Luciana se queda inmóvil y con un
suspiro asimila que ha perdido la guerra y que su corazón expuesto ha sido conquistado
por Gerard. Sabe que ha dado una buena
batalla para soportar los cañonazos del amor, pero su muralla fue derribada si
dejar piedra sobre piedra con aquellas palabras.
Durante años había esquivado
inteligentemente a hombres insistentes que utilizaban bellos poemas de
amor y frases exageradamente halagadoras, que tan solo la exasperaban al rayar
con lo ridículo. Se sabía de memoria el soneto de amor “El ruego encarecido” de Juan Meléndez
de Valdez de tantas veces que se lo habían recitado o leído en cartas. Había rechazado a los hombres más poderosos e
influyentes, y jóvenes con un futuro
promisorio que las otras mujeres de la ciudad anhelaban, haciendo enloquecer a
su madre por la manera en que los repudiaba. Llego a saber que algunos años
atrás se jugaba entre los prospectos una apuesta para conquistar su
corazón, y sabía perfectamente que uno
de los jóvenes que más sufrió por su belleza y rechazo tuvo que ser llevado a
otra ciudad para evitar que enloqueciera de amor. Había soportado valientemente
los insultos cuando se rumoraba su preferencia por mujeres y hasta una supuesta
condición de vampira que evitaba a los hombres para no descubrirse como la
mujer fría que era. Su fortaleza la
había protegido de todas esas arremetidas pero finalmente había sucumbido ante
el poder de un hombre joven del viejo
mundo y de sonrisa perfecta.
Gerard aprovecha que tiene la
guardia baja y se acerca a ella como un depredador que tiene a su presa acorralada. Memoriza cada uno de sus hermosos rasgos y
los deposita en un lugar privilegiado de su mente, teniendo preferencia por sus
voluptuosos labios. Desea que la imagen de Luciana lo acompañe cada segundo que
no esté con ella. Nuevamente envuelve el brazo en la cintura de su presa
aproximándola lo más cerca de él, mientras que ella lo observa fijamente a los
ojos como una serpiente bajo el hipnotismo de su encantador. Él le acaricia la
mejilla con la yema de los dedos confirmando la tersura de aquella piel de porcelana, luego los desliza hasta su boca
delineándole los labios carnosos y
suaves. Baja ligeramente la cabeza direccionando su boca a la de Luciana pero
deteniéndose a tan solo centímetros como quien pide permiso. Ella se rinde ante
la proximidad de Gerard, pero sobre todo, a la sensación de seguridad que le
ofrecen sus brazos. Estaba acostumbrada a proteger, pero por primera vez en su
vida sentía que era ella la protegida. Levanta la cabeza y cierra los ojos para encontrarse con la boca
de que la espera ansiosa.
Insegura de como desenvolverse en
su primer beso, permanece con los labios entreabiertos dejando un pequeño
espacio entre ellos, permitiendo la entrada de aire a sus pulmones para no morir
sofocada por el calor y el fuerte abrazo
de Gerard. El deposita ligeramente sus labios en los de ella en un acople
perfecto, rozándolos suavemente de un lado al otro causando un fuerte
cosquilleo en ambos, que se les extiende
desde los labios al resto del cuerpo. Finalmente se detiene en la comisura derecha
de su boca depositando un casto beso e invocando con un ronroneo su nombre.
-Luciana……Luciana-
Ella solo deja escapar un
gemido y lucha por no desvanecerse bajo
las nuevas sensaciones que su cuerpo experimenta. Gerard al notar su
debilidad la estrecha más hacia él
sosteniéndola con ambos brazos. Centra
sus labios en los de ella y le da rienda suelta a un beso suave y tierno desprendiéndose de un pasado
tormentoso mientras que ella se desprende de sus prejuicios. Él adquiere la consciencia de que el destino lo llevo hasta ella para
curar su corazón, y ella de que él fue creado para poner a funcionar el suyo. Sus
bocas se alimentan de ese mágico momento y con sus lenguas atan el lazo del
amor que los uniría desde ese dia.
