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domingo, 14 de septiembre de 2014

CAPITULO 21



Luciana ingresa a la casa pero se queda en la cocina partiéndose la cabeza  mientras piensa en cómo puede reunir el dinero.  Por más que lo piensa no encuentra una solución posible y tan inmediata, así que se rinde y decide subir a ver cómo va la organización del viaje, en el cual tendrá suficiente tiempo para ingeniarse una solución. Cuando se encuentra  subiendo por las escalas hacia la habitación  escucha a Scarlet que se queja.

-¡Hay Dios, NO!-

Corre como posesa tomando el bajo de su vestido para poder subir saltando  de a dos escalones y llegar a la habitación lo antes posible. Su corazón se le quiere salir imaginando que su hermana se ha lastimado en vísperas de su viaje y tendrá que cuidarla dia y noche para evitar que muera desangrada. Cuando llega al umbral ve a Scarlet que analiza el encaje de un  vestido.

-¿Que sucede?-  Pregunta contrariada.

-¡Tu vestido! –Responde Scarlet señalando un pequeño agujero en el encaje. – ¿Maya, podrías arreglarlo?- Agrega dirigiéndose a la anciana que lo toma con una sonrisa pesarosa.

-No llevare ese vestido. ¡Es de fiesta!- Responde Luciana exasperada pero con una enorme tranquilidad al ver a su hermana a salvo.

-Ya lo sé. Pero  tiene que estar listo para la fiesta- Responde con una gran sonrisa. El día que más  anhela en el año le crea gran ilusión.



Solo en ese momento Luciana recuerda que en tres semanas se realizará la fiesta de cumpleaños del Doctor Almenares, que coincide con la fecha de su graduación como médico, lo que la convierte en un gran evento de celebración y homenaje en la ciudad.

Desde hacía cuatro años, cuando Luciana obtuvo en esa fiesta el puesto como enfermera, había llevada a Scarlet a la celebración. Se sentía segura de llevarla ya que si se hacía daño  estarían rodeadas de médicos que podrían ayudarlas. Era el día más feliz de Scarlet por que podía salir al mundo y disfrutar lo que este ofrecía. Se sentía como una mujer normal aunque todos la trataban como una muñeca de cristal.

-Scarlet, No estoy segura de que podamos asistir-

-¿Qué?. ¡No!- los ojos de Scarlet comienzan a inundarse de lágrimas.

-Tienes que entender que tal vez mi viaje demore más de lo pensado. Tal vez no alcance a llegar a tiempo-

-¡Luciana sabes lo importante que es para mí!-

-Lo sé. Lo siento-  Luciana se siente mal pero  no hay nada que pueda hacer. El viaje es prioridad, porque se trata de la vida de  su hermana.

-¿Puedo ir yo sola?- Scarlet pregunta con la vaga ilusión de que se lo permita. Sabe de antemano cual es la respuesta pero quiere agotar todas las posibilidades.

-¡NO! De ningún modo. Imposible-  Contesta con determinación. Sabe que le romperá el corazón a su hermana pero no permitiría que este sola en un baile sin su protección. Scarlet comienza a llorar y sale corriendo de la habitación, dejando a Luciana con un terrible sentimiento de culpa pero decidida a no permitírselo. En su interior también desea ir a la fiesta para poder presentarle de una vez por todas a Gerard y salir de aquella angustia de amor que a diario la consume.

Se dirige a Atita que aún está en la habitación organizando el baúl. La toma de un brazo y le instruye sobre no dejar que Scarlet  acuda al baile, y de esconderle todos los vestidos  en la noche anterior a  la fiesta si ella aún no ha regresado.



En el Hospital, Gerard no puede concentrarse en vendarle el brazo a un joven campesino que se hizo la herida con un machete. Su mente y su corazón están nublados con pensamientos angustiados sobre el viaje de Luciana.  El doctor Almenares que no se pierde el espectáculo pesaroso de Gerard se acerca a él.

-Ella estará bien hijo-  Susurra cuando pasa detrás y le da una palmadita en el hombro.  Gerard sale de su ensoñación y se gira para observar a su jefe que lo mira con una pequeña sonrisa.

-Estoy preocupado. ¡Algo podría pasarle!- Por fin deja las discreciones y pone en evidencia su amor.

-Yo estaría mas preocupado por el hombre que intente sobrepasarse con ella- Ahora su sonrisa es burlona. – ¡Esa criatura es dinamita enterrada! – Agrega  y se va dejando a Gerard sonriendo y recordando a su aguerrida mujer.



Al anochecer, Luciana se embarca acompañada del doctor Caicedo rumbo a la capital. El viaje por el rio  demoraría una semana hasta llegar al puerto de Honda. Luego tendrían que ir por otros cuatro días por un camino real hasta llegar a la capital donde tendría el encuentro con Evangelina, la hermana de Aurelio el comerciante. Cuando se instala en su camarote se recuesta en la cama con un enorme agujero en el pecho. La mitad de su corazón se quedó con Scarlet y la otra mitad se quedó con Gerard, pero no puede sentir mucho dolor por que su cabeza se concentra en encontrar una solución para conseguir el dinero para recuperar las escrituras. Al dia siguiente la fuerte marea  tiene a la mayoría de los pasajeros en la barandilla deshaciéndose en vómitos, pero Luciana permanece en su habitación sollozando. No sabe por qué se siente tan agobiada, pero se siente insegura al dejar a Scarlet  y una extraña nube se cierne sobre ella y su felicidad.


Los días pasan lentamente para todos, y la luna llena es la única que los acompaña en las noches mirándolos a cada uno desde las alturas su oscuro trono, contemplándolos mientras duermen ajenos al infortunio que el destino les depara.  Gerard difícilmente puede concentrarse en su trabajo y  todos los días en la tarde va al  puerto para tener noticias del barco y su ubicación. El telegrafista le notifica por los puertos que han pasado y le asegura que en un dia estarán en el puerto de honda donde desembarcaran.  Luciana muere de aburrimiento en el viaje. Ha realizado el paseo por los pasillos un millón de veces y está al borde de la locura tan solo de escuchar la monótona platica del doctor Caicedo  que habla de muertos y técnicas de autopsia, que tan solo le arruinan el apetito a todos los que lo escuchan.

