preguntas que él posiblemente tiene para ella, pero también esta deleitada con esa vibración en el cuerpo que le produce su cercanía. Finalmente Luciana reúne sus fuerzas y se suelta del agarre de Gerard. Toma de nuevo la capucha de su túnica y se cubre el cabello y el rostro.

-El hospital esta cerca. Puedo seguir sola-

-No me importa. Iré con usted-

-No es necesario- Responde ella agilizando el paso. Pero para él no es problema mantener su ritmo.

-Lo se, pero quiero saber mas de usted- Responde decidido a no seguir permaneciendo en la oscuridad y resolver el enigma que rodea a su diosa de agua.

-No hay mucho que decir-  Replica Luciana angustiada por  descubrirse mas ante él.  Quiere crear la mayor distancia entre ellos para evitar esa presencia que le genera tantos sentimientos confusos. Sentimientos que ningún hombre antes lograba despertar en ella.

-Claro que si. ¿Dígame que hacia en la playa?-  Le demanda como si tuviera algún poder o derecho sobre ella.

-Dándome un baño. ¿Acaso no era obvio?- Responde Luciana incomoda y avergonzada al recordar ese amanecer en que el la vio casi desnuda. Sabe que falta poco para llegar así que levanta un poco su vestido para poder alargar sus pasos y llegar más rápido.

-Esta bien tiene un punto allí.- declara él con una sonrisa.- ¿y que hacia en la casa de Petra?-
-Entregando unas flores-

-¿De quien y para quien?- Sabia que no había nadie hospedándose aparte de él y Cedric.
-Un encargo para Petra de la más prestigiosa florista de la ciudad-

- ¿Y por que las entrego usted?- Pregunta aliviado pero aun mas intrigado.  Ella no responde y tan solo agiliza mas su paso, pero cuando están a punto de llegara a un gran portón que él supone es la entrada del hospital, ella se detiene abruptamente.

Luciana se da cuenta que no puede entrar por la entrada principal. Eso la descubriría ante las monjas de la caridad que harían un gran escandalo al verla en la calle y acompañada de un hombre. No tiene más opción que entrar por el mismo lugar por el que salió.  Atravesando el muro.


Se gira y se devuelve por el camino en que venían. Gerard la observa intrigado sin entender que le sucede.

-¿A dónde va?-

- Tengo que dar la vuelta al hospital y entrar por otra parte-

- ¿Y por que no lo hace por la puerta principal?-

-Porque no puedo-. Ella se para frente al pequeño muro que le llega al pecho y recoge el bajo de su vestido para subir.

Una triste idea se le cruza por la mente a Gerard y hace que el estomago se le revuelva y la rabia se apodere de él.

-Ya lo entiendo, ¡usted es como una Geisha!-

-¿Una que?-  pregunta Luciana. Nunca antes había escuchado esa palabra por lo que no sabia si ofenderse o sentirse adulada. El extraño pero seductor acento de aquel hombre le indicaba que era un extranjero. Tal vez lo había descubierto y la palabra Geisha en su idioma significaba enfermera.

-Ya lo sabe, una de esas amantes finas. ¡Que acompañan y complacen  a hombres pudientes!-  Gerard responde con fastidio y con los puños apretados.  Finalmente cree haber descubierto el misterio de la diosa, y no esta feliz lo que encontró. ¡La única mujer que logró despertarle la ilusión del amor, es nada más y nada menos, que la puta de los ricos!

-¡¿Es un medico su cliente esta noche?!- Pregunta Gerard en un gruñido.

Luciana se queda estupefacta. Poco a poco el dolor de esas palabras escupidas con odio, le cierra la garganta haciéndole un nudo que no le permite contestar. Cuando se da cuenta de que las lagrimas amenazan con formarse en sus ojos, le retira la mirada y toma la parte superior del muro y se empuja para terminar sentada en el.  Pasa sus piernas por encima y antes de saltar al otro lado le devuelve una mirada igual de asesina a la que él posee.

-¡Es usted un maldito idiota!-   

Gerard se queda observando por encima del muro como Luciana corre hacia una enorme ventana y se pierde en ella. El dolor de verla alejarse es casi tan dolorosos como el de creer que aquella hermosa mujer se entrega a las compañías y caricias clandestinas, probablemente mostrándose de día ante la sociedad como una vendedora de flores, que justificara de algún modo el ingreso de dinero para una mujer soltera.

