Nota del Autor
Queridos lectores
Quiero disculparme por no
publicar el domingo pasado, pero pase por un momento familiar muy difícil y no
pude hacerlo. Espero me entiendan y no lo tomen como una falta de respeto hacia
ustedes.
Los invito a continuar leyendo
esta historia que con cada capitulo se vuelve mas interesante, pero también quiero
invitarlos a que busquen a sus seres amados y les digan cuanto los aman.
Un abrazo y gracias nuevamente
por leer Corazones Sangrantes.
L. Farley
Gerard corre de nuevo al interior
de la casa y se encuentra con las mujeres en el comedor que lo observan con la
boca abierta, tal como lo hacen los niños en la vitrina de la dulcería de la
plaza. Inclusa Petra no puede disimular el encanto que produce aquel pecho y
abdomen tan bien formados.
-¿Quien era la mujer que acaba de
salir?- Les pregunta pero ninguna responde. Tan solo Petra sonríe y continúa
cortando las sabanas para hacer pañales para las cuatro nuevas criaturas. Ella
sabe quien es y sabe que su huésped es
uno más que ha caído bajo el encanto de Luciana. Piensa que es una lastima que
ella deje otro corazón roto.
-¡Respondan por favor!- Insiste
con un tono de voz mas fuerte, que saca a las criadas de la ensoñación de aquel
gran exponente masculino.
-Es la chica de las flores-
finalmente responde la menor de ellas ruborizándose y con una sonrisa coqueta.
-¿Como se llama?-
-No lo sabemos- Responde
encogiéndose de hombros. –La señora Petra y
Martina son las que siempre tienen contacto con ella- Agrega con un poco
de desdén al descubrir el interés de Gerard.
-¿Señora Petra puede usted
decirme quien era esa mujer?, ¿donde puedo buscarla?- Pregunta acercándose a
ella, pero la anciana levanta la mirada y le da una sonrisa lastimera junto con
unos pequeños golpecitos en la mejilla. Luego vuelve a tomar las tijeras para
seguir cortando.
- ¡Por favor!- Insiste Gerard
tomando una mano de la anciana.
-No puede hablar por una semana-
Le recuerda la criada. Sabe que su
patrona es una mujer de palabra y no hablara por siete días tal como lo
prometió.
-¡Mierda!- exclama Gerard con
frustración, pero cuando recuerda que Martina también la conoce sale disparado
hacia la habitación posterior. Abre la puerta sin llamar pero Martina se
encuentra profundamente dormida. Él se
lleva las manos a la cintura y suelta un bufido al comprender que deberá
esperar un poco mas para saber quien es la diosa del agua que no ha podido
quitarse del pensamiento. Sale de la habitación cerrando la puerta de manera
mas educada y sube las escaleras para llegar a su habitación. Cuando llega toma
uno de los tabacos de Cedric y se recuesta en la cama para pensar nuevamente en
su diosa.
Cuando la carreta llega a la
entrada de la casa Lemaitre, Atita abre una de las puertas del gran porton.
Luciana se baja de la parte posterior de la carreta sin esperar la ayuda de
Tiberio y entra en la casa apresuradamente. En la mitad del patio se encuentra
a Scarlet quien al verla sabe que algo ha pasado.
-¿Luciana que pasa? ¿Estas bien?-
- Si estoy bien, solo un poco
acalorada- Responde abanicándose con su mano y soltando un suspiro. Aun esta
sonrojada y no entiende la reacción de
su cuerpo por aquella visión.
- Luciana, ¿con quien crees que
esta hablando? Sabes que te conozco muy bien, y es la segunda vez que te veo…
esa mirada.- Scarlet toma su rostro entre las manos y la mira fijamente. – ¿O
vas a decirme que hoy también te encontraste con perros rabiosos?- Añade
sarcástica pero con una sonrisa.
- Por Dios Scarlet, ¿a ti no se
te escapa nada verdad?-
-No cuando se trata de ti-
Luciana la toma de la mano y la
lleva hacia la hamaca que se encuentra debajo de unos de los arcos de la casa. Sabe
que no puede ocultarle nada a su hermana y que ella no descansara hasta que le
cuente lo que sucede. Pero no quiere que
sepa que por fin un hombre ocupa sus
pensamientos. Puede interpretarlo como una señal para rendirse en la búsqueda
de una cura para su enfermedad, si ella concentra su mente en algo o alguien
más. Cree que dejar que un hombre se acerque significaría que esta dispuesta a
formar una familia y ella no lo haría si su hermana tampoco puede hacerlo sin
morir en el intento.
