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domingo, 30 de marzo de 2014

CAPITULO 13




Luciana se queda inmóvil y con un suspiro asimila que ha perdido la guerra y que su corazón expuesto ha sido conquistado por Gerard.  Sabe que ha dado una buena batalla para soportar los cañonazos del amor, pero su muralla fue derribada si dejar piedra sobre piedra con aquellas palabras.

Durante años había esquivado inteligentemente a  hombres  insistentes que utilizaban bellos poemas de amor y frases exageradamente halagadoras, que tan solo la exasperaban al rayar con lo ridículo. Se sabía de memoria el soneto de  amor “El ruego encarecido” de Juan Meléndez de Valdez de tantas veces que se lo habían recitado o leído en cartas.  Había rechazado a los hombres más poderosos e influyentes, y jóvenes  con un futuro promisorio que las otras mujeres de la ciudad anhelaban, haciendo enloquecer a su madre por la manera en que los repudiaba. Llego a saber que algunos años atrás se jugaba entre los prospectos una apuesta para conquistar su corazón,  y sabía perfectamente que uno de los jóvenes que más sufrió por su belleza y rechazo tuvo que ser llevado a otra ciudad para evitar que enloqueciera de amor. Había soportado valientemente los insultos cuando se rumoraba su preferencia por mujeres y hasta una supuesta condición de vampira que evitaba a los hombres para no descubrirse como la mujer fría que era.  Su fortaleza la había protegido de todas esas arremetidas pero finalmente había sucumbido ante el poder de un hombre  joven del viejo mundo y de sonrisa perfecta.

Gerard aprovecha que tiene la guardia baja y se acerca a ella como un depredador  que tiene a su presa acorralada.   Memoriza cada uno de sus hermosos rasgos y los deposita en un lugar privilegiado de su mente, teniendo preferencia por sus voluptuosos labios. Desea que la imagen de Luciana lo acompañe cada segundo que no esté con ella. Nuevamente envuelve el brazo en la cintura de su presa aproximándola lo más cerca de él, mientras que ella lo observa fijamente a los ojos como una serpiente bajo el hipnotismo de su encantador. Él le acaricia la mejilla con la yema de los dedos confirmando la tersura de aquella piel de  porcelana, luego los desliza hasta su boca delineándole los labios  carnosos y suaves. Baja ligeramente la cabeza direccionando su boca a la de Luciana pero deteniéndose a tan solo centímetros como quien pide permiso. Ella se rinde ante la proximidad de Gerard, pero sobre todo, a la sensación de seguridad que le ofrecen sus brazos. Estaba acostumbrada a proteger, pero por primera vez en su vida sentía que era ella la protegida. Levanta la cabeza y  cierra los ojos para encontrarse con la boca de que la espera ansiosa.

Insegura de como desenvolverse en su primer beso, permanece con los labios entreabiertos dejando un pequeño espacio entre ellos, permitiendo la entrada de aire a sus pulmones para no morir sofocada  por el calor y el fuerte abrazo de Gerard. El deposita ligeramente sus labios en los de ella en un acople perfecto, rozándolos suavemente de un lado al otro causando un fuerte cosquilleo en ambos,  que se les extiende desde los labios  al resto del cuerpo.  Finalmente se detiene en la comisura derecha de su boca depositando un casto beso e invocando con un  ronroneo su nombre.

-Luciana……Luciana-

Ella solo deja escapar un gemido   y lucha por no desvanecerse bajo las nuevas sensaciones que su cuerpo experimenta. Gerard al notar su debilidad  la estrecha más hacia él sosteniéndola con ambos brazos.  Centra sus labios en los de ella y le da rienda suelta a un beso  suave y tierno desprendiéndose de un pasado tormentoso mientras que ella se desprende de sus prejuicios. Él adquiere  la consciencia  de que el destino lo llevo hasta ella para curar su corazón, y ella de que él fue creado para poner a funcionar el suyo. Sus bocas se alimentan de ese mágico momento y con sus lenguas atan el lazo del amor que los uniría desde ese dia.

 Separan ligeramente sus labios para llevar un poco de aire a sus pulmones, Gerard apoya la frente en la de Luciana y le susurra su fanatismo.

-Te necesito Luciana. Nunca más te alejes de mí-

Pera antes de que Luciana pueda entregar su respuesta los sentidos vuelven de nuevo a ellos para advertirles sobre el sonido de una puerta que se abre. Él la libera justo en el momento que el doctor Almenares sale de su consultorio.

-Doctor Decout y señorita Lemeitre- Exclama con recelo en la mirada.- ¿Ya terminaron el recorrido y las instrucciones?- Pregunta evaluando los rostros de los sorprendidos enamorados.

- No señor- Responde Luciana con la voz entrecortada tratando de disimular el nerviosismo que le genera la mirada especulativa del doctor.- Aun falta mostrarle los pabellones de los adultos y algunas áreas de menor importancia como el cuarto de limpieza. Pero ya conoce su consultorio y la mayoría de tareas-  Agrega fijando la mirada en el piso para evitar sentir mayor vergüenza. Gerard tan solo se queda observando a Luciana aun perdido en el momento y absorbiendo la felicidad que su encuentro le genera.

-Está bien- Asiente y luego se dirige a Gerard que tiene que agitar un poco la cabeza para sacudir sus pensamientos y concentrarse en el pedido del doctor Almenares. –Acompáñeme doctor Decout, quisiera presentarle a sus colegas- Agrega  invitándolo a seguir al consultorio. Luciana  murmura un permiso y  se gira para salir tan rápido como el vestido le permite, mientras que Gerard observa de reojo como se aleja por el pasillo. Ingresa al consultorio y solo en ese momento  los sentimientos felices son remplazados por la preocupación al no ver ninguna persona más en la habiacion. Sabe que el encuentro con Luciana fue fácilmente percibido por su nuevo  tutor.




Ambos toman asiento en el escritorio y Gerard se prepara para ser despedido en su primer día, más preocupado por el futuro de Luciana que el propio. El doctor se sienta y coloca ambas palmas sobre la mesa y se inclina hacia Gerard con mirada inquisitiva pero amistosa.

-¿Cómo estuvo su recorrido por el hospital?-

-Muy bien, es un lugar pequeño comparado con los hospitales de Francia. Pero se nota que ha sido administrado eficientemente- Responde buscando que el halago borre la suspicacia en el rostro del doctor Almenares.

-¿Y cómo le fue con la señorita Lemaitre?- Pregunta inclinando la cabeza hacia un lado.

-Creo que bien- Responde  acomodándose de nuevo en su silla. Sabe que no pudo haber visto el beso, pero sí pudo haber notado que algo pasaba entre ellos, y trata de justificar su cercanía para evitar alguna represaría contra Luciana.   –Me acerque a ella para revisarla y cerciórame de que no padeciera algún resfriado. Pero creo que está en perfectas condiciones- Exclama tratando de parecer indiferente y enfatizando en la palabra “revisarla”.

El doctor Almenares lo mira fijamente como esperando algo más en la explicación de Gerard, pero cuando se da cuenta de la actitud impasible  que adopta, sabe que no le revelara lo que para él es obvio.

-Déjeme advertirle algo doctor Decout-  Exclama luego de una respiración profunda como para darse fuerzas y dejar salir las palabras. Se apoya en el respaldar de la silla, mientras que Gerard se tensiona por la reprimenda.

-Muchos han intentado revisar a Luciana. Pero todos han fallado estrepitosamente- Murmura en tono preocupado, enfatizando la misma palabra que Gerard. –  Algunos no podrían vivir sin amor y en eso me incluyo, pero ella pareciera que le temiera más que a la propia muerte- Agrega con tristeza.

Gerard frunce el ceño confundido al darse cuenta que no es una amenaza para evitar lastimar a Luciana. Es un consejo para  evitar salir lastimado.  Por su mente pasan un sinfín de ideas buscando una explicación hasta que una de ellas parece ser la más probable.

