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lunes, 13 de octubre de 2014

CAPITULO 22




Luciana logra arrastrarse hasta la cama y se echa una manta encima para tratar de calentarse.  En un destello de lucidez  cree que se ha contagiado de alguna enfermedad de viaje y la terrible fiebre hace de las suyas con su cuerpo, pero su corazón palpita con temor presintiendo que algo malo ocurre.  Su mente inquieta viaja hasta su casa  pensando que algo le sucedió a su hermana y el desespero la inunda pensando que tendrá que pasar siete días en un barco si poder hacer nada por ella.

Mientras tanto en la cocina de la casa Lemaitre, el doctor Almenares interrumpe el  confuso ambiente en el que se sumergen Gerard y Scarlet.

-Mírame Scarlet- Le dice tomándola del mentón para que lo observe, des enganchándola de los ardientes ojos de Gerard.- ¿En dónde te heriste? – Pregunta confundido al verla con una tímida sonrisa y sin rastro de sangre en su rostro.

-No me hice daño.  Fue un error de Maya-

-¡Pero niña roja yo vi como su boca sangraba!- Repunta la anciana que coloca frente a ellos el pañuelo con la mancha.

-¡Es una mancha de moras! Estaba comiendo y tal vez algo de su jugo cayo de mi boca-  Responde avergonzada sin mirar a Gerard que permanece a sus pies con la mirada fija en ella. El doctor Almenares toma el pañuelo y lo evalúa, luego vuelve a centrar su atención en el rostro de Scarlet y suelta un fuerte suspiro  recostándose en el espaldar de la silla.

-Por Dios Scarlet, ¡Me sacaste miles de canas  en el camino!-

-Lo lamento doctor, quería explicarlo pero Maya no me dejaba hablar- Responde encogiéndose de hombros a manera de disculpas. –Pero no se preocupe que las canas lo hacen más interesante- Agrega y los dos ríen pero su diversión es interrumpida por un susurro casi ininteligible de Gerard.

-¡Regresaste Abigail!-




Todos se giran hacia él sin entender a qué se refiere. Su mirada permanece clavada en el rostro de la bella Scarlet que se sonroja aún más y se muerde el labio inferior para ocultar su sonrisa.  El doctor Almenares se preocupa cuando le ve aquella mirada.

-Su nombre es Scarlet y es la hermana de Luciana- Le dice casi en un reproche. Su cerebro comienza a unir las fichas y se da cuenta de lo que sucede. No puede permitir que él se enamore de las dos hermanas – Padece de una rara forma de hemofilia-  Agrega organizando su maletín.

Gerard sale de su aturdimiento pasional para caer en una consternación médica. Se gira hacia el doctor Almenares incrédulo de sus palabras.

-Pero como…. ¡Es una mujer!-  Exclama como si el doctor no conociera de esa contradicción médica.

-¡Claro que lo se doctor Decout!- Responde ofendido. Puede que no esté muy a la par con los avances médicos europeos  pero sabe que es imposible que una mujer manifieste la enfermedad.  - Como le dije es un caso muy particular de la enfermedad- Agrega levantándose de la silla.

Gerard vuelve a fijar su atención en Scarlet que se siente avergonzada con la mirada clavada en el piso.  Le toma el mentón para que ella lo mire y vuelve a enloquecer con el parecido con su difunta esposa. Se da cuenta de que no es ella por la juventud de su rostro pero no puede evitar sentir el deseo de abrazarla. Sin embargo se contiene y le regala una promesa,  la misma promesa que le hizo a Abigail cuando enfermo de cólera.

-No te preocupes,  yo te cuidare y encontrare una cura-  Le susurra suavemente con tal dulzura que Scarlet comienza a derretirse mientras su corazón se llena de amor.

-¿Y quién es usted?- Le pregunta para conocer al hombre que avivo el deseo constante de enamorarse.  Necesita conocer su nombre ya que está decidida a entregarle su corazón y confiarle su vida.

-Mi nombre es Gerard Decout. Soy médico- Responde con una pequeña sonrisa.

-Es el nuevo médico del hospital.- Se apresura a contestar el doctor Almenares. – ¿Acaso Luciana no te hablo de él?- Pregunta alarmado. Si Luciana no le ha hablado de Gerard y de su relación seria más complicado detener el amor que va creciendo ante su presencia.

