Aun temblando y agitado Gerard se desploma
a un lado de Luciana y ella aprovecha
para llevar suficiente aire a sus pulmones. Él se estira para tomar un pañuelo de la mesa de
noche que está cerca a la cama y con mucha delicadeza limpia la satisfacción
que le dejo en el pubis. Ella lo observa con el ceño fruncido. Él sonríe y le
da una explicación.
-Aun no me presentas a tu hermana
y no quisiera conocerla para decirle que te embaracé –
Ella suelta un bufido mezclado de temor y hastío
de solo pensar en esa posibilidad, pero rápidamente su cerebro se llena de
culpa por dejarse llevar por un deseo tan primitivo que era tan criticado y
castigado por la sociedad. Gerard logra
identificar en su rostro ese sentimiento y se apresura a calmarla tomándole el
rostro con delicadeza y mirándola fijamente a los ojos.
-Eres una mujer hermosa e inteligente-
le ronroneaba y luego le acariciaba la punta de la nariz con la suya. –Te amo y
me hiciste el hombre más feliz-
-No es correcto. Una mujer debe esperar……- Murmura confundida sin
atreverse a pronunciar una palabra tan comprometedora como matrimonio, y su
culpa crece cuando se da cuenta que no se arrepiente en lo más mínimo por sus
actos de amor.
-Lo Entiendo. Pero ya te dije que mis intenciones son
honorables y si deseas ya mismo vamos a la iglesia- Responde Gerard sentándose
con el deseo de borrarle la angustia del hermoso rostro de Luciana. Con cada
dia que pasaban juntos se daba cuenta que ella era la mujer con la que quería
tener una nueva oportunidad de envejecer. Estaba esperando el momento adecuado
y conocer la familia de Luciana para
oficializarlo. – ¡Así podría gritarle al mundo que eres mía!- Agrega.
Esas palabras son como bálsamo
para Luciana desenredando sus culpas y
prejuicios. Ella sonríe y estira una mano para acariciarle la mejilla. Él
responde cerrando sus ojos para
disfrutar de su toque y cuando vuelve a
abrirlos su sonrisa traviesa y ojos picaros se adueñan de la escena.
-Debes darme una respuesta,
porque si para ti es un requisito el matrimonio para tenerte una segunda vez ¡Ya mismo te
arrastro a la iglesia!-
Ella abre los ojos
sorprendida. Aunque parece una broma la
certeza de encontrarse tan cerca de un compromiso la agobia.
-Creo que el sacerdote está muy
ocupado preparando la misa de las seis- Responde tratado que sus palabras
suenen a broma y no delaten su miedo a tener que dar una respuesta que
comprometa su futuro; pero en el fondo, el egoísmo que había enterrado desde
que se comprometió a cuidar a Scarlet por encima de su felicidad, comenzaba a asomar su rostro.
-Podría convencerlo de sacar unos
minutos para hacerte mi esposa- Gerard magnifica su sonrisa, ya que sabe que
solo bastaría llevarle una buena donación para que atendiera su solicitud. Sabía que él
y Cedric eran posiblemente los hombres más ricos de la ciudad aunque su
fortuna era bien disimulada, no quería adquirir falsos amigos atraídos por el
poder que el dinero otorgaba.
Luciana que no sabía que Gerard
poseía una fortuna, ya que pensaba que su trabajo como médico era su sustento y no una simple vocación, soltó una
carcajada.
-¡No creo que esa hermosa sonrisa
funcione con el sacerdote!-
-¿Funciona contigo?- Pregunta con
picardía. Ella respira profundo para
despojarse de su diversión y darle una respuesta.
-Todo lo tuyo funciona conmigo-
Gerard inhala complacido con la
respuesta y con la yema de sus dedos acaricia el cuello de Luciana. Observa con
detenimiento el collar que lleva y al detallar
la hermosa esmeralda en forma de corazón, un recuerdo fugaz de los ojos de Abigail lo ataca. Sacude
rápidamente la cabeza para regresar al presente y su posible futuro.
-¿Cómo te sientes?- Le pregunta con dulzura.
- Extraña -
-¿Te duele?- Ahora es un destello de angustia el que le
cruza por la cara. No entiende por qué la mujer en casi todo debe sufrir para disfrutar después. Luciana se concentra
en las sensaciones para dar una respuesta.
-Solo algo incomoda- Un
entumecimiento que nuca había experimentado es el dominante en su virtud.
Gerard le da un beso casto y se levanta dándole otra espectacular vista de su
escultural cuerpo antes de colocarse el pantalón que se encuentra en el piso.
-Puedes darte una ducha para que
te sientas mejor.- Le dice mientras toma una
toalla para dársela a Luciana. – Mientras tanto te preparare algo de
comer. Tengo que alejarme de ti o no
respondo por mis actos- Agrega
dándole un guiño y un vistazo al curvilíneo cuerpo que yace en su cama. Ella le
sonríe y asiente mientras le recibe la toalla.
