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domingo, 16 de marzo de 2014

CAPITULO 11




Gerard permanece sobre la acera observando cómo el coche desaparece en la distancia, al igual que sus palabras se desvanecen en el viento. Ninguno de sus músculos  le responde, tan sólo su corazón que continúa galopando intensamente con la visión tras el cristal. Esa pequeña ventana lo transporto el tiempo a un pasado feliz al lado de su esposa, un pasado que él creía que nunca volvería… hasta ese momento.

Trata de razonar y encontrar una explicación lógica a lo que sus ojos vieron, piensa que es simplemente imposible que Abigail continúe viva. Recuerda que salió de Francia y nunca vio cuando la sepultaban pero estaba seguro de que su esposa había muerto. ¿O acaso la vida le regalaba una nueva oportunidad como compensación por todo el dolor que había soportado? Lucha en su cabeza por encontrarle validez a los pensamientos que le salen del corazón, pero la razón logra intervenir haciendo referencia a un pequeño detalle. Aquel rostro angelical de ojos verdes y cabello rojo que adoro por tantos años, era mucho más joven de lo que era Abigail. Cuando conoció a su esposa tenía veinticinco años y si ella estuviera viva tendría casi treinta al igual que él, pero la visión  era de una joven de escasos veinte años. ¿Entonces quién era aquella mujer tras el cristal?  De repente una voz chillona de hombre lo aleja de la lucha en su cabeza.

-Aquí está su paquete Señor- Un hombre joven con una amplia sonrisa le entrega a Gerard la bolsa que se le había caído de las manos.  – Tenga cuidado, hay muchos ladrones esperando una oportunidad para robarle a hombres como usted- Agrega observando a su alrededor.

-Muchas gracias joven- Responde Gerard con voz titubeante sin recuperarse por completo. Extiende su mano para tomar la bolsa y se da cuenta de que le tiembla intensamente.

-¿Está usted bien Señor?- Pregunta el joven con tono paciente y con el ceño fruncido.- Está muy pálido ¿Desea que le ayude en algo?-

-No gracias estoy bien- Responde Gerard aclarándose la garganta y sacudiendo levemente la cabeza para ayudarse a desechar los pensamientos que lo abruman.

-¿Está seguro? Parece que hubiera visto un fantasma-

Aquella afirmación desata nuevamente en la cabeza de Gerard una batalla entre la lógica de la razón y lo absurdo del corazón. Estaba tan absorto en sus pensamientos para Luciana que había olvidado el eterno amor que le había jurado a su esposa aún más allá de la muerte.  Tal vez su fantasma había regresado para recordarle que su amor sólo debía pertenecerle a ella. Sonaba demasiado absurdo para sus creencias pero era la única explicación que lograba encontrar.

-Creo que lo mejor será llevarlo hasta su casa- Murmura el joven posando sobre Gerard una mirada firme e intensa. Luego extiende su mano para presentarse.-Mi nombre es Benjamín-

Gerard le estrecha la mano aún conmocionado.-Gerard, mi nombre es Gerard Decout-

-Mucho gusto Señor Decout, nunca antes lo había visto en la ciudad- Benjamín comienza a caminar posando  ligeramente una mano en la espalda de Gerard y ambos inician la marcha.

-No hace mucho tiempo llegue- Responde con tono seco y distante.

-¿Y a que se dedica?- Aunque la voz chillona de Benjamín es irritante, su sonrisa de hombre feliz que lleva como tatuada en el rostro, se convierte extrañamente en un bálsamo para Gerard.

- Soy médico-  Murmura un poco más cómodo luego de una profunda respiración.

-Ya me decía yo que usted era un hombre distinguido. Un hombre importante-

-Yo no soy ninguno de los dos, joven -Responde Gerard con una mueca de disgusto. Nunca le había gustado que le otorguen a su profesión méritos más allá de los de cualquier otra. Pensaba que la medicina se debía ejercer por vocación; por el deseo de ayudar, no por el prestigio que ésta brindaba. Había conocido en Francia colegas que más que caminar por los pasillos levitaban por la grandeza que se atribuían y esa actitud le repugnaba.

-Benjamín, mi nombre es Benjamín Piraquibe y estoy a sus servicios-  Le recuerda  el joven haciendo una pequeña reverencia.