Scarlet se refugia en sus flores y paseos por el jardín.  Mantiene la esperanza de que Luciana regrese a tiempo para llevarla al baile. No concibe la idea de tener que esperar un año para salir de casa.  Las fiestas patronales también se acercan y será cuando más escondida la tendrá su hermana. El miedo a la pólvora y los miles de borrachos que deambulan por las calles hace que ella misma tema salir.

Cuando el barco llega a Honda Luciana da gracias a Dios de tocar tierra firme. Es medio dia y el sol pega fuerte en el muelle. Los coteros comienzan a desembarcar el equipaje y los baúles mientras Luciana y el doctor  Caicedo aguardan por los suyos bajo la  sombra de una vieja choza de madera; de repente, una anciana se acerca a ellos y la llama por su nombre.

-¿Es usted la señorita  Luciana Lemaitre?-

- Sí. Soy yo- Responde confundida. No conoce a nadie en Honda y nunca antes había visto aquella mujer.  La anciana al ver su desconcierto le explica que es la hermana de Aurelio y viajo desde la capital para su encuentro. Tenía  otros asuntos pendientes de los que ocuparse en el muelle y aprovecharía la ocasión para matar dos pájaros de un tiro. Luciana casi muere de felicidad al entender que su viaje no sería tan largo y que se ahorraría  ocho días de camino por tierra.

Luego de despedir al doctor Caicedo que inicia su camino a la capital, ambas mujeres se sientan en un café  para negociar e inmediatamente  llegan a un acuerdo justo para ambas. La anciana le entrega como regalo anticipado dos cajas de pino repletas con hojas de bolsas de pastor y ella le da una pañoleta de seda. Luego compra un boleto de regreso para la misma noche y va al telegrafista para enviar un mensaje anunciando su regreso, pero para su infortunio  no puede hacerlo ya que el único telegrafista del  puerto  se encuentra enfermo.


Gerard permanece en el hospital atendiendo con gran preocupación dos casos de cólera que han despertado las alarmas  en la ciudad. Aun no se declara más que un pequeño brote pero hay gran preocupación en el hospital y comienzan a prepararse para una posible epidemia.



Al anochecer Scarlet  se prepara para dormir temprano ya que no tiene a su hermana para hablar como lo hacen a diario, pero un sonido en su estómago le avisa que no quedo satisfecha con la cena. Se dirige a la cocina para buscar algo que comer y ve sobre la mesa unas deliciosas moras rojas.  Toma asiento para disfrutar del delicioso manjar y se lleva de un solo golpe tres  a la boca. Se queja cuando la dulce sensación le inunda el paladar, pero un fuerte grito  la saca de su deleite.

-¡Dios mío niña roja!-  Grita  Maya desde el umbral cuando ve a Scarlet en la mesa y una gota roja como la sangre  sale de su boca derramándose hacia su mentón. Confunde en jugo de la mora con sangre y corre hacia ella tapándole la boca con un pañuelo para evitar según ella que sangre  más.

Scarlet trata de salir de aquel fuerte agarre para explicar que se encuentra bien pero solo logra que Maya la sujete con mayor fuerza mientras llama a gritos a Atita.

-¡Corre! Busca al doctor Almenares. Dile que la niña roja está herida y sangrando- Le ordena cuando esta llega a la cocina, mientras que Scarlet pone los ojos en blanco y se resigna a permanecer amordazada sin poder explicar lo que realmente sucede.

Atita sale corriendo desesperada al hospital y llega justo en el momento en que el doctor Almenares y Gerard van saliendo agotados después de un largo dia.

-¡Dotorcito, dotorcito!- Llama Atita  desde la distancia. El  doctor Almenares inmediatamente se tensiona cuando la ve. Sabe que algo malo debe haberle  pasado a Scarlet para que ella acuda a  él tan tarde y alarmada.

-¿Que sucede?-

-¡La niña sangra, la niña sangra!- Responde agitada y entre lágrimas. Gerard la reconoce como la mujer que a diario esperaba en la puerta a Luciana y se desespera al imaginar que algo malo le ha pasado a Luciana, pero cuando está a punta de preguntarle el doctor Almenares la toma del brazo para ayudarla a subirse al coche. Luego se gira y llama a Gerard.

-Vamos doctor Decout. La hermana de Luciana está en problemas-

Suben en el coche y salen rápidamente en dirección a  la casa  Lemaitre. Atita mira a Gerard y le sonríe tímidamente. Le parece el hombre más hermoso que ha visto y no se sorprende que Luciana  se rindiera y se enamorara de aquel bello rostro.

Cuando llegan, el doctor Almenares ingresa rápidamente seguido de Gerard que por mucho tiempo ha deseado ingresar a la casa, pero nunca deseo que fuese de aquel modo. Quisiera haber conocido a la hermana de Luciana en mejores circunstancias. Cree que en algún  acto de locura la joven pudo haberse herido y esa es la razón para que estén allí.    Atita encabeza el desfile guiándolos hasta la cocina donde Scarlet permanece sentada en la silla con la boca tapada por Maya que se encuentra de pie tras ella.

Atita se ubica a un lado del umbral para dejarlos pasar, el doctor Almenares ingresa rápidamente y coloca su maletín sobre la mesa mientras que Gerard se asoma lentamente sin saber en qué estado demencial encontrara a su futura cuñada.



Enfoca su mirada en aquel rostro semicubierto y su corazón se le detiene cuando ve aquellos ojos verdes tan familiares  por los que sufrió tantos años, y aquel  cabello rojizo que tanto deseaba volver a  acariciar. Scarlet  centra su mirada en el desconocido  que aparece en la puerta  y un extraño calor le inunda el cuerpo al ver aquel hombre hermoso que la mira con desconcierto y algo más que no logra identificar. Sus ojos se quedan enganchados sin percibir lo que pasa a su alrededor dejando que el tiempo se detenga ante ellos.

