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domingo, 14 de septiembre de 2014

CAPITULO 21



Luciana ingresa a la casa pero se queda en la cocina partiéndose la cabeza  mientras piensa en cómo puede reunir el dinero.  Por más que lo piensa no encuentra una solución posible y tan inmediata, así que se rinde y decide subir a ver cómo va la organización del viaje, en el cual tendrá suficiente tiempo para ingeniarse una solución. Cuando se encuentra  subiendo por las escalas hacia la habitación  escucha a Scarlet que se queja.

-¡Hay Dios, NO!-

Corre como posesa tomando el bajo de su vestido para poder subir saltando  de a dos escalones y llegar a la habitación lo antes posible. Su corazón se le quiere salir imaginando que su hermana se ha lastimado en vísperas de su viaje y tendrá que cuidarla dia y noche para evitar que muera desangrada. Cuando llega al umbral ve a Scarlet que analiza el encaje de un  vestido.

-¿Que sucede?-  Pregunta contrariada.

-¡Tu vestido! –Responde Scarlet señalando un pequeño agujero en el encaje. – ¿Maya, podrías arreglarlo?- Agrega dirigiéndose a la anciana que lo toma con una sonrisa pesarosa.

-No llevare ese vestido. ¡Es de fiesta!- Responde Luciana exasperada pero con una enorme tranquilidad al ver a su hermana a salvo.

-Ya lo sé. Pero  tiene que estar listo para la fiesta- Responde con una gran sonrisa. El día que más  anhela en el año le crea gran ilusión.



Solo en ese momento Luciana recuerda que en tres semanas se realizará la fiesta de cumpleaños del Doctor Almenares, que coincide con la fecha de su graduación como médico, lo que la convierte en un gran evento de celebración y homenaje en la ciudad.

Desde hacía cuatro años, cuando Luciana obtuvo en esa fiesta el puesto como enfermera, había llevada a Scarlet a la celebración. Se sentía segura de llevarla ya que si se hacía daño  estarían rodeadas de médicos que podrían ayudarlas. Era el día más feliz de Scarlet por que podía salir al mundo y disfrutar lo que este ofrecía. Se sentía como una mujer normal aunque todos la trataban como una muñeca de cristal.

-Scarlet, No estoy segura de que podamos asistir-

-¿Qué?. ¡No!- los ojos de Scarlet comienzan a inundarse de lágrimas.

-Tienes que entender que tal vez mi viaje demore más de lo pensado. Tal vez no alcance a llegar a tiempo-

-¡Luciana sabes lo importante que es para mí!-

-Lo sé. Lo siento-  Luciana se siente mal pero  no hay nada que pueda hacer. El viaje es prioridad, porque se trata de la vida de  su hermana.

-¿Puedo ir yo sola?- Scarlet pregunta con la vaga ilusión de que se lo permita. Sabe de antemano cual es la respuesta pero quiere agotar todas las posibilidades.

-¡NO! De ningún modo. Imposible-  Contesta con determinación. Sabe que le romperá el corazón a su hermana pero no permitiría que este sola en un baile sin su protección. Scarlet comienza a llorar y sale corriendo de la habitación, dejando a Luciana con un terrible sentimiento de culpa pero decidida a no permitírselo. En su interior también desea ir a la fiesta para poder presentarle de una vez por todas a Gerard y salir de aquella angustia de amor que a diario la consume.

Se dirige a Atita que aún está en la habitación organizando el baúl. La toma de un brazo y le instruye sobre no dejar que Scarlet  acuda al baile, y de esconderle todos los vestidos  en la noche anterior a  la fiesta si ella aún no ha regresado.



En el Hospital, Gerard no puede concentrarse en vendarle el brazo a un joven campesino que se hizo la herida con un machete. Su mente y su corazón están nublados con pensamientos angustiados sobre el viaje de Luciana.  El doctor Almenares que no se pierde el espectáculo pesaroso de Gerard se acerca a él.

-Ella estará bien hijo-  Susurra cuando pasa detrás y le da una palmadita en el hombro.  Gerard sale de su ensoñación y se gira para observar a su jefe que lo mira con una pequeña sonrisa.

-Estoy preocupado. ¡Algo podría pasarle!- Por fin deja las discreciones y pone en evidencia su amor.

-Yo estaría mas preocupado por el hombre que intente sobrepasarse con ella- Ahora su sonrisa es burlona. – ¡Esa criatura es dinamita enterrada! – Agrega  y se va dejando a Gerard sonriendo y recordando a su aguerrida mujer.



