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domingo, 17 de agosto de 2014

CAPITULO 19


En esta ocasión Gerard se siente un poco cohibido a diferencia de su primer encuentro en similares condiciones. Ahora Luciana no es una mujer misteriosa. Es la mujer que logró despertar en él un sentimiento que creía muerto desde el dia que abandono Paris, y por lo tanto le debía respeto. Por su parte Luciana continuaba paralizada en su lugar  contemplando la generosidad que la naturaleza le ha otorgado al escultural cuerpo de Gerard. Aunque conoce a la perfección la anatomía masculina por su profesión, el espectáculo que sus ojos presenciaban le secaba la garganta y la remontaban a su sueño obsceno al contemplar en vivo al mismisimo protagonista.  Él,  al ver su  asombro y como ella trata de pasar saliva a través de su garganta, se deshace de la timidez  disfrutando la mirada  significativa que Luciana le da a su virilidad, y  rompe el silencio con una broma.

-Ese mi mejor amigo, ¡pero creo que ya lo conocías!- dice con la endemoniada sonrisa que lo caracteriza. Luciana reacciona por fin y se gira envuelta un calor sofocante, provocado más por el deseo y recuerdo que por la vergüenza de la intrusión.

-Lo lamento. Pensé que estaba dormido- Responde con la voz chillona y entrecortada. Piensa en salir corriendo nuevamente pero sabe que sus piernas temblorosas no la llevarían demasiado lejos. Además, algo en las inmediaciones de su abdomen y su intimidad le pide que se gire nuevamente o como mínimo que permanezca en el lugar.

Gerard no puede evitar la ironía de la situación y al mirar a su creciente virilidad tomar presencia en la conversación  le suelta la segunda broma para relajar a Luciana de su tensión.  – Lo estaba. Pero llegaste y me despertaste nuevamente-

Ella  suelta un resoplo para liberarse del bochorno  al comprender a lo que se refiere Gerard. Inhala profundamente para refrescarse y tomar valor para hablar, pero sobre todo para huir.

-¡Mejor me voy!-

-¡No!, espera me pondré algo- Responde apresurado estirándose para tomar el pantalón, ya que no quería incomodarla a tal punto que decidiera irse. –Perdóname si te ofendí- Agrega subiéndose los pantalones tan rápido como puede, pero la humedad en el cuerpo no es muy buena aliada para permitir que la  tela se resbale con suavidad a través de su piel.

-No lo hiciste, pero mejor te espero en la sala-

- ¡Ya tengo el pantalón puesto!- exclama Gerard abotonándose el pantalón y buscando con la mirada la camisa que se encuentra colgada en el  perchero que esta junto a la puerta pero que él no logra encontrar. No quiere que ella salga de la habitación, ya que probablemente no se detenga solo en la sala.  Quiere aprovechar la oportunidad de verla en un dia que no pensaba que podría ser posible. Ella se gira un cuarto de vuelta con la mirada baja sin el valor de confirmar la afirmación de Gerard, pero con el rabillo del ojo logra ver su pantalón por encima de sus pies desnudos.




-Tan solo venia para despedirme. Me tengo que Ir-  Murmura suavemente  Luciana sin terminar de sentirse cómoda para dar una explicación de su partida, pero rápidamente es alcanzada por Gerard que olvida la camisa cuando su corazón le retumba fuertemente en el pecho por el temor que le generan las palabras de que ella le acaba de pronunciar. No concibe la idea de perderla  cuando recién la ha encontrado.

-¡Irte!  ¿Qué quieres decir?- Le pregunta sosteniéndola de los brazos frente a él y con la mirada suplicante de una explicación. Luciana consternada por aquella reacción  e invadida por la certeza de un amor le acaricia la mejilla para tranquilizarlo. –Tan solo viajare a la capital por algunos días, tengo que atender unos asuntos familiares-

Gerard deja salir un fuerte suspiro de alivio y descansa su frente en la de Luciana.  El temor de pensar que ella renunciaba a su relación lo deja por un segundo sin fuerzas y lentamente se repone con la caricia de Luciana en su rostro. –Creí que me dejarías. Que no estabas dispuesta a amarme- Le  susurra explicándole su miedo.

-¿Por qué crees que haría algo como eso?- Le pregunta confundida tomando su cara con ambas manos y buscando su mirada. -¿Acaso no sientes mi amor por ti?-

Gerard le sostiene la mirada sin saber si es adecuado darle la explicación y contarle como fue advertido por Petra, el doctor Almenares y la mismísima Abril sobre la reticencia de ella para enamorarse. Como si el amor fuera para ella un obstáculo en su vida.

-Claro que lo siento. Solo tengo miedo de perderte- Se limita a responder vaciando con su mirada todo el amor que ella logro encender en  él. – Parece que eres una chica difícil- Agrega con una sonrisa triste.

Luciana le regala una sonrisa compasiva imaginando la causa de su temor. Piensa que probablemente él ha sido advertido sobre la “fóbica al amor” como algunas personas  la llaman. Solo espera que quienes lo hayan hecho no utilizaran aquella expresión. – Pues felicitaciones señor, tiene entre sus brazos a la chica más difícil de esta ciudad- Agrega rodeándole el cuello con los brazos.

Gerard  sonríe y asiente suavemente como agradeciendo por la felicitación. – Muchas gracias señorita, pero en mi país las felicitaciones se acompañan de un beso-  Agrega levantando u ceja de manera picara. Luciana se burla de él soltándolo y escapándose de su agarre.- Entonces es una fortuna que no estemos en su país, porque en este  las palabras son suficientes- Responde agitando su mano fingiendo desdén.

Gerard  niega con la cabeza, pero complacido por el ingenio de su chica sonríe y le da una sugerencia con voz muy sugestiva, respaldada por ese acento francés que hace que las sensaciones que ella percibió al verlo desnudo se intensifiquen. – Es bueno aprender nuevas costumbres. Más aun de un país que piensas visitar-  Responde mientras da un paso hacia ella.

Luciana comienza a caminar en sentido contrario para alejarse sin darse cuenta que se adentra más en la habitación, ya que sus ojos se encuentran clavados en los de él. –Usted lo ha dicho señor. El que piense visitarlo no significa que pueda hacerse realidad- Responde aun con fingido desdén, pero con una suavidad en la voz que ella misma desconoce. La voz de una mujer que inicia un juego de seducción.

-Yo podría llevarte-

-¿Y por qué haría algo como eso?-

-Creo que en este mismo momento haría lo que fuera por un beso suyo- Responde justo cuando  Luciana logra interponer entre ambos una silla.  Ella sonríe y  expone de manera significativa su labio inferior mientras  levanta una ceja. Como quien se apodera de alguna información privilegiada.

