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lunes, 13 de octubre de 2014

CAPITULO 22




Luciana logra arrastrarse hasta la cama y se echa una manta encima para tratar de calentarse.  En un destello de lucidez  cree que se ha contagiado de alguna enfermedad de viaje y la terrible fiebre hace de las suyas con su cuerpo, pero su corazón palpita con temor presintiendo que algo malo ocurre.  Su mente inquieta viaja hasta su casa  pensando que algo le sucedió a su hermana y el desespero la inunda pensando que tendrá que pasar siete días en un barco si poder hacer nada por ella.

Mientras tanto en la cocina de la casa Lemaitre, el doctor Almenares interrumpe el  confuso ambiente en el que se sumergen Gerard y Scarlet.

-Mírame Scarlet- Le dice tomándola del mentón para que lo observe, des enganchándola de los ardientes ojos de Gerard.- ¿En dónde te heriste? – Pregunta confundido al verla con una tímida sonrisa y sin rastro de sangre en su rostro.

-No me hice daño.  Fue un error de Maya-

-¡Pero niña roja yo vi como su boca sangraba!- Repunta la anciana que coloca frente a ellos el pañuelo con la mancha.

-¡Es una mancha de moras! Estaba comiendo y tal vez algo de su jugo cayo de mi boca-  Responde avergonzada sin mirar a Gerard que permanece a sus pies con la mirada fija en ella. El doctor Almenares toma el pañuelo y lo evalúa, luego vuelve a centrar su atención en el rostro de Scarlet y suelta un fuerte suspiro  recostándose en el espaldar de la silla.

-Por Dios Scarlet, ¡Me sacaste miles de canas  en el camino!-

-Lo lamento doctor, quería explicarlo pero Maya no me dejaba hablar- Responde encogiéndose de hombros a manera de disculpas. –Pero no se preocupe que las canas lo hacen más interesante- Agrega y los dos ríen pero su diversión es interrumpida por un susurro casi ininteligible de Gerard.

-¡Regresaste Abigail!-




Todos se giran hacia él sin entender a qué se refiere. Su mirada permanece clavada en el rostro de la bella Scarlet que se sonroja aún más y se muerde el labio inferior para ocultar su sonrisa.  El doctor Almenares se preocupa cuando le ve aquella mirada.

-Su nombre es Scarlet y es la hermana de Luciana- Le dice casi en un reproche. Su cerebro comienza a unir las fichas y se da cuenta de lo que sucede. No puede permitir que él se enamore de las dos hermanas – Padece de una rara forma de hemofilia-  Agrega organizando su maletín.

Gerard sale de su aturdimiento pasional para caer en una consternación médica. Se gira hacia el doctor Almenares incrédulo de sus palabras.

-Pero como…. ¡Es una mujer!-  Exclama como si el doctor no conociera de esa contradicción médica.

-¡Claro que lo se doctor Decout!- Responde ofendido. Puede que no esté muy a la par con los avances médicos europeos  pero sabe que es imposible que una mujer manifieste la enfermedad.  - Como le dije es un caso muy particular de la enfermedad- Agrega levantándose de la silla.

Gerard vuelve a fijar su atención en Scarlet que se siente avergonzada con la mirada clavada en el piso.  Le toma el mentón para que ella lo mire y vuelve a enloquecer con el parecido con su difunta esposa. Se da cuenta de que no es ella por la juventud de su rostro pero no puede evitar sentir el deseo de abrazarla. Sin embargo se contiene y le regala una promesa,  la misma promesa que le hizo a Abigail cuando enfermo de cólera.

-No te preocupes,  yo te cuidare y encontrare una cura-  Le susurra suavemente con tal dulzura que Scarlet comienza a derretirse mientras su corazón se llena de amor.

-¿Y quién es usted?- Le pregunta para conocer al hombre que avivo el deseo constante de enamorarse.  Necesita conocer su nombre ya que está decidida a entregarle su corazón y confiarle su vida.

-Mi nombre es Gerard Decout. Soy médico- Responde con una pequeña sonrisa.

-Es el nuevo médico del hospital.- Se apresura a contestar el doctor Almenares. – ¿Acaso Luciana no te hablo de él?- Pregunta alarmado. Si Luciana no le ha hablado de Gerard y de su relación seria más complicado detener el amor que va creciendo ante su presencia.

-No- contesta  Scarlet sin sospechar quien es realmente Gerard para su hermana. Ella cree que el hombre que se adueñó de su corazón es un marinero y no es el mismo hombre que está justo al frente y del que ella inevitablemente se está enamorando.

-Llegue hace poco al hospital- Responde Gerard  sin emoción. Se  siente confundido al darse cuenta que encontró su pasado y su presente unidos por un lazo de sangre.  Sabe que su corazón en ese momento pertenece a Luciana pero no puede evitar sentir un extraño afecto por Scarlet.

-Como todo está bien será mejor que nos vayamos- Sentencia el doctor para alejarlos.

-Mañana vendré a verte- Susurra Gerard a Scarlet que abre los ojos como platos de la emoción pero el doctor Almenares le corta la felicidad.

-¡Nada de eso!. Mañana tendremos mucho trabajo y yo soy su médico de cabecera- Las palabras del viejo doctor son tan imponentes que no dan cabida a un reproche. Gerard  se levanta   contrito sabiendo que ha llegado demasiado lejos, pero no es capaz de disimular el sentimiento fantasma que Scarlet despierta en él.

Se levantan todos de la mesa y el doctor Almenares casi saca a empujones a Gerard de la cocina mientras él observa por encima de su hombro a Scarlet que permanece de pie  con las manos en el pecho y meciéndose suavemente.



-Fue un placer conocerlo doctor Decout- Exclama Scarlet cuando atraviesan el umbral. Gerard se gira y vuelven a clavar la mirada uno en el otro. Finalmente él asiente  y con un fuerte suspiro sale hacia el patio acompañado del doctor Almenares que entre dientes susurra palabras que  no logra identificar. Cuando finalmente están en el coche, Gerard recibe la más fría reprimenda de su nuevo jefe.

-Gerard,  esta niña ha sufrido mucho a causa de su enfermedad, pero quien paga realmente las consecuencias es Luciana. Esta tan obsesionada por cuidar a su hermana que se  ha olvidado incluso de su propia vida. Espero que usted sea un caballero, entienda la situación y no ponga a estas criaturas en discordia. Usted sería realmente el mal librado ya que ellas se aman demasiado entre si-

-Nunca  intentaría ponerlas en discordia- exclama ofendido.

-¡Entonces reserve esa mirada para una sola!-

-Mis disculpas doctor Almenares, pero Scarlet me recordó a alguien muy importante de mi pasado. Son como dos gotas de agua-

-Espero que deje su pasado atrás mi estimado colega.  Su presente regresará pronto y espero que se convierta en su futuro- La voz del doctor es más suave pero con imponencia.