-No- contesta  Scarlet sin sospechar quien es realmente Gerard para su hermana. Ella cree que el hombre que se adueñó de su corazón es un marinero y no es el mismo hombre que está justo al frente y del que ella inevitablemente se está enamorando.

-Llegue hace poco al hospital- Responde Gerard  sin emoción. Se  siente confundido al darse cuenta que encontró su pasado y su presente unidos por un lazo de sangre.  Sabe que su corazón en ese momento pertenece a Luciana pero no puede evitar sentir un extraño afecto por Scarlet.

-Como todo está bien será mejor que nos vayamos- Sentencia el doctor para alejarlos.

-Mañana vendré a verte- Susurra Gerard a Scarlet que abre los ojos como platos de la emoción pero el doctor Almenares le corta la felicidad.

-¡Nada de eso!. Mañana tendremos mucho trabajo y yo soy su médico de cabecera- Las palabras del viejo doctor son tan imponentes que no dan cabida a un reproche. Gerard  se levanta   contrito sabiendo que ha llegado demasiado lejos, pero no es capaz de disimular el sentimiento fantasma que Scarlet despierta en él.

Se levantan todos de la mesa y el doctor Almenares casi saca a empujones a Gerard de la cocina mientras él observa por encima de su hombro a Scarlet que permanece de pie  con las manos en el pecho y meciéndose suavemente.



-Fue un placer conocerlo doctor Decout- Exclama Scarlet cuando atraviesan el umbral. Gerard se gira y vuelven a clavar la mirada uno en el otro. Finalmente él asiente  y con un fuerte suspiro sale hacia el patio acompañado del doctor Almenares que entre dientes susurra palabras que  no logra identificar. Cuando finalmente están en el coche, Gerard recibe la más fría reprimenda de su nuevo jefe.

-Gerard,  esta niña ha sufrido mucho a causa de su enfermedad, pero quien paga realmente las consecuencias es Luciana. Esta tan obsesionada por cuidar a su hermana que se  ha olvidado incluso de su propia vida. Espero que usted sea un caballero, entienda la situación y no ponga a estas criaturas en discordia. Usted sería realmente el mal librado ya que ellas se aman demasiado entre si-

-Nunca  intentaría ponerlas en discordia- exclama ofendido.

-¡Entonces reserve esa mirada para una sola!-

-Mis disculpas doctor Almenares, pero Scarlet me recordó a alguien muy importante de mi pasado. Son como dos gotas de agua-

-Espero que deje su pasado atrás mi estimado colega.  Su presente regresará pronto y espero que se convierta en su futuro- La voz del doctor es más suave pero con imponencia.

-Lo se doctor, lo sé- Responde Gerard  y suelta un fuerte suspiro recostando su cabeza en el respaldar. Su mente aún se encuentra confundida con la visión y su corazón nublado sin saber ante quien rendirse. El doctor Almenares le da una última mirada amonestadora antes de que ambos continúen con sus miradas perdidas por las ventanas.



Cedric se encuentra saliendo hacia el burdel cuando el coche se detiene frente a la casa y Gerard baja con la mirada perdida.  Sabe que algo malo debe haber ocurrido por que aquella mirada era la misma que lo acompaño en todos los años que permanecieron en Cuba.

-¿Gerard que sucede?- Pregunta angustiado abriendo de nuevo la puerta y dejándolo pasar. Ingresan en silencio hasta la sala donde Cedric se apresura a servir un trago de ron  y se lo ofrece pero Gerard no lo toma.

-Cuéntame que sucedió amigo-

Gerard inhala fuertemente y se toma la cabeza entre las manos. Niega insistentemente tratando de convencerse a sí mismo que no está viviendo una situación tan confusa.

-¿Gerard?- Insiste Cedric  al verlo tan perdido.

-Abigail regreso- Susurra agarrándose con más fuerza la cabeza.

-¿A qué demonios te refieres?-

-La hermana de Luciana…….. es igual a…… Abigail –

-¿Igual?-

-¡Demonios Cedric!- Responde exasperado.  -Son como dos gotas de agua-

Cedric se queda pasmado sin saber que decir. No comprende bien la situación pero le angustia que Gerard caiga de nuevo en las garras del amor frustrado. Toma asiento pensando cuales son las palabras adecuadas para sacarlo de su tormento.

