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lunes, 10 de marzo de 2014

CAPITULO 10


Con la intrusión de Atita en el cuarto de las hermanas, se cuela el frío congelante de la muerte. Ese frío que inmoviliza el cuerpo y bloquea La razón. La dama justa había llegado a la casa Lemaitre para reclamar a la mujer que perdió un las ganas de vivir cuando perdió sus ganancias en la vida.

Scarlet siente como aquella dama oscura pero justa con cada persona en la tierra, la observa recordandole su inevitable reunión. Una cita que a diario se agenda pero que no se cumple. Luciana reúne todas sus fuerzas y sale de la habitación dejando a su hermana y a la criada tras ella. Va directamente hacia la silla mecedora en que diario su madre lee algún libro luego del almuerzo, pero esta vez,  la encuentra con la cabeza ladeada hacia su hombro, con los ojos cerrados y con la pequeña caja de madera que hace de joyero, entre las manos sobre su regazo. Intenta llamarla tomándole el rostro con sus manos a cada lado de la mejilla, pero Frederica ya está muerta.



Luciana se resiste a aceptar lo obvio y llama a gritos a Maya, sin darse cuenta de que está a su lado elevando una plegaria por la patrona que las salvo a ella y Atita luego del destierro. Cuando Maya se acerca más, Luciana le ordena que la tome de las piernas y la ayude a llevarla al cuarto. Cuando finalmente llegan, depositan el cuerpo inerte sobre la cama y mientras Luciana lucha por quitarle la ropa y el corsé a su madre, le ordena a Maya que corra al hospital y busque al doctor Almenares. Ella sale  de la habitación aun sabiendo que nada  podría hacerse por su patrona, pero no desea contradecir a Luciana. Además, el servicio del doctor podría ser necesario para alguna de las hermanas, en especial para Scarlet y su frágil corazón.

Cuando finalmente Luciana libera a su madre de las ataduras del vestido y el corsé, busca sus signos vitales  posandole la oreja sobre el pecho, pero su corazón no palpita. Las mejillas han perdido el color rosa y sus labios han adquirido un tono azul. Comienza a perder la poca cordura que le queda y se retira de la cama dando tres pasos hacia atrás, se lleva ambas manos a la cabeza y comienza a hiperventilar al comprender que no hay ninguna batalla que pelear. Scarlett ingresa a la habitación llevando en las manos la pequeña caja que tenía su madre y se sienta en el extremo inferior de la cama, mientras que  Atita permanece en el umbral de la puerta.

Pasan los segundos mientras se quedan en sus lugares observando la mujer que les dio vida. Extrañamente Frederica lleva todas sus joyas puestas. El anillo de bodas, el de compromiso y dos más que hacen parte de una reliquia familiar. Dos brazaletes de oro en su muñeca izquierda, uno de plata y uno de esmeraldas en su muñeca derecha. Un collar de perlas, un delgado lazo de plata con un dije de diamante y unos pequeños pendientes que le hace Juego.  La expresión de su rostro, indicaba una muerte llena de tristeza. La tristeza que cada vez se le marcaba más en las arrugas cuando perdía dinero, y su estilo de vida de mujer de la élite desaparecía.




Después de una profunda respiración, Luciana rehace su camino hacia su madre con  lágrimas derramándose por sus mejillas y el dolor goteándole desde el pecho. Le retira los pendientes  y Scarlet coloca la pequeña caja de madera sobre la mesa de noche  para ayudarla con los anillos. Cuando terminan de retirarle todas las joyas, Scarlet toma de nuevo la caja para depositarlas en ella y al abrirla encuentran una libreta de cuentas y algo de dinero. Luciana las introduce y al  verle el rostro seco e inexpresivo de Scarlet le pregunta con voz titubeante la razón de tal impasividad.

-¿Acaso no estás triste porque mamá haya muerto?- 

-Estoy triste porque murió de avaricia y no de amor-  Añade en tono seco y con gran resentimiento. Nunca  vio a su madre ni la mitad de dolida cuando murió su padre. Era una mujer fría como el oro. Luciana tan solo guarda silencio al no comprender el romanticismo idealizado que consume a Scarlet.

