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lunes, 25 de agosto de 2014

CAPITULO 20



Aun temblando  y agitado Gerard se  desploma  a un lado de Luciana y ella aprovecha  para llevar suficiente aire a sus pulmones. Él se  estira para tomar un pañuelo de la mesa de noche que está cerca a la cama y con mucha delicadeza limpia la satisfacción que le dejo en el pubis. Ella lo observa con el ceño fruncido. Él sonríe y le da una explicación.

-Aun no me presentas a tu hermana y no quisiera conocerla para decirle que te embaracé –
Ella  suelta un bufido mezclado de temor y hastío de solo pensar en esa posibilidad, pero rápidamente su cerebro se llena de culpa por dejarse llevar por un deseo tan primitivo que era tan criticado y castigado por la  sociedad. Gerard logra identificar en su rostro ese sentimiento y se apresura a calmarla tomándole el rostro con delicadeza y mirándola fijamente a los ojos.

-Eres una mujer hermosa e inteligente- le ronroneaba y luego le acariciaba la punta de la nariz con la suya. –Te amo y me hiciste el hombre más feliz-

-No es correcto. Una mujer  debe esperar……- Murmura confundida sin atreverse a pronunciar una palabra tan comprometedora como matrimonio, y su culpa crece cuando se da cuenta que no se arrepiente en lo más mínimo por sus actos de amor.

-Lo Entiendo.   Pero ya te dije que mis intenciones son honorables y si deseas ya mismo vamos a la iglesia- Responde Gerard sentándose con el deseo de borrarle la angustia del hermoso rostro de Luciana. Con cada dia que pasaban juntos se daba cuenta que ella era la mujer con la que quería tener una nueva oportunidad de envejecer. Estaba esperando el momento adecuado y conocer la familia de Luciana para  oficializarlo. – ¡Así podría gritarle al mundo que eres mía!- Agrega.

Esas palabras son como bálsamo para Luciana  desenredando sus culpas y prejuicios. Ella sonríe y estira una mano para acariciarle la mejilla. Él responde  cerrando sus ojos para disfrutar de su toque y  cuando vuelve a abrirlos su sonrisa traviesa y ojos picaros se adueñan de la escena.

-Debes darme una respuesta, porque  si  para ti es un requisito el matrimonio  para tenerte una segunda vez ¡Ya mismo te arrastro a la iglesia!-

Ella abre los ojos sorprendida.  Aunque parece una broma la certeza de encontrarse tan cerca de un compromiso la agobia.

-Creo que el sacerdote está muy ocupado preparando la misa de las seis- Responde tratado que sus palabras suenen a broma y no delaten su miedo a tener que dar una respuesta que comprometa su futuro; pero en el fondo, el egoísmo que había enterrado desde que se comprometió a cuidar a Scarlet por encima de su felicidad,  comenzaba a asomar su rostro.

-Podría convencerlo de sacar unos minutos para hacerte mi esposa- Gerard magnifica su sonrisa, ya que sabe que solo bastaría llevarle una buena donación para que atendiera su solicitud.  Sabía que él  y Cedric eran posiblemente los hombres más ricos de la ciudad aunque su fortuna era bien disimulada, no quería adquirir falsos amigos atraídos por el poder que el dinero otorgaba.

Luciana que no sabía que Gerard poseía una fortuna, ya que pensaba que su trabajo como médico era su  sustento y no una simple vocación, soltó una carcajada.

-¡No creo que esa hermosa sonrisa funcione con el sacerdote!-

-¿Funciona contigo?- Pregunta con picardía.  Ella respira profundo para despojarse de su diversión y darle una respuesta.

-Todo lo tuyo funciona conmigo-




Gerard inhala complacido con la respuesta y con la yema de sus dedos acaricia el cuello de Luciana. Observa con detenimiento el collar que lleva y al detallar  la hermosa esmeralda en forma de corazón,  un recuerdo fugaz  de los ojos de Abigail lo ataca. Sacude rápidamente la cabeza para regresar al presente y su posible futuro.

-¿Cómo te sientes?-  Le pregunta con dulzura.

- Extraña -

-¿Te duele?-  Ahora es un destello de angustia el que le cruza por la cara. No entiende por qué la mujer en casi todo debe sufrir  para disfrutar después. Luciana se concentra en las sensaciones para dar una respuesta.

-Solo algo incomoda- Un entumecimiento que nuca había experimentado es el dominante en su virtud. Gerard le da  un beso casto y se levanta  dándole otra espectacular vista de su escultural cuerpo antes de colocarse el pantalón que se encuentra en el piso.