Da la vuelta y comienza a caminar deseando encontrara algo que patear para descargar la furia que se le acumula en el pecho. Sabe que sería fácil tenerla de nuevo. Solo necesitaba pedirle sus servicios a Cedric y no tendría ni que pagarle, incluso la podría mantener con un servicio exclusivo para él.  Pero  al imaginarse que en ese momento se entregaría a las caricias de otro hombre hacia que el dolor le carcomiera el alma.

Luciana  atraviesa el jardín con lágrimas en los ojos y llega hasta la ventana por la cual salió. Al otro lado entre las sombras una mano se extiende y la hala de nuevo al interior. Ella momentáneamente olvida su dolor y  casi  suelta un grito, pero Abril le tapa la boca y le susurra al oído.

-¡Deprisa, te están buscando!-

Luciana recobra la compostura al ver a su cómplice angustiada mirando hacia ambos lados del pasillo. Comienza a desabrochar la túnica en su cuello y se la retira para que ambas puedan salir corriendo hacia la pequeña capilla del hospital donde se guarda la túnica. Cuando todo esta en su lugar Luciana se derrumba en una pequeña banca. Abril la observa y se da cuenta que algo no ha salido bien.

-¿Qué pasó Luciana?- Pregunta angustiada al ver el rostro dolido de su amiga. -¿Sucedió algo malo?, ¡sabia que no era buena idea que fueras a ese lugar!-

-Tranquila, todo salió bien, mejor de lo que pensé- Luciana trata de tranquilizarla antes de que suelte sus tradicionales diatribas cuando algo no le gusta.

-¿Entonces por que estas tan alterada?-

-Es que creo que alguien me vio saltando el muro- Miente. Abril se lleva ambas manos a la a sus mejillas horrorizada, pero antes de que pueda decir algo Luciana la detiene.

-No te preocupes, no podrían reconocerme en la noche y menos con esta túnica- Se levanta de la banca y la lleva al pasillo para dirigirse de nuevo a sus oficios.

- ¿Y si le dicen a la superiora que vieron a alguien entrando por una ventana vestido con una túnica? – Abril aun no desecha el peligro al que se expuso Luciana.

-Entonces eso no seria nada nuevo para ellas, creerán que es una de las visita clandestina del padre a una de sus…novicias- Agrega Luciana con algo de picardía y un poco mas relajada. Abril vuelve a reír con otra de las verdades mal ocultas de los representantes de la santa iglesia.


Gerard llega a la casa de huéspedes de Petra y toma una botella de borbón de la alacena y se dirige hacia su habitación. Se toma toda la botella lamentándose por su suerte e imaginando con profundo dolor unas manos ajenas apoderándose de aquel glorioso cuerpo que debería ser solo para él. Mientras tanto Luciana regresa al cuarto de insumos donde acostumbra a limpiarlos y finalmente da rienda suelta a sus lágrimas que fácilmente podían ayudar a juagar cada uno de los instrumentos.



NOTA DEL AUTOR 

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.

domingo, 9 de febrero de 2014

CAPITULO 6


Nota del Autor


Queridos lectores

Quiero disculparme por no publicar el domingo pasado, pero pase por un momento familiar muy difícil y no pude hacerlo. Espero me entiendan y no lo tomen como una falta de respeto hacia ustedes.
Los invito a continuar leyendo esta historia que con cada capitulo se vuelve mas interesante, pero también quiero invitarlos a que busquen a sus seres amados y les digan cuanto los aman.


Un abrazo y gracias nuevamente por leer Corazones Sangrantes.  


L. Farley





Gerard corre de nuevo al interior de la casa y se encuentra con las mujeres en el comedor que lo observan con la boca abierta, tal como lo hacen los niños en la vitrina de la dulcería de la plaza. Inclusa Petra no puede disimular el encanto que produce aquel pecho y abdomen tan bien formados.

