NOTA DEL AUTOR
Primero que todo quiero pedir disculpas por la manera tan abrupta en que suspendí las publicaciones pero asuntos familiares demandaban toda mi atención y tiempo. Las publicaciones continuaran los domingos en la noche
Quisiera dedicarle esta historia a alguien muy especial que ya no se encuentra junto a nosotros y que extrañaremos inmensamente.
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi
corazón como a un primer hijo.
Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a
continuar con esta creación.
Cuando Luciana llega a casa, Atita se encuentra en
el portón como de costumbre esperando su regreso. Toma el canasto de la carreta
y entran en la casa para depositar la cesta en la cocina donde Scarlet prepara la medicina. Cuando esta ve a Luciana cree reconocerle esa
mirada de amor, pero no está segura ya que su semblante refleja una profunda
preocupación.
-¿Que sucede Luciana?-
-No es nada-
-Por Dios Luciana, no soy una
niña- Responde irritada y se acerca a ella para
descifrarle en los ojos lo que oculta.- ¿Viste a tu Marinero?
¿Nuevamente fue cruel contigo?-Agrega dudosa. Luciana para ocultar su encuentro
y no atribuirle injustamente a Gerard la causa de su angustia le cuenta su
verdadero temor.
-No es eso Scarlet. Solo que el viejo Aurelio no va
a traer desde la capital más bolsas de pastor- Dice mientras se sienta
resignada en una de las sillas que hay
junto a la mesa de la cocina. Scarlet inhala profundamente al reconocer la
gravedad de la situación. Toma asiento junto a Luciana y trata de encontrar una
solución antes de que el desespero se apodere de ella.
-¿Puedes conseguirlas en otro
lugar?-
-Tendré que hacerlo. El viejo
Aurelio me dijo que tal vez pueda ayudarme a conseguirlas con otros
comerciantes-
-¿Crees que puedan ayudarnos?-
-Por un buen precio creo que
podrían hacerlo-
-¿Y si no lo traen o es demasiado
costoso?-
-Tendremos que encontrar la
forma. Sabes que no es una opción no tenerla para tu medicina-
-Tal vez si intentamos sin…….-
pero antes de que Scarlet logre expresar su idea de realizar la medicina sin su
ingrediente principal, Luciana se levanta
enardecida de la silla y golpea la mesa con su puño centrando toda su furia e impotencia en ella.
-¡Acaso estás loca! No permitiré
que experimentes con la medicina- Toma de los hombros a Scarlet que se siente
enormemente abruma con aquella explosiva reacción. – ¡Eso sería jugar con tu
vida!- agrega enfatizando lo que para ella es una absurda idea.
El furioso reproche de su amada hermana es para Scarlet tan
doloroso como la idea de la muerte misma rondando tan cerca. Sus ojos se inundan de lágrimas mientras que el pecho
de Luciana se inunda de culpa por su actitud. La impotencia saca lo peor de
ella y convirtió a Scarlet en un testigo de ello. Toma una respiración profunda para calmarse, se
sienta nuevamente y la toma de las manos
mientras las lágrimas corren libremente por las pálidas mejillas de la
acongojada Scarlet.
-No te preocupes, conseguiré las bolsas de pastor- Dice con voz pausada- Perdóname, no quería
gritarte-
-Sabes que no podemos
gastar más de lo que pagamos por ellas. No tenemos suficiente dinero y nuestra
casa se cae a pedazos- Responde entre
sollozos con la angustia a flor de piel.
-Encontrare la forma- Exclama Luciana abrazando a su hermana para tratar de
reconfortarla. – Así me toque ir por ellas a la capital- Agrega decidida a no
dejar morir a Scarlet.
Después del almuerzo y de un té de valeriana para dispersar
los nervios pasan el resto de la tarde
distribuyendo en medidas exactas las hojas de las bolsas de pastor compradas
ese dia. Las envuelven en delicados pañuelos de seda pertenecientes a su madre
y las guardan en una caja de cedro en la alacena. Lograron racionarlas para
preparaciones de veinticinco días en los cuales
deberían de encontrar una
solución o enfrentar a la muerte.
