Son casi las seis
de la mañana y Luciana guarda en el estuche de terciopelo el último instrumento
que sus lágrimas ayudaron a enjuagar. Es un extraño escalpelo con empuñadura de
oro y una fina hoja que se asemeja a un cuchillo, el cual es muy apreciado por
el doctor Almenares para realizar sus procedimientos. Es un instrumento pequeño pero con un poder
inmenso para abrir y desangrar, como las palabras de Gerard, que desangraron en
el transcurso de la madrugada el corazón de Luciana. Ella toma el estuche y lo
lleva a la vitrina, lo ubica en el estante superior, cierra la puerta con llave
y la ubica sobre la mesa contigua donde se encuentran las hilachas
hemostáticas. Luego sale del lugar para
dirigirse al pequeño cuarto de enfermeras que comparte con Abril. Encuentra el
vestido de su compañera en un gancho que cuelga de un clavo en la pared, entonces se retira su uniforme rápidamente y se coloca su
vestido de calle. No quiere encontrarse con ella, ya que sabe que la sermoneara
por dejarla sola y cuidando de los pacientes en el pabellón, pero su animo no
le permitía ser una buena enfermera. Todos sus movimientos son eficientes y
coordinados, pero en su cabeza reina el caos y la tristeza.
Esta muy enojada por el comportamiento del hombre
misterioso y sus palabras despectivas, pero esta mas que furiosa con ella misma
por dejar que esas palabras le afecten al punto de quebrar su coraza. Jamás le importo lo que cualquier persona
pensara, aunque nadie podría hablar mal de ella porque nunca dio motivos
para que su nombre estuviera en boca de
todos. Su recelo al matrimonio y el
continuo rechazo a los hombres que trataban de cortejarla es lo mas cercano a
un escandalo, pero era perdonada por la sociedad al verle su entrega y
compromiso con los enfermos, y la devoción
a su familia. Pero ahora un completo
extraño se atrevía a cuestionar su virtud y su mundo se desmorona.
Hace su camino a
casa con pasos lentos y con la mente perdida en los pocos minutos que compartió
con él. Sin darse cuenta constantemente sus labios dejan escapar en un susurro
su nombre como si estuviera probando el sabor que le deja en la boca al
pronunciarlo.- ¡Gerard!-. Los dedos de su mano se flexionan suavemente como
tratando de encontrar en el aire el apretón de aquella mano mientras corrían y
un leve hormigueo en su palma le recuerda la extraña pero fascinante sensación
que le producía ser abrigada por la de él. De repente una sombra oscura pasa
frente a sus ojos y el viento le corta el aire que inhalaba. Es halada hacia atrás cuando un brazo la toma
por la cintura bordeándola de lado a lado sacándole el poco aire que se
encuentra en sus pulmones. Siente en su espalda
los botones de una chaqueta y cerca a su oído la respiración acelerada
de un hombre.
-¡Debería tener más
cuidado!- Solo en ese momento el cerebro de Luciana registra lo que sucedió.
Unos metros mas adelante logra observar una carreta halada por un caballo
negro que por poco la atropella. Baja la
mirada hacia su estomago y ve un brazo en una chaqueta café y un guante negro
que cubre la mano que aun la sostiene. Ella da un paso hacia delante para
liberarse y luego se gira aun consternada hacia su salvador.
Cuando sus caras se
encuentran Luciana siente un sabor
amargo en la boca. Los ojos penetrantes que mas que evaluarla la devoran
hacen que quiera salir corriendo sin entregar su agradecimiento por salvarle la
vida. Una sonrisa lasciva enmarcada por un bigote de puntas delgadas y ligeramente curvadas hacia
arriba le generan el la boca del estomago una punzada de desconfianza, pero coloca
a un lado sus sensaciones y se dirige al extraño hombre.
-Muchas gracias
señor, fue una imprudencia de mi parte-
asiente hacia él y se dispone a seguir su camino, pero el hombre no esta
dispuesto a dejar que su heroísmo termine con un simple gracias.