-Solo estoy preocupada- Exclama
tomándola de las manos y abrigándolas con las suyas.
-¿Por que?- Pregunta Scarlet un
poco angustiada, pero antes de que Luciana pueda responder ambas escuchan un
grito de su madre desde el despacho y el sonido de algo rompiéndose. Se
levantan y corren hacia el despacho donde encuentran a su madre maldiciendo y
arrojando a la pared todo lo que se encuentra a su paso.
-¡Maldita sea, cerdos
asquerosos!- Grita.
Luciana corre hacia ella y la
toma de los hombros sacudiéndola mientras que
Frederika continua lanzando
improperios al aire.
-¡Cálmate mamá!- Le grita
tratando de concentrar su atención en ella pero Frederika no deja de llorar y
de maldecir. Scarlet se acerca a ellas y toma el rostro de su madre en sus
manos como lo hizo con Luciana y con una suave voz la tranquiliza un poco.
-Cálmate, estamos contigo- Le
susurra.
Frederika se derrumba entre
lágrimas de dolor y cae en sus rodillas. Luciana la sigue en el piso y la acuna
en un abrazo mientras que Scarlet le acaricia el cabello. Esperan en el piso
pacientemente a que las lágrimas de su madre cesen para realizar las preguntas
adecuadas y entender la situación. Finalmente Frederika sale del abrazo de Luciana y se limpia las
lágrimas con el dorso de la mano y sin
dejar de mirar al piso les da a sus hijas
lo que para ella significa la peor de las tragedias.
-Lo hemos perdido todo- su voz
apenas es audible.
Luciana toma su barbilla y la
levanta para que pueda observarla.
-¿Qué quieres decir mamá?- Pregunta angustiada.
-Entregue nuestros últimos
ahorros a algunos comerciantes de Santa
Marta intentando sacar el negocio a flote, pero los desgraciados no me
entregaron mercancía ni me devuelven el dinero, tan solo me enviaron una carta
amenazadora pidiendo que no los busque ni les reclame nada- Los ojos de Frederika se vuelven a inundar con lagrimas. Scarlet se lleva las
manos a la boca tratando de ahogar un grito mientras que Luciana se
levanta furiosa y comienza a caminar por
el despacho con las manos en la cintura. Todas
saben que los pocos ingresos que el negocio familiar dejaba apenas lograba
cubrir las cuentas de los gastos de la casa, pero sin esa entrada de dinero la
situación seria aun más difícil.
-¡Iré con Tiberio a Santa
Marta a buscarlos y reclamar el dinero!- Exclama Luciana con una determinación que asusta a Scarlet.
Se levanta del piso y corre hacia ella tomándola de las manos.
-No lo hagas, Sabes que es
demasiado peligroso- Ruega con la voz
entrecortada.
-¡No puedo quedarme aquí a ver
como nos dejan sin nada Scarlet, tenemos que recuperar el dinero!- Contesta
furiosa. No esta dispuesta a dejar que nadie se aproveche de ellas.
-Estaremos bien, no vayas por
favor- Las lagrimas corren por las mejillas de Scarlet. Pero Luciana aun esta decidida a recobrar lo
que por derecho les pertenece.
-Claro que iré, si no recuperamos
ese dinero, no podremos tener a Maya ni Atita y mucho menos a Tiberio.- Responde soltando el agarre y dirigiéndose a el escritorio para buscar la
carta.
Scarlet se lleva ambas manos al
rostro a cada lado de sus mejillas al
entender la magnitud de la situación mientras que Frederika aun permanece en el
piso ahogada en un mar de lágrimas y arrepentimiento.
-No se preocupe por nosotras Niña
Lu- La voz de Maya en la puerta acompañada por Atita las sorprende. – No tienen que pagarnos nada, nos
quedaremos con ustedes si así lo desean.- añade mientras que Atita asiente
fuertemente con la cabeza reiterando las palabras de su madre.
Las hermanas Lemaitre se observan
entre si sorprendidas por la intrusión y la petición de las mujeres que mas que
criadas consideran familia. No tener que pagarle por sus servicios seria
demasiado injusto. Luciana considera que
darles un techo y alimento no es suficiente.
-No te preocupes Maya, iré a
recuperar lo que nos pertenece y todo será como antes.- Sonríe tratando de
trasmitir seguridad, pero por dentro el pánico de fracasar le aprieta el
corazón y le sacude el estomago.