-¿Quien era la mujer que acaba de salir?- Les pregunta pero ninguna responde. Tan solo Petra sonríe y continúa cortando las sabanas para hacer pañales para las cuatro nuevas criaturas. Ella sabe quien es y  sabe que su huésped es uno más que ha caído bajo el encanto de Luciana. Piensa que es una lastima que ella deje otro corazón roto.

-¡Respondan por favor!- Insiste con un tono de voz mas fuerte, que saca a las criadas de la ensoñación de aquel gran exponente masculino.

-Es la chica de las flores- finalmente responde la menor de ellas ruborizándose y con una sonrisa coqueta.

-¿Como se llama?-

-No lo sabemos- Responde encogiéndose de hombros. –La señora Petra y  Martina son las que siempre tienen contacto con ella- Agrega con un poco de desdén al descubrir el interés de Gerard.

-¿Señora Petra puede usted decirme quien era esa mujer?, ¿donde puedo buscarla?- Pregunta acercándose a ella, pero la anciana levanta la mirada y le da una sonrisa lastimera junto con unos pequeños golpecitos en la mejilla. Luego vuelve a tomar las tijeras para seguir cortando.

- ¡Por favor!- Insiste Gerard tomando una mano de la anciana.

-No puede hablar por una semana- Le recuerda la  criada. Sabe que su patrona es una mujer de palabra y no hablara por siete días tal como lo prometió.

-¡Mierda!- exclama Gerard con frustración, pero cuando recuerda que Martina también la conoce sale disparado hacia la habitación posterior. Abre la puerta sin llamar pero Martina se encuentra profundamente dormida.  Él se lleva las manos a la cintura y suelta un bufido al comprender que deberá esperar un poco mas para saber quien es la diosa del agua que no ha podido quitarse del pensamiento. Sale de la habitación cerrando la puerta de manera mas educada y sube las escaleras para llegar a su habitación. Cuando llega toma uno de los tabacos de Cedric y se recuesta en la cama para pensar nuevamente en su diosa.


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Cuando la carreta llega a la entrada de la casa Lemaitre, Atita abre una de las puertas del gran porton. Luciana se baja de la parte posterior de la carreta sin esperar la ayuda de Tiberio y entra en la casa apresuradamente. En la mitad del patio se encuentra a Scarlet quien al verla sabe que algo ha pasado.

-¿Luciana que pasa? ¿Estas bien?-

- Si estoy bien, solo un poco acalorada- Responde abanicándose con su mano y soltando un suspiro. Aun esta sonrojada y no entiende  la reacción de su cuerpo por aquella visión.

- Luciana, ¿con quien crees que esta hablando? Sabes que te conozco muy bien, y es la segunda vez que te veo… esa mirada.- Scarlet toma su rostro entre las manos y la mira fijamente. – ¿O vas a decirme que hoy también te encontraste con perros rabiosos?- Añade sarcástica pero con una sonrisa.

- Por Dios Scarlet, ¿a ti no se te escapa nada verdad?-

-No cuando se trata de ti-

Luciana la toma de la mano y la lleva  hacia la hamaca  que se encuentra  debajo de unos de los arcos de la casa. Sabe que no puede ocultarle nada a su hermana y que ella no descansara hasta que le cuente lo que sucede.  Pero no quiere que sepa que por  fin un hombre ocupa sus pensamientos. Puede interpretarlo como una señal para rendirse en la búsqueda de una cura para su enfermedad, si ella concentra su mente en algo o alguien más. Cree que dejar que un hombre se acerque significaría que esta dispuesta a formar una familia y ella no lo haría si su hermana tampoco puede hacerlo sin morir en el intento.

-Solo estoy preocupada- Exclama tomándola de las manos y abrigándolas con las suyas.

-¿Por que?- Pregunta Scarlet un poco angustiada, pero antes de que Luciana pueda responder ambas escuchan un grito de su madre desde el despacho y el sonido de algo rompiéndose. Se levantan y corren hacia el despacho donde encuentran a su madre maldiciendo y arrojando a la pared todo lo que se encuentra a su paso.

-¡Maldita sea, cerdos asquerosos!-  Grita.

Luciana corre hacia ella y la toma de los hombros sacudiéndola mientras que  Frederika continua  lanzando improperios al aire.