Luego de un refrescante baño
Luciana se siente mejor aunque se le dificulto el aseo en su intimidad por
causa del ardor. Sin embargo, el recuerdo de aquel estallido de placer opacaba
cualquier incomodidad. Cuando sale al cuarto su olfato es invadido por un
delicioso aroma y sus oídos por el canto en francés del cocinero.
Sonríe y toma su vestido pero se da cuenta de que las arrugas son
la consecuencia del maltrato de
dejarlo en el piso. Dudosa se dirige al
enorme ropero de Gerard como si pudiera
encontrar un vestido en el. Al abrirlo y confirmar que sus esperanzas son solo
una ridícula ilusión, toma una camisa de Gerard y se la pone para quedar casi
perdida en ella. Toma un pantalón y lo observa extendido entre sus manos
para corroborar que no hay manera de
sostenerlo en su cuerpo.
Cuando Gerard llega a la habitación y ve a Luciana evaluado el
pantalón, tiene que cerrar los ojos para no tirar la bandeja y correr a besar
las hermosas piernas que le salen por
debajo de la camisa. Se convertiría en
su esclavo solo para besarle los pies y
acariciar aquellas piernas seductoras.
-Tengo un albornoz en el segundo
cajón-
-¿Por qué tienes los ojos
cerrados?- Pregunta sin entender su recato. Ya vio y sintió mucho de ella como
para ser un hombre respetuoso de su intimidad.
-¡Porque si vuelvo a ver tus hermosas piernas tendré que devorarte una vez
más!-
Ella sonríe complacida del efecto
que tiene en él. Se gira para tomar el
albornoz y se retira la camisa. Gerard
no se aguanta y abre un ojo para tener una visión más de aquella diosa desnuda
antes de cubrir su cuerpo. Suspira al apreciar sus delicadas caderas y el hermoso
derrier que se tendrían que convertir en
el recuerdo que lo acompañaría mientras ella estuviera de viaje.
Luego de un delicioso almuerzo
francés explicado minuciosamente por Gerard, Luciana comienza a descender a la
realidad dándole vagos detalles de su viaje. Le miente diciéndole que visitara
una mujer con la su madre tenía negocios y los cuales debe renovar y acordar
precios, para no hablar de las
verdaderas razones y caer de nuevo en la discusión de presentarlo formalmente
ante scarlet. Luego él logra entretenerla más tiempo hablándole de las maravillas que Marsella posee. Esta dispuesto
a describirle toda Francia de ser necesario para tenerla a su lado el mayor
tiempo posible, como si algo le advirtiera que no debería dejarla ir. Una
advertencia de que su felicidad estaba amenazada por los crueles juegos de la
muerte, que desde siempre había sido la peor enemiga y la única verduga del
amor. Una muerte que ansiaba reclamar
algo que creía que le pertenecía y le había sido arrebatado por Luciana,
y ella tendría que pagar el más alto precio por ello.
Cuando la noche se cierne sobre
la ciudad, Cedric regresa a la casa satisfecho por el trato realizado con
Martina, que estaba más que feliz de aceptar el trabajo. No está seguro que su travesura resultara,
pero de haber funcionado Luciana ya se habría ido. Su sorpresa fue gratificante
cuando entro a la casa y logro escuchar
las voces de los enamorados provenientes de la habitación de Gerard.
Decide regresarlos a la realidad pero antes se aseguraría de proteger el buen nombre de la única mujer hermosa que
no desea en su cama pero que se había convertido en la que más apreciaba.
Luego de algunos minutos regresa
con un coche de alquiler bien protegido por cortinas negras en la ventana, que
era dirigido por un hombre anciano de
mala vista pero de buen caballo. Se acerca a la habitación y saluda desde
afuera.
-Ya regrese con*. Martina acepto el
empleo y mañana estará aquí-
Luciana se desespera. Sabe cuáles
fueron las intenciones de Cedric al dejarla entrar, pero no desea que el confirme que cayó en la
trampa. Gerard se coloca instintivamente entre ella y la puerta. No sabe de la
jugarreta de su amigo y desea conservar el honor de su amada.
-Estoy muy ocupado ahora Cedric.
Luego Hablamos-
-Lo entendiendo- Responde del
otro lado de la puerta. – Solo quería avisarte que ya me voy para el burdel, y
que en la entrada hay un coche negro
que protege las identidades de sus pasajeros. Sería muy conveniente
utilizarlo. Adiós - Agrega alejándose con fuertes zancadas y luego da un portazo para confirmar su retiro.
Gerard frunce el ceño confundido
pero Luciana sonríe comprendiendo la
delicadeza y protección de Cedric. Le explica como su amigo fue el artífice de
aquel dulce encuentro y que el coche
debe ser para ella. El siente agradecido con su amigo por la travesura y la
discreción, pero con la tristeza de la inminente despedida.