-Muchas gracias de Benjamín- Responde con una sonrisa por el ademán. - ¿Y tú a que te dedicas?-

-A partir de hoy soy el nuevo guardián del polvorín- Las notas de orgullo en las palabras de Benjamín y la enorme sonrisa en el rostro delatan su felicidad.

-Felicidades Benjamín. ¿Es usted un soldado?-

-Qué más quisiera yo doctor. Pero nací con un pie más corto que otro y nunca pude ingresar a la armada-Responde con melancolía pero sin dejar a un lado su sonrisa. -Algunos me dicen el “recortado” -  Agrega señalando su pierna izquierda. Gerard suelta una pequeña carcajada por aquel apelativo tan original y por un momento olvida el caos en su cabeza. Luego trata de esconder su diversión para evitar ofender al joven.

-Discúlpeme, no es mi intención burlarme de usted-

-No se preocupe. Ya estoy acostumbrado- Exclama encogiéndose de hombros.

-Veo que es usted un hombre feliz- Por un segundo Gerardo envidia  de Benjamín su actitud frente a la vida.

-¡Y como no serlo! Tengo salud a pesar de mi pierna, pude ingresar a la armada  como guardián de la pólvora aunque no sea como soldado y estoy enamorado de una linda dama-

-¿Y es correspondido?

-¡Claro que sí!, quien no se enamoraría de esta cara- Dice Benjamín enmarcando su rostro con las manos y haciendo una fea mueca, lo que hace que Gerard vuelva a reír aún con más ganas.

-Tienes razón Benjamín y muchas gracias-

-¿Por qué Doctor?-

-Por tu compañía y por distraerme. Además tu actitud frente a la vida me motiva. No te dejas apabullar por los problemas-

-Con gusto doctor-Responde Benjamín con una sonrisa aún más grande y orgullosa por el cumplido de un hombre distinguido a su forma de ver.- Ahora dígame hacia dónde se dirige para poder seguir distrayéndolo- Agrega.

-Voy hacia el hospital la Misericordia-

-¡Perfecto! El hospital está en el camino del polvorín-

-Entonces vamos y cuénteme más de esa dama-  Añade Gerard con un poco más de ánimo, ocultando en lo más recóndito de su pensamiento el encuentro con el pasado. Abriéndole espacio a la idea de volver a ver Luciana, para poder hablar de ella algún día con el mismo amor con el que Benjamín comienza a hablar de su amada. Cuando finalmente llegan al hospital se despiden como si fueran viejos amigos y Benjamín continua su camino dejando a Gerard en la entrada del gran portón del hospital. Él toma una profunda respiración y se introducen al viejo edificio donde iniciaría su nueva vida.

Cuando atraviesa el umbral se encuentra con un pequeño corredor con un techo alto y ventanas a cada lado que dejan ver el prado que separa el muro de la fachada con el resto del edificio. El mismo prado que recorrió Luciana antes de perderse por la ventana en la  noche de su último encuentro. Al final del corredor se encuentra otro portón de madera tallada con inscripciones en latín y con una argolla de hierro para llamar. Gerard golpea tres veces la argolla contra la puerta y espera pacientemente hasta que escucha el rechinar de la puerta que se abre. Una joven monja aparece detrás de la puerta  medio abierta y lo observa de arriba abajo.

-Buenos días. ¿En qué puedo ayudarlo?-

-Buenos días hermana-Responde Gerard haciendo una pequeña reverencia. No conoce la manera adecuada para dirigirse a una monja. Se había apartado de la religión y sus representantes desde la muerte de Abigail- Estoy buscando al administrador o máxima jerarquía de este hospital- Agrega sin saber si busca a un médico o la hermana superiora de la comunidad de las hermanas de la misericordia.

-Entonces supongo que busca al doctor Almenares. Pero él no se encuentra, está en un sepelio-

-¿hay alguien más que pueda ayudarme?-

-¿Tiene algún familiar enfermo o que necesite ayuda?- La monja lo observa de arriba abajo. Es obvio que no padece de ninguna enfermedad. Si necesita ayuda debe ser para alguien más.

-No. Soy un médico que acaba de llegar a esta ciudad-  Gerard responde apresuradamente tratando de mantener el recuerdo de Abigail agonizando lejos de su memoria. La actitud desconfiada de la monja desaparece y termina de abrir la puerta para dejarlo ingresar.

