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domingo, 3 de agosto de 2014

CAPITULO 17


NOTA DEL AUTOR


Primero que todo quiero pedir disculpas por la manera tan abrupta  en que suspendí  las publicaciones pero asuntos familiares demandaban toda mi atención y tiempo. Las publicaciones continuaran los domingos en la noche

Quisiera dedicarle esta historia a alguien muy especial que ya no se encuentra junto  a nosotros y que extrañaremos inmensamente.





Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.


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Cuando  Luciana llega a casa, Atita se encuentra en el portón como de costumbre esperando su regreso. Toma el canasto de la carreta y entran en la casa para depositar la cesta en la cocina donde  Scarlet prepara la medicina.  Cuando esta ve a Luciana cree reconocerle esa mirada de amor, pero no está segura ya que su semblante refleja una profunda preocupación.

-¿Que sucede Luciana?-

-No es nada-

-Por Dios Luciana, no soy una niña- Responde irritada y se acerca a ella para  descifrarle en los ojos lo que oculta.- ¿Viste a tu Marinero? ¿Nuevamente fue cruel contigo?-Agrega dudosa. Luciana para ocultar su encuentro y no atribuirle injustamente a Gerard la causa de su angustia le cuenta su verdadero temor.

-No es eso Scarlet.  Solo que el viejo Aurelio  no va  a traer desde la capital más bolsas de pastor- Dice mientras se sienta resignada en una de las sillas  que hay junto a la mesa de la cocina. Scarlet inhala profundamente al reconocer la gravedad de la situación. Toma asiento junto a Luciana y trata de encontrar una solución antes de que el desespero se apodere de ella.

-¿Puedes conseguirlas en otro lugar?-

-Tendré que hacerlo. El viejo Aurelio me dijo que tal vez pueda ayudarme a conseguirlas con otros comerciantes-

-¿Crees que puedan ayudarnos?-

-Por un buen precio creo que podrían hacerlo-

-¿Y si no lo traen o es demasiado costoso?-

-Tendremos que encontrar la forma. Sabes que no es una opción no tenerla para tu medicina-

-Tal vez si intentamos sin…….- pero antes de que Scarlet logre expresar su idea de realizar la medicina sin su ingrediente principal, Luciana se levanta  enardecida de la silla y golpea la mesa con su puño  centrando toda su furia  e impotencia en ella.

-¡Acaso estás loca! No permitiré que experimentes con la medicina- Toma de los hombros a Scarlet que se siente enormemente abruma con aquella explosiva reacción. – ¡Eso sería jugar con tu vida!- agrega enfatizando lo que para ella es una absurda idea.

El furioso reproche de su amada hermana es para Scarlet tan doloroso como la idea de la muerte misma rondando tan cerca. Sus ojos  se inundan de lágrimas mientras que el pecho de Luciana se inunda de culpa por su actitud. La impotencia saca lo peor de ella y convirtió a Scarlet en un testigo de ello.  Toma una respiración profunda para calmarse, se sienta nuevamente y  la toma de las manos mientras las lágrimas corren libremente por las pálidas mejillas de la acongojada Scarlet.

-No te preocupes, conseguiré las bolsas de pastor-  Dice con voz pausada- Perdóname, no quería gritarte-

 -Sabes que no podemos gastar más de lo que pagamos por ellas. No tenemos suficiente dinero y nuestra casa se cae a pedazos-  Responde entre sollozos con la angustia a flor de piel.
-Encontrare la forma- Exclama Luciana  abrazando a su hermana para tratar de reconfortarla. – Así me toque ir por ellas a la capital- Agrega decidida a no dejar morir a Scarlet.


Después del almuerzo y de un té de valeriana para dispersar los nervios pasan el resto de  la tarde distribuyendo en medidas exactas las hojas de las bolsas de pastor compradas ese dia. Las envuelven en delicados pañuelos de seda pertenecientes a su madre y las guardan en una caja de cedro en la alacena. Lograron racionarlas para preparaciones de veinticinco días en los cuales  deberían de  encontrar una solución o enfrentar a la muerte.

   
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Al dia siguiente a  las seis y cincuenta de la mañana, Gerard se encuentra en la entrada del hospital caminando de un lado para el otro debajo del portón, mirando hacia la calle en espera de la aparición de su bella Luciana. Está ansioso por volver a verla y pasar un dia entero en su compañía, pero también se encuentra nervioso de enfrentarse nuevamente al reto que como médico tendrá que superar.  Teme que los años apartado del oficio puedan crear un enorme abismo que no le permita ejercer con claridad y seguridad su tarea. Sabe que los enfermos confían ciegamente en su médico y él no quiere defraudarlos.  Cuando un coche negro halado por dos caballos se detiene en la entrada, Gerard cree reconocerlo como el coche en el que imagino ver a Abigail unos días antes, pero cuando  el doctor Almenares se baja del  coche toda su ansiedad se esfuma.

-Buenos días doctor Decout- Lo saluda en bien se baja.

-Buenos días doctor Almenares-  Le devuelve la cortesía con una pequeña venia pero no lo sigue cuando este pasa frente a él introduciéndose en el hospital. El doctor Almenares al ver que Gerard continua parado en la entrada se devuelve y lo toma del hombro invitándolo a seguir.