-¡Cálmate mamá!- Le grita tratando de concentrar su atención en ella pero Frederika no deja de llorar y de maldecir. Scarlet se acerca a ellas y toma el rostro de su madre en sus manos como lo hizo con Luciana y con una suave voz la tranquiliza un poco.

-Cálmate, estamos contigo- Le susurra. 

Frederika se derrumba entre lágrimas de dolor y cae en sus rodillas. Luciana la sigue en el piso y la acuna en un abrazo mientras que Scarlet le acaricia el cabello. Esperan en el piso pacientemente a que las lágrimas de su madre cesen para realizar las preguntas adecuadas y entender la situación. Finalmente Frederika  sale del abrazo de Luciana y se limpia las lágrimas  con el dorso de la mano y sin dejar de mirar al piso les  da a sus hijas lo que para ella significa la peor de las tragedias.

-Lo hemos perdido todo- su voz apenas es audible.

Luciana toma su barbilla y la levanta para que pueda observarla.

-¿Qué quieres decir mamá?-  Pregunta angustiada.

-Entregue nuestros últimos ahorros a algunos comerciantes de  Santa Marta intentando sacar el negocio a flote, pero los desgraciados no me entregaron mercancía ni me devuelven el dinero, tan solo me enviaron una carta amenazadora pidiendo que no los busque ni les reclame nada-  Los ojos de Frederika se vuelven a  inundar con lagrimas. Scarlet se lleva las manos a la boca tratando de ahogar un grito mientras que Luciana se levanta  furiosa y comienza a caminar por el despacho con las manos en la cintura. Todas  saben que los pocos ingresos que el negocio familiar dejaba apenas lograba cubrir las cuentas de los gastos de la casa, pero sin esa entrada de dinero la situación seria aun más difícil.

-¡Iré con Tiberio a Santa Marta  a buscarlos y reclamar el dinero!-  Exclama Luciana  con una determinación que asusta a Scarlet. Se levanta del piso y corre hacia ella tomándola de las manos.

-No lo hagas, Sabes que es demasiado peligroso-  Ruega con la voz entrecortada.

-¡No puedo quedarme aquí a ver como nos dejan sin nada Scarlet, tenemos que recuperar el dinero!- Contesta furiosa. No esta dispuesta a dejar que nadie se aproveche de ellas.

-Estaremos bien, no vayas por favor- Las lagrimas corren por las mejillas de Scarlet.  Pero Luciana aun esta decidida a recobrar lo que por derecho les pertenece.

-Claro que iré, si no recuperamos ese dinero, no podremos tener a Maya ni Atita y mucho menos a Tiberio.-  Responde soltando el agarre  y dirigiéndose a el escritorio para buscar la carta.

Scarlet se lleva ambas manos al rostro a cada lado de sus mejillas  al entender la magnitud de la situación mientras que Frederika aun permanece en el piso ahogada en un mar de lágrimas y arrepentimiento.

-No se preocupe por nosotras Niña Lu- La voz de Maya en la puerta acompañada por Atita las  sorprende. – No tienen que pagarnos nada, nos quedaremos con ustedes si así lo desean.- añade mientras que Atita asiente fuertemente con la cabeza reiterando las palabras de su madre.

Las hermanas Lemaitre se observan entre si sorprendidas por la intrusión y la petición de las mujeres que mas que criadas consideran familia. No tener que pagarle por sus servicios seria demasiado injusto.  Luciana considera que darles un techo y alimento no es suficiente.

-No te preocupes Maya, iré a recuperar lo que nos pertenece y todo será como antes.- Sonríe tratando de trasmitir seguridad, pero por dentro el pánico de fracasar le aprieta el corazón y  le sacude el estomago.

-No lo haga niña Lu- exclama Maya corriendo hacia ella  y colocando sus manos  juntas frente al pecho en una suplica. – Si algo le sucede será peor, ¿Y quien cuidara como usted a la niña roja?-

Las palabras de Maya dan justo en el corazón de Luciana,  ella nunca ha sabido pronunciar el nombre de su hermana, por lo cual siempre la llama la niña roja haciendo referencia  a su cabello y a su nombre. Pero tiene un punto. Solo ella cuidaría adecuadamente de su hermana.