-Sígame, el doctor no tardará mucho en llegar-




Gerard ingresa al edificio y es recibido por el familiar olor de sufrimiento y agonía que perfuma a los hospitales. Como si la muerte impregnara en las paredes aquel aroma luego de una visita para arrastrar con sus huesudas manos el alma de algún cristiano. Escucha tras él, el sonido de la puerta que se cierra y sigue a la monja que inicia su camino por un corredor ancho. Al lado derecho cuelgan varias pinturas del viacrucis  sobre las ventanas que dan al prado y a la calle, y al lado izquierdo se encuentran varias puertas separadas entre sí por cinco o seis metros. La primera tiene la puerta de color rojo con la palabra " mujeres" grabada en madera. La segunda es de color azul con la palabra " hombres" y la tercera es de color verde con la palabra “niños”. Al doble de la distancia se encuentra una puerta de color negro con la palabra " cuarentena" cerrada desde afuera por un candado. Llegan a una puerta al final del corredor y la monja lo abre invitándolo a pasar. Adentro, encuentra un simple consultorio de un escritorio con dos sillas, una camilla y una vitrina llena de medicamentos.

- Esperé aquí un momento. Pronto llegará el doctor Almenares- Y sin decir más nada, la monja sale y cierra la puerta dejándolo  sólo en el consultorio. Él se pasea a frente a la vitrina familiarizándose  con los nombres rotulados en los frascos y recordando su aplicación. Cuando termina se sienta frente al escritorio en una de las sillas y comienza a ojear los libros sobre la mesa. Toma uno y lee la portada. “Surgical Casebook de Hanaoka Seishu”. Lo abre e intenta leer las técnicas  descritas. Luego de algunos minutos con la ayuda de los esquemas y  dibujos  logra descifrar las palabras en español que  hablaba pero que no escribía. Está tan sumido en la lectura que no se da a cuenta cuando el doctor Almenares ingresa a la habitación. Tan sólo se percate de su presencia cuando éste cierre libro frente a sus ojos.

-Es una lectura bastante compleja-Exclama el doctor sentándose frente a Gerard y evaluándolo minuciosamente.

-Discúlpenme, no me di cuenta de su llegada-

-Pude darme cuenta de ello-Responde el doctor Almenares con una pequeña sonrisa. -¿Entendió algo?- Pregunta señalando el libro frente Gerard.

-Al principio no estaba muy familiarizado con el español escrito, pero logre interpretar la técnica de anestesia local para remover un tumor en cuello-

-¿Es usted Doctor?- Pregunta muy interesado  inclinándose hacia Gerard.

-Efectivamente. Mi nombre es Gerard Decout- Declara extendiendo la mano.

-Emiliano Almenarez. Y es usted francés por lo que su acento denota-  Exclama el doctor  estrechándole la mano.- ¿En qué puedo ayudarlo?-Agrega recostándose de nuevo en el espaldar que su silla.

- Acabó de llegar a  la ciudad y estoy buscando un lugar para trabajar, -  Responde Gerard con tono nervioso. El doctor Almenares levanta ambas cejas sorprendido por la casualidad de encontrar un médico justo en ese momento.

-Cuenta usted con suerte doctor Decout. Estamos buscando un reemplazo para unn honorable médico que le va mejor con los muertos-  Ambos se echan a reír por la broma y en ese momento se genera entre ambos una conexión, de colegas y amigos.

-Pues no busque más, ha encontrado su nuevo reemplazo para los vivos - Exclama aliviado Gerard por la pronta aceptación de su nuevo tutor.

-Antes de poder darle la bienvenida déjeme aclararle algo- la amabilidad del doctor Almenares es remplazada por la incomodidad.  - El pago en este hospital es inferior al que se acostumbra a pagar en Francia. Aquí la medicina se ejerce más por vocación. No espere hacerse rico aquí- Las palabras  del doctor  no desaniman a Gerard, por el contrario se ajustan a sus creencias.

-Lo entiendo y no me importa. Yo ya soy un hombre rico y lo único que deseo es ejercer la medicina-

-Entonces puedo darle bienvenida a este lugar-El doctor Almenarez le extiende la mano  complacido  -¿Cuándo puede empezar doctor Decout?

