El sol se sumerge en el océano
brindando un hermoso espectáculo para los pasajeros del trasatlántico de la compañía naviera
francesa “La Trasant” que esa mañana inicio su viaje bajo excelentes
condiciones. Los pasajeros disfrutan la vista luego de una mañana y parte de la
tarde llena de mareos y vómitos propios de las primeras horas de viaje, pero la
gran mayoría han superado los síntomas y se relajan con la brisa y los
destellos del atardecer. Solo uno de ellos que permanece en la proa no disfruta
del espectáculo. Mantiene su mirada fija en las olas que se rompen en el barco
deseando ser una de ellas. Siente que su vida vale menos que la ausencia de su
esposa por lo que esta decidido a pasarse el barandal y lanzarse a las
congeladas aguas para poder unirse al amor de su vida. Sin embargo su arraigada
educación no le permite hacerlo en ese
momento ya que las damas y escasos niños que se encuentran en la cubierta
podrían no soportar un drama de tales magnitudes tan solo iniciando el viaje,
además el hombre de casi dos metros de alto y escabrosa cicatriz en su cuello
no le quita la mirada de encima. No entiende por que y tampoco le interesa, tan
solo piensa que después de la cena cuando todos los pasajeros se retiren hacia
sus camarotes él podrá salir y encontrarse con su destino. Solo la muerte lo
llevara a los brazos de su amada.
Pasadas las diez de la noche ya
no se escuchan sonidos provenientes del comedor ni en los pasillos. Gerard
cierra el relicario de la foto de Abigail con el mechón de su cabello y lo
guarda en el bolsillo de la chaqueta cerca a su pecho. Luego
llena el resto de sus bolsillos
de monedas y todos los artículos pesados que encuentra en el camarote.
Quiere asegurarse de no flotar y ahogarse rápidamente en caso de que la quilla
del barco no lo destroce. Abre lentamente la puerta y se cerciora de no ver a
nadie, camina decidido hacia la cubierta desolada con la mirada fija en la baranda
que serán los escalones para su liberación pero faltándole pocos metros una
mano lo sostiene fuertemente haciéndole retroceder.
-Se demoro en venir. Creí que lo
intentaría durante la cena- El hombre que lo vigilaba en el atardecer lo
arrastra lejos de la proa.
-¡Suélteme!- Forcejea Gerard pero
escasamente logra alejarse de el- ¿Quién demonios es usted?- Le gruñe al
hombre.
-Soy el encargado de mantenerlo
con vida durante el viaje y de asegurarme de que no se haga daño- Responde sin
dejar de arrástralo hasta la seguridad de una de las sillas que hay bajo la
estructura del puesto de mando. -Debe llegar vivo a Cuba- Añade.
Gerard lo mira asombrado por la
respuesta de aquel hombre. No tanto por el destino del barco que pensaba
abandonar antes de llegar a su puerto final. Lo asombraba el hecho de que su
agonía era tan obvia que la tripulación del barco decidiera asignarle un
vigilante. El hombre se sienta a su lado y saca un cigarro de la bota y un
fosforo de la otra. Gerard entiende que alguien tan tosco y de tan poca elegancia
no podía ser parte de la tripulación de primera clase del barco, y si lo fuera seria imposible que descubriera
su dolor ya que desde que subió al barco no había derramado ni una sola
lagrima.
-Se equivoca usted señor si
piensa que hare algo contra mi vida- Le reprocha al hombre que da grandes bocanadas
a su cigarrillo- Tan solo deseaba un paseo por la cubierta y tomar la brisa de
la noche-
-Se lo de su esposa doctor- Murmura el hombre mirando hacia el horizonte
y suelta una columna de humo por nariz y boca.- Lo lamento mucho- Añade y se
gira para mirar a Gerard que lo observa aun mas sorprendido. No es alguien que él
conozca para que sepa su historia.