-Lo se doctor, lo sé- Responde Gerard  y suelta un fuerte suspiro recostando su cabeza en el respaldar. Su mente aún se encuentra confundida con la visión y su corazón nublado sin saber ante quien rendirse. El doctor Almenares le da una última mirada amonestadora antes de que ambos continúen con sus miradas perdidas por las ventanas.



Cedric se encuentra saliendo hacia el burdel cuando el coche se detiene frente a la casa y Gerard baja con la mirada perdida.  Sabe que algo malo debe haber ocurrido por que aquella mirada era la misma que lo acompaño en todos los años que permanecieron en Cuba.

-¿Gerard que sucede?- Pregunta angustiado abriendo de nuevo la puerta y dejándolo pasar. Ingresan en silencio hasta la sala donde Cedric se apresura a servir un trago de ron  y se lo ofrece pero Gerard no lo toma.

-Cuéntame que sucedió amigo-

Gerard inhala fuertemente y se toma la cabeza entre las manos. Niega insistentemente tratando de convencerse a sí mismo que no está viviendo una situación tan confusa.

-¿Gerard?- Insiste Cedric  al verlo tan perdido.

-Abigail regreso- Susurra agarrándose con más fuerza la cabeza.

-¿A qué demonios te refieres?-

-La hermana de Luciana…….. es igual a…… Abigail –

-¿Igual?-

-¡Demonios Cedric!- Responde exasperado.  -Son como dos gotas de agua-

Cedric se queda pasmado sin saber que decir. No comprende bien la situación pero le angustia que Gerard caiga de nuevo en las garras del amor frustrado. Toma asiento pensando cuales son las palabras adecuadas para sacarlo de su tormento.

-Amigo, debes tranquilizarte y explicarme bien lo que sucedió-

-¡Sucede que la hermana de la mujer que amo es exactamente igual a la mujer que tanto ame!-  Le grita.

-Qué importa que sean iguales-

-Me desconcierta Cedric. Hace que sienta deseos de volver a verla-

-¡Pero Abigail está muerta Gerard!- Le devuelve la reprimenda.  – Luciana es la única mujer que te debe importar-

Gerard se sienta  y vuelve a  tomarse la cabeza entre las manos luchando con su  trastorno pasional cuando una idea absurda le llega a  la mente.

-¿Y si Abigail  trata de decirme algo? ¡Si no quiere que la olvide!- La voz temblorosa hace que sus palabras delaten el temor de tan loca idea.

-¡No seas ridículo Gerard! Te estas saboteando por volver a amar, tan solo es una casualidad- Lo regaña Cedric y después se toma de un solo trago la copa de ron que le ofreció a Gerard.

-No es casualidad. Le jure amor eterno y tal vez ahora ella me reclama- Susurra parándose de la silla  y observando a todos lados como si en cualquier momento apareciera el fantasma de su esposa para recordarle su juramento.

- ¡No seas idiota!- Es ahora Cedric el que se sale de sus ropas por la absurda idea y el tonto comportamiento de su dañado amigo. Le grita tratando de hacerlo entrar en razón con buenas intenciones pero de la manera equivocada.

-Abigail esta muertaaaaa… devorada por los gusaaanoss!- Grita y  justo después siente en su quijada un fuerte golpe que lo hace tambalear mientras su mundo se difumina y cae al piso.  Sacude su cabeza y se arrastra en cuatro patas hasta asentar su espalda sobre la pared para poder entender lo que le sucedió, cuando ve frente a él a Gerard con el puño apretado y la cara desfigurada de rabia y amargura comprende lo ocurrido.

-Si sigues con esa absurda idea lo perderás todo Gerard- Murmura acariciándose el mentón mientras trata de pararse. No está molesto por el golpe, hasta el mismo sabe que se sobrepasó, pero cree que necesita de la cruel verdad para hacerlo entrar en razón.

-¡Ya lo perdí todo una vez  y se cómo sobreponerme!- Le reprocha con odio en la voz y sale de la casa dejando a Cedric en el piso con la preocupación a flor de piel.


Camina varias cuadras, con la mente y el rumbo perdido hasta que se encuentra en la casa de Petra y entra. La anciana cuando lo ve no se atreve a decir nada ni hacerle preguntas, ya que su cara refleja una angustia desgarradora. Lo toma de la mano y lo lleva  a su antigua habitación dejándolo perdido en la oscuridad de la alcoba.

Pasa las primeras horas de la noche en un estado catatónico como defensa a las miles de preguntas que lo acechan, hasta que despierta de su letargo y pone su mente  en funcionamiento cuando la pregunta más incisiva se le clava en el cerebro. Debe descubrir que  extraña enfermedad posee Scarlet. Toma papel y pluma e inicia una carta dirigida a su antiguo tutor en Francia revelándole su paradero y solicitándole todo tipo de información relevante sobre la hemofilia y su tratamiento. Sabe que el doctor François tiene muchos contactos médicos que pueden ayudarlo.

Le pide también que haga inventario de sus pertenencias en Francia en caso de tener que regresar, y toda variedad de medicamentos e investigaciones que lo puedan ayudar en la lucha. Toma la carta y se va al puerto para enviarla en el primer barco que salga para Francia, luego se va al hospital para tomar su turno. Cuando llega el doctor Almenares lo espera en la puerta y le pide que se ocupe del pabellón de niños. Gerard se da cuenta que lo hace para que todo el día tenga su mente ocupada, pero principalmente para evitar que se eluda del hospital y vaya a visitar a Scarlet.

En la casa Lemaitre, Scarlet baila en su habitación como si flotara en las nubes. Después de pasar la noche en vela aun suspira recordando aquellos ojos intensos que la miraban con ferviente deseo y no con lastima. Cree haber encontrado el hombre perfecto para ella. Un médico que la cuide y probablemente llegue a curarla para poder disfrutar del amor como se debe. Su felicidad se incrementa cuando piensa que ella y Luciana encontraron el amor al mismo tiempo y podrían disfrutar de sus mieles, sin saber que era el mismo hombre que su hermana amaba.

Maya la observa con precaución sin saber si es realmente bueno que se ilusione. Cree que si  un hombre como él logra amarla podría de ser de gran ayuda para la pesada cruz que carga por ella Luciana, pero su instinto y sus extrañas visiones, tan solo le muestran una negra tormenta  con lluvia roja, mientras que Atita llora en su habitación al comprender la  cruel jugada del destino que le calla la boca con un juramento de silencio.

