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lunes, 25 de agosto de 2014

CAPITULO 20



Aun temblando  y agitado Gerard se  desploma  a un lado de Luciana y ella aprovecha  para llevar suficiente aire a sus pulmones. Él se  estira para tomar un pañuelo de la mesa de noche que está cerca a la cama y con mucha delicadeza limpia la satisfacción que le dejo en el pubis. Ella lo observa con el ceño fruncido. Él sonríe y le da una explicación.

-Aun no me presentas a tu hermana y no quisiera conocerla para decirle que te embaracé –
Ella  suelta un bufido mezclado de temor y hastío de solo pensar en esa posibilidad, pero rápidamente su cerebro se llena de culpa por dejarse llevar por un deseo tan primitivo que era tan criticado y castigado por la  sociedad. Gerard logra identificar en su rostro ese sentimiento y se apresura a calmarla tomándole el rostro con delicadeza y mirándola fijamente a los ojos.

-Eres una mujer hermosa e inteligente- le ronroneaba y luego le acariciaba la punta de la nariz con la suya. –Te amo y me hiciste el hombre más feliz-

-No es correcto. Una mujer  debe esperar……- Murmura confundida sin atreverse a pronunciar una palabra tan comprometedora como matrimonio, y su culpa crece cuando se da cuenta que no se arrepiente en lo más mínimo por sus actos de amor.

-Lo Entiendo.   Pero ya te dije que mis intenciones son honorables y si deseas ya mismo vamos a la iglesia- Responde Gerard sentándose con el deseo de borrarle la angustia del hermoso rostro de Luciana. Con cada dia que pasaban juntos se daba cuenta que ella era la mujer con la que quería tener una nueva oportunidad de envejecer. Estaba esperando el momento adecuado y conocer la familia de Luciana para  oficializarlo. – ¡Así podría gritarle al mundo que eres mía!- Agrega.

Esas palabras son como bálsamo para Luciana  desenredando sus culpas y prejuicios. Ella sonríe y estira una mano para acariciarle la mejilla. Él responde  cerrando sus ojos para disfrutar de su toque y  cuando vuelve a abrirlos su sonrisa traviesa y ojos picaros se adueñan de la escena.

-Debes darme una respuesta, porque  si  para ti es un requisito el matrimonio  para tenerte una segunda vez ¡Ya mismo te arrastro a la iglesia!-

Ella abre los ojos sorprendida.  Aunque parece una broma la certeza de encontrarse tan cerca de un compromiso la agobia.

-Creo que el sacerdote está muy ocupado preparando la misa de las seis- Responde tratado que sus palabras suenen a broma y no delaten su miedo a tener que dar una respuesta que comprometa su futuro; pero en el fondo, el egoísmo que había enterrado desde que se comprometió a cuidar a Scarlet por encima de su felicidad,  comenzaba a asomar su rostro.

-Podría convencerlo de sacar unos minutos para hacerte mi esposa- Gerard magnifica su sonrisa, ya que sabe que solo bastaría llevarle una buena donación para que atendiera su solicitud.  Sabía que él  y Cedric eran posiblemente los hombres más ricos de la ciudad aunque su fortuna era bien disimulada, no quería adquirir falsos amigos atraídos por el poder que el dinero otorgaba.

Luciana que no sabía que Gerard poseía una fortuna, ya que pensaba que su trabajo como médico era su  sustento y no una simple vocación, soltó una carcajada.

-¡No creo que esa hermosa sonrisa funcione con el sacerdote!-

-¿Funciona contigo?- Pregunta con picardía.  Ella respira profundo para despojarse de su diversión y darle una respuesta.

-Todo lo tuyo funciona conmigo-




Gerard inhala complacido con la respuesta y con la yema de sus dedos acaricia el cuello de Luciana. Observa con detenimiento el collar que lleva y al detallar  la hermosa esmeralda en forma de corazón,  un recuerdo fugaz  de los ojos de Abigail lo ataca. Sacude rápidamente la cabeza para regresar al presente y su posible futuro.

-¿Cómo te sientes?-  Le pregunta con dulzura.

- Extraña -

-¿Te duele?-  Ahora es un destello de angustia el que le cruza por la cara. No entiende por qué la mujer en casi todo debe sufrir  para disfrutar después. Luciana se concentra en las sensaciones para dar una respuesta.

-Solo algo incomoda- Un entumecimiento que nuca había experimentado es el dominante en su virtud. Gerard le da  un beso casto y se levanta  dándole otra espectacular vista de su escultural cuerpo antes de colocarse el pantalón que se encuentra en el piso.

-Puedes darte una ducha para que te sientas mejor.- Le dice mientras toma una  toalla para dársela a Luciana. – Mientras tanto te preparare algo de comer. Tengo que alejarme de ti o no  respondo  por mis actos- Agrega dándole un guiño y un vistazo al curvilíneo cuerpo que yace en su cama. Ella le sonríe y asiente mientras le recibe la toalla.

Luego de un refrescante baño Luciana se siente mejor aunque se le dificulto el aseo en su intimidad por causa del ardor. Sin embargo, el recuerdo de aquel estallido de placer opacaba cualquier incomodidad. Cuando sale al cuarto su olfato es invadido por un delicioso aroma y sus oídos por el canto en francés del cocinero.

Sonríe y toma su vestido  pero se da cuenta de que las arrugas son la  consecuencia del maltrato de dejarlo  en el piso. Dudosa se dirige al enorme ropero  de Gerard como si pudiera encontrar un vestido en el. Al abrirlo y confirmar que sus esperanzas son solo una ridícula ilusión, toma una camisa de Gerard y se la pone para quedar casi perdida en ella. Toma un pantalón y lo observa extendido entre sus manos para  corroborar que no hay manera de sostenerlo en su cuerpo.

Cuando Gerard llega  a la habitación y ve a Luciana evaluado el pantalón, tiene que cerrar los ojos para no tirar la bandeja y correr a besar las hermosas piernas que le salen  por debajo de la camisa.  Se convertiría en su esclavo solo para  besarle los pies y acariciar aquellas piernas seductoras. 

-Tengo un albornoz en el segundo cajón-

-¿Por qué tienes los ojos cerrados?- Pregunta sin entender su recato. Ya vio y sintió mucho de ella como para ser un hombre respetuoso de su intimidad.

