Luego de un terrible viaje a lomo
de mula por fin Gerard y Cedric llegan
al ingenio Carolina en Cienfuegos, el más grande y moderno de Cuba. Tras medio día de espera finalmente son
atendidos no de muy buena gana por el capataz. Él los observa desde su silla
con los pies montados en la mesa mientras se fumaba un tabaco de exquisito olor
que Cedric anhela tener en su boca. No son los esclavos que él busca para
trabajar en los cañaduzales, el hombre de la cicatriz tiene buena forma, pero
el joven delgado que lo acompaña pareciera que en cualquier momento se
desarmaría.
-No me interesan sus servicios. Necesito
hombre fuertes que puedan cortar caña-
Declara el capataz despectivo para frustrar rápidamente las ilusiones de
aquellos aventureros. Gerard se queda pasmado cuando comprende la dura realidad
que lo acaba de golpear. No es la de tener que trabajar como obrero, pues no lo
entiende, ya que todas las palabras que han salido del estrafalario hombre de
sombrero, botas y bigotes son totalmente ajenas para él. La realidad es que no entiende ni una sola silaba del
idioma. Esta a punto de salir corriendo de aquel despacho para intentar volver
al puerto y regresar a Francia pero para su sorpresa su compañero de viaje le
responde al capataz en el mismo idioma desconocido.
-Soy herrero y se manejar el
Brissoneau Freres- Contesta Cedric en perfecto español aunque con marcado
acento francés. El capataz sorprendido retira las piernas de la mesa y se
vuelve a erguir en su silla. Esta fascinado con la declaración de Cedric, no porque conozca el idioma como lo cree
Gerard, es por ser muy atractiva la idea de tener un autentico francés manejando
o reparando el molino de la misma nacionalidad que tantos beneficios le a
traído la ingenio.
- Interesante- Responde el
capataz y coloca sobre la mesa su tabaco.
- ¿Y usted?- Pregunta dirigiéndose
a Gerard. El hombre se queda esperando
la respuesta de el joven que lo mira extrañado pero es Cedric quien contesta.
-Viene conmigo a probar fortuna-
-¿Es herrero y conoce el molino?-
Pregunta el capataz entusiasmado, pero rápidamente sale de su euforia con la
respuesta de Cedric.
-No señor, no sabe nada de
maquinas, ni tampoco el idioma-
-Entonces no me interesa, solo
tengo espacio en los cañaduzales y este hombre es tan flaco que no creo que
pueda levantar ni el machete-
-Es una lastima, porque entonces
yo tampoco me quedo- Responde Cedric y se gira hacia la salida, pero el capataz
se levanta rápidamente de su silla para
detenerlo.
-Esperen un momento- Rodea su escritorio y se dirige a una puerta que se encuentra a la
derecha. -Síganme y probemos su suerte -
Añade y cruza el umbral. Cedric le
señala la puerta a Gerard que aun esta confundido sin saber que es lo que esta
pasando. Los dos siguen al capataz que en su andar da ordenes
como loco a todos los esclavos negros y campesinos que se encuentra en el camino
por los cañaduzales. Unos metros mas allá, se encuentra una mesa llena de
machetes, toma uno y se lo entrega a Gerard y luego se dirige a Cedric.
-Si este hombre logra cortar el
tallo de una caña de un solo tajo, será contratado para trabajar en los
cañaduzales y a ambos les daré doble paga, pero si no lo logra, tendrá que irse
y usted se quedara a trabajar en el molino por la tarifa normal- Lo reta el
capataz sabiendo que el desgarbado Gerard
apenas puede sostener el machete. – Si no acepta el reto, los dos pueden irse- Agrega
triunfante.
Cedric observa al desubicado
Gerard mientras contempla el machete que le han puesto en las manos. Se acerca
y le susurra al oído lo que debe hacer con el arma que sostiene.