- Es bueno saber que tengo tanto poder. Podría aprovecharme de usted señor-

-Nada me haría más feliz señorita- La endemoniada sonrisa vuelve a aparecer en el rostro de Gerard y Luciana tiene que  reunir toda su fuerza para que su cerebro logre formular una respuesta a tan sugerente idea.

-No soy muy buena aprovechándome de alguien. Nunca antes lo hice-  las palabras de Luciana suenan más serias dándole la importancia al verdadero significado de estas en el trasfondo de la conversación. Gerard entiende lo que ella trata de transmitirle  y aunque  en realidad nunca pensó que una mujer se debería valorar por su virginidad, agradece infinitamente saber que tan bella obra de la naturaleza continua inexplorada.

-No me importaría no ser el primero, pero espero que sea la última persona de la cual se aprovecha señorita-  Sus ojos y sus palabras transmiten una súplica amorosa tan dulce que Luciana  no puede evitar sonreír aliviada. Gerard la alcanza y le toma las manos.

*-Merci pour donner de l'amour. Je t'aime Luciana- Susurra suavemente.

Luciana cree reconocer dos palabras importantes en aquella frase, pero  antes de poder preguntar su significado, siente sobre sus labios la tibieza del aliento de Gerard que  detiene a milímetros de su boca la de él, esperando la autorización para un beso.  Ella agradecida por el respeto que le demuestra al esperar un  consentimiento le pide un último favor antes de entregarse a la miel del deseo envolviéndole el cuello con los brazos.

-Por favor enséñame Francés-


Se funden en un abrazo mientras sus bocas inician la danza de lenguas con roces suaves y succiones leves de labios. Se exploran sin prisa y sin recelo de ser descubiertos. Entregados a  la necesidad de fortalecer su amor con las caricias que solo las bocas expresan. La humedad del pecho de Gerard y las gotas que aun descienden de su pelo, mueren en la suave y delicada tela del vestido de Luciana evidenciando la falta de un corsé, ya que sus pezones señalan su excitación.

Gerard que en toda la mañana no pudo aplacar el deseo, siente como de nuevo este se apodera de él.  Lleva su mano hasta el cuello de Luciana y suavemente la desliza por su pecho hasta llegar a su turgente seno.  Ella da un respingo sorprendida y  detiene el beso. Lo mira asustada con la mente nublada por primitivos deseos y negaciones. El comprende su temor y le besa la nariz.

-Somos nosotros mi diosa. Pero solo te hare mía si tú lo deseas-

-Tengo miedo-

-Lo entiendo- Susurra suavemente casi resignado a una negación, pero alimentado por la cercanía y el aroma a fruta y miel que emana del cuerpo de Luciana.

-¿Me amas?- Pregunta ella para asegurarse de haber entendido algo de aquellas palabras. Pero principalmente para poder validar la  entrega de su cuerpo y de su amor.

-Creo que desde que te vi en la playa. ¿Y tú?-

-Te odie-

-¿Me odiaste?-

-Sí, porque en el fondo sabía que me harías amarte- Responde en un quejido y se entrega nuevamente a los brazos de Gerard que la sostienen con mayor fuerza mientras sus bocas le dan el rienda suelta al amor,  y al inicio de un siempre.

Gerard la levanta  y la lleva a la cama cuidando de no descargar en ella todo el peso de su cuerpo. Desea asegurarse que todas las sensaciones  sean para ella  gratificantes, pero sobre todo  para que ninguna incomodidad se aloje en el recuerdo tan sagrado en el que se convierte la primera vez.  Luciana se olvida de la razón y permanece inmóvil permitiendo que el deseo materialice el amor que siente por Gerard, dejando que con sus labios, él le recorra el cuello mientras con una de sus manos libres desliza una manga de su hombro liberando un seno del vestido.  Gerard llega hasta el y con una suave lamida a su pezón  envía a Luciana a un nuevo mundo de sensaciones gratificantes.



Ella invadida de placer toma entre sus manos la cabeza de Gerard y lo dirige hasta su otro seno, ansioso de tan sublimes atenciones. Él se relaja aún más, complacido por la entrega irreversible de Luciana y lo acaricia con su boca, fortaleciéndole la excitación  con un suave mordisco a lo que ella responde con un quejido de satisfacción que se convierte en música en los oídos de Gerard. Luego Se aventura a  acariciarle las piernas subiéndole el vestido, y es sorprendido por la impetuosidad de Luciana que en un ágil movimiento lo empuja de la cama mientras se deshace de su vestido  rodándolo por su cabeza. Gerard observa sentado desde el suelo con gran fascinación  los senos libres de Luciana que se encuentra sentada sobre la cama mientras lo observa con el rostro sonrojado y la respiración agitada. Le regala una sonrisa tímidamente culpable y le extiende la mano para invitarlo a subir nuevamente, Él la toma besándole el dorso y luego la palma, subiendo con suaves besos por su brazo mientras escala nuevamente en la cama. Luciana se recuesta de nuevo ansiosa de  seguir experimentando las reacciones de su cuerpo.  Gerard se concentra una vez más en saborear sus senos  mientras que ella le acaricia la espalda. El responde con un quejido que limita entre el placer y el tormento, ya que es la primera vez en cuatro años que se permite la caricia de una mujer diferente a Abigail, y se sorprende de saber que su recuerdo no es un impedimento para seguir amando a su bella diosa.

Se desliza con su boca por el abdomen de Luciana  hasta llegar al ombligo donde su lengua juega con el, enviándole un mensaje subliminal a su entrepierna  con dicho estimulo. Ella lucha con la vergüenza y el deseo mientras Gerard le retira las sencillas pantis blancas de algodón que cubre más de lo necesario.  Él le ancla los ojos mórbidamente y se humedece el labio inferior deseando besarla y prepárala para su intrusión en tan majestuosa virtud, mientras ella abre sus mulos acoplándose naturalmente para recibir el placer  de boca de Gerard.

El  toma una de sus piernas y la coloca sobre su hombro y entre besos ascendentes le susurra suaves palabras que son indescifrables para el sofocado cerebro de Luciana.

*- vous. Êtes. Une. déesse. Une. Belle. femme.-


Luego se sumerge en su candor inmaculado donde su lengua y labios son los invitados a un clítoris anfitrión. Ella se retuerce de placer pero sus ojos continúan enfocados en ese rostro pleno que se pierde en el paraíso de su intimidad y entre abre la boca  como si una extensión de ese beso se congelara en sus labios.

Sus manos libres y diestras se encargan de sus senos, apretándolos suavemente mientras se va perdiendo en enmarañadas sensaciones. Gerard saborea su candidez mientras  observa con admiración la sensualidad con la que Luciana se derrite en su boca. Esta más que listo para introducirse en ella  y marcarla como suya,  pero espera el momento adecuado y con una mano comienza a deshacerse del pantalón.  