-Acompáñeme mi buen doctor, no querrá ser el último en llegar y menos aún en su primer dia en este hospital-

-¿El ultimo?- Pregunta confundido. Lleva allí diez minutos y  faltan otros diez minutos para la siete, y aún no ha visto a Luciana. El doctor Almenares que reconoce inmediatamente el propósito de su espera le aclara con una sonrisa y disimulo el paradero de la joven de su interés.

-Así es mi estimado colega. Las hermanas de la caridad viven en este lugar,  el doctor Bernal nos espera luego de su turno nocturno, es el dia de descanso del doctor Caicedo  y nuestras hermosas enfermeras llegan desde las seis y media. Deben tener tiempo suficiente para retirarse los hermosos trajes y complicados corsés para  vestirse con las túnicas insípidas semejantes a las de  nuestras queridas monjitas- Relata mientras se introducen en el largo pasillo.  Gerard asiente algo avergonzado y sin estar seguro de que la información ofrecida por su  jefe tiene como fin darle a conocer el paradero de Luciana.  Camina junto a él extrañado  de que se dirija en sentido contrario a su consultorio, pero  cuando el doctor Almenares se detiene al final del pasillo frete a una pequeña puerta todas sus dudas se despejan.

-Tal vez quieras esperar aquí. Es más fresco que en la entrada y  su espera pronto será recompensada-  Susurra con una sonrisa amable y luego se aleja dejando a Gerard con la certeza de la complicidad en su búsqueda de Luciana.


Mientras tanto al otro lado de la puerta los torpes dedos de Luciana intentan introducir su hermosa cabellera bajo el tocado blanco. Abril la observa suspicaz; nunca la había visto tan ansiosa y nerviosa desde que iniciaron sus labores bajo el fuerte régimen de la madre superiora y  la desconcierta verla con un comportamiento tan impropio de su temple.
-Te tiene loca- Murmura con una sonrisa mientras coloca su hermoso vestido en el perchero.  Luciana levanta la mirada y la observa con el ceño fruncido.

-El doctor Decout- Declara para dejarle claro que conoce perfectamente la causa de sus nervios. Luciana cambia el ceño fruncido por unos ojos enormemente sorprendidos al saberse descubierta nuevamente. –Es de lo único que se habla desde ayer en la tarde- Añade.

-¿A qué te refieres?- Pregunta asustada.

-Tal vez el amor no te advirtió sobre los miles de ojos que se posaban sobre ustedes ayer en el mercado-

-Solo fue una coincidencia nuestro encuentro y debía ser amable con él-

-Pues déjame decirte que la amabilidad se te escurre por los poros cuando estas cerca al doctor Decout-

-¡Abril!- Se queja Luciana sonrojada.

-Relájate- Murmura  mientras la toma de los hombros para calmarla. - Tan solo asegúrate de que sus intenciones son honestas- Añade con seriedad.  Sabe por algunos comentarios de las amigas  de su madre que compartieron el té  el dia anterior en su casa, que se murmura que el nuevo mejor partido de la ciudad es un médico que busca diversión mientras encuentra una esposa adecuada, y Luciana puede ser una presa  fácil  luego de la muerte de su madre.  La creencia que una mujer no puede salir adelante sin un esposo a su lado alcanza incluso a la aguerrida  Luciana. La ciudad piensa que por más fuerte que sea y por mucho carácter que posea, debe conseguir un hombre para salir adelante,  vulnerabilidad que puede ser aprovechada por el nuevo galán sin la presencia de unos padres que hagan respetar su honor y la guíen por las buenas costumbres.

-Sus intenciones son honestas- Susurra Luciana con la cara encendida y una tímida sonrisa. Abril abre los ojos como platos, pero antes de bombardearla con preguntas Luciana lo aclara.  

– Ayer en el mercado me lo manifestó. Además, solicito conocer a mis padres para pedirles consentimiento de cortejarme y cuando le dije que habían muerto pude ver la compasión en sus ojos-

-¡Oh Luciana, estoy tan feliz por ti!- La abraza Abril complacida de que por fin se rindiera al amor.

-No se lo digas a nadie- La reprende Luciana para bajarla de su torbellino de emoción.

-¿Por qué no?- Murmura consternada por el pedido.  Cualquier mujer estaría más que feliz de poder gritar a los cuatro vientos sobre la conquista del  nuevo mejor partido de la ciudad.

-Tengo miedo- Logra responder alejándose hacia una pequeña silla.

-¿De qué?-

Luciana se sienta sin saber cómo explicarle a Abril su miedo. Tal vez su amiga y compañera no entienda el grado de compromiso  que desde pequeña asumió por la vida de Scarlet.  Mantenerla con vida se convirtió en su razón de vivir y verla feliz su única misión.  Siempre puso como prioridad las necesidades de su hermana, y permitirse enamorarse puede desviarla de su lucha al  direccionar su cariño hacia un esposo y posibles hijos, que necesitarían de ella al igual que su hermana. No cree tener la fortaleza para ocuparse de todos. Además, sabe del enorme deseo de  Scarlet por encontrar el amor, y cree que al hacerlo primero pueda ser interpretado como traición. Abril al ver que no responde trata de animarla.

-El amor es una dulce agonía. Solo debemos saber disfrutar de su exquisito sabor antes de que el tiempo lo convierta en una agria costumbre- Murmura con una sonrisa. Luciana sonríe y toma una inhalación profunda, se levanta y la toma de la mano.

