Al verle la sonrisa en los labios
de Luciana, Gerard se da cuenta que ha iniciado la batalla ganando, y que su bella oponente está cediendo. Debe ser cuidadoso para poder dar la estocada
final que le permita ganar y tomar la rendición de amor de Luciana. Le toma la
mano que se encuentra pálida y fría a diferencia de su rostro que delata un
rubor abrazador y le da un suave beso en el dorso de la mano.
-Buenos días Luciana. ¡Ansiaba
verte!- Agrega aun sosteniendo la mano cerca de sus labios y arremetiendo con
su sonrisa endiablamente sexy que hace que Luciana se sonroje aún más.
-Buenos días doctor Decout- Responde ella con voz entrecortada y luego
dirige la mirada nerviosamente a Cedric que los observa con una estúpida
sonrisa en la cara. Para él está más claro que el agua que Luciana es la mujer
que puede sacar a su amigo de la absurda tristeza en que vive, haciéndolo feliz
como debería serlo un hombre con el corazón como el de Gerard.
-Por favor llámame simplemente
Gerard-
-Está bien- Responde ella regresándole
la mirada y luego le retira suavemente la mano. – Pero solo lo hare en la
calle. En el hospital siempre lo llamare doctor Decout-
-No es necesario-
-No me sentiría cómoda. Además, no
creo que la superiora lo permita-
-Está bien- Acepta él a regañadientes
ya que realmente le gustaría escuchar su nombre en la dulce voz de Luciana.-
¿Me permite invitarla a tomarnos algo para conversar?- Pregunta esperanzado
deseando que por primera vez desde que se conocen puedan hablar tranquilamente,
pero Luciana no le allana el camino para la ansiada conversación.
-Lo lamento mucho, pero debo
entregar estas flores al señor Fouguet y luego debo hacer el mercado-
Responde resignada pero decidida. Le
encantaría poder aceptar la invitación pero su sentido de la responsabilidad
es demasiado grande, más aun sabiendo
que debe comprar los ingredientes para la medicina de Scarlet.
-Yo me encargo de las flores- Responde
apresuradamente Cedric tomando uno de los arreglos de la carreta.- ¡ustedes
vayan a tomar algo que este calor puede derretir hasta el acero!- Agrega con una sonrisa asumiendo que se encargó del
problema y lo ha resuelto satisfactoriamente.
-Pero…… aun debo hacer el
mercado- Responde confundida mientras Cedric comienza a tomar los demás
arreglos de la carreta, depositándolos en una diferente que está a pocos metros. Tiberio Observa con
suspicacia y se rasca la cabeza en silencio.
-Yo te acompaño a hacer el
mercado. Podremos conversar mientras lo hacemos- insiste Gerard resuelto a no
dejar pasar una oportunidad tan preciosa como esa. Cuando ve como Luciana mira
indecisa a Tiberio cree que esta cometiendo un terrible error al obviar al
hombre. Se apresura hacia él y le extiende la mano nervioso.
-Discúlpeme señor Lemaitre por mi
osadía y haberlo ignorado. Mis intenciones con Luciana son honestas y tan solo quería invitarla a tomar algo para
conocernos mejor; claro está, si usted me lo permite- Las palabras de Gerard salen nerviosas y
apresuradas. No puede creer que haya cometido el garrafal error de ignorar al
padre. Sabe que sin la simpatía de los progenitores sería casi imposible dar un
buen inicio a una relación con Luciana y su anhelado futuro con ella.
Tiberio observa confundido y con
el ceño fruncido la mano que Gerard le extiende, haciéndole trizas los nervios
al no tomarla. Luciana se acerca a ellos con una triste sonrisa por la
confusión que le hace extrañar a su padre y presenta a Tiberio para sacar a Gerard de su miseria.
-Él es Tiberio Montes, y no es mi
padre. Trabaja en nuestra casa desde antes de que yo naciera-
Gerard suelta un suspiro de
alivio pero continua con la mano extendida.