En su camarote  Luciana se consume en una fiebre delirante donde observa a la muerte que se burla de ella bailándole alrededor, hasta que se acerca  y con aliento fétido y voz rasgada le susurra al oído “ Entrégamela  y él volverá a ti…. entrégamela” para luego seguir bailado mientras Luciana grita de agonía y dolor.

Cuando el sol finalmente cae, Gerard se despide de las monjas y sale tan rápido como puede evitando ser visto por el doctor Almenares para realizar la visita prohibida. Algo lo impulsa a ver una vez más a Scarlet. No sabe si es amor o compasión y está decidido a descubrirlo. Cuando llega toca el portón y su corazón  agitado  le retumba hasta en los oídos sin permitirle escuchar  cuando Tiberio  pregunta al otro lado de la puerta quién es.

Cuando la puerta finalmente se abre, aparece Tiberio con el ceño fruncido y en una mano  el machete como si pudiera hacer algo con tan elemental arma para defender la casa. Cuando ve a Gerard vuelve a enfundarlo en el cinturón y con una venia lo invita a pasar. Sabe de su visita la noche anterior y cree que el doctor Almenares pudo haberlo enviado para revisar a Scarlet.

Ya adentro, se detiene a observar la casa. Le parece realmente hermosa pero la majestuosidad de la que un día gozo se ve opacada por las grietas y humedad que lentamente la devora.  En la mitad del patio se encuentra una fuente  compuesta por tres vasijas pero de las cuales no sale el preciado líquido para vertirse en la pileta. Tan solo una sombra verde delata el moho que se apodera de ella. Alrededor del patio se encuentran las columnas y arcos de  piedra que alguna vez fueron blancas y que sostiene un segundo piso  hecho de madera.

En el primer piso en el ala norte se ve una gran puerta  con  pequeñas vidrieras en la parte superior que delatan la ubicación de estudio. En el ala derecha está la entrada sin puerta de la cocina donde la noche anterior conoció a Scarlet, y un delicioso olor a caldo y especies salen de ella.  Atravesando el patio frente a ella se encuentran unas enormes escaleras hacia el segundo piso donde se encuentran las habitaciones  y  al sur  una banca  y una silla mecedora junto a una reja de hierro forjado. Tiberio le  muestra  una silla junto a la reja que da al jardín.

-Espere aquí doctor. Llamare a la niña Scarlet para que lo atienda-

Gerard asiente y Tiberio se va rumbo a las escaleras. Gerard se sienta para observar con mayor detenimiento todos los detalles de la casa cuando un olor a flores y coco lo distraen. Se levanta y se gira hacia la reja identificando de donde proviene aquel olor. Un olor que ya había sentido en el sueño donde Abigail regresaba en un traje rojo después de arrollar a una congelada y cristalizada Luciana. Trata de darle sentido a aquel sueño pero antes de lograr interpretarlo una voz lo distrae.

-Es mi jardín-

Cuando se gira  ve a Scarlet con una tímida sonrisa y muy sonrojada. Su corazón vuelve a agitarse con aquel parecido asombroso  y un enorme deseo de tocarla se apodera de él. Scarlet  lo observa mientras el permanece en silencio contemplándola y su corazón iguala al de Gerard cuando ve que sus pupilas se dilatan mientras la observa.  Es una mirada  la cual nunca antes  había obtenido y estaba enormemente satisfecha de provocarla en un hombre tan apuesto. Estaba convencida de que el amor había llegado para derrotar a su enfermedad y para enfrentar a  la acechante muerte.

 Gerard logra contener momentáneamente su deseo de tacto y se gira una vez más hacia el jardín para darse tiempo de recomponerse y no actuar como un idiota.

-¡El olor es increíble!- Murmura mientras llena sus pulmones de la fresca fragancia y trata de despejar su mente del pasado.

-Los colores son aún más increíbles- Responde Scarlet con voz temblorosa.  -Me gustaría enseñárselo pero ni esta esplendorosa luna llena podría  iluminar lo suficiente para poder apreciar su belleza.- Agrega mirando a la Luna que observa imparcial desde las alturas.


- ¿Como se siente?-  Pregunta Gerard tomándola de la mano.  No pudo contener su deseo de vincularse con ella y necesita su tacto para identificar cual es la sensación que lo inunda, pero solo la confusión crece en su corazón. Scarlet se sonroja aún más cuando observa su mano entre las de Gerard y su voz apenas puede salir de su  garganta.

-Estoy bien. Fue solo un mal entendido- Responde sin mirarlo a la cara con los ojos clavados en el piso por la timidez,  pero Gerard  continúa buscando algo  en aquel rostro que le dé una luz a sus sentimientos. Finalmente la suelta cuando se da cuenta que sigue permaneciendo en la oscura confusión.

-Me alegro. Que tenga una buena noche- Exclama  haciendo una pequeña reverencia e iniciando su camino hacia la puerta.  Scarlet se gira extrañada sin entender el motivo de aquella extraña y corta visita, pero le atribuye aquel raro comportamiento a la timidez.  Toma valor para que Gerard se sienta cómodo y retribuido en sentimiento haciéndole una invitación.

-Venga mañana temprano. ¡Estaría encantada de mostrarle el jardín y los corazones sangrantes!-

-¿Los que?- Pregunta Gerard girándose.

-Los corazones sangrante-  Responde Scarlet feliz de capar nuevamente su atención. –Una flor especial que solo crece en este jardín- Agrega.

Gerard asiente  y se gira sin decir una palabra más.  Se encamina hacia la puerta donde Atita lo espera con la puerta abierta y una lagrima en la mejilla. Atraviesa el umbral sin atreverse a preguntarle el motivo de aquella tristeza  porque cree saber la razón, la cual es corroborada por el fuerte portazo que esta da  justo cuando él sale.



Mientras todo eso pasa, cientos de kilómetros rio abajo, Luciana es visitada en su camarote por el capitán del barco que ha sido informado sobre su condición febril, y esta alarmado con la posibilidad de  que el cólera haya subido al barco sin comprar boleto.  Sabe que de ser así, tendrán que permanecer en cuarentena en el barco cerca a algún puerto. La observa  desde el umbral si atreverse a entrar por temor de contagiarse. No sabe que hacer ya que ningún pasajero ni la tripulación tiene conocimientos médicos. Era Luciana la que tendría esa responsabilidad y por eso le dio buen precio en el boleto y uno de los mejores camarotes, pero era justamente  ella la que amenazaba la seguridad del viaje.

Luciana se siente observada  y se incorpora en su cama cuando ve al capitán en la puerta con cara de preocupación. Comprende la situación y trata de calmar al desconfiado capitán.
-No se preocupe, estoy bien-

-¿Tiene usted cólera?- Exclama el capitán con tanta fuerza que más que una pregunta parece una acusación.

