Luciana logra arrastrarse hasta
la cama y se echa una manta encima para tratar de calentarse. En un destello de lucidez cree que se ha contagiado de alguna
enfermedad de viaje y la terrible fiebre hace de las suyas con su cuerpo, pero
su corazón palpita con temor presintiendo que algo malo ocurre. Su mente inquieta viaja hasta su casa pensando que algo le sucedió a su hermana y
el desespero la inunda pensando que tendrá que pasar siete días en un barco si
poder hacer nada por ella.
Mientras tanto en la cocina de la
casa Lemaitre, el doctor Almenares interrumpe el confuso ambiente en el que se sumergen Gerard
y Scarlet.
-Mírame Scarlet- Le dice
tomándola del mentón para que lo observe, des enganchándola de los ardientes ojos
de Gerard.- ¿En dónde te heriste? – Pregunta confundido al verla con una tímida
sonrisa y sin rastro de sangre en su rostro.
-No me hice daño. Fue un error de Maya-
-¡Pero niña roja yo vi como su
boca sangraba!- Repunta la anciana que coloca frente a ellos el pañuelo con la
mancha.
-¡Es una mancha de moras! Estaba
comiendo y tal vez algo de su jugo cayo de mi boca- Responde avergonzada sin mirar a Gerard que
permanece a sus pies con la mirada fija en ella. El doctor Almenares toma el
pañuelo y lo evalúa, luego vuelve a centrar su atención en el rostro de Scarlet
y suelta un fuerte suspiro recostándose
en el espaldar de la silla.
-Por Dios Scarlet, ¡Me sacaste
miles de canas en el camino!-
-Lo lamento doctor, quería
explicarlo pero Maya no me dejaba hablar- Responde encogiéndose de hombros a
manera de disculpas. –Pero no se preocupe que las canas lo hacen más
interesante- Agrega y los dos ríen pero su diversión es interrumpida por un
susurro casi ininteligible de Gerard.
-¡Regresaste Abigail!-
Todos se giran hacia él sin
entender a qué se refiere. Su mirada permanece clavada en el rostro de la bella
Scarlet que se sonroja aún más y se muerde el labio inferior para ocultar su
sonrisa. El doctor Almenares se preocupa
cuando le ve aquella mirada.
-Su nombre es Scarlet y es la
hermana de Luciana- Le dice casi en un reproche. Su cerebro comienza a unir las
fichas y se da cuenta de lo que sucede. No puede permitir que él se enamore de
las dos hermanas – Padece de una rara forma de hemofilia- Agrega organizando su maletín.
Gerard sale de su aturdimiento
pasional para caer en una consternación médica. Se gira hacia el doctor
Almenares incrédulo de sus palabras.
-Pero como…. ¡Es una mujer!- Exclama como si el doctor no conociera de esa
contradicción médica.
-¡Claro que lo se doctor Decout!-
Responde ofendido. Puede que no esté muy a la par con los avances médicos
europeos pero sabe que es imposible que
una mujer manifieste la enfermedad. -
Como le dije es un caso muy particular de la enfermedad- Agrega levantándose de
la silla.
Gerard vuelve a fijar su atención
en Scarlet que se siente avergonzada con la mirada clavada en el piso. Le toma el mentón para que ella lo mire y vuelve
a enloquecer con el parecido con su difunta esposa. Se da cuenta de que no es
ella por la juventud de su rostro pero no puede evitar sentir el deseo de
abrazarla. Sin embargo se contiene y le regala una promesa, la misma promesa que le hizo a Abigail cuando
enfermo de cólera.
-No te preocupes, yo te cuidare y encontrare una cura- Le susurra suavemente con tal dulzura que
Scarlet comienza a derretirse mientras su corazón se llena de amor.
-¿Y quién es usted?- Le pregunta
para conocer al hombre que avivo el deseo constante de enamorarse. Necesita conocer su nombre ya que está
decidida a entregarle su corazón y confiarle su vida.
-Mi nombre es Gerard Decout. Soy
médico- Responde con una pequeña sonrisa.
-Es el nuevo médico del
hospital.- Se apresura a contestar el doctor Almenares. – ¿Acaso Luciana no te
hablo de él?- Pregunta alarmado. Si Luciana no le ha hablado de Gerard y de su
relación seria más complicado detener el amor que va creciendo ante su
presencia.