-Maya Tiene razón- exclama Scarlet. Sabe que es su punto débil y lo utilizara a su favor para evitar que su hermana salga a buscar un peligro mayor.

-¡Pero aun así será muy difícil! Tendremos que renunciar a Tiberio y algunas comodidades-  Luciana aun trata de buscar excusas para  salir a buscar su dinero.  La cordura le dice que no es una buena idea, pero la rabia le nubla el panorama.

- Estoy segura que Tiberio también podría quedarse con nosotras, no tiene mas a donde ir, y si lo tuviera no lo haría porque tu sabes que para el somos su familia- exclama Scarlet-  Y en cuanto a las comodidades nos acostumbraremos a vivir sin ellas.  No necesito tantos vestidos si no puedo salir a la calle y lucirlos-  La crudeza de sus palabras  golpean a Luciana. Debe mantenerse a salvo para poder cuidarla.

-Esta bien, esta bien- Refunfuña. – No iré a buscarlos-

El resto de las mujeres sueltan un suspiro de alivio, menos la madre que continua en el piso llorando. Maya y Atita la levantan y la llevan a la habitación mientras que las hermanas se quedan en el despacho. Luciana se sienta en la silla y coloca ambas manos sobre el escritorio sosteniendo su cabeza entre ellas, mientras que Scarlet se sienta frente a ella.



-No te preocupes, lo superaremos-

-No lo se Scarlet, las cosas cada vez se ponen mas difíciles-

-¿Por que lo dices? ¿Que ha pasado?-

- Madame Cleo,  vendió su…. negocio y ya no necesita nuestras flores-Responde Luciana con voz cansada. Los enormes ramos que ellas entregaban en el burdel les daban buenas ganancias, y ahora era una entrada menos de dinero.

- ¿Eso es lo que te tiene tan… extraña?- Pregunta Scarlet aun sin mucha seguridad de que eso sea lo que tiene a su hermana tan alterada. Luciana aprovecha la oportunidad para distraerla  de la verdadera razón.

- Si, me lo dijo Tiberio luego de hacer la entrega- Responde sacando la cabeza de entre las manos y recostándose en la  silla para mirar el techo, tratando de esquivar la mirada inquisitiva de su hermana.

- ¿Mmmmm y que te altero la semana pasada?-  La pregunta de Scarlet le confirma que no esta convencida, tiene que buscar una excusa convincente y la encuentra  en lo que le sucedió en la casa de Petra. No puede volver a aquel lugar, entonces será un cliente menos.

- De regreso del Hospital me encontré con la anciana Petra. Me dijo que no volviera a su posada  porque ya no compraría mas flores- Responde con la mirada aun fija en el techo para no delatarse.

-¡Oh Dios, eso es terrible!-   La declaración de Luciana la aterroriza y logra convencerla. Sabe que con lo que gana Luciana en el hospital y lo poco que quedara como ganancia de sus flores no será suficiente para sostenerse.

-Tranquila, saldremos de esta-

-No lo creo Luciana, tal vez sea hora de que yo….- Scarlet se detiene sin ser capaz de pronunciar las palabras. Luciana se endereza en su silla para buscar la mirada de su hermana que ahora se concentra en la madera del escritorio.

-¿De que tu que?, Scarlet-

-Tal vez yo deba internarme en el convento, así tú podrás casarte y formar una familia con un esposo que te acepte junto con nuestra  madre- Responde con voz entrecortada por el dolor de tener que aceptar una dura realidad. Pero la respuesta de Luciana la hace sobresaltar en su silla

-¡Te prohíbo que vuelvas a decir eso Scarlet!- Dice con voz furiosa.

- No hay otra opción- responde apenas en un susurro.

-Claro que la hay- Responde Luciana levantándose del escritorio y rodeándolo para llegar a su hermana. La toma de la barbilla y levanta su rostro. –  Hablare con el nuevo dueño del burdel y  buscare mas clientes para tus flores-  Añade con un poco mas de suavidad y regalándole una sonrisa a su hermana que deja caer una sola lagrima pero que le devuelve una sonrisa agradecida por no dejar que ella renuncie a su sueño de enamorarse algún día.