Separan ligeramente sus labios para llevar un
poco de aire a sus pulmones, Gerard apoya la frente en la de Luciana y le
susurra su fanatismo.
-Te necesito Luciana. Nunca más
te alejes de mí-
Pera antes de que Luciana pueda
entregar su respuesta los sentidos vuelven de nuevo a ellos para advertirles
sobre el sonido de una puerta que se abre. Él la libera justo en el momento que
el doctor Almenares sale de su consultorio.
-Doctor Decout y señorita
Lemeitre- Exclama con recelo en la mirada.- ¿Ya terminaron el recorrido y las
instrucciones?- Pregunta evaluando los rostros de los sorprendidos enamorados.
- No señor- Responde Luciana con
la voz entrecortada tratando de disimular el nerviosismo que le genera la
mirada especulativa del doctor.- Aun falta mostrarle los pabellones de los
adultos y algunas áreas de menor importancia como el cuarto de limpieza. Pero
ya conoce su consultorio y la mayoría de tareas- Agrega fijando la mirada en el piso para
evitar sentir mayor vergüenza. Gerard tan solo se queda observando a Luciana
aun perdido en el momento y absorbiendo la felicidad que su encuentro le
genera.
-Está bien- Asiente y luego se
dirige a Gerard que tiene que agitar un poco la cabeza para sacudir sus
pensamientos y concentrarse en el pedido del doctor Almenares. –Acompáñeme
doctor Decout, quisiera presentarle a sus colegas- Agrega invitándolo a seguir al consultorio. Luciana murmura un permiso y se gira para salir tan rápido como el vestido
le permite, mientras que Gerard observa de reojo como se aleja por el pasillo.
Ingresa al consultorio y solo en ese momento
los sentimientos felices son remplazados por la preocupación al no ver
ninguna persona más en la habiacion. Sabe que el encuentro con Luciana fue
fácilmente percibido por su nuevo tutor.
Ambos toman asiento en el
escritorio y Gerard se prepara para ser despedido en su primer día, más
preocupado por el futuro de Luciana que el propio. El doctor se sienta y coloca
ambas palmas sobre la mesa y se inclina hacia Gerard con mirada inquisitiva
pero amistosa.
-¿Cómo estuvo su recorrido por el
hospital?-
-Muy bien, es un lugar pequeño
comparado con los hospitales de Francia. Pero se nota que ha sido administrado
eficientemente- Responde buscando que el halago borre la suspicacia en el
rostro del doctor Almenares.
-¿Y cómo le fue con la señorita
Lemaitre?- Pregunta inclinando la cabeza hacia un lado.
-Creo que bien- Responde acomodándose de nuevo en su silla. Sabe que
no pudo haber visto el beso, pero sí pudo haber notado que algo pasaba entre
ellos, y trata de justificar su cercanía para evitar alguna represaría contra
Luciana. –Me acerque a ella para
revisarla y cerciórame de que no padeciera algún resfriado. Pero creo que está
en perfectas condiciones- Exclama tratando de parecer indiferente y enfatizando
en la palabra “revisarla”.
El doctor Almenares lo mira
fijamente como esperando algo más en la explicación de Gerard, pero cuando se
da cuenta de la actitud impasible que
adopta, sabe que no le revelara lo que para él es obvio.
-Déjeme advertirle algo doctor
Decout- Exclama luego de una respiración
profunda como para darse fuerzas y dejar salir las palabras. Se apoya en el
respaldar de la silla, mientras que Gerard se tensiona por la reprimenda.
-Muchos han intentado revisar a
Luciana. Pero todos han fallado estrepitosamente- Murmura en tono preocupado,
enfatizando la misma palabra que Gerard. –
Algunos no podrían vivir sin amor y en eso me incluyo, pero ella
pareciera que le temiera más que a la propia muerte- Agrega con tristeza.