-No se como hacerlo Cedric-
-Si no lo haces, nos tendremos
que ir y yo realmente quiero el trabajo
en este lugar-
-Es tu anhelo no el mío- Responde
Gerard depositando el machete en la mesa y se gira dejando a los dos hombres
allí parados. Pero Cedric es un hombre inteligente y en el corto viaje aprendió
como lidiar con él.
-Trabajando aquí puedes provocar una
pelea con algún esclavo y lograr que te asesine con su machete- Responde cuando
Gerard se aleja. No desea realmente que
su nuevo compañero de viaje muera, pero solo teniéndolo cerca podrá protegerlo
de sus locuras.
Gerard se detiene abruptamente al
escuchar aquella afirmación. No le gusta realmente la idea de morir bajo el
suplicio de un machete, pero no cree poder
encontrar una mejor y menos sangrienta forma de morir bajo las manos de otro
hombre, que sería el que tendría que afrontarse al infierno por su muerte
mientras el disfrutaría del paraíso en los brazos de su Abigail. Se gira, camina hacia la mesa y toma el machete, pero
su estilo para sostenerlo delata su inminente fracaso ante los ojos de los dos
hombres que lo observan. Cedric lo detiene y
le susurra nuevamente al oído la técnica que él cree será perfecta para
que Gerard logre cortar la caña.
-Aquí hay una leyenda que dice
que las cañas son como los crueles tentáculos del cólera- Le miente y se retira unos metros dejando la
furia en el rostro de Gerard que inevitablemente asocia aquella inofensiva
planta con la cruel enfermedad que le causo la muerte de su esposa. Levanta el machete y da un corte perfecto que
incluso en su abatida logra cortar el
tallo de otras tres cañas cercanas. Cedric esboza una sonrisa mientras que el
capataz levanta ambas cejas sorprendido de tan escondida habilidad, luego se
gira y le entrega a Gerard una llave.
-Son las llaves del cuarto que
esta al lado del molino. Encontraras solo una cama, si tu compañero se queda en
ella tendrá que dormir en el piso-
Scarlet se encuentra regando los
corazones sangrantes esperando la noche para poder realizar su técnica especial
para el cuidado de las flores. No quiere
que algún fisgón pueda ver desde alguna ventana lo que hace y le cuente a la
vieja Matilde como cuida ella de su jardín. Scarlet cree que su formula es la
que hace que sus flores luzcan mas
brillantes y sedosas al tacto y por lo tanto mas codiciadas.
Justo cuando el sol comienza a
esconderse Luciana atraviesa el umbral de la casa que da al jardín vistiendo su
nuevo uniforme de enfermera y con dos pequeñas vasijas de barro en cada una de
sus manos. Se sienta en la única banca
de madera que hay en el pequeño edén y coloca una de las vasijas a su lado,
mientras que le ofrece la otra a su hermana.
-Tómatelo antes de que me vaya-
-¿Y tu collar?- Pregunta Scarlet
observando el cuello cubierto de Luciana y tomando la vasija que ella le
ofrece.
-Aquí esta- Responde Luciana
metiendo su mano en la túnica que le cubre el cuello hasta la barbilla y
mostrándole el collar a su hermana para colocarlo de nuevo debajo de la túnica
abrazado por sus escondidos senos. – No quiero que ningún bandido lo vea y me
ataque por un valioso corazón que lleve en el pecho.- Añade.
-No te preocupes solo se llevara
la esmeralda- Responde Scarlet sonriendo.
-A eso me refiero Scarlet, a la esmeralda-
-Pues yo me refiero al que llevas
adentro- Le dice tocando su pecho. -Tu
corazón es tan compasivo que vale más que cualquier joya en el mundo- Agrega agradecida a su hermana.
-No te pongas sentimental y
tomate tu medicina deprisa. Tengo que irme - Responde Luciana conmovida. -En
esta otra vasija te dejo el aceite de coco-
Agrega y se levanta de la banca dándole un beso en la frente a su
hermana para irse y dar inicio a su primer turno de trabajo en el hospital la Misericordia,
mientras que Scarlet pasara parte de la noche limpiando las hojas de las flores
con el aceite de coco que utiliza como formula secreta y luego preparando su
medicina.