Gerard permanece congelado observándola mientras que el doctor Almenares se acerca y se sienta en una silla junto a ella, pero cuando este le retira la mano con el pañuelo a Maya  para poder identificar el daño, la plenitud de aquel rostro hace que su corazón retome el galope y se desboque en  latidos. Latidos de un amor que él creía muerto y que había regresado para recordarle su promesa de amor y fidelidad eterna. Su esposa amada había logrado salir de las crueles garras del olvido y estaba acompañada de la favorecedora juventud para  que retornaran la vida que tanto habían deseado.

-¡ Oh Abigail !- Susurra  suavemente.

Corre hacia ella y se postra de rodillas a sus pies, mientras todos observan confusos aquella reacción tan impropia. Scarlet le sonríe tímidamente al sentir una extraña cosquilla en el vientre cuando él le toma la mano.  La semilla del amor comienza a germinar en su pecho  convirtiéndose en un instante  en el más esplendoroso rosal.  




Mientras tanto Luciana ingresa en su camarote feliz de emprender su regreso, pero de repente, aquella sensación es remplazada por una fuerte oleada de frio que la golpea tan fuerte que siente que su corazón se le congela. Cae de rodillas  junto a la cama y se lleva las manos al pecho para tratar de derretir el hielo que se le forma y amenaza con matarla. Casi puede sentir la  muerte que la observa con una cruel sonrisa. La sonrisa de la venganza por haberla burlado durante  tantos años.

En la gran mesa de la vida, el destino ha iniciado el juego repartiendo la baraja. La muerte alardea de su buena mano y  el amor  observa sus cartas temiendo que ha perdido  en su mas grande apuesta.






NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.

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lunes, 25 de agosto de 2014

CAPITULO 20



Aun temblando  y agitado Gerard se  desploma  a un lado de Luciana y ella aprovecha  para llevar suficiente aire a sus pulmones. Él se  estira para tomar un pañuelo de la mesa de noche que está cerca a la cama y con mucha delicadeza limpia la satisfacción que le dejo en el pubis. Ella lo observa con el ceño fruncido. Él sonríe y le da una explicación.

-Aun no me presentas a tu hermana y no quisiera conocerla para decirle que te embaracé –
Ella  suelta un bufido mezclado de temor y hastío de solo pensar en esa posibilidad, pero rápidamente su cerebro se llena de culpa por dejarse llevar por un deseo tan primitivo que era tan criticado y castigado por la  sociedad. Gerard logra identificar en su rostro ese sentimiento y se apresura a calmarla tomándole el rostro con delicadeza y mirándola fijamente a los ojos.

-Eres una mujer hermosa e inteligente- le ronroneaba y luego le acariciaba la punta de la nariz con la suya. –Te amo y me hiciste el hombre más feliz-

-No es correcto. Una mujer  debe esperar……- Murmura confundida sin atreverse a pronunciar una palabra tan comprometedora como matrimonio, y su culpa crece cuando se da cuenta que no se arrepiente en lo más mínimo por sus actos de amor.

-Lo Entiendo.   Pero ya te dije que mis intenciones son honorables y si deseas ya mismo vamos a la iglesia- Responde Gerard sentándose con el deseo de borrarle la angustia del hermoso rostro de Luciana. Con cada dia que pasaban juntos se daba cuenta que ella era la mujer con la que quería tener una nueva oportunidad de envejecer. Estaba esperando el momento adecuado y conocer la familia de Luciana para  oficializarlo. – ¡Así podría gritarle al mundo que eres mía!- Agrega.

Esas palabras son como bálsamo para Luciana  desenredando sus culpas y prejuicios. Ella sonríe y estira una mano para acariciarle la mejilla. Él responde  cerrando sus ojos para disfrutar de su toque y  cuando vuelve a abrirlos su sonrisa traviesa y ojos picaros se adueñan de la escena.

-Debes darme una respuesta, porque  si  para ti es un requisito el matrimonio  para tenerte una segunda vez ¡Ya mismo te arrastro a la iglesia!-

Ella abre los ojos sorprendida.  Aunque parece una broma la certeza de encontrarse tan cerca de un compromiso la agobia.

-Creo que el sacerdote está muy ocupado preparando la misa de las seis- Responde tratado que sus palabras suenen a broma y no delaten su miedo a tener que dar una respuesta que comprometa su futuro; pero en el fondo, el egoísmo que había enterrado desde que se comprometió a cuidar a Scarlet por encima de su felicidad,  comenzaba a asomar su rostro.

-Podría convencerlo de sacar unos minutos para hacerte mi esposa- Gerard magnifica su sonrisa, ya que sabe que solo bastaría llevarle una buena donación para que atendiera su solicitud.  Sabía que él  y Cedric eran posiblemente los hombres más ricos de la ciudad aunque su fortuna era bien disimulada, no quería adquirir falsos amigos atraídos por el poder que el dinero otorgaba.

Luciana que no sabía que Gerard poseía una fortuna, ya que pensaba que su trabajo como médico era su  sustento y no una simple vocación, soltó una carcajada.

-¡No creo que esa hermosa sonrisa funcione con el sacerdote!-

-¿Funciona contigo?- Pregunta con picardía.  Ella respira profundo para despojarse de su diversión y darle una respuesta.

-Todo lo tuyo funciona conmigo-




Gerard inhala complacido con la respuesta y con la yema de sus dedos acaricia el cuello de Luciana. Observa con detenimiento el collar que lleva y al detallar  la hermosa esmeralda en forma de corazón,  un recuerdo fugaz  de los ojos de Abigail lo ataca. Sacude rápidamente la cabeza para regresar al presente y su posible futuro.

-¿Cómo te sientes?-  Le pregunta con dulzura.