-No lo haga niña Lu- exclama Maya
corriendo hacia ella y colocando sus
manos juntas frente al pecho en una
suplica. – Si algo le sucede será peor, ¿Y quien cuidara como usted a la niña
roja?-
Las palabras de Maya dan justo en
el corazón de Luciana, ella nunca ha
sabido pronunciar el nombre de su hermana, por lo cual siempre la llama la niña
roja haciendo referencia a su cabello y
a su nombre. Pero tiene un punto. Solo ella cuidaría adecuadamente de su
hermana.
-Maya Tiene razón- exclama Scarlet.
Sabe que es su punto débil y lo utilizara a su favor para evitar que su hermana
salga a buscar un peligro mayor.
-¡Pero aun así será muy difícil!
Tendremos que renunciar a Tiberio y algunas comodidades- Luciana aun trata de buscar excusas para salir a buscar su dinero. La cordura le dice que no es una buena idea,
pero la rabia le nubla el panorama.
- Estoy segura que Tiberio
también podría quedarse con nosotras, no tiene mas a donde ir, y si lo tuviera
no lo haría porque tu sabes que para el somos su familia- exclama Scarlet- Y en cuanto a las comodidades nos
acostumbraremos a vivir sin ellas. No
necesito tantos vestidos si no puedo salir a la calle y lucirlos- La crudeza de sus palabras golpean a Luciana. Debe mantenerse a salvo
para poder cuidarla.
-Esta bien, esta bien- Refunfuña.
– No iré a buscarlos-
El resto de las mujeres sueltan
un suspiro de alivio, menos la madre que continua en el piso llorando. Maya y
Atita la levantan y la llevan a la habitación mientras que las hermanas se
quedan en el despacho. Luciana se sienta en la silla y coloca ambas manos sobre
el escritorio sosteniendo su cabeza entre ellas, mientras que Scarlet se sienta
frente a ella.
-No te preocupes, lo superaremos-
-No lo se Scarlet, las cosas cada
vez se ponen mas difíciles-
-¿Por que lo dices? ¿Que ha
pasado?-
- Madame Cleo, vendió su…. negocio y ya no necesita nuestras
flores-Responde Luciana con voz cansada. Los enormes ramos que ellas entregaban
en el burdel les daban buenas ganancias, y ahora era una entrada menos de
dinero.
- ¿Eso es lo que te tiene tan…
extraña?- Pregunta Scarlet aun sin mucha seguridad de que eso sea lo que tiene
a su hermana tan alterada. Luciana aprovecha la oportunidad para
distraerla de la verdadera razón.
- Si, me lo dijo Tiberio luego de
hacer la entrega- Responde sacando la cabeza de entre las manos y recostándose
en la silla para mirar el techo,
tratando de esquivar la mirada inquisitiva de su hermana.
- ¿Mmmmm y que te altero la
semana pasada?- La pregunta de Scarlet
le confirma que no esta convencida, tiene que buscar una excusa convincente y
la encuentra en lo que le sucedió en la
casa de Petra. No puede volver a aquel lugar, entonces será un cliente menos.
- De regreso del Hospital me
encontré con la anciana Petra. Me dijo que no volviera a su posada porque ya no compraría mas flores- Responde
con la mirada aun fija en el techo para no delatarse.
-¡Oh Dios, eso es terrible!- La declaración de Luciana la aterroriza y
logra convencerla. Sabe que con lo que gana Luciana en el hospital y lo poco
que quedara como ganancia de sus flores no será suficiente para sostenerse.
-Tranquila, saldremos de esta-
-No lo creo Luciana, tal vez sea
hora de que yo….- Scarlet se detiene sin ser capaz de pronunciar las palabras.
Luciana se endereza en su silla para buscar la mirada de su hermana que ahora
se concentra en la madera del escritorio.
-¿De que tu que?, Scarlet-
-Tal vez yo deba internarme en el
convento, así tú podrás casarte y formar una familia con un esposo que te
acepte junto con nuestra madre- Responde
con voz entrecortada por el dolor de tener que aceptar una dura realidad. Pero
la respuesta de Luciana la hace sobresaltar en su silla
-¡Te prohíbo que vuelvas a decir
eso Scarlet!- Dice con voz furiosa.
- No hay otra opción- responde
apenas en un susurro.
