Gerard permanece sobre la acera
observando cómo el coche desaparece en la distancia, al igual que sus palabras
se desvanecen en el viento. Ninguno de sus músculos le responde, tan sólo su corazón que continúa
galopando intensamente con la visión tras el cristal. Esa pequeña ventana lo
transporto el tiempo a un pasado feliz al lado de su esposa, un pasado que él
creía que nunca volvería… hasta ese momento.
Trata de razonar y encontrar una
explicación lógica a lo que sus ojos vieron, piensa que es simplemente
imposible que Abigail continúe viva. Recuerda que salió de Francia y nunca vio cuando
la sepultaban pero estaba seguro de que su esposa había muerto. ¿O acaso la
vida le regalaba una nueva oportunidad como compensación por todo el dolor que
había soportado? Lucha en su cabeza por encontrarle validez a los pensamientos
que le salen del corazón, pero la razón logra intervenir haciendo referencia a
un pequeño detalle. Aquel rostro angelical de ojos verdes y cabello rojo que
adoro por tantos años, era mucho más joven de lo que era Abigail. Cuando conoció
a su esposa tenía veinticinco años y si ella estuviera viva tendría casi
treinta al igual que él, pero la visión
era de una joven de escasos veinte años. ¿Entonces quién era aquella
mujer tras el cristal? De repente una
voz chillona de hombre lo aleja de la lucha en su cabeza.
-Aquí está su paquete Señor- Un
hombre joven con una amplia sonrisa le entrega a Gerard la bolsa que se le
había caído de las manos. – Tenga
cuidado, hay muchos ladrones esperando una oportunidad para robarle a hombres
como usted- Agrega observando a su alrededor.
-Muchas gracias joven- Responde
Gerard con voz titubeante sin recuperarse por completo. Extiende su mano para
tomar la bolsa y se da cuenta de que le tiembla intensamente.
-¿Está usted bien Señor?- Pregunta
el joven con tono paciente y con el ceño fruncido.- Está muy pálido ¿Desea que
le ayude en algo?-
-No gracias estoy bien- Responde
Gerard aclarándose la garganta y sacudiendo levemente la cabeza para ayudarse a
desechar los pensamientos que lo abruman.
-¿Está seguro? Parece que hubiera
visto un fantasma-
Aquella afirmación desata
nuevamente en la cabeza de Gerard una batalla entre la lógica de la razón y lo
absurdo del corazón. Estaba tan absorto en sus pensamientos para Luciana que
había olvidado el eterno amor que le había jurado a su esposa aún más allá de
la muerte. Tal vez su fantasma había
regresado para recordarle que su amor sólo debía pertenecerle a ella. Sonaba
demasiado absurdo para sus creencias pero era la única explicación que lograba
encontrar.
-Creo que lo mejor será llevarlo
hasta su casa- Murmura el joven posando sobre Gerard una mirada firme e
intensa. Luego extiende su mano para presentarse.-Mi nombre es Benjamín-
Gerard le estrecha la mano aún
conmocionado.-Gerard, mi nombre es Gerard Decout-
-Mucho gusto Señor Decout, nunca
antes lo había visto en la ciudad- Benjamín comienza a caminar posando ligeramente una mano en la espalda de Gerard
y ambos inician la marcha.
-No hace mucho tiempo llegue- Responde
con tono seco y distante.
-¿Y a que se dedica?- Aunque la
voz chillona de Benjamín es irritante, su sonrisa de hombre feliz que lleva
como tatuada en el rostro, se convierte extrañamente en un bálsamo para Gerard.
- Soy médico- Murmura un poco más cómodo luego de una
profunda respiración.
-Ya me decía yo que usted era un
hombre distinguido. Un hombre importante-
-Yo no soy ninguno de los dos,
joven -Responde Gerard con una mueca de disgusto. Nunca le había gustado que le
otorguen a su profesión méritos más allá de los de cualquier otra. Pensaba que
la medicina se debía ejercer por vocación; por el deseo de ayudar, no por el
prestigio que ésta brindaba. Había conocido en Francia colegas que más que
caminar por los pasillos levitaban por la grandeza que se atribuían y esa
actitud le repugnaba.
-Benjamín, mi nombre es Benjamín Piraquibe
y estoy a sus servicios- Le
recuerda el joven haciendo una pequeña
reverencia.