-Puedes darte una ducha para que te sientas mejor.- Le dice mientras toma una  toalla para dársela a Luciana. – Mientras tanto te preparare algo de comer. Tengo que alejarme de ti o no  respondo  por mis actos- Agrega dándole un guiño y un vistazo al curvilíneo cuerpo que yace en su cama. Ella le sonríe y asiente mientras le recibe la toalla.

Luego de un refrescante baño Luciana se siente mejor aunque se le dificulto el aseo en su intimidad por causa del ardor. Sin embargo, el recuerdo de aquel estallido de placer opacaba cualquier incomodidad. Cuando sale al cuarto su olfato es invadido por un delicioso aroma y sus oídos por el canto en francés del cocinero.

Sonríe y toma su vestido  pero se da cuenta de que las arrugas son la  consecuencia del maltrato de dejarlo  en el piso. Dudosa se dirige al enorme ropero  de Gerard como si pudiera encontrar un vestido en el. Al abrirlo y confirmar que sus esperanzas son solo una ridícula ilusión, toma una camisa de Gerard y se la pone para quedar casi perdida en ella. Toma un pantalón y lo observa extendido entre sus manos para  corroborar que no hay manera de sostenerlo en su cuerpo.

Cuando Gerard llega  a la habitación y ve a Luciana evaluado el pantalón, tiene que cerrar los ojos para no tirar la bandeja y correr a besar las hermosas piernas que le salen  por debajo de la camisa.  Se convertiría en su esclavo solo para  besarle los pies y acariciar aquellas piernas seductoras. 

-Tengo un albornoz en el segundo cajón-

-¿Por qué tienes los ojos cerrados?- Pregunta sin entender su recato. Ya vio y sintió mucho de ella como para ser un hombre respetuoso de su intimidad.

-¡Porque si vuelvo a ver tus  hermosas piernas tendré que devorarte una vez más!-

Ella sonríe complacida del efecto que tiene en él. Se gira para tomar  el albornoz y se retira  la camisa. Gerard no se aguanta y abre un ojo para tener una visión más de aquella diosa desnuda antes de cubrir su cuerpo. Suspira al apreciar sus delicadas caderas y el hermoso derrier  que se tendrían que convertir en el recuerdo que lo acompañaría mientras ella estuviera de viaje.  



Luego de un delicioso almuerzo francés explicado minuciosamente por Gerard, Luciana comienza a descender a la realidad dándole vagos detalles de su viaje. Le miente diciéndole que visitara una mujer con la su madre tenía negocios y los cuales debe renovar y acordar precios,  para no hablar de las verdaderas razones y caer de nuevo en la discusión de presentarlo formalmente ante scarlet. Luego él logra entretenerla más tiempo hablándole de  las maravillas que Marsella posee. Esta dispuesto a describirle toda Francia de ser necesario para tenerla a su lado el mayor tiempo posible, como si algo le advirtiera que no debería dejarla ir. Una advertencia de que su felicidad estaba amenazada por los crueles juegos de la muerte, que desde siempre había sido la peor enemiga y la única verduga del amor. Una muerte que ansiaba reclamar  algo que creía que le pertenecía y le había sido arrebatado por Luciana, y ella tendría que pagar el más alto precio por ello.

Cuando la noche se cierne sobre la ciudad, Cedric regresa a la casa satisfecho por el trato realizado con Martina, que estaba más que feliz de aceptar el trabajo.  No está seguro que su travesura resultara, pero de haber funcionado Luciana ya se habría ido. Su sorpresa fue gratificante cuando entro a la casa y logro escuchar  las voces de los enamorados provenientes de la habitación de Gerard. Decide regresarlos a la realidad pero antes se aseguraría de proteger  el buen nombre de la única mujer hermosa que no desea en su cama pero que se había convertido en la que más apreciaba.

Luego de algunos minutos regresa con un coche de alquiler bien protegido por cortinas negras en la ventana, que era dirigido por un hombre  anciano de mala vista pero de buen caballo. Se acerca a la habitación y saluda desde afuera.

-Ya regrese con*.  Martina acepto el empleo y mañana estará aquí-

Luciana se desespera. Sabe cuáles fueron las intenciones de  Cedric  al dejarla entrar, pero  no desea que el confirme que cayó en la trampa. Gerard se coloca instintivamente entre ella y la puerta. No sabe de la jugarreta de su amigo y desea conservar el honor de su amada.

-Estoy muy ocupado ahora Cedric. Luego Hablamos-

-Lo entendiendo- Responde del otro lado de la puerta. – Solo quería avisarte que ya me voy para el burdel, y que en la entrada hay un coche  negro  que protege las identidades de sus pasajeros. Sería muy conveniente utilizarlo. Adiós - Agrega alejándose con fuertes zancadas y luego da un  portazo para confirmar su retiro.