- Extraña -

-¿Te duele?-  Ahora es un destello de angustia el que le cruza por la cara. No entiende por qué la mujer en casi todo debe sufrir  para disfrutar después. Luciana se concentra en las sensaciones para dar una respuesta.

-Solo algo incomoda- Un entumecimiento que nuca había experimentado es el dominante en su virtud. Gerard le da  un beso casto y se levanta  dándole otra espectacular vista de su escultural cuerpo antes de colocarse el pantalón que se encuentra en el piso.

-Puedes darte una ducha para que te sientas mejor.- Le dice mientras toma una  toalla para dársela a Luciana. – Mientras tanto te preparare algo de comer. Tengo que alejarme de ti o no  respondo  por mis actos- Agrega dándole un guiño y un vistazo al curvilíneo cuerpo que yace en su cama. Ella le sonríe y asiente mientras le recibe la toalla.

Luego de un refrescante baño Luciana se siente mejor aunque se le dificulto el aseo en su intimidad por causa del ardor. Sin embargo, el recuerdo de aquel estallido de placer opacaba cualquier incomodidad. Cuando sale al cuarto su olfato es invadido por un delicioso aroma y sus oídos por el canto en francés del cocinero.

Sonríe y toma su vestido  pero se da cuenta de que las arrugas son la  consecuencia del maltrato de dejarlo  en el piso. Dudosa se dirige al enorme ropero  de Gerard como si pudiera encontrar un vestido en el. Al abrirlo y confirmar que sus esperanzas son solo una ridícula ilusión, toma una camisa de Gerard y se la pone para quedar casi perdida en ella. Toma un pantalón y lo observa extendido entre sus manos para  corroborar que no hay manera de sostenerlo en su cuerpo.

Cuando Gerard llega  a la habitación y ve a Luciana evaluado el pantalón, tiene que cerrar los ojos para no tirar la bandeja y correr a besar las hermosas piernas que le salen  por debajo de la camisa.  Se convertiría en su esclavo solo para  besarle los pies y acariciar aquellas piernas seductoras. 

-Tengo un albornoz en el segundo cajón-

-¿Por qué tienes los ojos cerrados?- Pregunta sin entender su recato. Ya vio y sintió mucho de ella como para ser un hombre respetuoso de su intimidad.

-¡Porque si vuelvo a ver tus  hermosas piernas tendré que devorarte una vez más!-

Ella sonríe complacida del efecto que tiene en él. Se gira para tomar  el albornoz y se retira  la camisa. Gerard no se aguanta y abre un ojo para tener una visión más de aquella diosa desnuda antes de cubrir su cuerpo. Suspira al apreciar sus delicadas caderas y el hermoso derrier  que se tendrían que convertir en el recuerdo que lo acompañaría mientras ella estuviera de viaje.  



Luego de un delicioso almuerzo francés explicado minuciosamente por Gerard, Luciana comienza a descender a la realidad dándole vagos detalles de su viaje. Le miente diciéndole que visitara una mujer con la su madre tenía negocios y los cuales debe renovar y acordar precios,  para no hablar de las verdaderas razones y caer de nuevo en la discusión de presentarlo formalmente ante scarlet. Luego él logra entretenerla más tiempo hablándole de  las maravillas que Marsella posee. Esta dispuesto a describirle toda Francia de ser necesario para tenerla a su lado el mayor tiempo posible, como si algo le advirtiera que no debería dejarla ir. Una advertencia de que su felicidad estaba amenazada por los crueles juegos de la muerte, que desde siempre había sido la peor enemiga y la única verduga del amor. Una muerte que ansiaba reclamar  algo que creía que le pertenecía y le había sido arrebatado por Luciana, y ella tendría que pagar el más alto precio por ello.

Cuando la noche se cierne sobre la ciudad, Cedric regresa a la casa satisfecho por el trato realizado con Martina, que estaba más que feliz de aceptar el trabajo.  No está seguro que su travesura resultara, pero de haber funcionado Luciana ya se habría ido. Su sorpresa fue gratificante cuando entro a la casa y logro escuchar  las voces de los enamorados provenientes de la habitación de Gerard. Decide regresarlos a la realidad pero antes se aseguraría de proteger  el buen nombre de la única mujer hermosa que no desea en su cama pero que se había convertido en la que más apreciaba.

Luego de algunos minutos regresa con un coche de alquiler bien protegido por cortinas negras en la ventana, que era dirigido por un hombre  anciano de mala vista pero de buen caballo. Se acerca a la habitación y saluda desde afuera.

-Ya regrese con*.  Martina acepto el empleo y mañana estará aquí-

Luciana se desespera. Sabe cuáles fueron las intenciones de  Cedric  al dejarla entrar, pero  no desea que el confirme que cayó en la trampa. Gerard se coloca instintivamente entre ella y la puerta. No sabe de la jugarreta de su amigo y desea conservar el honor de su amada.

-Estoy muy ocupado ahora Cedric. Luego Hablamos-

-Lo entendiendo- Responde del otro lado de la puerta. – Solo quería avisarte que ya me voy para el burdel, y que en la entrada hay un coche  negro  que protege las identidades de sus pasajeros. Sería muy conveniente utilizarlo. Adiós - Agrega alejándose con fuertes zancadas y luego da un  portazo para confirmar su retiro.

Gerard frunce el ceño confundido pero Luciana sonríe comprendiendo  la delicadeza y protección de Cedric. Le explica como su amigo fue el artífice de aquel  dulce encuentro y que el coche debe ser para ella. El siente agradecido con su amigo por la travesura y la discreción, pero con la tristeza de la inminente despedida.

Ella se viste con el vestido que finalmente a domado las arrugas y arregla con los dedos un poco su cabello mientras él la contempla.  Luego la toma de la mano  para  llevarla hasta la puerta con el corazón comprimiéndosele en el pecho con cada paso que da, y con la sensación de abandono subiéndole por las piernas como venenosas enredaderas. Ella lo sigue sintiendo como si una bruma extraña la rodeara,  borrándole del panorama el futuro que vislumbró con Gerard mientras estaba entre sus brazos. Una bruma que  se le colaba en la sangre y en el pensamiento como preparándola para sumergirse en el cruel frio del olvido.