-Mucho gusto Tiberio, mi nombre
es Gerard Decout y lo que dije antes es cierto- gira la cabeza y observa a
Luciana con dulzura haciéndola
sonrojar y sonreír. –Mis
intenciones son honestas-
Tiberio toma la mano y la aprieta
fuertemente poniendo en evidencia los años de trabajo duro y con una voz
desgarrada por el tiempo lanza una clara advertencia. – Eso espero caballero.
Aunque soy un simple empleado no dudaría en defender el honor de esta jovencita
que considero una hija-
-Entiendo el mensaje señor
Montes, alto y claro- Asiente Gerard con una sonrisa. Pero aún se encuentra nervioso al pensar que está
haciendo las cosas de la manera incorrecta. Como las buenas costumbres exigen, él
debe pedir permiso a los padres de Luciana para iniciar el cortejo y en su afán
de encontrarla ha olvidado ese detalle tan importante. Cedric los distrae un
segundo cuando desde la carreta les grita. – ¡Buena suerte tortolitos!- Y sale disparado con la sonrisa del deber
cumplido. Gerard suelta un bufido por la
poca elegancia de su amigo y de nuevo se dirige a Luciana.
- Me gustaría conocer a tus
padres- Le expresa observando alrededor
si saber a quién busca. –Debo pedirle permiso a tu padre para visitarte y para
que salgamos de paseo todas las tardes- Agrega decidido y con una postura de
caballero que hace sonreír a Luciana.
-No es necesario, además en las
tardes aún estamos en el hospital-
-Claro que es necesario. Necesito
su consentimiento. Desea hacer bien las cosas para que no quede dudas de mis
intenciones contigo. Además, yo podría llevarte a casa luego de nuestro turno-
-Mi padre murió hace muchos años-
Susurra.
-Lo lamento mucha Luciana- Responde contrito. –No
lo sabía y no era mi intención hacerte recordarlo- Agrega concentrado toda su
atención en el rostro de su bella diosa de agua.
-No importa, estoy bien.
Cicatrizo rápido- Responde ella con nostalgia al recordar el gran cariño que
sentía por su padre. Él le había enseñado que la fortaleza era la mejor arma
contra los problemas y los constantes ataques que la vida le presentaría en el
camino, como si de algún modo él supiera
que debía prepararla para enfrentarse a
las peores jugadas del destino.
-De acuerdo, entonces debo presentarme
ante tu madre- Susurra.
-Ella murió hace pocos días-
Responde con voz apagada; mas por el enojo que aún le causa conocer el amor
escondido de su madre que por su condición de muerta.
-¡Dios Luciana!- Exclama Gerard
pasándose ambas manos por la cabeza. Desea inmensamente abrazarla y consolarla
creyendo que aquella voz es la de una hija desconsolada, pero se contiene ya
que están en la calle y probablemente bajo la mirada de los curiosos.
–Realmente lo lamento mucho, no sabía que estabas sola en la vida- Agrega con
el ferviente deseo de convertirse en parte de su mundo para llenar el vacío y
alejarla de la soledad. Soledad que aunque él había escogido no consideraba
como una buena compañía.
-No estoy sola- Responde ella
apresurada para salir de la incómoda y triste conversación. - Vivo con mi
hermana menor- Agrega con una sonrisa tan solo por recordar a Scarlet. Gerard
se siente aliviado al saber que ella tiene consuelo en alguien más.
-Me alegro, entonces debo pedirle
mi permiso a ella-
Luciana se ríe y toma la cesta
del mercado de la carreta e inicia su camino hacia los puestos del mercado. –
¡Créame si le digo que ya tiene su consentimiento!- Responde al recordar la
emoción de Scarlet cada vez que hablan de Gerard. Él la sigue y se siente enormemente
satisfecho con el comentario. Significa
que Luciana le ha hablado a su hermana de él y probablemente bien para
que su ella lo acepte sin conocerlo.
-Me alegro- Contesta con una
enorme sonrisa. Toma la cesta de las manos de Luciana e inician su camino bajo
la mirada atónita de las personas que no pueden creer que Luciana acepte la
compañía de un hombre.
- Así que el señor Fouguet- Murmura
Luciana sin atreverse a preguntar cual es la relación de Gerard y Cedric. Saber
que él visitaba un lugar tan vulgar como un burdel ha sido un pensamiento
constate y una decepción para ella.