-Muchas gracias de Benjamín- Responde
con una sonrisa por el ademán. - ¿Y tú a que te dedicas?-
-A partir de hoy soy el nuevo
guardián del polvorín- Las notas de orgullo en las palabras de Benjamín y la
enorme sonrisa en el rostro delatan su felicidad.
-Felicidades Benjamín. ¿Es usted
un soldado?-
-Qué más quisiera yo doctor. Pero
nací con un pie más corto que otro y nunca pude ingresar a la armada-Responde
con melancolía pero sin dejar a un lado su sonrisa. -Algunos me dicen el
“recortado” - Agrega señalando su pierna
izquierda. Gerard suelta una pequeña carcajada por aquel apelativo tan original
y por un momento olvida el caos en su cabeza. Luego trata de esconder su
diversión para evitar ofender al joven.
-Discúlpeme, no es mi intención
burlarme de usted-
-No se preocupe. Ya estoy
acostumbrado- Exclama encogiéndose de hombros.
-Veo que es usted un hombre
feliz- Por un segundo Gerardo envidia de
Benjamín su actitud frente a la vida.
-¡Y como no serlo! Tengo salud a
pesar de mi pierna, pude ingresar a la armada como guardián de la pólvora aunque no sea como
soldado y estoy enamorado de una linda dama-
-¿Y es correspondido?
-¡Claro que sí!, quien no se
enamoraría de esta cara- Dice Benjamín enmarcando su rostro con las manos y
haciendo una fea mueca, lo que hace que Gerard vuelva a reír aún con más ganas.
-Tienes razón Benjamín y muchas
gracias-
-¿Por qué Doctor?-
-Por tu compañía y por distraerme.
Además tu actitud frente a la vida me motiva. No te dejas apabullar por los
problemas-
-Con gusto doctor-Responde
Benjamín con una sonrisa aún más grande y orgullosa por el cumplido de un
hombre distinguido a su forma de ver.- Ahora dígame hacia dónde se dirige para
poder seguir distrayéndolo- Agrega.
-Voy hacia el hospital la
Misericordia-
-¡Perfecto! El hospital está en
el camino del polvorín-
-Entonces vamos y cuénteme más de
esa dama- Añade Gerard con un poco más
de ánimo, ocultando en lo más recóndito de su pensamiento el encuentro con el
pasado. Abriéndole espacio a la idea de volver a ver Luciana, para poder hablar
de ella algún día con el mismo amor con el que Benjamín comienza a hablar de su
amada. Cuando finalmente llegan al hospital se despiden como si fueran viejos
amigos y Benjamín continua su camino dejando a Gerard en la entrada del gran
portón del hospital. Él toma una profunda respiración y se introducen al viejo
edificio donde iniciaría su nueva vida.
Cuando atraviesa el umbral se
encuentra con un pequeño corredor con un techo alto y ventanas a cada lado que
dejan ver el prado que separa el muro de la fachada con el resto del edificio.
El mismo prado que recorrió Luciana antes de perderse por la ventana en la noche de su último encuentro. Al final del
corredor se encuentra otro portón de madera tallada con inscripciones en latín
y con una argolla de hierro para llamar. Gerard golpea tres veces la argolla
contra la puerta y espera pacientemente hasta que escucha el rechinar de la
puerta que se abre. Una joven monja aparece detrás de la puerta medio abierta y lo observa de arriba abajo.
-Buenos días. ¿En qué puedo
ayudarlo?-
-Buenos días hermana-Responde
Gerard haciendo una pequeña reverencia. No conoce la manera adecuada para
dirigirse a una monja. Se había apartado de la religión y sus representantes
desde la muerte de Abigail- Estoy buscando al administrador o máxima jerarquía
de este hospital- Agrega sin saber si busca a un médico o la hermana superiora
de la comunidad de las hermanas de la misericordia.
-Entonces supongo que busca al
doctor Almenares. Pero él no se encuentra, está en un sepelio-
-¿hay alguien más que pueda
ayudarme?-
-¿Tiene algún familiar enfermo o
que necesite ayuda?- La monja lo observa de arriba abajo. Es obvio que no
padece de ninguna enfermedad. Si necesita ayuda debe ser para alguien más.
-No. Soy un médico que acaba de
llegar a esta ciudad- Gerard responde
apresuradamente tratando de mantener el recuerdo de Abigail agonizando lejos de
su memoria. La actitud desconfiada de la monja desaparece y termina de abrir la
puerta para dejarlo ingresar.