-No señor. Solo es el cambio de clima y una semana sin un adecuado baño- Responde Luciana observando  con desdén el platón, la jarra con agua y las dos toallas que tan solo permitían el aseo de las áreas más íntimas.

-¿Por qué esta tan segura?-  Pregunta acariciándose el bigote y  aun con desconfianza.

-No la he utilizado-  Luciana le señala la bacinilla que se encuentra en una esquina. -y como sabrá no he salido del camarote para utilizar los baños-

-¿Y eso qué?-

-¡Que los enfermos de cólera mueren de diarreas más que de fiebres!- Exclama  Luciana con  exasperación ante la ignorancia del capitán que la coloca en una incómoda conversación. El capitán comprende  y su vergüenza es opacada por la tranquilidad de  un viaje seguro.

-Enviare una mucama para que se haga cargo de usted el resto de viaje- Exclama cerrando la puerta del camarote y dejando a Luciana sin fuerzas por la pequeña batalla. Se desploma nuevamente en su cama  y su mente viaja hacia su casa y su hermana, con pequeñas estaciones en los  recuerdos de los momentos con Gerard.

 Mientras tanto, Scarlet se desploma en la mecedora de su madre con una enorme sonrisa desconociendo la cruel jugada de la muerte en su intento por poseerla y Gerard camina confundido sin saber que es  la ficha  movida para derrotar a una  aguerrida mujer que regresa en un barco mientras se consume en la fiebre y delirios.






NOTA DEL AUTOR


Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.











Z

domingo, 14 de septiembre de 2014

CAPITULO 21



Luciana ingresa a la casa pero se queda en la cocina partiéndose la cabeza  mientras piensa en cómo puede reunir el dinero.  Por más que lo piensa no encuentra una solución posible y tan inmediata, así que se rinde y decide subir a ver cómo va la organización del viaje, en el cual tendrá suficiente tiempo para ingeniarse una solución. Cuando se encuentra  subiendo por las escalas hacia la habitación  escucha a Scarlet que se queja.

-¡Hay Dios, NO!-

Corre como posesa tomando el bajo de su vestido para poder subir saltando  de a dos escalones y llegar a la habitación lo antes posible. Su corazón se le quiere salir imaginando que su hermana se ha lastimado en vísperas de su viaje y tendrá que cuidarla dia y noche para evitar que muera desangrada. Cuando llega al umbral ve a Scarlet que analiza el encaje de un  vestido.

-¿Que sucede?-  Pregunta contrariada.

-¡Tu vestido! –Responde Scarlet señalando un pequeño agujero en el encaje. – ¿Maya, podrías arreglarlo?- Agrega dirigiéndose a la anciana que lo toma con una sonrisa pesarosa.

-No llevare ese vestido. ¡Es de fiesta!- Responde Luciana exasperada pero con una enorme tranquilidad al ver a su hermana a salvo.

-Ya lo sé. Pero  tiene que estar listo para la fiesta- Responde con una gran sonrisa. El día que más  anhela en el año le crea gran ilusión.



Solo en ese momento Luciana recuerda que en tres semanas se realizará la fiesta de cumpleaños del Doctor Almenares, que coincide con la fecha de su graduación como médico, lo que la convierte en un gran evento de celebración y homenaje en la ciudad.

Desde hacía cuatro años, cuando Luciana obtuvo en esa fiesta el puesto como enfermera, había llevada a Scarlet a la celebración. Se sentía segura de llevarla ya que si se hacía daño  estarían rodeadas de médicos que podrían ayudarlas. Era el día más feliz de Scarlet por que podía salir al mundo y disfrutar lo que este ofrecía. Se sentía como una mujer normal aunque todos la trataban como una muñeca de cristal.

-Scarlet, No estoy segura de que podamos asistir-

-¿Qué?. ¡No!- los ojos de Scarlet comienzan a inundarse de lágrimas.

-Tienes que entender que tal vez mi viaje demore más de lo pensado. Tal vez no alcance a llegar a tiempo-

-¡Luciana sabes lo importante que es para mí!-

-Lo sé. Lo siento-  Luciana se siente mal pero  no hay nada que pueda hacer. El viaje es prioridad, porque se trata de la vida de  su hermana.

-¿Puedo ir yo sola?- Scarlet pregunta con la vaga ilusión de que se lo permita. Sabe de antemano cual es la respuesta pero quiere agotar todas las posibilidades.

-¡NO! De ningún modo. Imposible-  Contesta con determinación. Sabe que le romperá el corazón a su hermana pero no permitiría que este sola en un baile sin su protección. Scarlet comienza a llorar y sale corriendo de la habitación, dejando a Luciana con un terrible sentimiento de culpa pero decidida a no permitírselo. En su interior también desea ir a la fiesta para poder presentarle de una vez por todas a Gerard y salir de aquella angustia de amor que a diario la consume.

Se dirige a Atita que aún está en la habitación organizando el baúl. La toma de un brazo y le instruye sobre no dejar que Scarlet  acuda al baile, y de esconderle todos los vestidos  en la noche anterior a  la fiesta si ella aún no ha regresado.



En el Hospital, Gerard no puede concentrarse en vendarle el brazo a un joven campesino que se hizo la herida con un machete. Su mente y su corazón están nublados con pensamientos angustiados sobre el viaje de Luciana.  El doctor Almenares que no se pierde el espectáculo pesaroso de Gerard se acerca a él.

-Ella estará bien hijo-  Susurra cuando pasa detrás y le da una palmadita en el hombro.  Gerard sale de su ensoñación y se gira para observar a su jefe que lo mira con una pequeña sonrisa.

-Estoy preocupado. ¡Algo podría pasarle!- Por fin deja las discreciones y pone en evidencia su amor.

-Yo estaría mas preocupado por el hombre que intente sobrepasarse con ella- Ahora su sonrisa es burlona. – ¡Esa criatura es dinamita enterrada! – Agrega  y se va dejando a Gerard sonriendo y recordando a su aguerrida mujer.



Al anochecer, Luciana se embarca acompañada del doctor Caicedo rumbo a la capital. El viaje por el rio  demoraría una semana hasta llegar al puerto de Honda. Luego tendrían que ir por otros cuatro días por un camino real hasta llegar a la capital donde tendría el encuentro con Evangelina, la hermana de Aurelio el comerciante. Cuando se instala en su camarote se recuesta en la cama con un enorme agujero en el pecho. La mitad de su corazón se quedó con Scarlet y la otra mitad se quedó con Gerard, pero no puede sentir mucho dolor por que su cabeza se concentra en encontrar una solución para conseguir el dinero para recuperar las escrituras. Al dia siguiente la fuerte marea  tiene a la mayoría de los pasajeros en la barandilla deshaciéndose en vómitos, pero Luciana permanece en su habitación sollozando. No sabe por qué se siente tan agobiada, pero se siente insegura al dejar a Scarlet  y una extraña nube se cierne sobre ella y su felicidad.