-Tal vez debería
acompañarla hasta su casa. No creo que baje aun de la nube en que se encuentra- El hombre se posiciona al lado de Luciana y le
ofrece su brazo en un gancho. Con la otra mano, sostiene un bastón negro y lo
levanta ligeramente hacia adelante como indicando el camino. Tiene un aire de
grandeza y superioridad como si fuera un privilegio ofrecerle su compañía. Su
mirada es altiva y sus gestos desdeñosos cuando observa una mulata que pasa
junto a ellos. Esa actitud le repugna a Luciana
hasta el punto de acabar con la cortesía para darle las riendas a su rebeldía.
-Mis pies nunca han
abandonado esta humilde tierra, pero no creo que pueda decir lo mismo de usted-
Responde cruzando sus brazos en el pecho haciéndole saber que no esta dispuesta
a tomarlo de gancho. El hombre la
observa con ambas cejas levantadas y luego la recorre de arriba abajo con la
mirada. Un escalofrió recorre a Luciana con aquella evaluación y su corazón le
grita que debe salir de allí.
-Si con humilde
tierra hace alusión a esta ciudad, tiene razón, acabo de llegar en el barco de
la mañana y nunca antes la había pisado- Contesta con mayor altivez que Luciana
y organizándose la chaqueta para disimular el rechazo a su compañía. – Soy un ilustre arquitecto español que viene a salvar a esta pobre ciudad
de las ruinas- Agrega señalando con su bastón algunas de las casas y edificios
alrededor. Luciana se envenena con la arrogancia del hombre al no poder ignorar
esas palabras despectivas con las que se refiere a su tierra.
- Si, últimamente esta
ciudad se esta llenando de alimañas que dañan lo poco que queda- Contesta
fulminándolo con la mirada.
- Creo percibir
algo de fastidio en sus palabras señorita- Murmura incrédulo. No puede creer
que una mujer este siendo grosera con él. Generalmente caen a sus pies por su poder que refleja.
-Olvídelo. Que
tenga buen día señor- Ella no esta dispuesta a seguir en una conversación que
lo único que le provoca es irritación. Se gira para continuar su camino y se
cerciora que ningún caballo o carreta venga por la calle y la lastime. Pero
mientras observa en ambas direcciones el hombre le hace saber que aun no ha
terminado. Las palabras a sus espaldas son como azotes para ella.
-Tal parece que
esta cuidad esta llena de mujeres hermosas pero desagradecidas- El hombre
escupe sus palabras indignado, pero con un propósito claro. Obtener de nuevo la
atención de la hermosa Luciana. Ella se gira sin poder evitar caer en la
trampa.
-Se equivoca. Esta
ciudad esta llena de mujeres hermosas y agradecidas. ¡Pero no aduladoras!- Sus
palabras van en creciente hasta casi convertirse en un grito. El hombre suelta
una pequeña carcajada al lograr su objetivo. De nuevo tiene esos ojos salvajes
posados sobre él.
-Me complace que
diga lo que piensa. Es una mujer interesante y arrogante. Se ajusta a mí y a
mis gustos- Murmura.
-¡Entonces me
callare!- Luciana no soporta la idea de darle gusto a un hombre tan molesto.
-¿Quiere cortarme
cualquier placer proveniente de usted?- Pregunta llevándose el bastón bajo el brazo para sostenerlo
mientras se quita los guantes de las manos.
-¡Ni en sus sueños
intentaría complacerlo!- Responde con
furia y una mirada helada que bien podría congelarlo. Nunca nadie en su vida le
había producido más animadversión que aquel hombre. Se gira y sale con pasos
alargados por la misma calle que horas antes había recorrido de la mamo con
Gerard.
Cuando finalmente
llega a la casa da un suspiro de alivio. Por un segundo envidia a su hermana que puede permanecer en
la tranquilidad del hogar sin que nada la perturbe, mientras que ella se tiene
que enfrentara a los peligros de la calle y los asedios de hombres. Uno que aborrece y otro que le gustaría poder
aborrecer.
En la casa como de
costumbre se encuentra Atita que la espera con la puerta abierta. Desde
que Gerard la descubrió en la playa ha
tenido que recurrir al baño en un enorme barreño de madera antes de encontrarse
con Scarlet por temor de llevarle algún
peligro infeccioso desde el hospital y
Atita es la que se encarga de tenerlo preparado para cuando ella regrese.
