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domingo, 9 de febrero de 2014

CAPITULO 6


Nota del Autor


Queridos lectores

Quiero disculparme por no publicar el domingo pasado, pero pase por un momento familiar muy difícil y no pude hacerlo. Espero me entiendan y no lo tomen como una falta de respeto hacia ustedes.
Los invito a continuar leyendo esta historia que con cada capitulo se vuelve mas interesante, pero también quiero invitarlos a que busquen a sus seres amados y les digan cuanto los aman.


Un abrazo y gracias nuevamente por leer Corazones Sangrantes.  


L. Farley





Gerard corre de nuevo al interior de la casa y se encuentra con las mujeres en el comedor que lo observan con la boca abierta, tal como lo hacen los niños en la vitrina de la dulcería de la plaza. Inclusa Petra no puede disimular el encanto que produce aquel pecho y abdomen tan bien formados.

-¿Quien era la mujer que acaba de salir?- Les pregunta pero ninguna responde. Tan solo Petra sonríe y continúa cortando las sabanas para hacer pañales para las cuatro nuevas criaturas. Ella sabe quien es y  sabe que su huésped es uno más que ha caído bajo el encanto de Luciana. Piensa que es una lastima que ella deje otro corazón roto.

-¡Respondan por favor!- Insiste con un tono de voz mas fuerte, que saca a las criadas de la ensoñación de aquel gran exponente masculino.

-Es la chica de las flores- finalmente responde la menor de ellas ruborizándose y con una sonrisa coqueta.

-¿Como se llama?-

-No lo sabemos- Responde encogiéndose de hombros. –La señora Petra y  Martina son las que siempre tienen contacto con ella- Agrega con un poco de desdén al descubrir el interés de Gerard.

-¿Señora Petra puede usted decirme quien era esa mujer?, ¿donde puedo buscarla?- Pregunta acercándose a ella, pero la anciana levanta la mirada y le da una sonrisa lastimera junto con unos pequeños golpecitos en la mejilla. Luego vuelve a tomar las tijeras para seguir cortando.

- ¡Por favor!- Insiste Gerard tomando una mano de la anciana.

-No puede hablar por una semana- Le recuerda la  criada. Sabe que su patrona es una mujer de palabra y no hablara por siete días tal como lo prometió.

-¡Mierda!- exclama Gerard con frustración, pero cuando recuerda que Martina también la conoce sale disparado hacia la habitación posterior. Abre la puerta sin llamar pero Martina se encuentra profundamente dormida.  Él se lleva las manos a la cintura y suelta un bufido al comprender que deberá esperar un poco mas para saber quien es la diosa del agua que no ha podido quitarse del pensamiento. Sale de la habitación cerrando la puerta de manera mas educada y sube las escaleras para llegar a su habitación. Cuando llega toma uno de los tabacos de Cedric y se recuesta en la cama para pensar nuevamente en su diosa.


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Cuando la carreta llega a la entrada de la casa Lemaitre, Atita abre una de las puertas del gran porton. Luciana se baja de la parte posterior de la carreta sin esperar la ayuda de Tiberio y entra en la casa apresuradamente. En la mitad del patio se encuentra a Scarlet quien al verla sabe que algo ha pasado.

-¿Luciana que pasa? ¿Estas bien?-

- Si estoy bien, solo un poco acalorada- Responde abanicándose con su mano y soltando un suspiro. Aun esta sonrojada y no entiende  la reacción de su cuerpo por aquella visión.

- Luciana, ¿con quien crees que esta hablando? Sabes que te conozco muy bien, y es la segunda vez que te veo… esa mirada.- Scarlet toma su rostro entre las manos y la mira fijamente. – ¿O vas a decirme que hoy también te encontraste con perros rabiosos?- Añade sarcástica pero con una sonrisa.

- Por Dios Scarlet, ¿a ti no se te escapa nada verdad?-

-No cuando se trata de ti-

Luciana la toma de la mano y la lleva  hacia la hamaca  que se encuentra  debajo de unos de los arcos de la casa. Sabe que no puede ocultarle nada a su hermana y que ella no descansara hasta que le cuente lo que sucede.  Pero no quiere que sepa que por  fin un hombre ocupa sus pensamientos. Puede interpretarlo como una señal para rendirse en la búsqueda de una cura para su enfermedad, si ella concentra su mente en algo o alguien más. Cree que dejar que un hombre se acerque significaría que esta dispuesta a formar una familia y ella no lo haría si su hermana tampoco puede hacerlo sin morir en el intento.

-Solo estoy preocupada- Exclama tomándola de las manos y abrigándolas con las suyas.

-¿Por que?- Pregunta Scarlet un poco angustiada, pero antes de que Luciana pueda responder ambas escuchan un grito de su madre desde el despacho y el sonido de algo rompiéndose. Se levantan y corren hacia el despacho donde encuentran a su madre maldiciendo y arrojando a la pared todo lo que se encuentra a su paso.

-¡Maldita sea, cerdos asquerosos!-  Grita.

Luciana corre hacia ella y la toma de los hombros sacudiéndola mientras que  Frederika continua  lanzando improperios al aire.

-¡Cálmate mamá!- Le grita tratando de concentrar su atención en ella pero Frederika no deja de llorar y de maldecir. Scarlet se acerca a ellas y toma el rostro de su madre en sus manos como lo hizo con Luciana y con una suave voz la tranquiliza un poco.

-Cálmate, estamos contigo- Le susurra. 

Frederika se derrumba entre lágrimas de dolor y cae en sus rodillas. Luciana la sigue en el piso y la acuna en un abrazo mientras que Scarlet le acaricia el cabello. Esperan en el piso pacientemente a que las lágrimas de su madre cesen para realizar las preguntas adecuadas y entender la situación. Finalmente Frederika  sale del abrazo de Luciana y se limpia las lágrimas  con el dorso de la mano y sin dejar de mirar al piso les  da a sus hijas lo que para ella significa la peor de las tragedias.

-Lo hemos perdido todo- su voz apenas es audible.

Luciana toma su barbilla y la levanta para que pueda observarla.

-¿Qué quieres decir mamá?-  Pregunta angustiada.

-Entregue nuestros últimos ahorros a algunos comerciantes de  Santa Marta intentando sacar el negocio a flote, pero los desgraciados no me entregaron mercancía ni me devuelven el dinero, tan solo me enviaron una carta amenazadora pidiendo que no los busque ni les reclame nada-  Los ojos de Frederika se vuelven a  inundar con lagrimas. Scarlet se lleva las manos a la boca tratando de ahogar un grito mientras que Luciana se levanta  furiosa y comienza a caminar por el despacho con las manos en la cintura. Todas  saben que los pocos ingresos que el negocio familiar dejaba apenas lograba cubrir las cuentas de los gastos de la casa, pero sin esa entrada de dinero la situación seria aun más difícil.

-¡Iré con Tiberio a Santa Marta  a buscarlos y reclamar el dinero!-  Exclama Luciana  con una determinación que asusta a Scarlet. Se levanta del piso y corre hacia ella tomándola de las manos.

-No lo hagas, Sabes que es demasiado peligroso-  Ruega con la voz entrecortada.

-¡No puedo quedarme aquí a ver como nos dejan sin nada Scarlet, tenemos que recuperar el dinero!- Contesta furiosa. No esta dispuesta a dejar que nadie se aproveche de ellas.

-Estaremos bien, no vayas por favor- Las lagrimas corren por las mejillas de Scarlet.  Pero Luciana aun esta decidida a recobrar lo que por derecho les pertenece.

-Claro que iré, si no recuperamos ese dinero, no podremos tener a Maya ni Atita y mucho menos a Tiberio.-  Responde soltando el agarre  y dirigiéndose a el escritorio para buscar la carta.

Scarlet se lleva ambas manos al rostro a cada lado de sus mejillas  al entender la magnitud de la situación mientras que Frederika aun permanece en el piso ahogada en un mar de lágrimas y arrepentimiento.