-No se preocupe estoy bien, como
le dije solo quiero refrescarme en la brisa de la noche- Responde y se levanta
de la silla. El hombre se queda sentado
pero lo observa firmemente. Gerard sabe que debe establecer una conversación
para relajar al hombre y poder acercarse al borde del barco. Cuando el trepe
por la baranda el hombre no podrá alcanzarlo.
-¿Cual es su nombre?- Pregunta
Gerard llevándose las manos a los bolsillos del pantalón y mirando al cielo
estrellado.
-Me llamo Cedric Gaudet-
-¿Y que hace en este barco?- Pregunta
para cerciorarse si es parte de la tripulación.
- Inicialmente creí que seria
solo un pasajero mas con destino al nuevo mundo para probar fortuna, pero justo
antes de salir me convertí en su custodio-
-¿Y me podría decir como sucedió eso?-
Se gira Gerard para observar el hombre que aun se encuentra sentado. - No
recuerdo haber contratado ese servicio cuando compre el boleto- Agrega con desdén.
- Créame mi buen doctor que no es
una tarea la cual disfruto, pero soy un hombre que paga sus deudas. Por eso accedí a protegerlo aun de usted mismo-
- ¿Y me podría decir a quien le
debe que le pide como pago mi supervivencia?- Pregunta intrigado Gerard
comenzando su camino disimulado hacia estribor. Cedric apaga su cigarrillo en
el piso y se abre la camisa dejando al descubierto una enorme cicatriz que va
desde su cuello viajando por su pecho hasta el abdomen.
- El doctor François salvo mi
vida luego de una pelea- Responde, luego comienza a abotonar su camisa. Mira
fijamente a Gerard y le da la explicación que su rostro exige.
-Cuando usted llego a la estación
corriendo y subió al barco el doctor François venia detrás suyo. Cuando me vio me dijo que usted era un doctor
que acababa de perder a su esposa- Cedric se levanta y se lleva las manos a los bolsillos imitando
a Gerard que comienza a alejarse mas. -Estaba
preocupado de que usted hiciera una locura. Así que me ofrecí para cuidarlo
durante el viaje como agradecimiento por sus esfuerzos por salvarme la vida- Añade
firmemente haciéndole entender que se encargara de cumplir su promesa. Gerard comprende que ese hombre realmente
conoce su situación y no lo dejara suicidarse, así que aprovecha el momento y
corre hacia estribor, se apoya de una
columna y sube por las barras de la baranda y salta pero en el aire es sostenido por el
brazo. Cedric lo toma firmemente con las dos manos y Gerard solo intenta zafarse.
-¡Suélteme!- Grita meciéndose en
el aire al borde del barco pero Cedric
lo sujeta fuertemente -¡Solo quiero
estar con Abigail! - Le implora.
-¡Si lo suelto cree usted que ira
al mismo lugar en el que se encuentra su santa esposa!- Le grita Cedric desde
arriba mirándolo fijamente a los ojos. Gerard deja de forcejear cuando entiende
el significado de sus palabras. Esta aterrado y Cedric lo ve en sus ojos
entonces comienza a subirlo. Ya arriba
ambos se desploman en la cubierta y Gerard comienza a temblar. La creencia
popular dice que los suicidas se van directamente al infierno, pero no es el
infierno lo que lo aterraba, era la idea de pasar la eternidad lejos de su
amada esposa que debería estar en el propio paraíso.
Frente al espejo Luciana observa como luce con
su nuevo uniforme de enfermera. La costurera se lo ha entregado para que se lo mida y hacerle los ajustes
necesarios antes de empezar su nuevo trabajo. Es una túnica gris de mangas
largas muy parecida a los habitos de las hermanas de la caridad del hospital.
Agradece no tener que llevar todos los accesorios propios de las damas de la
época ya que le resultan demasiado incomodos, pero esta vez siente que a su
vestimenta le falta algo mas de vida. Es tan aburrido y soso que podría matar
del aburrimiento. Hace muecas frente al
espejo y gira de una lado para el otro tratando de encontrarle algo bueno a su
figura, pero no logra encontrarlo. Detrás de ella se abre la puerta y entra
Scarlet quien al verla no puede contener una risa burlona.