-¡Porque si vuelvo a ver tus  hermosas piernas tendré que devorarte una vez más!-

Ella sonríe complacida del efecto que tiene en él. Se gira para tomar  el albornoz y se retira  la camisa. Gerard no se aguanta y abre un ojo para tener una visión más de aquella diosa desnuda antes de cubrir su cuerpo. Suspira al apreciar sus delicadas caderas y el hermoso derrier  que se tendrían que convertir en el recuerdo que lo acompañaría mientras ella estuviera de viaje.  



Luego de un delicioso almuerzo francés explicado minuciosamente por Gerard, Luciana comienza a descender a la realidad dándole vagos detalles de su viaje. Le miente diciéndole que visitara una mujer con la su madre tenía negocios y los cuales debe renovar y acordar precios,  para no hablar de las verdaderas razones y caer de nuevo en la discusión de presentarlo formalmente ante scarlet. Luego él logra entretenerla más tiempo hablándole de  las maravillas que Marsella posee. Esta dispuesto a describirle toda Francia de ser necesario para tenerla a su lado el mayor tiempo posible, como si algo le advirtiera que no debería dejarla ir. Una advertencia de que su felicidad estaba amenazada por los crueles juegos de la muerte, que desde siempre había sido la peor enemiga y la única verduga del amor. Una muerte que ansiaba reclamar  algo que creía que le pertenecía y le había sido arrebatado por Luciana, y ella tendría que pagar el más alto precio por ello.

Cuando la noche se cierne sobre la ciudad, Cedric regresa a la casa satisfecho por el trato realizado con Martina, que estaba más que feliz de aceptar el trabajo.  No está seguro que su travesura resultara, pero de haber funcionado Luciana ya se habría ido. Su sorpresa fue gratificante cuando entro a la casa y logro escuchar  las voces de los enamorados provenientes de la habitación de Gerard. Decide regresarlos a la realidad pero antes se aseguraría de proteger  el buen nombre de la única mujer hermosa que no desea en su cama pero que se había convertido en la que más apreciaba.

Luego de algunos minutos regresa con un coche de alquiler bien protegido por cortinas negras en la ventana, que era dirigido por un hombre  anciano de mala vista pero de buen caballo. Se acerca a la habitación y saluda desde afuera.

-Ya regrese con*.  Martina acepto el empleo y mañana estará aquí-

Luciana se desespera. Sabe cuáles fueron las intenciones de  Cedric  al dejarla entrar, pero  no desea que el confirme que cayó en la trampa. Gerard se coloca instintivamente entre ella y la puerta. No sabe de la jugarreta de su amigo y desea conservar el honor de su amada.

-Estoy muy ocupado ahora Cedric. Luego Hablamos-

-Lo entendiendo- Responde del otro lado de la puerta. – Solo quería avisarte que ya me voy para el burdel, y que en la entrada hay un coche  negro  que protege las identidades de sus pasajeros. Sería muy conveniente utilizarlo. Adiós - Agrega alejándose con fuertes zancadas y luego da un  portazo para confirmar su retiro.

Gerard frunce el ceño confundido pero Luciana sonríe comprendiendo  la delicadeza y protección de Cedric. Le explica como su amigo fue el artífice de aquel  dulce encuentro y que el coche debe ser para ella. El siente agradecido con su amigo por la travesura y la discreción, pero con la tristeza de la inminente despedida.

Ella se viste con el vestido que finalmente a domado las arrugas y arregla con los dedos un poco su cabello mientras él la contempla.  Luego la toma de la mano  para  llevarla hasta la puerta con el corazón comprimiéndosele en el pecho con cada paso que da, y con la sensación de abandono subiéndole por las piernas como venenosas enredaderas. Ella lo sigue sintiendo como si una bruma extraña la rodeara,  borrándole del panorama el futuro que vislumbró con Gerard mientras estaba entre sus brazos. Una bruma que  se le colaba en la sangre y en el pensamiento como preparándola para sumergirse en el cruel frio del olvido.

Cuando finalmente llegan a la  puerta él la sostiene fuertemente en sus brazos  y descansa su frente en la de ella mientras ambos cierran los ojos  preparándose para la despedida. Se inhalan  para aromatizar el recuerdo que les debe durar las tres semanas que duraría el viaje y se sumergen en un silencio tan grande como su amor. Luego él le acaricia el rostro con los nudillos antes de entregarle un beso llego de melancolía.



Luciana no soporta la tristeza y derrama una lágrima que termina fundiéndose en la camisa de Gerard.

-No llores mi diosa- Murmura besándole las mejillas

-Voy a extrañarte muchísimo- Exclama entre sollozos.

-Y yo a ti- Responde con un suspiro lleno de nostalgia. Luego le levanta el rostro para mirarla fijamente a los ojos.

- Te amo Luciana. Nunca lo olvides- Susurra y la besa con tal fervor que logran ahuyentar los fríos  y malos sentimientos con la calidez  que solo el amor enciende. Pero aquel apasionado beso finalmente termina cuando Luciana se llena de determinación  y sale corriendo para introducirse en el coche. Allí la tristeza la alcanza y le da rienda suelta al llanto, mientras que  Gerard  tiene que recostarse en la pared para levantar la mirada al cielo y rogarle a un dios que un día maldijo  que cuidara de ella.

Luciana hace que se detenga el coche cuatro cuadras antes de llegar a casa y aprovecha la oscuridad para escabullirse de el sin ser reconocida por el anciano; que a decir verdad, no le importaba conocer la identidad de su pasajera. Camina rápidamente por el jardín de rosas blancas de la vieja Matilde para acortar camino y espiar su competencia,  y cuando llego a la puerta de la casa encontró a Maya, Atita y a Scarlet que lloraba desconsolada en los brazos de un angustiado Tiberio.

-¡¿Dónde rayos estabas?!-  Le grita Scarlet saliendo de los brazos consoladores cuando finalmente la ve.

-Estaba dando un paseo- Responde en un susurro culpable y con la cabeza baja tratando de  huir por el pasillo.  Scarlet la sigue mientras que Atita y Maya se retiran a la cocina.
-¿Paseo? ¡Casi muero pensando que algo malo te había ocurrido!- Le reprocha mientras la sigue.

-Lo lamento. Estoy bien- se gira y la toma de la mano enfrentándola con la mirada y una suave sonrisa. -Tengo que contarte algo- Agrega.