-No se preocupe por nosotras Niña Lu- La voz de Maya en la puerta acompañada por Atita las  sorprende. – No tienen que pagarnos nada, nos quedaremos con ustedes si así lo desean.- añade mientras que Atita asiente fuertemente con la cabeza reiterando las palabras de su madre.

Las hermanas Lemaitre se observan entre si sorprendidas por la intrusión y la petición de las mujeres que mas que criadas consideran familia. No tener que pagarle por sus servicios seria demasiado injusto.  Luciana considera que darles un techo y alimento no es suficiente.

-No te preocupes Maya, iré a recuperar lo que nos pertenece y todo será como antes.- Sonríe tratando de trasmitir seguridad, pero por dentro el pánico de fracasar le aprieta el corazón y  le sacude el estomago.

-No lo haga niña Lu- exclama Maya corriendo hacia ella  y colocando sus manos  juntas frente al pecho en una suplica. – Si algo le sucede será peor, ¿Y quien cuidara como usted a la niña roja?-

Las palabras de Maya dan justo en el corazón de Luciana,  ella nunca ha sabido pronunciar el nombre de su hermana, por lo cual siempre la llama la niña roja haciendo referencia  a su cabello y a su nombre. Pero tiene un punto. Solo ella cuidaría adecuadamente de su hermana.

-Maya Tiene razón- exclama Scarlet. Sabe que es su punto débil y lo utilizara a su favor para evitar que su hermana salga a buscar un peligro mayor.

-¡Pero aun así será muy difícil! Tendremos que renunciar a Tiberio y algunas comodidades-  Luciana aun trata de buscar excusas para  salir a buscar su dinero.  La cordura le dice que no es una buena idea, pero la rabia le nubla el panorama.

- Estoy segura que Tiberio también podría quedarse con nosotras, no tiene mas a donde ir, y si lo tuviera no lo haría porque tu sabes que para el somos su familia- exclama Scarlet-  Y en cuanto a las comodidades nos acostumbraremos a vivir sin ellas.  No necesito tantos vestidos si no puedo salir a la calle y lucirlos-  La crudeza de sus palabras  golpean a Luciana. Debe mantenerse a salvo para poder cuidarla.

-Esta bien, esta bien- Refunfuña. – No iré a buscarlos-

El resto de las mujeres sueltan un suspiro de alivio, menos la madre que continua en el piso llorando. Maya y Atita la levantan y la llevan a la habitación mientras que las hermanas se quedan en el despacho. Luciana se sienta en la silla y coloca ambas manos sobre el escritorio sosteniendo su cabeza entre ellas, mientras que Scarlet se sienta frente a ella.



-No te preocupes, lo superaremos-

-No lo se Scarlet, las cosas cada vez se ponen mas difíciles-

-¿Por que lo dices? ¿Que ha pasado?-

- Madame Cleo,  vendió su…. negocio y ya no necesita nuestras flores-Responde Luciana con voz cansada. Los enormes ramos que ellas entregaban en el burdel les daban buenas ganancias, y ahora era una entrada menos de dinero.

- ¿Eso es lo que te tiene tan… extraña?- Pregunta Scarlet aun sin mucha seguridad de que eso sea lo que tiene a su hermana tan alterada. Luciana aprovecha la oportunidad para distraerla  de la verdadera razón.

- Si, me lo dijo Tiberio luego de hacer la entrega- Responde sacando la cabeza de entre las manos y recostándose en la  silla para mirar el techo, tratando de esquivar la mirada inquisitiva de su hermana.

- ¿Mmmmm y que te altero la semana pasada?-  La pregunta de Scarlet le confirma que no esta convencida, tiene que buscar una excusa convincente y la encuentra  en lo que le sucedió en la casa de Petra. No puede volver a aquel lugar, entonces será un cliente menos.

- De regreso del Hospital me encontré con la anciana Petra. Me dijo que no volviera a su posada  porque ya no compraría mas flores- Responde con la mirada aun fija en el techo para no delatarse.

-¡Oh Dios, eso es terrible!-   La declaración de Luciana la aterroriza y logra convencerla. Sabe que con lo que gana Luciana en el hospital y lo poco que quedara como ganancia de sus flores no será suficiente para sostenerse.

-Tranquila, saldremos de esta-

-No lo creo Luciana, tal vez sea hora de que yo….- Scarlet se detiene sin ser capaz de pronunciar las palabras. Luciana se endereza en su silla para buscar la mirada de su hermana que ahora se concentra en la madera del escritorio.

-¿De que tu que?, Scarlet-

-Tal vez yo deba internarme en el convento, así tú podrás casarte y formar una familia con un esposo que te acepte junto con nuestra  madre- Responde con voz entrecortada por el dolor de tener que aceptar una dura realidad. Pero la respuesta de Luciana la hace sobresaltar en su silla

-¡Te prohíbo que vuelvas a decir eso Scarlet!- Dice con voz furiosa.

- No hay otra opción- responde apenas en un susurro.

-Claro que la hay- Responde Luciana levantándose del escritorio y rodeándolo para llegar a su hermana. La toma de la barbilla y levanta su rostro. –  Hablare con el nuevo dueño del burdel y  buscare mas clientes para tus flores-  Añade con un poco mas de suavidad y regalándole una sonrisa a su hermana que deja caer una sola lagrima pero que le devuelve una sonrisa agradecida por no dejar que ella renuncie a su sueño de enamorarse algún día.



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Gerard concentra su mirada en el techo de la habitación pero su mente se concentra en el momento que vio por primera vez a su diosa. Recuerda perfectamente  como la tela de su camisón transparentado por el agua permitía vislumbrar aquellos seños turgentes que se movían suavemente mientras ella caminaba sin percatarse de su presencia. Se lamenta de no haber tenido mas tiempo para admirar el resto del magnifico cuerpo que posee aquella mujer. Se pregunta si ella sentiría el mismo deseo que el cuando lo sorprendió en el baño. Sabe que la mirada que ella tenia mientras le recorría el cuerpo era una mirada lujuriosa, y esa ilusión le alegra el alma y lo llena de orgullo. Sabia por las prostitutas en Cuba que era un hombre apetecido, pero pensar que era  deseado por aquella mujer lo llenaba de satisfacción.
Un toque en la puerta y una mano asomada agitando un pañuelo blanco lo  aparten de sus pensamientos. Cedric finalmente asoma la cabeza con una sonrisa burlona.

-¿Es seguro entrar o tendré que dormir en nuestro nuevo negocio?-

-Vete a la mierda Cedric- Responde Gerard pero su voz es tranquila. – como si para ti fuera muy difícil dormir en una casa llena de mujeres fáciles- Agrega y no puede evitar sonreír. Cedric  sabe que esta en terreno seguro. Entra en la habitación y se sienta en una mecedora que esta cerca a la cama de Gerard. Coloca el pañuelo en la mesa que se encuentra entre la cama y la mecedora y toma un tabaco de la caja que hay en ella.

-Lo lamento amigo. Pero si te lo decía sabia que te negarías- Corta la punta del tabaco y luego lo enciende con un fosforo que lleva en el bolsillo. -¡Ese es un buen negocio!- Añade  chupado su tabaco y luego soltando el humo.

-Siempre y cuando no te comas la mercancía- Responde Gerard con ironía.

-No lo hare, ¡Aunque inicialmente si debo hacerles prueba de calidad!- Responde con una enorme sonrisa y luego vuelve a aspirar su tabaco.

- Eres un pervertido – exclama Gerard negando con la cabeza.

- Y tu un mojigato amigo, debes venir y sentir la satisfacción de un buen abrazo de piernas-

-¡No me jodas Cedric!- Le advierte pero su voz no es lo suficientemente intimidante.