Al dia siguiente a las seis y cincuenta de la mañana, Gerard se
encuentra en la entrada del hospital caminando de un lado para el otro debajo
del portón, mirando hacia la calle en espera de la aparición de su bella
Luciana. Está ansioso por volver a verla y pasar un dia entero en su compañía,
pero también se encuentra nervioso de enfrentarse nuevamente al reto que como
médico tendrá que superar. Teme que los
años apartado del oficio puedan crear un enorme abismo que no le permita
ejercer con claridad y seguridad su tarea. Sabe que los enfermos confían
ciegamente en su médico y él no quiere defraudarlos. Cuando un coche negro halado por dos caballos
se detiene en la entrada, Gerard cree reconocerlo como el coche en el que
imagino ver a Abigail unos días antes, pero cuando el doctor Almenares se baja del coche toda su ansiedad se esfuma.
-Buenos días doctor Decout- Lo saluda
en bien se baja.
-Buenos días doctor
Almenares- Le devuelve la cortesía con
una pequeña venia pero no lo sigue cuando este pasa frente a él introduciéndose
en el hospital. El doctor Almenares al ver que Gerard continua parado en la
entrada se devuelve y lo toma del hombro invitándolo a seguir.
-Acompáñeme mi buen doctor, no
querrá ser el último en llegar y menos aún en su primer dia en este hospital-
-¿El ultimo?- Pregunta
confundido. Lleva allí diez minutos y
faltan otros diez minutos para la siete, y aún no ha visto a Luciana. El
doctor Almenares que reconoce inmediatamente el propósito de su espera le
aclara con una sonrisa y disimulo el paradero de la joven de su interés.
-Así es mi estimado colega. Las
hermanas de la caridad viven en este lugar,
el doctor Bernal nos espera luego de su turno nocturno, es el dia de
descanso del doctor Caicedo y nuestras
hermosas enfermeras llegan desde las seis y media. Deben tener tiempo
suficiente para retirarse los hermosos trajes y complicados corsés para vestirse con las túnicas insípidas semejantes
a las de nuestras queridas monjitas-
Relata mientras se introducen en el largo pasillo. Gerard asiente algo avergonzado y sin estar
seguro de que la información ofrecida por su
jefe tiene como fin darle a conocer el paradero de Luciana. Camina junto a él extrañado de que se dirija en sentido contrario a su
consultorio, pero cuando el doctor Almenares
se detiene al final del pasillo frete a una pequeña puerta todas sus dudas se
despejan.
-Tal vez quieras esperar aquí. Es
más fresco que en la entrada y su espera
pronto será recompensada- Susurra con
una sonrisa amable y luego se aleja dejando a Gerard con la certeza de la
complicidad en su búsqueda de Luciana.
Mientras tanto al otro lado de la
puerta los torpes dedos de Luciana intentan introducir su hermosa cabellera
bajo el tocado blanco. Abril la observa suspicaz; nunca la había visto tan
ansiosa y nerviosa desde que iniciaron sus labores bajo el fuerte régimen de la
madre superiora y la desconcierta verla
con un comportamiento tan impropio de su temple.
-Te tiene loca- Murmura con una
sonrisa mientras coloca su hermoso vestido en el perchero. Luciana levanta la mirada y la observa con el
ceño fruncido.
-El doctor Decout- Declara para
dejarle claro que conoce perfectamente la causa de sus nervios. Luciana cambia
el ceño fruncido por unos ojos enormemente sorprendidos al saberse descubierta
nuevamente. –Es de lo único que se habla desde ayer en la tarde- Añade.
-¿A qué te refieres?- Pregunta
asustada.