Cuando finalmente llegan a la  puerta él la sostiene fuertemente en sus brazos  y descansa su frente en la de ella mientras ambos cierran los ojos  preparándose para la despedida. Se inhalan  para aromatizar el recuerdo que les debe durar las tres semanas que duraría el viaje y se sumergen en un silencio tan grande como su amor. Luego él le acaricia el rostro con los nudillos antes de entregarle un beso llego de melancolía.



Luciana no soporta la tristeza y derrama una lágrima que termina fundiéndose en la camisa de Gerard.

-No llores mi diosa- Murmura besándole las mejillas

-Voy a extrañarte muchísimo- Exclama entre sollozos.

-Y yo a ti- Responde con un suspiro lleno de nostalgia. Luego le levanta el rostro para mirarla fijamente a los ojos.

- Te amo Luciana. Nunca lo olvides- Susurra y la besa con tal fervor que logran ahuyentar los fríos  y malos sentimientos con la calidez  que solo el amor enciende. Pero aquel apasionado beso finalmente termina cuando Luciana se llena de determinación  y sale corriendo para introducirse en el coche. Allí la tristeza la alcanza y le da rienda suelta al llanto, mientras que  Gerard  tiene que recostarse en la pared para levantar la mirada al cielo y rogarle a un dios que un día maldijo  que cuidara de ella.

Luciana hace que se detenga el coche cuatro cuadras antes de llegar a casa y aprovecha la oscuridad para escabullirse de el sin ser reconocida por el anciano; que a decir verdad, no le importaba conocer la identidad de su pasajera. Camina rápidamente por el jardín de rosas blancas de la vieja Matilde para acortar camino y espiar su competencia,  y cuando llego a la puerta de la casa encontró a Maya, Atita y a Scarlet que lloraba desconsolada en los brazos de un angustiado Tiberio.

-¡¿Dónde rayos estabas?!-  Le grita Scarlet saliendo de los brazos consoladores cuando finalmente la ve.

-Estaba dando un paseo- Responde en un susurro culpable y con la cabeza baja tratando de  huir por el pasillo.  Scarlet la sigue mientras que Atita y Maya se retiran a la cocina.
-¿Paseo? ¡Casi muero pensando que algo malo te había ocurrido!- Le reprocha mientras la sigue.

-Lo lamento. Estoy bien- se gira y la toma de la mano enfrentándola con la mirada y una suave sonrisa. -Tengo que contarte algo- Agrega.

-¡Lo viste!-chilla Scarlet  al mirarla a los ojos. – ¡Viste a tu marinero!-



Luciana imagina que su felicidad y amor por Gerard en ese momento  es tan grande que se le sale por cada poro de la piel y se le proyecta en la mirada. Piensa que sería absurdo negarlo y asiente tímida a lo que Scarlet comienza a saltar emocionada.

-Ohh Luciana. Estoy tan feliz por ti que hasta podría perdonarte la angustia que me hiciste pasar- La arrastra a la habitación y se sientan en la cama. Scarlet adopta una posición feliz esperando conocer los detalles mientras que Luciana permanece de pie analizando que puede y debe decir.  Finalmente se sienta a su lado y le cuenta que fue a buscarlo para despedirse de él, dándole el protagonismo al viaje que iniciaría al dia siguiente. Scarlet cae en la trampa y  vuelve a angustiarse  al conocer la decisión del viaje, olvidando preguntar por los detalles del encuentro. Luego de una larga discusión Luciana la convence de que es la mejor opción para obtener las bolsas de pastor que requieren para la medicina. Scarlet cae en la tristeza de separarse por primera vez en la vida de su hermana y  se duerme en su cama escuchando las interminables recomendaciones para ella durante la ausencia de Luciana, que no le dan cabida a las preguntas sobre el misterioso hombre que se adueñó de su amor.

Casi al medio dia, y luego de un profundo sueño provocado por las delicias del amor y el trasnocho de las recomendaciones, Luciana se despierta para encontrar a todas las mujeres  de la casa en el antiguo cuarto de doña francisca empacando en un hermoso baúl los vestidos, zapatos y demás artículos que consideran necesarios para el viaje. Scarlet dirige a las mujeres con una autonomía  y don de mando que hace sentir orgullosa a Luciana y agradecida, ya que no desea tener que ocuparse de empacar. Toma su baño y se dirige a la cocina para comer algo pero un toque de la puerta la desvía de su camino. Cuando abre se encuentra a un hombre con ropas sucias pero de educados modales. Esta acompañado por otros dos hombres y de cuatro mulas.

-Buenos días Señorita. Busco a la señora Fredericka-

Luciana lo observa con detenimiento sin saber quién es y para que busca  a su madre.

-¿Quien la busca?- Pregunta con desconfianza.

-Mi nombre es Raúl Jaramillo. Soy mulero y prestamista  y vengo a cobrar una deuda-

Al escuchar estas palabras Luciana cierra la puerta tras ella y aleja al hombre  tomándolo de la mano.

-¿Deuda?- Susurra con miedo de ser escuchada. -¿A qué se refiere?-

-Eso no le concierne señorita. Por favor llame a su madre-

-Mi madre murió hace algunas semanas señor- Responde dolida pero con  arrogancia. El hombre olvida los modales y se lamenta con fuertes improperios mientras Luciana se sonroja.  Luego la mira enfurecido.

-¿Entonces quien es la persona a cargo en esta casa?-

-Yo. Soy la hija mayor-

-Entonces págueme usted- Le dice mientras le entrega un papel. Luciana lo toma pero los nervios no la dejan entender de qué se trata.

 -¿Qué es esto?-

-Un pagare. Le preste a su madre una fuerte cantidad de dinero- Le dice señalando la suma y la firma de su madre en el papel – Le preste  con la condición de pasar hoy por el pago- Agrega  con rudeza.

