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lunes, 10 de marzo de 2014

CAPITULO 10


Con la intrusión de Atita en el cuarto de las hermanas, se cuela el frío congelante de la muerte. Ese frío que inmoviliza el cuerpo y bloquea La razón. La dama justa había llegado a la casa Lemaitre para reclamar a la mujer que perdió un las ganas de vivir cuando perdió sus ganancias en la vida.

Scarlet siente como aquella dama oscura pero justa con cada persona en la tierra, la observa recordandole su inevitable reunión. Una cita que a diario se agenda pero que no se cumple. Luciana reúne todas sus fuerzas y sale de la habitación dejando a su hermana y a la criada tras ella. Va directamente hacia la silla mecedora en que diario su madre lee algún libro luego del almuerzo, pero esta vez,  la encuentra con la cabeza ladeada hacia su hombro, con los ojos cerrados y con la pequeña caja de madera que hace de joyero, entre las manos sobre su regazo. Intenta llamarla tomándole el rostro con sus manos a cada lado de la mejilla, pero Frederica ya está muerta.



Luciana se resiste a aceptar lo obvio y llama a gritos a Maya, sin darse cuenta de que está a su lado elevando una plegaria por la patrona que las salvo a ella y Atita luego del destierro. Cuando Maya se acerca más, Luciana le ordena que la tome de las piernas y la ayude a llevarla al cuarto. Cuando finalmente llegan, depositan el cuerpo inerte sobre la cama y mientras Luciana lucha por quitarle la ropa y el corsé a su madre, le ordena a Maya que corra al hospital y busque al doctor Almenares. Ella sale  de la habitación aun sabiendo que nada  podría hacerse por su patrona, pero no desea contradecir a Luciana. Además, el servicio del doctor podría ser necesario para alguna de las hermanas, en especial para Scarlet y su frágil corazón.

Cuando finalmente Luciana libera a su madre de las ataduras del vestido y el corsé, busca sus signos vitales  posandole la oreja sobre el pecho, pero su corazón no palpita. Las mejillas han perdido el color rosa y sus labios han adquirido un tono azul. Comienza a perder la poca cordura que le queda y se retira de la cama dando tres pasos hacia atrás, se lleva ambas manos a la cabeza y comienza a hiperventilar al comprender que no hay ninguna batalla que pelear. Scarlett ingresa a la habitación llevando en las manos la pequeña caja que tenía su madre y se sienta en el extremo inferior de la cama, mientras que  Atita permanece en el umbral de la puerta.

Pasan los segundos mientras se quedan en sus lugares observando la mujer que les dio vida. Extrañamente Frederica lleva todas sus joyas puestas. El anillo de bodas, el de compromiso y dos más que hacen parte de una reliquia familiar. Dos brazaletes de oro en su muñeca izquierda, uno de plata y uno de esmeraldas en su muñeca derecha. Un collar de perlas, un delgado lazo de plata con un dije de diamante y unos pequeños pendientes que le hace Juego.  La expresión de su rostro, indicaba una muerte llena de tristeza. La tristeza que cada vez se le marcaba más en las arrugas cuando perdía dinero, y su estilo de vida de mujer de la élite desaparecía.




Después de una profunda respiración, Luciana rehace su camino hacia su madre con  lágrimas derramándose por sus mejillas y el dolor goteándole desde el pecho. Le retira los pendientes  y Scarlet coloca la pequeña caja de madera sobre la mesa de noche  para ayudarla con los anillos. Cuando terminan de retirarle todas las joyas, Scarlet toma de nuevo la caja para depositarlas en ella y al abrirla encuentran una libreta de cuentas y algo de dinero. Luciana las introduce y al  verle el rostro seco e inexpresivo de Scarlet le pregunta con voz titubeante la razón de tal impasividad.

-¿Acaso no estás triste porque mamá haya muerto?- 

-Estoy triste porque murió de avaricia y no de amor-  Añade en tono seco y con gran resentimiento. Nunca  vio a su madre ni la mitad de dolida cuando murió su padre. Era una mujer fría como el oro. Luciana tan solo guarda silencio al no comprender el romanticismo idealizado que consume a Scarlet.

Mientras tanto Maya  corre al hospital donde el doctor Almenares sostiene una reunión con el Doctor Caicedo, el Doctor Bernal y la Madre superiora. Discuten sobre los nuevos turnos que deberán cubrir durante la ausencia del doctor Caicedo, que decidió especializarse en medicina forense y que viajará a la capital para recibir un curso durante un mes. Evalúan la posibilidad de contratar nuevo médico y dejar al doctor a cargo de la morgue, a la cual llegan cada vez más personas con extrañas muertes. Con el correr de los años, muchas mujeres insatisfechas con maridos abusadores han recurrido al cianuro como una herramienta para la libertad, pero al ser descubiertas por el inconfundible olor de almendras amargas han recurrido a métodos menos rastreables los cuales deben descubrir, y la única manera de hacerlo es asistiendo al curso de envenenamiento dictado en la universidad de la capital. También discuten la posibilidad de adiestrar a Luciana y Abril en el arte de la cirugía y evitarles más turnos nocturnos. Cuando Maya llega le informa al doctor Almenares lo sucedido, e inmediatamente finaliza la reunión invitando  al doctor Caicedo.

-Venga Conmigo doctor, es hora de que dictamine su primera causa de la muerte-




Cuando llegan, Scarlet se encuentra en el Jardín regando las flores y  Luciana  esta en la habitación de la madre que  se encuentra nuevamente vestida con el mejor de sus trajes.  Ella los saluda con un asentimiento de cabeza y con los ojos hinchados de tanto llorar.

-Resignación mi querida niña- El doctor Almenares coloca una mano en el hombro de Luciana y le regala una sonrisa compasiva. – ¿Cómo lo está tomando Scarlet? – Pregunta al verla por la ventana en el jardín.

-La verdad, no lo sé. No parece triste, más bien decepcionada-

-¿Decepcionada?-

- Si, cree que es muy poco digno morir de una pena que no sea de amor- Responde Luciana con los ojos llenos de lágrimas. Mientras tanto el doctor Caicedo evalúa el extraño hematoma en el pecho de  Frederica.

-Le exploto el corazón-  Afirma retirándose del cuerpo y uniéndose a su mentor y a la eficiente enfermera que para él es Luciana.

-¿Exploto?- Pregunta horrorizada.

-Creo que así es. Pero solo puedo estar seguro abriendo su pecho y evaluando el órgano-

-Nada de eso. ¡No dejare que la abran como un cerdo!-

-Lo entiendo, y respetaremos sus deseos- Responde el doctor Almenares, dándole una mirada amonestadora al mayor de sus aprendices por el poco tacto en sus palabras. Cada vez se convence más de que la mejor opción para el doctor Caicedo es la de trabajar en la morgue con los muertos.

-Me encargare de hacer todos los arreglos para que mañana al medio dia tu madre pueda ser enterrada, y enviare un coche para que puedas ir con Scarlet de una forma más segura  hacia el cementerio -

-Gracias doctor, la verdad no tengo cabeza ni disposición para ocuparme de eso ahora-

-Lo sé, también deberías tomarte algunos días para compartir la pena con tu hermana-

-Gracias doctor, aprecio su comprensión. ¿Cuándo desea que vuelva?-

- Tomate el resto de la semana que yo hablare con la madre superiora. El lunes puedes volver, aunque……- El doctor se queda meditando la conveniencia de decirle a Luciana sobre el entrenamiento en cirugía. Tal vez no sea el momento adecuado para adiestrarla con un cuerpo expuesto, y menos con el cometario poco apropiado del doctor Caicedo.