-Es mi hermano- Se apresura a
contestar reconociendo la duda que tiene. Ya está claro que hacia ella en el
burdel esa noche pero ella puede estar pensando lo peor. – Además también soy
dueño del burdel- Agrega para justificar la visita de esa noche. No sería
decente admitir que en realidad iba a
buscar una mujer para satisfacer su deseo por Luciana.
-Ya veo- Murmura aliviada, pero aun con dudas. –Pero sus apellidos son diferentes-
-Así es. Somos hermanos de padres
diferentes.- Miente esperando que Luciana no haga más preguntas al respecto.
Fue lo que acordó con Cedric para justificar su relación y no se siente cómodo
mintiéndole a ella.
-¿Y de dónde son?- Luciana aun no identifica el extraño acento
de Gerard y de Cedric y desea salir de dudas.
-De Francia. De una ciudad
llamada Marsella-
-¡Francia!- casi grita de la
emoción. No puede creer que el hombre que la conquisto provenga del país de sus
sueños.
-Así es- Contesta sorprendido por
la reacción de Luciana. – ¿La conoces?
¿Has visitado Francia?- Pregunta intentando comprender la emoción que la
acompaña. Sabe que Francia es el país de
moda y de visita obligada para la clase alta del nuevo mundo.
-Ojala así fuera- Responde ella con un bufido de anhelo.
-¿Te gustaría ir?-
-Es mi sueño. Asistir a la
escuela de enfermería de Marsella o de París-
-Es una gran escuela. Aunque tú
ya eres una gran enfermera-
-He aprendido mucho en el
hospital pero aún me falta mucho por conocer y sería más que feliz al obtener
un título-
-Lo entiendo- Murmura Gerard
recordando su anhelo de ser médico cuando era solo un niño.
Llegan a un puesto
donde se vende frutas de vistosos colores y deliciosos aromas que captan la
atención de Gerard. Él no reconoce
algunas y le produce gran fascinación ver como Luciana escoge las mejores
analizándolas detalladamente y luego llevándolas cerca de su nariz para
capturar el aroma fresco de una fruta que está dispuesta a ser un manjar. Ella pacientemente
le explica alguna de ellas y luego le ofrece una fruta del tamaño de una
naranja, de color purpura con un extraño patrón de estrella de mar en su
interior. Pero luego de la desconfianza inicial, él la saborea y su paladar
se hipnotiza con el exquisito sabor
dulce que se le difunde en la boca.
-Caimito- Explica Luciana
satisfecha al ver el gozo de Gerard.
-Manjar de dioses también podría
ser su nombre- Susurra aun saboreando las ultimas gotas de dulzura que le
quedan en la boca. – ¿Y esta como se
llama?- pregunta señalando una extraña fruta de color marrón que pareciera
estar descomponiéndose.
-Es Borojó- Responde sin dar
mayor explicación y rápidamente toma unas manzanas y las deposita en la cesta.
Gerard no comprende la actitud de Luciana respecto a la fruta cuando estaba tan
emocionada explicándole todo sobre ellas.
-¿No piensa llevar una?- Pregunta
tratando de descubrir algo más de
aquella extraña fruta y poco apetecible a la vista.
-No- Se limita a responder sonrojada y le paga al
vendedor para retirarse rápidamente. Gerard queda aún más confundido y pide una
explicación. – ¿Qué pasa con ella?¿Es
nociva?- Insiste.
-No. Claro que no, a decir
verdad es muy nutritiva-
-¿Entonces por qué no la
lleva?- Justo cuando termina su
pregunta entiende que debe ser muy costosa
y es la causa de que ella se ruborice. No tiene dinero para comprarla y le da
vergüenza que él lo descubra. Se dispone a sacar algo de dinero del bolsillo
pero ella lo detiene y se le acerca para susurrarle al oído; esta tan cerca,
que puede sentirle aquel delicioso olor de mango y canela que solo ella posee.
-Es una fruta especial. La llaman
la fruta del amor- Cuando Luciana se
aleja está más que ruborizada. La
cercanía de Gerard hace que su temperatura suba abruptamente, casi
confundiéndose con la de una fiebre
delirante. Él está fascinado al verle aquella reacción y su deseo de comprarla
aumenta.