-¡Lo viste!-chilla Scarlet  al mirarla a los ojos. – ¡Viste a tu marinero!-



Luciana imagina que su felicidad y amor por Gerard en ese momento  es tan grande que se le sale por cada poro de la piel y se le proyecta en la mirada. Piensa que sería absurdo negarlo y asiente tímida a lo que Scarlet comienza a saltar emocionada.

-Ohh Luciana. Estoy tan feliz por ti que hasta podría perdonarte la angustia que me hiciste pasar- La arrastra a la habitación y se sientan en la cama. Scarlet adopta una posición feliz esperando conocer los detalles mientras que Luciana permanece de pie analizando que puede y debe decir.  Finalmente se sienta a su lado y le cuenta que fue a buscarlo para despedirse de él, dándole el protagonismo al viaje que iniciaría al dia siguiente. Scarlet cae en la trampa y  vuelve a angustiarse  al conocer la decisión del viaje, olvidando preguntar por los detalles del encuentro. Luego de una larga discusión Luciana la convence de que es la mejor opción para obtener las bolsas de pastor que requieren para la medicina. Scarlet cae en la tristeza de separarse por primera vez en la vida de su hermana y  se duerme en su cama escuchando las interminables recomendaciones para ella durante la ausencia de Luciana, que no le dan cabida a las preguntas sobre el misterioso hombre que se adueñó de su amor.

Casi al medio dia, y luego de un profundo sueño provocado por las delicias del amor y el trasnocho de las recomendaciones, Luciana se despierta para encontrar a todas las mujeres  de la casa en el antiguo cuarto de doña francisca empacando en un hermoso baúl los vestidos, zapatos y demás artículos que consideran necesarios para el viaje. Scarlet dirige a las mujeres con una autonomía  y don de mando que hace sentir orgullosa a Luciana y agradecida, ya que no desea tener que ocuparse de empacar. Toma su baño y se dirige a la cocina para comer algo pero un toque de la puerta la desvía de su camino. Cuando abre se encuentra a un hombre con ropas sucias pero de educados modales. Esta acompañado por otros dos hombres y de cuatro mulas.

-Buenos días Señorita. Busco a la señora Fredericka-

Luciana lo observa con detenimiento sin saber quién es y para que busca  a su madre.

-¿Quien la busca?- Pregunta con desconfianza.

-Mi nombre es Raúl Jaramillo. Soy mulero y prestamista  y vengo a cobrar una deuda-

Al escuchar estas palabras Luciana cierra la puerta tras ella y aleja al hombre  tomándolo de la mano.

-¿Deuda?- Susurra con miedo de ser escuchada. -¿A qué se refiere?-

-Eso no le concierne señorita. Por favor llame a su madre-

-Mi madre murió hace algunas semanas señor- Responde dolida pero con  arrogancia. El hombre olvida los modales y se lamenta con fuertes improperios mientras Luciana se sonroja.  Luego la mira enfurecido.

-¿Entonces quien es la persona a cargo en esta casa?-

-Yo. Soy la hija mayor-

-Entonces págueme usted- Le dice mientras le entrega un papel. Luciana lo toma pero los nervios no la dejan entender de qué se trata.

 -¿Qué es esto?-

-Un pagare. Le preste a su madre una fuerte cantidad de dinero- Le dice señalando la suma y la firma de su madre en el papel – Le preste  con la condición de pasar hoy por el pago- Agrega  con rudeza.

-Lo siento, pero ella murió y no tengo como pagarle- Luciana le devuelve el papel y trata de alejarse  pero la voz del hombre la detiene justo antes de ingresar  a la casa.

-Entonces esta casa me pertenece. ¡Tengo las escrituras!-

Luciana siente como las piernas se le doblan y el corazón se le craquela. Toma una respiración profunda para ayudar a ahuyentar las lágrimas que asoman en sus ojos y para poder hacerle frente a la situación. Cuando se gira el hombre la observa con una sonrisa burlona.

-Págueme- Le reclama.

-Deme tiempo. Buscare la  forma para poder pagarle- Luciana trata de conciliar con una voz suave aunque con el deseo de devolverle los fuertes improperios que él había utilizado.

-Le di tres meses a su madre para que me pagara.  Debe tenerlo guardado. ¡Yo no puedo esperar más!-

-La engañaron y le robaron el dinero. Esta casa es lo único que nos queda- 

El recuerdo  de aquel día en  el que su madre lloraba y gritaba su desgracia, regresa a Luciana para llenarle los ojos de lágrimas de impotencia que Raúl Jaramillo confundió con las lágrimas de  tristeza de una huerfana. Su corazón logro ser conmovido tan solo un poco y  le entrega nuevamente el pagare. Camina hacia una de sus mulas y le hace el mejor  ofrecimiento que puede a Luciana.

-Le doy un mes más. De lo contrario reclamare esta casa como mia-

-¡Dos! Replica Luciana. Su viaje demorara casi un mes y no tendrá tiempo para  reunir el dinero.

-¡Uno!- Le grita golpeando la mula que inicia el galope dejando a Luciana con un insulto en la boca.

-¡Maldito!-




Desde la seguridad de su coche y a unos metros de distancia, Amaury observa la escena donde la mujer que lo rechaza y lo obsesiona discute con un hombre de vulgar apariencia. Cuando él la deja llorando en la entrada de la casa decide seguirlo y le pide  a su cochero  que lo detenga a las afueras de la ciudad.  Cuando descubre por boca del mismo Raúl Jaramillo las razones de aquella visita se regocija en saber que tiene a su alcance la casa de sus deseos y el destino de aquella mujer caprichosa que juro hacer suya.






*Con:  traduce imbécil en francés


NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.










domingo, 17 de agosto de 2014

CAPITULO 19


En esta ocasión Gerard se siente un poco cohibido a diferencia de su primer encuentro en similares condiciones. Ahora Luciana no es una mujer misteriosa. Es la mujer que logró despertar en él un sentimiento que creía muerto desde el dia que abandono Paris, y por lo tanto le debía respeto. Por su parte Luciana continuaba paralizada en su lugar  contemplando la generosidad que la naturaleza le ha otorgado al escultural cuerpo de Gerard. Aunque conoce a la perfección la anatomía masculina por su profesión, el espectáculo que sus ojos presenciaban le secaba la garganta y la remontaban a su sueño obsceno al contemplar en vivo al mismisimo protagonista.  Él,  al ver su  asombro y como ella trata de pasar saliva a través de su garganta, se deshace de la timidez  disfrutando la mirada  significativa que Luciana le da a su virilidad, y  rompe el silencio con una broma.