-Esa es otra razón más que tengo
para no querer ser una monja de claustro-
Le dice a Luciana cuando la alcanza. Toma el delantal blanco que esta en
la silla y le ayuda a su hermana a ponérselo.
- Supongo que solo es cuestión de
tiempo para acostumbrarme.- Responde Luciana no muy convencida y suelta un
bufido. – Le falta vida y color a este uniforme.
-Yo se como solucionarlo- afirma Scarlet con una sonrisa y sale
disparada de la habitación. Luego de unos minutos regresa con una pequeña bolsa
de terciopelo y se la entrega a Luciana que la toma confundida. La abre y da un
respingo al descubrir su contenido. Un delgado lazo de plata con un pequeño
dije con forma de corazón hecho con una
esmeralda.
-¡Por Dios Scarlet! ¿De donde
sacaste esto?-
-Lo compre para tu cumpleaños
pero creo que esta es una buena ocasión para utilizarlo- Responde Scarlet tomando
el collar de la mano de Luciana. Intenta rodearle el cuello con la nueva joya
pero ella se gira y le grita.
-¡Como que lo compraste! ¿Acaso
has salido a la calle sin mi?-
-No, sabes que te prometí no
volver hacerlo. Atita lo compro por mí- Responde
Scarlet irritada y gira a su hermana frente al espejo para poder colocarle el
collar.
-Pero como…. ¿De donde sacaste el
dinero?- Pregunta mas relajada pero aun confundida la mayor de las hermanas.
-He logrado vender muy bien las
nuevas flores, son únicas y se han convertido en mi marca, al igual que las
rosas blancas son la marca de la vieja
cabeza de nieve- Responde Scarlet
apoyando su barbilla en el hombro de Luciana mientras que ambas observan
con una sonrisa la belleza de la nueva joya frente al espejo.
Luego de la muerte de don Vicente
cuando cayo de un caballo, doña Frederika asumió el control de los negocios de
la familia, pero cada vez se le hacia mas difícil manejarlo, ya que no podía
desplazarse de pueblo en pueblo como lo hacia su esposo para comprar artículos
que luego serian vendidos a los principales almacenes de la ciudad. Tenía que
apoyarse en otros comerciantes por lo que sus ganancias eran más reducidas y
como a veces le entregaban mercancía que se les dañaba en el camino, los
clientes de don Vicente fueron haciéndose cada vez más escasos ya que preferían
comprarles a otros comerciantes.
Mientras tanto Luciana se encargaba de llevar las riendas de la casa
asegurándose de tener todo lo necesario para las cinco mujeres que la habitaban
y el anciano Tiberio cuya función era la de ser el mandadero incluso de Maya y
Atita y de cortar las flores del jardín de Scarlet, pero lo hacia con gusto por
que sabia que en ningún lugar seria mejor tratado que bajo la casa de aquellas
mujeres. Sin embargo la hermosa casa de la familia Lemaitre cada día se iba envejeciendo por la
falta de pintura y las goteras que
carcomían lentamente el techo y paredes.
Scarlet por su parte solo hacia
lo único que se le permitía hacer para salvaguardar su vida, y era la de regar
el jardín que con los años fue haciéndose mas grande y hermoso. Tenía un don especial para hacer
crecer las más hermosas flores, y en especial una que solo crecía en su jardín.
Era una flor llamada corazón sangrante ya que su forma se asemeja a un corazón
del que cae una gota de sangre. Era una extraña especie que llevaba un
comerciante chino que estaba de paso en la plaza de mercado y que acepto regalársela
a Atita cuando ella le pidió una semilla, pues sabia que la flor no germinaría
ya que solo lo hace en tierras frías y húmedas, muy distante de lo que aquella
calurosa ciudad ofrecía, pero increíblemente Scarlet logro que creciera dando
hermosas flores con las que ella hacia bellos ramilletes para los funerales,
pero su mayor demanda era en las decoraciones de tortas y exóticos platos para
las fiestas de los mas adinerados de la ciudad. Había logrado cobrar un alto
precio por decoraciones con aquella extraña pero hermosa flor. Scarlet la amaba
a pesar de que todos los días le recordara su extraña enfermedad.