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Gerard concentra su mirada en el techo de la habitación pero su mente se concentra en el momento que vio por primera vez a su diosa. Recuerda perfectamente  como la tela de su camisón transparentado por el agua permitía vislumbrar aquellos seños turgentes que se movían suavemente mientras ella caminaba sin percatarse de su presencia. Se lamenta de no haber tenido mas tiempo para admirar el resto del magnifico cuerpo que posee aquella mujer. Se pregunta si ella sentiría el mismo deseo que el cuando lo sorprendió en el baño. Sabe que la mirada que ella tenia mientras le recorría el cuerpo era una mirada lujuriosa, y esa ilusión le alegra el alma y lo llena de orgullo. Sabia por las prostitutas en Cuba que era un hombre apetecido, pero pensar que era  deseado por aquella mujer lo llenaba de satisfacción.
Un toque en la puerta y una mano asomada agitando un pañuelo blanco lo  aparten de sus pensamientos. Cedric finalmente asoma la cabeza con una sonrisa burlona.

-¿Es seguro entrar o tendré que dormir en nuestro nuevo negocio?-

-Vete a la mierda Cedric- Responde Gerard pero su voz es tranquila. – como si para ti fuera muy difícil dormir en una casa llena de mujeres fáciles- Agrega y no puede evitar sonreír. Cedric  sabe que esta en terreno seguro. Entra en la habitación y se sienta en una mecedora que esta cerca a la cama de Gerard. Coloca el pañuelo en la mesa que se encuentra entre la cama y la mecedora y toma un tabaco de la caja que hay en ella.

-Lo lamento amigo. Pero si te lo decía sabia que te negarías- Corta la punta del tabaco y luego lo enciende con un fosforo que lleva en el bolsillo. -¡Ese es un buen negocio!- Añade  chupado su tabaco y luego soltando el humo.

-Siempre y cuando no te comas la mercancía- Responde Gerard con ironía.

-No lo hare, ¡Aunque inicialmente si debo hacerles prueba de calidad!- Responde con una enorme sonrisa y luego vuelve a aspirar su tabaco.

- Eres un pervertido – exclama Gerard negando con la cabeza.

- Y tu un mojigato amigo, debes venir y sentir la satisfacción de un buen abrazo de piernas-

-¡No me jodas Cedric!- Le advierte pero su voz no es lo suficientemente intimidante.

-¡Vamos Gerard!- Lo alienta Cedric estirándose y dándole un puño en brazo. -No te puedes pasar el resto de tu vida tan solo…. alimentado a las prostitutas, ellas también tienen otra boca por la cual comer-  Se burla. El conoce bien las tradiciones lujuriosas de su amigo. Se prepara de nuevo a correr cuando Gerard se endereza y se sienta en el borde de la cama, pero su pregunta lo desconcierta y lo deja estático en la silla.

- ¿En realidad estabas dispuesto a ayudarme y escapar cuando creíste que había matado a esas mujeres?-

-Claro que si, no te lo hubiera dicho si no fuera verdad- Responde con cautela.

-¿Pero por que? Si escapábamos lo perderíamos todo-

-Supongo que así seria, pero podríamos hacer fortuna en otro lado- Cedric trata de sonar despreocupado. Pero sabe que es una conversación demasiado seria.

-¿No seria mejor dejarme en la cárcel para que te pudieras quedar con todo?-

-¡Por supuesto que no!, No podría dejar que algo te pase- Responde ofendido.

-¿Por que no?- insiste Gerard. Aun no entiende que motiva a su amigo a mantenerlo a salvo a pesar de su propio beneficio.

-Porque aun me siento en deuda contigo- Resopla Cedric y recuesta su espalda en la silla y comienza a mecerse.

-Te libero de ese peso.  Lo habría echo por cualquier otro. Esa era mi misión como medico Cedric-

-Lo se, pero aun así siento que aun no te he retribuido el regalo mas grande que me diste- Cedric vuelve a erguirse y detiene el vaivén de la silla. Observa a Gerard que aun no parece entenderlo. – Mi vida vale más que todo el dinero que tenemos.  Hare lo que sea para que vuelvas a vivir, como yo lo hice gracias a ti-

- Gracias Cedric, pero yo estoy vivo gracias a ti- responde Cedric con una mirada agradecida.