-Amigo, debes tranquilizarte y explicarme bien lo que sucedió-

-¡Sucede que la hermana de la mujer que amo es exactamente igual a la mujer que tanto ame!-  Le grita.

-Qué importa que sean iguales-

-Me desconcierta Cedric. Hace que sienta deseos de volver a verla-

-¡Pero Abigail está muerta Gerard!- Le devuelve la reprimenda.  – Luciana es la única mujer que te debe importar-

Gerard se sienta  y vuelve a  tomarse la cabeza entre las manos luchando con su  trastorno pasional cuando una idea absurda le llega a  la mente.

-¿Y si Abigail  trata de decirme algo? ¡Si no quiere que la olvide!- La voz temblorosa hace que sus palabras delaten el temor de tan loca idea.

-¡No seas ridículo Gerard! Te estas saboteando por volver a amar, tan solo es una casualidad- Lo regaña Cedric y después se toma de un solo trago la copa de ron que le ofreció a Gerard.

-No es casualidad. Le jure amor eterno y tal vez ahora ella me reclama- Susurra parándose de la silla  y observando a todos lados como si en cualquier momento apareciera el fantasma de su esposa para recordarle su juramento.

- ¡No seas idiota!- Es ahora Cedric el que se sale de sus ropas por la absurda idea y el tonto comportamiento de su dañado amigo. Le grita tratando de hacerlo entrar en razón con buenas intenciones pero de la manera equivocada.

-Abigail esta muertaaaaa… devorada por los gusaaanoss!- Grita y  justo después siente en su quijada un fuerte golpe que lo hace tambalear mientras su mundo se difumina y cae al piso.  Sacude su cabeza y se arrastra en cuatro patas hasta asentar su espalda sobre la pared para poder entender lo que le sucedió, cuando ve frente a él a Gerard con el puño apretado y la cara desfigurada de rabia y amargura comprende lo ocurrido.

-Si sigues con esa absurda idea lo perderás todo Gerard- Murmura acariciándose el mentón mientras trata de pararse. No está molesto por el golpe, hasta el mismo sabe que se sobrepasó, pero cree que necesita de la cruel verdad para hacerlo entrar en razón.

-¡Ya lo perdí todo una vez  y se cómo sobreponerme!- Le reprocha con odio en la voz y sale de la casa dejando a Cedric en el piso con la preocupación a flor de piel.


Camina varias cuadras, con la mente y el rumbo perdido hasta que se encuentra en la casa de Petra y entra. La anciana cuando lo ve no se atreve a decir nada ni hacerle preguntas, ya que su cara refleja una angustia desgarradora. Lo toma de la mano y lo lleva  a su antigua habitación dejándolo perdido en la oscuridad de la alcoba.

Pasa las primeras horas de la noche en un estado catatónico como defensa a las miles de preguntas que lo acechan, hasta que despierta de su letargo y pone su mente  en funcionamiento cuando la pregunta más incisiva se le clava en el cerebro. Debe descubrir que  extraña enfermedad posee Scarlet. Toma papel y pluma e inicia una carta dirigida a su antiguo tutor en Francia revelándole su paradero y solicitándole todo tipo de información relevante sobre la hemofilia y su tratamiento. Sabe que el doctor François tiene muchos contactos médicos que pueden ayudarlo.

Le pide también que haga inventario de sus pertenencias en Francia en caso de tener que regresar, y toda variedad de medicamentos e investigaciones que lo puedan ayudar en la lucha. Toma la carta y se va al puerto para enviarla en el primer barco que salga para Francia, luego se va al hospital para tomar su turno. Cuando llega el doctor Almenares lo espera en la puerta y le pide que se ocupe del pabellón de niños. Gerard se da cuenta que lo hace para que todo el día tenga su mente ocupada, pero principalmente para evitar que se eluda del hospital y vaya a visitar a Scarlet.

En la casa Lemaitre, Scarlet baila en su habitación como si flotara en las nubes. Después de pasar la noche en vela aun suspira recordando aquellos ojos intensos que la miraban con ferviente deseo y no con lastima. Cree haber encontrado el hombre perfecto para ella. Un médico que la cuide y probablemente llegue a curarla para poder disfrutar del amor como se debe. Su felicidad se incrementa cuando piensa que ella y Luciana encontraron el amor al mismo tiempo y podrían disfrutar de sus mieles, sin saber que era el mismo hombre que su hermana amaba.