-Ese mi mejor amigo, ¡pero creo que ya lo conocías!- dice con la endemoniada sonrisa que lo caracteriza. Luciana reacciona por fin y se gira envuelta un calor sofocante, provocado más por el deseo y recuerdo que por la vergüenza de la intrusión.

-Lo lamento. Pensé que estaba dormido- Responde con la voz chillona y entrecortada. Piensa en salir corriendo nuevamente pero sabe que sus piernas temblorosas no la llevarían demasiado lejos. Además, algo en las inmediaciones de su abdomen y su intimidad le pide que se gire nuevamente o como mínimo que permanezca en el lugar.

Gerard no puede evitar la ironía de la situación y al mirar a su creciente virilidad tomar presencia en la conversación  le suelta la segunda broma para relajar a Luciana de su tensión.  – Lo estaba. Pero llegaste y me despertaste nuevamente-

Ella  suelta un resoplo para liberarse del bochorno  al comprender a lo que se refiere Gerard. Inhala profundamente para refrescarse y tomar valor para hablar, pero sobre todo para huir.

-¡Mejor me voy!-

-¡No!, espera me pondré algo- Responde apresurado estirándose para tomar el pantalón, ya que no quería incomodarla a tal punto que decidiera irse. –Perdóname si te ofendí- Agrega subiéndose los pantalones tan rápido como puede, pero la humedad en el cuerpo no es muy buena aliada para permitir que la  tela se resbale con suavidad a través de su piel.

-No lo hiciste, pero mejor te espero en la sala-

- ¡Ya tengo el pantalón puesto!- exclama Gerard abotonándose el pantalón y buscando con la mirada la camisa que se encuentra colgada en el  perchero que esta junto a la puerta pero que él no logra encontrar. No quiere que ella salga de la habitación, ya que probablemente no se detenga solo en la sala.  Quiere aprovechar la oportunidad de verla en un dia que no pensaba que podría ser posible. Ella se gira un cuarto de vuelta con la mirada baja sin el valor de confirmar la afirmación de Gerard, pero con el rabillo del ojo logra ver su pantalón por encima de sus pies desnudos.




-Tan solo venia para despedirme. Me tengo que Ir-  Murmura suavemente  Luciana sin terminar de sentirse cómoda para dar una explicación de su partida, pero rápidamente es alcanzada por Gerard que olvida la camisa cuando su corazón le retumba fuertemente en el pecho por el temor que le generan las palabras de que ella le acaba de pronunciar. No concibe la idea de perderla  cuando recién la ha encontrado.

-¡Irte!  ¿Qué quieres decir?- Le pregunta sosteniéndola de los brazos frente a él y con la mirada suplicante de una explicación. Luciana consternada por aquella reacción  e invadida por la certeza de un amor le acaricia la mejilla para tranquilizarlo. –Tan solo viajare a la capital por algunos días, tengo que atender unos asuntos familiares-

Gerard deja salir un fuerte suspiro de alivio y descansa su frente en la de Luciana.  El temor de pensar que ella renunciaba a su relación lo deja por un segundo sin fuerzas y lentamente se repone con la caricia de Luciana en su rostro. –Creí que me dejarías. Que no estabas dispuesta a amarme- Le  susurra explicándole su miedo.

-¿Por qué crees que haría algo como eso?- Le pregunta confundida tomando su cara con ambas manos y buscando su mirada. -¿Acaso no sientes mi amor por ti?-

Gerard le sostiene la mirada sin saber si es adecuado darle la explicación y contarle como fue advertido por Petra, el doctor Almenares y la mismísima Abril sobre la reticencia de ella para enamorarse. Como si el amor fuera para ella un obstáculo en su vida.

-Claro que lo siento. Solo tengo miedo de perderte- Se limita a responder vaciando con su mirada todo el amor que ella logro encender en  él. – Parece que eres una chica difícil- Agrega con una sonrisa triste.

Luciana le regala una sonrisa compasiva imaginando la causa de su temor. Piensa que probablemente él ha sido advertido sobre la “fóbica al amor” como algunas personas  la llaman. Solo espera que quienes lo hayan hecho no utilizaran aquella expresión. – Pues felicitaciones señor, tiene entre sus brazos a la chica más difícil de esta ciudad- Agrega rodeándole el cuello con los brazos.

Gerard  sonríe y asiente suavemente como agradeciendo por la felicitación. – Muchas gracias señorita, pero en mi país las felicitaciones se acompañan de un beso-  Agrega levantando u ceja de manera picara. Luciana se burla de él soltándolo y escapándose de su agarre.- Entonces es una fortuna que no estemos en su país, porque en este  las palabras son suficientes- Responde agitando su mano fingiendo desdén.

Gerard  niega con la cabeza, pero complacido por el ingenio de su chica sonríe y le da una sugerencia con voz muy sugestiva, respaldada por ese acento francés que hace que las sensaciones que ella percibió al verlo desnudo se intensifiquen. – Es bueno aprender nuevas costumbres. Más aun de un país que piensas visitar-  Responde mientras da un paso hacia ella.

Luciana comienza a caminar en sentido contrario para alejarse sin darse cuenta que se adentra más en la habitación, ya que sus ojos se encuentran clavados en los de él. –Usted lo ha dicho señor. El que piense visitarlo no significa que pueda hacerse realidad- Responde aun con fingido desdén, pero con una suavidad en la voz que ella misma desconoce. La voz de una mujer que inicia un juego de seducción.

-Yo podría llevarte-

-¿Y por qué haría algo como eso?-

-Creo que en este mismo momento haría lo que fuera por un beso suyo- Responde justo cuando  Luciana logra interponer entre ambos una silla.  Ella sonríe y  expone de manera significativa su labio inferior mientras  levanta una ceja. Como quien se apodera de alguna información privilegiada.

- Es bueno saber que tengo tanto poder. Podría aprovecharme de usted señor-

-Nada me haría más feliz señorita- La endemoniada sonrisa vuelve a aparecer en el rostro de Gerard y Luciana tiene que  reunir toda su fuerza para que su cerebro logre formular una respuesta a tan sugerente idea.