-¡Vamos Gerard!- Lo alienta Cedric estirándose y dándole un puño en brazo. -No te puedes pasar el resto de tu vida tan solo…. alimentado a las prostitutas, ellas también tienen otra boca por la cual comer-  Se burla. El conoce bien las tradiciones lujuriosas de su amigo. Se prepara de nuevo a correr cuando Gerard se endereza y se sienta en el borde de la cama, pero su pregunta lo desconcierta y lo deja estático en la silla.

- ¿En realidad estabas dispuesto a ayudarme y escapar cuando creíste que había matado a esas mujeres?-

-Claro que si, no te lo hubiera dicho si no fuera verdad- Responde con cautela.

-¿Pero por que? Si escapábamos lo perderíamos todo-

-Supongo que así seria, pero podríamos hacer fortuna en otro lado- Cedric trata de sonar despreocupado. Pero sabe que es una conversación demasiado seria.

-¿No seria mejor dejarme en la cárcel para que te pudieras quedar con todo?-

-¡Por supuesto que no!, No podría dejar que algo te pase- Responde ofendido.

-¿Por que no?- insiste Gerard. Aun no entiende que motiva a su amigo a mantenerlo a salvo a pesar de su propio beneficio.

-Porque aun me siento en deuda contigo- Resopla Cedric y recuesta su espalda en la silla y comienza a mecerse.

-Te libero de ese peso.  Lo habría echo por cualquier otro. Esa era mi misión como medico Cedric-

-Lo se, pero aun así siento que aun no te he retribuido el regalo mas grande que me diste- Cedric vuelve a erguirse y detiene el vaivén de la silla. Observa a Gerard que aun no parece entenderlo. – Mi vida vale más que todo el dinero que tenemos.  Hare lo que sea para que vuelvas a vivir, como yo lo hice gracias a ti-

- Gracias Cedric, pero yo estoy vivo gracias a ti- responde Cedric con una mirada agradecida.

-Pero aun no tienes amor por la vida, aunque…. Parece que esta ciudad te sienta bien- Cedric exclama con una sonrisa  traviesa. Ha visto que Gerard sonríe más desde que están en la ciudad y sospecha que se debe a una mujer.

-Tal vez amigo, tal vez- Se limita a responder y su sonrisa se hace enorme. Cedric confirma sus sospechas y se siente feliz por su amigo.

-¡Lo sabia!-  exclama y le golpea nuevamente le brazo. – ¿Quien es la chica?- pregunta emocionado-

- Eso es lo peor Cedric. Aun no lo se- Responde hundiéndose nuevamente en su cama y dejando a Cedric aun mas confundido.



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Cuando el reloj del hospital marca la una de la madrugada, Luciana abandona la limpieza y se dirige al pabellón de mujeres donde su Amiga Abril Lacoture pasa ronda. Abril es una chica de buena posición económica que no necesita trabajar, pero tiene una pasión por la medicina que supera a la de Luciana. Ambas sueñan en viajar a Francia para estudiar y graduarse como enfermeras profesionales en la escuela de enfermería de Marsella. Un sueño que su familia no comparte. Ellas son las únicas mujeres que no son monjas de caridad en el hospital, y ambas se encuentran trabajando  en el hospital gracias a la ayuda del doctor Almenares.
Luciana la toma de la mano y la lleva al pasillo frente a la entrada del pabellón.

-Abril, necesito que me cubras, tengo que salir-

-¿Pero a donde vas? ¡Y a estas horas de la madrugada!-

-Debo ir a la casa de Madame Cleo, ella vendió su casa alguien mas y debo negociar con el nuevo dueño  la venta de flores- responde Luciana con el fastidio que su tarea representa.

-¡Estas loca! No puedes ir a un lugar como esos. Si se entera alguien tú reputación se arruinaría y te echarían del hospital- Abril trata de persuadirla.

-Lo se Abril, pero no tengo otra opción, por eso debo ir ahora cuando la ciudad duerme-

-¿Y si alguno de los hombres que va a esa casa te ve y luego sale a contarlo?- Pregunta Abril con las manos cruzadas en el pecho e inclinando la cabeza hacia un lado. Luciana comienza a caminar de un lado a otro frente a ella con una mano en la cintura y la otra en un puño cerrado sobre su boca. Sabe que ya adentro de aquel lugar no le será fácil ocultarse.  Esta por desistir en su locura pero una brillante idea  la encamina de nuevo en la arriesgada misión.

-Tomare la túnica del padre Marino. Servirá para cubrirme el rostro-  Afirma con una sonrisa triunfante al encontrar una solución.

-¡Pero si ven la túnica pensaran que el padre esta visitando a esas mujeres!- Exclama Abril horrorizada. Luciana levanta las cejas con ironía. Es un secreto a viva voz de que el padre Marino visitaba varias veces la casa de Madame Cleo y no precisamente para confesar a las mujeres que viven allí. Ambas sueltan una carcajada y se dirigen al cuarto de ropas donde el sacerdote guarda una túnica negra que utiliza cada vez que va a ungir los santos oleos en algún moribundo.

 Luciana toma la túnica y sale ayudada por Abril por una de  las ventanas del pabellón que da hacia los jardines del hospital. Lo atraviesa y salta un pequeño muro que separa el jardín de la calle.  Se pone la túnica y comienza su camino hacia La casa de Madame Cleo dispuesta a negociar una buena tarifa por las flores de Scarlet.

Luciana por fin llega a la puerta de la casa de Madame Cleo, luego de encontrase en el camino con tres gatos, un borrachos y dos hombres que se acariciaban de manera sugerente en un muro de la muralla. Toca la puerta y un hombre abre una pequeña  ventana al lado de la puerta donde solo su cara asoma.

-¿Quien es y que quiere?- Pregunta el hombre con voz gruesa y atemorizante.

- Hablar con el nuevo dueño, necesito negociar con el-  Luciana responde con voz pausada para ocultar el miedo que comienza a apoderarse de su cuerpo. El hombre entrecierra sus ojos  y frunce los labios. Luego de algunos segundos que a Luciana le parecieron eternos él cierra la ventana y abre  la puerta.

El sonido de las notas alegres de un piano y las risas de hombres y mujeres inundan los oídos de Luciana. La luz detrás de las cortinas que hay al final del pasillo por el que ella camina le advierte de la gran fiesta en las que todos  se deleitan.  Sabe que no puede llegara allí sin  ser percibida, trata de dar vuelta y regresar pero el hombre ya a cerrado la puerta.  Ella se queda congelada en su lugar hasta que el hombre le señala unas escalas frente a ella. Luciana asiente y comienza a subir agradecida de que no tenga que pasar por el salón principal. Cuando va en la tercera escala el hombre le da una recomendación que la deja aun mas avergonzada.

-Cuando negocie con el Señor, eleve mucho su tarifa. Este lugar no ha visto mujer más hermosa que usted y cualquiera estaría encantado de pagar un alto precio por sus servicios-

Luciana continúa su ascenso  enfadada por ser confundida con una prostituta, pero  se traga su orgullo y toca la puerta que hay al terminar las escalas.

-¡Adelante!- Grita una voz del otro lado. Ella toma la manija temblando y empuja la puerta. Cuando ve al nuevo dueño sentado en la silla con ambos pies sobre el comedor y fumando un tabaco, lo reconoce como el amable hombre que salía de la casa cuando ella entregaba las flores.

Cedric se levanta de su silla sorprendido al verla allí y vestida con una túnica.  Pero una sonrisa se le escapa del rostro cuando comprende el motivo para que la lleve. Es una chica prevenida y muy valiente.

-Señorita, que sorpresa verla aquí-  le sonríe para tranquilizarla y extiende la mano a la silla frente  al escritorio. –Por favor siéntese- la invita.

-Muchas gracias señor, pero no me llevara mucho tiempo esta visita-  Responde ella con un poco mas de tranquilidad. Aunque no lo conoce hay algo en él que le genera confianza.