-Sígame, el doctor no tardará
mucho en llegar-
Gerard ingresa al edificio y es
recibido por el familiar olor de sufrimiento y agonía que perfuma a los
hospitales. Como si la muerte impregnara en las paredes aquel aroma luego de
una visita para arrastrar con sus huesudas manos el alma de algún cristiano.
Escucha tras él, el sonido de la puerta que se cierra y sigue a la monja que
inicia su camino por un corredor ancho. Al lado derecho cuelgan varias pinturas
del viacrucis sobre las ventanas que dan
al prado y a la calle, y al lado izquierdo se encuentran varias puertas
separadas entre sí por cinco o seis metros. La primera tiene la puerta de color
rojo con la palabra " mujeres" grabada en madera. La segunda es de
color azul con la palabra " hombres" y la tercera es de color verde
con la palabra “niños”. Al doble de la distancia se encuentra una puerta de
color negro con la palabra " cuarentena" cerrada desde afuera por un
candado. Llegan a una puerta al final del corredor y la monja lo abre invitándolo
a pasar. Adentro, encuentra un simple consultorio de un escritorio con dos
sillas, una camilla y una vitrina llena de medicamentos.
- Esperé aquí un momento. Pronto
llegará el doctor Almenares- Y sin decir más nada, la monja sale y cierra la
puerta dejándolo sólo en el consultorio.
Él se pasea a frente a la vitrina familiarizándose con los nombres rotulados en los frascos y
recordando su aplicación. Cuando termina se sienta frente al escritorio en una
de las sillas y comienza a ojear los libros sobre la mesa. Toma uno y lee la
portada. “Surgical Casebook de Hanaoka Seishu”. Lo abre e intenta leer las
técnicas descritas. Luego de algunos
minutos con la ayuda de los esquemas y
dibujos logra descifrar las
palabras en español que hablaba pero que
no escribía. Está tan sumido en la lectura que no se da a cuenta cuando el doctor
Almenares ingresa a la habitación. Tan sólo se percate de su presencia cuando
éste cierre libro frente a sus ojos.
-Es una lectura bastante
compleja-Exclama el doctor sentándose frente a Gerard y evaluándolo
minuciosamente.
-Discúlpenme, no me di cuenta de
su llegada-
-Pude darme cuenta de ello-Responde
el doctor Almenares con una pequeña sonrisa. -¿Entendió algo?- Pregunta señalando
el libro frente Gerard.
-Al principio no estaba muy
familiarizado con el español escrito, pero logre interpretar la técnica de
anestesia local para remover un tumor en cuello-
-¿Es usted Doctor?- Pregunta muy
interesado inclinándose hacia Gerard.
-Efectivamente. Mi nombre es
Gerard Decout- Declara extendiendo la mano.
-Emiliano Almenarez. Y es usted
francés por lo que su acento denota- Exclama
el doctor estrechándole la mano.- ¿En
qué puedo ayudarlo?-Agrega recostándose de nuevo en el espaldar que su silla.
- Acabó de llegar a la ciudad y estoy buscando un lugar para
trabajar, - Responde Gerard con tono
nervioso. El doctor Almenares levanta ambas cejas sorprendido por la casualidad
de encontrar un médico justo en ese momento.
-Cuenta usted con suerte doctor
Decout. Estamos buscando un reemplazo para unn honorable médico que le va mejor
con los muertos- Ambos se echan a reír
por la broma y en ese momento se genera entre ambos una conexión, de colegas y
amigos.
-Pues no busque más, ha
encontrado su nuevo reemplazo para los vivos - Exclama aliviado Gerard por la
pronta aceptación de su nuevo tutor.
-Antes de poder darle la
bienvenida déjeme aclararle algo- la amabilidad del doctor Almenares es
remplazada por la incomodidad. - El pago
en este hospital es inferior al que se acostumbra a pagar en Francia. Aquí la
medicina se ejerce más por vocación. No espere hacerse rico aquí- Las palabras del doctor
no desaniman a Gerard, por el contrario se ajustan a sus creencias.
-Lo entiendo y no me importa. Yo
ya soy un hombre rico y lo único que deseo es ejercer la medicina-
-Entonces puedo darle bienvenida
a este lugar-El doctor Almenarez le extiende la mano complacido -¿Cuándo puede empezar doctor Decout?