Gerard frunce el ceño confundido pero Luciana sonríe comprendiendo  la delicadeza y protección de Cedric. Le explica como su amigo fue el artífice de aquel  dulce encuentro y que el coche debe ser para ella. El siente agradecido con su amigo por la travesura y la discreción, pero con la tristeza de la inminente despedida.

Ella se viste con el vestido que finalmente a domado las arrugas y arregla con los dedos un poco su cabello mientras él la contempla.  Luego la toma de la mano  para  llevarla hasta la puerta con el corazón comprimiéndosele en el pecho con cada paso que da, y con la sensación de abandono subiéndole por las piernas como venenosas enredaderas. Ella lo sigue sintiendo como si una bruma extraña la rodeara,  borrándole del panorama el futuro que vislumbró con Gerard mientras estaba entre sus brazos. Una bruma que  se le colaba en la sangre y en el pensamiento como preparándola para sumergirse en el cruel frio del olvido.

Cuando finalmente llegan a la  puerta él la sostiene fuertemente en sus brazos  y descansa su frente en la de ella mientras ambos cierran los ojos  preparándose para la despedida. Se inhalan  para aromatizar el recuerdo que les debe durar las tres semanas que duraría el viaje y se sumergen en un silencio tan grande como su amor. Luego él le acaricia el rostro con los nudillos antes de entregarle un beso llego de melancolía.



Luciana no soporta la tristeza y derrama una lágrima que termina fundiéndose en la camisa de Gerard.

-No llores mi diosa- Murmura besándole las mejillas

-Voy a extrañarte muchísimo- Exclama entre sollozos.

-Y yo a ti- Responde con un suspiro lleno de nostalgia. Luego le levanta el rostro para mirarla fijamente a los ojos.

- Te amo Luciana. Nunca lo olvides- Susurra y la besa con tal fervor que logran ahuyentar los fríos  y malos sentimientos con la calidez  que solo el amor enciende. Pero aquel apasionado beso finalmente termina cuando Luciana se llena de determinación  y sale corriendo para introducirse en el coche. Allí la tristeza la alcanza y le da rienda suelta al llanto, mientras que  Gerard  tiene que recostarse en la pared para levantar la mirada al cielo y rogarle a un dios que un día maldijo  que cuidara de ella.

Luciana hace que se detenga el coche cuatro cuadras antes de llegar a casa y aprovecha la oscuridad para escabullirse de el sin ser reconocida por el anciano; que a decir verdad, no le importaba conocer la identidad de su pasajera. Camina rápidamente por el jardín de rosas blancas de la vieja Matilde para acortar camino y espiar su competencia,  y cuando llego a la puerta de la casa encontró a Maya, Atita y a Scarlet que lloraba desconsolada en los brazos de un angustiado Tiberio.

-¡¿Dónde rayos estabas?!-  Le grita Scarlet saliendo de los brazos consoladores cuando finalmente la ve.

-Estaba dando un paseo- Responde en un susurro culpable y con la cabeza baja tratando de  huir por el pasillo.  Scarlet la sigue mientras que Atita y Maya se retiran a la cocina.
-¿Paseo? ¡Casi muero pensando que algo malo te había ocurrido!- Le reprocha mientras la sigue.

-Lo lamento. Estoy bien- se gira y la toma de la mano enfrentándola con la mirada y una suave sonrisa. -Tengo que contarte algo- Agrega.

-¡Lo viste!-chilla Scarlet  al mirarla a los ojos. – ¡Viste a tu marinero!-



Luciana imagina que su felicidad y amor por Gerard en ese momento  es tan grande que se le sale por cada poro de la piel y se le proyecta en la mirada. Piensa que sería absurdo negarlo y asiente tímida a lo que Scarlet comienza a saltar emocionada.

-Ohh Luciana. Estoy tan feliz por ti que hasta podría perdonarte la angustia que me hiciste pasar- La arrastra a la habitación y se sientan en la cama. Scarlet adopta una posición feliz esperando conocer los detalles mientras que Luciana permanece de pie analizando que puede y debe decir.  Finalmente se sienta a su lado y le cuenta que fue a buscarlo para despedirse de él, dándole el protagonismo al viaje que iniciaría al dia siguiente. Scarlet cae en la trampa y  vuelve a angustiarse  al conocer la decisión del viaje, olvidando preguntar por los detalles del encuentro. Luego de una larga discusión Luciana la convence de que es la mejor opción para obtener las bolsas de pastor que requieren para la medicina. Scarlet cae en la tristeza de separarse por primera vez en la vida de su hermana y  se duerme en su cama escuchando las interminables recomendaciones para ella durante la ausencia de Luciana, que no le dan cabida a las preguntas sobre el misterioso hombre que se adueñó de su amor.