-No- contesta Scarlet sin sospechar quien es realmente
Gerard para su hermana. Ella cree que el hombre que se adueñó de su corazón es
un marinero y no es el mismo hombre que está justo al frente y del que ella
inevitablemente se está enamorando.
-Llegue hace poco al hospital- Responde
Gerard sin emoción. Se siente confundido al darse cuenta que
encontró su pasado y su presente unidos por un lazo de sangre. Sabe que su corazón en ese momento pertenece
a Luciana pero no puede evitar sentir un extraño afecto por Scarlet.
-Como todo está bien será mejor
que nos vayamos- Sentencia el doctor para alejarlos.
-Mañana vendré a verte- Susurra
Gerard a Scarlet que abre los ojos como platos de la emoción pero el doctor
Almenares le corta la felicidad.
-¡Nada de eso!. Mañana tendremos
mucho trabajo y yo soy su médico de cabecera- Las palabras del viejo doctor son
tan imponentes que no dan cabida a un reproche. Gerard se levanta
contrito sabiendo que ha llegado demasiado lejos, pero no es capaz de
disimular el sentimiento fantasma que Scarlet despierta en él.
Se levantan todos de la mesa y el
doctor Almenares casi saca a empujones a Gerard de la cocina mientras él
observa por encima de su hombro a Scarlet que permanece de pie con las manos en el pecho y meciéndose
suavemente.
-Fue un placer conocerlo doctor
Decout- Exclama Scarlet cuando atraviesan el umbral. Gerard se gira y vuelven a
clavar la mirada uno en el otro. Finalmente él asiente y con un fuerte suspiro sale hacia el patio
acompañado del doctor Almenares que entre dientes susurra palabras que no logra identificar. Cuando finalmente están en
el coche, Gerard recibe la más fría reprimenda de su nuevo jefe.
-Gerard, esta niña ha sufrido mucho a causa de su
enfermedad, pero quien paga realmente las consecuencias es Luciana. Esta tan
obsesionada por cuidar a su hermana que se
ha olvidado incluso de su propia vida. Espero que usted sea un
caballero, entienda la situación y no ponga a estas criaturas en discordia.
Usted sería realmente el mal librado ya que ellas se aman demasiado entre si-
-Nunca intentaría ponerlas en discordia- exclama
ofendido.
-¡Entonces reserve esa mirada
para una sola!-
-Mis disculpas doctor Almenares,
pero Scarlet me recordó a alguien muy importante de mi pasado. Son como dos
gotas de agua-
-Espero que deje su pasado atrás
mi estimado colega. Su presente regresará
pronto y espero que se convierta en su futuro- La voz del doctor es más suave
pero con imponencia.
-Lo se doctor, lo sé- Responde
Gerard y suelta un fuerte suspiro
recostando su cabeza en el respaldar. Su mente aún se encuentra confundida con
la visión y su corazón nublado sin saber ante quien rendirse. El doctor Almenares
le da una última mirada amonestadora antes de que ambos continúen con sus
miradas perdidas por las ventanas.
Cedric se encuentra saliendo hacia
el burdel cuando el coche se detiene frente a la casa y Gerard baja con la
mirada perdida. Sabe que algo malo debe
haber ocurrido por que aquella mirada era la misma que lo acompaño en todos los
años que permanecieron en Cuba.
-¿Gerard que sucede?- Pregunta
angustiado abriendo de nuevo la puerta y dejándolo pasar. Ingresan en silencio
hasta la sala donde Cedric se apresura a servir un trago de ron y se lo ofrece pero Gerard no lo toma.
-Cuéntame que sucedió amigo-
Gerard inhala fuertemente y se
toma la cabeza entre las manos. Niega insistentemente tratando de convencerse a
sí mismo que no está viviendo una situación tan confusa.
-¿Gerard?- Insiste Cedric al verlo tan perdido.
-Abigail regreso- Susurra
agarrándose con más fuerza la cabeza.
-¿A qué demonios te refieres?-
-La hermana de Luciana…….. es
igual a…… Abigail –
-¿Igual?-
-¡Demonios Cedric!- Responde
exasperado. -Son como dos gotas de agua-
Cedric se queda pasmado sin saber
que decir. No comprende bien la situación pero le angustia que Gerard caiga de
nuevo en las garras del amor frustrado. Toma asiento pensando cuales son las
palabras adecuadas para sacarlo de su tormento.
-Amigo, debes tranquilizarte y
explicarme bien lo que sucedió-
-¡Sucede que la hermana de la
mujer que amo es exactamente igual a la mujer que tanto ame!- Le grita.