Ella se viste con el vestido que
finalmente a domado las arrugas y arregla con los dedos un poco su cabello
mientras él la contempla. Luego la toma
de la mano para llevarla hasta la puerta con el corazón
comprimiéndosele en el pecho con cada paso que da, y con la sensación de
abandono subiéndole por las piernas como venenosas enredaderas. Ella lo sigue sintiendo
como si una bruma extraña la rodeara,
borrándole del panorama el futuro que vislumbró con Gerard mientras
estaba entre sus brazos. Una bruma que se le colaba en la sangre y en el pensamiento
como preparándola para sumergirse en el cruel frio del olvido.
Cuando finalmente llegan a la puerta él la sostiene fuertemente en sus
brazos y descansa su frente en la de
ella mientras ambos cierran los ojos
preparándose para la despedida. Se inhalan para aromatizar el recuerdo que les debe durar
las tres semanas que duraría el viaje y se sumergen en un silencio tan grande
como su amor. Luego él le acaricia el rostro con los nudillos antes de entregarle
un beso llego de melancolía.
Luciana no soporta la tristeza y
derrama una lágrima que termina fundiéndose en la camisa de Gerard.
-No llores mi diosa- Murmura
besándole las mejillas
-Voy a extrañarte muchísimo- Exclama
entre sollozos.
-Y yo a ti- Responde con un
suspiro lleno de nostalgia. Luego le levanta el rostro para mirarla fijamente a
los ojos.
- Te amo Luciana. Nunca lo
olvides- Susurra y la besa con tal fervor que logran ahuyentar los fríos y malos sentimientos con la calidez que solo el amor enciende. Pero aquel
apasionado beso finalmente termina cuando Luciana se llena de determinación y sale corriendo para introducirse en el coche.
Allí la tristeza la alcanza y le da rienda suelta al llanto, mientras que Gerard tiene que recostarse en la pared para levantar
la mirada al cielo y rogarle a un dios que un día maldijo que cuidara de ella.
Luciana hace que se detenga el
coche cuatro cuadras antes de llegar a casa y aprovecha la oscuridad para escabullirse
de el sin ser reconocida por el anciano; que a decir verdad, no le importaba
conocer la identidad de su pasajera. Camina rápidamente por el jardín de rosas blancas
de la vieja Matilde para acortar camino y espiar su competencia, y cuando llego a la puerta de la casa encontró
a Maya, Atita y a Scarlet que lloraba desconsolada en los brazos de un
angustiado Tiberio.
-¡¿Dónde rayos estabas?!- Le grita Scarlet saliendo de los brazos consoladores
cuando finalmente la ve.
-Estaba dando un paseo- Responde
en un susurro culpable y con la cabeza baja tratando de huir por el pasillo. Scarlet la sigue mientras que Atita y Maya se
retiran a la cocina.
-¿Paseo? ¡Casi muero pensando que
algo malo te había ocurrido!- Le reprocha mientras la sigue.
-Lo lamento. Estoy bien- se gira
y la toma de la mano enfrentándola con la mirada y una suave sonrisa. -Tengo que
contarte algo- Agrega.
-¡Lo viste!-chilla Scarlet al mirarla a los ojos. – ¡Viste a tu marinero!-
Luciana imagina que su felicidad
y amor por Gerard en ese momento es tan
grande que se le sale por cada poro de la piel y se le proyecta en la mirada. Piensa
que sería absurdo negarlo y asiente tímida a lo que Scarlet comienza a saltar
emocionada.
-Ohh Luciana. Estoy tan feliz por
ti que hasta podría perdonarte la angustia que me hiciste pasar- La arrastra a
la habitación y se sientan en la cama. Scarlet adopta una posición feliz
esperando conocer los detalles mientras que Luciana permanece de pie analizando
que puede y debe decir. Finalmente se
sienta a su lado y le cuenta que fue a buscarlo para despedirse de él, dándole el
protagonismo al viaje que iniciaría al dia siguiente. Scarlet cae en la trampa
y vuelve a angustiarse al conocer la decisión del viaje, olvidando
preguntar por los detalles del encuentro. Luego de una larga discusión Luciana
la convence de que es la mejor opción para obtener las bolsas de pastor que
requieren para la medicina. Scarlet cae en la tristeza de separarse por primera
vez en la vida de su hermana y se duerme
en su cama escuchando las interminables recomendaciones para ella durante la
ausencia de Luciana, que no le dan cabida a las preguntas sobre el misterioso
hombre que se adueñó de su amor.