-Mi nombre es Cedric Fouguet, pero usted me puede llamar Cedric-

-Gracias nuevamente pero prefiero llamarlo Señor Fouguet- Responde ella incomoda.

-Como usted guste- Responde Cedric asintiendo con la cabeza.  -¿A que debo el honor de su visita señorita?- Añade

-Quisiera negociar con usted la tarifa para los arreglos florales-

-¿Antes que nada puedo Saber cual es su nombre?-

Luciana se mueve incomoda. Pero finalmente contesta. –Me llamo Luciana Lemaitre-

-Bueno señorita Lemaitre, Madame Cleo me informo que los arreglos florales son muy importantes para la decoración del lugar, así que no se preocupe. Continuare comprándole las flores-

-Me alegra escuchar eso- Responde ella. –Ahora negociemos la nueva tarifa- Añade un poco más  segura en la conversación. Cedric levanta ambas cejas sorprendido por la osadía de Luciana.

-¿Y que la hace pensar que aceptare que aumente el precio antes acordado con Madame Cleo?-

- El que usted aceptara en nuestro anterior encuentro que debo cobrar mas por la vergüenza de tener que traer las flores, y ahora mas cuando tuve que venir a negociar por ellas- Responde Luciana con altives y una sonrisa triunfadora que hace que Cedric vuelva soltar una carcajada por su  astucia y valentía.  Ambos ríen y más cómodos, empiezan una conversación como entre viejos amigos sobre el precio y una forma de entrega más conveniente para Luciana.



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Son casi las dos de la madrugada y Gerard da vueltas en la cama sin poder pegar un ojo. Antes de irse a dormir, visito nuevamente la habitación de Martina pero ella aun continuaba dormida mientras que las criadas se ocupaban de las bebes.  No puede sacar de su cabeza aquella enigmática mujer y su  magnifico cuerpo. No tiene idea de quien es, y esa incertidumbre lo esta matando. Finalmente se rinde y se levanta. Se  viste rápidamente y se coloca un sombrero de ala ancha y levanta la solapa de su chaqueta.  Sale de la posada en dirección al burdel para buscar una mujer que apague el fuego que su misteriosa diosa a encendido, sin imaginarse que ella se encuentra con su mejor amigo conversando en el despacho del burdel.





NOTA DEL AUTOR 

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.


domingo, 26 de enero de 2014

CAPITULO 5




Gerard observa  el amanecer sentado en la arena de la escondida playa donde descubrió hace algunos días a la diosa del agua. Los rayos naranjas violetas y azules se difuminan entre el cielo y el mar dando un hermoso espectáculo a quien lo puede contemplar, pero aunque Gerard se  siente privilegiado de ser un espectador de tal maravilla, lo que realmente desearía es poder observar la ceremonia de baño matutino de aquella mujer que ha ocupado su mente los últimos días y noches.  Pasa los minutos entre el canto de pájaros y el sonido arrullador de las olas.  Lanza al mar pequeñas piedras que se encuentra con sus dedos mientras hace dibujos en la arena a su alrededor, pero nuevamente ella no aparece. Escucha a la distancia las campanas de la iglesia que anuncia la misa de las nueve de la mañana, entonces se levanta y se sacude la arena de la ropa para iniciar su camino de vuelta a la posada de Petra, donde Cedric debe estar esperándolo para retomar la búsqueda de un buen negocio en el cual invertir.

Cuando llega a la posada no encuentra a su amigo en el comedor devorando la mitad de las reservas de la casa, tan solo encuentra una nota que dice que se canso de esperarlo y se fue a conocer un hombre que vendía su empresa licorera donde el ron era su principal producto. Gerard se sienta en el comedor algo molesto, aunque la verdadera razón de su disgusto es que fracaso una vez más en su intento de ver a aquella mujer. Toma un trozo de pan de la cesta que hay en la mitad del comedor y se queda esperando que alguna de las tres empleadas de la posada llegue a atenderlo, pero la paz del comedor se ve interrumpida por un escalofriante grito proveniente de la parte posterior de la casa en donde duermen las criadas. Gerard se levanta de la silla pero no se mueve de su lugar. Quiere ir a ver que pasa pero una de las advertencias de la anciana Petra para los huéspedes es la de no ir por ningún motivo al refugio de las mujeres. Pocos segundos después el mismo grito aterrador se siente en toda la casa y la anciana Petra sale de su cuarto con una barra de acero en sus manos.

-¿Que sucede?- Le pregunta a Gerard al verlo en la mitad del comedor.

-No lo se, pero viene de la parte posterior de la casa-

-¿Del cuarto  de las criadas? - Pregunta aterrada, pero antes de que Gerard pueda asentir  se escucha el tercer grito.

-¡Es Martina!- Exclama la anciana al reconocer el alarido de la mas antigua y  mejor de sus empleadas. Gerard toma de sus manos la barra y se dirige hacia la  habitación de donde provienen algunos murmullos y sollozos.  Toma la barra con ambas manos y empuja fuertemente la puerta con su hombro, lo que hace que la esta se abra inmediatamente y él irrumpa embravecido en la habitación seguido de la anciana. Pero suelta inmediatamente su barra al ver la increíble escena que protagonizan las tres empleadas.



Martina se encuentra tendida en la cama semidesnuda y  entre sus piernas las manos de la una de las criadas. En la cabecera esta la más joven sosteniéndole la espalda y un pañuelo en la frente mientras que Martina se retuerce del dolor. Un prominente abdomen delata la existencia de un extravió Juvenil que fue bien ocultado a la anciana Petra, que no permite niños ni animales en su posada.

-Madre de Dios- exclama la anciana, pero sus palabras son ahogadas por otro grito ensordecedor de  Martina.

-Creo que va a morir- exclama una de las criadas entre sollozos. – Lleva toda la noche en trabajo y el bebe no quiere salir- Agrega frustrada.

Gerard se queda paralizado observando el vientre de la criada. Le sorprende que aquella mujer supiera ocultar de una manera tan astuta entre boleros y enormes faldas la presencia de tan gigante vientre. Pero una voz ahogada y suplicante lo saca de su perplejidad y le revive un antiguo talento que el creía muerto.

-Por favor ayúdenme, no  quiero morir- 

Gerard corre inmediatamente hacia ella y desplaza a la criada que esta entre las piernas de Martina. La anciana Petra corre tras él y lo toma del cuello de la camisa intentando llevárselo de aquel lugar.

-No señor, esto es trabajo de mujeres-

-Déjeme Petra- Se suelta  Gerard del agarre de la anciana y vuelve a ubicarse entre las piernas de Martina. –Soy Doctor- Agrega para dejara todas las mujeres en aquel cuarto pasmadas con esa información, pero él se encuentra realmente asombrado de sentir resucitada aquella vocación que el creía muerta desde hace mas de tres años.

Comienza a dar instrucciones a la anciana y a la criada mientras que la más joven la reconforta desde la cabecera. Martina se encuentra más receptiva y dispuesta para hacer todo lo que él le dice esperanzada en salir con vida. Él masajea su abdomen con el ceño fruncido y luego vuelve a introducir sus manos entre las piernas de la adolorida mujer. Después de algunos desgarradores gritos, Gerard le ordena que empuje y ella lo hace expulsando a una pequeña bebe oscura como una taza de café revelando la raza del padre. Gerard la envuelve rápidamente en una manta que llevó Petra y la coloca en los brazos de la exhausta pero agradecida madre.

-Por Dios Martina, creí que lo que tenias en esa enorme barriga era un ternero, pero lo que te sale es una pequeña lagartija- Se burla la anciana Petra que se sienta al lado de la nueva madre. Todas sonríen y acarician a la cría, hasta que nuevamente Martina da un grito de dolor.

-¡Lo que sospeche!- exclama Gerard que se limpiaba las manos en una vasija. Se ubica nuevamente entre las piernas de Martina y le pide que puje.