-¿Está enferma?- Pregunta llevándose  vagamente la mano a la cabeza haciendo referencia a la locura. Conoce muy poco a su diosa de agua, y la ternura y altanería intermitentes que ha podido percibir en ella podrían ser síntomas de una enfermedad mental.  Su corazón galopa como caballo desbocado  ante la posibilidad de haberse enamorado de una psiquiátrica, pero su tortura se acaba con la risa burlona del doctor Almenares.

-¡Claro que no hijo!- A asegura categóricamente. – Luciana es la segunda mujer más cuerda e inteligente que conozco-

Gerard suelta un suspiro de alivio y se llena de orgullo al saber que su diosa esta en tan buen concepto en el respetable  doctor Almenares, pero continua tensionado por el consejo. Observa al doctor buscando más información para ordenas sus ideas.

-¿Me quiere decir que ella nunca ha tenido pretendientes?- Pregunta incrédulo. Luciana es una mujer hermosa, y por valoración del mismo doctor es inteligente y no está loca.

-Luciana es la enfermedad en si misma- Agrega con tono serio  aclarándole a Gerard el panorama-  Ataca el corazón y los dolientes sufren terribles fiebres de amor-

-Gracias doctor por el consejo, pero no creo que ella pueda matarme. Estoy seguro de que ambos sufrimos la misma dolencia-

-Eso espero Gerard, no me gustaría dejar morir un médico de su talla a manos de una hermosa enfermera como la señorita Lemaitre- 

-Gracias doctor por el consejo y espero no le incomode que yo corteje a Luciana. Estoy muy interesado en ella y mis intenciones son honorables-

- Me parece bien, ahora que el asunto queda claro concentremos en los asuntos médicos-  Murmura levantándose de la silla y encaminándose a la puerta. –Acompáñeme y conozca a sus colegas-   

Gerard se levanta y lo sigue tranquilo al obtener el consentimiento del jefe del hospital. Pero una duda lo asalta y la curiosidad le pica.

-Si Luciana es la segunda mujer más cuerda e inteligente que conoce. ¿Me podría decir quién es la primera?-

El doctor Almenares lo observa y con una risa burlona le da la respuesta.

-¡Pues mi mujer doctor Decout, pero ella no puede saberlo!- Contesta  y ambos ríen con la broma a cuenta de la señora Almenares.



__________________________________________________



Luego de dejar a Gerard en el consultorio, Luciana corre al cuarto de limpieza donde los instrumentos utilizados en la cirugía la esperan para ser limpiados.   Se encierra  angustiada por las consecuencias de aquella muestra de amor a la vista del doctor Almenares, pero el sentimiento que domina su pecho es la felicidad.  Se toca los labios recordando el beso y cierra los ojos para magnificar la sensación mientras se recuesta en la puerta. Siempre había visto ese símbolo de afecto como algo engorroso y hasta poco higiénico, pero por fin entendía las maravillas  que producía.  No estaba segura de haber respondido adecuadamente, lo único de lo que estaba segura,  era que quería repetir aquella sensación en los labios mientras era rodeada por los brazos de Gerard.  Un leve empujón en la puerta la tira hacia adelante y  la saca de  su ensueño. Toma el domo de la puerta y la abre dejando entrar a Abril con una bandeja llena de instrumentos aun sucios.

-Sería muy bueno que me ayudaras Luciana. El que estés perdidamente enamorada no te libera de tus obligaciones- Declara burlona mientras deposita la bandeja sobre la mesa.

-No seas ridícula. ¿De dónde sacas que yo estoy perdidamente en enamorada?-  Balbucea  acercándose a la mesa y tratando de esconder su euforia.

-Probablemente del brillo de tus ojos y el rubor en tus mejillas cuando estás cerca del doctor Decout- La provoca alzando una ceja y haciendo jarras con sus brazos en la cintura. Luciana suelta un suspiro he intenta manejar la situación con Abril. La adora porque para ella es casi una hermana, pero sabe que puede ser una hermana terriblemente indiscreta.

-Con respecto a eso quisiera aclarar  algo-  Murmura angustiada sin dejar de observar la mesa y sin saber cómo explicarlo.

-Nuevamente te digo que no te preocupes. Yo seré una tumba, pero ustedes deben ser más discretos-  La tranquiliza sabiendo que para Luciana es un paso gigantesco el aceptar el amor en su vida.

-Gracias, pero no estoy segura de que haya algo que ocultar- No sabe cómo será  la relación con Gerard y tampoco sabe si será despedida por comportamiento poco decente.

-¿Qué quieres decir?- Pregunta tomándola de las manos para que queden frente a frente y poder evaluar el rostro de Luciana.

- Lo conozco hace muy poco, si es que se puede decir que lo conozco. Además, no se cuales sean sus intenciones y yo no me dejare deslumbrar por su posición-

-Ummm te entiendo- Responde Abril analizando la situación. – Pero creí que lo conocías bien por la manera en que se miran- Agrega  transportando a Luciana al baño de Petra donde conoció todas las partes de Gerard. El calor abrazador le consume el cuerpo y tiene que abanicarse con la mano.

- No mucho. Solo nos hemos visto tres veces- responde con la voz entrecortada y luego se rectifica. - Hoy  serian cuatro.

-Está bien, pero sería bueno que te costumbres a su presencia. ¡Desde el lunes lo verás todos los días!-

-¡Lo sé, y será muy difícil para mí!- Se queja y se abanica nuevamente tratando de controlar su cuerpo delator.

-Tienes este fin de semana para analizar la situación. Piensa si quieres dejarlo entrar en tu vida o si prefieres desecharlo al igual que los demás. Si te inclinas por aceptarlo, conocerás las mieles del amor y serás menos agria. Pero se lo rechazas tendrás que fundirte por siempre en la amargura desde tu casa para evitarlo-

Luciana suelta un bufido ante el consejo de Abril sabiendo que tiene razón. Esas son las únicas opciones que tiene, aunque  su corazón ya se inclina ante el deseo y le advierte su intención de regresar el  lunes  al hospital.

-Lo pensare, pero ahora concentrémonos en limpiar- Se limita a contestar  y amabas inician su rutia de limpieza mientras que en el pabellón de Hombres Gerard es presentado al doctor Caicedo y el doctor Bernal.


A las siete de la noche ambas han terminado de limpiar y  Luciana sale apresurada de su turno para evitar un nuevo encuentro con Gerard. Para su fortuna, él se encuentra aún reunido con los demás doctores del hospital en el consultorio, discutiendo técnicas quirúrgicas y modernos tratamientos de las enfermedades más comunes de la región. Gerard los actualiza a pesar de que lleva más de cuatros años sin ejercer la medicina, lo que evidencia el retraso en los avances médicos en el nuevo mundo y en una ciudad costera tan alejada de la capital.

Camina apresuradamente para llegar a la casa y evitar ser alcanzada por Gerard en caso de que lograra salir de la reunión.  Necesita la tranquilidad que su hogar le ofrece para procesar con calma la nueva  oportunidad que la vida le presenta, donde el amor es el protagonista.  Se relaja cuando ve a Atita que la espera en el portón al igual que la esperaba en el amanecer. Ambas discuten sobre la cena y al ingresar Luciana se relaja sentándose en la silla mecedora en la que su madre acostumbraba leer. Concentra su mirada en los arcos de piedra que  rodean el patio, sin dejarse inquietar por las grietas y fisuras que delatan el mal estado de la casa que un dia fue la envidia de la ciudad por su belleza. Su mente tan solo  le presenta una y otra vez la escena del beso enajenándola del resto del mundo y sus problemas.

Scarlet regresa del jardín donde se encontraba limpiando sus flores con el aceite de coco. Se acerca a Luciana que permanece en la mecedora distraída en sus pensamientos y ajena a su presencia.