Al anochecer, Luciana se embarca acompañada del doctor Caicedo rumbo a la capital. El viaje por el rio  demoraría una semana hasta llegar al puerto de Honda. Luego tendrían que ir por otros cuatro días por un camino real hasta llegar a la capital donde tendría el encuentro con Evangelina, la hermana de Aurelio el comerciante. Cuando se instala en su camarote se recuesta en la cama con un enorme agujero en el pecho. La mitad de su corazón se quedó con Scarlet y la otra mitad se quedó con Gerard, pero no puede sentir mucho dolor por que su cabeza se concentra en encontrar una solución para conseguir el dinero para recuperar las escrituras. Al dia siguiente la fuerte marea  tiene a la mayoría de los pasajeros en la barandilla deshaciéndose en vómitos, pero Luciana permanece en su habitación sollozando. No sabe por qué se siente tan agobiada, pero se siente insegura al dejar a Scarlet  y una extraña nube se cierne sobre ella y su felicidad.


Los días pasan lentamente para todos, y la luna llena es la única que los acompaña en las noches mirándolos a cada uno desde las alturas su oscuro trono, contemplándolos mientras duermen ajenos al infortunio que el destino les depara.  Gerard difícilmente puede concentrarse en su trabajo y  todos los días en la tarde va al  puerto para tener noticias del barco y su ubicación. El telegrafista le notifica por los puertos que han pasado y le asegura que en un dia estarán en el puerto de honda donde desembarcaran.  Luciana muere de aburrimiento en el viaje. Ha realizado el paseo por los pasillos un millón de veces y está al borde de la locura tan solo de escuchar la monótona platica del doctor Caicedo  que habla de muertos y técnicas de autopsia, que tan solo le arruinan el apetito a todos los que lo escuchan.

Scarlet se refugia en sus flores y paseos por el jardín.  Mantiene la esperanza de que Luciana regrese a tiempo para llevarla al baile. No concibe la idea de tener que esperar un año para salir de casa.  Las fiestas patronales también se acercan y será cuando más escondida la tendrá su hermana. El miedo a la pólvora y los miles de borrachos que deambulan por las calles hace que ella misma tema salir.

Cuando el barco llega a Honda Luciana da gracias a Dios de tocar tierra firme. Es medio dia y el sol pega fuerte en el muelle. Los coteros comienzan a desembarcar el equipaje y los baúles mientras Luciana y el doctor  Caicedo aguardan por los suyos bajo la  sombra de una vieja choza de madera; de repente, una anciana se acerca a ellos y la llama por su nombre.

-¿Es usted la señorita  Luciana Lemaitre?-

- Sí. Soy yo- Responde confundida. No conoce a nadie en Honda y nunca antes había visto aquella mujer.  La anciana al ver su desconcierto le explica que es la hermana de Aurelio y viajo desde la capital para su encuentro. Tenía  otros asuntos pendientes de los que ocuparse en el muelle y aprovecharía la ocasión para matar dos pájaros de un tiro. Luciana casi muere de felicidad al entender que su viaje no sería tan largo y que se ahorraría  ocho días de camino por tierra.

Luego de despedir al doctor Caicedo que inicia su camino a la capital, ambas mujeres se sientan en un café  para negociar e inmediatamente  llegan a un acuerdo justo para ambas. La anciana le entrega como regalo anticipado dos cajas de pino repletas con hojas de bolsas de pastor y ella le da una pañoleta de seda. Luego compra un boleto de regreso para la misma noche y va al telegrafista para enviar un mensaje anunciando su regreso, pero para su infortunio  no puede hacerlo ya que el único telegrafista del  puerto  se encuentra enfermo.


Gerard permanece en el hospital atendiendo con gran preocupación dos casos de cólera que han despertado las alarmas  en la ciudad. Aun no se declara más que un pequeño brote pero hay gran preocupación en el hospital y comienzan a prepararse para una posible epidemia.



Al anochecer Scarlet  se prepara para dormir temprano ya que no tiene a su hermana para hablar como lo hacen a diario, pero un sonido en su estómago le avisa que no quedo satisfecha con la cena. Se dirige a la cocina para buscar algo que comer y ve sobre la mesa unas deliciosas moras rojas.  Toma asiento para disfrutar del delicioso manjar y se lleva de un solo golpe tres  a la boca. Se queja cuando la dulce sensación le inunda el paladar, pero un fuerte grito  la saca de su deleite.

-¡Dios mío niña roja!-  Grita  Maya desde el umbral cuando ve a Scarlet en la mesa y una gota roja como la sangre  sale de su boca derramándose hacia su mentón. Confunde en jugo de la mora con sangre y corre hacia ella tapándole la boca con un pañuelo para evitar según ella que sangre  más.