Mientras tanto Maya  corre al hospital donde el doctor Almenares sostiene una reunión con el Doctor Caicedo, el Doctor Bernal y la Madre superiora. Discuten sobre los nuevos turnos que deberán cubrir durante la ausencia del doctor Caicedo, que decidió especializarse en medicina forense y que viajará a la capital para recibir un curso durante un mes. Evalúan la posibilidad de contratar nuevo médico y dejar al doctor a cargo de la morgue, a la cual llegan cada vez más personas con extrañas muertes. Con el correr de los años, muchas mujeres insatisfechas con maridos abusadores han recurrido al cianuro como una herramienta para la libertad, pero al ser descubiertas por el inconfundible olor de almendras amargas han recurrido a métodos menos rastreables los cuales deben descubrir, y la única manera de hacerlo es asistiendo al curso de envenenamiento dictado en la universidad de la capital. También discuten la posibilidad de adiestrar a Luciana y Abril en el arte de la cirugía y evitarles más turnos nocturnos. Cuando Maya llega le informa al doctor Almenares lo sucedido, e inmediatamente finaliza la reunión invitando  al doctor Caicedo.

-Venga Conmigo doctor, es hora de que dictamine su primera causa de la muerte-




Cuando llegan, Scarlet se encuentra en el Jardín regando las flores y  Luciana  esta en la habitación de la madre que  se encuentra nuevamente vestida con el mejor de sus trajes.  Ella los saluda con un asentimiento de cabeza y con los ojos hinchados de tanto llorar.

-Resignación mi querida niña- El doctor Almenares coloca una mano en el hombro de Luciana y le regala una sonrisa compasiva. – ¿Cómo lo está tomando Scarlet? – Pregunta al verla por la ventana en el jardín.

-La verdad, no lo sé. No parece triste, más bien decepcionada-

-¿Decepcionada?-

- Si, cree que es muy poco digno morir de una pena que no sea de amor- Responde Luciana con los ojos llenos de lágrimas. Mientras tanto el doctor Caicedo evalúa el extraño hematoma en el pecho de  Frederica.

-Le exploto el corazón-  Afirma retirándose del cuerpo y uniéndose a su mentor y a la eficiente enfermera que para él es Luciana.

-¿Exploto?- Pregunta horrorizada.

-Creo que así es. Pero solo puedo estar seguro abriendo su pecho y evaluando el órgano-

-Nada de eso. ¡No dejare que la abran como un cerdo!-

-Lo entiendo, y respetaremos sus deseos- Responde el doctor Almenares, dándole una mirada amonestadora al mayor de sus aprendices por el poco tacto en sus palabras. Cada vez se convence más de que la mejor opción para el doctor Caicedo es la de trabajar en la morgue con los muertos.

-Me encargare de hacer todos los arreglos para que mañana al medio dia tu madre pueda ser enterrada, y enviare un coche para que puedas ir con Scarlet de una forma más segura  hacia el cementerio -

-Gracias doctor, la verdad no tengo cabeza ni disposición para ocuparme de eso ahora-

-Lo sé, también deberías tomarte algunos días para compartir la pena con tu hermana-

-Gracias doctor, aprecio su comprensión. ¿Cuándo desea que vuelva?-

- Tomate el resto de la semana que yo hablare con la madre superiora. El lunes puedes volver, aunque……- El doctor se queda meditando la conveniencia de decirle a Luciana sobre el entrenamiento en cirugía. Tal vez no sea el momento adecuado para adiestrarla con un cuerpo expuesto, y menos con el cometario poco apropiado del doctor Caicedo.

-¿Aunque qué?- insiste Luciana al ver la duda en el rostro del doctor.

-Discutíamos la posibilidad de entrenarte en cirugía, y el viernes se programó un procedimiento al cual me gustaría que asistieras- Contesta el doctor con poca seguridad y aplastando la boca entre los dietes formando una delgada línea en los labios.