-No soy muy buena aprovechándome de alguien. Nunca antes lo hice-  las palabras de Luciana suenan más serias dándole la importancia al verdadero significado de estas en el trasfondo de la conversación. Gerard entiende lo que ella trata de transmitirle  y aunque  en realidad nunca pensó que una mujer se debería valorar por su virginidad, agradece infinitamente saber que tan bella obra de la naturaleza continua inexplorada.

-No me importaría no ser el primero, pero espero que sea la última persona de la cual se aprovecha señorita-  Sus ojos y sus palabras transmiten una súplica amorosa tan dulce que Luciana  no puede evitar sonreír aliviada. Gerard la alcanza y le toma las manos.

*-Merci pour donner de l'amour. Je t'aime Luciana- Susurra suavemente.

Luciana cree reconocer dos palabras importantes en aquella frase, pero  antes de poder preguntar su significado, siente sobre sus labios la tibieza del aliento de Gerard que  detiene a milímetros de su boca la de él, esperando la autorización para un beso.  Ella agradecida por el respeto que le demuestra al esperar un  consentimiento le pide un último favor antes de entregarse a la miel del deseo envolviéndole el cuello con los brazos.

-Por favor enséñame Francés-


Se funden en un abrazo mientras sus bocas inician la danza de lenguas con roces suaves y succiones leves de labios. Se exploran sin prisa y sin recelo de ser descubiertos. Entregados a  la necesidad de fortalecer su amor con las caricias que solo las bocas expresan. La humedad del pecho de Gerard y las gotas que aun descienden de su pelo, mueren en la suave y delicada tela del vestido de Luciana evidenciando la falta de un corsé, ya que sus pezones señalan su excitación.

Gerard que en toda la mañana no pudo aplacar el deseo, siente como de nuevo este se apodera de él.  Lleva su mano hasta el cuello de Luciana y suavemente la desliza por su pecho hasta llegar a su turgente seno.  Ella da un respingo sorprendida y  detiene el beso. Lo mira asustada con la mente nublada por primitivos deseos y negaciones. El comprende su temor y le besa la nariz.

-Somos nosotros mi diosa. Pero solo te hare mía si tú lo deseas-

-Tengo miedo-

-Lo entiendo- Susurra suavemente casi resignado a una negación, pero alimentado por la cercanía y el aroma a fruta y miel que emana del cuerpo de Luciana.

-¿Me amas?- Pregunta ella para asegurarse de haber entendido algo de aquellas palabras. Pero principalmente para poder validar la  entrega de su cuerpo y de su amor.

-Creo que desde que te vi en la playa. ¿Y tú?-

-Te odie-

-¿Me odiaste?-

-Sí, porque en el fondo sabía que me harías amarte- Responde en un quejido y se entrega nuevamente a los brazos de Gerard que la sostienen con mayor fuerza mientras sus bocas le dan el rienda suelta al amor,  y al inicio de un siempre.

Gerard la levanta  y la lleva a la cama cuidando de no descargar en ella todo el peso de su cuerpo. Desea asegurarse que todas las sensaciones  sean para ella  gratificantes, pero sobre todo  para que ninguna incomodidad se aloje en el recuerdo tan sagrado en el que se convierte la primera vez.  Luciana se olvida de la razón y permanece inmóvil permitiendo que el deseo materialice el amor que siente por Gerard, dejando que con sus labios, él le recorra el cuello mientras con una de sus manos libres desliza una manga de su hombro liberando un seno del vestido.  Gerard llega hasta el y con una suave lamida a su pezón  envía a Luciana a un nuevo mundo de sensaciones gratificantes.



Ella invadida de placer toma entre sus manos la cabeza de Gerard y lo dirige hasta su otro seno, ansioso de tan sublimes atenciones. Él se relaja aún más, complacido por la entrega irreversible de Luciana y lo acaricia con su boca, fortaleciéndole la excitación  con un suave mordisco a lo que ella responde con un quejido de satisfacción que se convierte en música en los oídos de Gerard. Luego Se aventura a  acariciarle las piernas subiéndole el vestido, y es sorprendido por la impetuosidad de Luciana que en un ágil movimiento lo empuja de la cama mientras se deshace de su vestido  rodándolo por su cabeza. Gerard observa sentado desde el suelo con gran fascinación  los senos libres de Luciana que se encuentra sentada sobre la cama mientras lo observa con el rostro sonrojado y la respiración agitada. Le regala una sonrisa tímidamente culpable y le extiende la mano para invitarlo a subir nuevamente, Él la toma besándole el dorso y luego la palma, subiendo con suaves besos por su brazo mientras escala nuevamente en la cama. Luciana se recuesta de nuevo ansiosa de  seguir experimentando las reacciones de su cuerpo.  Gerard se concentra una vez más en saborear sus senos  mientras que ella le acaricia la espalda. El responde con un quejido que limita entre el placer y el tormento, ya que es la primera vez en cuatro años que se permite la caricia de una mujer diferente a Abigail, y se sorprende de saber que su recuerdo no es un impedimento para seguir amando a su bella diosa.

Se desliza con su boca por el abdomen de Luciana  hasta llegar al ombligo donde su lengua juega con el, enviándole un mensaje subliminal a su entrepierna  con dicho estimulo. Ella lucha con la vergüenza y el deseo mientras Gerard le retira las sencillas pantis blancas de algodón que cubre más de lo necesario.  Él le ancla los ojos mórbidamente y se humedece el labio inferior deseando besarla y prepárala para su intrusión en tan majestuosa virtud, mientras ella abre sus mulos acoplándose naturalmente para recibir el placer  de boca de Gerard.

El  toma una de sus piernas y la coloca sobre su hombro y entre besos ascendentes le susurra suaves palabras que son indescifrables para el sofocado cerebro de Luciana.

*- vous. Êtes. Une. déesse. Une. Belle. femme.-


Luego se sumerge en su candor inmaculado donde su lengua y labios son los invitados a un clítoris anfitrión. Ella se retuerce de placer pero sus ojos continúan enfocados en ese rostro pleno que se pierde en el paraíso de su intimidad y entre abre la boca  como si una extensión de ese beso se congelara en sus labios.

Sus manos libres y diestras se encargan de sus senos, apretándolos suavemente mientras se va perdiendo en enmarañadas sensaciones. Gerard saborea su candidez mientras  observa con admiración la sensualidad con la que Luciana se derrite en su boca. Esta más que listo para introducirse en ella  y marcarla como suya,  pero espera el momento adecuado y con una mano comienza a deshacerse del pantalón.  