-Buenos días Niña
Lu. Su baño esta listo-
-Gracias Atita. ¿Y
Scarlet?-
-Se encuentra aun
en la cocina terminando de guardar los ingredientes de sus remedios-
-Esta bien, dile
que terminare mi baño y la veré en la habitación-
Ambas entran a la
casa y cada una toma su camino. Cuando llega al cuarto de baño Luciana se
retira toda su ropa dejando solamente sobre su cuerpo el collar con la esmeralda que le dio
Scarlet. Luego se introduce en el
barreño para sentir el agua fresca que le baña sus pies y lentamente se sienta
hasta quedar sumergida hasta la altura de sus pechos. Pasados algunos minutos
Scarlet entra en el cuarto llevando dos
tazas de Te, lo que interpreta Luciana
como una invitación a conversar.
-Buenos días
Luciana. ¿Qué tal tu noche?-
-Intensa- Se
limita contestar mientras arrastra un
estropajo por el hombro y sin mirarla.
Sabe que tienen una conversación pendiente y su hermana no quedara tranquila
hasta tenerla.
-¿Lo viste anoche
también?- pregunta Scarlet colocando una taza junto a una pequeña mesa en la
que se encuentran las toallas y jabones. Tiene los ojos clavados en Luciana que al oírla levanta la
cabeza para encontrar su mirada inquisitiva. – Al perro rabioso- agrega después burlona y da un trago a su te.
-No sé de qué
hablas-
-Por favor Luciana.
No eres la mima desde que unos supuestos perros rabiosos casi te alcanzan.
Quiero saber quién es el que te tiene
tan alterada.
-No es nadie. Ya te
lo dije estaba preocupada por nuestra situación económica, pero anoche logre un
buen acuerdo para nosotras- Con aquellas palabras logra desviar la atención de Scarlet.
-Fuiste al burdel?-
-Si, logre mejorar
el precio y un nuevo sitio de entrega-
-No debiste ir tú,
pudiste haber mandado a Tiberio-
- Por favor Scarlet,
él no sabe negociar. Difícilmente escribe su nombre-
-Aun así, fue muy
imprudente de tu parte-
-Basta ya de
sermones. Suficiente tuve con el de Abril. Necesito relajarme-
Scarlet se da por vencida. No quiere mortificar a su
hermana y menos por intentar sacarlas de una situación difícil. Coloca su te
sobre la mesa e trata de recompensar a
su hermana por su valentía. – Iré por romero para que tengas un baño relajante-
Sale del cuarto de baño dejando sola a Luciana que comienza a recordar la última
vez que disfruto de esa especia.
Sin querer vuelve a
su mente la imagen de Gerard en el cuarto de baño de Petra. El aroma que emanaba la habitación donde él estaba
desnudo hace que su cuerpo vuelva a llenarse de una sensación desconocida que
se concentra entre sus piernas. La
imagen de aquella gota recorriendo lentamente su cuerpo la arrastra con deseo.
Cierra los ojos con el recuerdo de aquella
hermosa sonrisa endiablada con
unos dientes perfectos y labios perfilados que
hace que se lleve la mano a su boca delineando sus labios con los dedos.
Deseando que ellos fueran esos labios. Su ensoñación es interrumpida por Scarlet
solo cuando le toca a modo de caricia, y
se da cuenta de que está hirviendo.
-¡Por Dios Luciana,
estas quemando!- exclama con
preocupación. Luciana se sonroja con el conocimiento de la causa de su ardor y
trata de alejar de su frente la mano de Scarlet que alcanza a detectar la baja de temperatura cuando se recompone.
-Tal vez me enfermé.
Aléjate, puede ser contagioso- murmura
avergonzada alejándose de la mano de su hermana.
-¡Eso espero!-
exclama Scarlet con ilusión. Luciana la mira con el ceño fruncido sin atender sus palabras pero antes de poder pedir una
explicación Scarlet se lo aclara para dejarla en total evidencia. - ¡Porque tu
estas enferma pero de amor y te está consumiendo hasta los huesos!-
Luciana abre los
ojos como platos con la afirmación categórica de Scarlet. Se levanta y se
estira hacia la mesa donde se encuentran las toallas, pero Scarlet las toma
primero y las esconde a sus espaldas.