Casi al medio dia, y luego de un
profundo sueño provocado por las delicias del amor y el trasnocho de las
recomendaciones, Luciana se despierta para encontrar a todas las mujeres de la casa en el antiguo cuarto de doña
francisca empacando en un hermoso baúl los vestidos, zapatos y demás artículos que
consideran necesarios para el viaje. Scarlet dirige a las mujeres con una autonomía
y don de mando que hace sentir orgullosa
a Luciana y agradecida, ya que no desea tener que ocuparse de empacar. Toma su
baño y se dirige a la cocina para comer algo pero un toque de la puerta la desvía
de su camino. Cuando abre se encuentra a un hombre con ropas sucias pero de
educados modales. Esta acompañado por otros dos hombres y de cuatro mulas.
-Buenos días Señorita. Busco a la
señora Fredericka-
Luciana lo observa con
detenimiento sin saber quién es y para que busca a su madre.
-¿Quien la busca?- Pregunta con desconfianza.
-Mi nombre es Raúl Jaramillo. Soy
mulero y prestamista y vengo a cobrar
una deuda-
Al escuchar estas palabras
Luciana cierra la puerta tras ella y aleja al hombre tomándolo de la mano.
-¿Deuda?- Susurra con miedo de
ser escuchada. -¿A qué se refiere?-
-Eso no le concierne señorita. Por
favor llame a su madre-
-Mi madre murió hace algunas semanas
señor- Responde dolida pero con arrogancia. El hombre olvida los modales y se
lamenta con fuertes improperios mientras Luciana se sonroja. Luego la mira enfurecido.
-¿Entonces quien es la persona a
cargo en esta casa?-
-Yo. Soy la hija mayor-
-Entonces págueme usted- Le dice
mientras le entrega un papel. Luciana lo toma pero los nervios no la dejan
entender de qué se trata.
-¿Qué es esto?-
-Un pagare. Le preste a su madre
una fuerte cantidad de dinero- Le dice señalando la suma y la firma de su madre
en el papel – Le preste con la condición
de pasar hoy por el pago- Agrega con
rudeza.
-Lo siento, pero ella murió y no
tengo como pagarle- Luciana le devuelve el papel y trata de alejarse pero la voz del hombre la detiene justo antes
de ingresar a la casa.
-Entonces esta casa me pertenece.
¡Tengo las escrituras!-
Luciana siente como las piernas
se le doblan y el corazón se le craquela. Toma una respiración profunda para
ayudar a ahuyentar las lágrimas que asoman en sus ojos y para poder hacerle
frente a la situación. Cuando se gira el hombre la observa con una sonrisa
burlona.
-Págueme- Le reclama.
-Deme tiempo. Buscare la forma para poder pagarle- Luciana trata de
conciliar con una voz suave aunque con el deseo de devolverle los fuertes
improperios que él había utilizado.
-Le di tres meses a su madre para
que me pagara. Debe tenerlo guardado. ¡Yo
no puedo esperar más!-
-La engañaron y le robaron el
dinero. Esta casa es lo único que nos queda-
El recuerdo de aquel día en el que su madre lloraba y gritaba su desgracia,
regresa a Luciana para llenarle los ojos de lágrimas de impotencia que Raúl
Jaramillo confundió con las lágrimas de tristeza de una huerfana.
Su corazón logro ser conmovido tan solo un poco y le entrega nuevamente el pagare. Camina hacia
una de sus mulas y le hace el mejor ofrecimiento que puede a Luciana.
-Le doy un mes más. De lo contrario
reclamare esta casa como mia-
-¡Dos! Replica Luciana. Su viaje
demorara casi un mes y no tendrá tiempo para
reunir el dinero.
-¡Uno!- Le grita golpeando la
mula que inicia el galope dejando a Luciana con un insulto en la boca.
-¡Maldito!-
Desde la seguridad de su coche y
a unos metros de distancia, Amaury observa la escena donde la mujer que lo
rechaza y lo obsesiona discute con un hombre de vulgar apariencia. Cuando él la deja llorando en la entrada de la
casa decide seguirlo y le pide a su
cochero que lo detenga a las afueras de
la ciudad. Cuando descubre por boca del
mismo Raúl Jaramillo las razones de aquella visita se regocija en saber que
tiene a su alcance la casa de sus deseos y el destino de aquella mujer
caprichosa que juro hacer suya.
NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi
corazón como a un primer hijo.
Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a
continuar con esta creación.
hay dios!!! pobre luciana...una de cal y otra de arena ahora si que no se como saldra de esta!!! besos y muy buen capi hasta la proxima
ResponderBorrarmaldo hombre ese si de solo verlo me da susto y se le nota lo malo que es hay dios espero que ocurra algo que pueda ayudar a las chicas a salvar su casa me gusto un beso
ResponderBorrarMaldito hombre, Lucia no sale de una para entrar en otra que le cuente todo a nuestro doctorsito
ResponderBorrarMuy bueno como siempre muackss hermosa ;)