A partir de aquella tarde la
rutina de las hermanas comenzaría al anochecer.
Luciana trabajaría en el turno nocturno
en el hospital, llegando a las cinco de la tarde para poder salir a las
cinco de la madrugada. De esa forma seria una de las primeras en llegar al
mercado y llevarse los mejores
ingredientes para la medicina de su hermana, y el mas refinado aceite de coco
para el ritual nocturno del jardín. Scarlet comenzaría el ritual con el aceite justo cuando el sol se ponga, bajo la
complicidad de la noche hasta la una de la madrugada, cuando cumplidamente las
luciérnagas patrullarían su jardín en busca
de pareja. Luego iría a la cocina a preparar la medicina que a diario necesita ingerir
en dos tomas, la primera al amanecer y la
segunda al anochecer y que tomaba sagradamente desde que tenía doce años.
Cuando Scarlet tenía once años el
desespero y la angustia se apodero de la familia Lemaitre. Estaban convencidos
de la muerte de Scarlet cuando la marca de mujer hiciera lo que ellos evitaban
a diario con sus cuidados extremos. Moriría desangrada luego de que apareciera
la primera pinta en sus pololos íntimos.
Luciana que a sus dieciséis años
ya comprendía el engorroso proceso femenino, decidió luchar contra aquella sentencia
para su hermana, y en las tardes se escapaba de casa en compañía de Atita y Tiberio, buscando los
viajeros que arribaban en el puerto desde otros países. Les preguntaban si
conocían alguna manera para detener hemorragias y probaban cada una de las
formulas que les aconsejaban dándosela a los conejos y luego de una semana de
tomas, les hacían cortes en sus patas para observar el sangrado, pero nada de
lo que les aconsejaban era suficientemente bueno como remedio y mucho menos
como cura.
Cuando Luciana estaba por
rendirse y dispuesta a enfrentar la
tragedia, encontró un judío que le dio una formula milenaria que les daban a
los niños cuando los circuncidaban. Era un
ritual que durante siglos realizaban los en los varones,
pero algunos de los niños que eran sometidos a esta práctica fallecían luego de
sangrar sin poder detener la hemorragia, hasta que finalmente encontraron una
forma de detenerla.
Consistía en una mezcla especial
de varias plantas que funcionaban como hemostáticos. Luciana la probó y se sorprendió al ver que
después de pasar la hoja de cuchillo por la piel de los conejos estos no
emitían ni una sola gota de sangre.
Preparo entonces la medicina que debería darle a diez conejos que
pesarían lo mismo que su pequeña hermana, se la dio a beber todos los
amaneceres y atardeceres esperando que la llegada de los trece años no acabara
con su vida. Cuando Scarlet cumplió sus
quince años don Vicente realizo una hermosa fiesta de celebración en honor a su
hija que seguía con vida, incluso llegaron a creer que estaba curada, pero un
años después cuando sufrió su segundo corte descubrieron la terrible realidad.
La medicina tan solo evitaba su menstruación, pero no era suficiente para
evitar que sangrara cuando se hiriera.
Todo sucedió un día después de la
muerte de don Vicente cuando cayó de un caballo. En el funeral Scarlet fue al jardín de la señora Matilde que se encontraba a tan
solo unas cuadras y robo una de sus rosas blancas para colocársela en el pecho
a su padre antes de sepultarlo. La corto sin problemas y regreso a su casa en
la cual yacía don Vicente en un ataúd en
mitad de la sala. Abrió las manos de su padre para colocar la rosa pero una de las espinas pincho su dedo.
Inmediatamente el hilo de sangre comenzó a brotar sin parar advirtiendo de la
enfermedad controlada pero aun sin vencer.
Desde entonces las hermanas
preparaban a diario la medicina con tres bayas de muérdago, quince hojas de
ortiga, dos tallos de Milenrama y
cincuenta gramos de raíz de Equiseto, pero lo mas importante eran las diez
hojas de bolsa de pastor que cada mes
les llevaban desde la capital y que debían racionar hasta el próximo regreso
del comerciante que se las entregaba.