-Hola Luciana, ¿Que  tal estuvo  tu primer dia y tu primer cirugía?- Pregunta tratando de regresarla nuevamente a la tierra desde la nube en que se encuentra.

- Estuvo bien- Responde sorprendida y se levanta de la silla. – Voy a comer  y luego iré a dormir. Estoy muy cansada- Agrega alejándose de Scarlet y ocultándole la mirada. Pero ella la toma del brazo y con la otra mano le toma  la barbilla  para mirarla a los ojos.

-¡Lo viste!- Exclama con emoción al contemplar ese brillo extraño que solo tiene su hermana cuando ve a su  misterioso hombre. Luciana suelta un bufido y pone los ojos en blanco por la frustración  de ser descubierta una vez más. Entiende que Abril y el doctor Almenares lo descubrieran por haber presenciado su encuentro, pero  que su Scarlet  lo descubriera con tan solo verla la desconcierta.

-Si- responde resignada.

-¡Oh Dios mío que emoción!- Chilla mientras salta alrededor de Luciana. -¿Que te dijo?-

-Se disculpó por su comportamiento- Responde y le esquiva la mirada una vez más para no delatarse al recordar el beso.

-¿Quién es él? ¡Tienes que decírmelo! - Le suplica Scarlet  con la exaltación a flor de piel. Luciana se queda un segundo paralizada sin saber cuál respuesta darle. Piensa que si le dice que es un medico con el que compartirá sus días en el hospital no podrá evitar la intensidad y las preguntas a diario de Scarlet. Entonces recuerda las palabras con las que fue conquistada y le da una respuesta.

-Es un marinero-





  
 EL RUEGO ENCARECIDO
         SONETO



Deja ya la cabaña, mi pastora;  
 déjala, mi regalo y gloria mía;  
 ven, que ya en el oriente raya el día,  
 y el sol las cumbres de los montes dora.  


 Ven, y al humilde pecho que te adora, 
 torna con tu presencia la alegría.  
 ¡Ay!, que tardas, y el alma desconfía;  
 ¡ay!, ven, y alivia mi pesar, señora.  


 Tejida una guirnalda de mil flores  
 y una fragante delicada rosa 
 te tengo, Filis, ya para en llegando.  


 Darételas cantando mil amores,  
 darételas, mi bien; y tú amorosa  
 un beso me darás sabroso y blando.


JUAN MELENDEZ VALDEZ


NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.



domingo, 23 de marzo de 2014

CAPITULO 12



-¿De qué hablas, quien es Gerard y porque no dejas que toque?-Pregunta Abril sorprendida por la reacción de Luciana mientras le sostiene su mano.

-Ven, vámonos- Susurra Luciana desesperada e intentando alejar a su compañera de la puerta. No entiende por qué Gerard está con el doctor y cuáles sean sus intenciones. Una idea fugaz se le cruzó por la mente… Probablemente ha venido a buscarla. Pensar en esa posibilidad la asusta y aunque no lo acepte, la alaga.

-¡Qué!, ¿estás loca?-Abril chilla e inmediatamente Luciana se llevó un dedo a la boca suplicando su silencio y tratando de alejarla más de la puerta.

-Cállate y ven conmigo, luego te lo explico-Susurra aún más bajo arrastrándola por el pasillo, pero a tan sólo cinco pasos de su huida la puerta tras ellas se abre.

-Aquí están- La voz del doctor Almenares las detiene. Abril se gira y le regala un asentimiento de cabeza, pero Luciana permanecer inmóvil en su lugar, aterrada por la inminente reunión. –Sigan por favor, hay algo que deseo informarles- Agrega  desde el umbral con la puerta entreabierta.

Abril inicia obediente su camino hacia el consultorio, pero Luciana continúa estática en su lugar sin saber qué hacer para evadir la situación, pues sabe que en cuanto ingrese la reconocerá. Había decidido olvidarse de él después de su último encuentro y evitar cualquier tipo de contacto, porque no podría soportar una humillación más por parte del único hombre que lograba despertar en ella una extraña emoción. Un sentimiento  tan fuerte que lograba estremecer los cimientos de la muralla que ella había levantado para protegerse del amor.

-¿Señorita Lemaitre?- Llama el doctor al ver que ella no reacciona. Luciana arruga la cara por el dolor que le causa tener que recurrir a la única opción que le queda. Debe salir corriendo del lugar y afrontar las consecuencias de su decisión. Debe huir aunque esto le cueste su nuevo oficio, o incluso su empleo. Se recoge con las manos a la altura de sus muslos la túnica y la enagua para poder hacer una mejor carrera, pero la razón interviene acompañada de la lucidez y  le envía una idea como salvavidas para ayudarla en el mar de angustia en el que se ahoga.

Saca del bolsillo del delantal el tapabocas que había utilizado previamente en la cirugía y se lo coloca. Piensa que con su cabello recogido bajo el tocado blanco y con el rostro parcialmente cubierto no le sería fácil reconocerla. De esa manera, lograría superar la situación y saber qué hacía él en el hospital. Se gira e inicia su camino a pesar de que sus piernas son como dos barras de gelatina,  ve como Abril ingresa al consultorio mientras que el doctor sostiene la puerta y la observa desde el umbral con el ceño fruncido.

-¿Que sucede Luciana?- Pregunta confundido el doctor al ver su extraño comportamiento y la palidez en su rostro. -¿Por qué llevas el tapabocas puesto?-

-Creo que estoy enfermando-  Responde al acercarse. Cuando llega al umbral, puede ver a Gerard sentando en una de las sillas de espaldas a la puerta, golpeando rítmicamente los dedos en el respaldo de los brazos de la silla.  – No quisiera contagiar a nadie y por eso lo llevo puesto- Agrega con pánico en la voz por la visión, lo que interpreta el doctor como un síntoma de la fingida enfermedad. No discute por ello porque está convencido de que ella sabe manejar a la perfección la asepsia y desinfección, y mejor aún el control de infecciones.

-Está bien, solo quiero informarlas sobre un anuncio que hice ayer en el cual no estaban presentes-Exclama el doctor permitiéndole la entrada a Luciana y cerrando la puerta. Abril se encuentra en una esquina de la habitación observando con ojos ilusionados a Gerard y con la boca ligeramente abierta,
lo que hace que Luciana recobre el color de sus mejillas por el coraje que le da la reacción de su compañera, pues pareciera que deseara rendirse a los pies de Gerard. Piensa que es algo muy impropio de una señorita decente, pero en realidad, son los celos los que se hacen presentes en sus mejillas.

Gerard se gira hacia Abril desde su silla y le regala una sonrisa incomoda con los labios planos,  por la forma en que la joven lo observa, ya que podría ser perjudicial para él que su nuevo tutor lo notara mientras hace su camino al escritorio, luego se gira un poco más para encontrar a la otra auxiliar de enfermería de las cuales han estado hablando en los últimos minutos. Cuando Luciana se da cuenta, baja la cabeza y clava su mirada en el piso mientras se posiciona al lado de Abril  tratando de ocultarse tras ella.

-Como venía diciéndole doctor Decout, ellas son las unicas auxiliares que no pertenecen a la comunidad de hermanas de la misericordia- Declara el doctor Almenares tomando su lugar en el escritorio. Gerard se levanta de su silla y le extiende la mano a Abril, pero su atención se concentra en el ser  tras ella. Un extraño aleteo en el estómago le advierte sobre la importancia  de la misteriosa mujer.

 -Mucho gusto señorita.  Gerard Decout-

-Encantada de conocerlo doctor. Mi nombre es Abril Valdivieso- Se presenta con una sonrisa nerviosa y coqueta de ratón, que hace que Luciana suelte un pequeño bufido de irritación. Gesto que no pasa de ser percibido por Gerard que aún mantiene la mirada fija en ella.   Le suelta la mano a Abril y se la ofrece a Luciana intentando descubrir el misterio que la rodea.