Luciana se enciende cada vez más. Sus manos aferradas  a la sabana como quien se aferra a la vida, se preparan para ser el soporte de ese eclipse de satisfacion que comienza a formarse en su interior, hasta que Gerard con un fino  movimiento de su lengua,  la hace estallar en placer y feminidad.

Aprovecha que ella  todavía está perdida en la sensación para introducirse con determinación. Luciana apenas logra sentir algo de incomodidad ya que su  placer pulsante aun no la abandona. Él le toma el rostro entre sus manos para observarla.

-¿Estas bien?- susurra con la voz agitada.

-Mucho- Responde ella  igualmente agitada pero con una sonrisa.

Gerard cierra los ojos complacido y se concentra en sacar lo mejor de él sin lastimarla. Inicia empujando suavemente en su interior sin deslizarse fuera de ella. Esperando que se acostumbre a su presencia, pero también  lo hace para  comprimir su clítoris con el pubis y llenarla de deseo nuevamente. Luciana se hace consiente del dolor cuando su clítoris se relaja.  Pero a medida que él se mueve con suavidad,  experimenta una vez más el deseo que choca contra ella. Lo abraza con las piernas impulsándolo para que se estrelle con ese pequeño punto al que ella le restó importancia pero que él había convertido en el más satisfactorio. Ambos luchan para evitar que el dolor se adueñe de la escena, y lo logran cuando Luciana comienza a tensionarse reconociendo el inminente estallido. Gerard se acelera perdido en deseo cuando ella  gime de placer y con el último destello de razón sale de su interior para estrellarse con su pene en el clítoris y derramarse en el  pubis de Luciana.

Ambos descienden de su Nirvana pero permanecen fundidos en un abrazo enmarañado de manos y piernas. Se contemplan mientras tratan  de llevar suficiente aire a sus pulmones y se reconocen en la mirada la felicidad de la primera vez.




*Merci pour Donner de l'amour. Je t'aime Luciana:  Gracias por devolverme el amor. te amo Luciana.


*vous êtes une déesse. une belle femme : Usted es una diosa. Una hermosa mujer.


 


NOTA DEL AUTOR

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.
 







domingo, 10 de agosto de 2014

CAPITULO 18





El resto de  semana transcurre en medio de una feliz monotonía para Luciana y Gerard. Todas las mañanas él la espera mientras ella se cambia sus trajes por la túnica de trabajo y luego viven un íntimo momento para el saludo matutino que es gustosamente acolitado por Abril,  que se encarga de vigilar para que los jóvenes enamorados no sean sorprendidos por las ancianas alérgicas al amor como ella llama a las monjas del hospital.

Aquel beso matutino cada vez se vuelve más intenso y necesitado a medida que pasan los días. Luciana se siente más confiada y Gerard más decidido a aprovechar   aquel pequeño cuarto donde puede disfrutar de un beso que les debe durar por el resto del día, en el que se limitan a pequeñas conversaciones estrictamente laborales y a calurosas miradas en la distancia que son bien disimuladas en la presencia de las monjas. Muy ocasionalmente, Gerard se arriesga por un roce de manos o una palabra dulce y Luciana por una sonrisa comprometedora, pero por más que lo intentan, no pueden engañar al eminente doctor Almenares que disfruta de aquellas efímeras escenas a medida que también se encuentran complacido con la habilidad, buena praxis y excelente trato que Gerard ejerce con sus pacientes.

Al finalizar el día laboral ambos salen acompañados por Abril para evitar suspicacias. Luego de dejarla en su casa Gerard camina con Luciana más lento de lo necesario tratando de alargar el tiempo  que pasan juntos.

El martes hablan del personal médico y el concepto que cada uno tiene de ellos.  El miércoles son las monjas el objetivo de la conversación y muy pocas salieron bien libradas del juicio. Sobre todo por las apreciaciones que Luciana hace de ellas, ya que a lo largo de cuatro años ha logrado presenciar y soportar algunos comportamientos no muy propios de mujeres que se creen tan cerca de ser santas.

El jueves la conversación se tornó un poco más personal cuando Gerard le preguntó sobre su vocación de enfermera a lo que Luciana responde con algo de evasivas. Le explica su deseo y necesidad de cuidar a su hermana desde que eran niñas pero sin hablarle sobre la extraña enfermedad de Scarlet y del artesanal medicamento con el que ella lograba mantenerla con vida. Luego desvió la conversación indagando  la causa por la cual él había abandonado Francia donde la medicina era tan próspera. No entendía por qué en dejar un lugar con el que ella sueña y en donde se puede aprender tanto, pero Gerard también responde con evasivas sobre la pérdida de toda su familia y su deseo de ayudar a otros en situaciones más precarias  sin mencionarle a Abigal y como su muerte fue un determinante en su decisión de huida. 

Para el viernes  permanecieron en  silencio mientras caminaban tan solo disfrutando de la compañía del otro, ya que  sabían que ese fin de semana no compartirían tiempo juntos, ya que al dia siguiente él se mudaría con Cedric a la nueva  casa  y aunque él sugirió acompañarla el domingo a  entregar los arreglos florales ella lo convenció en esperar hasta el lunes para verse en el hospital, para no seguir levantando especulaciones.  Cuando llegaron al  habitual punto de despedida  volvieron a fundirse en un agitado beso protegido de las miradas de extraños por la  cómplice y oscura noche que era ayudada por un grupo de pequeñas palmas en fila que custodiaban la estatua de un prócer de la ciudad.  Luciana sentía con cada uno de aquellos besos como sus piernas flaqueaban, lo que hacía que Gerard la estrechara más fuerte entre sus brazos, creando un magnetismo y una necesidad primitiva de saciar sus deseos que con cada noche se hacían más salvajes. Sensaciones que Gerard bien conocía y que Luciana por primera vez experimentaba pero que ambos disfrutaban y que con dificultad  podían limitar al contacto de labios.


Luego de despedirse de Gerard, Atita la recibía con la habitual sonrisa pícara, que rápidamente se convertía en una temerosa cuando Luciana le entregaba una mirada de advertencia seguida de un dedo sobre la boca.  Scarlet que había creído reconocerle la mirada de amor logro ser convencida  por Luciana  desde la primera noche, que tan solo era la felicidad que le causaba haber logrado ser asistente del doctor Almenares en los procedimientos quirúrgicos.  Aunque le costaba entender como alguien podía vivir sin amor, creyó comprender que el amor de su hermana era el trabajo, y el reconocimiento a su buena labor era lo que la mantenía tan satisfecha. Pensaba que el destino se había equivocado al entregarle a cada una sus más fervientes deseos. Luciana debería haber nacido para enamorarse y disfrutar del amor y su salud, mientras que ella debería haber amado la enfermería  ya que el mismo amor y la salud habían sido negados para ella.