Scarlet trata de salir de aquel fuerte agarre para explicar que se encuentra bien pero solo logra que Maya la sujete con mayor fuerza mientras llama a gritos a Atita.

-¡Corre! Busca al doctor Almenares. Dile que la niña roja está herida y sangrando- Le ordena cuando esta llega a la cocina, mientras que Scarlet pone los ojos en blanco y se resigna a permanecer amordazada sin poder explicar lo que realmente sucede.

Atita sale corriendo desesperada al hospital y llega justo en el momento en que el doctor Almenares y Gerard van saliendo agotados después de un largo dia.

-¡Dotorcito, dotorcito!- Llama Atita  desde la distancia. El  doctor Almenares inmediatamente se tensiona cuando la ve. Sabe que algo malo debe haberle  pasado a Scarlet para que ella acuda a  él tan tarde y alarmada.

-¿Que sucede?-

-¡La niña sangra, la niña sangra!- Responde agitada y entre lágrimas. Gerard la reconoce como la mujer que a diario esperaba en la puerta a Luciana y se desespera al imaginar que algo malo le ha pasado a Luciana, pero cuando está a punta de preguntarle el doctor Almenares la toma del brazo para ayudarla a subirse al coche. Luego se gira y llama a Gerard.

-Vamos doctor Decout. La hermana de Luciana está en problemas-

Suben en el coche y salen rápidamente en dirección a  la casa  Lemaitre. Atita mira a Gerard y le sonríe tímidamente. Le parece el hombre más hermoso que ha visto y no se sorprende que Luciana  se rindiera y se enamorara de aquel bello rostro.

Cuando llegan, el doctor Almenares ingresa rápidamente seguido de Gerard que por mucho tiempo ha deseado ingresar a la casa, pero nunca deseo que fuese de aquel modo. Quisiera haber conocido a la hermana de Luciana en mejores circunstancias. Cree que en algún  acto de locura la joven pudo haberse herido y esa es la razón para que estén allí.    Atita encabeza el desfile guiándolos hasta la cocina donde Scarlet permanece sentada en la silla con la boca tapada por Maya que se encuentra de pie tras ella.

Atita se ubica a un lado del umbral para dejarlos pasar, el doctor Almenares ingresa rápidamente y coloca su maletín sobre la mesa mientras que Gerard se asoma lentamente sin saber en qué estado demencial encontrara a su futura cuñada.



Enfoca su mirada en aquel rostro semicubierto y su corazón se le detiene cuando ve aquellos ojos verdes tan familiares  por los que sufrió tantos años, y aquel  cabello rojizo que tanto deseaba volver a  acariciar. Scarlet  centra su mirada en el desconocido  que aparece en la puerta  y un extraño calor le inunda el cuerpo al ver aquel hombre hermoso que la mira con desconcierto y algo más que no logra identificar. Sus ojos se quedan enganchados sin percibir lo que pasa a su alrededor dejando que el tiempo se detenga ante ellos.

Gerard permanece congelado observándola mientras que el doctor Almenares se acerca y se sienta en una silla junto a ella, pero cuando este le retira la mano con el pañuelo a Maya  para poder identificar el daño, la plenitud de aquel rostro hace que su corazón retome el galope y se desboque en  latidos. Latidos de un amor que él creía muerto y que había regresado para recordarle su promesa de amor y fidelidad eterna. Su esposa amada había logrado salir de las crueles garras del olvido y estaba acompañada de la favorecedora juventud para  que retornaran la vida que tanto habían deseado.

-¡ Oh Abigail !- Susurra  suavemente.

Corre hacia ella y se postra de rodillas a sus pies, mientras todos observan confusos aquella reacción tan impropia. Scarlet le sonríe tímidamente al sentir una extraña cosquilla en el vientre cuando él le toma la mano.  La semilla del amor comienza a germinar en su pecho  convirtiéndose en un instante  en el más esplendoroso rosal.  




Mientras tanto Luciana ingresa en su camarote feliz de emprender su regreso, pero de repente, aquella sensación es remplazada por una fuerte oleada de frio que la golpea tan fuerte que siente que su corazón se le congela. Cae de rodillas  junto a la cama y se lleva las manos al pecho para tratar de derretir el hielo que se le forma y amenaza con matarla. Casi puede sentir la  muerte que la observa con una cruel sonrisa. La sonrisa de la venganza por haberla burlado durante  tantos años.

En la gran mesa de la vida, el destino ha iniciado el juego repartiendo la baraja. La muerte alardea de su buena mano y  el amor  observa sus cartas temiendo que ha perdido  en su mas grande apuesta.






NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.

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