Luciana se enciende cada vez más. Sus manos aferradas  a la sabana como quien se aferra a la vida, se preparan para ser el soporte de ese eclipse de satisfacion que comienza a formarse en su interior, hasta que Gerard con un fino  movimiento de su lengua,  la hace estallar en placer y feminidad.

Aprovecha que ella  todavía está perdida en la sensación para introducirse con determinación. Luciana apenas logra sentir algo de incomodidad ya que su  placer pulsante aun no la abandona. Él le toma el rostro entre sus manos para observarla.

-¿Estas bien?- susurra con la voz agitada.

-Mucho- Responde ella  igualmente agitada pero con una sonrisa.

Gerard cierra los ojos complacido y se concentra en sacar lo mejor de él sin lastimarla. Inicia empujando suavemente en su interior sin deslizarse fuera de ella. Esperando que se acostumbre a su presencia, pero también  lo hace para  comprimir su clítoris con el pubis y llenarla de deseo nuevamente. Luciana se hace consiente del dolor cuando su clítoris se relaja.  Pero a medida que él se mueve con suavidad,  experimenta una vez más el deseo que choca contra ella. Lo abraza con las piernas impulsándolo para que se estrelle con ese pequeño punto al que ella le restó importancia pero que él había convertido en el más satisfactorio. Ambos luchan para evitar que el dolor se adueñe de la escena, y lo logran cuando Luciana comienza a tensionarse reconociendo el inminente estallido. Gerard se acelera perdido en deseo cuando ella  gime de placer y con el último destello de razón sale de su interior para estrellarse con su pene en el clítoris y derramarse en el  pubis de Luciana.

Ambos descienden de su Nirvana pero permanecen fundidos en un abrazo enmarañado de manos y piernas. Se contemplan mientras tratan  de llevar suficiente aire a sus pulmones y se reconocen en la mirada la felicidad de la primera vez.




*Merci pour Donner de l'amour. Je t'aime Luciana:  Gracias por devolverme el amor. te amo Luciana.


*vous êtes une déesse. une belle femme : Usted es una diosa. Una hermosa mujer.


 


NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.
 







domingo, 10 de agosto de 2014

CAPITULO 18





El resto de  semana transcurre en medio de una feliz monotonía para Luciana y Gerard. Todas las mañanas él la espera mientras ella se cambia sus trajes por la túnica de trabajo y luego viven un íntimo momento para el saludo matutino que es gustosamente acolitado por Abril,  que se encarga de vigilar para que los jóvenes enamorados no sean sorprendidos por las ancianas alérgicas al amor como ella llama a las monjas del hospital.

Aquel beso matutino cada vez se vuelve más intenso y necesitado a medida que pasan los días. Luciana se siente más confiada y Gerard más decidido a aprovechar   aquel pequeño cuarto donde puede disfrutar de un beso que les debe durar por el resto del día, en el que se limitan a pequeñas conversaciones estrictamente laborales y a calurosas miradas en la distancia que son bien disimuladas en la presencia de las monjas. Muy ocasionalmente, Gerard se arriesga por un roce de manos o una palabra dulce y Luciana por una sonrisa comprometedora, pero por más que lo intentan, no pueden engañar al eminente doctor Almenares que disfruta de aquellas efímeras escenas a medida que también se encuentran complacido con la habilidad, buena praxis y excelente trato que Gerard ejerce con sus pacientes.

Al finalizar el día laboral ambos salen acompañados por Abril para evitar suspicacias. Luego de dejarla en su casa Gerard camina con Luciana más lento de lo necesario tratando de alargar el tiempo  que pasan juntos.

El martes hablan del personal médico y el concepto que cada uno tiene de ellos.  El miércoles son las monjas el objetivo de la conversación y muy pocas salieron bien libradas del juicio. Sobre todo por las apreciaciones que Luciana hace de ellas, ya que a lo largo de cuatro años ha logrado presenciar y soportar algunos comportamientos no muy propios de mujeres que se creen tan cerca de ser santas.

El jueves la conversación se tornó un poco más personal cuando Gerard le preguntó sobre su vocación de enfermera a lo que Luciana responde con algo de evasivas. Le explica su deseo y necesidad de cuidar a su hermana desde que eran niñas pero sin hablarle sobre la extraña enfermedad de Scarlet y del artesanal medicamento con el que ella lograba mantenerla con vida. Luego desvió la conversación indagando  la causa por la cual él había abandonado Francia donde la medicina era tan próspera. No entendía por qué en dejar un lugar con el que ella sueña y en donde se puede aprender tanto, pero Gerard también responde con evasivas sobre la pérdida de toda su familia y su deseo de ayudar a otros en situaciones más precarias  sin mencionarle a Abigal y como su muerte fue un determinante en su decisión de huida. 

Para el viernes  permanecieron en  silencio mientras caminaban tan solo disfrutando de la compañía del otro, ya que  sabían que ese fin de semana no compartirían tiempo juntos, ya que al dia siguiente él se mudaría con Cedric a la nueva  casa  y aunque él sugirió acompañarla el domingo a  entregar los arreglos florales ella lo convenció en esperar hasta el lunes para verse en el hospital, para no seguir levantando especulaciones.  Cuando llegaron al  habitual punto de despedida  volvieron a fundirse en un agitado beso protegido de las miradas de extraños por la  cómplice y oscura noche que era ayudada por un grupo de pequeñas palmas en fila que custodiaban la estatua de un prócer de la ciudad.  Luciana sentía con cada uno de aquellos besos como sus piernas flaqueaban, lo que hacía que Gerard la estrechara más fuerte entre sus brazos, creando un magnetismo y una necesidad primitiva de saciar sus deseos que con cada noche se hacían más salvajes. Sensaciones que Gerard bien conocía y que Luciana por primera vez experimentaba pero que ambos disfrutaban y que con dificultad  podían limitar al contacto de labios.


Luego de despedirse de Gerard, Atita la recibía con la habitual sonrisa pícara, que rápidamente se convertía en una temerosa cuando Luciana le entregaba una mirada de advertencia seguida de un dedo sobre la boca.  Scarlet que había creído reconocerle la mirada de amor logro ser convencida  por Luciana  desde la primera noche, que tan solo era la felicidad que le causaba haber logrado ser asistente del doctor Almenares en los procedimientos quirúrgicos.  Aunque le costaba entender como alguien podía vivir sin amor, creyó comprender que el amor de su hermana era el trabajo, y el reconocimiento a su buena labor era lo que la mantenía tan satisfecha. Pensaba que el destino se había equivocado al entregarle a cada una sus más fervientes deseos. Luciana debería haber nacido para enamorarse y disfrutar del amor y su salud, mientras que ella debería haber amado la enfermería  ya que el mismo amor y la salud habían sido negados para ella.