Gerard frunce el ceño confundido
al darse cuenta que no es una amenaza para evitar lastimar a Luciana. Es un
consejo para evitar salir
lastimado. Por su mente pasan un sinfín
de ideas buscando una explicación hasta que una de ellas parece ser la más
probable.
-¿Está enferma?- Pregunta
llevándose vagamente la mano a la cabeza
haciendo referencia a la locura. Conoce muy poco a su diosa de agua, y la
ternura y altanería intermitentes que ha podido percibir en ella podrían ser
síntomas de una enfermedad mental. Su corazón
galopa como caballo desbocado ante la
posibilidad de haberse enamorado de una psiquiátrica, pero su tortura se acaba
con la risa burlona del doctor Almenares.
-¡Claro que no hijo!- A asegura
categóricamente. – Luciana es la segunda mujer más cuerda e inteligente que
conozco-
Gerard suelta un suspiro de
alivio y se llena de orgullo al saber que su diosa esta en tan buen concepto en
el respetable doctor Almenares, pero
continua tensionado por el consejo. Observa al doctor buscando más información para
ordenas sus ideas.
-¿Me quiere decir que ella nunca ha
tenido pretendientes?- Pregunta incrédulo. Luciana es una mujer hermosa, y por valoración
del mismo doctor es inteligente y no está loca.
-Luciana es la enfermedad en si
misma- Agrega con tono serio aclarándole
a Gerard el panorama- Ataca el corazón y
los dolientes sufren terribles fiebres de amor-
-Gracias doctor por el consejo,
pero no creo que ella pueda matarme. Estoy seguro de que ambos sufrimos la
misma dolencia-
-Eso espero Gerard, no me gustaría
dejar morir un médico de su talla a manos de una hermosa enfermera como la
señorita Lemaitre-
-Gracias doctor por el consejo y
espero no le incomode que yo corteje a Luciana. Estoy muy interesado en ella y
mis intenciones son honorables-
- Me parece bien, ahora que el
asunto queda claro concentremos en los asuntos médicos- Murmura levantándose de la silla y encaminándose
a la puerta. –Acompáñeme y conozca a sus colegas-
Gerard se levanta y lo sigue
tranquilo al obtener el consentimiento del jefe del hospital. Pero una duda lo
asalta y la curiosidad le pica.
-Si Luciana es la segunda mujer
más cuerda e inteligente que conoce. ¿Me podría decir quién es la primera?-
El doctor Almenares lo observa y
con una risa burlona le da la respuesta.
-¡Pues mi mujer doctor Decout,
pero ella no puede saberlo!- Contesta y
ambos ríen con la broma a cuenta de la señora Almenares.
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Luego de dejar a Gerard en el consultorio,
Luciana corre al cuarto de limpieza donde los instrumentos utilizados en la
cirugía la esperan para ser limpiados. Se encierra angustiada por las consecuencias de aquella
muestra de amor a la vista del doctor Almenares, pero el sentimiento que domina
su pecho es la felicidad. Se toca los
labios recordando el beso y cierra los ojos para magnificar la sensación mientras
se recuesta en la puerta. Siempre había visto ese símbolo de afecto como algo
engorroso y hasta poco higiénico, pero por fin entendía las maravillas que producía. No estaba segura de haber respondido
adecuadamente, lo único de lo que estaba segura, era que quería repetir aquella sensación en
los labios mientras era rodeada por los brazos de Gerard. Un leve empujón en la puerta la tira hacia
adelante y la saca de su ensueño. Toma el domo de la puerta y la
abre dejando entrar a Abril con una bandeja llena de instrumentos aun sucios.
-Sería muy bueno que me ayudaras
Luciana. El que estés perdidamente enamorada no te libera de tus obligaciones-
Declara burlona mientras deposita la bandeja sobre la mesa.
-No seas ridícula. ¿De dónde
sacas que yo estoy perdidamente en enamorada?- Balbucea acercándose a la mesa y tratando de esconder
su euforia.