-Qué importa que sean iguales-
-Me desconcierta Cedric. Hace que
sienta deseos de volver a verla-
-¡Pero Abigail está muerta
Gerard!- Le devuelve la reprimenda. –
Luciana es la única mujer que te debe importar-
Gerard se sienta y vuelve a
tomarse la cabeza entre las manos luchando con su trastorno pasional cuando una idea absurda le
llega a la mente.
-¿Y si Abigail trata de decirme algo? ¡Si no quiere que la
olvide!- La voz temblorosa hace que sus palabras delaten el temor de tan loca
idea.
-¡No seas ridículo Gerard! Te
estas saboteando por volver a amar, tan solo es una casualidad- Lo regaña
Cedric y después se toma de un solo trago la copa de ron que le ofreció a
Gerard.
-No es casualidad. Le jure amor
eterno y tal vez ahora ella me reclama- Susurra parándose de la silla y observando a todos lados como si en
cualquier momento apareciera el fantasma de su esposa para recordarle su
juramento.
- ¡No seas idiota!- Es ahora
Cedric el que se sale de sus ropas por la absurda idea y el tonto comportamiento
de su dañado amigo. Le grita tratando de hacerlo entrar en razón con buenas
intenciones pero de la manera equivocada.
-Abigail esta muertaaaaa…
devorada por los gusaaanoss!- Grita y
justo después siente en su quijada un fuerte golpe que lo hace tambalear
mientras su mundo se difumina y cae al piso.
Sacude su cabeza y se arrastra en cuatro patas hasta asentar su espalda
sobre la pared para poder entender lo que le sucedió, cuando ve frente a él a
Gerard con el puño apretado y la cara desfigurada de rabia y amargura comprende
lo ocurrido.
-Si sigues con esa absurda idea
lo perderás todo Gerard- Murmura acariciándose el mentón mientras trata de
pararse. No está molesto por el golpe, hasta el mismo sabe que se sobrepasó,
pero cree que necesita de la cruel verdad para hacerlo entrar en razón.
-¡Ya lo perdí todo una vez y se cómo sobreponerme!- Le reprocha con odio
en la voz y sale de la casa dejando a Cedric en el piso con la preocupación a flor
de piel.
Camina varias cuadras, con la mente
y el rumbo perdido hasta que se encuentra en la casa de Petra y entra. La
anciana cuando lo ve no se atreve a decir nada ni hacerle preguntas, ya que su
cara refleja una angustia desgarradora. Lo toma de la mano y lo lleva a su antigua habitación dejándolo perdido en
la oscuridad de la alcoba.
Pasa las primeras horas de la
noche en un estado catatónico como defensa a las miles de preguntas que lo
acechan, hasta que despierta de su letargo y pone su mente en funcionamiento cuando la pregunta más
incisiva se le clava en el cerebro. Debe descubrir que extraña enfermedad posee Scarlet. Toma papel
y pluma e inicia una carta dirigida a su antiguo tutor en Francia revelándole
su paradero y solicitándole todo tipo de información relevante sobre la
hemofilia y su tratamiento. Sabe que el doctor François tiene muchos contactos médicos
que pueden ayudarlo.
Le pide también que haga
inventario de sus pertenencias en Francia en caso de tener que regresar, y toda
variedad de medicamentos e investigaciones que lo puedan ayudar en la lucha.
Toma la carta y se va al puerto para enviarla en el primer barco que salga para
Francia, luego se va al hospital para tomar su turno. Cuando llega el doctor
Almenares lo espera en la puerta y le pide que se ocupe del pabellón de niños.
Gerard se da cuenta que lo hace para que todo el día tenga su mente ocupada,
pero principalmente para evitar que se eluda del hospital y vaya a visitar a
Scarlet.
En la casa Lemaitre, Scarlet
baila en su habitación como si flotara en las nubes. Después de pasar la noche
en vela aun suspira recordando aquellos ojos intensos que la miraban con
ferviente deseo y no con lastima. Cree haber encontrado el hombre perfecto para
ella. Un médico que la cuide y probablemente llegue a curarla para poder
disfrutar del amor como se debe. Su felicidad se incrementa cuando piensa que
ella y Luciana encontraron el amor al mismo tiempo y podrían disfrutar de sus
mieles, sin saber que era el mismo hombre que su hermana amaba.