-Tal vez el amor no te advirtió
sobre los miles de ojos que se posaban sobre ustedes ayer en el mercado-
-Solo fue una coincidencia
nuestro encuentro y debía ser amable con él-
-Pues déjame decirte que la
amabilidad se te escurre por los poros cuando estas cerca al doctor Decout-
-¡Abril!- Se queja Luciana
sonrojada.
-Relájate- Murmura mientras la toma de los hombros para
calmarla. - Tan solo asegúrate de que sus intenciones son honestas- Añade con
seriedad. Sabe por algunos comentarios
de las amigas de su madre que
compartieron el té el dia anterior en su
casa, que se murmura que el nuevo mejor partido de la ciudad es un médico que
busca diversión mientras encuentra una esposa adecuada, y Luciana puede ser una
presa fácil luego de la muerte de su madre. La creencia que una mujer no puede salir
adelante sin un esposo a su lado alcanza incluso a la aguerrida Luciana. La ciudad piensa que por más fuerte
que sea y por mucho carácter que posea, debe conseguir un hombre para salir
adelante, vulnerabilidad que puede ser
aprovechada por el nuevo galán sin la presencia de unos padres que hagan
respetar su honor y la guíen por las buenas costumbres.
-Sus intenciones son honestas-
Susurra Luciana con la cara encendida y una tímida sonrisa. Abril abre los ojos
como platos, pero antes de bombardearla con preguntas Luciana lo aclara.
– Ayer en el mercado me lo manifestó. Además,
solicito conocer a mis padres para pedirles consentimiento de cortejarme y
cuando le dije que habían muerto pude ver la compasión en sus ojos-
-¡Oh Luciana, estoy tan feliz por
ti!- La abraza Abril complacida de que por fin se rindiera al amor.
-No se lo digas a nadie- La
reprende Luciana para bajarla de su torbellino de emoción.
-¿Por qué no?- Murmura
consternada por el pedido. Cualquier
mujer estaría más que feliz de poder gritar a los cuatro vientos sobre la
conquista del nuevo mejor partido de la
ciudad.
-Tengo miedo- Logra responder
alejándose hacia una pequeña silla.
-¿De qué?-
Luciana se sienta sin saber cómo
explicarle a Abril su miedo. Tal vez su amiga y compañera no entienda el grado
de compromiso que desde pequeña asumió
por la vida de Scarlet. Mantenerla con
vida se convirtió en su razón de vivir y verla feliz su única misión. Siempre puso como prioridad las necesidades
de su hermana, y permitirse enamorarse puede desviarla de su lucha al direccionar su cariño hacia un esposo y
posibles hijos, que necesitarían de ella al igual que su hermana. No cree tener
la fortaleza para ocuparse de todos. Además, sabe del enorme deseo de Scarlet por encontrar el amor, y cree que al
hacerlo primero pueda ser interpretado como traición. Abril al ver que no
responde trata de animarla.
-El amor es una dulce agonía. Solo
debemos saber disfrutar de su exquisito sabor antes de que el tiempo lo
convierta en una agria costumbre- Murmura con una sonrisa. Luciana sonríe y
toma una inhalación profunda, se levanta y la toma de la mano.
-Vamos, tenemos trabajo que
hacer- No desea seguir la lucha en su
interior. Lo que realmente desea es ver a Gerard.
Cuando abren la puerta él está
caminando ansioso de un lado al otro. Nuevamente el tiempo se detiene mientras
se contemplan y se regalan una sonrisa
con la mirada, solo Abril lo manifiesta con los labios al ver la escena entre
los enamorados.
-Buenos Días doctor Decout- Lo
saluda Abril cuando se da cuenta que
pueden quedarse el resto del dia tan solo mirándose. Gerard solo desvía su
atención por un momento mientras le devuelve la cortesía. –Buenos días
Señorita Lacouture- Luego vuelve a centrar su mirada en Luciana que siente que su corazón
palpitante se le saldrá del pecho. Abril suelta un bufido y se retira al sentirse como la chaperona indeseada y se
aleja por el pasillo.