-Vamos, tenemos trabajo que hacer-  No desea seguir la lucha en su interior. Lo que realmente desea es ver a Gerard.



Cuando abren la puerta él está caminando ansioso de un lado al otro. Nuevamente el tiempo se detiene mientras se contemplan y  se regalan una sonrisa con la mirada, solo Abril lo manifiesta con los labios al ver la escena entre los enamorados.

-Buenos Días doctor Decout- Lo saluda  Abril cuando se da cuenta que pueden quedarse el resto del dia tan solo mirándose. Gerard solo desvía su atención por un momento mientras le devuelve la cortesía. –Buenos días Señorita  Lacouture-  Luego vuelve a centrar su  mirada en Luciana que siente que su corazón palpitante se le saldrá del pecho. Abril suelta un bufido y se retira  al sentirse como la chaperona indeseada y se aleja por el pasillo.

-Buenos días Luciana-

-Buenos días doctor Decout-

-Llámame Gerard-

-No puedo. Ya le dije que no es conveniente. La madre superiora no lo aprobaría-

-Yo no la veo cerca-   afirma maliciosamente observando a su alrededor. Luciana guarda silencio algo ruborizado mientras él se acerca lentamente a ella.  Le toma el mentón con dos dedos  para enganchar aún más sus miradas- Por favor- Suplica.

Luciana comienza a respirar rápidamente por la ansiedad que le provoca tenerlo tan cerca  y haciendo el mayor esfuerzo logra expulsar de su garganta las ansiadas palabras.

-Está bien…. Gerard-  Susurra.



Esa últimas seis letras pronunciadas armoniosa y perfectamente por los labios  de Luciana son para él como una aclamación del pueblo sometido para su conquistador. Una  dulce aceptación al   dominio que llegaría a imponer en su corazón. Sin poder resistirlo, la toma entre sus brazos para entregarle en un beso que ella acepta mientras posa suavemente sobre él las manos en el pecho.

El suave roce de los labios es  un preámbulo  para las bocas que se abren lentamente mientras que el abrazo los encierra en el mágico momento. Acoplan y acunan sus labios saboreando la humedad mientras la punta de sus lenguas se exploran tímidamente y  le dan la bienvenida a un torrente de emociones que les calienta el alma y  el cuerpo.

Cuando el beso se hace más profundo y las respiraciones más agitadas, Luciana logra encontrar algo de lucidez en la locura del deseo y separa a Gerard empujándolo con sus manos desde el pecho.

-No. No podemos….- Murmura mientras intenta llevar el aire a sus pulmones y la claridad a su mente. Pero cuando le ve la cara de terror de Gerard por sus palabras  se apresura a completar su oración. – No en este lugar. No es seguro.- Agrega.

Más tranquilo por la aclaración  de ser el sitio el rechazado  y no a él,  da un paso atrás alejándose de Luciana con una sonrisa victoriosa. Esta más allá de la felicidad por experimentar de nuevo y con tanta intensidad los privilegios que otorga el amor.

-No puedo prometerte que pueda controlar el deseo de tenerte entre mis brazos- Murmura y se acaricia el labio inferior.

-Pues tendrá que intentarlo. Yo no beso mientras trabajo-  Responde Luciana con fingido desdén y mirada traviesa. Se aleja por el pasillo  mientras Gerard niega con la cabeza, complacido por aquella astuta respuesta.  –Sígame doctor Decout. Tenemos pacientes que atender- Le grita y él la sigue más que feliz.

Cuando llegan a los pabellones de hombres el doctor Almenares conversa con el doctor Bernal sobre  los pacientes que llegaron la noche anterior. Un par de ebrios que terminaron su discusión con  machetazos cuando las palabras no fueron suficientes razones.  Esa era la única razón por la que algún médico debía hacer guardia nocturna los domingos, ya que al llegar a la ciudad los campesinos de provincias cercanas, vendían sus cosechas y compraban  provisiones para sus fincas, pero también se proveían de altas concentraciones de licor que llevaban a disputas y por ende al hospital. Luciana inicia su camino y se dirige a buscar los medicamentos y vendas para su ronda mientras que Gerard y su sonrisa se une a la conversación de sus colegas.

Durante toda la mañana  apenas se dirigían palabra, y cuando lo hacían se limitaba a ser sobre un paciente  y sus necesidades. Ambos estaban complacidos y gratamente sorprendidos de poder trabajar  de una manera tan profesional  sin dejar que su deseo los dominara.  Y aunque nunca se tocaron, orbitaban uno alrededor del otro de  manera  inconsciente. Como si en el fondo temieran estar alejados.

Finalizando la tarde, Luciana se encuentra al lado del doctor Almenares cambiándole las vendas a un hombre de avanzada edad que fue sorprendido por un perro rabioso. Están muy preocupados porque el anciano pueda desarrollar la enfermedad, pero están más angustiados aun por que el perro todavía anda suelto.  De repente las palabras del doctor Almenares las sorprenden mientras ella observaba con disimulo  a Gerard en la distancia mientras él inyectaba antibióticos a un hombre unas siete camas mas adelante.

-Parece ser un buen médico- La suave voz de su jefe y su tenue sonrisa la advierte que aquella afirmación es la antesala a una conversación más personal.