-Esta vez no podrás
escapar de esta conversación. Así que hablas o te quedas desnuda hasta que
decidas hablar- La sonrisa traviesa de
Scarlet casi parte su cara en dos. Esta emocionada como una niña y no puede ocultarlo.
-¡Estás loca!-
Luciana se estira para tratar de tomar las toallas pero Scarlet se aleja más y
comienza a bailar abrazada a ellas con su sonrisa gigante. Con la felicidad de
que su hermana por fin dejara a un príncipe atravesar sus altas murallas.
- ¡Basta ya. No lo
sé!- Contesta exasperada levantando las
manos para detener la fiesta que Scarlet hace a su alrededor. –Lo he visto muy
pocas veces- Agrega en u susurro resignada.
-¡Si, sí, sí, lo
sabía!- Chilla Scarlet triúnfate y dando
saltos de felicidad. Se acerca a Luciana y la cubre con una toalla
envolviéndola por su espalda como si fuera una capa.
-¿Por qué estás tan
feliz Scarlet?- Luciana no entiende aquella reacción. Cree que en realidad
debería estar angustiada.
-¿Como que por qué?
¿Acaso no estas feliz de encontrar el amor?- Ahora es Scarlet la que no
entiende el miedo que se le refleja a su
hermana en la mirada. Debería estar por las nubes y con una sonrisa.
-¡Claro que no,
además no estoy enamorada!- Luciana termina de envolver su cuerpo en la tolla y
sale del barreño dirigiéndose hacia la puerta de donde cuelga su camisón de
dormir en un clavo. Lucha con ella misma por creerse aquella afirmación pero Scarlet
la sigue para tomarla de los hombros y girarla hacia ella buscando que
reaccione.
-Luciana por favor.
No te puedes negar a disfrutar uno de los sentimientos más placenteros que
puede experimentar una persona-
-No estoy
interesada en experimentar nada-
-¿Pero por qué no?-
-¿Acaso no lo
entiendes? Dejar que el amor entre en mi vida implicaría dejarte a un lado. No
podría cuidarte como debería ya que un esposo demandaría más de mi atención.
Sin mencionar a los hijos que seguramente este desearía tener- La frialdad de las palabras de Luciana le
congela el corazón y mente a Scarlet. Ella y su enfermedad han amputado los
sueños de su hermana para formar un hogar. Es una realidad demasiado difícil de
asimilar, ya que ella aún no pierde las esperanzas de encontrar el amor y un
milagro para su cuerpo traicionero. Finalmente retira sus manos de los hombros
de Luciana y se encoje como si hubiera sido golpeada en el estómago. Golpeada
por la errónea verdad de su hermana.
-¿Scarlet estas
bien?-
-No-
-Solo que tu
estupidez me desgarra el alma- Se limita
a responder y sale hacia su habitación dejando a Luciana confundida en el
cuarto de baño.
Cuando llega a la
cama se retira su vestido y se queda con
el camisón de dormir. Levanta las sabanas y se mete debajo de ellas adoptando
una posición fetal dándole la espalda a la cama de su hermana. Luego de algunos
minutos siente la puerta que se abre y los pasos de Luciana. Cuando escucha el
rechinar de la cama se decepciona
creyendo que ella nuevamente evadirá la
situación y desechara la oportunidad de amar. Piensa que tal vez, deberá
internarse en el convento para que Luciana pueda ser feliz como ella misma
desearía, pero la esperanza renace cuando Luciana suspira y le regala una
respuesta.
-Creo que es un
marinero o comerciante porque tiene un extraño acento. Solo lo he visto tres
veces y no nos hemos besado, pero tiene una hermosa sonrisa. Ahora duerme-
Scarlet desplaza la
tristeza y con una sonrisa inocente se hunde en un sueño feliz, mientras que Luciana planta la melancolía en
su corazón.