De Martina sale una segunda bebe, blanca como la madre, pero para sorpresa de todas las mujeres no es el ultimo grito de dolor en la habitación. Cuando La madre trata de pujar por cuarta vez no puede. Esta tan cansada de las tres pujas que su cuerpo no le permite mover ni un dedo. La anciana Petra camina como loca por la habitación renegando y alabando al mismo tiempo.

-¡Cállese!- La reprende el exasperado Gerard que no soporta una palabra más de la ruidosa anciana.

-¡Lo hare por una semana si logra salvar esas dos criaturas, o las que falten!- Le implora a Gerard que se posiciona sobre el vientre de la mujer intentando empujar hacia abajo su abdomen. Después de dos maniobras logra expulsar una cuarta niña que no se mueve. Gerard toma la inmóvil bebe blanca como la madre y la mueve fuertemente para que la pequeña respire pero aun no logra que emita ningún sonido.

Petra comienza a gritar oraciones y lamentaciones, pero Gerard le da una mirada asesina con lo que la mujer se pasa el dedo por los labios simulando que sella su boca. Envuelve la bebe en una sabana tibia y oprime su pecho con presiones cortas con el dedo. Después la toma y aspira con su boca la nariz y boca de la bebe. Las mujeres observan perplejas con la respiración sostenida hasta que un pequeño maullido como el de un gato proviene de la creatura. Él se la entrega a una de las criadas, sale al comedor para buscar una botella de vino  y se sienta en una silla igual de exhausto que la madre pero enormemente complacido de su tarea. En menos de una hora logro ayudar a traer al mundo cuatro dulces niñas. Dos  como el ébano  y dos como el marfil.

Cuando lleva la botella casi por la mitad, siente los pasos de Cedric en el pasillo.  Este al verlo con la camisa manchada de sangre desenvaina un cuchillo y observa alerta alrededor buscando una victima o la amenaza de un enemigo oculto.

-No me lo vas a creer Cedric, pero pude ocuparme de cuatro mujeres-

Cedric abre los ojos como platos creyendo que su amigo enloqueció y asesino a las tres criadas y la anciana. Tal vez buscando una pena de muerte que lo sacara de su miseria. Se acerca cautelosamente a Gerard y le quita la botella de las manos.

-Tranquilo. Te ayudare a ocultar los cuerpos y escaparemos antes de que los descubran- Exclama pasándose ambas manos por la cabeza.

- ¿De que rayos hablas?- Le pregunta Gerard con el ceño fruncido sin entender a que se refiere.

-¿De que rayos hablas tú?-

-Martina acaba de tener cuatro bebes-

-¡Oh  gracias a los cielos!, creí que habías asesinado a las criadas y a la anciana- Resopla y se desploma en una silla al frente de Gerard.

-Estas loco ¡Yo nunca haría algo como eso!- Responde cerrando su puño sobre la mesa.

-Lo se, no se que demonios pasa conmigo. Lo siento- Exclama Cedric levantando las manos en señal de excusa.- ¿Estas bien?- Pregunta al ver el extraño brillo de nuevo en los ojos de su amigo.

-Si estoy bien, de hecho muy bien-

-¿A que te refieres?-

-Creo que ejerceré de nuevo la medicina- Responde Gerard no muy convencido pero con una pizca de emoción.

-¡Esas son excelentes noticias!- Cedric suelta un suspiro y toma un enorme sorbo de la botella de vino. – Creí que me matarías cuando supieras en que invertí gran parte de nuestro dinero. Pero ahora que ya tienes una nueva vocación tan solo serás un socio silencioso-

-¿Que demonios hiciste Cedric?-

-Compre una enorme casa en la calle del molinete- Responde aprensivo sin dejar de observar a su amigo. Gerard sabe que no es un barrio de la elite de la ciudad donde seria más agradable para establecerse, pero la mirada picara de Cedric le advierte sobre algo mas.

-¿Para vivir en ella?- pregunta tratando de descubrir que hay tras aquella sonrisa burlona que comienza a esbozarse en el rostro de su amigo al otro lado de la mesa del comedor.

-No, para unificar los dos negocios que ayer en la mañana compre-

-¿Cuales?- Pregunta Gerard sintiendo como se construye en su interior la rabia por saber de aquella compra sin su consentimiento.

-Los dos burdeles más antiguos de la ciudad, con un seleccionado grupo de mujeres-
Gerard se levanta furiosos de su silla y Cedric hace lo mismo sonriendo burlón, sabiendo que debe emprender una carrera antes de que su amigo lo alcance. Sale como un rayo por la puerta dejando al podre de Gerard a medio camino del pasillo con una mezcla de enojo y admiración por la locura del nuevo negocio.



Después de algunos minutos Petra sale de la habitación seguida de una empleada. Gerard le pide a la joven que le lleve mucha agua al baño de su habitación para poder asearse correctamente pero la anciana lo toma de la mano sin emitir una sola palabra y lo lleva hasta su cuarto. Es una enorme habitación con una cama que bien podría servir para cinco personas, hay pequeñas mesas decoradas con hermosas flores y un chaise  longue  de terciopelo purpura con patas doradas que se roba toda la atención del lugar.  La anciana lo empuja para que siga y lo lleva hasta una puerta al costado de la habitación. El la abre y encuentra una bañera gigante llena de agua y con un suave aroma a romero. Tras ella se encuentra una ventana de igual tamaño que le ofrece una vista impresionante y a un los pies de la bañera hay una barra llena de  toallas con bellos bordados. El se queda observando la relajante habitación sin entender que desea la anciana hasta que la criada se lo explica.

-La señora Petra desea que usted haga uso del baño, como agradecimiento por su ayuda con Martina-

Gerard se gira hacia la anciana que lo invita a seguir con un gesto de la mano.  Esta ansioso por sumergirse en aquella refrescante agua luego de las emociones de la mañana y el calor sofocante del medio día que comienza a llenar la casa.

-¿Esta segura?- pregunta a la anciana que tan solo se limita a asentir  con la cabeza y luego sale con la criada dejándolo solo para que disfrute del baño que ella no alcanzo a utilizar.





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En la casa Lemaitre las hermanas  organizan los arreglos florales que deben ser llevados a  la ciudad. Las entregas se realizan los domingos, por que los fines de semana Luciana no trabaja en el hospital, lo que les permite dormir en la noche y levantarse temprano para llevarlos personalmente y hacer  los cobros. Scarlet le da los últimos detalles mientras que  Tiberio lleva los arreglos listos a la carreta alquilada.  Cuando terminan de ubicarlos Luciana se sienta en la parte posterior entre las flores y Tiberio se sienta al frente llevando las riendas del caballo. Scarlet sale de la seguridad de la casa hasta la acera donde se preparan para partir y se acerca a Luciana.

-Si no me dices que es lo que te tiene tan pensativa, me monto en esta carreta y me voy contigo hasta que me lo cuentes-

-Ni se te ocurra. Sabes que es peligroso salir y mas en domingo-

-Lo se, pero lo que realmente me matara es verte tan desconcentrada y perdida en pensamientos de los cuales yo no se. ¡Así que habla ya o me monto!- La amenaza Scarlet tomando  el bajo de su vestido para prepararse a subir en la carreta.

-Esta bien, te lo diré cuando regrese- Responde Luciana resignada. Le da un beso en la mejilla a  Scarlet, que regresa a la seguridad de la casa  con una gran sonrisa. Al fin sabrá cual es la causa de las extrañas palabras que su hermana murmura en sueños desde que fue perseguida supuestamente por perros rabiosos.

Luciana y Tiberio Emprenden su camino hacia la iglesia para entregar los arreglos mas grandes antes de la misa de las nueve, continúan con las casas de las familias mas adineradas de la ciudad, que son las que encargan los arreglos mas coloridos, y luego van a visitar el cliente menos apreciado por Luciana pero de vital importancia para el negocio. Se trata del burdel de Cleo, una mujer que perdió entre las arrugas su increíble belleza y que se queja a diario por no poder llevar una vejez tranquila al lado del mar.