En la mañana del sábado Luciana se despierta consumiéndose en el calor abrazador de un sueño obsceno  provocado por el recuerdo de sus besos con Gerard. Estaba sonrojada por el calor y  la vergüenza de ser  la protagonista de escenas propias de amantes indecentes, sin embargo, ese recuerdo la acompaño el resto del dia  como un bálsamo  que le ayudaba a sobre llevar  su primer dia sin él mientras se ocupaba de la casa y ayudaba a Scarlet a terminar sus arreglos florales.

Por su parte Gerard  trataba de sentirse cómodo con  la presencia de Amaury   mientras les entregaba a Cedric y a él la nueva casa explicado los arreglos que le había hecho, vanagloriándose por haber realizado un trabajo tan esplendoroso en tan poco tiempo, lo que hacía que Gerard se sintiera más  irritado con su presencia. Finalmente, al terminar el dia pudieron  instalar sus cosas y al percibir que la casa era demasiado grande para ellos  acordaron buscar a alguien para atenderla. No tuvieron que debatir mucho y se decidieron por Martina. Gerard  sentía cariño y compasión  por ella  luego de que la ayudo a traer al mundo a sus hijas, además sabía que era una mujer que no caería fácilmente en las sabanas de Cedric ya que era una mujer bien atendida por el hombre más viril y elongado  de toda la región, y no cedería a sus acosos para poder mantener un empleo que le permitiese estar con sus hijas.  Cedric por otro lado lo hacía por una razón más simple, le encantaba como ella cocinaba.



El domingo Luciana inicia el dia  más climatizada por la ausencia de un sueño provocativo, pero aun acompañada por el recuerdo del anterior. Mientras que  Gerard fue quien  percibió en un sueño como su hermosa Luciana  disfrutaba  en el mar el choque de las olas sobre su  esbelta desnudez.  Decidió levantarse en el momento que sintió que Cedric regresaba del  burdel y  realizar un poco de ejercicio para aliviar la tensión sexual que le había provocado el sueño. Salió a correr por la playa acompañado del sonido de las olas que morían en la arena, desviando  su mirada del camino para observar el mar, con la tonta ilusión de encontrar entre las olas la escena que su mente le había  ofrecido mientras dormía la noche anterior, y luego de varios kilómetros regreso al darse cuenta que necesitaría una ducha fría para ayudarse en el deseo, y si acaso  el agua no  le ofreciera el sosiego necesario, tendría que ocuparse de la situación por su propia mano.

Mientras tanto Luciana  terminaba sus entregas habituales y se dirigía al mercado para encontrar buenas noticias de parte de Aurelio el comerciante, pero el aliento se  le quedó atrapado en el pecho cuando  este le da la noticia que ella no quería escuchar.

-Lo lamento, pero no conseguí que alguien más traiga sus bolsas de  pastor- Le dice el anciano en cuanto la ve acercarse con la mirada escrutadora pero esperanzada.

-¿Por qué no? ¡Pagare bien por ellas!- exclama casi en un grito con el temor a punto de sacarla de sus cabales.

-Nadie lo considera un buen negocio. Es un viaje largo para  tan pequeña cantidad. Los gastos de trasporte superarían por mucho lo que me pagaba por ellas- Responde  colocándole una mano sobre el hombro explicándole lentamente como si para ella fuera muy difícil de entender.  – Yo las traía porque tenía que visitar a mi hermana y aprovechaba la ocasión para hacerlo- Agrega.

-¡Pagare lo que sea! Por favor ayúdeme a encontrar a alguien- suplica desesperada. El anciano se apiada de ella y le ofrece una alternativa.

-No creo poder encontrar a alguien, y si lo hiciese pronto usted caería en la ruina. Tal vez pueda haber otra solución-  Le dice llevándola a una silla que se encuentra cerca y ofreciéndole un pañuelo para que Luciana pueda limpiar las lágrimas que comienzan a rodar por sus mejillas.

Lentamente Aurelio  le explica una posible estrategia para abastecerse de la preciada planta, y a medida que la detalla, la esperanza crece en el corazón de Luciana. Una carta, la confianza y un viaje son los ingredientes de la solución, y Luciana aunque temerosa decide aceptarla.

Toma la carta que el anciano rápidamente escribe, y se dirige a la casa del doctor Almenares. Él interrumpe su almuerzo alarmado  cuando es informado por la criada de la presencia de  Luciana en la puerta. Imaginando  que  algo le ocurre a Scarlet toma su maletín y sale rápidamente pero su ansiedad se transforma en confusión cuando Luciana le pide uso minutos para hablar.


Cuando  se encuentran  en el despacho de la casa, la señora Almenares le ofrece  a Luciana un jugo de sandía para refrescarse tratando de  permanecer en la conversación pero la mirada amonestadora del doctor la hacen salir de la habitación. Un poco mas tranquila con la privacidad Luciana inicia la conversación.

-Necesito pedirle unos días para faltar a mi trabajo-

-¿Qué sucede?-  Pregunta sorprendido de una solicitud tan extraña por parte de  Luciana. Generalmente tiene que rogarle para que tome  vacaciones. – ¿Te encuentras enferma?-  Agrega sin poder encontrar una razón lógica.

-Estoy bien, pero necesito viajar a la capital-

- No lo entiendo. ¿Qué harás en la capital?-

-El hombre que me vendía las bolsas de pastor para la medicina de Scarlet no puede hacerlo más, pero  me dio esta carta para que visite a su hermana y pueda negociar con ella un trato que nos beneficie a ambas-  Exclama entregándole la hoja de papel al doctor. Él lee con detenimiento como el anciano le pide a su hermana que negocie un cambio justo con Luciana. Sugiriendo el intercambio de telas recién llegadas a puerto de la ciudad provenientes de Europa por las plantas que ella tanto necesita.

-¿Por qué no buscas otro comerciante?- Pregunta devolviéndole la carta.

-Ya lo intenté pero nadie está interesado-Responde con la voz  entrecortada.

-Las telas importadas son más costosas que las bolsas de tabaco- el trata de hacerle entender que la inequidad en ambos productos.

-Por eso necesito viajar, para pactar un intercambio justo-

El doctor Almenares asiente comprendiendo la importancia pero aun no muy convencido   -¿Quién te acompañara?- Pregunta.

-Nadie. Iré yo sola- Responde tranquila, pero cuando ve los enormes ojos del doctor aterrado con la idea se apresura a dar la explicación. –No tengo dinero suficiente para llevar a alguien mas-

-¡No es seguro que una mujer viaje sola!-

-Estaré bien. Se cuidarme-

-Eres muy ingenua Luciana. Es demasiado peligroso que una mujer  viaje por barco sola. El camino es largo y podrían aprovecharse de ti. Es peligroso incluso para los hombres – La reprende.