-Claro que la hay- Responde
Luciana levantándose del escritorio y rodeándolo para llegar a su hermana. La
toma de la barbilla y levanta su rostro. –
Hablare con el nuevo dueño del burdel y
buscare mas clientes para tus flores-
Añade con un poco mas de suavidad y regalándole una sonrisa a su hermana
que deja caer una sola lagrima pero que le devuelve una sonrisa agradecida por
no dejar que ella renuncie a su sueño de enamorarse algún día.
Gerard concentra su mirada en el
techo de la habitación pero su mente se concentra en el momento que vio por
primera vez a su diosa. Recuerda perfectamente
como la tela de su camisón transparentado por el agua permitía
vislumbrar aquellos seños turgentes que se movían suavemente mientras ella
caminaba sin percatarse de su presencia. Se lamenta de no haber tenido mas
tiempo para admirar el resto del magnifico cuerpo que posee aquella mujer. Se
pregunta si ella sentiría el mismo deseo que el cuando lo sorprendió en el
baño. Sabe que la mirada que ella tenia mientras le recorría el cuerpo era una
mirada lujuriosa, y esa ilusión le alegra el alma y lo llena de orgullo. Sabia
por las prostitutas en Cuba que era un hombre apetecido, pero pensar que
era deseado por aquella mujer lo llenaba
de satisfacción.
Un toque en la puerta y una mano
asomada agitando un pañuelo blanco lo
aparten de sus pensamientos. Cedric finalmente asoma la cabeza con una
sonrisa burlona.
-¿Es seguro entrar o tendré que
dormir en nuestro nuevo negocio?-
-Vete a la mierda Cedric-
Responde Gerard pero su voz es tranquila. – como si para ti fuera muy difícil
dormir en una casa llena de mujeres fáciles- Agrega y no puede evitar sonreír.
Cedric sabe que esta en terreno seguro.
Entra en la habitación y se sienta en una mecedora que esta cerca a la cama de
Gerard. Coloca el pañuelo en la mesa que se encuentra entre la cama y la
mecedora y toma un tabaco de la caja que hay en ella.
-Lo lamento amigo. Pero si te lo
decía sabia que te negarías- Corta la punta del tabaco y luego lo enciende con
un fosforo que lleva en el bolsillo. -¡Ese es un buen negocio!- Añade chupado su tabaco y luego soltando el humo.
-Siempre y cuando no te comas la
mercancía- Responde Gerard con ironía.
-No lo hare, ¡Aunque inicialmente
si debo hacerles prueba de calidad!- Responde con una enorme sonrisa y luego vuelve
a aspirar su tabaco.
- Eres un pervertido – exclama Gerard
negando con la cabeza.
- Y tu un mojigato amigo, debes
venir y sentir la satisfacción de un buen abrazo de piernas-
-¡No me jodas Cedric!- Le
advierte pero su voz no es lo suficientemente intimidante.
-¡Vamos Gerard!- Lo alienta Cedric
estirándose y dándole un puño en brazo. -No te puedes pasar el resto de tu vida
tan solo…. alimentado a las prostitutas, ellas también tienen otra boca por la
cual comer- Se burla. El conoce bien las
tradiciones lujuriosas de su amigo. Se prepara de nuevo a correr cuando Gerard
se endereza y se sienta en el borde de la cama, pero su pregunta lo
desconcierta y lo deja estático en la silla.
- ¿En realidad estabas dispuesto
a ayudarme y escapar cuando creíste que había matado a esas mujeres?-
-Claro que si, no te lo hubiera
dicho si no fuera verdad- Responde con cautela.
-¿Pero por que? Si escapábamos lo
perderíamos todo-
-Supongo que así seria, pero
podríamos hacer fortuna en otro lado- Cedric trata de sonar despreocupado. Pero
sabe que es una conversación demasiado seria.
-¿No seria mejor dejarme en la cárcel
para que te pudieras quedar con todo?-
-¡Por supuesto que no!, No podría
dejar que algo te pase- Responde ofendido.
-¿Por que no?- insiste Gerard. Aun
no entiende que motiva a su amigo a mantenerlo a salvo a pesar de su propio
beneficio.
-Porque aun me siento en deuda
contigo- Resopla Cedric y recuesta su espalda en la silla y comienza a mecerse.
-Te libero de ese peso. Lo habría echo por cualquier otro. Esa era mi misión
como medico Cedric-
-Lo se, pero aun así siento que
aun no te he retribuido el regalo mas grande que me diste- Cedric vuelve a erguirse
y detiene el vaivén de la silla. Observa a Gerard que aun no parece entenderlo.