-¿Aunque qué?- insiste Luciana al ver la duda en el rostro del doctor.

-Discutíamos la posibilidad de entrenarte en cirugía, y el viernes se programó un procedimiento al cual me gustaría que asistieras- Contesta el doctor con poca seguridad y aplastando la boca entre los dietes formando una delgada línea en los labios.

-Entonces regresaré el viernes- Responde Luciana con alegría en la voz. Es algo que siempre deseo pero que nunca se atrevió a pedir.

-Está bien. Tu nuevo turno empezará a las siete de la mañana-

-Gracias por la oportunidad Doctor- Una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro de Luciana y el doctor se la devuelve con un elogio.

-Te lo ganaste Luciana. Eres muy buena enfermera-

El doctor Almenares se retira de la habitación seguido por el doctor Caicedo. Luciana lanza al fondo de su corazón la alegría y vuelve a llenarlo con la tristeza al ver a su madre tendida en la cama. Se acuesta junto a ella por largo tiempo hasta que se siente lo suficientemente fuerte para tomar las riendas de un funeral. Se levanta  y le ordena a Maya y a Atita preparar la casa y té para recibir a las personas en el velorio.




Cuando llega la medianoche la mitad del barrio ha desfilado por la casa Lemaitre expresándoles sus condolencias a las hermanas que permanecen en las sillas junto al féretro. Todos salen consternados al ver la actitud impasible de Scarlet, que tan sólo clava la mirada en los arreglos florales que ella misma organizo para su madre. Su rostro no expresa pena y la ausencia de lágrimas en su cara contrasta con el rio que generan los ojos de Luciana. Cuando todos se han ido Scarlet se retira a la cocina y comienza el ritual nocturno para su medicina, como si nada pasara. Su actitud desconcierta aún más a Luciana, pero no desea iniciar una discusión sobre su comportamiento, cree que probablemente ésa es su manera de lidiar con el dolor. Se retira al cuarto de su madre dejando el cuerpo en la sala acompañado por Maya y Tiberio para buscar un vestido blanco que colocarle para el entierro, pero el único que encuentran es el vestido blanco con el que se casó, entonces decide ajustarlo quitándole los bordados, canutillos y lentejuelas.



Cuando llega el amanecer, ambas hermanas han terminado con sus tareas. Luciana toma todos los sobrantes del vestido y busca un lugar en donde guardarlos. Encuentran en el fondo del armario una pequeña caja metálica negra con flores dibujadas en la tapa. Cuando la abre encuentra un manojo de cartas unidas por una cinta y sobre ellas una rosa seca.

Luciana toma una de las cartas, creyendo que se trata de una misiva de amor enviada por su padre, pero al observar la letra y firma del remitente su corazón quiere estallar al igual que el de su madre. La empatía y el amor que sentía por la mujer que le dio vida son reemplazados por el desprecio.

-¿Qué sucede?-Preguntar Scarlet desde la puerta al verle el rostro descompuesto a su hermana.

-Nada- Se limita a contestar Luciana mientras guarda nuevamente las cartas en la caja, pero Scarlet se da cuenta de que intenta ocultarle algo y corre hacia ella para quitárselas.  Las toma bruscamente, se aleja un poco y comienza leer mientras que Luciana se limpia de las mejillas las enormes gotas de furia que escapan de sus ojos.

-¿Quiénes es Joaquín?- Pregunta Scarlet cuando termina de leer la carta y el nombre del remitente.

-Era un amigo de papa- Responde Luciana con amargura. -Murió poco después de que tú nacieras-

-¿Y cómo murió?-

-¿Para que desea saberlo?-

-Me gustaría saber más que el hombre que amó mamá-

-¡Acaso no te das cuenta de que engañaba a nuestro padre!- Le grita Luciana. El romanticismo absurdo de Scarlet la vuelve loca.

-El amor no te permite escoger Luciana. A veces nos enamoramos de la persona equivocada y es un privilegio para pocos  lograr estar con el verdadero amor-  Scarlet se acerca a su hermana y la abraza buscando suavizar su reacción. – Sacrificar los sentimientos de amor por la felicidad de otro es lo más noble de este mundo- Agrega y finalmente rompe en llanto al comprender que su madre amo, aunque no lo hizo nunca por su padre.



Luego de un corto descanso las hermanas preparan de nuevo su luto con  vestidos negros y sombreros con velo  de crepe.  A las once una carroza fúnebre y un elegante carro negro enviado por el doctor Almenares, esperan frente a la casa. Primero ubican el cuerpo de Frederica en la carroza, luego Luciana, Scalet y las dos criadas suben al carro para dar inicio al cortejo fúnebre que las llevaría hasta el cementerio. En esta ocasión los asistentes al sepelio se desconciertan al ver la escena de la noche anterior modificada en los rostros de las hermanas. Ahora es Luciana la que permanece imperturbable y apática, mientras que Scarlet llora descorazonadamente sobre el hombre de Maya.  Como si se turnaran el dolor y sufrimiento.

Cuando termina el sepelio los asistentes se dispersan y Luciana regresa al coche. Al ver que Scarlet no ingresa tras ella, corre la cortina de la pequeña ventana y la ve colocándole a la tumba un hermoso arreglo hecho solamente con corazones sangrantes. Vuelve a su lugar y la espera pacientemente. No entiende la empatía de Scarlet por un amor clandestino, pero no está dispuesta a entablar otra conversación para tratar de comprenderlo. Cuando  ingresa al coche  inician su camino de regreso a casa en total silencio, pero cuando pasan por la plaza principal Scarlet se gira hacia su hermana y le ofrece una sonrisa suplicante.

-¿Puedo abrir la cortina y mirar por la ventana?-

Luciana asiente y le devuelven una sonrisa complaciente. No cree que represente un peligro para ella. Considera que a pesar de las circunstancias debe aprovechar la oportunidad de observar el mundo, ya que se encuentran protegida en el coche.  Inmediatamente Scarlet corre la cortina de la ventana y observa a través del cristal el agite de la ciudad. Se deleita al ver las palenqueras con sus enormes platones llenos de fruta sobre sus cabezas y le sonreía a cada niño que le agitaba su mano en despedida cuando pasan cerca. Pero una extraña sensación de sentirse observada hace que vuelva a cerrar la cortina y continúe el resto del camino en silencio.



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A las ocho de la mañana Gerard abre los ojos a un nuevo dia. Le fue difícil conciliar el sueño luego de la conversación  con Cedric sobre Luciana. Primero por los enormes ronquidos de su compañero de cuarto y segundo porque no paraba de repasar en su mente la mejor manera de ofrecerle excusas a su diosa de agua por su terrible comportamiento. No lograba encontrar palabras suficientemente amables para recompensarla por el insulto, y el  miedo de ser rechazado le apretaba el corazón y le agitaba las tripas. Toma una ducha rápida y decide ir al hospital para buscar empleo como lo sugirió Cedric, pero principalmente para tratar de averiguar algo más sobre Luciana. Cuando baja las escalas llega al comedor y encuentra a Martina sirviendo un enorme desayuno.