Casi al medio dia, y luego de un profundo sueño provocado por las delicias del amor y el trasnocho de las recomendaciones, Luciana se despierta para encontrar a todas las mujeres  de la casa en el antiguo cuarto de doña francisca empacando en un hermoso baúl los vestidos, zapatos y demás artículos que consideran necesarios para el viaje. Scarlet dirige a las mujeres con una autonomía  y don de mando que hace sentir orgullosa a Luciana y agradecida, ya que no desea tener que ocuparse de empacar. Toma su baño y se dirige a la cocina para comer algo pero un toque de la puerta la desvía de su camino. Cuando abre se encuentra a un hombre con ropas sucias pero de educados modales. Esta acompañado por otros dos hombres y de cuatro mulas.

-Buenos días Señorita. Busco a la señora Fredericka-

Luciana lo observa con detenimiento sin saber quién es y para que busca  a su madre.

-¿Quien la busca?- Pregunta con desconfianza.

-Mi nombre es Raúl Jaramillo. Soy mulero y prestamista  y vengo a cobrar una deuda-

Al escuchar estas palabras Luciana cierra la puerta tras ella y aleja al hombre  tomándolo de la mano.

-¿Deuda?- Susurra con miedo de ser escuchada. -¿A qué se refiere?-

-Eso no le concierne señorita. Por favor llame a su madre-

-Mi madre murió hace algunas semanas señor- Responde dolida pero con  arrogancia. El hombre olvida los modales y se lamenta con fuertes improperios mientras Luciana se sonroja.  Luego la mira enfurecido.

-¿Entonces quien es la persona a cargo en esta casa?-

-Yo. Soy la hija mayor-

-Entonces págueme usted- Le dice mientras le entrega un papel. Luciana lo toma pero los nervios no la dejan entender de qué se trata.

 -¿Qué es esto?-

-Un pagare. Le preste a su madre una fuerte cantidad de dinero- Le dice señalando la suma y la firma de su madre en el papel – Le preste  con la condición de pasar hoy por el pago- Agrega  con rudeza.

-Lo siento, pero ella murió y no tengo como pagarle- Luciana le devuelve el papel y trata de alejarse  pero la voz del hombre la detiene justo antes de ingresar  a la casa.

-Entonces esta casa me pertenece. ¡Tengo las escrituras!-

Luciana siente como las piernas se le doblan y el corazón se le craquela. Toma una respiración profunda para ayudar a ahuyentar las lágrimas que asoman en sus ojos y para poder hacerle frente a la situación. Cuando se gira el hombre la observa con una sonrisa burlona.

-Págueme- Le reclama.

-Deme tiempo. Buscare la  forma para poder pagarle- Luciana trata de conciliar con una voz suave aunque con el deseo de devolverle los fuertes improperios que él había utilizado.

-Le di tres meses a su madre para que me pagara.  Debe tenerlo guardado. ¡Yo no puedo esperar más!-

-La engañaron y le robaron el dinero. Esta casa es lo único que nos queda- 

El recuerdo  de aquel día en  el que su madre lloraba y gritaba su desgracia, regresa a Luciana para llenarle los ojos de lágrimas de impotencia que Raúl Jaramillo confundió con las lágrimas de  tristeza de una huerfana. Su corazón logro ser conmovido tan solo un poco y  le entrega nuevamente el pagare. Camina hacia una de sus mulas y le hace el mejor  ofrecimiento que puede a Luciana.

-Le doy un mes más. De lo contrario reclamare esta casa como mia-

-¡Dos! Replica Luciana. Su viaje demorara casi un mes y no tendrá tiempo para  reunir el dinero.

-¡Uno!- Le grita golpeando la mula que inicia el galope dejando a Luciana con un insulto en la boca.

-¡Maldito!-




Desde la seguridad de su coche y a unos metros de distancia, Amaury observa la escena donde la mujer que lo rechaza y lo obsesiona discute con un hombre de vulgar apariencia. Cuando él la deja llorando en la entrada de la casa decide seguirlo y le pide  a su cochero  que lo detenga a las afueras de la ciudad.  Cuando descubre por boca del mismo Raúl Jaramillo las razones de aquella visita se regocija en saber que tiene a su alcance la casa de sus deseos y el destino de aquella mujer caprichosa que juro hacer suya.






*Con:  traduce imbécil en francés


NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.










3 comentarios:

  1. hay dios!!! pobre luciana...una de cal y otra de arena ahora si que no se como saldra de esta!!! besos y muy buen capi hasta la proxima

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  2. maldo hombre ese si de solo verlo me da susto y se le nota lo malo que es hay dios espero que ocurra algo que pueda ayudar a las chicas a salvar su casa me gusto un beso

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  3. Maldito hombre, Lucia no sale de una para entrar en otra que le cuente todo a nuestro doctorsito
    Muy bueno como siempre muackss hermosa ;)

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