Después de nacer Luciana doña
Frederika intento tener el deseado hijo varón
para su esposo, pero siempre que llegaba a la tercera luna llena
inevitablemente los ríos de sangre corrían por sus piernas anunciando la
desgracia de otro hijo perdido. Maya al presenciar
una y otra vez el sufrimiento de su patrona, opto por prepararle un bebedizo
que las mujeres Wayu tomaban para fortalecer a los hijos desde el vientre.
Viajo a caballo por dos días hacia la tierra de la cual fue desterrada y rogo a
su abuela centenaria que le diera la
formula. Luego de tres días de suplicas la anciana asedio a darle la receta
advirtiéndole la importancia de los rituales luego de beber la pócima. Cuando
Maya regreso preparo la bebida a doña
Frederika que cumplió al pie de la letra las indicaciones. Luego de dos meses
de tomas doña Frederika descubrió su nuevo
estado con las habituales nauseas matutinas propias de sus embarazos. Sufrió
con terror la llegada de la tercera luna llena después de saberse en estado,
pero afortunadamente el bebe que llevaba en su vientre continuaba aferrado a
sus entrañas.
El día que Luciana cumplía sus
cinco años su madre cayó al piso con aterradores dolores de parto que le
duraron tres días. Finalmente con los últimos vestigios de fuerzas que le
quedaban doña Frederika logro dar a luz una bebe de hermosa piel blanca y con
hilos de cabello rojizo. A pesar de no ser el varón deseado don Vicente y Doña
Frederika la amaron desde que la vieron pero lograron aterrarse cuando Maya
advirtió que su ombligo luego de cortar el cordón no paraba de sangrar.
Tuvieron que amarrarlo con casi la mitad de un tubino de hilo y colocar grandes
bolas de algodón apretándolo bajo el fajón durante un mes. Doña frederika decidió que se llamaría
Scarlet recordando el rojo escarlata de su sangre pero solo cuatro años después
comprenderían que bien se le ajustaba el nombre a la niña que sangraría con un
solo corte hasta morir.
Todo sucedió una mañana cuando Luciana
llevaba de la mano a la pequeña Scarlet a jugar por primera vez en el prado que
quedaba detrás de su casa. Corrían libremente hasta que Scarlet tropezó y cayo
cerca al único rosal que habitaba el jardín. La palma de su mano se rasgo en la
caída con una espina y su herida no paraba de sangrar. Al ver que pasaban las
horas y la niña sangraba cada vez que retiraban los paños de su mano decidieron
llamar al doctor Almenares para que la examinara. Luego de algunos minutos de
evaluar detenidamente la mano de la niña llamo a los padres para que lo
acompañaran afuera de la habitación. Luciana que se sentía culpable del daño
que había sufrido su pequeña hermanita los siguió para poder escuchar que mal
podía estar atormentándola.
En el despacho de don Vicente, el
doctor Almenares les revelo a los padres de Scarlet la terrible noticia sin
saber que al otro lado de la puerta se encontraba la pequeña Luciana
escuchando.
-¿Sabe usted que es lo que le pasa
a Scarlet?- Pregunta don Vicente haciéndole un gesto al doctor para que se
siente.
-Creo saberlo, pero es
simplemente imposible- Contesta el doctor negándose a tomar asiento.
-¿Qué quiere decir con eso?-
Pregunta doña Frederika aferrándose al brazo de su esposo.
- Que todo parece indicar que es
una enfermedad propia de hombres, ninguna mujer llega a padecerla-
-Díganos de una vez por todas que
le sucede a mi hija doctor- Exige doña Frederika al ver que el doctor tiene una
extraña mirada. Como si no entendiera lo que pasa.