-Lo siento, pero ella murió y no tengo como pagarle- Luciana le devuelve el papel y trata de alejarse  pero la voz del hombre la detiene justo antes de ingresar  a la casa.

-Entonces esta casa me pertenece. ¡Tengo las escrituras!-

Luciana siente como las piernas se le doblan y el corazón se le craquela. Toma una respiración profunda para ayudar a ahuyentar las lágrimas que asoman en sus ojos y para poder hacerle frente a la situación. Cuando se gira el hombre la observa con una sonrisa burlona.

-Págueme- Le reclama.

-Deme tiempo. Buscare la  forma para poder pagarle- Luciana trata de conciliar con una voz suave aunque con el deseo de devolverle los fuertes improperios que él había utilizado.

-Le di tres meses a su madre para que me pagara.  Debe tenerlo guardado. ¡Yo no puedo esperar más!-

-La engañaron y le robaron el dinero. Esta casa es lo único que nos queda- 

El recuerdo  de aquel día en  el que su madre lloraba y gritaba su desgracia, regresa a Luciana para llenarle los ojos de lágrimas de impotencia que Raúl Jaramillo confundió con las lágrimas de  tristeza de una huerfana. Su corazón logro ser conmovido tan solo un poco y  le entrega nuevamente el pagare. Camina hacia una de sus mulas y le hace el mejor  ofrecimiento que puede a Luciana.

-Le doy un mes más. De lo contrario reclamare esta casa como mia-

-¡Dos! Replica Luciana. Su viaje demorara casi un mes y no tendrá tiempo para  reunir el dinero.

-¡Uno!- Le grita golpeando la mula que inicia el galope dejando a Luciana con un insulto en la boca.

-¡Maldito!-




Desde la seguridad de su coche y a unos metros de distancia, Amaury observa la escena donde la mujer que lo rechaza y lo obsesiona discute con un hombre de vulgar apariencia. Cuando él la deja llorando en la entrada de la casa decide seguirlo y le pide  a su cochero  que lo detenga a las afueras de la ciudad.  Cuando descubre por boca del mismo Raúl Jaramillo las razones de aquella visita se regocija en saber que tiene a su alcance la casa de sus deseos y el destino de aquella mujer caprichosa que juro hacer suya.






*Con:  traduce imbécil en francés


NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.










domingo, 17 de agosto de 2014

CAPITULO 19


En esta ocasión Gerard se siente un poco cohibido a diferencia de su primer encuentro en similares condiciones. Ahora Luciana no es una mujer misteriosa. Es la mujer que logró despertar en él un sentimiento que creía muerto desde el dia que abandono Paris, y por lo tanto le debía respeto. Por su parte Luciana continuaba paralizada en su lugar  contemplando la generosidad que la naturaleza le ha otorgado al escultural cuerpo de Gerard. Aunque conoce a la perfección la anatomía masculina por su profesión, el espectáculo que sus ojos presenciaban le secaba la garganta y la remontaban a su sueño obsceno al contemplar en vivo al mismisimo protagonista.  Él,  al ver su  asombro y como ella trata de pasar saliva a través de su garganta, se deshace de la timidez  disfrutando la mirada  significativa que Luciana le da a su virilidad, y  rompe el silencio con una broma.

-Ese mi mejor amigo, ¡pero creo que ya lo conocías!- dice con la endemoniada sonrisa que lo caracteriza. Luciana reacciona por fin y se gira envuelta un calor sofocante, provocado más por el deseo y recuerdo que por la vergüenza de la intrusión.

-Lo lamento. Pensé que estaba dormido- Responde con la voz chillona y entrecortada. Piensa en salir corriendo nuevamente pero sabe que sus piernas temblorosas no la llevarían demasiado lejos. Además, algo en las inmediaciones de su abdomen y su intimidad le pide que se gire nuevamente o como mínimo que permanezca en el lugar.

Gerard no puede evitar la ironía de la situación y al mirar a su creciente virilidad tomar presencia en la conversación  le suelta la segunda broma para relajar a Luciana de su tensión.  – Lo estaba. Pero llegaste y me despertaste nuevamente-

Ella  suelta un resoplo para liberarse del bochorno  al comprender a lo que se refiere Gerard. Inhala profundamente para refrescarse y tomar valor para hablar, pero sobre todo para huir.

-¡Mejor me voy!-

-¡No!, espera me pondré algo- Responde apresurado estirándose para tomar el pantalón, ya que no quería incomodarla a tal punto que decidiera irse. –Perdóname si te ofendí- Agrega subiéndose los pantalones tan rápido como puede, pero la humedad en el cuerpo no es muy buena aliada para permitir que la  tela se resbale con suavidad a través de su piel.

-No lo hiciste, pero mejor te espero en la sala-

- ¡Ya tengo el pantalón puesto!- exclama Gerard abotonándose el pantalón y buscando con la mirada la camisa que se encuentra colgada en el  perchero que esta junto a la puerta pero que él no logra encontrar. No quiere que ella salga de la habitación, ya que probablemente no se detenga solo en la sala.  Quiere aprovechar la oportunidad de verla en un dia que no pensaba que podría ser posible. Ella se gira un cuarto de vuelta con la mirada baja sin el valor de confirmar la afirmación de Gerard, pero con el rabillo del ojo logra ver su pantalón por encima de sus pies desnudos.




-Tan solo venia para despedirme. Me tengo que Ir-  Murmura suavemente  Luciana sin terminar de sentirse cómoda para dar una explicación de su partida, pero rápidamente es alcanzada por Gerard que olvida la camisa cuando su corazón le retumba fuertemente en el pecho por el temor que le generan las palabras de que ella le acaba de pronunciar. No concibe la idea de perderla  cuando recién la ha encontrado.