-Cuando usted me lo indique doctor-

-¿Le parece bien el viernes?

-Está bien para mí-

-Mañana reuniré el personal médico y las monjas para avisarles de su llegada y el viernes al mediodía lo espero-

-¿Al mediodía?-

-Sí, tengo un importante procedimiento en la mañana, pero luego puedo ocuparme de instruirlo en los quehaceres de esta institución-

-Está bien doctor Almenares. Aquí estaré al mediodía-  Gerard se aguanta las ganas de ofrecerse como ayudante en la cirugía. No desea seguir forzando su suerte.

Ambos se levantan de sus respectivas sillas y se estrechan las manos una vez más para despedirse. Gerard sale del consultorio complacido por la oportunidad, y el doctor Almenares se queda sorprendido por la suerte de encontrar el reemplazo que desea al costo que puede pagar. Hace su camino de regreso intentando buscar a Luciana, pero un grupo de monjas que se encuentra al final del corredor lo observan fijamente evitando que él se aventure tras las puertas de enfermos.


Cuando llega a la casa de huéspedes de Petra se encuentra con Cedric que se prepara para salir hacia el burdel. Él al verle la cara se da cuenta de que algo le ocurre.

-¿Cómo te fue?

-Bien, logre obtener un puesto como médico en el hospital- Responde sin emoción confirmando las sospechas de Cedric. Se retira los zapatos y se tumba en la cama bajo la mirada incisiva de su compañero de cuarto.

-¿Que sucede?- insiste Cedric.

-Vi a Abigail en un coche que pasaba por la plaza principal- Responde con voz cansada seguido de un resoplo.

-¿Abigail…..pero como…. Ella esta….-

-Muerta- Gerard completa la oración y observa a Cedric que permanece de pie y con los ojos por fuera de sus cuencas por la impresión de aquella declaración.

-¿Estás seguro de que era ella?-chilla.

-No completamente, pero si estoy seguro de que vi su rostro. Nunca podré olvidarlo-

-¡Pero eso es imposible!- Se queja Cedric angustiado al pensar que su amigo puede volver a caer en la amargura por el recuerdo de su esposa. Busca desesperadamente la forma para evitar que caiga de  nuevo en  la trampa de la melancolía, y la única forma que encuentra es recordándole su nueva Ilusión.

-¿Y Luciana?-

-¿Qué pasa con ella?- Pregunta con ansiedad.

-¿La olvidarás?

-¡Claro que no!- Responde Gerard exasperado sentándose de  nuevo en la cama- De hecho estaba pensado en ella cuando vi el rostro de Abigail-  Agrega colocando los codos sobre las rodillas y sosteniéndose la cabeza entre las manos. Cedric se relaja con aquella afirmación y es atropellado por una idea.

-¡Entonces de eso se trata!- Exclama triunfante como si hubiera descubierto el mayor de los  secretos. - ¡Te estas saboteando!-

-¿Qué quieres decir?- Pregunta  confundido Gerard, levantando la mirada hacia su entusiasmado amigo.

-Te sientes culpable por enamorarte nuevamente y tu inconsciente te juega una mala pasada haciéndote ver cosas que no existen- declara con la determinación propia del mejor de los psicoanalistas. Gerard se queda un instante observándolo y contemplando la idea como verdad. Finalmente sacude la cabeza para alejar de su mente toda la confusión y le otorga a su amigo la aceptación de esa posibilidad.

-Quizás tengas razón-

-Claro que la tengo. Se mucho más que tú sobre el amor- Cedric vuelve a plasmarse en el rostro la sonrisa pícara con la admisión de Gerard.

-Tal vez del amor horizontal sobre una cama- Se burla Gerard.

-¡El mejor de todos!- chilla Cedric con felicidad.

Con una actitud menos tensa ambos inician una conversación más alegre sobre el futuro. Acuerdan conservar el burdel en la misma casa y deciden remodelar la otra para vivir en ella. Se presentarán como hermanos de la misma madre pero de diferente padre ante la sociedad de la ciudad, para evitar comentarios inapropiados sobre ellos y  su relación a pesar del oficio de Cedric. El será la oveja descarriada, mientras que Gerard será el hermano que dignifique el honor de la familia.  Cuando terminan, Cedric se va hacia el burdel dejando a un Gerard más relajado.