-Mucho gusto señorita.  Gerard Decout- Reitera su presentación.


-Luciana Lemaitre- Se limita a contestar en un susurro, fingiendo irritación en la voz y con la mirada clavada en el suelo, pero cuando sus manos se tocan el extraño hormigueo de la primera vez vuelve a invadirlos. Aquella sensación y escucharle el nombre que le dio Cedric revelan ante Gerard la verdadera identidad de la misteriosa enfermera; ¡Ella es su diosa de Agua!

Gerard aprieta fuertemente la mano de Luciana en la suya. Esta más allá de la felicidad por encontrarla una vez más y teme que nuevamente se le escape entre los dedos. Por fin todas las piezas caen en su lugar. Luciana levanta la cabeza  extasiada por la sensación y ambos se eclipsan cuando sus miradas se encuentran. Están completamente perdidos en los ojos del otro, en el deseo, en el recuerdo de sus cortos instantes a solas.  Él tiene que reprimir el deseo intenso de tomarla entre sus brazos para no escandalizar a los presentes, mientras que ella hiperventila a través del tapabocas tratando de llevar aire fresco a sus pulmones.

-la señorita Lemaitre se encuentra enferma. Sabrá usted disculpar que lleve el tapabocas puesto- La voz del doctor Almenares rompe la magia del momento, y Luciana se aferra a ese instante de lucidez para retirar la mano y volver a posicionarse tras abril. La conmoción no le permite darse cuenta que ha sido descubierta. Gerard inhala profundamente para recobrar la compostura y no delatarse ante su nuevo tutor. Toma de nuevo asiento y trata de permanecer impasible. Sabe que tendrá la oportunidad de hablar con ella a solas y con mayor tranquilidad.

-Señoritas, él es el doctor Gerard Decout, y desde el lunes trabajará en este hospital para reemplazar al doctor Caicedo que tan solo se ocupará de la morgue- Las palabras del Doctor Almenares drenan toda la energía de Luciana y hacen que se tambalee por la angustia de no poder evadir con éxito por más tiempo a Gerard. Tienen que dar un paso hacia atrás y sostenerse del hombro de abril para evitar caer por la impresión. –Espero que sean con él igual de diligentes y lo hagan sentir bienvenido. Complacido de trabajar en este humilde hospital- Agrega.


- Estoy más que feliz en este momento- Exclama Gerard.

-¡Perfecto!- Vitorea el doctor Almenares levantándose de su silla y dirigiendo luego sus palabras a Abril - Señorita Valdivieso, ¿Podría llevar al doctor Decout a conocer las instalaciones del hospital?-  Y antes de que ella pueda responder Luciana se disculpa para salir corriendo del lugar y evitar derrumbarse. – Con permiso- Murmura y emprende su camino, pero antes de llegar a la puerta su peor temor se hace realidad dejándola congelada.


-Si no le importa doctor Almenares me gustaría que Luciana me acompañarán en el recorrido- La voz de Gerard es aterciopelada y llena de entusiasmo. Abril no puede evitar una mueca de disgusto, mientras que el doctor pregunta confundido la razón.

-Claro que no, pero me gustaría entender su preferencia por la señorita Lemaitre-

-No es ninguna preferencia estimado doctor- Miente haciendo una pequeña reverencia  a Abril para no incomodarla con el rechazo de su compañía-   Pero la conocí antes y me sentiría en más confianza con ella-  Agrega con un tono sugerente que hace estremecer a Luciana.

-¿Ya se conocían?- pide el doctor y alza las cejas  sorprendido. Luciana se gira angustiada al darse cuenta de que ha sido descubierta. Pero lo que más la mortifica, es la explicación que él pueda ofrecer a la forma y los lugares en los que se han encontrado. En el primer encuentro en la playa ella llevaba muy poca ropa, en el segundo era él quien estaba totalmente desnudo, y el tercero sucedió en la puerta del lugar más vetado en la ciudad.  Ella  lo mira con ojos suplicantes, haciendo que Gerard comparta su angustia. No desea verla tan mortificada, y mucho menos por su causa.

-Me hospedó en la casa de Petra. La conocía allí cuando entregaba algunas flores- Responde rápidamente y Luciana suelta suspiro de alivio al escuchar la sabia respuesta. Ahora su mirada sólo refleja gratitud mezclada con admiración.

-Está bien- asiente el doctor Almenares hacia Gerard satisfecho con aquella respuesta. Luego se dirige a Luciana para darle las indicaciones. -Por favor señorita Lemaitre,  acompañe al doctor y dele un recorrido por todo el hospital, asegúrese de que conozca todos los menesteres de la institución y por último déjelo instalado en el antiguo consultorio del doctor Caicedo-

-Pero señor, no creo que sea buena idea acompañar al ilustre doctor Decout - Responde Luciana pronunciando con sarcasmo bien disimulado sus últimas tres palabras. Sin embargo, Gerard que es plenamente consciente del juego logra identificarlo.

-¿Por qué no Luciana?- Se apresura a preguntar a sabiendas de que ella no podría entregar una excusa válida sin ponerse al descubierto, pero ella lo deja sorprendido por su astucia.

- Me siento un poco enferma en este momento. Podría contagiarlo- Ella lo observa desafiante por encima del tapabocas y sus palabras nuevamente destilan ironía, pero él no está dispuesto a dejarse sacar del juego y hace su jugada dejando en jaque a Luciana.

-No me preocupa. De hecho podría revisarla y convertirla en mi primer paciente- Responde con la sonrisa endiablada que  deja al descubierto sus dientes perfectos y hace que sus ojos se llenen de picardía. Luciana se queda  inmóvil en su lugar, hipnotizada  por la carnalidad de aquel gesto exclusivo para ella. Su memoria le recuerda la ocasión en que vio por primera vez aquella sonrisa, cuando lo encontró totalmente desnudo en el baño de Petra. Nuevamente el fuego abrasador le consume el cuerpo y el calor asfixiante hace que tenga que retirarse el tapabocas.

El corazón de Gerard estalla en júbilo al ver aquella reacción. La certeza de ser él  quien la provoca lo llena de optimismo en su tarea de conquistarla. Está decidido en hacer lo que sea necesario para que ella no disculpe y lo acepte.

-Entonces no se diga más. Acompañe al buen doctor y póngase en sus manos, él sabrá cómo tratarla- sentencia el doctor Almenares haciendo su camino a la puerta. La abre e invita a todos a salir de ella con una disculpa.- Ahora sí me lo permiten tengo mucho trabajo por hacer-

Luciana se gira frustrada y sale como un rayo por la puerta, pero en segundos es alcanzada por Gerard y su sonrisa triunfante. Mientras tanto Abril se queda confundida en el umbral observando cómo ambos se alejan por el pasillo y finalmente se encoge de hombros vencida por la ignorancia.

-¿Luciana?- él la llama pero ella no se detiene. Por el contrario agiliza el paso a punto de correr.

-Luciana- intenta nuevamente  obtener su atención y su diversión es remplazada por la preocupación.

-Comenzaremos por el  ala izquierda del hospital, allí se encuentran dos salas de procedimientos, un cuarto de limpieza, el almacén de medicamentos y su nuevo consultorio- Responde fría y distante, tratando de reforzar la muralla que protege su corazón.

-Primero debemos hablar -Pide Gerard indeciso de tomarla por el brazo para detenerla.

-Es lo que estamos haciendo Doctor- gruñe Luciana.

-Hablar de nosotros-   Aclara en una pequeña súplica.

-No hay un nosotros-

-Eso puede corregirse- declara y la toma por el brazo, lo que hace que ella se gire bruscamente haciendo que sus cuerpos choquen. Están tan cerca que pueden sentir el aliento del otro sobre sus labios. Gerard coloca su otra mano en la cintura de Luciana para asegurarla y evitar que corra de nuevo.