-Lo entiendo, pero no tengo mucho dinero para llevar a alguien más y si lo tuviera ni Tiberio ni Atita serian de gran ayuda. No tengo opción- Responde tratando de que el hombre que ella considera como un padre comprenda y acepte.

- ¿Cuándo te piensas marchar?- pregunta resignado pero con una idea formándose en su cabeza.

-En el barco que sale esta noche-

-¡nada de eso! Saldrás mañana en la noche acompañada del doctor Caicedo- Responde decidido como quien impone una ley.

-¿Con el doctor Caicedo?- Pregunta sin comprender porque él la acompañaría en su viaje. Pero el doctor Almenares se lo explica con la tranquilidad de una excelente solución.

-El viajara  mañana  a la capital para iniciar su especialización en patología. Recuerda que afortunadamente pronto será el encargado de la morgue-  Le responde con  una mirada cómplice ya que ambas saben que el doctor  Caicedo tiene muy poco tacto para pacientes  vivos.

-Está bien. Me parece una buena solución. Empacare para el viaje-  Exclama  levantándose de su silla con la esperanza renovada.

- Y yo me encargaré de avisarle al doctor  Caicedo para que también coordine tu viaje de regreso- contesta mientras se  acerca a la puerta para acompañar a Luciana hasta la puerta de la calle.

-Muchas Gracias doctor. No sé cómo agradecerle-

-Tan solo mantente a salvo y viaja tranquila que yo cuidare de Scarlet-

Luciana suelta un suspiro cuando su mayor preocupación es aliviada con las palabras del doctor. Y sale  de la casa con rumbo a un destino arriesgado que no estaba en los planes pero muy necesario. Le pide a Tiberio que se vaya a casa mientras ella inicia su camino Hacia la calle del Molinete.



Cedric se levanta y se encuentra con Gerard que regresa sudoroso de su recorrido.  No quiere  esperar que se duche y decide ir solo a la casa de Petra para saldar la deuda pendiente por los días que permanecieron en la posada, y  aprovechar la oportunidad  para hablar con Martina y ofrecerle el empleo.   Toma de la cocina las pocas galletas que encuentra para entretener su estómago mientras  que Gerard se sumerge en la nueva tina de agua helada que tanto necesita. Cedric sale de la casa e inicia su camino a casa de Petra pero a  uno pasos de distancia  de la puerta  escucha una voz que lo llama. Se gira y ve a Luciana que viene corriendo. Sorprendido se devuelve y finalmente convergen en la entrada de la nueva casa.

-Buenos días Luciana.  ¿En qué puedo ayudarte?-

-Estoy buscando a Gerard- Responde tímida.

-Pues tan solo debes entrar y lo encontraras-

-¿Puedes llamarlo por mí?-  Le pide aún más tímida. Suficientemente incomodo es ir hasta su casa para buscarlo y lo sería aún más si entrara sin la compañía de alguien que desvirtúe las especulaciones  de una joven en la casa de un hombre soltero.  Cedric con una sonrisa maliciosa y casi dibujándose un par de cuernos en la cabeza por la travesura que va a propiciar se excusa.

-Lo lamento pero estoy algo apresurado- Saca la llave  de su bolsillo y abre la puerta de par en par iniciando su camino y  dándole indicaciones a la sorprendida Luciana para que encuentre  a Gerard. –Su habitación es la primera a la izquierda. ¡Su sueño es tan pesado que creo que deberás despertarlo tú!- Afirma regalándole un fuerte guiño y alejándose con su sonrisa traviesa.

Luciana permanece indecisa en la entrada, pero cuando se da cuenta que mientras más tiempo permanezca allí  mayor sería la probabilidad de ser vista por alguien,  decide entrar. Camina admirando la decoración  y la elegancia simple de una casa ubicada en una calle tan deprimente y esperando que su agitado corazón se calme para poder informarle a Gerard sobre su viaje.  Después de tomar valor se  acerca a la puerta y llama tímidamente, pero Gerard se encuentra en el baño sumergido en la tina y no logra escuchar el llamado. Luego de algunos segundos ella lo intenta nuevamente golpeando con mayor fuerza  la puerta. Gerard siente suavemente el llamado pero no le da importancia creyendo que es el crujido de las tablas del techo que sucumben al calor abrazador del medio dia.

Al no obtener respuesta Luciana cree en las palabras de Cedric cuando afirmaba que su hombre tiene un sueño profundo e intenta despertarlo de diferente manera.

-¡Gerard!-  Exclama  golpeando la puerta.  Él escucha la voz pero le parece imposible que sea verdad y lo atribuye a su imaginación y deseo por ella.

Luciana lo intenta nuevamente frustrada  y temiendo que deba abrir la puerta y entrar para despertarlo. -¡Gerard abre la puerta por favor!-



Gerard confundido se levanta de la tina. Esta sorprendido por las magnitudes de su imaginación y decide salir del baño a la habitación sin tomarse la molestia de tomar una toalla. Cree que su mente juega con su deseo y no es realmente Luciana  la que llama. Justo en ese momento ella decide entrar para despertarlo, pero una vez más se  encuentra con su escultural cuerpo desnudo por el que  resbalan gotas de agua. Ambos se quedan paralizados en su lugar sin imaginar que el destino les tenía predestinado este encuentro para poder fortalecer su amor antes de ponerlo a prueba.


NOTA DEL AUTOR 

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.















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domingo, 3 de agosto de 2014

CAPITULO 17


NOTA DEL AUTOR


Primero que todo quiero pedir disculpas por la manera tan abrupta  en que suspendí  las publicaciones pero asuntos familiares demandaban toda mi atención y tiempo. Las publicaciones continuaran los domingos en la noche

Quisiera dedicarle esta historia a alguien muy especial que ya no se encuentra junto  a nosotros y que extrañaremos inmensamente.





Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.


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Cuando  Luciana llega a casa, Atita se encuentra en el portón como de costumbre esperando su regreso. Toma el canasto de la carreta y entran en la casa para depositar la cesta en la cocina donde  Scarlet prepara la medicina.  Cuando esta ve a Luciana cree reconocerle esa mirada de amor, pero no está segura ya que su semblante refleja una profunda preocupación.

-¿Que sucede Luciana?-

-No es nada-

-Por Dios Luciana, no soy una niña- Responde irritada y se acerca a ella para  descifrarle en los ojos lo que oculta.- ¿Viste a tu Marinero? ¿Nuevamente fue cruel contigo?-Agrega dudosa. Luciana para ocultar su encuentro y no atribuirle injustamente a Gerard la causa de su angustia le cuenta su verdadero temor.

-No es eso Scarlet.  Solo que el viejo Aurelio  no va  a traer desde la capital más bolsas de pastor- Dice mientras se sienta resignada en una de las sillas  que hay junto a la mesa de la cocina. Scarlet inhala profundamente al reconocer la gravedad de la situación. Toma asiento junto a Luciana y trata de encontrar una solución antes de que el desespero se apodere de ella.