-Probablemente del brillo de tus
ojos y el rubor en tus mejillas cuando estás cerca del doctor Decout- La
provoca alzando una ceja y haciendo jarras con sus brazos en la cintura. Luciana
suelta un suspiro he intenta manejar la situación con Abril. La adora porque para
ella es casi una hermana, pero sabe que puede ser una hermana terriblemente
indiscreta.
-Con respecto a eso quisiera aclarar
algo-
Murmura angustiada sin dejar de observar la mesa y sin saber cómo
explicarlo.
-Nuevamente te digo que no te
preocupes. Yo seré una tumba, pero ustedes deben ser más discretos- La tranquiliza sabiendo que para Luciana es un
paso gigantesco el aceptar el amor en su vida.
-Gracias, pero no estoy segura de
que haya algo que ocultar- No sabe cómo será la relación con Gerard y tampoco sabe si será
despedida por comportamiento poco decente.
-¿Qué quieres decir?- Pregunta tomándola
de las manos para que queden frente a frente y poder evaluar el rostro de
Luciana.
- Lo conozco hace muy poco, si es
que se puede decir que lo conozco. Además, no se cuales sean sus intenciones y
yo no me dejare deslumbrar por su posición-
-Ummm te entiendo- Responde Abril
analizando la situación. – Pero creí que lo conocías bien por la manera en que
se miran- Agrega transportando a Luciana
al baño de Petra donde conoció todas las partes de Gerard. El calor abrazador
le consume el cuerpo y tiene que abanicarse con la mano.
- No mucho. Solo nos hemos visto
tres veces- responde con la voz entrecortada y luego se rectifica. - Hoy serian cuatro.
-Está bien, pero sería bueno que
te costumbres a su presencia. ¡Desde el lunes lo verás todos los días!-
-¡Lo sé, y será muy difícil para
mí!- Se queja y se abanica nuevamente tratando de controlar su cuerpo delator.
-Tienes este fin de semana para
analizar la situación. Piensa si quieres dejarlo entrar en tu vida o si prefieres
desecharlo al igual que los demás. Si te inclinas por aceptarlo, conocerás las
mieles del amor y serás menos agria. Pero se lo rechazas tendrás que fundirte
por siempre en la amargura desde tu casa para evitarlo-
Luciana suelta un bufido ante el
consejo de Abril sabiendo que tiene razón. Esas son las únicas opciones que
tiene, aunque su corazón ya se inclina
ante el deseo y le advierte su intención de regresar el lunes al hospital.
-Lo pensare, pero ahora concentrémonos
en limpiar- Se limita a contestar y
amabas inician su rutia de limpieza mientras que en el pabellón de Hombres Gerard
es presentado al doctor Caicedo y el doctor Bernal.
A las siete de la noche ambas han
terminado de limpiar y Luciana sale
apresurada de su turno para evitar un nuevo encuentro con Gerard. Para su
fortuna, él se encuentra aún reunido con los demás doctores del hospital en el
consultorio, discutiendo técnicas quirúrgicas y modernos tratamientos de las
enfermedades más comunes de la región. Gerard los actualiza a pesar de que
lleva más de cuatros años sin ejercer la medicina, lo que evidencia el retraso
en los avances médicos en el nuevo mundo y en una ciudad costera tan alejada de
la capital.
Camina apresuradamente para
llegar a la casa y evitar ser alcanzada por Gerard en caso de que lograra salir
de la reunión. Necesita la tranquilidad
que su hogar le ofrece para procesar con calma la nueva oportunidad que la vida le presenta, donde el
amor es el protagonista. Se relaja
cuando ve a Atita que la espera en el portón al igual que la esperaba en el
amanecer. Ambas discuten sobre la cena y al ingresar Luciana se relaja sentándose
en la silla mecedora en la que su madre acostumbraba leer. Concentra su mirada
en los arcos de piedra que rodean el
patio, sin dejarse inquietar por las grietas y fisuras que delatan el mal
estado de la casa que un dia fue la envidia de la ciudad por su belleza. Su mente
tan solo le presenta una y otra vez la
escena del beso enajenándola del resto del mundo y sus problemas.