-Pero aun no tienes amor por la vida, aunque…. Parece que esta ciudad te sienta bien- Cedric exclama con una sonrisa  traviesa. Ha visto que Gerard sonríe más desde que están en la ciudad y sospecha que se debe a una mujer.

-Tal vez amigo, tal vez- Se limita a responder y su sonrisa se hace enorme. Cedric confirma sus sospechas y se siente feliz por su amigo.

-¡Lo sabia!-  exclama y le golpea nuevamente le brazo. – ¿Quien es la chica?- pregunta emocionado-

- Eso es lo peor Cedric. Aun no lo se- Responde hundiéndose nuevamente en su cama y dejando a Cedric aun mas confundido.



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Cuando el reloj del hospital marca la una de la madrugada, Luciana abandona la limpieza y se dirige al pabellón de mujeres donde su Amiga Abril Lacoture pasa ronda. Abril es una chica de buena posición económica que no necesita trabajar, pero tiene una pasión por la medicina que supera a la de Luciana. Ambas sueñan en viajar a Francia para estudiar y graduarse como enfermeras profesionales en la escuela de enfermería de Marsella. Un sueño que su familia no comparte. Ellas son las únicas mujeres que no son monjas de caridad en el hospital, y ambas se encuentran trabajando  en el hospital gracias a la ayuda del doctor Almenares.
Luciana la toma de la mano y la lleva al pasillo frente a la entrada del pabellón.

-Abril, necesito que me cubras, tengo que salir-

-¿Pero a donde vas? ¡Y a estas horas de la madrugada!-

-Debo ir a la casa de Madame Cleo, ella vendió su casa alguien mas y debo negociar con el nuevo dueño  la venta de flores- responde Luciana con el fastidio que su tarea representa.

-¡Estas loca! No puedes ir a un lugar como esos. Si se entera alguien tú reputación se arruinaría y te echarían del hospital- Abril trata de persuadirla.

-Lo se Abril, pero no tengo otra opción, por eso debo ir ahora cuando la ciudad duerme-

-¿Y si alguno de los hombres que va a esa casa te ve y luego sale a contarlo?- Pregunta Abril con las manos cruzadas en el pecho e inclinando la cabeza hacia un lado. Luciana comienza a caminar de un lado a otro frente a ella con una mano en la cintura y la otra en un puño cerrado sobre su boca. Sabe que ya adentro de aquel lugar no le será fácil ocultarse.  Esta por desistir en su locura pero una brillante idea  la encamina de nuevo en la arriesgada misión.

-Tomare la túnica del padre Marino. Servirá para cubrirme el rostro-  Afirma con una sonrisa triunfante al encontrar una solución.

-¡Pero si ven la túnica pensaran que el padre esta visitando a esas mujeres!- Exclama Abril horrorizada. Luciana levanta las cejas con ironía. Es un secreto a viva voz de que el padre Marino visitaba varias veces la casa de Madame Cleo y no precisamente para confesar a las mujeres que viven allí. Ambas sueltan una carcajada y se dirigen al cuarto de ropas donde el sacerdote guarda una túnica negra que utiliza cada vez que va a ungir los santos oleos en algún moribundo.

 Luciana toma la túnica y sale ayudada por Abril por una de  las ventanas del pabellón que da hacia los jardines del hospital. Lo atraviesa y salta un pequeño muro que separa el jardín de la calle.  Se pone la túnica y comienza su camino hacia La casa de Madame Cleo dispuesta a negociar una buena tarifa por las flores de Scarlet.

Luciana por fin llega a la puerta de la casa de Madame Cleo, luego de encontrase en el camino con tres gatos, un borrachos y dos hombres que se acariciaban de manera sugerente en un muro de la muralla. Toca la puerta y un hombre abre una pequeña  ventana al lado de la puerta donde solo su cara asoma.

-¿Quien es y que quiere?- Pregunta el hombre con voz gruesa y atemorizante.

- Hablar con el nuevo dueño, necesito negociar con el-  Luciana responde con voz pausada para ocultar el miedo que comienza a apoderarse de su cuerpo. El hombre entrecierra sus ojos  y frunce los labios. Luego de algunos segundos que a Luciana le parecieron eternos él cierra la ventana y abre  la puerta.