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En la cama el calor
sofocante de las dos de la tarde abraza con fuerza a Gerard. Aun lleva la ropa puesta y la botella de bourbon vacía en
la mano. Un pequeño rayo de sol se cuela por la ventana entreabierta posándose
directamente sobre su rostro, y hace que
su conciencia aterrice nuevamente en su cuerpo, luego de dejarla volar cuando bebió
hasta el amanecer. Paso la noche entera
pensando en la diosa que vende caricias. Una mujer hermosa que ha logrado sacarlo
de un estado metal catatónico para llevarlo al borde de la locura y de los celos.
El corazón lo
siente en la cabeza con un ritmo
palpitante que le recuerda el precio que se debe pagar por el placer de olvidar
las penas con bourbon. No encuentra sabor en la boca, tan solo la sensación de
tenerla llena de arena. Se sienta en el borde de la cama y se sostiene entre
las manos la cabeza. Cuando se asegura que sus piernas le respondan, se levanta
y sale de la habitación. Baja las escalas lamentado cada paso que da y que la
le retumba en el cráneo. Cuando llega a la planta baja busca el comedor. Se desparrama en una de las
sillas.
Cierra los ojos y respira profundamente
para desplazar la sensación de nauseas que se le comienza a formar en la boca y
estómago. Un olor a pollo le hace abrir
los ojos para encontrarse con Martina que le tiende un plato humeante frente a él.
-Es consomé de menudencias.
Lo ayudara a sentirse mejor-
-Gracias-
-A usted doctor. No
estaría en este mundo sin su ayuda- Gerard se estremece al escuchar cómo se dirige
a él. No lo había escuchado en casi cuatro años. Y tampoco el agradecimiento de
alguien por salvarle la vida.
-Pues me alegro porque soy yo el que no sabría que hacer ahora sin la suya.- Ella le regala una
sonrisa compasiva y agradecida mientras el comienza a devorar la sopa. Luego se
gira pero es detenida por Gerard.
-Martina.....-
-¿Si señor?-
Gerard se queda con
la cuchara a medio camino a su boca, indeciso y sin saber cómo preguntarle por
su diosa. Creé haber descubierto el
misterio que la rodeada y probablemente Martina sea una más de las personas
engañadas por la astucia de la zorra disfrazada de mensajera de flores. Así que
desiste y hace la pregunta que menos le interesa.
-¿Esta Cedric en su
cuarto?-
-No señor, no vino
a dormir anoche-
-Gracias Martina- Ella
asiente y se retira dejando a Gerard con
el sabor en la boca de pollo y amargura.
Cuando acaba vuelve
a su cuarto y se da un baño rápido. Al salir encuentra un vaso con jugo de
naranja recién exprimido que probablemente Martina había dejado para él. Al terminarlo toma uno de los tabacos de
Cedric y se acuesta en la cama. Su mente vuelve a recordar los instantes de la noche anterior, pero
esta vez , es la hiel la que le invade el pecho cuando piensa en su diosa.
Desea esperar pacientemente a que la noche llegue para ir al burdel y buscarla
antes de que salga a ofrecer sus
caricias. Su mente ya está planificando
la escena donde la utilizara para su placer, con la sensación agridulce de
poseerla pero sin ser exclusiva para él.
La puerta de la habitación
se abre y Cedric entra silbando con la alegría que lo caracteriza cuando ha tenido
una noche de amores desenfrenados. Le regala una venía a Gerard y comienza a retirarse la chaqueta.
-¿Cuántas fueron en
esta ocasión Cedric?- Pregunta con ironía.
No le interesa realmente saberlo, pero
sabe que él no podrá evitar hacer alarde de sus hazañas como amante.
-¡Todas ellas!-
Responde triunfante. Solo le falta golpearse en el pecho como un orangután cuando ha marcado su territorio.
-¡¿Todas?!- Gerard se sienta con el rostro transformado
por la furia y con los puños fuertemente cerrados sobre sus piernas.
-Ya te lo dije. Tenía
que hacerles prueba de calidad- La voz de Cedric es cautelosa al ver la extraña
reacción de su amigo.
-¿También con la
niña Lu?- Pregunta en un gruñido e hiperventilando.
Conteniendo difícilmente la furia y deseos de abalanzarse sobre un profanador más
de su maldita diosa de agua.
-¡¿Y quién demonios
es esa?!-
NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.