-Debe tener un sabor sublime para
considerarla la fruta del amor- Susurra.
-En realidad no lo tiene-
-¿Entonces por qué es tan especial?-
-Porque si un hombre bebe de su
jugo podría ocuparse de tres o más mujeres en una sola noche- contesta en un
susurro apenas audible y con la vergüenza difuminada en todo el rostro y gran
parte de su cuerpo por el tema de conversación. Gerard suelta una carcajada traviesa.
-Conozco a alguien que podría acabar
con toda la cosecha- Murmura entre risas, pero cuando le ve la suspicacia a
Luciana en la mirada le aclara el comentario para que ella no tenga ninguna
duda de su virilidad. – Para Cedric. Él es muy generoso cuando de juegos de
amor se trata-
Luciana suelta un suspiro e
inmediatamente cambia la conversación por un tema más cómodo y preferido por
ella.
-¿Piensa volver a Francia?-
-No-
- ¿Que hace aquí? ¿Por qué no se quedó
en Marsella?-
-No tenía nada que me atara a ese
lugar- Responde secamente recordando el dia que subió al barco luego de que
Abigail muriera. Luciana logra verle en los ojos una mirada turbia, casi
adolorida que le genera curiosidad.
- ¿Y sus padres?-
-Mi madre murió dando a luz
cuando yo estaba pequeño al igual que él bebe en su vientre. Mi padre murió de
tuberculosis cuando yo estaba estudiando medicina-
-Lo lamento, tampoco era mi intensión
recordárselo-
-No importa, fue hace muchos
años-
-¿Entonces solo son Cedric y usted? ¿Nadie los espera en Francia?- Luciana insiste no muy convencida de que
aquella mirada triste sea por el fallecimiento de sus padres. Como él lo dijo,
fue hace muchos años y la herida en su mirada parece más reciente.
-Sí, solo nosotros. Nadie nos espera. Una epidemia de cólera termino con el resto de
la familia- Responde mirado el piso y frunciendo
el ceño incomodo por las preguntas y la peligrosa cercanía de Luciana a la
verdad. No desea que ella ni nadie más sepa del sufrimiento de amor que lo
atormento por años con la muerte de Abigail. Esta dispuesto a iniciar una nueva
vida, pero no está seguro de querer olvidar su pasado con su gran amor. Cree que
sacar a la luz la verdad implicaría tener que desechar su recuerdo. Algo para
lo que aún no está preparado.
Luciana ve como la mirada triste
se le recrudece con cada una de sus palabras y se siente enormemente culpable
por sacar a flote el dolor y el triste recuerdo del corazón de Gerard. Le coloca una mano en el pecho y lo mira
fijamente a los ojos.
-Aquí puede empezar de nuevo- Murmura
como si adivinara el deseo de Gerard. El levanta la mirada y le regala una
sonrisa.
-Eso espero- Exclama con dulzura remplazando
la tormenta de duelo en sus ojos, por la claridad inequívoca de un amor naciente.
Continúan su recorrido por
diferentes puestos del mercado, tomando extrañas hierbas que Gerard no conoce,
pero no pregunta para que las necesita asumiendo que son ingredientes propios de menjurjes para belleza
de mujeres. Él le pregunta sobre su trabajo en el hospital y ella le cuenta
sobre su deseo de ser enfermera desde pequeña, pero no se siente cómoda contándole sobre la
enfermedad de Scarlet. Él le cuenta
sobre sus años en Cuba donde aprendió el español, pero tampoco le cuenta su
trabajo en los cañaduzales ni su odio por la vida mientras estuvo allí.
Cuando llegan a un puesto donde
atiende un hombre de avanzada edad, Luciana lo saluda con cariño mientras toma toda
la existencia de unas extrañas plantas. Luego le pide un frasco de aceite de
coco y lo deposita en la cesta, pero cuando le paga, el hombre le da una
noticia que la saca de la felicidad que
comparte con su compañero de mercado.
-Mi querida niña, es la última
vez que venderé bolsas de pastor. Ya los años no me dejan viajar con la misma
facilidad que antes y el camino a la capital es extremadamente desgastante-
-Pero señor Aurelio, usted sabe
de la importancia de esas plantas. ¡Mi hermana las necesita!- Exclama con terror tomando al hombre por el
brazo.