-Asi parece- Responde ella sonrojada mientras se apresura por  recoger las vendas sucias para poder escapar a aquella conversación.

-Y también parece ser un buen hombre- agrega recogiendo del suelo el ungüento de heridas que Luciana dejo caer en su afán por escapar. Se lo entrega y con una mirada firme le da el visto bueno para una relación. Un consentimiento que ella no le pide, ni que él cree que le corresponda dar, pero que  por alguna extraña razón  ambos creen importante y necesaria. – Por lo tanto necesita una buena mujer. Me alegra que seas tú Luciana-  Añade y se levanta dejándola nerviosamente feliz.

Al terminar el turno, Luciana y Abril se cambian sus uniformes por los vestidos de calle. En esta ocasión Luciana  se toma más tiempo en arreglarse el cabello  y en pellizcar sus mejillas. Luego se humecta los labios con manteca de cacao que Abril le ofrece en medio de una sonrisa burlona al verla tan ansiosa por lucir bella para el enamorado hombre al que le pueden sentir los pasos cuando camina al otro lado de la puerta.



De regreso a casa, Luciana y Gerard se encuentran cómodos hablando de su primer dia de trabajo. Él se siente más vivo que nunca y le detalla cada caso y procedimiento que aplico con sus pacientes, como si Luciana no hubiera estado presente para contemplarlo, mientras que ella lo escucha fascinada al verle la pasión que le causa  su profesión. Como la de un medico recién graduado, pero por su pericia es obvio que no es un doctor recién horneado que debe recurrir a su mentor cada vez que duda. Quiere atacarlo con preguntas sobre su pasado y anterior vida como médico. Saber que lo llevo a un lugar tan alejado de la prospera Francia, pero sabe que aún no es el momento y se limita a disfrutar de su compañía.

Sin entender  como el tiempo paso tan rápido Luciana se da cuenta de que está a solo una cuadra de distancia de la entrada de su casa, en donde se puede ver a la fiel Atita esperándola como de costumbre. Se detiene abruptamente lo que hace que Gerard también lo haga  sin entender el  porqué de aquella extraña actitud.

-¿Sucede algo malo?-

-No. Es solo que estamos por llegar a mi casa-

-Perfecto. Te llevare y hablare con tu hermana si me lo permites-

-No es buen momento- chilla asustada. No se siente preparada para presentarle Gerard a Scarlet. Sus miedos se apoderan de ella  e inicia su camino dejando parado en mitad de la calle. Él se estira y la sujeta del brazo atrayéndola hacia él y sosteniéndola fuertemente en sus brazos. Le  sujeta  la cara para que lo mire a los ojos y tratar de descubrir que la tiene tan afectada.

-¿Por qué no? Pregunta tratando de que se concentre en él mientras Luciana observa nerviosa a Atita que la espera en el portón de la casa. -¿Te avergüenzas de mí?- Pregunta dolido.

-¡Claro que no!-afirma ella categóricamente. Centrando su mirada en Gerard. No le gusta verle aquella expresión de angustia, le acaricia la mejilla y le regala una verdad a medias mientras encuentra la manera de preparar a Scarlet para una noticia tan importante.

-Mi hermana se encuentra enferma. Por eso no es un buen momento-

- Por el contrario, es una oportunidad perfecta. Puedo revisarla, curarla y ganarme su aprecio-

Luciana suelta un largo suspiro deseando que fuera tan simple como Gerard cree.

-Su enfermedad es de nacimiento y el doctor almenares es su médico de cabecera. No creo que ella acepte a un desconocido en esos momentos – Miente tratando de evadir una reunión esa noche. –Esperemos a que se sienta mejor y podremos hablar tranquilamente-

Gerard acepta  al verle la incomodidad a Luciana. Cree que la hermana puede sufrir de alguna enfermedad mental que la avergüence y que piense que podría alejarlo, pero está seguro que nada podría hacer que él se quiera apartar de ella. Sin embrago lo acepta para crearle con el tiempo la seguridad que necesita demostrándole un amor sincero.

-Está bien. Esperare hasta que tú lo creas prudente-

-Gracias- responde y suelta un suspiro de alivio  regalándole una sonrisa. - Debo irme ahora- Agrega tratando de salir de  los brazos de Gerard.

-¿Sin un beso?- Pregunta con picardía sosteniéndola con más fuerza en un abrazo.

-¡No puedo besarte en la calle!- chilla ella sonrojada.

-Entonces hagámoslo en tu casa sin que tu hermana me vea- Responde  decidido a no dejarla ir sin obtener de sus labios la dulzura que ha esperado todo el dia. Luciana también anhelado aquel roce  sabe que su casa seria el peor lugar para hacerlo y que él no se rendirá fácilmente, entonces toma valor y se lanza a la boca  desprevenida de Gerard y le dan la  rienda suelta a una caricia húmeda de labios en la que danzan por algunos segundos antes de que ella salga corriendo dejándolo con una sonrisa y un creciente anhelo  en el bajo vientre.