-Creo que es hemofilia, pero como
les digo es imposible, porque no se conoce a una mujer con esta
enfermedad. Mueren antes de nacer-
-¿Hemofilia?- pregunta intrigado
don Vicente sin entender la magnitud del padecimiento de su pequeña hija.
- Es una extraña enfermedad que
no le permite al cuerpo detener las hemorragias como lo hacemos normalmente los
cristianos de buena salud, puede morir desangrada por cualquier herida y no se
conoce ninguna cura, y como les dije, tampoco ninguna mujer que la padezca.
- Scarlet es una niña milagro-
murmura doña frederika. - Que aun se
encuentre con vida es una prueba de ello. Solo tendremos que tener especial
cuidado para que no se lastime- Añade esperanzada mirando al esposo que aun
sigue sin asimilar la información. Pero al otro lado de la puerta la pequeña Luciana
se horroriza al pensar que su hermanita va a morir si su no se detiene el
sangrado de su herida. Así que decide
correr hasta a la habitación y sostener el vendaje para que ni una gota más pueda
salir de ella, aunque tenga que vivir el resto de su vida sujetándole la mano.
Mientras tanto en el despacho la conversación sobre Scarlet continúa para
anunciar lo peor.
- Claro que si- Responde el
doctor Almenares y luego coloca una mano en el hombro de la mujer.- Pero tiene
que prepararse para perderla cuando llegue a la adolescencia- su voz es la que
utiliza para informar a la familia de la inminente muerte de su paciente.
-¿Y por que cree usted eso
doctor? Pregunta la madre aterrada.
- Porque probablemente muera
desangrada cuando tenga su primera menstruación- Y con aquella sentencia sale de la habitación
dejando a los padres aterrados con tan obvia revelación.
Luciana permaneció al lado de su hermanita sosteniéndole
las compresas en la mano durante cinco días con sus noches, ayudada de algunas
hojas que Maya colocaba en la herida logro detener el sangrado al sexto día cuando
la piel de la mano comenzaba a cicatrizar. Creyó haber encontrado la formula correcta para
salvar a su hermana, pero cuatro años después cuando ella misma paso de ser una
niña y se convirtió en una señorito se dio cuenta que el proceso mensual al que
las mujeres eran sometidas cada mes, seria inevitablemente el proceso de muerte
para su hermana. Sin embargo se dedico a
buscar una manera para evitar que aquello sucediera. Debería de haber
una forma.
Después de algunos días de
tortuoso viaje Gerard continua siendo vigilado por Cedric. Aun bajando del
barco este no se aleja mas que unos cuantos metros. Ambos estiran las piernas
caminando por el muelle sin emitir ninguna palabra como lo hicieron durante el
viaje. Finalmente Cedric saca una pluma y un papel y se lo entrega a Gerard.
-¿Podría usted escribirle una
carta al doctor François para que sepa que ha llegado bien a tierra firme?-
-¿Acaso tu misión solo cubre el
viaje en barco?, ¿como sabes que no intentare nada cuando te alejes?- Lo desafía
Gerard al ver que Cedric se prepara para
abandonarlo.
- En sus ojos logre ver que no lo
hará- contesta muy convencido –Ahora por
favor escriba esa carta, quiero seguir mi camino- Añade ansioso llevándose a la
espalda una bolsa de viaje.
-¿A donde vas?-
- Voy a probar suerte en los ingenios
azucareros y si trabajo fuertemente y aprendo el proceso tal vez pronto pueda
comprar el mío-
-Hare la carta si me llevas
contigo- Le pide Gerard mirándolo a los ojos decidido a no dejar que aquel
hombre lo deje allí.
-Los cañaduzales no son un buen
sitio para un doctor - Le responde Cedric intrigado por la petición del martirizado
hombre. Debería ir al hospital a buscar trabajo y no a los cañaduzales así que
trata de disuadirlo causándole miedo. – Allí hay hombres muy peligrosos, ¡podrían matarlo!-
- Eso es lo que deseo, dejarle a
otro el trabajo sucio- Responde Gerard.
NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.
L.Farley