-Lo entiendo niña, pero no es
falta de deseo en ayudarla. Es falta de fuerzas para seguir viajando- exclama dándole
pequeñas palmaditas en el hombro para
tranquilizarla. –Solo seguiré vendiendo productos locales- añade.
-¿Sabe quién más puede venderlas
en esta ciudad?-
-Que yo sepa nadie más, en
realidad usted es la única que las compra. Como bien sabe solo las traigo porque mi hermana las
cosecha en la capital, pero a ella también la están desgastando los años-
-¿Conoce algún otro comerciante
que pueda traerlas? Pagare bien por ellas-
-No lo dudo, pero como ya le dije
es un producto escaso y dudo que viajen solo para traérlas y para un solo
cliente, sin embargo hablare con algunos conocidos para ver quién puede hacerlo-
Luciana asiente resignada y con
gran preocupación reflejada en el rostro. Gerard la observa confundido mientras
ella inicia su camino.
-¿Que pasa Luciana? ¿Por qué es
tan importante para ti?-
-Lo es para mi hermana- Murmura distraída
por la angustia de no tener al alcance el principal ingrediente para la
medicina que mantiene con vida a Scarlet.
-¿Para qué lo necesita?- Pregunta
tomando el frasco con aceite de coco imaginando alguna utilidad de un producto
tan básico y sin atreverse a tomar las ramas que ella deposito tan cuidadosamente
en la cesta. Luciana lo mira y al verle el frasco de coco le regala una verdad
a medias.
-Para sus flores. Es uno de sus secretos
para que crezcan hermosas y brillen- exclama sin aclarar la importancia de
las bolsas de pastor para la medicina. No quiere alarmarlo y menos admitirle a
un médico con conocimientos de tratamientos modernos que utiliza medicina tan tradicional
para mantener a su hermana con vida.
-No te preocupes, todo saldrá bien. Probablemente alguien más
pueda traerlas-
-Eso espero- Responde preocupada y toma la cesta de las
manos de Gerard para entregársela a Tiberio que los sigue a una distancia
prudente. –Debo irme- Añade sin poder deshacerse de la angustia.
- ¿Tienes que irte ya?-
-Si- Contesta decidida encaminándose
de nuevo hacia la carreta.
-¿Puedo acompañarte hasta tu casa?-
Intenta pasar más tiempo con ella porque su actitud le deja claro que no piensa
cambiar de opinión.
-Tengo prisa y no hay espacio en
la carreta- Murmura colocando la cesta en la parte posterior.
-¿Te veré mañana en el hospital?-
Implora al verla de nuevo escurriéndosele
de entre los dedos. Ella se detiene al
escuchar esas palabras tan cargadas de anhelos y le regala una sonrisa.
-Allí estaré a las siete de la
mañana- Murmura con dulzura convirtiendo sus palabras en una promesa. Gerard no
puede evitarlo y la acerca a él rodeándole la cintura con el brazo y en un segundo
de lucidez logra desviar el beso que tan decididamente intentaba plasmarle en
la boca, hacia su mejilla. No permitiría que su imprudencia de amor perjudique
a su hermosa Luciana, exponiéndola a la crítica de los curiosos que la observan.
Sin embargo las comisuras de sus bocas logran rozarse aumentando el deseo de
otro suave y húmedo beso. Luciana
suspira mientras Gerard le susurra al oído.
-¡Esperare con ansias por ti
hermosa Luciana!-
Ella se sube en la carreta
ayudada de Tiberio y desaparece en el
tumulto de la calle mientras la alegría se le siembra en el corazón de Gerard.
La certidumbre del amor le estremece los
cimientos de su tristeza y desmorona lentamente los muros de la agonía en la
que por años permaneció encarcelado.
Luciana viaja e la carreta con una
enorme sonrisa de jovencita enamorada provocada por la conmoción del deseo,
ajena a la desgracia que la acecha, como
una espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza.
NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a
la cual le entregare mi corazón como a un
primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el
combustible que me empuja a continuar con esta creación.