– Mi vida vale más que todo el dinero que tenemos. Hare lo que sea para que vuelvas a vivir,
como yo lo hice gracias a ti-
- Gracias Cedric, pero yo estoy
vivo gracias a ti- responde Cedric con una mirada agradecida.
-Pero aun no tienes amor por la
vida, aunque…. Parece que esta ciudad te sienta bien- Cedric exclama con una
sonrisa traviesa. Ha visto que Gerard sonríe
más desde que están en la ciudad y sospecha que se debe a una mujer.
-Tal vez amigo, tal vez- Se
limita a responder y su sonrisa se hace enorme. Cedric confirma sus sospechas y
se siente feliz por su amigo.
-¡Lo sabia!- exclama y le golpea nuevamente le brazo. – ¿Quien
es la chica?- pregunta emocionado-
- Eso es lo peor Cedric. Aun no
lo se- Responde hundiéndose nuevamente en su cama y dejando a Cedric aun mas
confundido.
Cuando el reloj del hospital marca
la una de la madrugada, Luciana abandona la limpieza y se dirige al pabellón de
mujeres donde su Amiga Abril Lacoture pasa ronda. Abril es una chica de buena posición
económica que no necesita trabajar, pero tiene una pasión por la medicina que
supera a la de Luciana. Ambas sueñan en viajar a Francia para estudiar y
graduarse como enfermeras profesionales en la escuela de enfermería de Marsella.
Un sueño que su familia no comparte. Ellas son las únicas mujeres que no son
monjas de caridad en el hospital, y ambas se encuentran trabajando en el hospital gracias a la ayuda del doctor Almenares.
Luciana la toma de la mano y la
lleva al pasillo frente a la entrada del pabellón.
-Abril, necesito que me cubras,
tengo que salir-
-¿Pero a donde vas? ¡Y a estas
horas de la madrugada!-
-Debo ir a la casa de Madame
Cleo, ella vendió su casa alguien mas y debo negociar con el nuevo dueño la venta de flores- responde Luciana con el
fastidio que su tarea representa.
-¡Estas loca! No puedes ir a un
lugar como esos. Si se entera alguien tú reputación se arruinaría y te echarían
del hospital- Abril trata de persuadirla.
-Lo se Abril, pero no tengo otra opción,
por eso debo ir ahora cuando la ciudad duerme-
-¿Y si alguno de los hombres que
va a esa casa te ve y luego sale a contarlo?- Pregunta Abril con las manos
cruzadas en el pecho e inclinando la cabeza hacia un lado. Luciana comienza a
caminar de un lado a otro frente a ella con una mano en la cintura y la otra en
un puño cerrado sobre su boca. Sabe que ya adentro de aquel lugar no le será fácil
ocultarse. Esta por desistir en su
locura pero una brillante idea la
encamina de nuevo en la arriesgada misión.
-Tomare la túnica del padre
Marino. Servirá para cubrirme el rostro-
Afirma con una sonrisa triunfante al encontrar una solución.
-¡Pero si ven la túnica pensaran
que el padre esta visitando a esas mujeres!- Exclama Abril horrorizada. Luciana
levanta las cejas con ironía. Es un secreto a viva voz de que el padre Marino
visitaba varias veces la casa de Madame Cleo y no precisamente para confesar a
las mujeres que viven allí. Ambas sueltan una carcajada y se dirigen al cuarto
de ropas donde el sacerdote guarda una túnica negra que utiliza cada vez que va
a ungir los santos oleos en algún moribundo.
Luciana toma la túnica y sale ayudada por
Abril por una de las ventanas del pabellón
que da hacia los jardines del hospital. Lo atraviesa y salta un pequeño muro
que separa el jardín de la calle. Se pone
la túnica y comienza su camino hacia La casa de Madame Cleo dispuesta a
negociar una buena tarifa por las flores de Scarlet.
Luciana por fin llega a la puerta
de la casa de Madame Cleo, luego de encontrase en el camino con tres gatos, un
borrachos y dos hombres que se acariciaban de manera sugerente en un muro de la
muralla. Toca la puerta y un hombre abre una pequeña ventana al lado de la puerta donde solo su
cara asoma.
-¿Quien es y que quiere?-
Pregunta el hombre con voz gruesa y atemorizante.
- Hablar con el nuevo dueño,
necesito negociar con el- Luciana responde
con voz pausada para ocultar el miedo que comienza a apoderarse de su cuerpo.