-Buenos días Martina-

-Buenos días Doctor, espero que disfrute su desayuno-

-Estoy seguro de que así será- Responde Gerard  y se ubica en la silla frente al banquete dispuesto para él.

-¿Puedo servirle en algo más?-

-¿Sabes que un buen lugar para comprar ropa elegante?-

-¿Elegante?-  Pregunta confundida.

-Sí, deseo comprar algo elegante y fino para buscar empleo en el hospital-

-Entiendo doctor, pero no puedo ayudarlo. No conozco ningún sitio con ropa fina- Contesta Martina sonrojándose.

Gerard se avergüenza al comprender la posible humillación a la que la expone.  Una mujer de su nivel no puede darse el privilegio de comprar ropa, y mucho menos ropa elegante y fina.  

-Lo lamento Martina si te hice sentir incómoda-

-No se preocupe, estoy bien.-

-¿Petra podría ayudarme?- Gerard intenta desviar la conversación.

-No lo sé-   Responde encogiéndose de hombros.

-¿Podrías preguntarle?-

-No se encuentra, acaba de salir para un sepelio-

-Está bien, Gracias- Murmura Gerard y se concentra en su plato mientras que Martina se gira y lo deja solo.  Evalúa sus opciones y decirme preguntarle a Mariano Dávila cuando pase por el banco para retirar dinero.

Cuando llega al banco encuentra una hilera de personas frente al mostrador donde atiende un hombre joven. Se ubica al final de la fila esperando su turno, pero cuando Mariano Davila lo ve sale inmediatamente a su encuentro.

-Buenos días Señor Decout, ¿En qué puedo ayudarlo?- Pregunta servil y con una exagerada sonrisa.

-Vengo a retirar algo de dinero-

-¿Qué cantidad necesita?-

-Lo suficiente para comprar algunos trajes elegantes, además de su consejo-

-¿Mi consejo?-

- Sobre un  lugar donde pueda encontrarlos-

-Claro que sí. Tan sólo permítame terminar con un nuevo cliente-  Exclama acercandole una silla a Gerard. – En un momento estaré con usted de nuevo- Agrega y se gira dejándolo solo para continuar una conversación en su escritorio con un hombre de extraño bigote que juega con su bastón. Cuando terminan,  el hombre se retira pasando cerca de Gerard y  le regala un asentimiento con la cabeza mientras que Mariano Davila le regala su sonrisa  aduladora.

- Ahora Señor Decout,  soy todo suyo-

-Sólo necesito dinero- Responde con tono seco.

-Por supuesto. Le traeré lo suficiente para que pueda comprar cinco trajes y la dirección en la que puede hallarlos- Responde Mariano  con seriedad y eficiencia al comprender que Gerard no es un hombre al que le guste que lo adulen.




Gerard se retira del banco y se dirige con el dinero al almacén  de un ilustre sastre cerca a la plaza principal. Se prueba algunos de los trajes pero solo se decide por dos de ellos,  y le encarga el resto para el fin de semana. Espera pacientemente que el sastre le tome las medidas para confeccionarle  sobre medida los que restan y se coloca uno  para a ir al hospital y probar su suerte en el trabajo y en el amor.

Toma la bolsa con el segundo traje y sale del almacén con renovada apariencia y actitud. Camina feliz y confiado por la calle, contemplando la idea de volver a ser la persona que dejo en Francia. Un prestigioso médico y un pobre hombre enamorado. Su sonrisa se hace más grande cuando imagina un futuro con Luciana, pero cuando un coche negro pasa frente a él, se lleva su sonrisa y su seguridad cae al piso al igual que la bolsa que llevaba en las manos.

Habían pasado casi cuatro años desde que vio por última vez aquel rostro de dulces ojos verdes esmeralda y enmarcado por una hermosa cabellera roja.  Siente como si la muerte le devolviera el pedazo de su vida que había muerto, solo para compensarlo por el dolor que durante todos esos años había soportado. Intenta salir corriendo tras el coche, pero el recuerdo congelado de su esposa se le esparce por el cuerpo dejándolo helado en medio de la calle.

-¡Abigail!- Susurra incrédulo mientras observa el coche que se aleja.



NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.



                                             

domingo, 2 de marzo de 2014

CAPITULO 9



Cedric no entiende de quien habla Gerard y mucho menos porque esta tan molesto.   Se rompe la cabeza tratando de recordar los nombres de las prostitutas y aunque  ya conoce íntimamente a su personal femenino, no sabe sus nombres. Las reconoce más fácilmente por el tamaño y forma de sus senos que por sus rostros. Podría pedirle que se los describa y el inmediatamente lograría identificarla, pero la actitud agresiva de Gerard le advierte que no es muy buena idea.

-¿cómo que quien es esa?-  Réplica Gerard exasperado apenas conteniendo la furia. 

- Lo siento,  pero no las reconozco por sus.......nombres- La voz de Cedric continúa siendo cautelosa, mientras que Gerard comprende cuál es su metodología patentada de reconocimiento. La sola idea de que Cedric asocie a su diosa de agua con los fantásticos senos que él mismo vislumbro lo saca de sus cabales. Se abalanza hacia él y lo toma por su camisa, haciendo que algunos de sus botones  vuelen por los aires.

-Eres un maldito hijo de puta-  Gruñe Gerard resoplando como toro embravecido.

- Cálmate- Lo empuja Cedric tirándolo de nuevo a la cama - ¿Estás loco?¿Qué te pasa?-Agrega organizando se la camisa y consternado de ver a su pacífico amigo fuera de sus ropas.

-¡Esa mujer es la que me volverá loco!-   Se queja Gerard y se toma la cabeza entre las manos. Está al borde de abismo por los celos y no sabe cómo manejarlos ya que nunca antes en su vida había experimentado un sentimiento como ese.

- ¿Qué quieres decir? ¿Acaso la mujer que te tiene por las nubes es una de mis putas?-

Gerard levanta la mirada y la clava en la de Cedric transmitiéndole su amargura. Tan solo puede asentir antes de cerrar sus ojos y tumbarse de espaldas. Maldice su suerte por encontrar una mujer que le despierta sentimientos tibios y dulces en el pecho, pero que lastimosamente es una mujer que vendé su cariño. Cedric finalmente comprende la realidad que atormenta a su amigo y se compadece de él.  Saca del bolsillo un tabaco, se sienta a su lado en la cama y coloca los codos sobre sus rodillas. Clava su mirada en el balcón sin saber que decir ni cómo manejar la situación mientras juega con el tabaco sin encender en sus manos. Se quedan así por algunos minutos hasta que Cedric busca una salida.

-¿Deseas que la despida?-

-¿Y que ganaría con eso? buscaría trabajo en otra parte y no le sería difícil conseguirlo-

-¿Entonces qué quieres hacer?-

 Gerard se queda evaluando sus opciones con la mirada perdida en el techo. Sabe que no le será fácil tan solo ignorar la situación y olvidarla. Necesita más de su diosa y cree que  tal vez cuando su hambre por ella sea saciada  encontrara el sosiego para su deseo y corazón. Se sienta nuevamente adoptando la misma postura que Cedric.