Luciana espera en la carreta a unos metros de la entrada del burdel a Tiberio que es quien realiza la entrega, se abanica fuertemente para desplazar el bochorno de la ciudad y el que le causa sentirse tan cerca de un lugar tan vetado, de repente  un hombre con una enorme sonrisa sale del lugar, se para frente a la carreta  y observa a Luciana que se abanica y esquiva la mirada.

-Buenos Dias Señorita- la saluda el hombre.

-Buenos dias señor- Responde Luciana y lo observa rápidamente. Se asusta con la terrible cicatriz que tiene en el cuello, pero la mirada tranquila y acogedora en sus ojos le dice que es un buen hombre a pesar del lugar de donde sale.

-Me imagino que usted vende las flores para la señora Cleo- Pregunta Cedric.

-Así es señor- Responde Luciana un poco incomoda por la relación que la une a  la celestina más vulgar de la ciudad.

-¿Y se las pagan bien?-

- Creo que si, aunque debería cobrarles mas por la vergüenza que me da el tener que traerlas - Responde Luciana haciendo una mueca. Cedric suelta una carcajada por la gracia que le produce las palabras  de la bella mujer.

-Bueno, tal vez así deba ser- Responde y le hace una venia en modo de despedida  a la cual ella responde con una sonrisa timida. Luego se gira y  se va silbando alegremente dejando a  Luciana confundida por darle la razón.



Tiberio sale del Burdel después de cuarenta minutos que parecieron horas para Luciana. Le dice que la anciana Cleo le informo que es la ultima vez que le compra los arreglos ya que  vendió el lugar y no sabe si el nuevo dueño desea adquirir sus flores. Luciana se lamenta al creer perdido un importante cliente y emprenden su camino para llevar la última entrega. Las flores para la posada de Petra.

Cuando llega a la casa  baja de la carreta con los dos últimos arreglos y atraviesa el portón llamando a Martina quien siempre le recibe las flores. Como nadie sale a su encuentro entra hasta el comedor y  allí encuentra a las criadas y a la anciana Petra. Las mujeres cargan  a dos bebes cada una mientras que la anciana corta en mitades enormes sabanas blancas  en la mesa.

-Buenos Días señora Petra, aquí traigo sus flores- exclama sin dejar de observar a las mujeres y las criaturas. Doña Petra le regala una tierna sonrisa a Luciana, pero no le dice nada y sigue cortando.

-No puede hablar por una semana- Murmura la mas joven de las criadas- ¿Podría usted llevar las flores a la cocina?- Agrega.

-¿Por supuesto, y donde esta Martina?

-Convaleciente. Acaba de tener estas hermosas creaturas- Susurra la segunda criada. Luciana da un respingo por aquella inesperada información pero trata de no mostrar su asombro. Asiente con la cabeza y se dirige a la cocina, pero en el camino decide llevarlas hasta el cuarto y arreglarlas ella misma para que las mujeres puedan ocuparse tranquilamente de las bebes.

Mientras tanto en el cuarto de baño de Petra, Gerard se siente relajado y fresco. Se levanta de la  bañera y se dispone a tomar una de la toallas, pero en el ultimo segundo decide no abusar de la confianza, intimidad y pertenecías de la anciana. Se escurre toda el agua que puede y sale de la bañera esperando secarse solo con el aire. De repente escucha que la puerta de la habitación se abre y una mujer ingresa tarareando una canción.  No le da importancia porque cree que es una de las criadas y se queda de pie esperando que finalmente se seque su cuerpo para recoger su ropa y colocársela.  Pero lo que no imagina, es que  la mujer que entra a la habitación contigua es la diosa del agua que él esta buscando.

Ella coloca las flores sobre una de las mesas y observa todos los jarrones que contienen los antiguos arreglos, se dirige hacia el mas grande que esta junto a la cama y toma las flores viejas y las deposita en un canasto de mimbre con basura que se encuentra cerca, luego toma el florero y se dirige al baño para vaciar el agua del jarrón pero cuando abre la puerta del baño este cae al piso haciéndose mil pedazos.


El hombre de sus pesadillas o de sus sueños se encuentra frente a ella y sin una sola prenda de ropa que le abrigue la decencia. Ella ya conoce el cuerpo de los hombres desnudos, pero todos los que  ve, pertenecen a pequeños, ancianos o a pobres hombres que se consumen en las enfermedades. Están muy lejos de aquel musculoso y bien formado cuerpo.  Gerard se queda pasmado, mas por la sorpresa de encontrar a la mujer que ha estado buscando, que por la de ser encontrado por ella y  desnudo.

Nuevamente el silencio y la incredulidad se ciernen sobre ellos. Luciana observa como una pequeña gota de agua sale de la punta de un mechón del cabello de aquel hombre y cae en su tórax. La sigue con la mirada mientras le rueda por el  pecho, continua por un surcado abdomen y sigue su camino hacia el sur. Gerard la observa mientras ella le hace el recorrido con la mirada y antes de que llegue a su virilidad la interrumpe.

-¿Acaso esta es una venganza por mi  interrupción de su baño en la playa?-

Luciana levanta la cara enrojecida y tartamudea una disculpa, pero la mirada picara y la endiablada sonrisa de aquel adonis, hace que el calor de su rostro se le difunda por todo el cuerpo. Se gira y sale corriendo nuevamente mientras que Gerard recoge su ropa y la llama.



-¡Señorita espere!-  Le grita mientras corre tras ella intentando colocarse los pantalones,  pero cuando sale de la casa, ella ya esta demasiado lejos en la parte posterior de una carreta que se va rápidamente por la calle.



NOTA DEL AUTOR



Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.





domingo, 19 de enero de 2014

CAPITULO 4





Gerard sale de su camarote con un talego de tela que hace la función  maleta. Lleva en el tres pantalones, dos de los cuales se encuentran manchados por la grasa del molino o los jugos de la caña; cuatro camisas  de tafetán en igual estado, dos pares de medias y tres calzones con faja de seda, ya que en los calores de cuba renuncio al uso de los calzones de lana. Lleva puesto el pantalón de trabilla,  la camisa de seda y el chaleco de brocado que llevaba el día que salió de Francia al igual que las zapatillas negras, y al hombro lleva la chaqueta que no se pone por el calor agobiante del lugar.   Para algunos luce como un desafortunado que cayo en la desgracia de la bancarrota, pero para otros luce como un ladrón que ha robado la ropa de un millonario de algunas tallas menos. Cuando Cedric sale del camarote para su encuentro se sorprende al verlo. Solo en ese momento es consiente de cuanto a cambiado su amigo desde la ultima vez que estuvieron en un barco. Lo único que no le cambia es la mirada triste de un hombre sin ilusión. Un hombre que no vive el mundo, un hombre que tan solo que se resigna a existir.

Pero Gerard se sorprende aun más al ver lo que lleva puesto Cedric. Parece un hombre sacado de las letrinas del barco. No huele mal pero su ropa deja mucho que desear.

-¿Por que llevas eso?- pregunta Cedric mirando de arriba a bajo al elegante Gerard.

-Lo mismo te pregunto a ti-

-No se si recuerdas pero llevamos mucho oro en esta bolsa. No podemos darnos el lujo de que nos roben en una ciudad desconocida- Murmura Cedric  cuando inician su camino por el pasillo hacia estribor donde se encuentra la escalera de madera que los llevara al muelle.