Mientras Luciana recorre la escasa cuadra que la aleja del portón no puede darle importancia a la misma sensación que le dejo a Gerard, ya que se encuentra preocupada por  la escena que Atita presencio a la distancia, y lo confirma cuando al acercarse le ve una mirada  incrédulamente picara y una sonrisa que trata de ocultar con su mano en la boca. La toma de un hombro y la lleva adentro de la casa, y cuando cierra la puerta le da la más fuerte advertencia que sus palabras y su mirada le  pueden dar.

-Te prohíbo que hables de lo que viste. No puedes decirle a nadie, y mucho menos a Scarlet-

-¿Por qué no niña Lu?- pregunta  con tristeza.  – ¡Es bueno que usted sea feliz!- Agrega tratando de convencerla de la importancia que tiene que el amor invadiera su corazón.

- ¡Simplemente porque no quiero!-  responde tan groseramente que Atita retrocede sorprendida por aquella actitud.

-Está bien niña Lu- responde y se va compungida hacia la cocina mientras Luciana permanece de pie en la entrada de la casa sintiendo que su vida a medida que se hace más feliz también se hace más complicada.














domingo, 11 de mayo de 2014

CAPITULO 16


  


Al verle la sonrisa en los labios de Luciana, Gerard se da cuenta que ha iniciado la batalla ganando,  y que su bella oponente está cediendo.  Debe ser cuidadoso para poder dar la estocada final que le permita ganar y tomar la rendición de amor de Luciana. Le toma la mano que se encuentra pálida y fría a diferencia de su rostro que delata un rubor abrazador y le da un suave beso en el dorso de la mano.

-Buenos días Luciana. ¡Ansiaba verte!- Agrega aun sosteniendo la mano cerca de sus labios y arremetiendo con su sonrisa  endiablamente  sexy que hace que Luciana se sonroje aún más.

-Buenos días doctor Decout-  Responde ella con voz entrecortada y luego dirige la mirada nerviosamente a Cedric que los observa con una estúpida sonrisa en la cara. Para él está más claro que el agua que Luciana es la mujer que puede sacar a su amigo de la absurda tristeza en que vive, haciéndolo feliz como debería serlo un hombre con el corazón como el de Gerard.

-Por favor llámame simplemente Gerard-

-Está bien- Responde ella regresándole la mirada y luego le retira suavemente la mano. – Pero solo lo hare en la calle. En el hospital siempre lo llamare doctor Decout-

-No es necesario-

-No me sentiría cómoda. Además, no creo que la superiora lo permita-

-Está bien- Acepta él a regañadientes ya que realmente le gustaría escuchar su nombre en la dulce voz de Luciana.- ¿Me permite invitarla a tomarnos algo para conversar?- Pregunta esperanzado deseando que por primera vez desde que se conocen puedan hablar tranquilamente, pero Luciana no le allana el camino para la ansiada conversación.

-Lo lamento mucho, pero debo entregar estas flores al señor Fouguet y luego debo hacer el mercado- Responde  resignada pero decidida. Le encantaría poder aceptar la invitación pero su sentido de la responsabilidad es  demasiado grande, más aun sabiendo que debe comprar los ingredientes para  la medicina de Scarlet.

-Yo me encargo de las flores- Responde apresuradamente Cedric tomando uno de los arreglos de la carreta.- ¡ustedes vayan a tomar algo que este calor puede derretir hasta el acero!- Agrega  con una sonrisa asumiendo que se encargó del problema y lo ha resuelto satisfactoriamente.

-Pero…… aun debo hacer el mercado- Responde confundida mientras Cedric comienza a tomar los demás arreglos de la carreta, depositándolos en una diferente  que está a pocos metros. Tiberio Observa con suspicacia y se rasca la cabeza  en silencio.

-Yo te acompaño a hacer el mercado. Podremos conversar mientras lo hacemos- insiste Gerard resuelto a no dejar pasar una oportunidad tan preciosa como esa. Cuando ve como Luciana mira indecisa a Tiberio cree que esta cometiendo un terrible error al obviar al hombre. Se apresura hacia él y le extiende la mano nervioso.

-Discúlpeme señor Lemaitre por mi osadía y haberlo ignorado. Mis intenciones con Luciana son honestas  y tan solo quería invitarla a tomar algo para conocernos mejor; claro está, si usted me lo permite-  Las palabras de Gerard salen nerviosas y apresuradas. No puede creer que haya cometido el garrafal error de ignorar al padre. Sabe que sin la simpatía de los progenitores sería casi imposible dar un buen inicio a una relación con Luciana y su anhelado futuro con ella.

Tiberio observa confundido y con el ceño fruncido la mano que Gerard le extiende, haciéndole trizas los nervios al no tomarla. Luciana se acerca a ellos con una triste sonrisa por la confusión que le hace extrañar a su padre y presenta a Tiberio  para sacar a Gerard de su miseria.

-Él es Tiberio Montes, y no es mi padre. Trabaja en nuestra casa desde antes de que yo naciera-

Gerard suelta un suspiro de alivio pero continua con la mano extendida.