-No te imaginas lo mucho que deseaba verte- Le susurra mirándola fijamente a los ojos para demostrarle la sinceridad de sus palabras.

-¿Para qué?- jadea por la cercanía que la consume y luchando por mantener la cordura  entre los brazos de Gerard.

-Necesitaba hablar contigo-


-¿Acaso no ha terminado de ofenderme?- Le recrimina desafiante pero sobre todo muy dolida. Gerard cierra los ojos culpable con el reproche que bien merecido tiene por la manera en que la trató  la madrugada del lunes.

-Lo lamento mucho, fui un estúpido- Responde afianzando aún más su agarre.- Quería pedirle mis más sinceras disculpas por mi comportamiento-  desliza hacia su rostro la mano con la que le sostenía el brazo, y con los nudillos le acaricia las mejillas. Luciana permanece inmóvil una vez más, hipnotizada por la mirada de Gerard sintiendo como la suave caricia le genera una pequeña grieta en la muralla que rodea su corazón.  Permanecen allí, devorándose con los ojos como si el mundo no existiera, como si tan solo ellos y sus deseos habitaran la tierra. Gerard desvía su mirada hacia la apetitosa boca de Luciana ansioso de posar sus labios en los de ella, tal como lo imaginaba en sus sueños desde que la descubrió en la playa. Luciana cierra los ojos rindiéndose ante el deseo y esperando  su primer beso. Un beso que anhelaba por más que quisiera ocultarlo.

-¡Ahora entiendo la preferencia!-  La voz quejumbrosa de Abril los toma por sorpresa. Luciana se libera de los brazos de Gerard y se apresura hacia su amiga que la mira con desaprobación y con las manos en la cintura.

-Abril no es lo que te imaginas, yo..- Se queda sin palabras para explicar la incomoda situación. El corazón le palpita tan fuerte que le retumba en los oídos y el aire comienza a faltarle por la desesperación de sentirse descubierta. Abril se acerca a ella y retira sus manos de la cintura para tomar entre las suyas las manos de Luciana. Esboza una sonrisa casi imperceptible y le ofrece su complicidad.

-No te preocupes- Susurra  y le guiña el ojo.- ya sabía yo que tu distracción en las últimas semanas tenia nombre-

-¡Te juro que no es lo  que te imaginas!-

-No tengo que imaginarme nada, lo que vi me lo dejo muy claro- Se burla mientras que Luciana se  tapa las manos con ambas manos ahogando su grito de vergüenza.

-Por favor Abril, no digas nada. No quiero meter en problemas a Luciana- Suplica Gerard  acercándose a ellas. – me iré de este hospital de ser necesario.

-No se preocupen por mí. Más bien deberían preocuparse por no ser descubiertos. Alguna monjita mojigata podría pasar y verlos- Replica mirando hacia ambos lados del corredor.

-Muchas gracias-  exclama Gerard- Seremos más cuidadosos-

-¡Nada de eso!-  Protesta Luciana descubriéndose el rostro. – ¡Tan solo déjeme en paz!- Le grita a Gerard y continua su camino, dejándolo aturdido y descolocado por el cambio de actitud. Paso de ser una tierna y dulce dama entre sus brazos, para convertirse en mujer fría e insensible que huye de él.

Abril suelta un bufido, se cruza de brazos y niega con la cabeza mientras observa como Luciana se aleja por el pasillo. Luego se gira hacia Gerard que permanece     aun confundido y le regala un consejo acompañado de una sonrisa compasiva.

-Es un hueso duro de roer, pero si insiste ella terminara rendida a sus encantos-  Se gira nuevamente devolviéndose por el pasillo dejando solo a Gerard. El toma el consejo y sale corriendo una vez más para alcanzarla.


-Luciana espere por favor- Grita tras ella. No esta dispuesto a perder una vez más en el amor. No sí su amor es correspondido, y esta tan seguro como que el infierno es caliente, de que ella le corresponde. Sólo debe encontrar la manera de perforar la coraza que envuelve sus sentimientos. Luciana llega al final del pasillo y saca del bolsillo de su delantal un manojo de llaves unidas por un aro de metal. Selecciona una de ellas y abre la puerta justo cuando Gerard la alcanza.

-Esta es la sala de procedimientos principal, esta totalmente equipada con anestésicos e instrumentos. Aquí se realizan las cirugías más complejas-  Ella recita la información monótonamente desde el umbral de la habitación. El le hecha un vistazo rápido para complacerla, totalmente consiente de la actitud impersonal y distante que ella toma para realizar la tarea que le encomendó el doctor Almenarez.

- En realidad lamentó mucho haberte ofendido-  Murmura centrando de nuevo su atención en ella, pero Luciana tan solo le devuelve una mirada impasible y cierra la puerta bruscamente frente a él. Retoma su camino sin decir una palabra y unos metros más allá abre la siguiente puerta quedándose de nuevo en el umbral.

- Esta es la sala de procedimientos auxiliar, aquí se realizan procedimientos más sencillos y y ayudamos a mujeres con partos complicados- Murmura igual de distante. Gerard asiente sin mirar la habitación, toda su atención concentrada en ella para tratar de identificar un punto débil por el cual penetrar. Ella vuelve a darle el portazo frente a la cara y continúa caminando rápidamente por el pasillo. Llega a la tercera puerta y repite la rutina.

-Esta es la bodega de medicamentos, tenemos gran variedad de remedios, algunos fabricados aquí pero la gran mayoría son traídos en barcos desde Europa-

Gerard se posiciona justo debajo de la puerta para echar un vistazo. Utiliza esa maniobra para medir la rabia y desprecio de Luciana. Si intenta cerrar la puerta de la misma forma no podría evitar golpearlo.  Se gira en su eje hacia ella y arremete contra la coraza que la envuelve.

- Se que fui un idiota. Por favor perdóneme.- Se arriesga a ser golpeado con la puerta pero para su fortuna ella se queda inmóvil en su lugar  con la mirada fija en fondo de la habitación. Luciana  lucha en su interior para resistir cada arremetida, curando cada grieta en la muralla que la protege. No se atreve a mirarlo para no volver a caer en el encanto de su sonrisa. Espera pacientemente que él salga para cerrar de nuevo la puerta. Pasan los segundos y permanecen en su lugar librando aquella batalla silenciosa, hasta que Luciana se rinde, se gira y camina por el pasillo dejándolo en el umbral.

-Por favor cierre la puerta cuando salga-  Refunfuña frustrada con ella misma al ceder. Gerard encuentra su punto débil y comienza a idear la forma de escarbar para salir al otro lado. Donde los sentimientos de la diosa descansan. Descubrió que por mas enojada que esté, es una mujer educada y él sacara provecho de eso.

-¿Lo ve? Hablarme no produce dolor-

"Pero que usted lo haga si me lo produce" Piensa Luciana mientras camina hacia otra puerta. La abre y entra quedándose en la mitad esperando que Gerard la alcance. Cuando él sé para a su lado ella comienza su discurso.

- Este será su consultorio. Como podrá ver, tiene un escritorio, una vitrina con medicamentos esenciales, una camilla y una pequeña biblioteca con compendios médicos. Además, tiene vista a la calle principal- Recita señalando cada uno de los elementos que menciona. - si necesita algo más debe solicitarlo a la madre superiora.

-También  debo pedirle a ella su perdón?- Intenta de nuevo y hace su jugada. - Es de mal educación no responder a una disculpa-

Luciana lo observa mortificada y responde. -No se preocupe doctor, no me sentí ofendida-  Miente y adopta un aire de grandeza  cuando le expresa su supuesta indiferencia.-  La patada se recibe dependiendo del.....-

-...asno del que provenga-  La acompaña Gerard para terminar la oración. -El problema es que yo deseó ser su asno favorito- Agrega disparando su fascinante sonrisa. Luciana siente como aquellas dulces palabras son una fuerte cincelada en su corazón. Luego él coloca las manos con las palmas hacia el frente sobre sus orejas simulando las de un burro e imita al animal en mención.