-¡Irte!  ¿Qué quieres decir?- Le pregunta sosteniéndola de los brazos frente a él y con la mirada suplicante de una explicación. Luciana consternada por aquella reacción  e invadida por la certeza de un amor le acaricia la mejilla para tranquilizarlo. –Tan solo viajare a la capital por algunos días, tengo que atender unos asuntos familiares-

Gerard deja salir un fuerte suspiro de alivio y descansa su frente en la de Luciana.  El temor de pensar que ella renunciaba a su relación lo deja por un segundo sin fuerzas y lentamente se repone con la caricia de Luciana en su rostro. –Creí que me dejarías. Que no estabas dispuesta a amarme- Le  susurra explicándole su miedo.

-¿Por qué crees que haría algo como eso?- Le pregunta confundida tomando su cara con ambas manos y buscando su mirada. -¿Acaso no sientes mi amor por ti?-

Gerard le sostiene la mirada sin saber si es adecuado darle la explicación y contarle como fue advertido por Petra, el doctor Almenares y la mismísima Abril sobre la reticencia de ella para enamorarse. Como si el amor fuera para ella un obstáculo en su vida.

-Claro que lo siento. Solo tengo miedo de perderte- Se limita a responder vaciando con su mirada todo el amor que ella logro encender en  él. – Parece que eres una chica difícil- Agrega con una sonrisa triste.

Luciana le regala una sonrisa compasiva imaginando la causa de su temor. Piensa que probablemente él ha sido advertido sobre la “fóbica al amor” como algunas personas  la llaman. Solo espera que quienes lo hayan hecho no utilizaran aquella expresión. – Pues felicitaciones señor, tiene entre sus brazos a la chica más difícil de esta ciudad- Agrega rodeándole el cuello con los brazos.

Gerard  sonríe y asiente suavemente como agradeciendo por la felicitación. – Muchas gracias señorita, pero en mi país las felicitaciones se acompañan de un beso-  Agrega levantando u ceja de manera picara. Luciana se burla de él soltándolo y escapándose de su agarre.- Entonces es una fortuna que no estemos en su país, porque en este  las palabras son suficientes- Responde agitando su mano fingiendo desdén.

Gerard  niega con la cabeza, pero complacido por el ingenio de su chica sonríe y le da una sugerencia con voz muy sugestiva, respaldada por ese acento francés que hace que las sensaciones que ella percibió al verlo desnudo se intensifiquen. – Es bueno aprender nuevas costumbres. Más aun de un país que piensas visitar-  Responde mientras da un paso hacia ella.

Luciana comienza a caminar en sentido contrario para alejarse sin darse cuenta que se adentra más en la habitación, ya que sus ojos se encuentran clavados en los de él. –Usted lo ha dicho señor. El que piense visitarlo no significa que pueda hacerse realidad- Responde aun con fingido desdén, pero con una suavidad en la voz que ella misma desconoce. La voz de una mujer que inicia un juego de seducción.

-Yo podría llevarte-

-¿Y por qué haría algo como eso?-

-Creo que en este mismo momento haría lo que fuera por un beso suyo- Responde justo cuando  Luciana logra interponer entre ambos una silla.  Ella sonríe y  expone de manera significativa su labio inferior mientras  levanta una ceja. Como quien se apodera de alguna información privilegiada.

- Es bueno saber que tengo tanto poder. Podría aprovecharme de usted señor-

-Nada me haría más feliz señorita- La endemoniada sonrisa vuelve a aparecer en el rostro de Gerard y Luciana tiene que  reunir toda su fuerza para que su cerebro logre formular una respuesta a tan sugerente idea.

-No soy muy buena aprovechándome de alguien. Nunca antes lo hice-  las palabras de Luciana suenan más serias dándole la importancia al verdadero significado de estas en el trasfondo de la conversación. Gerard entiende lo que ella trata de transmitirle  y aunque  en realidad nunca pensó que una mujer se debería valorar por su virginidad, agradece infinitamente saber que tan bella obra de la naturaleza continua inexplorada.

-No me importaría no ser el primero, pero espero que sea la última persona de la cual se aprovecha señorita-  Sus ojos y sus palabras transmiten una súplica amorosa tan dulce que Luciana  no puede evitar sonreír aliviada. Gerard la alcanza y le toma las manos.

*-Merci pour donner de l'amour. Je t'aime Luciana- Susurra suavemente.

Luciana cree reconocer dos palabras importantes en aquella frase, pero  antes de poder preguntar su significado, siente sobre sus labios la tibieza del aliento de Gerard que  detiene a milímetros de su boca la de él, esperando la autorización para un beso.  Ella agradecida por el respeto que le demuestra al esperar un  consentimiento le pide un último favor antes de entregarse a la miel del deseo envolviéndole el cuello con los brazos.

-Por favor enséñame Francés-


Se funden en un abrazo mientras sus bocas inician la danza de lenguas con roces suaves y succiones leves de labios. Se exploran sin prisa y sin recelo de ser descubiertos. Entregados a  la necesidad de fortalecer su amor con las caricias que solo las bocas expresan. La humedad del pecho de Gerard y las gotas que aun descienden de su pelo, mueren en la suave y delicada tela del vestido de Luciana evidenciando la falta de un corsé, ya que sus pezones señalan su excitación.

Gerard que en toda la mañana no pudo aplacar el deseo, siente como de nuevo este se apodera de él.  Lleva su mano hasta el cuello de Luciana y suavemente la desliza por su pecho hasta llegar a su turgente seno.  Ella da un respingo sorprendida y  detiene el beso. Lo mira asustada con la mente nublada por primitivos deseos y negaciones. El comprende su temor y le besa la nariz.

-Somos nosotros mi diosa. Pero solo te hare mía si tú lo deseas-

-Tengo miedo-

-Lo entiendo- Susurra suavemente casi resignado a una negación, pero alimentado por la cercanía y el aroma a fruta y miel que emana del cuerpo de Luciana.

-¿Me amas?- Pregunta ella para asegurarse de haber entendido algo de aquellas palabras. Pero principalmente para poder validar la  entrega de su cuerpo y de su amor.