- La quiero solo para mi servicio Cedric. Nadie podrá acceder a ella hasta que yo lo diga. Quiero que me espere todas las noches a las once. No puede saber que también soy dueño y no me puede hablar - Aunque nunca lo ha dicho abiertamente sabe que  Cedric conoce cuál es su técnica de satisfacción utilizada en cuba. Las prostitutas se postraban de rodillas, con los senos expuestos, las manos en la espalda y la boca abierta. Una vez satisfecho ella debe retirarse sin pedir nada más de él. Pero quiere asegurarse de que Cedric le de las instrucciones adecuadas sobré una posible conversación, porque sabe que no sería fácil resistirse a ella. El piensa que no es   honorable traicionar la memoria de su Abigail después de tantos años adorando el cuerpo de una  prostituta más.

- Está bien, haré que organicen un cuarto solo para ella en el que puedas ir a tu antojo. Me asegurare de pagarle lo mismo que gane la chica que mejor noche tenga, de esa manera no intentará escabullirse y ofrecer sus servicios para obtener más dinero-

-Tampoco quiero que salga a ofrecer sus servicios-

-Lo entiendo, es solo para ti hasta que te canses. Pero ahora dime quien es para hacer los arreglos está misma noche-

- Ya te lo dije, es la niña Lu- Gruñe.

-Y yo ya te dije que aún no las conozco por sus nombres-

- Es blanca con la piel tersa y suave como la de la más fina muñeca de porcelana. Su cabello es largo, sedoso a simple vista, y semejante a una noche sin estrellas. Los ojos de animal salvaje que te hipnotizan, un cuerpo de elegantes curvas y una boca de  lujuria- Mientras Gerard describe a su diosa pecadora Cedric va frunciendo el ceño con cada palabra. Primero por aquella descripción tan romántica y segundo porque no coincide con ninguna de sus trabajadoras.

- Por dios Gerard, si yo tuviera una sola mujer como esa que describes,  tendría el mejor de los burdeles. Las tengo feas o gordas, también apestosas o pasaditas de años. Ninguna es tan completa como la tal niña Lu-

- Es tu puta fina. La de servicio para ricos-  Añade con tono seco.

-¿fina? ¡Si todas son tan corrientes y ordinarias como sus calzones de fique!-

- ¡Que Dios me ayude Cedric!- Exclama Gerard exasperado.  - ¡La vi salir anoche del burdel cuando iba a venderse en el hospital disfrazada con una túnica de sacerdote!

Cedric regresa en el tiempo hasta la noche anterior. Busca en sus recuerdos alguna mujer que le pidiera autorización para salir a trabajar por fuera del burdel. Solo recuerda a dos de ellas que salieron hacia las troneras, pero ninguna era remotamente parecida a la mujer que su amigo describía. De repente la túnica se convierte en la evidencia para des cubrir la misteriosa mujer.


Recuerda que la intrépida vendedora de flores llevaba una túnica para ocultar su identidad la noche anterior cuando negociaron los precios de los ramos. La descripción que su amigo hacía coincidía perfectamente con la imagen de la bella Luciana.

-Oh por Dios, tú hablas de la vendedora de flores-Logra decir antes de estallar en una carcajada. Se tumba en la cama dando rienda suelta a la diversión por la ridícula confusión en la que se encontraba el tonto de su compañero. Su euforia es tal, que hace que pequeñas lágrimas salgan de sus ojos, mientras que él se lleva las manos al estómago y rueda por la cama mientras ríe.

-Sí, creo que ese es oficio de día. Una buena fachada para una puta fina-Murmura Gerard decepcionado. – Y basta ya,  no te burles más. Es doloroso para mí. Sé que Es una zorra muy astuta-

Cedric lucha por retomar el control de su eufórica risa  para aclarar la situación, aunque le gustaría jugar un poco con su amigo antes de sacarlo de su miseria. Sin embargo, se apiada de él y se sienta nuevamente en la cama tomando una respiración profunda, Se limpia las lágrimas de sus mejillas con el dorso de la mano Y si aclara la garganta para poder darle la buena noticia.

-Me alegra decirte que no es una zorra astuta y mucho menos una prostituta-Le da pequeños golpecitos en el hombro antes de levantarse y tomar del suelo la botella vacía de  vino. - Es una vendedora de flores que llegó anoche a mi despacho para negociar el precio de los arreglos florales para el burdel. Solo se disfrazó para no ser reconocida-  Agrega depositando la botella en la cesta de basura.

Gerard se levanta como un resorte.  No puede creer lo que sus oídos escuchan y quiere cerciorarse de que no lo engañan, por lo que  se levanta y toma nuevamente a Cedric por un brazo haciendo que se gire  para que lo mire a los ojos y le reconfirme.

-¿Está seguro de lo que  dices?- Pregunta receloso. No quiere albergar la ilusión de que ella sea una mujer decente para que luego vuelva a caer por la decepción.

-Claro que sí, y déjame decirte que no es una zorra pero sí una mujer muy astuta-  Contesta  encogiéndose de hombros para soltarse.

La incredulidad y la emoción no le caben en el pecho a Gerard. Las palabras de Cedric son como un bálsamo que le desenreda el caos en su corazón. Su cuerpo se libera de un peso enorme a sus espaldas y se siente tan liviano que sus pies por poco se levantan del suelo. Pero su dicha dura poco cuando se da cuenta del daño que le causaría a su diosa el insulto de confundirla con una prostituta. El terror se adueña de sus ojos  al dimensionar lo que su error le haría pagar, ya que probablemente ella no le perdonaría una ofensa de tan grandes magnitudes.


-¡Merde, merde, merde!*-  Se queja en perfecto francés llevándose las manos a la cabeza y doblando sus piernas hasta quedar de cuclillas.  Desea que la tierra se abra para  poder caer por ella y enterrarse de una vez por todas. Cedric queda más confundido con aquella reacción. Pensaba que sería la mejor noticia para Gerard, pero pareciera que es aún peor que la absurda idea de que ella fuera una trabajadora del burdel.

-¿Ahora qué demonios te pasa?-   Pregunta extenuado.

-Pasa que soy un tonto. ¡Un maldito idiota como ella piensa!- Gerard se levanta y comienza a caminar de un lado para el otro con una mano en la cintura y la otra tomándose la barbilla.

-¿Vez? Te lo dije, es muy astuta. Ya  descubrió que eres un idiota – Se burla  Cedric sentándose  en la cama y tomando sus botas para retirárselas.  Se acuesta  con una sonrisa por la gracia de su broma, pero Gerard tan solo le devuelve una mirada asesina.

-¡Cedric!- Lo reprende. No está para bromas en ese momento. Necesita una solución a su metida de patas.

-Está bien, cálmate- Replica levantando las manos como símbolo de rendición. – ¿Por qué cree ella que eres un idiota?- Se corrige pero su tono continúa siendo burlón.

-Porque la he ofendido-  Responde cerrado los ojos y haciendo una mueca de dolor por la vergüenza que le produce tan solo decirlo.

-¡¿Como que la ofendiste?!- El tono de Cedric cambia inmediatamente al igual que su postura. Levantándose de la cama indignado por la confesión de Gerard. Su extraño instinto protector deja de pertenecer a su amigo para ser entregado a Luciana.

-Es que la vi salir del burdel y pensé que era una ramera. Trate de manejarlo pero no podía. ¡Estaba loco de celos!-  Trata de excusarse y entregar una justificación. La actitud de Cedric hace que lo vea como el padre que está defendiendo el honor de su hija. No entiende porqué, pero agradece ser reprendido por su idiotez. 