-yggggghaaaa- Rebuzna.

Luciana tiene que morderse los labios para evitar sonreír y darle la victoria. Sale disparada de la habitación y el la sigue feliz  consciente de que logro debilitar su fortaleza. Ella  camina apresuradamente intentando dejarlo atrás para darse tiempo y recomponerse.

- Por favor sonríe- Insiste tras ella. -Desearia conocer tu sonrisa-

Luciana agiliza más el paso levantándose un poco la parte anterior de su uniforme para poder dar zancadas más grandes en su huida. Esta a punto de llegar nuevamente al consultorio Almenarez cuando el la alcanza.

-Por favor háblame. Dime que piensas de mi- Gerard intenta descifrar en que posición se encuentra en el corazón de Luciana para poder conquistarla. Ella se detiene frente a la puerta verde de los niños y abre la puerta dejando al descubierto la precariedad y la desolación que produce un pabellón con camas llenas de niños enfermos. Sabe que esa imagen lograra distraerla de la diversión.

Cuando Gerard se encuentra con aquella visión también olvida su misión. El corazón se le estruja en el pecho por la tristeza que le provoca ver la agonía de seres tan indefensos. Se lleva las manos a la cabeza horrorizado y con un fuerte sentimiento de impotencia.

- ¡Santa mierda. Pobres niños!- Susurra con tanto dolor que Luciana lo toma de la mano y lo saca de la habitación.

- Tranquilo- Intenta consolarlo al sentirse culpable por ofrecerle de manera tan cruel y sin preparación una visión tan triste. - Están en tratamiento y pronto estarán bien-

- ¿Cual es la enfermedad?-

- Muchas. Pero la mayoría sufre una desnutrición severa- Responde con melancolía acompañando a Gerard en el dolor. - son hijos de personas muy pobres-  Agrega.

- ¡Debemos hacer algo!-  La angustia en el rostro de Gerard compra la simpatía de Luciana que le regala una sonrisa.

-Lo hacemos y puede ser más fácil con su ayuda-    Luciana intenta sacar a Gerad de la conmoción pero el solo asiente aun perturbado. Con un sentimiento de impotencia que lo atormenta sin dejarle apreciar la sonrisa compasiva que ella le ofrece.

-Pensaba que usted era un comerciante o un marinero-  La respuesta ofrecida por  Luciana sin tener que precionarla hace que Gerard se recuperé un poco. La observa y suelta un bufido.

- No podría ser un comerciante. No sería capaz de vender un vaso de agua en el desierto- Toma una inhalación profunda e intenta regresar a la batalla para conquistar de una vez por todas el corazón de Luciana.

-Tampoco podría ser marinero, el único mar que navegaría seria el mar del amor, pero hace mucho tiempo deje mi barca en el desierto- Agrega con algo de melancolía al recodar a Abigail y su muerte, pero aprovechando que Luciana aun lo observa con compasión, le da la declaración final que hace que la muralla que ella había construido y mantenido por años se hiciera añicos desde los cimientos, dejando su corazón expuesto para amar y ser amado.

-Sin embargo, contigo estaría dispuesto a buscar un nuevo mar- 





NOTA DEL AUTOR




Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.

Un agradecimiento especial a Neda Zulma Castagnola en Argentina por ayudarme con esta publicacion para que pudiera salir a tiempo.  
¡Sos grande Neda!





                                         



domingo, 16 de marzo de 2014

CAPITULO 11




Gerard permanece sobre la acera observando cómo el coche desaparece en la distancia, al igual que sus palabras se desvanecen en el viento. Ninguno de sus músculos  le responde, tan sólo su corazón que continúa galopando intensamente con la visión tras el cristal. Esa pequeña ventana lo transporto el tiempo a un pasado feliz al lado de su esposa, un pasado que él creía que nunca volvería… hasta ese momento.

Trata de razonar y encontrar una explicación lógica a lo que sus ojos vieron, piensa que es simplemente imposible que Abigail continúe viva. Recuerda que salió de Francia y nunca vio cuando la sepultaban pero estaba seguro de que su esposa había muerto. ¿O acaso la vida le regalaba una nueva oportunidad como compensación por todo el dolor que había soportado? Lucha en su cabeza por encontrarle validez a los pensamientos que le salen del corazón, pero la razón logra intervenir haciendo referencia a un pequeño detalle. Aquel rostro angelical de ojos verdes y cabello rojo que adoro por tantos años, era mucho más joven de lo que era Abigail. Cuando conoció a su esposa tenía veinticinco años y si ella estuviera viva tendría casi treinta al igual que él, pero la visión  era de una joven de escasos veinte años. ¿Entonces quién era aquella mujer tras el cristal?  De repente una voz chillona de hombre lo aleja de la lucha en su cabeza.

-Aquí está su paquete Señor- Un hombre joven con una amplia sonrisa le entrega a Gerard la bolsa que se le había caído de las manos.  – Tenga cuidado, hay muchos ladrones esperando una oportunidad para robarle a hombres como usted- Agrega observando a su alrededor.

-Muchas gracias joven- Responde Gerard con voz titubeante sin recuperarse por completo. Extiende su mano para tomar la bolsa y se da cuenta de que le tiembla intensamente.

-¿Está usted bien Señor?- Pregunta el joven con tono paciente y con el ceño fruncido.- Está muy pálido ¿Desea que le ayude en algo?-

-No gracias estoy bien- Responde Gerard aclarándose la garganta y sacudiendo levemente la cabeza para ayudarse a desechar los pensamientos que lo abruman.

-¿Está seguro? Parece que hubiera visto un fantasma-

Aquella afirmación desata nuevamente en la cabeza de Gerard una batalla entre la lógica de la razón y lo absurdo del corazón. Estaba tan absorto en sus pensamientos para Luciana que había olvidado el eterno amor que le había jurado a su esposa aún más allá de la muerte.  Tal vez su fantasma había regresado para recordarle que su amor sólo debía pertenecerle a ella. Sonaba demasiado absurdo para sus creencias pero era la única explicación que lograba encontrar.

-Creo que lo mejor será llevarlo hasta su casa- Murmura el joven posando sobre Gerard una mirada firme e intensa. Luego extiende su mano para presentarse.-Mi nombre es Benjamín-

Gerard le estrecha la mano aún conmocionado.-Gerard, mi nombre es Gerard Decout-

-Mucho gusto Señor Decout, nunca antes lo había visto en la ciudad- Benjamín comienza a caminar posando  ligeramente una mano en la espalda de Gerard y ambos inician la marcha.

-No hace mucho tiempo llegue- Responde con tono seco y distante.

-¿Y a que se dedica?- Aunque la voz chillona de Benjamín es irritante, su sonrisa de hombre feliz que lleva como tatuada en el rostro, se convierte extrañamente en un bálsamo para Gerard.

- Soy médico-  Murmura un poco más cómodo luego de una profunda respiración.

-Ya me decía yo que usted era un hombre distinguido. Un hombre importante-

-Yo no soy ninguno de los dos, joven -Responde Gerard con una mueca de disgusto. Nunca le había gustado que le otorguen a su profesión méritos más allá de los de cualquier otra. Pensaba que la medicina se debía ejercer por vocación; por el deseo de ayudar, no por el prestigio que ésta brindaba. Había conocido en Francia colegas que más que caminar por los pasillos levitaban por la grandeza que se atribuían y esa actitud le repugnaba.

-Benjamín, mi nombre es Benjamín Piraquibe y estoy a sus servicios-  Le recuerda  el joven haciendo una pequeña reverencia.