Maya la observa con precaución
sin saber si es realmente bueno que se ilusione. Cree que si un hombre como él logra amarla podría de ser
de gran ayuda para la pesada cruz que carga por ella Luciana, pero su instinto
y sus extrañas visiones, tan solo le muestran una negra tormenta con lluvia roja, mientras que Atita llora en
su habitación al comprender la cruel
jugada del destino que le calla la boca con un juramento de silencio.
En su camarote Luciana se consume en una fiebre delirante
donde observa a la muerte que se burla de ella bailándole alrededor, hasta que
se acerca y con aliento fétido y voz rasgada
le susurra al oído “ Entrégamela y él volverá a ti…. entrégamela” para
luego seguir bailado mientras Luciana grita de agonía y dolor.
Cuando el sol finalmente cae,
Gerard se despide de las monjas y sale tan rápido como puede evitando ser visto
por el doctor Almenares para realizar la visita prohibida. Algo lo impulsa a
ver una vez más a Scarlet. No sabe si es amor o compasión y está decidido a
descubrirlo. Cuando llega toca el portón y su corazón agitado
le retumba hasta en los oídos sin permitirle escuchar cuando Tiberio pregunta al otro lado de la puerta quién es.
Cuando la puerta finalmente se
abre, aparece Tiberio con el ceño fruncido y en una mano el machete como si pudiera hacer algo con tan
elemental arma para defender la casa. Cuando ve a Gerard vuelve a enfundarlo en
el cinturón y con una venia lo invita a pasar. Sabe de su visita la noche
anterior y cree que el doctor Almenares pudo haberlo enviado para revisar a
Scarlet.
Ya adentro, se detiene a observar
la casa. Le parece realmente hermosa pero la majestuosidad de la que un día
gozo se ve opacada por las grietas y humedad que lentamente la devora. En la mitad del patio se encuentra una
fuente compuesta por tres vasijas pero
de las cuales no sale el preciado líquido para vertirse en la pileta. Tan solo
una sombra verde delata el moho que se apodera de ella. Alrededor del patio se
encuentran las columnas y arcos de
piedra que alguna vez fueron blancas y que sostiene un segundo piso hecho de madera.
En el primer piso en el ala norte
se ve una gran puerta con pequeñas vidrieras en la parte superior que delatan
la ubicación de estudio. En el ala derecha está la entrada sin puerta de la
cocina donde la noche anterior conoció a Scarlet, y un delicioso olor a caldo y
especies salen de ella. Atravesando el
patio frente a ella se encuentran unas enormes escaleras hacia el segundo piso
donde se encuentran las habitaciones y al sur
una banca y una silla mecedora
junto a una reja de hierro forjado. Tiberio le
muestra una silla junto a la reja
que da al jardín.
-Espere aquí doctor. Llamare a la
niña Scarlet para que lo atienda-
Gerard asiente y Tiberio se va
rumbo a las escaleras. Gerard se sienta para observar con mayor detenimiento
todos los detalles de la casa cuando un olor a flores y coco lo distraen. Se
levanta y se gira hacia la reja identificando de donde proviene aquel olor. Un
olor que ya había sentido en el sueño donde Abigail regresaba en un traje rojo
después de arrollar a una congelada y cristalizada Luciana. Trata de darle
sentido a aquel sueño pero antes de lograr interpretarlo una voz lo distrae.
-Es mi jardín-
Cuando se gira ve a Scarlet con una tímida sonrisa y muy
sonrojada. Su corazón vuelve a agitarse con aquel parecido asombroso y un enorme deseo de tocarla se apodera de él.
Scarlet lo observa mientras el permanece
en silencio contemplándola y su corazón iguala al de Gerard cuando ve que sus
pupilas se dilatan mientras la observa.
Es una mirada la cual nunca
antes había obtenido y estaba
enormemente satisfecha de provocarla en un hombre tan apuesto. Estaba
convencida de que el amor había llegado para derrotar a su enfermedad y para
enfrentar a la acechante muerte.
Gerard logra contener momentáneamente su deseo
de tacto y se gira una vez más hacia el jardín para darse tiempo de
recomponerse y no actuar como un idiota.
-¡El olor es increíble!- Murmura
mientras llena sus pulmones de la fresca fragancia y trata de despejar su mente
del pasado.
-Los colores son aún más
increíbles- Responde Scarlet con voz temblorosa. -Me gustaría enseñárselo pero ni esta
esplendorosa luna llena podría iluminar
lo suficiente para poder apreciar su belleza.- Agrega mirando a la Luna que
observa imparcial desde las alturas.