-¡Por Dios Gerard, ella tiene razón, eres un maldito idiota!-

-Lo sé, y eso me está matando. Ayúdame  ¿qué debo hacer?-

-Nada, tan sólo aprender a vivir con ello y olvídala- La sentencia de Cedric tiene la determinación de un juez impartiendo la pena de muerte.

-¿Ese es tu  consejo? Acaso no vez la pena que me mata. ¡Necesito hablar con ella! -  Exclama Gerard horrorizado al ver la frialdad con que lo trata su mejor y único amigo. –Apiádate de mí- suplica en un susurro.

- Más pena tengo por Luciana que por ti -

-¿Luciana?- pregunta en voz baja, fascinado por descubrir el nombre de su diosa.

- Sí, ese es su nombre- Responde Cedric en un tono más conciliador cuando le ve la mirada ilusionada. Acepta que su amigo puede ser un idiota pero nunca un hombre mal intencionado.

-Llévame a ella, necesito hablarle- implora acercándose a él.

-No puedo. No sé dónde vive-  vuelve a la cama y se acuesta dándole la espalda a Gerard.  Esta tan enojado que no desea ni mirarlo.

-Por favor. ¡Te lo suplico! -

-Ya te lo dije. No sé dónde vive, pero sé que el domingo estará en el mercado para entregar las flores del burdel-

-¿El domingo? ¡Pero sí apenas es martes, no puedo esperar cinco días!-

-Pues tendrás que hacerlo. El domingo ella entregará las flores con la dirección en la cual se entregará el pago-

-¡Pero me volveré loco con la espera!-

-Entonces busca algo para entretener tu mente. Además es mejor darle tiempo para que su indignación baje y te permita ofrecer una disculpa-

- Supongo que tienes razón- Se resigna Gerard  y suelta un suspiro. Debe actuar con inteligencia y no dejarse llevar por el deseo. Tal vez Martina conozca el lugar en donde encontrarla, pero la herida está demasiado reciente. Se sienta en su cama observándole la espalda a Cedric que aún se encuentra muy disgustado. -Debo darle tiempo mientras pienso con cabeza fría como disculparme- Agrega.

Cedric da la vuelta y se encuentra de nuevo con la mirada culpable de Gerard y le da un consejo que él no habría contemplado. -Dijiste que querías volver a la medicina. Tal vez presentándote como médico pueda hacer  que su corazón se ablande- murmura y esboza una sonrisa casi imperceptible. No cree que Luciana sea una de las mujeres que se deja deslumbrar por un título, pero sería un justo castigo para  Gerard que muriera en el intento.

Gerard alza las cejas sorprendido y responde con voz titubeante. -Tienes razón, mañana iré al hospital para ofrecer mi servicio y tal vez pueda verla-

-¿Y por qué la encontrarías en el hospital? –Pregunta bruscamente  y con algo de preocupación. La última vez que la vio estaba en perfectas condiciones, a menos que…….

-Porque allí fue donde la dejé luego de que saliera del burdel. Supongo que  cuidaba a algún familiar-  Le aclara inmediatamente al mostro que comienza a formarse en la cama, probablemente asumiendo que él le hizo algún tipo de daño. Cedric se relaja y fija su mirada en el techo.

-Ahí lo tienes. Sálvale a su ser querido y te vera como un príncipe y no como un connard*-

Gerard frunce los labios, y  reúne todas sus fuerzas  para no arremeter contra su amigo por el insulto. Toma una respiración profunda y se acuesta de nuevo en la cama repasando cada uno de los pasos que debe dar para recuperar a la diosa, como si alguna vez hubiera sido suya.

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Cuando Luciana abre sus ojos, lo primero que encuentra es la sonrisa picara de Scarlet que se encuentra sentada junto a ella.  No entiende como esta despierta, ya que generalmente es la que más duerme. Casi siempre debe sacudirla para que se levante, pero ahora está tan fresca como si hubiera descansado por semanas.

-Ya he dormido hermanita. ¡Ahora cuéntame más de ese hombre!-

-¡Oh por Dios!-  Se queja Luciana y toma la almohada de su cabeza para ponérsela sobre la cara y esconderse de la inquisición de su hermana. Scarlet se la retira del rostro y la lanza lejos al igual que las sabanas. Después se para en la cama y comienza a saltar haciendo que el cuerpo de Luciana se sacuda de arriba  abajo.

- ¡Arriba, arriba!- canta con cada salto. No se dará por vencida y utilizara cualquier herramienta para sacarle la verdad. Luciana se cubre el rostro con la palma de ambas manos y patalea  con la frustración que le provoca no poder evadir la conversación.

-Está bien, está bien- exclama resignada colocando fuertemente las manos a cada lado de su cuerpo y soltando un bufido. Scarlet se sienta con las piernas cruzadas, ambos codos sobre las rodillas y los dedos entrecruzados debajo de la barbilla. Esta ligeramente inclinada hacia ella ofreciéndole con una sonrisa tierna toda su atención. Luciana no se puede resistir y suelta una pequeña carcajada por la disposición de su hermana. Hecha una mirada al reloj y se da cuenta que son las dos de la tarde. Una hora más temprano de la que acostumbran a levantarse. Se sienta y con una respiración profunda comienza el relato tratando de ser lo más fría posible para no delatar el sentimiento que comienza a derribar las murallas de su corazón.

- Lo vi por primera vez en la playa luego de mi baño en el mar. Me asuste demasiado y salí corriendo. Creí que se aprovecharía de las circunstancias pero ahora que lo pienso fue muy amable y trataba de tranquilizarme-  El tono paciente de Luciana contrasta con la emoción en el rostro de Scarlet.

-¡Que caballero!-exclama Scarlet llevándose ambas manos al pecho como si quisiera  abrigar su corazón.

-Supongo- Responde Luciana encogiéndose de hombros-

- ¿Y la segunda vez? –

- Fue en la casa de Petra- Luciana se sonroja furiosamente al recordar la forma en la que lo encontró.- Por eso supongo que es un comerciante o marinero que se hospeda allí- Añade con voz ronca y entrecortada cuando el calor del rostro se le expande al resto del cuerpo, y las extrañas cosquillas se apoderan de su virtud, haciendo que tenga que apretar los muslos para desplazar la sensación.

-¿Qué?-Pregunta Scarlet sabiendo que hay algo más por la reacción de Luciana.

-¿Que de qué?-  intenta disimular.

-No juegues conmigo. Dime que paso allí-

Luciana toma otra respiración profunda para llenarse de valor y describir la escena. Sabe que Scarlet reconoce cuando miente y no podría sacársela de encima si no le cuenta la verdad.

-Sin querer lo encontré desnudo luego de su baño.- Murmura con voz quejumbrosa. Scarlet da un respingo y se lleva las manos al rostro cubriendo la nariz  boca. Se quedan así  unos segundos hasta que Scarlet  deja salir una pequeña risa traviesa que se convierte en una fuerte carcajada que contagia a Luciana, hasta que ambas terminan tumbadas en la cama sin poder detener  la euforia. Cuando finalmente se calman,  Luciana  le narra lo sucedido tratando de no escandalizar a su pequeña hermana con detalles poco decentes. Ella está acostumbrada a  ver hombres desnudos que se consumen en enfermedades, pero nunca había visto un semental de tan fina casta.