-¿Puedes conseguirlas en otro lugar?-

-Tendré que hacerlo. El viejo Aurelio me dijo que tal vez pueda ayudarme a conseguirlas con otros comerciantes-

-¿Crees que puedan ayudarnos?-

-Por un buen precio creo que podrían hacerlo-

-¿Y si no lo traen o es demasiado costoso?-

-Tendremos que encontrar la forma. Sabes que no es una opción no tenerla para tu medicina-

-Tal vez si intentamos sin…….- pero antes de que Scarlet logre expresar su idea de realizar la medicina sin su ingrediente principal, Luciana se levanta  enardecida de la silla y golpea la mesa con su puño  centrando toda su furia  e impotencia en ella.

-¡Acaso estás loca! No permitiré que experimentes con la medicina- Toma de los hombros a Scarlet que se siente enormemente abruma con aquella explosiva reacción. – ¡Eso sería jugar con tu vida!- agrega enfatizando lo que para ella es una absurda idea.

El furioso reproche de su amada hermana es para Scarlet tan doloroso como la idea de la muerte misma rondando tan cerca. Sus ojos  se inundan de lágrimas mientras que el pecho de Luciana se inunda de culpa por su actitud. La impotencia saca lo peor de ella y convirtió a Scarlet en un testigo de ello.  Toma una respiración profunda para calmarse, se sienta nuevamente y  la toma de las manos mientras las lágrimas corren libremente por las pálidas mejillas de la acongojada Scarlet.

-No te preocupes, conseguiré las bolsas de pastor-  Dice con voz pausada- Perdóname, no quería gritarte-

 -Sabes que no podemos gastar más de lo que pagamos por ellas. No tenemos suficiente dinero y nuestra casa se cae a pedazos-  Responde entre sollozos con la angustia a flor de piel.
-Encontrare la forma- Exclama Luciana  abrazando a su hermana para tratar de reconfortarla. – Así me toque ir por ellas a la capital- Agrega decidida a no dejar morir a Scarlet.


Después del almuerzo y de un té de valeriana para dispersar los nervios pasan el resto de  la tarde distribuyendo en medidas exactas las hojas de las bolsas de pastor compradas ese dia. Las envuelven en delicados pañuelos de seda pertenecientes a su madre y las guardan en una caja de cedro en la alacena. Lograron racionarlas para preparaciones de veinticinco días en los cuales  deberían de  encontrar una solución o enfrentar a la muerte.

   
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Al dia siguiente a  las seis y cincuenta de la mañana, Gerard se encuentra en la entrada del hospital caminando de un lado para el otro debajo del portón, mirando hacia la calle en espera de la aparición de su bella Luciana. Está ansioso por volver a verla y pasar un dia entero en su compañía, pero también se encuentra nervioso de enfrentarse nuevamente al reto que como médico tendrá que superar.  Teme que los años apartado del oficio puedan crear un enorme abismo que no le permita ejercer con claridad y seguridad su tarea. Sabe que los enfermos confían ciegamente en su médico y él no quiere defraudarlos.  Cuando un coche negro halado por dos caballos se detiene en la entrada, Gerard cree reconocerlo como el coche en el que imagino ver a Abigail unos días antes, pero cuando  el doctor Almenares se baja del  coche toda su ansiedad se esfuma.

-Buenos días doctor Decout- Lo saluda en bien se baja.

-Buenos días doctor Almenares-  Le devuelve la cortesía con una pequeña venia pero no lo sigue cuando este pasa frente a él introduciéndose en el hospital. El doctor Almenares al ver que Gerard continua parado en la entrada se devuelve y lo toma del hombro invitándolo a seguir.

-Acompáñeme mi buen doctor, no querrá ser el último en llegar y menos aún en su primer dia en este hospital-

-¿El ultimo?- Pregunta confundido. Lleva allí diez minutos y  faltan otros diez minutos para la siete, y aún no ha visto a Luciana. El doctor Almenares que reconoce inmediatamente el propósito de su espera le aclara con una sonrisa y disimulo el paradero de la joven de su interés.

-Así es mi estimado colega. Las hermanas de la caridad viven en este lugar,  el doctor Bernal nos espera luego de su turno nocturno, es el dia de descanso del doctor Caicedo  y nuestras hermosas enfermeras llegan desde las seis y media. Deben tener tiempo suficiente para retirarse los hermosos trajes y complicados corsés para  vestirse con las túnicas insípidas semejantes a las de  nuestras queridas monjitas- Relata mientras se introducen en el largo pasillo.  Gerard asiente algo avergonzado y sin estar seguro de que la información ofrecida por su  jefe tiene como fin darle a conocer el paradero de Luciana.  Camina junto a él extrañado  de que se dirija en sentido contrario a su consultorio, pero  cuando el doctor Almenares se detiene al final del pasillo frete a una pequeña puerta todas sus dudas se despejan.

-Tal vez quieras esperar aquí. Es más fresco que en la entrada y  su espera pronto será recompensada-  Susurra con una sonrisa amable y luego se aleja dejando a Gerard con la certeza de la complicidad en su búsqueda de Luciana.


Mientras tanto al otro lado de la puerta los torpes dedos de Luciana intentan introducir su hermosa cabellera bajo el tocado blanco. Abril la observa suspicaz; nunca la había visto tan ansiosa y nerviosa desde que iniciaron sus labores bajo el fuerte régimen de la madre superiora y  la desconcierta verla con un comportamiento tan impropio de su temple.
-Te tiene loca- Murmura con una sonrisa mientras coloca su hermoso vestido en el perchero.  Luciana levanta la mirada y la observa con el ceño fruncido.

-El doctor Decout- Declara para dejarle claro que conoce perfectamente la causa de sus nervios. Luciana cambia el ceño fruncido por unos ojos enormemente sorprendidos al saberse descubierta nuevamente. –Es de lo único que se habla desde ayer en la tarde- Añade.

-¿A qué te refieres?- Pregunta asustada.

-Tal vez el amor no te advirtió sobre los miles de ojos que se posaban sobre ustedes ayer en el mercado-

-Solo fue una coincidencia nuestro encuentro y debía ser amable con él-

-Pues déjame decirte que la amabilidad se te escurre por los poros cuando estas cerca al doctor Decout-

-¡Abril!- Se queja Luciana sonrojada.