-Creo que desde que te vi en la playa. ¿Y tú?-

-Te odie-

-¿Me odiaste?-

-Sí, porque en el fondo sabía que me harías amarte- Responde en un quejido y se entrega nuevamente a los brazos de Gerard que la sostienen con mayor fuerza mientras sus bocas le dan el rienda suelta al amor,  y al inicio de un siempre.

Gerard la levanta  y la lleva a la cama cuidando de no descargar en ella todo el peso de su cuerpo. Desea asegurarse que todas las sensaciones  sean para ella  gratificantes, pero sobre todo  para que ninguna incomodidad se aloje en el recuerdo tan sagrado en el que se convierte la primera vez.  Luciana se olvida de la razón y permanece inmóvil permitiendo que el deseo materialice el amor que siente por Gerard, dejando que con sus labios, él le recorra el cuello mientras con una de sus manos libres desliza una manga de su hombro liberando un seno del vestido.  Gerard llega hasta el y con una suave lamida a su pezón  envía a Luciana a un nuevo mundo de sensaciones gratificantes.



Ella invadida de placer toma entre sus manos la cabeza de Gerard y lo dirige hasta su otro seno, ansioso de tan sublimes atenciones. Él se relaja aún más, complacido por la entrega irreversible de Luciana y lo acaricia con su boca, fortaleciéndole la excitación  con un suave mordisco a lo que ella responde con un quejido de satisfacción que se convierte en música en los oídos de Gerard. Luego Se aventura a  acariciarle las piernas subiéndole el vestido, y es sorprendido por la impetuosidad de Luciana que en un ágil movimiento lo empuja de la cama mientras se deshace de su vestido  rodándolo por su cabeza. Gerard observa sentado desde el suelo con gran fascinación  los senos libres de Luciana que se encuentra sentada sobre la cama mientras lo observa con el rostro sonrojado y la respiración agitada. Le regala una sonrisa tímidamente culpable y le extiende la mano para invitarlo a subir nuevamente, Él la toma besándole el dorso y luego la palma, subiendo con suaves besos por su brazo mientras escala nuevamente en la cama. Luciana se recuesta de nuevo ansiosa de  seguir experimentando las reacciones de su cuerpo.  Gerard se concentra una vez más en saborear sus senos  mientras que ella le acaricia la espalda. El responde con un quejido que limita entre el placer y el tormento, ya que es la primera vez en cuatro años que se permite la caricia de una mujer diferente a Abigail, y se sorprende de saber que su recuerdo no es un impedimento para seguir amando a su bella diosa.

Se desliza con su boca por el abdomen de Luciana  hasta llegar al ombligo donde su lengua juega con el, enviándole un mensaje subliminal a su entrepierna  con dicho estimulo. Ella lucha con la vergüenza y el deseo mientras Gerard le retira las sencillas pantis blancas de algodón que cubre más de lo necesario.  Él le ancla los ojos mórbidamente y se humedece el labio inferior deseando besarla y prepárala para su intrusión en tan majestuosa virtud, mientras ella abre sus mulos acoplándose naturalmente para recibir el placer  de boca de Gerard.

El  toma una de sus piernas y la coloca sobre su hombro y entre besos ascendentes le susurra suaves palabras que son indescifrables para el sofocado cerebro de Luciana.

*- vous. Êtes. Une. déesse. Une. Belle. femme.-


Luego se sumerge en su candor inmaculado donde su lengua y labios son los invitados a un clítoris anfitrión. Ella se retuerce de placer pero sus ojos continúan enfocados en ese rostro pleno que se pierde en el paraíso de su intimidad y entre abre la boca  como si una extensión de ese beso se congelara en sus labios.

Sus manos libres y diestras se encargan de sus senos, apretándolos suavemente mientras se va perdiendo en enmarañadas sensaciones. Gerard saborea su candidez mientras  observa con admiración la sensualidad con la que Luciana se derrite en su boca. Esta más que listo para introducirse en ella  y marcarla como suya,  pero espera el momento adecuado y con una mano comienza a deshacerse del pantalón.  

Luciana se enciende cada vez más. Sus manos aferradas  a la sabana como quien se aferra a la vida, se preparan para ser el soporte de ese eclipse de satisfacion que comienza a formarse en su interior, hasta que Gerard con un fino  movimiento de su lengua,  la hace estallar en placer y feminidad.

Aprovecha que ella  todavía está perdida en la sensación para introducirse con determinación. Luciana apenas logra sentir algo de incomodidad ya que su  placer pulsante aun no la abandona. Él le toma el rostro entre sus manos para observarla.

-¿Estas bien?- susurra con la voz agitada.

-Mucho- Responde ella  igualmente agitada pero con una sonrisa.

Gerard cierra los ojos complacido y se concentra en sacar lo mejor de él sin lastimarla. Inicia empujando suavemente en su interior sin deslizarse fuera de ella. Esperando que se acostumbre a su presencia, pero también  lo hace para  comprimir su clítoris con el pubis y llenarla de deseo nuevamente. Luciana se hace consiente del dolor cuando su clítoris se relaja.  Pero a medida que él se mueve con suavidad,  experimenta una vez más el deseo que choca contra ella. Lo abraza con las piernas impulsándolo para que se estrelle con ese pequeño punto al que ella le restó importancia pero que él había convertido en el más satisfactorio. Ambos luchan para evitar que el dolor se adueñe de la escena, y lo logran cuando Luciana comienza a tensionarse reconociendo el inminente estallido. Gerard se acelera perdido en deseo cuando ella  gime de placer y con el último destello de razón sale de su interior para estrellarse con su pene en el clítoris y derramarse en el  pubis de Luciana.

Ambos descienden de su Nirvana pero permanecen fundidos en un abrazo enmarañado de manos y piernas. Se contemplan mientras tratan  de llevar suficiente aire a sus pulmones y se reconocen en la mirada la felicidad de la primera vez.




*Merci pour Donner de l'amour. Je t'aime Luciana:  Gracias por devolverme el amor. te amo Luciana.


*vous êtes une déesse. une belle femme : Usted es una diosa. Una hermosa mujer.


 


NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.