-Cuando usted me lo indique doctor-
-¿Le parece bien el viernes?
-Está bien para mí-
-Mañana reuniré el personal
médico y las monjas para avisarles de su llegada y el viernes al mediodía lo
espero-
-¿Al mediodía?-
-Sí, tengo un importante
procedimiento en la mañana, pero luego puedo ocuparme de instruirlo en los
quehaceres de esta institución-
-Está bien doctor Almenares. Aquí
estaré al mediodía- Gerard se aguanta
las ganas de ofrecerse como ayudante en la cirugía. No desea seguir forzando su
suerte.
Ambos se levantan de sus
respectivas sillas y se estrechan las manos una vez más para despedirse. Gerard
sale del consultorio complacido por la oportunidad, y el doctor Almenares se
queda sorprendido por la suerte de encontrar el reemplazo que desea al costo
que puede pagar. Hace su camino de regreso intentando buscar a Luciana, pero un
grupo de monjas que se encuentra al final del corredor lo observan fijamente
evitando que él se aventure tras las puertas de enfermos.
Cuando llega a la casa de
huéspedes de Petra se encuentra con Cedric que se prepara para salir hacia el
burdel. Él al verle la cara se da cuenta de que algo le ocurre.
-¿Cómo te fue?
-Bien, logre obtener un puesto
como médico en el hospital- Responde sin emoción confirmando las sospechas de
Cedric. Se retira los zapatos y se tumba en la cama bajo la mirada incisiva de
su compañero de cuarto.
-¿Que sucede?- insiste Cedric.
-Vi a Abigail en un coche que
pasaba por la plaza principal- Responde con voz cansada seguido de un resoplo.
-¿Abigail…..pero como…. Ella esta….-
-Muerta- Gerard completa la oración
y observa a Cedric que permanece de pie y con los ojos por fuera de sus cuencas
por la impresión de aquella declaración.
-¿Estás seguro de que era ella?-chilla.
-No completamente, pero si estoy
seguro de que vi su rostro. Nunca podré olvidarlo-
-¡Pero eso es imposible!- Se
queja Cedric angustiado al pensar que su amigo puede volver a caer en la
amargura por el recuerdo de su esposa. Busca desesperadamente la forma para
evitar que caiga de nuevo en la trampa de la melancolía, y la única forma
que encuentra es recordándole su nueva Ilusión.
-¿Y Luciana?-
-¿Qué pasa con ella?- Pregunta
con ansiedad.
-¿La olvidarás?
-¡Claro que no!- Responde Gerard
exasperado sentándose de nuevo en la
cama- De hecho estaba pensado en ella cuando vi el rostro de Abigail- Agrega colocando los codos sobre las rodillas
y sosteniéndose la cabeza entre las manos. Cedric se relaja con aquella
afirmación y es atropellado por una idea.
-¡Entonces de eso se trata!- Exclama
triunfante como si hubiera descubierto el mayor de los secretos. - ¡Te estas saboteando!-
-¿Qué quieres decir?- Pregunta confundido Gerard, levantando la mirada hacia
su entusiasmado amigo.
-Te sientes culpable por
enamorarte nuevamente y tu inconsciente te juega una mala pasada haciéndote ver
cosas que no existen- declara con la determinación propia del mejor de los
psicoanalistas. Gerard se queda un instante observándolo y contemplando la idea
como verdad. Finalmente sacude la cabeza para alejar de su mente toda la
confusión y le otorga a su amigo la aceptación de esa posibilidad.
-Quizás tengas razón-
-Claro que la tengo. Se mucho más
que tú sobre el amor- Cedric vuelve a plasmarse en el rostro la sonrisa pícara
con la admisión de Gerard.
-Tal vez del amor horizontal
sobre una cama- Se burla Gerard.
-¡El mejor de todos!- chilla Cedric
con felicidad.
Con una actitud menos tensa ambos
inician una conversación más alegre sobre el futuro. Acuerdan conservar el
burdel en la misma casa y deciden remodelar la otra para vivir en ella. Se
presentarán como hermanos de la misma madre pero de diferente padre ante la
sociedad de la ciudad, para evitar comentarios inapropiados sobre ellos y su relación a pesar del oficio de Cedric. El
será la oveja descarriada, mientras que Gerard será el hermano que dignifique el
honor de la familia. Cuando terminan, Cedric
se va hacia el burdel dejando a un Gerard más relajado.