Los días pasan lentamente para todos, y la luna llena es la única que los acompaña en las noches mirándolos a cada uno desde las alturas su oscuro trono, contemplándolos mientras duermen ajenos al infortunio que el destino les depara.  Gerard difícilmente puede concentrarse en su trabajo y  todos los días en la tarde va al  puerto para tener noticias del barco y su ubicación. El telegrafista le notifica por los puertos que han pasado y le asegura que en un dia estarán en el puerto de honda donde desembarcaran.  Luciana muere de aburrimiento en el viaje. Ha realizado el paseo por los pasillos un millón de veces y está al borde de la locura tan solo de escuchar la monótona platica del doctor Caicedo  que habla de muertos y técnicas de autopsia, que tan solo le arruinan el apetito a todos los que lo escuchan.

Scarlet se refugia en sus flores y paseos por el jardín.  Mantiene la esperanza de que Luciana regrese a tiempo para llevarla al baile. No concibe la idea de tener que esperar un año para salir de casa.  Las fiestas patronales también se acercan y será cuando más escondida la tendrá su hermana. El miedo a la pólvora y los miles de borrachos que deambulan por las calles hace que ella misma tema salir.

Cuando el barco llega a Honda Luciana da gracias a Dios de tocar tierra firme. Es medio dia y el sol pega fuerte en el muelle. Los coteros comienzan a desembarcar el equipaje y los baúles mientras Luciana y el doctor  Caicedo aguardan por los suyos bajo la  sombra de una vieja choza de madera; de repente, una anciana se acerca a ellos y la llama por su nombre.

-¿Es usted la señorita  Luciana Lemaitre?-

- Sí. Soy yo- Responde confundida. No conoce a nadie en Honda y nunca antes había visto aquella mujer.  La anciana al ver su desconcierto le explica que es la hermana de Aurelio y viajo desde la capital para su encuentro. Tenía  otros asuntos pendientes de los que ocuparse en el muelle y aprovecharía la ocasión para matar dos pájaros de un tiro. Luciana casi muere de felicidad al entender que su viaje no sería tan largo y que se ahorraría  ocho días de camino por tierra.

Luego de despedir al doctor Caicedo que inicia su camino a la capital, ambas mujeres se sientan en un café  para negociar e inmediatamente  llegan a un acuerdo justo para ambas. La anciana le entrega como regalo anticipado dos cajas de pino repletas con hojas de bolsas de pastor y ella le da una pañoleta de seda. Luego compra un boleto de regreso para la misma noche y va al telegrafista para enviar un mensaje anunciando su regreso, pero para su infortunio  no puede hacerlo ya que el único telegrafista del  puerto  se encuentra enfermo.


Gerard permanece en el hospital atendiendo con gran preocupación dos casos de cólera que han despertado las alarmas  en la ciudad. Aun no se declara más que un pequeño brote pero hay gran preocupación en el hospital y comienzan a prepararse para una posible epidemia.



Al anochecer Scarlet  se prepara para dormir temprano ya que no tiene a su hermana para hablar como lo hacen a diario, pero un sonido en su estómago le avisa que no quedo satisfecha con la cena. Se dirige a la cocina para buscar algo que comer y ve sobre la mesa unas deliciosas moras rojas.  Toma asiento para disfrutar del delicioso manjar y se lleva de un solo golpe tres  a la boca. Se queja cuando la dulce sensación le inunda el paladar, pero un fuerte grito  la saca de su deleite.

-¡Dios mío niña roja!-  Grita  Maya desde el umbral cuando ve a Scarlet en la mesa y una gota roja como la sangre  sale de su boca derramándose hacia su mentón. Confunde en jugo de la mora con sangre y corre hacia ella tapándole la boca con un pañuelo para evitar según ella que sangre  más.

Scarlet trata de salir de aquel fuerte agarre para explicar que se encuentra bien pero solo logra que Maya la sujete con mayor fuerza mientras llama a gritos a Atita.

-¡Corre! Busca al doctor Almenares. Dile que la niña roja está herida y sangrando- Le ordena cuando esta llega a la cocina, mientras que Scarlet pone los ojos en blanco y se resigna a permanecer amordazada sin poder explicar lo que realmente sucede.

Atita sale corriendo desesperada al hospital y llega justo en el momento en que el doctor Almenares y Gerard van saliendo agotados después de un largo dia.

-¡Dotorcito, dotorcito!- Llama Atita  desde la distancia. El  doctor Almenares inmediatamente se tensiona cuando la ve. Sabe que algo malo debe haberle  pasado a Scarlet para que ella acuda a  él tan tarde y alarmada.

-¿Que sucede?-

-¡La niña sangra, la niña sangra!- Responde agitada y entre lágrimas. Gerard la reconoce como la mujer que a diario esperaba en la puerta a Luciana y se desespera al imaginar que algo malo le ha pasado a Luciana, pero cuando está a punta de preguntarle el doctor Almenares la toma del brazo para ayudarla a subirse al coche. Luego se gira y llama a Gerard.

-Vamos doctor Decout. La hermana de Luciana está en problemas-

Suben en el coche y salen rápidamente en dirección a  la casa  Lemaitre. Atita mira a Gerard y le sonríe tímidamente. Le parece el hombre más hermoso que ha visto y no se sorprende que Luciana  se rindiera y se enamorara de aquel bello rostro.

Cuando llegan, el doctor Almenares ingresa rápidamente seguido de Gerard que por mucho tiempo ha deseado ingresar a la casa, pero nunca deseo que fuese de aquel modo. Quisiera haber conocido a la hermana de Luciana en mejores circunstancias. Cree que en algún  acto de locura la joven pudo haberse herido y esa es la razón para que estén allí.    Atita encabeza el desfile guiándolos hasta la cocina donde Scarlet permanece sentada en la silla con la boca tapada por Maya que se encuentra de pie tras ella.

Atita se ubica a un lado del umbral para dejarlos pasar, el doctor Almenares ingresa rápidamente y coloca su maletín sobre la mesa mientras que Gerard se asoma lentamente sin saber en qué estado demencial encontrara a su futura cuñada.



Enfoca su mirada en aquel rostro semicubierto y su corazón se le detiene cuando ve aquellos ojos verdes tan familiares  por los que sufrió tantos años, y aquel  cabello rojizo que tanto deseaba volver a  acariciar. Scarlet  centra su mirada en el desconocido  que aparece en la puerta  y un extraño calor le inunda el cuerpo al ver aquel hombre hermoso que la mira con desconcierto y algo más que no logra identificar. Sus ojos se quedan enganchados sin percibir lo que pasa a su alrededor dejando que el tiempo se detenga ante ellos.