-Buenos días Luciana-
-Buenos días doctor Decout-
-Llámame Gerard-
-No puedo. Ya le dije que no es
conveniente. La madre superiora no lo aprobaría-
-Yo no la veo cerca- afirma maliciosamente observando a su
alrededor. Luciana guarda silencio algo ruborizado mientras él se acerca
lentamente a ella. Le toma el mentón con
dos dedos para enganchar aún más sus
miradas- Por favor- Suplica.
Luciana comienza a respirar
rápidamente por la ansiedad que le provoca tenerlo tan cerca y haciendo el mayor esfuerzo logra expulsar
de su garganta las ansiadas palabras.
-Está bien…. Gerard- Susurra.
Esa últimas seis letras
pronunciadas armoniosa y perfectamente por los labios de Luciana son para él como una aclamación
del pueblo sometido para su conquistador. Una
dulce aceptación al dominio que
llegaría a imponer en su corazón. Sin poder resistirlo, la toma entre sus
brazos para entregarle en un beso que ella acepta mientras posa suavemente
sobre él las manos en el pecho.
El suave roce de los labios
es un preámbulo para las bocas que se abren lentamente
mientras que el abrazo los encierra en el mágico momento. Acoplan y acunan sus
labios saboreando la humedad mientras la punta de sus lenguas se exploran
tímidamente y le dan la bienvenida a un
torrente de emociones que les calienta el alma y el cuerpo.
Cuando el beso se hace más
profundo y las respiraciones más agitadas, Luciana logra encontrar algo de
lucidez en la locura del deseo y separa a Gerard empujándolo con sus manos
desde el pecho.
-No. No podemos….- Murmura
mientras intenta llevar el aire a sus pulmones y la claridad a su mente. Pero
cuando le ve la cara de terror de Gerard por sus palabras se apresura a completar su oración. – No en
este lugar. No es seguro.- Agrega.
Más tranquilo por la
aclaración de ser el sitio el
rechazado y no a él, da un paso atrás alejándose de Luciana con
una sonrisa victoriosa. Esta más allá de la felicidad por experimentar de nuevo
y con tanta intensidad los privilegios que otorga el amor.
-No puedo prometerte que pueda
controlar el deseo de tenerte entre mis brazos- Murmura y se acaricia el labio
inferior.
-Pues tendrá que intentarlo. Yo
no beso mientras trabajo- Responde
Luciana con fingido desdén y mirada traviesa. Se aleja por el pasillo mientras Gerard niega con la cabeza,
complacido por aquella astuta respuesta.
–Sígame doctor Decout. Tenemos pacientes que atender- Le grita y él la
sigue más que feliz.
Cuando llegan a los pabellones de
hombres el doctor Almenares conversa con el doctor Bernal sobre los pacientes que llegaron la noche anterior.
Un par de ebrios que terminaron su discusión con machetazos cuando las palabras no fueron
suficientes razones. Esa era la única
razón por la que algún médico debía hacer guardia nocturna los domingos, ya que
al llegar a la ciudad los campesinos de provincias cercanas, vendían sus
cosechas y compraban provisiones para
sus fincas, pero también se proveían de altas concentraciones de licor que
llevaban a disputas y por ende al hospital. Luciana inicia su camino y se
dirige a buscar los medicamentos y vendas para su ronda mientras que Gerard y
su sonrisa se une a la conversación de sus colegas.
Durante toda la mañana apenas se dirigían palabra, y cuando lo
hacían se limitaba a ser sobre un paciente
y sus necesidades. Ambos estaban complacidos y gratamente sorprendidos
de poder trabajar de una manera tan
profesional sin dejar que su deseo los
dominara. Y aunque nunca se tocaron,
orbitaban uno alrededor del otro de
manera inconsciente. Como si en
el fondo temieran estar alejados.
Finalizando la tarde, Luciana se
encuentra al lado del doctor Almenares cambiándole las vendas a un hombre de
avanzada edad que fue sorprendido por un perro rabioso. Están muy preocupados
porque el anciano pueda desarrollar la enfermedad, pero están más angustiados
aun por que el perro todavía anda suelto.