Scarlet regresa del jardín donde
se encontraba limpiando sus flores con el aceite de coco. Se acerca a Luciana que
permanece en la mecedora distraída en sus pensamientos y ajena a su presencia.
-Hola Luciana, ¿Que tal estuvo tu primer dia y tu primer cirugía?- Pregunta
tratando de regresarla nuevamente a la tierra desde la nube en que se
encuentra.
- Estuvo bien- Responde
sorprendida y se levanta de la silla. – Voy a comer y luego iré a dormir. Estoy muy cansada- Agrega
alejándose de Scarlet y ocultándole la mirada. Pero ella la toma del brazo y
con la otra mano le toma la barbilla para mirarla a los ojos.
-¡Lo viste!- Exclama con emoción
al contemplar ese brillo extraño que solo tiene su hermana cuando ve a su misterioso hombre. Luciana suelta un bufido y
pone los ojos en blanco por la frustración
de ser descubierta una vez más. Entiende que Abril y el doctor Almenares
lo descubrieran por haber presenciado su encuentro, pero que su Scarlet lo descubriera con tan solo verla la
desconcierta.
-Si- responde resignada.
-¡Oh Dios mío que emoción!- Chilla
mientras salta alrededor de Luciana. -¿Que te dijo?-
-Se disculpó por su
comportamiento- Responde y le esquiva la mirada una vez más para no delatarse
al recordar el beso.
-¿Quién es él? ¡Tienes que decírmelo!
- Le suplica Scarlet con la exaltación a
flor de piel. Luciana se queda un segundo paralizada sin saber cuál respuesta
darle. Piensa que si le dice que es un medico con el que compartirá sus días en
el hospital no podrá evitar la intensidad y las preguntas a diario de Scarlet. Entonces
recuerda las palabras con las que fue conquistada y le da una respuesta.
-Es un marinero-
Deja ya la cabaña, mi
pastora;
déjala, mi regalo y gloria mía;
ven, que ya en el oriente raya el día,
y el sol las cumbres de los montes dora.
Ven, y al humilde pecho que te adora,
torna con tu presencia la alegría.
¡Ay!, que tardas, y el alma desconfía;
¡ay!, ven, y alivia mi pesar, señora.
Tejida una guirnalda de mil flores
y una fragante delicada rosa
te tengo, Filis, ya para en llegando.
Darételas cantando mil amores,
darételas, mi bien; y tú amorosa
un beso me darás sabroso y blando.
JUAN MELENDEZ VALDEZ
NOTA DEL AUTOR
Gracias por
leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un primer hijo. Igualmente agradezco sus
comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta
creación.
sacrosanta madre q señor beso!!!!! yo quieroooooo.....
ResponderBorraresq me meto a estudiar medicina si me ponen a ese doctor jajajaja
BUENISIMO AMIGA MIA
cada domingo me gusta mas... y pensar q cada domingo pienso que no podras superarte vas tu me callas =P
te quiero amiga mia y hasta el siguiente capitulo ... oh Gerald <3
Me encanta, cada semana mejor
ResponderBorrarAhhhh que beso xD y a Luciana le temblaba todo jajaj que rico es al amor ahhh
Luciana lo vio primero y que se quede con Gerard please si!?
Besos guapa ,hasta el sig. Capitulo :-D :-*
me encanto quese besaran haciuf intensos ellos jajjajajja me gusta que esten juntos pero creo que escarletva a ser un problemon muy buen capitulo como siempre esperando el proximo
ResponderBorrarOH FARLEY !!!!
ResponderBorrarME ENCANTO MUCHISIMO!!!!!!!!!!
AME ESTE CAPITULO!
LO HICISTE DE MARAVILLA!!!!!!!!