-Mucho gusto Tiberio, mi nombre es Gerard Decout y lo que dije antes es cierto- gira la cabeza y observa a Luciana  con dulzura haciéndola sonrojar  y sonreír. –Mis intenciones  son honestas-

Tiberio toma la mano y la aprieta fuertemente poniendo en evidencia los años de trabajo duro y con una voz desgarrada por el tiempo lanza una clara advertencia. – Eso espero caballero. Aunque soy un simple empleado no dudaría en defender el honor de esta jovencita que considero una hija-

-Entiendo el mensaje señor Montes, alto y claro- Asiente Gerard con una sonrisa.  Pero aún se encuentra nervioso al pensar que está haciendo las cosas de la manera incorrecta. Como las buenas costumbres exigen, él debe pedir permiso a los padres de Luciana para iniciar el cortejo y en su afán de encontrarla ha olvidado ese detalle tan importante. Cedric los distrae un segundo cuando desde la carreta les grita. – ¡Buena suerte tortolitos!-  Y sale disparado con la sonrisa del deber cumplido.  Gerard suelta un bufido por la poca elegancia de su amigo y de nuevo se dirige a Luciana.

- Me gustaría conocer a tus padres- Le expresa  observando alrededor si saber a quién busca. –Debo pedirle permiso a tu padre para visitarte y para que salgamos de paseo todas las tardes- Agrega decidido y con una postura de caballero que hace sonreír a Luciana.

-No es necesario, además en las tardes aún estamos en el hospital-

-Claro que es necesario. Necesito su consentimiento. Desea hacer bien las cosas para que no quede dudas de mis intenciones contigo. Además, yo podría llevarte a casa luego de nuestro turno-

-Mi padre murió hace muchos años- Susurra.

-Lo  lamento mucha Luciana- Responde contrito. –No lo sabía y no era mi intención hacerte recordarlo- Agrega concentrado toda su atención en el rostro de su bella diosa de agua.

-No importa, estoy bien. Cicatrizo rápido- Responde ella con nostalgia al recordar el gran cariño que sentía por su padre. Él le había enseñado que la fortaleza era la mejor arma contra los problemas y los constantes ataques que la vida le presentaría en el camino, como si de algún modo él  supiera que debía prepararla para enfrentarse  a las peores jugadas del destino.

-De acuerdo, entonces debo presentarme ante tu madre- Susurra.

-Ella murió hace pocos días- Responde con voz apagada; mas por el enojo que aún le causa conocer el amor escondido de su madre que por su condición de muerta.

-¡Dios Luciana!- Exclama Gerard pasándose ambas manos por la cabeza. Desea inmensamente abrazarla y consolarla creyendo que aquella voz es la de una hija desconsolada, pero se contiene ya que están en la calle y probablemente bajo la mirada de los curiosos. –Realmente lo lamento mucho, no sabía que estabas sola en la vida- Agrega con el ferviente deseo de convertirse en parte de su mundo para llenar el vacío y alejarla de la soledad. Soledad que aunque él había escogido no consideraba como una buena compañía.

-No estoy sola- Responde ella apresurada para salir de la incómoda y triste conversación. - Vivo con mi hermana menor- Agrega con una sonrisa tan solo por recordar a Scarlet. Gerard se siente aliviado al saber que ella tiene consuelo en alguien más.

-Me alegro, entonces debo pedirle mi permiso a ella-

Luciana se ríe y toma la cesta del mercado de la carreta e inicia su camino hacia los puestos del mercado. – ¡Créame si le digo que ya tiene su consentimiento!- Responde al recordar la emoción de Scarlet cada vez que hablan de Gerard.  Él la sigue y se siente enormemente satisfecho con el comentario. Significa  que Luciana le ha hablado a su hermana de él y probablemente bien para que su ella lo acepte sin conocerlo.

-Me alegro- Contesta con una enorme sonrisa. Toma la cesta de las manos de Luciana e inician su camino bajo la mirada atónita de las personas que no pueden creer que Luciana acepte la compañía de un hombre.






- Así que el señor Fouguet- Murmura Luciana sin atreverse a preguntar cual es la relación de Gerard y Cedric. Saber que él visitaba un lugar tan vulgar como un burdel ha sido un pensamiento constate y una decepción para ella.

-Es mi hermano- Se apresura a contestar reconociendo la duda que tiene. Ya está claro que hacia ella en el burdel esa noche pero ella puede estar pensando lo peor. – Además también soy dueño del burdel- Agrega para justificar la visita de esa noche. No sería decente admitir que en realidad  iba a buscar una mujer para satisfacer su deseo por Luciana.

-Ya veo-  Murmura aliviada, pero aun con dudas.  –Pero sus apellidos son diferentes-

-Así es. Somos hermanos de padres diferentes.- Miente esperando que Luciana no haga más preguntas al respecto. Fue lo que acordó con Cedric para justificar su relación y no se siente cómodo mintiéndole a ella.

-¿Y de dónde son?-  Luciana aun no identifica el extraño acento de Gerard y de Cedric y desea salir de dudas.

-De Francia. De una ciudad llamada Marsella-

-¡Francia!- casi grita de la emoción. No puede creer que el hombre que la conquisto provenga del país de sus sueños.

-Así es- Contesta sorprendido por la reacción de Luciana.  – ¿La conoces? ¿Has visitado Francia?- Pregunta intentando comprender la emoción que la acompaña.  Sabe que Francia es el país de moda y de visita obligada para la clase alta del nuevo mundo.

-Ojala así fuera- Responde ella  con un bufido de anhelo.