-Entonces regresaré el viernes- Responde Luciana con alegría en la voz. Es algo que siempre deseo pero que nunca se atrevió a pedir.

-Está bien. Tu nuevo turno empezará a las siete de la mañana-

-Gracias por la oportunidad Doctor- Una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro de Luciana y el doctor se la devuelve con un elogio.

-Te lo ganaste Luciana. Eres muy buena enfermera-

El doctor Almenares se retira de la habitación seguido por el doctor Caicedo. Luciana lanza al fondo de su corazón la alegría y vuelve a llenarlo con la tristeza al ver a su madre tendida en la cama. Se acuesta junto a ella por largo tiempo hasta que se siente lo suficientemente fuerte para tomar las riendas de un funeral. Se levanta  y le ordena a Maya y a Atita preparar la casa y té para recibir a las personas en el velorio.




Cuando llega la medianoche la mitad del barrio ha desfilado por la casa Lemaitre expresándoles sus condolencias a las hermanas que permanecen en las sillas junto al féretro. Todos salen consternados al ver la actitud impasible de Scarlet, que tan sólo clava la mirada en los arreglos florales que ella misma organizo para su madre. Su rostro no expresa pena y la ausencia de lágrimas en su cara contrasta con el rio que generan los ojos de Luciana. Cuando todos se han ido Scarlet se retira a la cocina y comienza el ritual nocturno para su medicina, como si nada pasara. Su actitud desconcierta aún más a Luciana, pero no desea iniciar una discusión sobre su comportamiento, cree que probablemente ésa es su manera de lidiar con el dolor. Se retira al cuarto de su madre dejando el cuerpo en la sala acompañado por Maya y Tiberio para buscar un vestido blanco que colocarle para el entierro, pero el único que encuentran es el vestido blanco con el que se casó, entonces decide ajustarlo quitándole los bordados, canutillos y lentejuelas.



Cuando llega el amanecer, ambas hermanas han terminado con sus tareas. Luciana toma todos los sobrantes del vestido y busca un lugar en donde guardarlos. Encuentran en el fondo del armario una pequeña caja metálica negra con flores dibujadas en la tapa. Cuando la abre encuentra un manojo de cartas unidas por una cinta y sobre ellas una rosa seca.

Luciana toma una de las cartas, creyendo que se trata de una misiva de amor enviada por su padre, pero al observar la letra y firma del remitente su corazón quiere estallar al igual que el de su madre. La empatía y el amor que sentía por la mujer que le dio vida son reemplazados por el desprecio.

-¿Qué sucede?-Preguntar Scarlet desde la puerta al verle el rostro descompuesto a su hermana.

-Nada- Se limita a contestar Luciana mientras guarda nuevamente las cartas en la caja, pero Scarlet se da cuenta de que intenta ocultarle algo y corre hacia ella para quitárselas.  Las toma bruscamente, se aleja un poco y comienza leer mientras que Luciana se limpia de las mejillas las enormes gotas de furia que escapan de sus ojos.

-¿Quiénes es Joaquín?- Pregunta Scarlet cuando termina de leer la carta y el nombre del remitente.

-Era un amigo de papa- Responde Luciana con amargura. -Murió poco después de que tú nacieras-

-¿Y cómo murió?-

-¿Para que desea saberlo?-

-Me gustaría saber más que el hombre que amó mamá-

-¡Acaso no te das cuenta de que engañaba a nuestro padre!- Le grita Luciana. El romanticismo absurdo de Scarlet la vuelve loca.

-El amor no te permite escoger Luciana. A veces nos enamoramos de la persona equivocada y es un privilegio para pocos  lograr estar con el verdadero amor-  Scarlet se acerca a su hermana y la abraza buscando suavizar su reacción. – Sacrificar los sentimientos de amor por la felicidad de otro es lo más noble de este mundo- Agrega y finalmente rompe en llanto al comprender que su madre amo, aunque no lo hizo nunca por su padre.