-Muchas gracias de Benjamín- Responde con una sonrisa por el ademán. - ¿Y tú a que te dedicas?-

-A partir de hoy soy el nuevo guardián del polvorín- Las notas de orgullo en las palabras de Benjamín y la enorme sonrisa en el rostro delatan su felicidad.

-Felicidades Benjamín. ¿Es usted un soldado?-

-Qué más quisiera yo doctor. Pero nací con un pie más corto que otro y nunca pude ingresar a la armada-Responde con melancolía pero sin dejar a un lado su sonrisa. -Algunos me dicen el “recortado” -  Agrega señalando su pierna izquierda. Gerard suelta una pequeña carcajada por aquel apelativo tan original y por un momento olvida el caos en su cabeza. Luego trata de esconder su diversión para evitar ofender al joven.

-Discúlpeme, no es mi intención burlarme de usted-

-No se preocupe. Ya estoy acostumbrado- Exclama encogiéndose de hombros.

-Veo que es usted un hombre feliz- Por un segundo Gerardo envidia  de Benjamín su actitud frente a la vida.

-¡Y como no serlo! Tengo salud a pesar de mi pierna, pude ingresar a la armada  como guardián de la pólvora aunque no sea como soldado y estoy enamorado de una linda dama-

-¿Y es correspondido?

-¡Claro que sí!, quien no se enamoraría de esta cara- Dice Benjamín enmarcando su rostro con las manos y haciendo una fea mueca, lo que hace que Gerard vuelva a reír aún con más ganas.

-Tienes razón Benjamín y muchas gracias-

-¿Por qué Doctor?-

-Por tu compañía y por distraerme. Además tu actitud frente a la vida me motiva. No te dejas apabullar por los problemas-

-Con gusto doctor-Responde Benjamín con una sonrisa aún más grande y orgullosa por el cumplido de un hombre distinguido a su forma de ver.- Ahora dígame hacia dónde se dirige para poder seguir distrayéndolo- Agrega.

-Voy hacia el hospital la Misericordia-

-¡Perfecto! El hospital está en el camino del polvorín-

-Entonces vamos y cuénteme más de esa dama-  Añade Gerard con un poco más de ánimo, ocultando en lo más recóndito de su pensamiento el encuentro con el pasado. Abriéndole espacio a la idea de volver a ver Luciana, para poder hablar de ella algún día con el mismo amor con el que Benjamín comienza a hablar de su amada. Cuando finalmente llegan al hospital se despiden como si fueran viejos amigos y Benjamín continua su camino dejando a Gerard en la entrada del gran portón del hospital. Él toma una profunda respiración y se introducen al viejo edificio donde iniciaría su nueva vida.

Cuando atraviesa el umbral se encuentra con un pequeño corredor con un techo alto y ventanas a cada lado que dejan ver el prado que separa el muro de la fachada con el resto del edificio. El mismo prado que recorrió Luciana antes de perderse por la ventana en la  noche de su último encuentro. Al final del corredor se encuentra otro portón de madera tallada con inscripciones en latín y con una argolla de hierro para llamar. Gerard golpea tres veces la argolla contra la puerta y espera pacientemente hasta que escucha el rechinar de la puerta que se abre. Una joven monja aparece detrás de la puerta  medio abierta y lo observa de arriba abajo.

-Buenos días. ¿En qué puedo ayudarlo?-

-Buenos días hermana-Responde Gerard haciendo una pequeña reverencia. No conoce la manera adecuada para dirigirse a una monja. Se había apartado de la religión y sus representantes desde la muerte de Abigail- Estoy buscando al administrador o máxima jerarquía de este hospital- Agrega sin saber si busca a un médico o la hermana superiora de la comunidad de las hermanas de la misericordia.

-Entonces supongo que busca al doctor Almenares. Pero él no se encuentra, está en un sepelio-

-¿hay alguien más que pueda ayudarme?-

-¿Tiene algún familiar enfermo o que necesite ayuda?- La monja lo observa de arriba abajo. Es obvio que no padece de ninguna enfermedad. Si necesita ayuda debe ser para alguien más.

-No. Soy un médico que acaba de llegar a esta ciudad-  Gerard responde apresuradamente tratando de mantener el recuerdo de Abigail agonizando lejos de su memoria. La actitud desconfiada de la monja desaparece y termina de abrir la puerta para dejarlo ingresar.

-Sígame, el doctor no tardará mucho en llegar-




Gerard ingresa al edificio y es recibido por el familiar olor de sufrimiento y agonía que perfuma a los hospitales. Como si la muerte impregnara en las paredes aquel aroma luego de una visita para arrastrar con sus huesudas manos el alma de algún cristiano. Escucha tras él, el sonido de la puerta que se cierra y sigue a la monja que inicia su camino por un corredor ancho. Al lado derecho cuelgan varias pinturas del viacrucis  sobre las ventanas que dan al prado y a la calle, y al lado izquierdo se encuentran varias puertas separadas entre sí por cinco o seis metros. La primera tiene la puerta de color rojo con la palabra " mujeres" grabada en madera. La segunda es de color azul con la palabra " hombres" y la tercera es de color verde con la palabra “niños”. Al doble de la distancia se encuentra una puerta de color negro con la palabra " cuarentena" cerrada desde afuera por un candado. Llegan a una puerta al final del corredor y la monja lo abre invitándolo a pasar. Adentro, encuentra un simple consultorio de un escritorio con dos sillas, una camilla y una vitrina llena de medicamentos.

- Esperé aquí un momento. Pronto llegará el doctor Almenares- Y sin decir más nada, la monja sale y cierra la puerta dejándolo  sólo en el consultorio. Él se pasea a frente a la vitrina familiarizándose  con los nombres rotulados en los frascos y recordando su aplicación. Cuando termina se sienta frente al escritorio en una de las sillas y comienza a ojear los libros sobre la mesa. Toma uno y lee la portada. “Surgical Casebook de Hanaoka Seishu”. Lo abre e intenta leer las técnicas  descritas. Luego de algunos minutos con la ayuda de los esquemas y  dibujos  logra descifrar las palabras en español que  hablaba pero que no escribía. Está tan sumido en la lectura que no se da a cuenta cuando el doctor Almenares ingresa a la habitación. Tan sólo se percate de su presencia cuando éste cierre libro frente a sus ojos.

-Es una lectura bastante compleja-Exclama el doctor sentándose frente a Gerard y evaluándolo minuciosamente.

-Discúlpenme, no me di cuenta de su llegada-

-Pude darme cuenta de ello-Responde el doctor Almenares con una pequeña sonrisa. -¿Entendió algo?- Pregunta señalando el libro frente Gerard.

-Al principio no estaba muy familiarizado con el español escrito, pero logre interpretar la técnica de anestesia local para remover un tumor en cuello-

-¿Es usted Doctor?- Pregunta muy interesado  inclinándose hacia Gerard.

-Efectivamente. Mi nombre es Gerard Decout- Declara extendiendo la mano.

-Emiliano Almenarez. Y es usted francés por lo que su acento denota-  Exclama el doctor  estrechándole la mano.- ¿En qué puedo ayudarlo?-Agrega recostándose de nuevo en el espaldar que su silla.

- Acabó de llegar a  la ciudad y estoy buscando un lugar para trabajar, -  Responde Gerard con tono nervioso. El doctor Almenares levanta ambas cejas sorprendido por la casualidad de encontrar un médico justo en ese momento.

-Cuenta usted con suerte doctor Decout. Estamos buscando un reemplazo para unn honorable médico que le va mejor con los muertos-  Ambos se echan a reír por la broma y en ese momento se genera entre ambos una conexión, de colegas y amigos.

-Pues no busque más, ha encontrado su nuevo reemplazo para los vivos - Exclama aliviado Gerard por la pronta aceptación de su nuevo tutor.