- ¿Como se siente?- Pregunta Gerard tomándola de la mano. No pudo contener su deseo de vincularse con
ella y necesita su tacto para identificar cual es la sensación que lo inunda,
pero solo la confusión crece en su corazón. Scarlet se sonroja aún más cuando
observa su mano entre las de Gerard y su voz apenas puede salir de su garganta.
-Estoy bien. Fue solo un mal
entendido- Responde sin mirarlo a la cara con los ojos clavados en el piso por
la timidez, pero Gerard continúa buscando algo en aquel rostro que le dé una luz a sus
sentimientos. Finalmente la suelta cuando se da cuenta que sigue permaneciendo
en la oscura confusión.
-Me alegro. Que tenga una buena
noche- Exclama haciendo una pequeña
reverencia e iniciando su camino hacia la puerta. Scarlet se gira extrañada sin entender el
motivo de aquella extraña y corta visita, pero le atribuye aquel raro
comportamiento a la timidez. Toma valor
para que Gerard se sienta cómodo y retribuido en sentimiento haciéndole una
invitación.
-Venga mañana temprano. ¡Estaría
encantada de mostrarle el jardín y los corazones sangrantes!-
-¿Los que?- Pregunta Gerard girándose.
-Los corazones sangrante- Responde Scarlet feliz de capar nuevamente su
atención. –Una flor especial que solo crece en este jardín- Agrega.
Gerard asiente y se gira sin decir una palabra más. Se encamina hacia la puerta donde Atita lo
espera con la puerta abierta y una lagrima en la mejilla. Atraviesa el umbral
sin atreverse a preguntarle el motivo de aquella tristeza porque cree saber la razón, la cual es
corroborada por el fuerte portazo que esta da
justo cuando él sale.
Mientras todo eso pasa, cientos
de kilómetros rio abajo, Luciana es visitada en su camarote por el capitán del
barco que ha sido informado sobre su condición febril, y esta alarmado con la
posibilidad de que el cólera haya subido
al barco sin comprar boleto. Sabe que de
ser así, tendrán que permanecer en cuarentena en el barco cerca a algún puerto.
La observa desde el umbral si atreverse
a entrar por temor de contagiarse. No sabe que hacer ya que ningún pasajero ni
la tripulación tiene conocimientos médicos. Era Luciana la que tendría esa
responsabilidad y por eso le dio buen precio en el boleto y uno de los mejores
camarotes, pero era justamente ella la
que amenazaba la seguridad del viaje.
Luciana se siente observada y se incorpora en su cama cuando ve al capitán
en la puerta con cara de preocupación. Comprende la situación y trata de calmar
al desconfiado capitán.
-No se preocupe, estoy bien-
-¿Tiene usted cólera?- Exclama el
capitán con tanta fuerza que más que una pregunta parece una acusación.
-No señor. Solo es el cambio de
clima y una semana sin un adecuado baño- Responde Luciana observando con desdén el platón, la jarra con agua y las
dos toallas que tan solo permitían el aseo de las áreas más íntimas.
-¿Por qué esta tan segura?- Pregunta acariciándose el bigote y aun con desconfianza.
-No la he utilizado- Luciana le señala la bacinilla que se
encuentra en una esquina. -y como sabrá no he salido del camarote para utilizar
los baños-
-¿Y eso qué?-
-¡Que los enfermos de cólera mueren
de diarreas más que de fiebres!- Exclama
Luciana con exasperación ante la
ignorancia del capitán que la coloca en una incómoda conversación. El capitán comprende y su vergüenza es opacada por la tranquilidad
de un viaje seguro.
-Enviare una mucama para que se
haga cargo de usted el resto de viaje- Exclama cerrando la puerta del camarote y
dejando a Luciana sin fuerzas por la pequeña batalla. Se desploma nuevamente en
su cama y su mente viaja hacia su casa y
su hermana, con pequeñas estaciones en los
recuerdos de los momentos con Gerard.
Mientras tanto, Scarlet se desploma en la
mecedora de su madre con una enorme sonrisa desconociendo la cruel jugada de la
muerte en su intento por poseerla y Gerard camina confundido sin saber que
es la ficha movida para derrotar a una aguerrida mujer que regresa en un barco
mientras se consume en la fiebre y delirios.
NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi
corazón como a un primer hijo.
Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a
continuar con esta creación.