Luego de un corto descanso las hermanas preparan de nuevo su luto con  vestidos negros y sombreros con velo  de crepe.  A las once una carroza fúnebre y un elegante carro negro enviado por el doctor Almenares, esperan frente a la casa. Primero ubican el cuerpo de Frederica en la carroza, luego Luciana, Scalet y las dos criadas suben al carro para dar inicio al cortejo fúnebre que las llevaría hasta el cementerio. En esta ocasión los asistentes al sepelio se desconciertan al ver la escena de la noche anterior modificada en los rostros de las hermanas. Ahora es Luciana la que permanece imperturbable y apática, mientras que Scarlet llora descorazonadamente sobre el hombre de Maya.  Como si se turnaran el dolor y sufrimiento.

Cuando termina el sepelio los asistentes se dispersan y Luciana regresa al coche. Al ver que Scarlet no ingresa tras ella, corre la cortina de la pequeña ventana y la ve colocándole a la tumba un hermoso arreglo hecho solamente con corazones sangrantes. Vuelve a su lugar y la espera pacientemente. No entiende la empatía de Scarlet por un amor clandestino, pero no está dispuesta a entablar otra conversación para tratar de comprenderlo. Cuando  ingresa al coche  inician su camino de regreso a casa en total silencio, pero cuando pasan por la plaza principal Scarlet se gira hacia su hermana y le ofrece una sonrisa suplicante.

-¿Puedo abrir la cortina y mirar por la ventana?-

Luciana asiente y le devuelven una sonrisa complaciente. No cree que represente un peligro para ella. Considera que a pesar de las circunstancias debe aprovechar la oportunidad de observar el mundo, ya que se encuentran protegida en el coche.  Inmediatamente Scarlet corre la cortina de la ventana y observa a través del cristal el agite de la ciudad. Se deleita al ver las palenqueras con sus enormes platones llenos de fruta sobre sus cabezas y le sonreía a cada niño que le agitaba su mano en despedida cuando pasan cerca. Pero una extraña sensación de sentirse observada hace que vuelva a cerrar la cortina y continúe el resto del camino en silencio.



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A las ocho de la mañana Gerard abre los ojos a un nuevo dia. Le fue difícil conciliar el sueño luego de la conversación  con Cedric sobre Luciana. Primero por los enormes ronquidos de su compañero de cuarto y segundo porque no paraba de repasar en su mente la mejor manera de ofrecerle excusas a su diosa de agua por su terrible comportamiento. No lograba encontrar palabras suficientemente amables para recompensarla por el insulto, y el  miedo de ser rechazado le apretaba el corazón y le agitaba las tripas. Toma una ducha rápida y decide ir al hospital para buscar empleo como lo sugirió Cedric, pero principalmente para tratar de averiguar algo más sobre Luciana. Cuando baja las escalas llega al comedor y encuentra a Martina sirviendo un enorme desayuno.

-Buenos días Martina-

-Buenos días Doctor, espero que disfrute su desayuno-

-Estoy seguro de que así será- Responde Gerard  y se ubica en la silla frente al banquete dispuesto para él.

-¿Puedo servirle en algo más?-

-¿Sabes que un buen lugar para comprar ropa elegante?-

-¿Elegante?-  Pregunta confundida.

-Sí, deseo comprar algo elegante y fino para buscar empleo en el hospital-

-Entiendo doctor, pero no puedo ayudarlo. No conozco ningún sitio con ropa fina- Contesta Martina sonrojándose.

Gerard se avergüenza al comprender la posible humillación a la que la expone.  Una mujer de su nivel no puede darse el privilegio de comprar ropa, y mucho menos ropa elegante y fina.  

-Lo lamento Martina si te hice sentir incómoda-

-No se preocupe, estoy bien.-

-¿Petra podría ayudarme?- Gerard intenta desviar la conversación.

-No lo sé-   Responde encogiéndose de hombros.

-¿Podrías preguntarle?-

-No se encuentra, acaba de salir para un sepelio-

-Está bien, Gracias- Murmura Gerard y se concentra en su plato mientras que Martina se gira y lo deja solo.  Evalúa sus opciones y decirme preguntarle a Mariano Dávila cuando pase por el banco para retirar dinero.