En la mañana del sábado Luciana se despierta consumiéndose en el calor abrazador de un sueño obsceno  provocado por el recuerdo de sus besos con Gerard. Estaba sonrojada por el calor y  la vergüenza de ser  la protagonista de escenas propias de amantes indecentes, sin embargo, ese recuerdo la acompaño el resto del dia  como un bálsamo  que le ayudaba a sobre llevar  su primer dia sin él mientras se ocupaba de la casa y ayudaba a Scarlet a terminar sus arreglos florales.

Por su parte Gerard  trataba de sentirse cómodo con  la presencia de Amaury   mientras les entregaba a Cedric y a él la nueva casa explicado los arreglos que le había hecho, vanagloriándose por haber realizado un trabajo tan esplendoroso en tan poco tiempo, lo que hacía que Gerard se sintiera más  irritado con su presencia. Finalmente, al terminar el dia pudieron  instalar sus cosas y al percibir que la casa era demasiado grande para ellos  acordaron buscar a alguien para atenderla. No tuvieron que debatir mucho y se decidieron por Martina. Gerard  sentía cariño y compasión  por ella  luego de que la ayudo a traer al mundo a sus hijas, además sabía que era una mujer que no caería fácilmente en las sabanas de Cedric ya que era una mujer bien atendida por el hombre más viril y elongado  de toda la región, y no cedería a sus acosos para poder mantener un empleo que le permitiese estar con sus hijas.  Cedric por otro lado lo hacía por una razón más simple, le encantaba como ella cocinaba.



El domingo Luciana inicia el dia  más climatizada por la ausencia de un sueño provocativo, pero aun acompañada por el recuerdo del anterior. Mientras que  Gerard fue quien  percibió en un sueño como su hermosa Luciana  disfrutaba  en el mar el choque de las olas sobre su  esbelta desnudez.  Decidió levantarse en el momento que sintió que Cedric regresaba del  burdel y  realizar un poco de ejercicio para aliviar la tensión sexual que le había provocado el sueño. Salió a correr por la playa acompañado del sonido de las olas que morían en la arena, desviando  su mirada del camino para observar el mar, con la tonta ilusión de encontrar entre las olas la escena que su mente le había  ofrecido mientras dormía la noche anterior, y luego de varios kilómetros regreso al darse cuenta que necesitaría una ducha fría para ayudarse en el deseo, y si acaso  el agua no  le ofreciera el sosiego necesario, tendría que ocuparse de la situación por su propia mano.

Mientras tanto Luciana  terminaba sus entregas habituales y se dirigía al mercado para encontrar buenas noticias de parte de Aurelio el comerciante, pero el aliento se  le quedó atrapado en el pecho cuando  este le da la noticia que ella no quería escuchar.

-Lo lamento, pero no conseguí que alguien más traiga sus bolsas de  pastor- Le dice el anciano en cuanto la ve acercarse con la mirada escrutadora pero esperanzada.

-¿Por qué no? ¡Pagare bien por ellas!- exclama casi en un grito con el temor a punto de sacarla de sus cabales.

-Nadie lo considera un buen negocio. Es un viaje largo para  tan pequeña cantidad. Los gastos de trasporte superarían por mucho lo que me pagaba por ellas- Responde  colocándole una mano sobre el hombro explicándole lentamente como si para ella fuera muy difícil de entender.  – Yo las traía porque tenía que visitar a mi hermana y aprovechaba la ocasión para hacerlo- Agrega.

-¡Pagare lo que sea! Por favor ayúdeme a encontrar a alguien- suplica desesperada. El anciano se apiada de ella y le ofrece una alternativa.

-No creo poder encontrar a alguien, y si lo hiciese pronto usted caería en la ruina. Tal vez pueda haber otra solución-  Le dice llevándola a una silla que se encuentra cerca y ofreciéndole un pañuelo para que Luciana pueda limpiar las lágrimas que comienzan a rodar por sus mejillas.

Lentamente Aurelio  le explica una posible estrategia para abastecerse de la preciada planta, y a medida que la detalla, la esperanza crece en el corazón de Luciana. Una carta, la confianza y un viaje son los ingredientes de la solución, y Luciana aunque temerosa decide aceptarla.

Toma la carta que el anciano rápidamente escribe, y se dirige a la casa del doctor Almenares. Él interrumpe su almuerzo alarmado  cuando es informado por la criada de la presencia de  Luciana en la puerta. Imaginando  que  algo le ocurre a Scarlet toma su maletín y sale rápidamente pero su ansiedad se transforma en confusión cuando Luciana le pide uso minutos para hablar.


Cuando  se encuentran  en el despacho de la casa, la señora Almenares le ofrece  a Luciana un jugo de sandía para refrescarse tratando de  permanecer en la conversación pero la mirada amonestadora del doctor la hacen salir de la habitación. Un poco mas tranquila con la privacidad Luciana inicia la conversación.

-Necesito pedirle unos días para faltar a mi trabajo-

-¿Qué sucede?-  Pregunta sorprendido de una solicitud tan extraña por parte de  Luciana. Generalmente tiene que rogarle para que tome  vacaciones. – ¿Te encuentras enferma?-  Agrega sin poder encontrar una razón lógica.

-Estoy bien, pero necesito viajar a la capital-

- No lo entiendo. ¿Qué harás en la capital?-

-El hombre que me vendía las bolsas de pastor para la medicina de Scarlet no puede hacerlo más, pero  me dio esta carta para que visite a su hermana y pueda negociar con ella un trato que nos beneficie a ambas-  Exclama entregándole la hoja de papel al doctor. Él lee con detenimiento como el anciano le pide a su hermana que negocie un cambio justo con Luciana. Sugiriendo el intercambio de telas recién llegadas a puerto de la ciudad provenientes de Europa por las plantas que ella tanto necesita.

-¿Por qué no buscas otro comerciante?- Pregunta devolviéndole la carta.

-Ya lo intenté pero nadie está interesado-Responde con la voz  entrecortada.