Mientras tanto en la casa Lemaitre
las hermanas luchan con sus párpados para llegar a la noche con el cansancio
suficiente para emprender una nueva rutina de sueño. Se acuestan ese miércoles con
las gallinas y se levantan el jueves con los gallos. Desayunan y luego ambas se
dirigen al jardín para limpiar con el aceite de coco los pétalos de las flores.
Al mediodía almuerzan y después continúan con la preparación del remedio casero
para Scarlet. Durante la nueva rutina no hablan mucho para evitar confrontarse
por el pasado y el amor de su madre. Además, Luciana no quiere darle la oportunidad
a su hermana para que la acribille con preguntas sobre Gerard, que en ese
momento se asesora en el banco con Mariano Dávila, que le ayudara a contratar un
arquitecto y personal para restaurar la casa que se convertirá en su nuevo
hogar. Al anochecer, Gerard y Luciana van a la cama ilusionados con la idea de
emprender una nueva etapa profesional. Desde sus respectivas camas, cada uno
visualiza las oportunidades que este nuevo camino les brindará, sin imaginar
que ese camino los acercara nuevamente.
El viernes en la mañana Luciana y
abril se visten en su pequeño cuarto del hospital con las vestimentas adecuadas
para su primera cirugía. Encima de su uniforme gris llevan un delantal blanco y
su cabello recogido bajo un tocado igual
de blanco con boleros. Ríen como niñas
con juguete nuevo sin lograr ocultar la emoción. Habían lidiado con los
pacientes sometidos a cirugía, pero nunca habían estado presentes en una de
ellas. Cuando llegan a la sala de procedimientos una de las monjas les entrega
unos tapabocas de tela para que puedan ingresar. Ambas se lo colocan y hacen
bromas sobre la apariencia de maleantes que obtienen al esconder el rostro.
Luego se sitúan en el extremo de la habitación mientras que el doctor Almenares
inicia el procedimiento acompañado por el doctor Bernal. Ellas observan concentradas la rutina de la monja
que ayuda con los instrumentos, ya que esa será su función luego de que
aprendan las nociones básicas. Luciana mientras observa, toma nota mental sobre
algunos cambios que podrían ser de gran ayuda en el procedimiento, ya que
considera que la manera en que se desenvuelve la monja es muy poco práctica y
retrasa muchos de los pasos de la cirugía.
Cerca del mediodía cuando el doctor Almenares ha terminado la cirugía, les pide a Luciana y Abril que realicen la
curación, luego les ordena que lleven el paciente al pabellón de hombres y lo instalen
en una de las camillas, para que cuando terminen se una a él en su despacho
para discutir su primera experiencia. Ellas lo realizan con dedicación y aun con la
emoción a cuestas. Luego se dirigen al
consultorio del doctor compartiendo sus inquietudes y percepciones sobre la
mañana, pero cuando llegan y Abril se
dispone a tocar la puerta, Luciana la detiene atrapándole la mano en el aire al
escuchar una voz familiar que proviene del otro lado de la puerta.
-¡Es Gerard!-
NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.
-
ay noooo porq lo dejas asi... mas bien porq me dejas asi???
ResponderBorrarSimplemente tengo q decurte q espwro con ansias q pase toda la semana para poder leer tu capitulo los domingos.
te quiero amiga mil.besos
Ahh no puede ser, x q nos.dejas asi, nuevamente a esperar el encuentro....
ResponderBorrarMe gusta...
Saludos :D
Hola Farley
ResponderBorrarsiento el offtopic, pero quería avisarte que me he encontrado con un fanficition de 50 sombras de grey que plagia el que escribiste tú: siluetas de 50 sombras (lo tienes aqui http://www.wattpad.com/41054286-christian-grey-durante-el-embarazo-de-anastasia)
saludos
Gracias Radi
BorrarEs bueno encontrar personas que te apoyen y valoren tu trabajo. Con tu ayuda y la de otras lectoras logramos que eliminaran la historia. Un abrazo gigante y mil gracias
Amiga excelente capitulo como siempre, tu narrativa mejora cada ves mas,amo leerte, espero que gerard no se enamore de las 2 hermanas, pues la que se parece a la finada esta enferma y seria doloroso para Luciana que ya esta enamorada de el, te felicito madre dios te bendiga un besote.
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