-¿Y la tercera vez fue anoche verdad?- Pregunta Scarlet para cambiar a una escena menos escandalosa en la cual se sienta más cómoda Luciana.

-Si- El tono de voz de esa respuesta le advierte que algo malo sucedió en ese encuentro.

-¿Y qué paso?- Pregunta con cautela y tomándola  de la mano.

-Lo vi en el burdel  y se comportó como un cretino conmigo- Refunfuña Luciana soltando su agarre y saliendo de la cama. Se dirige hacia el ropero para buscar un vestido antes de su baño, pero principalmente para ocultar el dolor que le causo el comportamiento de Gerard.

-Lo lamento- Susurra Scarlet.

-No importa. Porque ya no deseo volver a verlo- Miente tratando de convencerse a sí misma. Scarlet tan solo frunce los labios, pero cuando intenta decir algo mas es interrumpida por Atita que abre la puerta y entra llorando.

-¡Hay mis niñas, Mis niñas!- chilla  y cae de rodillas. –  ¡La señora no pudo con el dolor!

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* Merde: En francés se utilizan para todo, hasta para desearte suerte, o cuando se equivocan al hacer o decir algo.
*Connard: Tiene una connotación más insultante y despectiva, considerada más vulgar que la palabra “Con” que traduce imbécil.



NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.











martes, 25 de febrero de 2014

CAPITULO 8



Son casi las seis de la mañana y Luciana guarda en el estuche de terciopelo el último instrumento que sus lágrimas ayudaron a enjuagar. Es un extraño escalpelo con empuñadura de oro y una fina hoja que se asemeja a un cuchillo, el cual es muy apreciado por el doctor Almenares para realizar sus procedimientos.  Es un instrumento pequeño pero con un poder inmenso para abrir y desangrar, como las palabras de Gerard, que desangraron en el transcurso de la madrugada el corazón de Luciana. Ella toma el estuche y lo lleva a la vitrina, lo ubica en el estante superior, cierra la puerta con llave y la ubica sobre la mesa contigua donde se encuentran las hilachas hemostáticas. Luego sale del  lugar para dirigirse al pequeño cuarto de enfermeras que comparte con Abril. Encuentra el vestido de su compañera en un gancho que  cuelga de un clavo en la pared, entonces se  retira su uniforme rápidamente y se coloca su vestido de calle. No quiere encontrarse con ella, ya que sabe que la sermoneara por dejarla sola y cuidando de los pacientes en el pabellón, pero su animo no le permitía ser una buena enfermera. Todos sus movimientos son eficientes y coordinados, pero en su cabeza reina el caos y la tristeza.

Esta muy  enojada por el comportamiento del hombre misterioso y sus palabras despectivas, pero esta mas que furiosa con ella misma por dejar que esas palabras le afecten al punto de quebrar su coraza.  Jamás le importo lo que cualquier persona pensara, aunque nadie podría hablar mal de ella porque nunca dio motivos para  que su nombre estuviera en boca de todos.  Su recelo al matrimonio y el continuo rechazo a los hombres que trataban de cortejarla es lo mas cercano a un escandalo, pero era perdonada por la sociedad al verle su entrega y compromiso con los enfermos, y la  devoción a su familia.  Pero ahora un completo extraño se atrevía a cuestionar su virtud y su mundo se desmorona. 

Hace su camino a casa con pasos lentos y con la mente perdida en los pocos minutos que compartió con él. Sin darse cuenta constantemente sus labios dejan escapar en un susurro su nombre como si estuviera probando el sabor que le deja en la boca al pronunciarlo.- ¡Gerard!-. Los dedos de su mano se flexionan suavemente como tratando de encontrar en el aire el apretón de aquella mano mientras corrían y un leve hormigueo en su palma le recuerda la extraña pero fascinante sensación que le producía ser abrigada por la de él. De repente una sombra oscura pasa frente a sus ojos y el viento le corta el aire que inhalaba.  Es halada hacia atrás cuando un brazo la toma por la cintura bordeándola de lado a lado sacándole el poco aire que se encuentra en sus pulmones. Siente en su espalda  los botones de una chaqueta y cerca a su oído la respiración acelerada de un hombre.

-¡Debería tener más cuidado!- Solo en ese momento el cerebro de Luciana registra lo que sucedió. Unos metros mas adelante logra observar una carreta halada por un caballo negro  que por poco la atropella. Baja la mirada hacia su estomago y ve un brazo en una chaqueta café y un guante negro que cubre la mano que aun la sostiene. Ella da un paso hacia delante para liberarse y luego se gira aun consternada hacia su salvador.

Cuando sus caras se encuentran  Luciana siente un sabor amargo en la boca.  Los ojos penetrantes que mas que evaluarla la devoran hacen que quiera salir corriendo sin entregar su agradecimiento por salvarle la vida. Una sonrisa lasciva enmarcada por un bigote de  puntas delgadas y ligeramente curvadas hacia arriba le generan el la boca del estomago una punzada de desconfianza, pero coloca a un lado sus sensaciones y se dirige al extraño hombre.


-Muchas gracias señor, fue una imprudencia de mi  parte- asiente hacia él y se dispone a seguir su camino, pero el hombre no esta dispuesto a dejar que su heroísmo termine con un simple gracias.

-Tal vez debería acompañarla hasta su casa. No creo que  baje aun de la nube en que se encuentra-  El hombre se posiciona al lado de Luciana y le ofrece su brazo en un gancho. Con la otra mano, sostiene un bastón negro y lo levanta ligeramente hacia adelante como indicando el camino. Tiene un aire de grandeza y superioridad como si fuera un privilegio ofrecerle su compañía. Su mirada es altiva y sus gestos desdeñosos cuando observa una mulata que pasa junto a ellos. Esa actitud  le repugna a Luciana hasta el punto de acabar con la cortesía para darle las riendas a su rebeldía.

-Mis pies nunca han abandonado esta humilde tierra, pero no creo que pueda decir lo mismo de usted- Responde cruzando sus brazos en el pecho haciéndole saber que no esta dispuesta a tomarlo de gancho.  El hombre la observa con ambas cejas levantadas y luego la recorre de arriba abajo con la mirada. Un escalofrió recorre a Luciana con aquella evaluación y su corazón le grita que debe salir de allí.

-Si con humilde tierra hace alusión a esta ciudad, tiene razón, acabo de llegar en el barco de la mañana y nunca antes la había pisado- Contesta con mayor altivez que Luciana y organizándose la chaqueta para disimular el rechazo a su compañía. – Soy un  ilustre arquitecto  español que viene a salvar a esta pobre ciudad de las ruinas- Agrega señalando con su bastón algunas de las casas y edificios alrededor. Luciana se envenena con la arrogancia del hombre al no poder ignorar esas palabras despectivas con las que se refiere a su tierra.

- Si, últimamente esta ciudad se esta llenando de alimañas que dañan lo poco que queda- Contesta fulminándolo con la mirada.

- Creo percibir algo de fastidio en sus palabras señorita- Murmura incrédulo. No puede creer que una mujer este siendo grosera con él. Generalmente caen a sus pies por su poder que refleja.

-Olvídelo. Que tenga buen día señor- Ella no esta dispuesta a seguir en una conversación que lo único que le provoca es irritación. Se gira para continuar su camino y se cerciora que ningún caballo o carreta venga por la calle y la lastime. Pero mientras observa en ambas direcciones el hombre le hace saber que aun no ha terminado. Las palabras a sus espaldas son como azotes para ella.