-¿Te gustaría ir?-

-Es mi sueño. Asistir a la escuela de enfermería de Marsella o de París-

-Es una gran escuela. Aunque tú ya eres una gran enfermera-

-He aprendido mucho en el hospital pero aún me falta mucho por conocer y sería más que feliz al obtener un título-

-Lo entiendo- Murmura Gerard recordando su anhelo de ser médico cuando era solo un niño. 















Llegan a un puesto donde se vende frutas de vistosos colores y deliciosos aromas que captan la atención de Gerard.  Él no reconoce algunas y le produce gran fascinación ver como Luciana escoge las mejores analizándolas detalladamente y luego llevándolas cerca de su nariz para capturar el aroma fresco de una fruta que está dispuesta a ser un manjar. Ella pacientemente le explica alguna de ellas y luego le ofrece una fruta del tamaño de una naranja, de color purpura con un extraño patrón de estrella de mar en su interior. Pero luego de la desconfianza inicial, él la saborea y su paladar se  hipnotiza con el exquisito sabor dulce que se le difunde en la boca.

-Caimito- Explica Luciana satisfecha al ver el gozo de Gerard.

-Manjar de dioses también podría ser su nombre- Susurra aun saboreando las ultimas gotas de dulzura que le quedan en la boca.  – ¿Y esta como se llama?- pregunta señalando una extraña fruta de color marrón que pareciera estar descomponiéndose.

-Es Borojó- Responde sin dar mayor explicación y rápidamente toma unas manzanas y las deposita en la cesta. Gerard no comprende la actitud de Luciana respecto a la fruta cuando estaba tan emocionada explicándole todo sobre ellas.

-¿No piensa llevar una?- Pregunta tratando de  descubrir algo más de aquella extraña fruta y poco apetecible a la vista.

-No-  Se limita a responder sonrojada y le paga al vendedor para retirarse rápidamente. Gerard queda aún más confundido y pide una explicación.  – ¿Qué pasa con ella?¿Es nociva?- Insiste.

-No. Claro que no, a decir verdad  es muy nutritiva-

-¿Entonces por qué no la lleva?-  Justo cuando termina su pregunta  entiende que debe ser muy costosa y es la causa de que ella se ruborice. No tiene dinero para comprarla y le da vergüenza que él lo descubra. Se dispone a sacar algo de dinero del bolsillo pero ella lo detiene y se le acerca para susurrarle al oído; esta tan cerca, que puede sentirle aquel delicioso olor de mango y canela que solo ella posee.

-Es una fruta especial. La llaman la fruta del amor-  Cuando Luciana se aleja está más que ruborizada.  La cercanía de Gerard hace que su temperatura suba abruptamente, casi confundiéndose con la de  una fiebre delirante. Él está fascinado al verle aquella reacción y su deseo de comprarla aumenta.

-Debe tener un sabor sublime para considerarla la fruta del amor- Susurra.

-En realidad no lo tiene-

-¿Entonces  por qué es tan especial?-

-Porque si un hombre bebe de su jugo podría ocuparse de tres o más mujeres en una sola noche- contesta en un susurro apenas audible y con la vergüenza difuminada en todo el rostro y gran parte de su cuerpo por el tema de conversación.  Gerard suelta una carcajada traviesa.

-Conozco a alguien que podría acabar con toda la cosecha- Murmura entre risas, pero cuando le ve la suspicacia a Luciana en la mirada le aclara el comentario para que ella no tenga ninguna duda de su virilidad. – Para Cedric. Él es muy generoso cuando de juegos de amor se trata- 

Luciana suelta un suspiro e inmediatamente cambia la conversación por un tema más cómodo y preferido por ella.

-¿Piensa volver a Francia?-

-No-

- ¿Que hace aquí? ¿Por qué no se quedó en Marsella?-

-No tenía nada que me atara a ese lugar- Responde secamente recordando el dia que subió al barco luego de que Abigail muriera. Luciana logra verle en los ojos una mirada turbia, casi adolorida que le genera curiosidad.

- ¿Y sus padres?-

-Mi madre murió dando a luz cuando yo estaba pequeño al igual que él bebe en su vientre. Mi padre murió de tuberculosis cuando yo estaba estudiando medicina-

-Lo lamento, tampoco era mi intensión recordárselo-

-No importa, fue hace muchos años-

-¿Entonces  solo son Cedric y usted? ¿Nadie los espera en Francia?-  Luciana insiste no muy convencida de que aquella mirada triste sea por el fallecimiento de sus padres. Como él lo dijo, fue hace muchos años y la herida en su mirada parece más reciente.

-Sí, solo  nosotros. Nadie nos espera.  Una epidemia de cólera termino con el resto de la familia-  Responde mirado el piso y frunciendo el ceño incomodo por las preguntas y la peligrosa cercanía de Luciana a la verdad. No desea que ella ni nadie más sepa del sufrimiento de amor que lo atormento por años con la muerte de Abigail. Esta dispuesto a iniciar una nueva vida, pero no está seguro de querer olvidar su pasado con su gran amor. Cree que sacar a la luz la verdad implicaría tener que desechar su recuerdo. Algo para lo que aún no está preparado.


Luciana ve como la mirada triste se le recrudece con cada una de sus palabras y se siente enormemente culpable por sacar a flote el dolor y el triste recuerdo del corazón de Gerard.  Le coloca una mano en el pecho y lo mira fijamente a los ojos.

-Aquí puede empezar de nuevo- Murmura como si adivinara el deseo de Gerard. El levanta la mirada y le regala una sonrisa.