-Relájate- Murmura  mientras la toma de los hombros para calmarla. - Tan solo asegúrate de que sus intenciones son honestas- Añade con seriedad.  Sabe por algunos comentarios de las amigas  de su madre que compartieron el té  el dia anterior en su casa, que se murmura que el nuevo mejor partido de la ciudad es un médico que busca diversión mientras encuentra una esposa adecuada, y Luciana puede ser una presa  fácil  luego de la muerte de su madre.  La creencia que una mujer no puede salir adelante sin un esposo a su lado alcanza incluso a la aguerrida  Luciana. La ciudad piensa que por más fuerte que sea y por mucho carácter que posea, debe conseguir un hombre para salir adelante,  vulnerabilidad que puede ser aprovechada por el nuevo galán sin la presencia de unos padres que hagan respetar su honor y la guíen por las buenas costumbres.

-Sus intenciones son honestas- Susurra Luciana con la cara encendida y una tímida sonrisa. Abril abre los ojos como platos, pero antes de bombardearla con preguntas Luciana lo aclara.  

– Ayer en el mercado me lo manifestó. Además, solicito conocer a mis padres para pedirles consentimiento de cortejarme y cuando le dije que habían muerto pude ver la compasión en sus ojos-

-¡Oh Luciana, estoy tan feliz por ti!- La abraza Abril complacida de que por fin se rindiera al amor.

-No se lo digas a nadie- La reprende Luciana para bajarla de su torbellino de emoción.

-¿Por qué no?- Murmura consternada por el pedido.  Cualquier mujer estaría más que feliz de poder gritar a los cuatro vientos sobre la conquista del  nuevo mejor partido de la ciudad.

-Tengo miedo- Logra responder alejándose hacia una pequeña silla.

-¿De qué?-

Luciana se sienta sin saber cómo explicarle a Abril su miedo. Tal vez su amiga y compañera no entienda el grado de compromiso  que desde pequeña asumió por la vida de Scarlet.  Mantenerla con vida se convirtió en su razón de vivir y verla feliz su única misión.  Siempre puso como prioridad las necesidades de su hermana, y permitirse enamorarse puede desviarla de su lucha al  direccionar su cariño hacia un esposo y posibles hijos, que necesitarían de ella al igual que su hermana. No cree tener la fortaleza para ocuparse de todos. Además, sabe del enorme deseo de  Scarlet por encontrar el amor, y cree que al hacerlo primero pueda ser interpretado como traición. Abril al ver que no responde trata de animarla.

-El amor es una dulce agonía. Solo debemos saber disfrutar de su exquisito sabor antes de que el tiempo lo convierta en una agria costumbre- Murmura con una sonrisa. Luciana sonríe y toma una inhalación profunda, se levanta y la toma de la mano.

-Vamos, tenemos trabajo que hacer-  No desea seguir la lucha en su interior. Lo que realmente desea es ver a Gerard.



Cuando abren la puerta él está caminando ansioso de un lado al otro. Nuevamente el tiempo se detiene mientras se contemplan y  se regalan una sonrisa con la mirada, solo Abril lo manifiesta con los labios al ver la escena entre los enamorados.

-Buenos Días doctor Decout- Lo saluda  Abril cuando se da cuenta que pueden quedarse el resto del dia tan solo mirándose. Gerard solo desvía su atención por un momento mientras le devuelve la cortesía. –Buenos días Señorita  Lacouture-  Luego vuelve a centrar su  mirada en Luciana que siente que su corazón palpitante se le saldrá del pecho. Abril suelta un bufido y se retira  al sentirse como la chaperona indeseada y se aleja por el pasillo.

-Buenos días Luciana-

-Buenos días doctor Decout-

-Llámame Gerard-

-No puedo. Ya le dije que no es conveniente. La madre superiora no lo aprobaría-

-Yo no la veo cerca-   afirma maliciosamente observando a su alrededor. Luciana guarda silencio algo ruborizado mientras él se acerca lentamente a ella.  Le toma el mentón con dos dedos  para enganchar aún más sus miradas- Por favor- Suplica.

Luciana comienza a respirar rápidamente por la ansiedad que le provoca tenerlo tan cerca  y haciendo el mayor esfuerzo logra expulsar de su garganta las ansiadas palabras.

-Está bien…. Gerard-  Susurra.



Esa últimas seis letras pronunciadas armoniosa y perfectamente por los labios  de Luciana son para él como una aclamación del pueblo sometido para su conquistador. Una  dulce aceptación al   dominio que llegaría a imponer en su corazón. Sin poder resistirlo, la toma entre sus brazos para entregarle en un beso que ella acepta mientras posa suavemente sobre él las manos en el pecho.

El suave roce de los labios es  un preámbulo  para las bocas que se abren lentamente mientras que el abrazo los encierra en el mágico momento. Acoplan y acunan sus labios saboreando la humedad mientras la punta de sus lenguas se exploran tímidamente y  le dan la bienvenida a un torrente de emociones que les calienta el alma y  el cuerpo.

Cuando el beso se hace más profundo y las respiraciones más agitadas, Luciana logra encontrar algo de lucidez en la locura del deseo y separa a Gerard empujándolo con sus manos desde el pecho.

-No. No podemos….- Murmura mientras intenta llevar el aire a sus pulmones y la claridad a su mente. Pero cuando le ve la cara de terror de Gerard por sus palabras  se apresura a completar su oración. – No en este lugar. No es seguro.- Agrega.

Más tranquilo por la aclaración  de ser el sitio el rechazado  y no a él,  da un paso atrás alejándose de Luciana con una sonrisa victoriosa. Esta más allá de la felicidad por experimentar de nuevo y con tanta intensidad los privilegios que otorga el amor.

-No puedo prometerte que pueda controlar el deseo de tenerte entre mis brazos- Murmura y se acaricia el labio inferior.

-Pues tendrá que intentarlo. Yo no beso mientras trabajo-  Responde Luciana con fingido desdén y mirada traviesa. Se aleja por el pasillo  mientras Gerard niega con la cabeza, complacido por aquella astuta respuesta.  –Sígame doctor Decout. Tenemos pacientes que atender- Le grita y él la sigue más que feliz.

Cuando llegan a los pabellones de hombres el doctor Almenares conversa con el doctor Bernal sobre  los pacientes que llegaron la noche anterior. Un par de ebrios que terminaron su discusión con  machetazos cuando las palabras no fueron suficientes razones.  Esa era la única razón por la que algún médico debía hacer guardia nocturna los domingos, ya que al llegar a la ciudad los campesinos de provincias cercanas, vendían sus cosechas y compraban  provisiones para sus fincas, pero también se proveían de altas concentraciones de licor que llevaban a disputas y por ende al hospital. Luciana inicia su camino y se dirige a buscar los medicamentos y vendas para su ronda mientras que Gerard y su sonrisa se une a la conversación de sus colegas.

Durante toda la mañana  apenas se dirigían palabra, y cuando lo hacían se limitaba a ser sobre un paciente  y sus necesidades. Ambos estaban complacidos y gratamente sorprendidos de poder trabajar  de una manera tan profesional  sin dejar que su deseo los dominara.  Y aunque nunca se tocaron, orbitaban uno alrededor del otro de  manera  inconsciente. Como si en el fondo temieran estar alejados.