Gerard permanece congelado observándola mientras que el doctor Almenares se acerca y se sienta en una silla junto a ella, pero cuando este le retira la mano con el pañuelo a Maya  para poder identificar el daño, la plenitud de aquel rostro hace que su corazón retome el galope y se desboque en  latidos. Latidos de un amor que él creía muerto y que había regresado para recordarle su promesa de amor y fidelidad eterna. Su esposa amada había logrado salir de las crueles garras del olvido y estaba acompañada de la favorecedora juventud para  que retornaran la vida que tanto habían deseado.

-¡ Oh Abigail !- Susurra  suavemente.

Corre hacia ella y se postra de rodillas a sus pies, mientras todos observan confusos aquella reacción tan impropia. Scarlet le sonríe tímidamente al sentir una extraña cosquilla en el vientre cuando él le toma la mano.  La semilla del amor comienza a germinar en su pecho  convirtiéndose en un instante  en el más esplendoroso rosal.  




Mientras tanto Luciana ingresa en su camarote feliz de emprender su regreso, pero de repente, aquella sensación es remplazada por una fuerte oleada de frio que la golpea tan fuerte que siente que su corazón se le congela. Cae de rodillas  junto a la cama y se lleva las manos al pecho para tratar de derretir el hielo que se le forma y amenaza con matarla. Casi puede sentir la  muerte que la observa con una cruel sonrisa. La sonrisa de la venganza por haberla burlado durante  tantos años.

En la gran mesa de la vida, el destino ha iniciado el juego repartiendo la baraja. La muerte alardea de su buena mano y  el amor  observa sus cartas temiendo que ha perdido  en su mas grande apuesta.






NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.

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lunes, 25 de agosto de 2014

CAPITULO 20



Aun temblando  y agitado Gerard se  desploma  a un lado de Luciana y ella aprovecha  para llevar suficiente aire a sus pulmones. Él se  estira para tomar un pañuelo de la mesa de noche que está cerca a la cama y con mucha delicadeza limpia la satisfacción que le dejo en el pubis. Ella lo observa con el ceño fruncido. Él sonríe y le da una explicación.

-Aun no me presentas a tu hermana y no quisiera conocerla para decirle que te embaracé –
Ella  suelta un bufido mezclado de temor y hastío de solo pensar en esa posibilidad, pero rápidamente su cerebro se llena de culpa por dejarse llevar por un deseo tan primitivo que era tan criticado y castigado por la  sociedad. Gerard logra identificar en su rostro ese sentimiento y se apresura a calmarla tomándole el rostro con delicadeza y mirándola fijamente a los ojos.

-Eres una mujer hermosa e inteligente- le ronroneaba y luego le acariciaba la punta de la nariz con la suya. –Te amo y me hiciste el hombre más feliz-

-No es correcto. Una mujer  debe esperar……- Murmura confundida sin atreverse a pronunciar una palabra tan comprometedora como matrimonio, y su culpa crece cuando se da cuenta que no se arrepiente en lo más mínimo por sus actos de amor.

-Lo Entiendo.   Pero ya te dije que mis intenciones son honorables y si deseas ya mismo vamos a la iglesia- Responde Gerard sentándose con el deseo de borrarle la angustia del hermoso rostro de Luciana. Con cada dia que pasaban juntos se daba cuenta que ella era la mujer con la que quería tener una nueva oportunidad de envejecer. Estaba esperando el momento adecuado y conocer la familia de Luciana para  oficializarlo. – ¡Así podría gritarle al mundo que eres mía!- Agrega.

Esas palabras son como bálsamo para Luciana  desenredando sus culpas y prejuicios. Ella sonríe y estira una mano para acariciarle la mejilla. Él responde  cerrando sus ojos para disfrutar de su toque y  cuando vuelve a abrirlos su sonrisa traviesa y ojos picaros se adueñan de la escena.

-Debes darme una respuesta, porque  si  para ti es un requisito el matrimonio  para tenerte una segunda vez ¡Ya mismo te arrastro a la iglesia!-

Ella abre los ojos sorprendida.  Aunque parece una broma la certeza de encontrarse tan cerca de un compromiso la agobia.

-Creo que el sacerdote está muy ocupado preparando la misa de las seis- Responde tratado que sus palabras suenen a broma y no delaten su miedo a tener que dar una respuesta que comprometa su futuro; pero en el fondo, el egoísmo que había enterrado desde que se comprometió a cuidar a Scarlet por encima de su felicidad,  comenzaba a asomar su rostro.

-Podría convencerlo de sacar unos minutos para hacerte mi esposa- Gerard magnifica su sonrisa, ya que sabe que solo bastaría llevarle una buena donación para que atendiera su solicitud.  Sabía que él  y Cedric eran posiblemente los hombres más ricos de la ciudad aunque su fortuna era bien disimulada, no quería adquirir falsos amigos atraídos por el poder que el dinero otorgaba.

Luciana que no sabía que Gerard poseía una fortuna, ya que pensaba que su trabajo como médico era su  sustento y no una simple vocación, soltó una carcajada.

-¡No creo que esa hermosa sonrisa funcione con el sacerdote!-

-¿Funciona contigo?- Pregunta con picardía.  Ella respira profundo para despojarse de su diversión y darle una respuesta.

-Todo lo tuyo funciona conmigo-




Gerard inhala complacido con la respuesta y con la yema de sus dedos acaricia el cuello de Luciana. Observa con detenimiento el collar que lleva y al detallar  la hermosa esmeralda en forma de corazón,  un recuerdo fugaz  de los ojos de Abigail lo ataca. Sacude rápidamente la cabeza para regresar al presente y su posible futuro.

-¿Cómo te sientes?-  Le pregunta con dulzura.

- Extraña -

-¿Te duele?-  Ahora es un destello de angustia el que le cruza por la cara. No entiende por qué la mujer en casi todo debe sufrir  para disfrutar después. Luciana se concentra en las sensaciones para dar una respuesta.

-Solo algo incomoda- Un entumecimiento que nuca había experimentado es el dominante en su virtud. Gerard le da  un beso casto y se levanta  dándole otra espectacular vista de su escultural cuerpo antes de colocarse el pantalón que se encuentra en el piso.

-Puedes darte una ducha para que te sientas mejor.- Le dice mientras toma una  toalla para dársela a Luciana. – Mientras tanto te preparare algo de comer. Tengo que alejarme de ti o no  respondo  por mis actos- Agrega dándole un guiño y un vistazo al curvilíneo cuerpo que yace en su cama. Ella le sonríe y asiente mientras le recibe la toalla.