-Eso espero- Exclama con dulzura remplazando la tormenta de duelo en sus ojos, por la claridad inequívoca de un amor naciente.

Continúan su recorrido por diferentes puestos del mercado, tomando extrañas hierbas que Gerard no conoce, pero no pregunta para que las necesita asumiendo que son  ingredientes propios de menjurjes para belleza de mujeres. Él le pregunta sobre su trabajo en el hospital y ella le cuenta sobre su deseo de ser enfermera desde pequeña, pero  no se siente cómoda contándole sobre la enfermedad de Scarlet.  Él le cuenta sobre sus años en Cuba donde aprendió el español, pero tampoco le cuenta su trabajo en los cañaduzales ni su odio por la vida mientras estuvo allí.




Cuando llegan a un puesto donde atiende un hombre de avanzada edad, Luciana lo saluda con cariño mientras toma toda la existencia de unas extrañas plantas. Luego le pide un frasco de aceite de coco y lo deposita en la cesta, pero cuando le paga, el hombre le da una noticia  que la saca de la felicidad que comparte con su compañero de mercado.

-Mi querida niña, es la última vez que venderé bolsas de pastor. Ya los años no me dejan viajar con la misma facilidad que antes y el camino a la capital es extremadamente desgastante-

-Pero señor Aurelio, usted sabe de la importancia de esas plantas. ¡Mi hermana las necesita!-  Exclama con terror tomando al hombre por el brazo.

-Lo entiendo niña, pero no es falta de deseo en ayudarla. Es falta de fuerzas para seguir viajando- exclama dándole pequeñas palmaditas en  el hombro para tranquilizarla. –Solo seguiré vendiendo productos locales- añade.

-¿Sabe quién más puede venderlas en esta ciudad?-

-Que yo sepa nadie más, en realidad usted es la única que las compra. Como  bien sabe solo las traigo porque mi hermana las cosecha en la capital, pero a ella también la están desgastando los años-

-¿Conoce algún otro comerciante que pueda traerlas? Pagare bien por ellas-

-No lo dudo, pero como ya le dije es un producto escaso y dudo que viajen solo para traérlas y para un solo cliente, sin embargo hablare con algunos conocidos para ver quién puede hacerlo-

Luciana asiente resignada y con gran preocupación reflejada en el rostro. Gerard la observa confundido mientras ella inicia su camino.

-¿Que pasa Luciana? ¿Por qué es tan importante para ti?-

-Lo es para mi hermana- Murmura distraída por la angustia de no tener al alcance el principal ingrediente para la medicina que mantiene con vida a Scarlet.

-¿Para qué lo necesita?- Pregunta tomando el frasco con aceite de coco imaginando alguna utilidad de un producto tan básico y sin atreverse a tomar las ramas que ella deposito tan cuidadosamente en la cesta. Luciana lo mira y al verle el frasco de coco le regala una verdad a medias.

-Para sus flores. Es uno de sus secretos para que  crezcan hermosas y  brillen- exclama sin aclarar la importancia de las bolsas de pastor para la medicina. No quiere alarmarlo y menos admitirle a un médico con conocimientos de tratamientos modernos que utiliza medicina tan tradicional para mantener a su hermana con vida.

-No te preocupes,  todo saldrá bien. Probablemente alguien más pueda traerlas-

-Eso espero-  Responde preocupada y toma la cesta de las manos de Gerard para entregársela a Tiberio que los sigue a una distancia prudente. –Debo irme- Añade sin poder deshacerse de la angustia.

- ¿Tienes que irte ya?-

-Si- Contesta decidida encaminándose de nuevo  hacia la carreta.

-¿Puedo acompañarte hasta tu casa?- Intenta pasar más tiempo con ella porque su actitud le deja claro que no piensa cambiar de opinión.

-Tengo prisa y no hay espacio en la carreta- Murmura colocando la cesta en la parte posterior.

-¿Te veré mañana en el hospital?-  Implora al verla de nuevo escurriéndosele  de entre los dedos. Ella se detiene al escuchar esas palabras tan cargadas de anhelos y le regala una sonrisa.

-Allí estaré a las siete de la mañana- Murmura con dulzura convirtiendo sus palabras en una promesa. Gerard no puede evitarlo y la acerca a él rodeándole la cintura con el brazo y en un segundo de lucidez logra desviar el beso que tan decididamente intentaba plasmarle en la boca, hacia su mejilla. No permitiría que su imprudencia de amor perjudique a su hermosa Luciana, exponiéndola a la crítica de los curiosos que la observan. Sin embargo las comisuras de sus bocas logran rozarse aumentando el deseo de otro suave y húmedo beso.   Luciana suspira mientras Gerard le susurra al oído.

-¡Esperare con ansias por ti hermosa Luciana!-




Ella se sube en la carreta ayudada de Tiberio  y desaparece en el tumulto de la calle mientras la alegría se le siembra en el corazón de Gerard. La certidumbre del amor  le estremece los cimientos de su tristeza y desmorona lentamente los muros de la agonía en la que por años permaneció encarcelado.   

Luciana viaja e la carreta con una enorme sonrisa de jovencita enamorada provocada por la conmoción del deseo, ajena a la desgracia que la  acecha, como una espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza.




NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.