Finalizando la tarde, Luciana se encuentra al lado del doctor Almenares cambiándole las vendas a un hombre de avanzada edad que fue sorprendido por un perro rabioso. Están muy preocupados porque el anciano pueda desarrollar la enfermedad, pero están más angustiados aun por que el perro todavía anda suelto.  De repente las palabras del doctor Almenares las sorprenden mientras ella observaba con disimulo  a Gerard en la distancia mientras él inyectaba antibióticos a un hombre unas siete camas mas adelante.

-Parece ser un buen médico- La suave voz de su jefe y su tenue sonrisa la advierte que aquella afirmación es la antesala a una conversación más personal.

-Asi parece- Responde ella sonrojada mientras se apresura por  recoger las vendas sucias para poder escapar a aquella conversación.

-Y también parece ser un buen hombre- agrega recogiendo del suelo el ungüento de heridas que Luciana dejo caer en su afán por escapar. Se lo entrega y con una mirada firme le da el visto bueno para una relación. Un consentimiento que ella no le pide, ni que él cree que le corresponda dar, pero que  por alguna extraña razón  ambos creen importante y necesaria. – Por lo tanto necesita una buena mujer. Me alegra que seas tú Luciana-  Añade y se levanta dejándola nerviosamente feliz.

Al terminar el turno, Luciana y Abril se cambian sus uniformes por los vestidos de calle. En esta ocasión Luciana  se toma más tiempo en arreglarse el cabello  y en pellizcar sus mejillas. Luego se humecta los labios con manteca de cacao que Abril le ofrece en medio de una sonrisa burlona al verla tan ansiosa por lucir bella para el enamorado hombre al que le pueden sentir los pasos cuando camina al otro lado de la puerta.



De regreso a casa, Luciana y Gerard se encuentran cómodos hablando de su primer dia de trabajo. Él se siente más vivo que nunca y le detalla cada caso y procedimiento que aplico con sus pacientes, como si Luciana no hubiera estado presente para contemplarlo, mientras que ella lo escucha fascinada al verle la pasión que le causa  su profesión. Como la de un medico recién graduado, pero por su pericia es obvio que no es un doctor recién horneado que debe recurrir a su mentor cada vez que duda. Quiere atacarlo con preguntas sobre su pasado y anterior vida como médico. Saber que lo llevo a un lugar tan alejado de la prospera Francia, pero sabe que aún no es el momento y se limita a disfrutar de su compañía.

Sin entender  como el tiempo paso tan rápido Luciana se da cuenta de que está a solo una cuadra de distancia de la entrada de su casa, en donde se puede ver a la fiel Atita esperándola como de costumbre. Se detiene abruptamente lo que hace que Gerard también lo haga  sin entender el  porqué de aquella extraña actitud.

-¿Sucede algo malo?-

-No. Es solo que estamos por llegar a mi casa-

-Perfecto. Te llevare y hablare con tu hermana si me lo permites-

-No es buen momento- chilla asustada. No se siente preparada para presentarle Gerard a Scarlet. Sus miedos se apoderan de ella  e inicia su camino dejando parado en mitad de la calle. Él se estira y la sujeta del brazo atrayéndola hacia él y sosteniéndola fuertemente en sus brazos. Le  sujeta  la cara para que lo mire a los ojos y tratar de descubrir que la tiene tan afectada.

-¿Por qué no? Pregunta tratando de que se concentre en él mientras Luciana observa nerviosa a Atita que la espera en el portón de la casa. -¿Te avergüenzas de mí?- Pregunta dolido.

-¡Claro que no!-afirma ella categóricamente. Centrando su mirada en Gerard. No le gusta verle aquella expresión de angustia, le acaricia la mejilla y le regala una verdad a medias mientras encuentra la manera de preparar a Scarlet para una noticia tan importante.

-Mi hermana se encuentra enferma. Por eso no es un buen momento-

- Por el contrario, es una oportunidad perfecta. Puedo revisarla, curarla y ganarme su aprecio-

Luciana suelta un largo suspiro deseando que fuera tan simple como Gerard cree.

-Su enfermedad es de nacimiento y el doctor almenares es su médico de cabecera. No creo que ella acepte a un desconocido en esos momentos – Miente tratando de evadir una reunión esa noche. –Esperemos a que se sienta mejor y podremos hablar tranquilamente-

Gerard acepta  al verle la incomodidad a Luciana. Cree que la hermana puede sufrir de alguna enfermedad mental que la avergüence y que piense que podría alejarlo, pero está seguro que nada podría hacer que él se quiera apartar de ella. Sin embrago lo acepta para crearle con el tiempo la seguridad que necesita demostrándole un amor sincero.

-Está bien. Esperare hasta que tú lo creas prudente-

-Gracias- responde y suelta un suspiro de alivio  regalándole una sonrisa. - Debo irme ahora- Agrega tratando de salir de  los brazos de Gerard.

-¿Sin un beso?- Pregunta con picardía sosteniéndola con más fuerza en un abrazo.

-¡No puedo besarte en la calle!- chilla ella sonrojada.

-Entonces hagámoslo en tu casa sin que tu hermana me vea- Responde  decidido a no dejarla ir sin obtener de sus labios la dulzura que ha esperado todo el dia. Luciana también anhelado aquel roce  sabe que su casa seria el peor lugar para hacerlo y que él no se rendirá fácilmente, entonces toma valor y se lanza a la boca  desprevenida de Gerard y le dan la  rienda suelta a una caricia húmeda de labios en la que danzan por algunos segundos antes de que ella salga corriendo dejándolo con una sonrisa y un creciente anhelo  en el bajo vientre.

Mientras Luciana recorre la escasa cuadra que la aleja del portón no puede darle importancia a la misma sensación que le dejo a Gerard, ya que se encuentra preocupada por  la escena que Atita presencio a la distancia, y lo confirma cuando al acercarse le ve una mirada  incrédulamente picara y una sonrisa que trata de ocultar con su mano en la boca. La toma de un hombro y la lleva adentro de la casa, y cuando cierra la puerta le da la más fuerte advertencia que sus palabras y su mirada le  pueden dar.

-Te prohíbo que hables de lo que viste. No puedes decirle a nadie, y mucho menos a Scarlet-

-¿Por qué no niña Lu?- pregunta  con tristeza.  – ¡Es bueno que usted sea feliz!- Agrega tratando de convencerla de la importancia que tiene que el amor invadiera su corazón.

- ¡Simplemente porque no quiero!-  responde tan groseramente que Atita retrocede sorprendida por aquella actitud.

-Está bien niña Lu- responde y se va compungida hacia la cocina mientras Luciana permanece de pie en la entrada de la casa sintiendo que su vida a medida que se hace más feliz también se hace más complicada.