Luego de un refrescante baño Luciana se siente mejor aunque se le dificulto el aseo en su intimidad por causa del ardor. Sin embargo, el recuerdo de aquel estallido de placer opacaba cualquier incomodidad. Cuando sale al cuarto su olfato es invadido por un delicioso aroma y sus oídos por el canto en francés del cocinero.

Sonríe y toma su vestido  pero se da cuenta de que las arrugas son la  consecuencia del maltrato de dejarlo  en el piso. Dudosa se dirige al enorme ropero  de Gerard como si pudiera encontrar un vestido en el. Al abrirlo y confirmar que sus esperanzas son solo una ridícula ilusión, toma una camisa de Gerard y se la pone para quedar casi perdida en ella. Toma un pantalón y lo observa extendido entre sus manos para  corroborar que no hay manera de sostenerlo en su cuerpo.

Cuando Gerard llega  a la habitación y ve a Luciana evaluado el pantalón, tiene que cerrar los ojos para no tirar la bandeja y correr a besar las hermosas piernas que le salen  por debajo de la camisa.  Se convertiría en su esclavo solo para  besarle los pies y acariciar aquellas piernas seductoras. 

-Tengo un albornoz en el segundo cajón-

-¿Por qué tienes los ojos cerrados?- Pregunta sin entender su recato. Ya vio y sintió mucho de ella como para ser un hombre respetuoso de su intimidad.

-¡Porque si vuelvo a ver tus  hermosas piernas tendré que devorarte una vez más!-

Ella sonríe complacida del efecto que tiene en él. Se gira para tomar  el albornoz y se retira  la camisa. Gerard no se aguanta y abre un ojo para tener una visión más de aquella diosa desnuda antes de cubrir su cuerpo. Suspira al apreciar sus delicadas caderas y el hermoso derrier  que se tendrían que convertir en el recuerdo que lo acompañaría mientras ella estuviera de viaje.  



Luego de un delicioso almuerzo francés explicado minuciosamente por Gerard, Luciana comienza a descender a la realidad dándole vagos detalles de su viaje. Le miente diciéndole que visitara una mujer con la su madre tenía negocios y los cuales debe renovar y acordar precios,  para no hablar de las verdaderas razones y caer de nuevo en la discusión de presentarlo formalmente ante scarlet. Luego él logra entretenerla más tiempo hablándole de  las maravillas que Marsella posee. Esta dispuesto a describirle toda Francia de ser necesario para tenerla a su lado el mayor tiempo posible, como si algo le advirtiera que no debería dejarla ir. Una advertencia de que su felicidad estaba amenazada por los crueles juegos de la muerte, que desde siempre había sido la peor enemiga y la única verduga del amor. Una muerte que ansiaba reclamar  algo que creía que le pertenecía y le había sido arrebatado por Luciana, y ella tendría que pagar el más alto precio por ello.

Cuando la noche se cierne sobre la ciudad, Cedric regresa a la casa satisfecho por el trato realizado con Martina, que estaba más que feliz de aceptar el trabajo.  No está seguro que su travesura resultara, pero de haber funcionado Luciana ya se habría ido. Su sorpresa fue gratificante cuando entro a la casa y logro escuchar  las voces de los enamorados provenientes de la habitación de Gerard. Decide regresarlos a la realidad pero antes se aseguraría de proteger  el buen nombre de la única mujer hermosa que no desea en su cama pero que se había convertido en la que más apreciaba.

Luego de algunos minutos regresa con un coche de alquiler bien protegido por cortinas negras en la ventana, que era dirigido por un hombre  anciano de mala vista pero de buen caballo. Se acerca a la habitación y saluda desde afuera.

-Ya regrese con*.  Martina acepto el empleo y mañana estará aquí-

Luciana se desespera. Sabe cuáles fueron las intenciones de  Cedric  al dejarla entrar, pero  no desea que el confirme que cayó en la trampa. Gerard se coloca instintivamente entre ella y la puerta. No sabe de la jugarreta de su amigo y desea conservar el honor de su amada.

-Estoy muy ocupado ahora Cedric. Luego Hablamos-

-Lo entendiendo- Responde del otro lado de la puerta. – Solo quería avisarte que ya me voy para el burdel, y que en la entrada hay un coche  negro  que protege las identidades de sus pasajeros. Sería muy conveniente utilizarlo. Adiós - Agrega alejándose con fuertes zancadas y luego da un  portazo para confirmar su retiro.

Gerard frunce el ceño confundido pero Luciana sonríe comprendiendo  la delicadeza y protección de Cedric. Le explica como su amigo fue el artífice de aquel  dulce encuentro y que el coche debe ser para ella. El siente agradecido con su amigo por la travesura y la discreción, pero con la tristeza de la inminente despedida.

Ella se viste con el vestido que finalmente a domado las arrugas y arregla con los dedos un poco su cabello mientras él la contempla.  Luego la toma de la mano  para  llevarla hasta la puerta con el corazón comprimiéndosele en el pecho con cada paso que da, y con la sensación de abandono subiéndole por las piernas como venenosas enredaderas. Ella lo sigue sintiendo como si una bruma extraña la rodeara,  borrándole del panorama el futuro que vislumbró con Gerard mientras estaba entre sus brazos. Una bruma que  se le colaba en la sangre y en el pensamiento como preparándola para sumergirse en el cruel frio del olvido.

Cuando finalmente llegan a la  puerta él la sostiene fuertemente en sus brazos  y descansa su frente en la de ella mientras ambos cierran los ojos  preparándose para la despedida. Se inhalan  para aromatizar el recuerdo que les debe durar las tres semanas que duraría el viaje y se sumergen en un silencio tan grande como su amor. Luego él le acaricia el rostro con los nudillos antes de entregarle un beso llego de melancolía.



Luciana no soporta la tristeza y derrama una lágrima que termina fundiéndose en la camisa de Gerard.

-No llores mi diosa- Murmura besándole las mejillas

-Voy a extrañarte muchísimo- Exclama entre sollozos.

-Y yo a ti- Responde con un suspiro lleno de nostalgia. Luego le levanta el rostro para mirarla fijamente a los ojos.

- Te amo Luciana. Nunca lo olvides- Susurra y la besa con tal fervor que logran ahuyentar los fríos  y malos sentimientos con la calidez  que solo el amor enciende. Pero aquel apasionado beso finalmente termina cuando Luciana se llena de determinación  y sale corriendo para introducirse en el coche. Allí la tristeza la alcanza y le da rienda suelta al llanto, mientras que  Gerard  tiene que recostarse en la pared para levantar la mirada al cielo y rogarle a un dios que un día maldijo  que cuidara de ella.