-No te preocupes, no creo que tengamos apariencia de ricos-

-No me arriesgare-

- Entonces que sugieres que hagamos-

-Por lo pronto bajar de este maldito barco. Quiero tocar tierra firme. Pero debemos buscar un buen sitio para pasar la noche. Y esperemos que haya un banco en el cual guardar estos ahorros  mientras encontramos como invertirlo-

Cuando bajan a tierra firme, preguntan por separado a los coteros   que se encuentran descargando los baúles de los demás pasajeros por un lugar para pasar la noche, y todos les sugieren ir a la posada de la señora Petra.  Se internan en la ciudad  con las indicaciones que les dieron todavía cohibidos. Temen que los hombres del muelle los envíen a un sitio de mala muerte donde sean un blanco fácil para ser despojados de sus pertenencias, pero para su sorpresa y tranquilidad, en el camino se encuentran con una pequeña tienda en cuya fachada se leía BANCO DE CARTAGENA.

-Ven Gerard, debemos asegurar nuestro futuro- dice Cedric tomándolo del brazo en dirección al banco.  Ambos entran y el hombre que se encuentra al otro lado del mostrador se dirige a ellos diligentemente pero es a Gerard al que le ofrece sus palabras.

-Buenas tardes señor, ¿en que puedo ayudarlo? -

-Queremos hacer un depósito por una semana- Responde Cedric inmediatamente. El hombre se gira hacia él observándolo de arriba abajo.

-Solo recibimos depósitos superiores a cinco pesos- Responde desdeñosamente al mal vestido de Cedric. –  o puedo recibirles 30 monedas de Niquelo o de cobre pero por un mes- Agrega igual de despectivo. Cedric no puede ocultar su enojo y coloca sobre el mostrador la bolsa que emite un sonido inquietante para el banquero.

- ¿Y a cuantos pesos equivalen setenta y nueve  monedas de oro?- Pregunta ofendido.

El hombre al otro lado del mostrador se queda estupefacto con aquella pregunta pero luego de algunos segundos logra recuperarse y pone en marcha su cerebro para hacer la conversión.

-Eso equivale a ser los mayores clientes de este banco- Finalmente responde con un brillo en la mirada que bien podría parecerse al destello del oro.

-Perfecto, ya conoce la cantidad de dinero que su banco dejo de obtener por imbécil- Responde Cedric, toma la bolsa  y se dirige a la salida, pero para tranquilidad del hombre Gerard lo detiene.

-No creo que sea buena idea seguir deambulando sin saber a donde ir, y menos ahora cuando revelaste nuestro valor- 

Cedric  se lamenta de su indiscreción en un grotesco francés mientras que Gerard toma de sus manos la bolsa y la coloca de nuevo en el mostrador. Le da una intimidante mirada al hombre que se seca el sudor de su frente con un delicado pañuelo.

-Si quiere que seamos sus mayores clientes, usted tendrá que ser nuestro mejor amigo, y si trata de aprovecharse de nosotros, tenemos otros amigos que vendrán y se aprovecharan de usted-   Luego se retira un poco y suaviza la voz.  – Pero si es justo nuestros amigos vendrán y les recomendaremos su banco y por supuesto su amistad- Agrega cortésmente. El hombre suelta un suspiro y luego una sonrisa invitándolos  a  seguir al cuarto que esta al fondo.

-Sigan señores, soy Mariano Dávila, su nuevo mejor amigo-

Luego de medio día de negociar conversiones e intereses, los tres hombres terminan la reunión complacidos con los resultados. Cuando ya se preparan para salir Gerard hace una última pregunta.

-Señor Dávila, ¿puede recomendarnos un buen lugar para pasar la noche?-

- La casa Colonial es un lugar hermoso donde se hospedan los personajes ilustres, pero les recomiendo que se queden el la posada de  la señora Petra-

Gerard y Cedric se observan uno al otro sorprendidos de tener nuevamente la misma recomendación, así que deciden pasar la primera noche en ese lugar y luego evaluaran las oportunidades que la ciudad les puede brindar.



Petra era una anciana mulata de  contextura gruesa y hermosa sonrisa con dientes que parecían perlas. Era la hija de dos esclavos que lograron comprar su libertad luego de veintiocho años al servicio de una familia española que vivía en Villa de Leiva. Cuando obtuvieron su liberación, viajaron con la joven Petra en busca de una ciudad costera que les recordara su infancia en las costas africanas, pero murieron de tedio poco después de instalarse en la ciudad dejándole a la joven tan solo una pequeña choza para resguardarse, que ella con los años convirtió en una hermosa casa con vista al mar.  Era una casa  muy  agradable gracias a la brisa que llegaba y refrescaba cada uno de los cuartos de la casa, además, tenían bellos arreglos florales que aromatizaban el lugar creando una atmosfera muy acogedora. Pero lo que mas les gustaba a los extranjeros de la posada de Petra, es que ella permitía pagar la estancia  tan solo con descripciones detalladas de los lugares de donde provenían, lo que la hacia soñar en las noches como visitante de aquellos lugares.
Cuando los dos hombres llegaron lo primero que les pregunto Petra fue su lugar de procedencia, pero cuando descubrió que llegaban desde Cuba se desilusiono y les cobro por anticipado la estadía de tres noches. Conocía  cada rincón de cuba por los miles de relatos que traían los esclavos que lograban llegar desde la isla y que ella generosamente ayudaba mientras encontraban un sustento. Al ver el desinterés de la anciana y conociendo por boca de Mariano Dávila los gustos de la mujer, Gerard le confeso que eran provenientes de Marsella, lo cual despertó su curiosidad, pero quedo sorprendido al escuchar la petición de la mujer.

-Los dejare quedarse por una semana porque quiero saber como luce cada rincón de su ciudad, pero debe ser tu sirviente el que me lo cuente- exclama mirando a Cedric que tan solo suelta un bufido exasperado por la clasificación que su atuendo le da, pero Gerard pregunta extrañado la razón y la mujer lo deja con un mal sabor en la boca y un dolor en el pecho con su respuesta.

-Soy una mujer que ve el mundo a través de los ojos de mis visitantes. Este pobre hombre tiene en ellos amor por la vida, pero los suyos, solo dejan ver la tristeza del amor perdido-

Son casi las sieis de la mañana y las primeras luces aparecen en el horizonte mientras que Luciana se sumerge en las olas del mar como lo hace todos los días luego de su turno nocturno. Parte de su rutina consiste en salir del hospital hacia una playa rodeada de manglares, donde ningún alma  atreve a adentrarse, pero ella lo hace sabiendo que  la playa que se esconde tras aquellos apestosos vapores de manglar, bien podría ser una sucursal del paraíso.  Lo hace esperando que el agua pueda lavar los restos de dolor que se le impregnan a diario después de ayudar a los pobres moribundos del hospital. Pero principalmente para evitar llevar en su piel cualquier peligro infeccioso para Scarlet.



Para llegar a la playa Luciana debe  caminar  por el frente de las troneras de las murallas, donde los amantes nocturnos despliegan su amor clandestino. En esta parte del recorrido aligera el paso y toce fuertemente para evitar escuchar los gemidos  y gritos de placer, sin saber que su desfile por aquel lugar se convirtió para los amantes sin refugio en una señal del despertar de la ciudad y por lo tanto del cese de las demostraciones de amor. Luego pasa debajo de los balcones de la posada de la anciana Petra y los de  cinco casas más, para salir a una pequeña playa que termina donde empiezan los manglares.  Al llegar  a ellos, se cerciora de que nadie la observe  y levanta una rama que esconde un pequeño camino de piedra  que ella misma fue construyendo a lo largo de tres años. Cuando finalmente atraviesa el manglar y llega a su paraíso escondido se despoja de su ropa dejando solo su camisón hasta la cintura y las bombachas que le llegan a las rodillas. Deja el delantal y la túnica en su bolso de fique que también guarda un sencillo vestido que se coloca después del baño, y luego  se zambulle en el mar.