Debían macerar cada uno de los
ingredientes hasta obtener una pasta compacta y sin grumos, lo cual demoraba cuatro
horas en el pequeño pilón de encino. Luego se le agregaba el jugo de media taza
de limón y se dejaba reposar en una vasija de barro por un día. Las hermanas y
Atita realizaban en las tardes esta técnica y luego en el anochecer realizaban
la limpieza de las flores, pero con el nuevo trabajo de Luciana seria trabajo
exclusivo de Scarlet después de la media noche. De esta forma cuando Luciana
regresara ambas dormirían hasta el medio
día, y el resto de la tarde ellas estaría juntas para esquivar todos los
peligros que el día representaba para
Scarlet hasta que Luciana saliera de nuevo para su trabajo.
De ese modo pasaron los
siguientes tres años en la casa Lemaitre. Doña Frederika intentaba manejar el
negocio de su difunto esposo, Atita y Maya se ocupaban de los que haceres de la
casa y Scarlet realizaba sus rituales en la noche mientras Luciana se
desempeñaba eficientemente en el hospital.
Al principio y sin la experiencia
necesaria, Luciana tan solo caminaba alrededor de las camas buscando confortar
a los enfermos que se consumían en sus fiebres, pero con el tiempo comenzó a
descubrir que la limpieza excesiva de los instrumentos médicos y un corto baño
de alcohol ayudaban a disminuir las infecciones que se pasaban de un paciente a
otro. Las monjas al observar que el alcohol disminuía drásticamente en las
noches, pensaron que Luciana había adquirido un desagradable gusto por la
bebida que debía ser sancionada, pero nunca lograron encontrar en su aliento
algo que indicara su culpa. Finalmente cuando Luciana expuso su técnica las
hermanas la aceptaron de buena manera, agradecidas mas por la certeza de no ser
las causantes de la ebriedad en una jovencita tan respetada y admirada, que por
la de tener el hospital con mas baja infección de toda la región.
Por otra parte en cuba los años
fueron pasando lentamente bajo rutinas
iguales de estrictas. Al principio Gerard cortaba las cañas escuchando
cuidadosamente las conversaciones de los demás trabajadores para lograr
identificar las palabras que podrían ser un agravio, pero antes de que pudiera
hacer algo con ellas, Cedric logro convencer al capataz para que
Gerard realizara la función de carguero de caña del molino. De esta manera estaría
vigilado y lograría evitar cualquier locura que Gerard pretendiera.
Al principio los demás trabajadores
no intentaron nada contra el recién llegado que injustamente ganaba mas dinero,
porque creían que era el amante del molinero de escabrosa cicatriz que bien podría
matarlos de un solo grito, pero cuando las prostitutas del pueblo alababan las
destrezas de Cedric complaciendo a tres mujeres en una sola noche,
comprendieron que Gerard era tan solo un tonto protegido que a diario se perdía
en sus pensamientos.
Se pasaba el día amarrando la
caña y lanzándola al molino. Lo hacia perdido en las trampas de la nostalgia
que lo hacían recordar sus días felices en Francia, sin darse cuenta que el
tiempo pasaba y el continuaba suspendido en los días y las noches sin que algo
extraordinario o diferente pasara en su vida. Cuando finalmente sintió las
necesidades del desfogue del bajo vientre, tomo la solución por su propia mano
porque no concebía la idea de tocar otro cuerpo que no fuera el de su esposa. Pero
cuando la necesidad se hizo mas fuerte encontró la solución a su miedo de traicionar
la memoria de su adorada Abigail.