-Tal parece que esta cuidad esta llena de mujeres hermosas pero desagradecidas- El hombre escupe sus palabras indignado, pero con un propósito claro. Obtener de nuevo la atención de la hermosa Luciana. Ella se gira sin poder evitar caer en la trampa.

-Se equivoca. Esta ciudad esta llena de mujeres hermosas y agradecidas. ¡Pero no aduladoras!- Sus palabras van en creciente hasta casi convertirse en un grito. El hombre suelta una pequeña carcajada al lograr su objetivo. De nuevo tiene esos ojos salvajes posados sobre él.

-Me complace que diga lo que piensa. Es una mujer interesante y arrogante. Se ajusta a mí y a mis gustos-  Murmura.

-¡Entonces me callare!- Luciana no soporta la idea de darle gusto a un hombre tan  molesto.

-¿Quiere cortarme cualquier placer proveniente de usted?- Pregunta llevándose  el bastón bajo el brazo para sostenerlo mientras se quita los guantes de las manos.

-¡Ni en sus sueños intentaría complacerlo!-  Responde con furia y una mirada helada que bien podría congelarlo. Nunca nadie en su vida le había producido más animadversión que aquel hombre. Se gira y sale con pasos alargados por la misma calle que horas antes había recorrido de la mamo con Gerard.





Cuando finalmente llega a la casa da un suspiro de alivio. Por un segundo  envidia a su hermana que puede permanecer en la tranquilidad del hogar sin que nada la perturbe, mientras que ella se tiene que enfrentara a los peligros de la calle y los asedios de hombres.  Uno que aborrece y otro que le gustaría poder aborrecer.

En la casa como de costumbre se encuentra Atita que la espera con la puerta abierta. Desde que  Gerard la descubrió en la playa ha tenido que recurrir al baño en un enorme barreño de madera antes de encontrarse con  Scarlet por temor de llevarle algún peligro infeccioso desde  el hospital y Atita es la que se encarga de tenerlo preparado para cuando ella regrese.

-Buenos días Niña Lu. Su baño esta listo-

-Gracias Atita. ¿Y Scarlet?-

-Se encuentra aun en la cocina terminando de guardar los ingredientes de sus remedios-

-Esta bien, dile que terminare mi baño y la veré en la habitación-

Ambas entran a la casa y cada una toma su camino. Cuando llega al cuarto de baño Luciana se retira toda su ropa dejando solamente sobre su cuerpo el  collar con la esmeralda que le dio Scarlet.  Luego se introduce en el barreño para sentir el agua fresca que le baña sus pies y lentamente se sienta hasta quedar sumergida hasta la altura de sus pechos. Pasados algunos minutos Scarlet entra  en el cuarto llevando dos tazas de Te, lo que interpreta  Luciana como una invitación a conversar.

-Buenos días Luciana. ¿Qué tal tu noche?-

-Intensa- Se limita  contestar mientras arrastra un estropajo por el  hombro y sin mirarla. Sabe que tienen una conversación pendiente y su hermana no quedara tranquila hasta tenerla.

-¿Lo viste anoche también?- pregunta Scarlet colocando una taza junto a una pequeña mesa en la que se encuentran las toallas y jabones. Tiene los ojos  clavados en Luciana que al oírla levanta la cabeza para encontrar su mirada inquisitiva. – Al perro rabioso- agrega  después burlona y da un trago a su te.

-No sé de qué hablas-

-Por favor Luciana. No eres la mima desde que unos supuestos perros rabiosos casi te alcanzan. Quiero saber quién es el que  te tiene tan alterada.

-No es nadie. Ya te lo dije estaba preocupada por nuestra situación económica, pero anoche logre un buen acuerdo para nosotras- Con aquellas palabras logra desviar la atención de Scarlet.

-Fuiste al burdel?-

-Si, logre mejorar el precio y un nuevo sitio de entrega-

-No debiste ir tú, pudiste haber mandado a Tiberio-

- Por favor Scarlet, él no sabe negociar. Difícilmente escribe su nombre-

-Aun así, fue muy imprudente de tu parte-

-Basta ya de sermones. Suficiente tuve con el de Abril. Necesito relajarme-

Scarlet  se da por vencida. No quiere mortificar a su hermana y menos por intentar sacarlas de una situación difícil. Coloca su te sobre la mesa e trata de  recompensar a su hermana por su valentía. – Iré por romero para que tengas un baño relajante- Sale del cuarto de baño dejando sola a Luciana que comienza a recordar la última vez que disfruto de esa especia.


Sin querer vuelve a su mente la imagen de Gerard en el cuarto de baño de Petra. El aroma  que emanaba la habitación donde él estaba desnudo hace que su cuerpo vuelva a llenarse de una sensación desconocida que se concentra entre sus piernas.  La imagen de aquella gota recorriendo lentamente su cuerpo la arrastra con deseo. Cierra los ojos con el recuerdo de aquella  hermosa sonrisa endiablada  con unos dientes perfectos y labios perfilados que  hace que se lleve la mano a su boca delineando sus labios con los dedos. Deseando que ellos fueran esos labios. Su ensoñación es interrumpida por Scarlet solo cuando le toca a modo de caricia,  y se da cuenta de que está hirviendo.

-¡Por Dios Luciana, estas quemando!-  exclama con preocupación. Luciana se sonroja con el conocimiento de la causa de su ardor y trata de alejar de su frente la mano de Scarlet que  alcanza a detectar la baja de temperatura  cuando se recompone.

-Tal vez me enfermé. Aléjate, puede ser contagioso-  murmura avergonzada alejándose de la mano de su hermana.

-¡Eso espero!- exclama Scarlet con ilusión. Luciana la mira con el ceño fruncido sin atender  sus palabras pero antes de poder pedir una explicación Scarlet se lo aclara para dejarla en total evidencia. - ¡Porque tu estas enferma pero de amor y te está consumiendo hasta los huesos!-

Luciana abre los ojos como platos con la afirmación categórica de Scarlet. Se levanta y se estira hacia la mesa donde se encuentran las toallas, pero Scarlet las toma primero y las esconde a sus espaldas.

-Esta vez no podrás escapar de esta conversación. Así que hablas o te quedas desnuda hasta que decidas hablar-  La sonrisa traviesa de Scarlet casi parte su cara en dos. Esta emocionada como una niña  y no puede ocultarlo.

-¡Estás loca!- Luciana se estira para tratar de tomar las toallas pero Scarlet se aleja más y comienza a bailar abrazada a ellas con su sonrisa gigante. Con la felicidad de que su hermana por fin dejara a un príncipe atravesar sus altas murallas.

-¡Y tu loca de amor! ¿Quién es? ¡Dime por favor! ¿También te ama? ¿Lo haz besado? ¿Qué hace? ¡Dime, dime dime!- Pregunta sin dejar de bailar alrededor del barreño pero suficientemente lejos del alcance de Luciana que finalmente pierde el control.

- ¡Basta ya. No lo sé!-  Contesta exasperada levantando las manos para detener la fiesta que Scarlet hace a su alrededor. –Lo he visto muy pocas veces- Agrega en u susurro resignada.