Esa madrugada se queda mas de tiempo sumergida en el agua, tratando de sacarse del pecho las ansias que le dejo aquel silbido del barco de la tarde anterior. Se deja mecer largo tiempo por  las olas mientras flota observando como el cielo  se baña lentamente de luz, hasta que recuerda que esa mañana llegara el comerciante con las bolsas de pastor para Scarlet. Sale del mar concentrada en escurrir el agua de su larga cabellera, pero se congela cuando por el rabillo del ojo logra identificar a diez pasos de ella la silueta de un hombre que la observa.
Gerard ha pasado toda la noche en vela pensando en las palabras de la anciana. No se lamenta por se un hombre triste, pero lo desconcierta saber que ama su tristeza. La ve como un merecido castigo por no salvar a Abigail y por lo tanto se complace en ser castigado. Sale de su cama y se dirige al balcón para tomar aire mientras que espera que la ciudad termine de despertarse y él pueda entretener su mente con la búsqueda de un nuevo negocio o empleo. Sale para ver el amanecer en el horizonte, pero su atención se desvía a  la derecha, al  ver a la distancia cerca a los manglares una silueta gris que se pierde en ellos. 

Sale de la habitación y baja las escaleras colocándose la chaqueta para protegerse de los vientos del amanecer, llega a la playa y camina por ella tratando de identificar en los manglares el sitio por donde se perdió la sombra. Siente una inquietante necesidad de saber que podría ser aquella figura, pero cuando llega a ellos no puede ver más que la espesura de las ramas, raíces y hojas. Camina por el borde del manglar una y otra vez pero no logra encontrar algo que le indique un camino a seguir. Esta a punto de rendirse, pero una extraña fuerza que lo hala desde el manglar lo lleva a mover  una rama donde se abre un pequeño camino con piedras. Mira alrededor y con un último vistazo a la ciudad que queda tras él se adentra en los arboles.

Atraviesa lentamente el manglar teniendo especial cuidado donde pisa, esquivando pequeños cangrejos que se le atraviesan en el camino, hasta que finalmente sale a una hermosa pero pequeña playa en forma de media luna rodeada en su totalidad por manglar. Gerard se queda fascinado observando el contraste de la hermosa y diminuta arena con el verde frondoso de los arboles y admira silenciosamente y sin moverse de su lugar,  a las elegantes garzas blancas que se posan en las puntas de estos. Finalmente se gira hacia el mar para admirar el amanecer en el paraíso, cuando ve en el agua una figura humana que flota en el vaivén de las olas. Su instinto lo empuja y sale corriendo en dirección al cuerpo que posiblemente se esta ahogando, pero se detiene en seco cuando el cuerpo se endereza en el agua y una hermosa mujer casi desnuda comienza a salir de ella.



El ve como toma su largo cabello negro entre las manos y lo exprime mientras que el agua  hace que su camisón y bombachas se le peguen al cuerpo creando una segunda piel. Gerard la observa  como camina  perdida en sus pensamientos sin percatarse de  su presencia hasta que finalmente lo ve y se queda al igual que él, clavada en la arena.

Se quedan estáticos mirándose a los ojos. Cada uno se asegura de que su mente no le este jugando una mala pasada creando la ilusión de otro ser humano a pocos pasos. Luciana comprende finalmente que es un extraño el que se encuentra a pocos metros y comienza a temblar por el terror de ser descubierta casi desnuda en un sitio tan alejado sin poder ser auxiliada. Gerard al ver aquel estremecimiento comienza a retirarse la chaqueta para ofrecérsela a aquella diosa del agua y protegerla del frio, pero Luciana lo interpreta como señal inequívoca de un hombre con ventaja que se dispone a sacar provecho de ella. Sabe que sus gritos de ayuda no podrán ser escuchados, así que hecha mano de su  inteligencia buscando la manera de persuadir al hombre en sus intenciones.

-Lo lamento señor, pero he trabajado toda la noche en las troneras de las murallas y atendí a siete hombres. Si decide respetar mi cansancio, prometo ofrecerle mis servicios gratis al anochecer y darle precio especial por una semana entera- Exclama altiva tratando de imitar la soltura que ella observa en las prostitutas cuando visitan algún enfermo en el hospital.

-Discúlpeme usted señorita, pero no entiendo que son las troneras- contesta Gerard aun fascinado por el sonido dulce de su voz. Luciana logra identificar un extraño acento en la respuesta de aquel hombre lo que le indica que es un extranjero recién llegado que aun no visita los burdeles ni los nidos de amor de las prostitutas.

-Lugares en los que las mujeres de la mala vida atendemos a los hombres que buscan diversión de una noche-  Contesta Luciana haciendo su camino hacia su mochila de fique para tomar el vestido. Gerard la observa mientras camina y comprende que no es una prostituta, solo una mujer evitando inteligentemente ser agredida. La turgencia de aquellos senos no son  como los de las mujeres que acostumbraba a llevara los cañaduzales. Es imposible que la mano de un hombre se haya posado en tan perfecto cuerpo.

-Es extraño que se refiera a usted misma como mujer de la mala vida. Generalmente son palabras utilizadas por señoritas ajenas a tan antiguo oficio-  Se burla Gerard terminando de quitarse su chaqueta. Tiene la necesidad de hacerla sentirse segura pero no puede evitar burlarse de ella. Luciana acelera el paso y toma rápidamente la mochila para cubrirse  con ella. Luego observa a Gerard que le ofrece la chaqueta.

-No se preocupe, no intentare nada con usted, aunque fuera prostituta, cosa que es difícil de creer-

-No necesito su chaqueta, tan solo gire para poder vestirme- Responde Luciana confundida al comprender que aquel hombre a pesar de no creer su historia no intentara propasarse. Sin embargo, no baja la guardia cuando Gerard da la vuelta para que ella pueda colocarse más a gusto su vestido.

-Me alegra escuchar que no intentara tomarme por la fuerza, ya que mi amante es el negro Matias, que posee la embestida de un burro. Entonces entenderá que cualquier atención suya solo podrá dejarlo en ridículo- Agrega Luciana cuando termina de colocarse el vestido. Luego  corre hacia el manglar para escapar de aquella playa donde queda Gerard fascinado con la astucia de aquella hermosa mujer.

Scarlet se encuentra en la cocina terminando de guardar los ingredientes que sobraron de la preparación de su medicina, cuando siente los pasos de su hermana que viene por el pasillo. Sale a su encuentro pero es atropellada por el abrazo de Luciana. Siente su corazón galopante y la respiración agitada, lo que hace que el temor se apodere de ella del mismo modo que su hermana.

-¿Que sucede Luciana?- Pregunta angustiada.

-¿Podrías regalarme un vaso de agua?-

-Por supuesto, ven y siéntate mientras lo sirvo- Contesta Scarlet dejando a su hermana temblando en la silla y sirve el agua. Luciana nota en el rostro de Scarlet el miedo que comienza a apoderarse de ella mientras le recibe el vaso, entonces decide mentirle para no preocuparla.

-He tenido que correr siete cuadras para llegar a casa. Me tope con dos perros que tenían rabia y por poco me atrapan-  Contesta sin mirarla a los ojos y se toma el agua rápidamente, pero Scarlet que bien la conoce sabe que algo diferente sucedió y se lo esta ocultando. Sin embargo decide callarse y dejar que su hermana se tranquilice.



Gerard regresa a la posada para encontrarse a Cedric sentado en un enorme comedor devorando todos los platos que la anciana Petra coloca frente a él.  Se sienta a su lado y toma un pan de una canasta en el centro de la mesa. Cedric se gira y frunce el ceño cuando lo ve.

-¿Que pasa?- Pregunta muy sorprendido y dejando escurrir por su boca pedazos de fruta.

-¿A que te refieres?-

-Por mil demonios Gerard, ¡Creo que tienes una sonrisa en tu rostro!- exclama al ver los dientes de Gerard revelados por primera vez en los tres años que llevan juntos.




NOTA DEL AUTOR



Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.