Maya la observa con precaución sin saber si es realmente bueno que se ilusione. Cree que si  un hombre como él logra amarla podría de ser de gran ayuda para la pesada cruz que carga por ella Luciana, pero su instinto y sus extrañas visiones, tan solo le muestran una negra tormenta  con lluvia roja, mientras que Atita llora en su habitación al comprender la  cruel jugada del destino que le calla la boca con un juramento de silencio.

En su camarote  Luciana se consume en una fiebre delirante donde observa a la muerte que se burla de ella bailándole alrededor, hasta que se acerca  y con aliento fétido y voz rasgada le susurra al oído “ Entrégamela  y él volverá a ti…. entrégamela” para luego seguir bailado mientras Luciana grita de agonía y dolor.

Cuando el sol finalmente cae, Gerard se despide de las monjas y sale tan rápido como puede evitando ser visto por el doctor Almenares para realizar la visita prohibida. Algo lo impulsa a ver una vez más a Scarlet. No sabe si es amor o compasión y está decidido a descubrirlo. Cuando llega toca el portón y su corazón  agitado  le retumba hasta en los oídos sin permitirle escuchar  cuando Tiberio  pregunta al otro lado de la puerta quién es.

Cuando la puerta finalmente se abre, aparece Tiberio con el ceño fruncido y en una mano  el machete como si pudiera hacer algo con tan elemental arma para defender la casa. Cuando ve a Gerard vuelve a enfundarlo en el cinturón y con una venia lo invita a pasar. Sabe de su visita la noche anterior y cree que el doctor Almenares pudo haberlo enviado para revisar a Scarlet.

Ya adentro, se detiene a observar la casa. Le parece realmente hermosa pero la majestuosidad de la que un día gozo se ve opacada por las grietas y humedad que lentamente la devora.  En la mitad del patio se encuentra una fuente  compuesta por tres vasijas pero de las cuales no sale el preciado líquido para vertirse en la pileta. Tan solo una sombra verde delata el moho que se apodera de ella. Alrededor del patio se encuentran las columnas y arcos de  piedra que alguna vez fueron blancas y que sostiene un segundo piso  hecho de madera.

En el primer piso en el ala norte se ve una gran puerta  con  pequeñas vidrieras en la parte superior que delatan la ubicación de estudio. En el ala derecha está la entrada sin puerta de la cocina donde la noche anterior conoció a Scarlet, y un delicioso olor a caldo y especies salen de ella.  Atravesando el patio frente a ella se encuentran unas enormes escaleras hacia el segundo piso donde se encuentran las habitaciones  y  al sur  una banca  y una silla mecedora junto a una reja de hierro forjado. Tiberio le  muestra  una silla junto a la reja que da al jardín.

-Espere aquí doctor. Llamare a la niña Scarlet para que lo atienda-

Gerard asiente y Tiberio se va rumbo a las escaleras. Gerard se sienta para observar con mayor detenimiento todos los detalles de la casa cuando un olor a flores y coco lo distraen. Se levanta y se gira hacia la reja identificando de donde proviene aquel olor. Un olor que ya había sentido en el sueño donde Abigail regresaba en un traje rojo después de arrollar a una congelada y cristalizada Luciana. Trata de darle sentido a aquel sueño pero antes de lograr interpretarlo una voz lo distrae.

-Es mi jardín-

Cuando se gira  ve a Scarlet con una tímida sonrisa y muy sonrojada. Su corazón vuelve a agitarse con aquel parecido asombroso  y un enorme deseo de tocarla se apodera de él. Scarlet  lo observa mientras el permanece en silencio contemplándola y su corazón iguala al de Gerard cuando ve que sus pupilas se dilatan mientras la observa.  Es una mirada  la cual nunca antes  había obtenido y estaba enormemente satisfecha de provocarla en un hombre tan apuesto. Estaba convencida de que el amor había llegado para derrotar a su enfermedad y para enfrentar a  la acechante muerte.

 Gerard logra contener momentáneamente su deseo de tacto y se gira una vez más hacia el jardín para darse tiempo de recomponerse y no actuar como un idiota.

-¡El olor es increíble!- Murmura mientras llena sus pulmones de la fresca fragancia y trata de despejar su mente del pasado.

-Los colores son aún más increíbles- Responde Scarlet con voz temblorosa.  -Me gustaría enseñárselo pero ni esta esplendorosa luna llena podría  iluminar lo suficiente para poder apreciar su belleza.- Agrega mirando a la Luna que observa imparcial desde las alturas.