-Las telas importadas son más costosas que las bolsas de tabaco- el trata de hacerle entender que la inequidad en ambos productos.

-Por eso necesito viajar, para pactar un intercambio justo-

El doctor Almenares asiente comprendiendo la importancia pero aun no muy convencido   -¿Quién te acompañara?- Pregunta.

-Nadie. Iré yo sola- Responde tranquila, pero cuando ve los enormes ojos del doctor aterrado con la idea se apresura a dar la explicación. –No tengo dinero suficiente para llevar a alguien mas-

-¡No es seguro que una mujer viaje sola!-

-Estaré bien. Se cuidarme-

-Eres muy ingenua Luciana. Es demasiado peligroso que una mujer  viaje por barco sola. El camino es largo y podrían aprovecharse de ti. Es peligroso incluso para los hombres – La reprende.

-Lo entiendo, pero no tengo mucho dinero para llevar a alguien más y si lo tuviera ni Tiberio ni Atita serian de gran ayuda. No tengo opción- Responde tratando de que el hombre que ella considera como un padre comprenda y acepte.

- ¿Cuándo te piensas marchar?- pregunta resignado pero con una idea formándose en su cabeza.

-En el barco que sale esta noche-

-¡nada de eso! Saldrás mañana en la noche acompañada del doctor Caicedo- Responde decidido como quien impone una ley.

-¿Con el doctor Caicedo?- Pregunta sin comprender porque él la acompañaría en su viaje. Pero el doctor Almenares se lo explica con la tranquilidad de una excelente solución.

-El viajara  mañana  a la capital para iniciar su especialización en patología. Recuerda que afortunadamente pronto será el encargado de la morgue-  Le responde con  una mirada cómplice ya que ambas saben que el doctor  Caicedo tiene muy poco tacto para pacientes  vivos.

-Está bien. Me parece una buena solución. Empacare para el viaje-  Exclama  levantándose de su silla con la esperanza renovada.

- Y yo me encargaré de avisarle al doctor  Caicedo para que también coordine tu viaje de regreso- contesta mientras se  acerca a la puerta para acompañar a Luciana hasta la puerta de la calle.

-Muchas Gracias doctor. No sé cómo agradecerle-

-Tan solo mantente a salvo y viaja tranquila que yo cuidare de Scarlet-

Luciana suelta un suspiro cuando su mayor preocupación es aliviada con las palabras del doctor. Y sale  de la casa con rumbo a un destino arriesgado que no estaba en los planes pero muy necesario. Le pide a Tiberio que se vaya a casa mientras ella inicia su camino Hacia la calle del Molinete.



Cedric se levanta y se encuentra con Gerard que regresa sudoroso de su recorrido.  No quiere  esperar que se duche y decide ir solo a la casa de Petra para saldar la deuda pendiente por los días que permanecieron en la posada, y  aprovechar la oportunidad  para hablar con Martina y ofrecerle el empleo.   Toma de la cocina las pocas galletas que encuentra para entretener su estómago mientras  que Gerard se sumerge en la nueva tina de agua helada que tanto necesita. Cedric sale de la casa e inicia su camino a casa de Petra pero a  uno pasos de distancia  de la puerta  escucha una voz que lo llama. Se gira y ve a Luciana que viene corriendo. Sorprendido se devuelve y finalmente convergen en la entrada de la nueva casa.

-Buenos días Luciana.  ¿En qué puedo ayudarte?-

-Estoy buscando a Gerard- Responde tímida.

-Pues tan solo debes entrar y lo encontraras-

-¿Puedes llamarlo por mí?-  Le pide aún más tímida. Suficientemente incomodo es ir hasta su casa para buscarlo y lo sería aún más si entrara sin la compañía de alguien que desvirtúe las especulaciones  de una joven en la casa de un hombre soltero.  Cedric con una sonrisa maliciosa y casi dibujándose un par de cuernos en la cabeza por la travesura que va a propiciar se excusa.

-Lo lamento pero estoy algo apresurado- Saca la llave  de su bolsillo y abre la puerta de par en par iniciando su camino y  dándole indicaciones a la sorprendida Luciana para que encuentre  a Gerard. –Su habitación es la primera a la izquierda. ¡Su sueño es tan pesado que creo que deberás despertarlo tú!- Afirma regalándole un fuerte guiño y alejándose con su sonrisa traviesa.

Luciana permanece indecisa en la entrada, pero cuando se da cuenta que mientras más tiempo permanezca allí  mayor sería la probabilidad de ser vista por alguien,  decide entrar. Camina admirando la decoración  y la elegancia simple de una casa ubicada en una calle tan deprimente y esperando que su agitado corazón se calme para poder informarle a Gerard sobre su viaje.  Después de tomar valor se  acerca a la puerta y llama tímidamente, pero Gerard se encuentra en el baño sumergido en la tina y no logra escuchar el llamado. Luego de algunos segundos ella lo intenta nuevamente golpeando con mayor fuerza  la puerta. Gerard siente suavemente el llamado pero no le da importancia creyendo que es el crujido de las tablas del techo que sucumben al calor abrazador del medio dia.

Al no obtener respuesta Luciana cree en las palabras de Cedric cuando afirmaba que su hombre tiene un sueño profundo e intenta despertarlo de diferente manera.

-¡Gerard!-  Exclama  golpeando la puerta.  Él escucha la voz pero le parece imposible que sea verdad y lo atribuye a su imaginación y deseo por ella.

Luciana lo intenta nuevamente frustrada  y temiendo que deba abrir la puerta y entrar para despertarlo. -¡Gerard abre la puerta por favor!-



Gerard confundido se levanta de la tina. Esta sorprendido por las magnitudes de su imaginación y decide salir del baño a la habitación sin tomarse la molestia de tomar una toalla. Cree que su mente juega con su deseo y no es realmente Luciana  la que llama. Justo en ese momento ella decide entrar para despertarlo, pero una vez más se  encuentra con su escultural cuerpo desnudo por el que  resbalan gotas de agua. Ambos se quedan paralizados en su lugar sin imaginar que el destino les tenía predestinado este encuentro para poder fortalecer su amor antes de ponerlo a prueba.


NOTA DEL AUTOR 

Gracias por leer esta historia a la cual le entregare mi corazón como a un  primer hijo. Igualmente agradezco sus comentarios ya que son el combustible que me empuja a continuar con esta creación.















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