El sonido de las notas alegres de un piano y las risas de hombres y mujeres inundan los oídos de Luciana. La luz detrás de las cortinas que hay al final del pasillo por el que ella camina le advierte de la gran fiesta en las que todos  se deleitan.  Sabe que no puede llegara allí sin  ser percibida, trata de dar vuelta y regresar pero el hombre ya a cerrado la puerta.  Ella se queda congelada en su lugar hasta que el hombre le señala unas escalas frente a ella. Luciana asiente y comienza a subir agradecida de que no tenga que pasar por el salón principal. Cuando va en la tercera escala el hombre le da una recomendación que la deja aun mas avergonzada.

-Cuando negocie con el Señor, eleve mucho su tarifa. Este lugar no ha visto mujer más hermosa que usted y cualquiera estaría encantado de pagar un alto precio por sus servicios-

Luciana continúa su ascenso  enfadada por ser confundida con una prostituta, pero  se traga su orgullo y toca la puerta que hay al terminar las escalas.

-¡Adelante!- Grita una voz del otro lado. Ella toma la manija temblando y empuja la puerta. Cuando ve al nuevo dueño sentado en la silla con ambos pies sobre el comedor y fumando un tabaco, lo reconoce como el amable hombre que salía de la casa cuando ella entregaba las flores.

Cedric se levanta de su silla sorprendido al verla allí y vestida con una túnica.  Pero una sonrisa se le escapa del rostro cuando comprende el motivo para que la lleve. Es una chica prevenida y muy valiente.

-Señorita, que sorpresa verla aquí-  le sonríe para tranquilizarla y extiende la mano a la silla frente  al escritorio. –Por favor siéntese- la invita.

-Muchas gracias señor, pero no me llevara mucho tiempo esta visita-  Responde ella con un poco mas de tranquilidad. Aunque no lo conoce hay algo en él que le genera confianza.

-Mi nombre es Cedric Fouguet, pero usted me puede llamar Cedric-

-Gracias nuevamente pero prefiero llamarlo Señor Fouguet- Responde ella incomoda.

-Como usted guste- Responde Cedric asintiendo con la cabeza.  -¿A que debo el honor de su visita señorita?- Añade

-Quisiera negociar con usted la tarifa para los arreglos florales-

-¿Antes que nada puedo Saber cual es su nombre?-

Luciana se mueve incomoda. Pero finalmente contesta. –Me llamo Luciana Lemaitre-

-Bueno señorita Lemaitre, Madame Cleo me informo que los arreglos florales son muy importantes para la decoración del lugar, así que no se preocupe. Continuare comprándole las flores-

-Me alegra escuchar eso- Responde ella. –Ahora negociemos la nueva tarifa- Añade un poco más  segura en la conversación. Cedric levanta ambas cejas sorprendido por la osadía de Luciana.

-¿Y que la hace pensar que aceptare que aumente el precio antes acordado con Madame Cleo?-

- El que usted aceptara en nuestro anterior encuentro que debo cobrar mas por la vergüenza de tener que traer las flores, y ahora mas cuando tuve que venir a negociar por ellas- Responde Luciana con altives y una sonrisa triunfadora que hace que Cedric vuelva soltar una carcajada por su  astucia y valentía.  Ambos ríen y más cómodos, empiezan una conversación como entre viejos amigos sobre el precio y una forma de entrega más conveniente para Luciana.



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Son casi las dos de la madrugada y Gerard da vueltas en la cama sin poder pegar un ojo. Antes de irse a dormir, visito nuevamente la habitación de Martina pero ella aun continuaba dormida mientras que las criadas se ocupaban de las bebes.  No puede sacar de su cabeza aquella enigmática mujer y su  magnifico cuerpo. No tiene idea de quien es, y esa incertidumbre lo esta matando. Finalmente se rinde y se levanta. Se  viste rápidamente y se coloca un sombrero de ala ancha y levanta la solapa de su chaqueta.  Sale de la posada en dirección al burdel para buscar una mujer que apague el fuego que su misteriosa diosa a encendido, sin imaginarse que ella se encuentra con su mejor amigo conversando en el despacho del burdel.





NOTA DEL AUTOR 

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.