Mientras tanto en la casa Lemaitre las hermanas luchan con sus párpados para llegar a la noche con el cansancio suficiente para emprender una nueva rutina de sueño. Se acuestan ese miércoles con las gallinas y se levantan el jueves con los gallos. Desayunan y luego ambas se dirigen al jardín para limpiar con el aceite de coco los pétalos de las flores. Al mediodía almuerzan y después continúan con la preparación del remedio casero para Scarlet. Durante la nueva rutina no hablan mucho para evitar confrontarse por el pasado y el amor de su madre. Además, Luciana no quiere darle la oportunidad a su hermana para que la acribille con preguntas sobre Gerard, que en ese momento se asesora en el banco con Mariano Dávila, que le ayudara a contratar un arquitecto y personal para restaurar la casa que se convertirá en su nuevo hogar. Al anochecer, Gerard y Luciana van a la cama ilusionados con la idea de emprender una nueva etapa profesional. Desde sus respectivas camas, cada uno visualiza las oportunidades que este nuevo camino les brindará, sin imaginar que ese camino los acercara nuevamente.


El viernes en la mañana Luciana y abril se visten en su pequeño cuarto del hospital con las vestimentas adecuadas para su primera cirugía. Encima de su uniforme gris llevan un delantal blanco y su cabello recogido  bajo un tocado igual de blanco con boleros.  Ríen como niñas con juguete nuevo sin lograr ocultar la emoción. Habían lidiado con los pacientes sometidos a cirugía, pero nunca habían estado presentes en una de ellas. Cuando llegan a la sala de procedimientos una de las monjas les entrega unos tapabocas de tela para que puedan ingresar. Ambas se lo colocan y hacen bromas sobre la apariencia de maleantes que obtienen al esconder el rostro. Luego se sitúan en el extremo de la habitación mientras que el doctor Almenares inicia el procedimiento acompañado por el doctor Bernal. Ellas  observan concentradas la rutina de la monja que ayuda con los instrumentos, ya que esa será su función luego de que aprendan las nociones básicas. Luciana mientras observa, toma nota mental sobre algunos cambios que podrían ser de gran ayuda en el procedimiento, ya que considera que la manera en que se desenvuelve la monja es muy poco práctica y retrasa muchos de los pasos de la cirugía.

Cerca del mediodía cuando el doctor Almenares ha terminado la cirugía, les pide a Luciana y Abril que realicen la curación, luego les ordena que lleven el paciente al pabellón de hombres y lo instalen en una de las camillas, para que cuando terminen se una a él en su despacho para discutir su primera experiencia. Ellas  lo realizan con dedicación y aun con la emoción a cuestas.  Luego se dirigen al consultorio del doctor compartiendo sus inquietudes y percepciones sobre la mañana, pero cuando  llegan y Abril se dispone a tocar la puerta, Luciana la detiene atrapándole la mano en el aire al escuchar una voz familiar que proviene del otro lado de la puerta.

-¡Es Gerard!-



NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.









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5 comentarios:

  1. ay noooo porq lo dejas asi... mas bien porq me dejas asi???
    Simplemente tengo q decurte q espwro con ansias q pase toda la semana para poder leer tu capitulo los domingos.
    te quiero amiga mil.besos

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  2. Ahh no puede ser, x q nos.dejas asi, nuevamente a esperar el encuentro....
    Me gusta...
    Saludos :D

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  3. Hola Farley

    siento el offtopic, pero quería avisarte que me he encontrado con un fanficition de 50 sombras de grey que plagia el que escribiste tú: siluetas de 50 sombras (lo tienes aqui http://www.wattpad.com/41054286-christian-grey-durante-el-embarazo-de-anastasia)

    saludos

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    Respuestas
    1. Gracias Radi

      Es bueno encontrar personas que te apoyen y valoren tu trabajo. Con tu ayuda y la de otras lectoras logramos que eliminaran la historia. Un abrazo gigante y mil gracias

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  4. Amiga excelente capitulo como siempre, tu narrativa mejora cada ves mas,amo leerte, espero que gerard no se enamore de las 2 hermanas, pues la que se parece a la finada esta enferma y seria doloroso para Luciana que ya esta enamorada de el, te felicito madre dios te bendiga un besote.

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