Luciana hace que se detenga el coche cuatro cuadras antes de llegar a casa y aprovecha la oscuridad para escabullirse de el sin ser reconocida por el anciano; que a decir verdad, no le importaba conocer la identidad de su pasajera. Camina rápidamente por el jardín de rosas blancas de la vieja Matilde para acortar camino y espiar su competencia,  y cuando llego a la puerta de la casa encontró a Maya, Atita y a Scarlet que lloraba desconsolada en los brazos de un angustiado Tiberio.

-¡¿Dónde rayos estabas?!-  Le grita Scarlet saliendo de los brazos consoladores cuando finalmente la ve.

-Estaba dando un paseo- Responde en un susurro culpable y con la cabeza baja tratando de  huir por el pasillo.  Scarlet la sigue mientras que Atita y Maya se retiran a la cocina.
-¿Paseo? ¡Casi muero pensando que algo malo te había ocurrido!- Le reprocha mientras la sigue.

-Lo lamento. Estoy bien- se gira y la toma de la mano enfrentándola con la mirada y una suave sonrisa. -Tengo que contarte algo- Agrega.

-¡Lo viste!-chilla Scarlet  al mirarla a los ojos. – ¡Viste a tu marinero!-



Luciana imagina que su felicidad y amor por Gerard en ese momento  es tan grande que se le sale por cada poro de la piel y se le proyecta en la mirada. Piensa que sería absurdo negarlo y asiente tímida a lo que Scarlet comienza a saltar emocionada.

-Ohh Luciana. Estoy tan feliz por ti que hasta podría perdonarte la angustia que me hiciste pasar- La arrastra a la habitación y se sientan en la cama. Scarlet adopta una posición feliz esperando conocer los detalles mientras que Luciana permanece de pie analizando que puede y debe decir.  Finalmente se sienta a su lado y le cuenta que fue a buscarlo para despedirse de él, dándole el protagonismo al viaje que iniciaría al dia siguiente. Scarlet cae en la trampa y  vuelve a angustiarse  al conocer la decisión del viaje, olvidando preguntar por los detalles del encuentro. Luego de una larga discusión Luciana la convence de que es la mejor opción para obtener las bolsas de pastor que requieren para la medicina. Scarlet cae en la tristeza de separarse por primera vez en la vida de su hermana y  se duerme en su cama escuchando las interminables recomendaciones para ella durante la ausencia de Luciana, que no le dan cabida a las preguntas sobre el misterioso hombre que se adueñó de su amor.

Casi al medio dia, y luego de un profundo sueño provocado por las delicias del amor y el trasnocho de las recomendaciones, Luciana se despierta para encontrar a todas las mujeres  de la casa en el antiguo cuarto de doña francisca empacando en un hermoso baúl los vestidos, zapatos y demás artículos que consideran necesarios para el viaje. Scarlet dirige a las mujeres con una autonomía  y don de mando que hace sentir orgullosa a Luciana y agradecida, ya que no desea tener que ocuparse de empacar. Toma su baño y se dirige a la cocina para comer algo pero un toque de la puerta la desvía de su camino. Cuando abre se encuentra a un hombre con ropas sucias pero de educados modales. Esta acompañado por otros dos hombres y de cuatro mulas.

-Buenos días Señorita. Busco a la señora Fredericka-

Luciana lo observa con detenimiento sin saber quién es y para que busca  a su madre.

-¿Quien la busca?- Pregunta con desconfianza.

-Mi nombre es Raúl Jaramillo. Soy mulero y prestamista  y vengo a cobrar una deuda-

Al escuchar estas palabras Luciana cierra la puerta tras ella y aleja al hombre  tomándolo de la mano.

-¿Deuda?- Susurra con miedo de ser escuchada. -¿A qué se refiere?-

-Eso no le concierne señorita. Por favor llame a su madre-

-Mi madre murió hace algunas semanas señor- Responde dolida pero con  arrogancia. El hombre olvida los modales y se lamenta con fuertes improperios mientras Luciana se sonroja.  Luego la mira enfurecido.

-¿Entonces quien es la persona a cargo en esta casa?-

-Yo. Soy la hija mayor-

-Entonces págueme usted- Le dice mientras le entrega un papel. Luciana lo toma pero los nervios no la dejan entender de qué se trata.

 -¿Qué es esto?-

-Un pagare. Le preste a su madre una fuerte cantidad de dinero- Le dice señalando la suma y la firma de su madre en el papel – Le preste  con la condición de pasar hoy por el pago- Agrega  con rudeza.

-Lo siento, pero ella murió y no tengo como pagarle- Luciana le devuelve el papel y trata de alejarse  pero la voz del hombre la detiene justo antes de ingresar  a la casa.

-Entonces esta casa me pertenece. ¡Tengo las escrituras!-

Luciana siente como las piernas se le doblan y el corazón se le craquela. Toma una respiración profunda para ayudar a ahuyentar las lágrimas que asoman en sus ojos y para poder hacerle frente a la situación. Cuando se gira el hombre la observa con una sonrisa burlona.

-Págueme- Le reclama.

-Deme tiempo. Buscare la  forma para poder pagarle- Luciana trata de conciliar con una voz suave aunque con el deseo de devolverle los fuertes improperios que él había utilizado.

-Le di tres meses a su madre para que me pagara.  Debe tenerlo guardado. ¡Yo no puedo esperar más!-

-La engañaron y le robaron el dinero. Esta casa es lo único que nos queda- 

El recuerdo  de aquel día en  el que su madre lloraba y gritaba su desgracia, regresa a Luciana para llenarle los ojos de lágrimas de impotencia que Raúl Jaramillo confundió con las lágrimas de  tristeza de una huerfana. Su corazón logro ser conmovido tan solo un poco y  le entrega nuevamente el pagare. Camina hacia una de sus mulas y le hace el mejor  ofrecimiento que puede a Luciana.

-Le doy un mes más. De lo contrario reclamare esta casa como mia-

-¡Dos! Replica Luciana. Su viaje demorara casi un mes y no tendrá tiempo para  reunir el dinero.

-¡Uno!- Le grita golpeando la mula que inicia el galope dejando a Luciana con un insulto en la boca.

-¡Maldito!-




Desde la seguridad de su coche y a unos metros de distancia, Amaury observa la escena donde la mujer que lo rechaza y lo obsesiona discute con un hombre de vulgar apariencia. Cuando él la deja llorando en la entrada de la casa decide seguirlo y le pide  a su cochero  que lo detenga a las afueras de la ciudad.  Cuando descubre por boca del mismo Raúl Jaramillo las razones de aquella visita se regocija en saber que tiene a su alcance la casa de sus deseos y el destino de aquella mujer caprichosa que juro hacer suya.






*Con:  traduce imbécil en francés


NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.