Cuando llega al banco encuentra una hilera de personas frente al mostrador donde atiende un hombre joven. Se ubica al final de la fila esperando su turno, pero cuando Mariano Davila lo ve sale inmediatamente a su encuentro.

-Buenos días Señor Decout, ¿En qué puedo ayudarlo?- Pregunta servil y con una exagerada sonrisa.

-Vengo a retirar algo de dinero-

-¿Qué cantidad necesita?-

-Lo suficiente para comprar algunos trajes elegantes, además de su consejo-

-¿Mi consejo?-

- Sobre un  lugar donde pueda encontrarlos-

-Claro que sí. Tan sólo permítame terminar con un nuevo cliente-  Exclama acercandole una silla a Gerard. – En un momento estaré con usted de nuevo- Agrega y se gira dejándolo solo para continuar una conversación en su escritorio con un hombre de extraño bigote que juega con su bastón. Cuando terminan,  el hombre se retira pasando cerca de Gerard y  le regala un asentimiento con la cabeza mientras que Mariano Davila le regala su sonrisa  aduladora.

- Ahora Señor Decout,  soy todo suyo-

-Sólo necesito dinero- Responde con tono seco.

-Por supuesto. Le traeré lo suficiente para que pueda comprar cinco trajes y la dirección en la que puede hallarlos- Responde Mariano  con seriedad y eficiencia al comprender que Gerard no es un hombre al que le guste que lo adulen.




Gerard se retira del banco y se dirige con el dinero al almacén  de un ilustre sastre cerca a la plaza principal. Se prueba algunos de los trajes pero solo se decide por dos de ellos,  y le encarga el resto para el fin de semana. Espera pacientemente que el sastre le tome las medidas para confeccionarle  sobre medida los que restan y se coloca uno  para a ir al hospital y probar su suerte en el trabajo y en el amor.

Toma la bolsa con el segundo traje y sale del almacén con renovada apariencia y actitud. Camina feliz y confiado por la calle, contemplando la idea de volver a ser la persona que dejo en Francia. Un prestigioso médico y un pobre hombre enamorado. Su sonrisa se hace más grande cuando imagina un futuro con Luciana, pero cuando un coche negro pasa frente a él, se lleva su sonrisa y su seguridad cae al piso al igual que la bolsa que llevaba en las manos.

Habían pasado casi cuatro años desde que vio por última vez aquel rostro de dulces ojos verdes esmeralda y enmarcado por una hermosa cabellera roja.  Siente como si la muerte le devolviera el pedazo de su vida que había muerto, solo para compensarlo por el dolor que durante todos esos años había soportado. Intenta salir corriendo tras el coche, pero el recuerdo congelado de su esposa se le esparce por el cuerpo dejándolo helado en medio de la calle.

-¡Abigail!- Susurra incrédulo mientras observa el coche que se aleja.



NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.



                                             

5 comentarios:

  1. O.o oye asi me quede..
    Gerard penso ver a su amada Abigail,....
    Esto se esta poniendo interesnte
    Me encanta...
    Saludos guapa!! :D

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  2. ay nooooo por favor q solo la confunda siiii anda si porfis porfis es q Gerald tiene q estar co Luciana anda si anda.....
    amiga mia me encanta y siempre fiel leyendo
    besitos

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  3. Tenia una gemela la esposa? pues ella no resucito, murió al lado de el, entonces tiene que ser alguien que se le parece mucho, o una gemela, pero a esa distancia? no creo es intrigante la situación, Gerard no puede volver a caer en el estado anterior, y menos ahora que siente que se enamoro de nuevo, gracias farley hermoso cap demasiado bien echo, y eso hace que sea un placer leerte un beso madre

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  4. ES SCARLET !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

    LA HERMANA DE LUCINANA!!!

    OMG ! ESTO SE PONE CADA VEZ MAS INTERESANTE...

    Y AHORA... ¿QUE PASARA?

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  5. mierda esto no me gusta lo siento pero estoy con luciana y a el lo quiero con ella no con su hermana hay que enredo va a quedar ahora

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