El hombre entrecierra sus ojos y frunce
los labios. Luego de algunos segundos que a Luciana le parecieron eternos él cierra
la ventana y abre la puerta.
El sonido de las notas alegres de
un piano y las risas de hombres y mujeres inundan los oídos de Luciana. La luz detrás
de las cortinas que hay al final del pasillo por el que ella camina le advierte
de la gran fiesta en las que todos se
deleitan. Sabe que no puede llegara allí
sin ser percibida, trata de dar vuelta y
regresar pero el hombre ya a cerrado la puerta.
Ella se queda congelada en su lugar hasta que el hombre le señala unas
escalas frente a ella. Luciana asiente y comienza a subir agradecida de que no
tenga que pasar por el salón principal. Cuando va en la tercera escala el
hombre le da una recomendación que la deja aun mas avergonzada.
-Cuando negocie con el Señor, eleve
mucho su tarifa. Este lugar no ha visto mujer más hermosa que usted y cualquiera
estaría encantado de pagar un alto precio por sus servicios-
Luciana continúa su ascenso enfadada por ser confundida con una
prostituta, pero se traga su orgullo y
toca la puerta que hay al terminar las escalas.
-¡Adelante!- Grita una voz del
otro lado. Ella toma la manija temblando y empuja la puerta. Cuando ve al nuevo
dueño sentado en la silla con ambos pies sobre el comedor y fumando un tabaco,
lo reconoce como el amable hombre que salía de la casa cuando ella entregaba
las flores.
Cedric se levanta de su silla
sorprendido al verla allí y vestida con una túnica. Pero una sonrisa se le escapa del rostro
cuando comprende el motivo para que la lleve. Es una chica prevenida y muy
valiente.
-Señorita, que sorpresa verla aquí- le sonríe para tranquilizarla y extiende la
mano a la silla frente al escritorio. –Por
favor siéntese- la invita.
-Muchas gracias señor, pero no me
llevara mucho tiempo esta visita- Responde ella con un poco mas de tranquilidad.
Aunque no lo conoce hay algo en él que le genera confianza.
-Mi nombre es Cedric Fouguet,
pero usted me puede llamar Cedric-
-Gracias nuevamente pero prefiero
llamarlo Señor Fouguet- Responde ella incomoda.
-Como usted guste- Responde Cedric
asintiendo con la cabeza. -¿A que debo
el honor de su visita señorita?- Añade
-Quisiera negociar con usted la
tarifa para los arreglos florales-
-¿Antes que nada puedo Saber cual
es su nombre?-
Luciana se mueve incomoda. Pero finalmente
contesta. –Me llamo Luciana Lemaitre-
-Bueno señorita Lemaitre, Madame
Cleo me informo que los arreglos florales son muy importantes para la decoración
del lugar, así que no se preocupe. Continuare comprándole las flores-
-Me alegra escuchar eso- Responde
ella. –Ahora negociemos la nueva tarifa- Añade un poco más segura en la conversación. Cedric levanta
ambas cejas sorprendido por la osadía de Luciana.
-¿Y que la hace pensar que aceptare
que aumente el precio antes acordado con Madame Cleo?-
- El que usted aceptara en
nuestro anterior encuentro que debo cobrar mas por la vergüenza de tener que
traer las flores, y ahora mas cuando tuve que venir a negociar por ellas-
Responde Luciana con altives y una sonrisa triunfadora que hace que Cedric vuelva
soltar una carcajada por su astucia y valentía.
Ambos ríen y más cómodos, empiezan una conversación
como entre viejos amigos sobre el precio y una forma de entrega más conveniente
para Luciana.
Son casi las dos de la madrugada
y Gerard da vueltas en la cama sin poder pegar un ojo. Antes de irse a dormir,
visito nuevamente la habitación de Martina pero ella aun continuaba dormida
mientras que las criadas se ocupaban de las bebes. No puede sacar de su cabeza aquella enigmática
mujer y su magnifico cuerpo. No tiene idea
de quien es, y esa incertidumbre lo esta matando. Finalmente se rinde y se
levanta. Se viste rápidamente y se
coloca un sombrero de ala ancha y levanta la solapa de su chaqueta. Sale de la posada en dirección al burdel para
buscar una mujer que apague el fuego que su misteriosa diosa a encendido, sin
imaginarse que ella se encuentra con su mejor amigo conversando en el despacho
del burdel.
NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.