-¡Si, sí, sí, lo sabía!-  Chilla Scarlet triúnfate y dando saltos de felicidad. Se acerca a Luciana y la cubre con una toalla envolviéndola por su espalda como si fuera una capa.

-¿Por qué estás tan feliz Scarlet?- Luciana no entiende aquella reacción. Cree que en realidad debería estar angustiada.

-¿Como que por qué? ¿Acaso no estas feliz de encontrar el amor?- Ahora es Scarlet la que no entiende el miedo que se le refleja  a su hermana en la mirada. Debería estar por las nubes  y con una sonrisa.

-¡Claro que no, además no estoy enamorada!- Luciana termina de envolver su cuerpo en la tolla y sale del barreño dirigiéndose hacia la puerta de donde cuelga su camisón de dormir en un clavo. Lucha con ella misma por creerse aquella afirmación pero Scarlet la sigue para tomarla de los hombros y girarla hacia ella buscando que reaccione.

-Luciana por favor. No te puedes negar a disfrutar uno de los sentimientos más placenteros que puede experimentar una persona-

-No estoy interesada en experimentar nada-

-¿Pero por qué  no?-

-¿Acaso no lo entiendes? Dejar que el amor entre en mi vida implicaría dejarte a un lado. No podría cuidarte como debería ya que un esposo demandaría más de mi atención. Sin mencionar a los hijos que seguramente este desearía tener-  La frialdad de las palabras de Luciana le congela el corazón y mente a Scarlet. Ella y su enfermedad han amputado los sueños de su hermana para formar un hogar. Es una realidad demasiado difícil de asimilar, ya que ella aún no pierde las esperanzas de encontrar el amor y un milagro para su cuerpo traicionero. Finalmente retira sus manos de los hombros de Luciana y se encoje como si hubiera sido golpeada en el estómago. Golpeada por la errónea verdad de su hermana.

-¿Scarlet estas bien?-

-No-

-¿Que tienes?- Pregunta Luciana aterrada tratado de sostenerla, pero Scarlet se sacude para que no pueda tocarla.

-Solo que tu estupidez me desgarra el alma-  Se limita a responder y sale hacia su habitación dejando a Luciana confundida en el cuarto de baño.



Cuando llega a la cama se retira su  vestido y se queda con el camisón de dormir. Levanta las sabanas y se mete debajo de ellas adoptando una posición fetal dándole la espalda a la cama de su hermana. Luego de algunos minutos siente la puerta que se abre y los pasos de Luciana. Cuando escucha el rechinar de la cama  se decepciona creyendo que  ella nuevamente evadirá la situación y desechara la oportunidad de amar. Piensa que tal vez, deberá internarse en el convento para que Luciana pueda ser feliz como ella misma desearía, pero la esperanza renace cuando Luciana suspira y le regala una respuesta.

-Creo que es un marinero o comerciante porque tiene un extraño acento. Solo lo he visto tres veces y no nos hemos besado, pero tiene una hermosa sonrisa. Ahora duerme-

Scarlet desplaza la tristeza y con una sonrisa inocente se hunde en un sueño feliz,  mientras que Luciana planta la melancolía en su corazón.

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En la cama el calor sofocante de las dos de la tarde abraza con fuerza a Gerard. Aun lleva  la ropa puesta y la botella de bourbon vacía en la mano. Un pequeño rayo de sol se cuela por la ventana entreabierta posándose directamente sobre su rostro,  y hace que su conciencia aterrice nuevamente en su cuerpo, luego de dejarla volar cuando bebió hasta el amanecer.  Paso la noche entera pensando en la diosa que vende caricias. Una mujer hermosa que ha logrado sacarlo de un estado metal catatónico para llevarlo al borde de la locura y  de los celos.

El corazón lo siente en la cabeza  con un ritmo palpitante que le recuerda el precio que se debe pagar por el placer de olvidar las penas con bourbon. No encuentra sabor en la boca, tan solo la sensación de tenerla llena de arena. Se sienta en el borde de la cama y se sostiene entre las manos la cabeza. Cuando se asegura que sus piernas le respondan, se levanta y sale de la habitación. Baja las escalas lamentado cada paso que da y que la le retumba en el cráneo. Cuando llega a la planta baja  busca el comedor. Se desparrama en una de las sillas. 


Cierra los ojos y respira profundamente para desplazar la sensación de nauseas que se le comienza a formar en la boca y estómago.  Un olor a pollo le hace abrir los ojos para encontrarse con Martina que le tiende un plato humeante frente a él.

-Es consomé de menudencias. Lo ayudara a sentirse mejor-

-Gracias-

-A usted doctor. No estaría en este mundo sin su ayuda- Gerard se estremece al escuchar cómo se dirige a él. No lo había escuchado en casi cuatro años. Y tampoco el agradecimiento de alguien por salvarle la vida.

-Pues me alegro porque soy yo el que no sabría que hacer ahora sin la suya.- Ella le regala una sonrisa compasiva y agradecida mientras el comienza a devorar la sopa. Luego se gira pero es detenida por Gerard.

-Martina.....-

-¿Si señor?-

Gerard se queda con la cuchara a medio camino a su boca, indeciso y sin saber cómo preguntarle por su diosa.  Creé haber descubierto el misterio que la rodeada y probablemente Martina sea una más de las personas engañadas por la astucia de la zorra disfrazada de mensajera de flores. Así que desiste y hace la pregunta que menos le interesa.

-¿Esta Cedric en su cuarto?-

-No señor, no vino a dormir anoche-

-Gracias Martina- Ella asiente y se retira dejando  a Gerard con el sabor en la boca de pollo y amargura.

Cuando acaba vuelve a su cuarto y se da un baño rápido. Al salir encuentra un vaso con jugo de naranja recién exprimido que probablemente Martina había dejado para él.  Al terminarlo toma uno de los tabacos de Cedric y  se acuesta en la cama.  Su mente vuelve a  recordar los instantes de la noche anterior, pero esta vez , es la hiel la que le invade el pecho cuando piensa en su diosa. Desea esperar pacientemente a que la noche llegue para ir al burdel y buscarla antes de que salga a ofrecer  sus caricias.  Su mente ya está planificando la escena donde la utilizara para su placer, con la sensación agridulce de poseerla pero sin ser exclusiva para él.

La puerta de la habitación se abre y Cedric entra silbando con la alegría que lo caracteriza cuando ha tenido una noche de amores desenfrenados. Le regala una venía a Gerard  y comienza a retirarse la chaqueta.

-¿Cuántas fueron en esta ocasión Cedric?-  Pregunta con ironía.  No le interesa realmente saberlo, pero sabe que él no podrá evitar hacer alarde de sus hazañas como amante.

-¡Todas ellas!- Responde triunfante. Solo le falta golpearse en el pecho como un  orangután cuando ha marcado su territorio.

-¡¿Todas?!-  Gerard se sienta con el rostro transformado por la furia y con los puños fuertemente cerrados sobre sus piernas.

-Ya te lo dije. Tenía que hacerles prueba de calidad- La voz de Cedric es cautelosa al ver la extraña reacción de su amigo.

-¿También con la niña Lu?-  Pregunta en un gruñido e hiperventilando. Conteniendo difícilmente la furia y deseos de abalanzarse sobre un profanador más de  su maldita diosa de agua.

-¡¿Y quién demonios es esa?!-



NOTA DEL AUTOR 

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.