De repente las palabras del doctor Almenares las sorprenden mientras
ella observaba con disimulo a Gerard en
la distancia mientras él inyectaba antibióticos a un hombre unas siete camas
mas adelante.
-Parece ser un buen médico- La
suave voz de su jefe y su tenue sonrisa la advierte que aquella afirmación es
la antesala a una conversación más personal.
-Asi parece- Responde ella
sonrojada mientras se apresura por
recoger las vendas sucias para poder escapar a aquella conversación.
-Y también parece ser un buen
hombre- agrega recogiendo del suelo el ungüento de heridas que Luciana dejo
caer en su afán por escapar. Se lo entrega y con una mirada firme le da el
visto bueno para una relación. Un consentimiento que ella no le pide, ni que él
cree que le corresponda dar, pero que por alguna extraña razón ambos creen importante y necesaria. – Por lo
tanto necesita una buena mujer. Me alegra que seas tú Luciana- Añade y se levanta dejándola nerviosamente
feliz.
Al terminar el turno, Luciana y
Abril se cambian sus uniformes por los vestidos de calle. En esta ocasión
Luciana se toma más tiempo en arreglarse
el cabello y en pellizcar sus mejillas.
Luego se humecta los labios con manteca de cacao que Abril le ofrece en medio
de una sonrisa burlona al verla tan ansiosa por lucir bella para el enamorado
hombre al que le pueden sentir los pasos cuando camina al otro lado de la
puerta.
De regreso a casa, Luciana y
Gerard se encuentran cómodos hablando de su primer dia de trabajo. Él se siente
más vivo que nunca y le detalla cada caso y procedimiento que aplico con sus
pacientes, como si Luciana no hubiera estado presente para contemplarlo,
mientras que ella lo escucha fascinada al verle la pasión que le causa su profesión. Como la de un medico recién
graduado, pero por su pericia es obvio que no es un doctor recién horneado que
debe recurrir a su mentor cada vez que duda. Quiere atacarlo con preguntas
sobre su pasado y anterior vida como médico. Saber que lo llevo a un lugar tan
alejado de la prospera Francia, pero sabe que aún no es el momento y se limita
a disfrutar de su compañía.
Sin entender como el tiempo paso tan rápido Luciana se da
cuenta de que está a solo una cuadra de distancia de la entrada de su casa, en
donde se puede ver a la fiel Atita esperándola como de costumbre. Se detiene
abruptamente lo que hace que Gerard también lo haga sin entender el porqué de aquella extraña actitud.
-¿Sucede algo malo?-
-No. Es solo que estamos por
llegar a mi casa-
-Perfecto. Te llevare y hablare
con tu hermana si me lo permites-
-No es buen momento- chilla
asustada. No se siente preparada para presentarle Gerard a Scarlet. Sus miedos
se apoderan de ella e inicia su camino
dejando parado en mitad de la calle. Él se estira y la sujeta del brazo
atrayéndola hacia él y sosteniéndola fuertemente en sus brazos. Le sujeta
la cara para que lo mire a los ojos y tratar de descubrir que la tiene
tan afectada.
-¿Por qué no? Pregunta tratando
de que se concentre en él mientras Luciana observa nerviosa a Atita que la
espera en el portón de la casa. -¿Te avergüenzas de mí?- Pregunta dolido.
-¡Claro que no!-afirma ella
categóricamente. Centrando su mirada en Gerard. No le gusta verle aquella
expresión de angustia, le acaricia la mejilla y le regala una verdad a medias
mientras encuentra la manera de preparar a Scarlet para una noticia tan
importante.
-Mi hermana se encuentra enferma.
Por eso no es un buen momento-
- Por el contrario, es una
oportunidad perfecta. Puedo revisarla, curarla y ganarme su aprecio-
Luciana suelta un largo suspiro
deseando que fuera tan simple como Gerard cree.