- ¿Como se siente?-  Pregunta Gerard tomándola de la mano.  No pudo contener su deseo de vincularse con ella y necesita su tacto para identificar cual es la sensación que lo inunda, pero solo la confusión crece en su corazón. Scarlet se sonroja aún más cuando observa su mano entre las de Gerard y su voz apenas puede salir de su  garganta.

-Estoy bien. Fue solo un mal entendido- Responde sin mirarlo a la cara con los ojos clavados en el piso por la timidez,  pero Gerard  continúa buscando algo  en aquel rostro que le dé una luz a sus sentimientos. Finalmente la suelta cuando se da cuenta que sigue permaneciendo en la oscura confusión.

-Me alegro. Que tenga una buena noche- Exclama  haciendo una pequeña reverencia e iniciando su camino hacia la puerta.  Scarlet se gira extrañada sin entender el motivo de aquella extraña y corta visita, pero le atribuye aquel raro comportamiento a la timidez.  Toma valor para que Gerard se sienta cómodo y retribuido en sentimiento haciéndole una invitación.

-Venga mañana temprano. ¡Estaría encantada de mostrarle el jardín y los corazones sangrantes!-

-¿Los que?- Pregunta Gerard girándose.

-Los corazones sangrante-  Responde Scarlet feliz de capar nuevamente su atención. –Una flor especial que solo crece en este jardín- Agrega.

Gerard asiente  y se gira sin decir una palabra más.  Se encamina hacia la puerta donde Atita lo espera con la puerta abierta y una lagrima en la mejilla. Atraviesa el umbral sin atreverse a preguntarle el motivo de aquella tristeza  porque cree saber la razón, la cual es corroborada por el fuerte portazo que esta da  justo cuando él sale.



Mientras todo eso pasa, cientos de kilómetros rio abajo, Luciana es visitada en su camarote por el capitán del barco que ha sido informado sobre su condición febril, y esta alarmado con la posibilidad de  que el cólera haya subido al barco sin comprar boleto.  Sabe que de ser así, tendrán que permanecer en cuarentena en el barco cerca a algún puerto. La observa  desde el umbral si atreverse a entrar por temor de contagiarse. No sabe que hacer ya que ningún pasajero ni la tripulación tiene conocimientos médicos. Era Luciana la que tendría esa responsabilidad y por eso le dio buen precio en el boleto y uno de los mejores camarotes, pero era justamente  ella la que amenazaba la seguridad del viaje.

Luciana se siente observada  y se incorpora en su cama cuando ve al capitán en la puerta con cara de preocupación. Comprende la situación y trata de calmar al desconfiado capitán.
-No se preocupe, estoy bien-

-¿Tiene usted cólera?- Exclama el capitán con tanta fuerza que más que una pregunta parece una acusación.

-No señor. Solo es el cambio de clima y una semana sin un adecuado baño- Responde Luciana observando  con desdén el platón, la jarra con agua y las dos toallas que tan solo permitían el aseo de las áreas más íntimas.

-¿Por qué esta tan segura?-  Pregunta acariciándose el bigote y  aun con desconfianza.

-No la he utilizado-  Luciana le señala la bacinilla que se encuentra en una esquina. -y como sabrá no he salido del camarote para utilizar los baños-

-¿Y eso qué?-

-¡Que los enfermos de cólera mueren de diarreas más que de fiebres!- Exclama  Luciana con  exasperación ante la ignorancia del capitán que la coloca en una incómoda conversación. El capitán comprende  y su vergüenza es opacada por la tranquilidad de  un viaje seguro.

-Enviare una mucama para que se haga cargo de usted el resto de viaje- Exclama cerrando la puerta del camarote y dejando a Luciana sin fuerzas por la pequeña batalla. Se desploma nuevamente en su cama  y su mente viaja hacia su casa y su hermana, con pequeñas estaciones en los  recuerdos de los momentos con Gerard.

 Mientras tanto, Scarlet se desploma en la mecedora de su madre con una enorme sonrisa desconociendo la cruel jugada de la muerte en su intento por poseerla y Gerard camina confundido sin saber que es  la ficha  movida para derrotar a una  aguerrida mujer que regresa en un barco mientras se consume en la fiebre y delirios.






NOTA DEL AUTOR


Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.











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