-Antes de poder darle la bienvenida déjeme aclararle algo- la amabilidad del doctor Almenares es remplazada por la incomodidad.  - El pago en este hospital es inferior al que se acostumbra a pagar en Francia. Aquí la medicina se ejerce más por vocación. No espere hacerse rico aquí- Las palabras  del doctor  no desaniman a Gerard, por el contrario se ajustan a sus creencias.

-Lo entiendo y no me importa. Yo ya soy un hombre rico y lo único que deseo es ejercer la medicina-

-Entonces puedo darle bienvenida a este lugar-El doctor Almenarez le extiende la mano  complacido  -¿Cuándo puede empezar doctor Decout?

-Cuando usted me lo indique doctor-

-¿Le parece bien el viernes?

-Está bien para mí-

-Mañana reuniré el personal médico y las monjas para avisarles de su llegada y el viernes al mediodía lo espero-

-¿Al mediodía?-

-Sí, tengo un importante procedimiento en la mañana, pero luego puedo ocuparme de instruirlo en los quehaceres de esta institución-

-Está bien doctor Almenares. Aquí estaré al mediodía-  Gerard se aguanta las ganas de ofrecerse como ayudante en la cirugía. No desea seguir forzando su suerte.

Ambos se levantan de sus respectivas sillas y se estrechan las manos una vez más para despedirse. Gerard sale del consultorio complacido por la oportunidad, y el doctor Almenares se queda sorprendido por la suerte de encontrar el reemplazo que desea al costo que puede pagar. Hace su camino de regreso intentando buscar a Luciana, pero un grupo de monjas que se encuentra al final del corredor lo observan fijamente evitando que él se aventure tras las puertas de enfermos.


Cuando llega a la casa de huéspedes de Petra se encuentra con Cedric que se prepara para salir hacia el burdel. Él al verle la cara se da cuenta de que algo le ocurre.

-¿Cómo te fue?

-Bien, logre obtener un puesto como médico en el hospital- Responde sin emoción confirmando las sospechas de Cedric. Se retira los zapatos y se tumba en la cama bajo la mirada incisiva de su compañero de cuarto.

-¿Que sucede?- insiste Cedric.

-Vi a Abigail en un coche que pasaba por la plaza principal- Responde con voz cansada seguido de un resoplo.

-¿Abigail…..pero como…. Ella esta….-

-Muerta- Gerard completa la oración y observa a Cedric que permanece de pie y con los ojos por fuera de sus cuencas por la impresión de aquella declaración.

-¿Estás seguro de que era ella?-chilla.

-No completamente, pero si estoy seguro de que vi su rostro. Nunca podré olvidarlo-

-¡Pero eso es imposible!- Se queja Cedric angustiado al pensar que su amigo puede volver a caer en la amargura por el recuerdo de su esposa. Busca desesperadamente la forma para evitar que caiga de  nuevo en  la trampa de la melancolía, y la única forma que encuentra es recordándole su nueva Ilusión.

-¿Y Luciana?-

-¿Qué pasa con ella?- Pregunta con ansiedad.

-¿La olvidarás?

-¡Claro que no!- Responde Gerard exasperado sentándose de  nuevo en la cama- De hecho estaba pensado en ella cuando vi el rostro de Abigail-  Agrega colocando los codos sobre las rodillas y sosteniéndose la cabeza entre las manos. Cedric se relaja con aquella afirmación y es atropellado por una idea.

-¡Entonces de eso se trata!- Exclama triunfante como si hubiera descubierto el mayor de los  secretos. - ¡Te estas saboteando!-

-¿Qué quieres decir?- Pregunta  confundido Gerard, levantando la mirada hacia su entusiasmado amigo.

-Te sientes culpable por enamorarte nuevamente y tu inconsciente te juega una mala pasada haciéndote ver cosas que no existen- declara con la determinación propia del mejor de los psicoanalistas. Gerard se queda un instante observándolo y contemplando la idea como verdad. Finalmente sacude la cabeza para alejar de su mente toda la confusión y le otorga a su amigo la aceptación de esa posibilidad.

-Quizás tengas razón-

-Claro que la tengo. Se mucho más que tú sobre el amor- Cedric vuelve a plasmarse en el rostro la sonrisa pícara con la admisión de Gerard.

-Tal vez del amor horizontal sobre una cama- Se burla Gerard.

-¡El mejor de todos!- chilla Cedric con felicidad.

Con una actitud menos tensa ambos inician una conversación más alegre sobre el futuro. Acuerdan conservar el burdel en la misma casa y deciden remodelar la otra para vivir en ella. Se presentarán como hermanos de la misma madre pero de diferente padre ante la sociedad de la ciudad, para evitar comentarios inapropiados sobre ellos y  su relación a pesar del oficio de Cedric. El será la oveja descarriada, mientras que Gerard será el hermano que dignifique el honor de la familia.  Cuando terminan, Cedric se va hacia el burdel dejando a un Gerard más relajado.

Mientras tanto en la casa Lemaitre las hermanas luchan con sus párpados para llegar a la noche con el cansancio suficiente para emprender una nueva rutina de sueño. Se acuestan ese miércoles con las gallinas y se levantan el jueves con los gallos. Desayunan y luego ambas se dirigen al jardín para limpiar con el aceite de coco los pétalos de las flores. Al mediodía almuerzan y después continúan con la preparación del remedio casero para Scarlet. Durante la nueva rutina no hablan mucho para evitar confrontarse por el pasado y el amor de su madre. Además, Luciana no quiere darle la oportunidad a su hermana para que la acribille con preguntas sobre Gerard, que en ese momento se asesora en el banco con Mariano Dávila, que le ayudara a contratar un arquitecto y personal para restaurar la casa que se convertirá en su nuevo hogar. Al anochecer, Gerard y Luciana van a la cama ilusionados con la idea de emprender una nueva etapa profesional. Desde sus respectivas camas, cada uno visualiza las oportunidades que este nuevo camino les brindará, sin imaginar que ese camino los acercara nuevamente.


El viernes en la mañana Luciana y abril se visten en su pequeño cuarto del hospital con las vestimentas adecuadas para su primera cirugía. Encima de su uniforme gris llevan un delantal blanco y su cabello recogido  bajo un tocado igual de blanco con boleros.  Ríen como niñas con juguete nuevo sin lograr ocultar la emoción. Habían lidiado con los pacientes sometidos a cirugía, pero nunca habían estado presentes en una de ellas. Cuando llegan a la sala de procedimientos una de las monjas les entrega unos tapabocas de tela para que puedan ingresar. Ambas se lo colocan y hacen bromas sobre la apariencia de maleantes que obtienen al esconder el rostro. Luego se sitúan en el extremo de la habitación mientras que el doctor Almenares inicia el procedimiento acompañado por el doctor Bernal. Ellas  observan concentradas la rutina de la monja que ayuda con los instrumentos, ya que esa será su función luego de que aprendan las nociones básicas. Luciana mientras observa, toma nota mental sobre algunos cambios que podrían ser de gran ayuda en el procedimiento, ya que considera que la manera en que se desenvuelve la monja es muy poco práctica y retrasa muchos de los pasos de la cirugía.

Cerca del mediodía cuando el doctor Almenares ha terminado la cirugía, les pide a Luciana y Abril que realicen la curación, luego les ordena que lleven el paciente al pabellón de hombres y lo instalen en una de las camillas, para que cuando terminen se una a él en su despacho para discutir su primera experiencia. Ellas  lo realizan con dedicación y aun con la emoción a cuestas.  Luego se dirigen al consultorio del doctor compartiendo sus inquietudes y percepciones sobre la mañana, pero cuando  llegan y Abril se dispone a tocar la puerta, Luciana la detiene atrapándole la mano en el aire al escuchar una voz familiar que proviene del otro lado de la puerta.

-¡Es Gerard!-



NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.









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