Los domingos en la noche llevaba a
las prostitutas hasta los cañaduzales y se adentraban en ellos hasta estar
seguros de no ser descubiertos. La mujer debía arrodillarse colocando sus manos en la espalda y abriendo
su boca para que él depositara su necesidad en ella, meciéndose hasta que la liberación
de su fuego interno resbalará por su vástago terminando la tensión que volvería
a tener tan solo una semana después, cuando su mano no fuera suficiente ayuda
para él. El mismo estaba sorprendido del
fuego abrazador que lo acechaba en las noches, pero solo fue consiente de la
causa, una tarde cuando sin buscarlo se vio en un espejo y observo como el
trabajo pesado con la caña había convertido su cuerpo en el de un semental
musculo. También comprendió por que algunas de las prostitutas le pedían mas
que aquella práctica oral, incluso dándole un servicio gratis, tan solo por
tener su cuerpo sudoroso en el de ellas.
Pero todas las rutinas pronto
serian modificadas cuando en cuba se inicio la guerra de liberación del dominio
Español que duraría diez años. Cedric tomo la múcura que guardaba bajo la cama
con todo el dinero que había recolectado con Gerard para fundar su propio
ingenio. No estaba dispuesto a perder el fruto de tres años de trabajo y
arrastro a su amigo hasta el puerto del
que zarpaban los últimos barcos de la tarde de la revuelta.
- No volveré a Francia- Le dice
Gerard a Cedric cuando ve que se dirige al barco que los llevaría de vuelta a
su país.
-¿Estas loco? ¡No podemos
quedarnos aquí!- Gruñe Cedric exasperado. Realmente aprecia a su amigo pero no
quiere sufrir los estragos de una guerra.
-Lo se. Pero si me resigne a seguir
con vida no será par vivir en Francia-
Cedric se da cuenta que debe
tomar una decisión. Volver a Francia o aventurarse de nuevo con su ahora amigo
en una nueva ciudad. Se siente tentado a dejarlo porque ya domina el español y
no intentara quitarse la vida. Pero su conciencia le dice que aun se encuentra
en deuda.
Cuando están en la proa del barco
con destino a una nueva ciudad ambos contemplando el horizonte tratando de
imaginar la nueva vida que los espera Gerard rompe la paz con una pregunta.
-¿Por que vienes conmigo Cedric?-
-Hay algo que me falto decirte de
cuando el doctor François me salvo la vida- Responde Cedric sin dejar de
observar el horizonte. Gerard si lo hace intrigado por aquella respuesta.
- ¿A que te refieres?-
-El doctor François me confesó
que solo me salvo la vida por que tu lo convenciste de hacerlo- Los ojos de Cedric se cruzan con los de Gerard
que lo observa sin comprender, hasta que la memoria lo atropella y reconoce el
hombre que considera su amigo desde hace mas de tres años.
Terminaba el turno nocturno,
luego de atender el parto de una mujer. El doctor François agradecía la llegada
del día para irse a descansar porque ya no tenia la misma fuerza y disposición que
su alumno. Pero justo en su salida llegan
tres hombres desde un prostíbulo con un moribundo bañado de pies a cabeza en
sangre. De las puñaladas en su pecho y cuello brotaban chorros como los
manantiales que adornaban la plaza principal. Gerard ordeno colocarlo en la mesa de cirugía mientras
preparaba todos los instrumentos para atenderlo, pero el Doctor François lo
detuvo con una terrible afirmación.
-Déjalo, a ese pobre hombre ya no
podemos salvarlo- pero Gerard no estaba dispuesto a dejarlo ir sin luchar
primero.
-Entonces eso significaría que no
somos buenos cirujanos- responde tomando
un delantal blanco y ofreciéndole el otro a su maestro quien lo toma
resignado y los sigue hasta la mesa de cirugía.
Es medio día y Luciana y Scarlet
salen de la cama y comienzan su rutina
de aseo. Después van al jardín a inspeccionar los nuevos claveles amarillos que Scarlet sembró
y luego se sientan en la banca de madera esperando el Te que pronto les llevara
Atita. De repente, el sonido de las calderas de un barco que anuncia su llegada
desde cuba, les agita a ambas el corazón,
con un estremecimiento sísmico que les advierte que sus vidas pronto dejaran de
ser las mismas.
NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.
L.Farley