-Su enfermedad es de nacimiento y
el doctor almenares es su médico de cabecera. No creo que ella acepte a un
desconocido en esos momentos – Miente tratando de evadir una reunión esa noche.
–Esperemos a que se sienta mejor y podremos hablar tranquilamente-
Gerard acepta al verle la incomodidad a Luciana. Cree que la
hermana puede sufrir de alguna enfermedad mental que la avergüence y que piense
que podría alejarlo, pero está seguro que nada podría hacer que él se quiera
apartar de ella. Sin embrago lo acepta para crearle con el tiempo la seguridad
que necesita demostrándole un amor sincero.
-Está bien. Esperare hasta que tú
lo creas prudente-
-Gracias- responde y suelta un
suspiro de alivio regalándole una
sonrisa. - Debo irme ahora- Agrega tratando de salir de los brazos de Gerard.
-¿Sin un beso?- Pregunta con
picardía sosteniéndola con más fuerza en un abrazo.
-¡No puedo besarte en la calle!-
chilla ella sonrojada.
-Entonces hagámoslo en tu casa
sin que tu hermana me vea- Responde
decidido a no dejarla ir sin obtener de sus labios la dulzura que ha
esperado todo el dia. Luciana también anhelado aquel roce sabe que su casa seria el peor lugar para
hacerlo y que él no se rendirá fácilmente, entonces toma valor y se lanza a la
boca desprevenida de Gerard y le dan
la rienda suelta a una caricia húmeda de
labios en la que danzan por algunos segundos antes de que ella salga corriendo
dejándolo con una sonrisa y un creciente anhelo en el bajo vientre.
Mientras Luciana recorre la
escasa cuadra que la aleja del portón no puede darle importancia a la misma
sensación que le dejo a Gerard, ya que se encuentra preocupada por la escena que Atita presencio a la distancia,
y lo confirma cuando al acercarse le ve una mirada incrédulamente picara y una sonrisa que trata
de ocultar con su mano en la boca. La toma de un hombro y la lleva adentro de
la casa, y cuando cierra la puerta le da la más fuerte advertencia que sus
palabras y su mirada le pueden dar.
-Te prohíbo que hables de lo que
viste. No puedes decirle a nadie, y mucho menos a Scarlet-
-¿Por qué no niña Lu?-
pregunta con tristeza. – ¡Es bueno que usted sea feliz!- Agrega
tratando de convencerla de la importancia que tiene que el amor invadiera su
corazón.
- ¡Simplemente
porque no quiero!- responde tan
groseramente que Atita retrocede sorprendida por aquella actitud.
-Está bien
niña Lu- responde y se va compungida hacia la cocina mientras Luciana permanece
de pie en la entrada de la casa sintiendo que su vida a medida que se hace más
feliz también se hace más complicada.
Amiga mia, ya te extrañaba mucho pero entiendo perfectamente todo y se que tus demas lectoras tambien, sabes q te quiero mucho y que cuentas conmigo hoy mañana y siempre... ahora entrando en el tema de la histria... oh Gerald me encanta cada dia mas, luciana bueno espero que ese humor que trae se le pase por q se esta desquitando con todos el estres es mucho peroooo un final feliz por favor!!!!
ResponderBorrarmillones de besos nena tkm
Que alegria que estes de regreso
ResponderBorrarQue pena x la perdida de tu familiar lo siento mucho.
Nos leemos en el sig. capitulo :-*
hay que bien que regresaste no tiene que pedir disculpas de nada!!!! aca estamos fiel a vos y a a historia!! amo a gerald...besos y aca estaremos todos los domingos!!!
ResponderBorrarme alegro mucho que volvieras espero todo este mejor gerald y luciana me encantan juntos de verdad que espero que cuando el vea a la hermana sus sentimientos no se confundan hasta un punto infleccible un gran beso y un abraso feliz que ya estes con nosotras de vuelta
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